MANIPULACIÓN E INCAPACIDAD. Inacción y sordera ante el contexto de cuidados.

“Jugar con algo es manipularlo”.

Susan Stewart[1]

 

El diccionario de la RAE define manipulación como la acción de hacer cambios o alteraciones en una cosa interesadamente para conseguir un fin determinado. Aunque se hable de la intervención tan solo sobre cosas, dicha acción y por tanto la manipulación se lleva a cabo, en muchas ocasiones, sobre personas con idéntica intención de alterar su voluntad, su actitud o su respuesta interesadamente para lograr un fin perfectamente planificado.

A finales del mes de enero coincidiendo con el relevo en el ministerio de sanidad reflexionaba sobe el mismo en la entrada “De Illa a Darias. Juego de Tronos”[2]. En la misma decía: “Estaría bien que la Sra. Darias se rodease de profesionales y asesores que le hiciesen ver que más allá de la respuesta política que le toca dar, existen necesidades urgentes que no pueden seguir postergándose sine die. Que es preciso que identifique las carencias que existen y que eche mano de las fortalezas que representan los profesionales para, entre todas/os, buscar soluciones en lugar de continuar poniendo parches.

Que las respuestas no pueden ni deben continuar quedando en palabras de agradecimiento y de impostura diplomática. Que las enfermeras deben de dejar de ser vistas como mano de obra, como recursos humanos sin más, para pasar a ser identificadas, valoradas y reconocidas como profesionales fundamentales, tal como lo hacen los países en donde masivamente las contratan, con las consecuencias que ahora mismo estamos padeciendo”.

Han pasado 5 meses desde su nombramiento y nada de lo que planteaba como un deseo, se ha cumplido o, mejor dicho, nada de lo que de ella se esperaba se ha cumplido.

Para empezar, se ha rodeado de personas incapaces no tan solo de dar respuestas eficaces relacionadas con sus cometidos o competencias, que sería lo deseable, sino que ni tan solo han sido capaces de hacerlo con la dignidad, la empatía, la escucha activa, la proximidad, la voluntad, la generosidad, la humildad, el respeto, que todo cargo público con responsabilidad en la toma de decisiones debiera tener. Bien al contrario, la altivez, la distancia, la prepotencia, el desprecio, el autoritarismo, la irresponsabilidad… han configurado su actitud y su disposición.

Ha sido incapaz de retener talento y en su lugar lo ha sustituido por mediocridad. Sustitución que ha arrastrado, hasta hacer desaparecer, cualquier vestigio de las acciones que antes de su llegada se habían realizado con esfuerzo, coherencia y sentido común, como si se tuviese miedo a que pudiesen desviar la atención hacia quienes habían sido sus artífices y con ello desdibujar a las/os nuevas/os inquilinas/os. El tiempo, el poco tiempo transcurrido, sin embargo, ha sido suficiente para identificar su incapacidad manifiesta, provocando el efecto contrario al deseado, echar en falta a quienes fueron desalojados. Dando respuesta y despejando las dudas que en mi reflexión trasladaba hace tan solo unos meses: “Daría lo que fuese por creerme que usted, Sra. Darias, es la persona que realmente necesita este ministerio. Pero permítame que tenga serias dudas. Tan solo usted podrá ser capaz de despejar, en el tiempo en que pueda o le dejen ocupar un cargo que parece más un comodín de los movimientos políticos de quienes conforman los gobiernos que un puesto de la importancia que tiene la salud de las/os ciudadanas/os. Por mucho que la mayoría de las competencias estén transferidas a las CCAA, que normalmente mimetizan la incoherencia que muestra el ministerio, para, finalmente, escenificarla en el consejo interterritorial donde nadie los quiere como pareja de baile”.

Se ha confundido la ordenación profesional, entendida como la acción de poner orden en el desarrollo de las profesiones, con ordenar/mandar a las profesiones con absoluto desorden, caos y despotismo que además trata de aparentar como ilustrado.

Se ha desdibujado la acción de la Secretaría de Estado en un absoluto vacío y una inacción tan incomprensible como absurda.

Se ha desaprovechado la ocasión de que Salud Pública tuviese un papel relevante, más allá de la acción administrativa de datos.

Se ha desperdiciado la ocasión de dar contenido y sentido a la importante Secretaría General de Salud Digital, Información e Innovación del Sistema Nacional de Salud (SNS), creada antes de la llegada de la Sra. Darias, como una importante apuesta de innovación y de regulación y ordenación de la información, teniendo un impacto absolutamente irrisorio cuando no inexistente.

Se ha conseguido convertir el Consejo Interterritorial en una jaula de grillos o en una cerca de pelea de gallos, eliminando el importante logro alcanzado de ser espacio de reflexión y análisis tendente al consenso en el que, entre otras cosas, se consiguió sacar adelante el Marco Estratégico de Atención Primaria y Comunitaria. Situación que propicia el enfrentamiento y la identificación de debilidades para la bronca política.

Se ha logrado que el ministerio y sus representantes, con la ministra al frente, sea un caos que genera dudas donde debieran existir certezas, incertidumbre donde debiera generarse tranquilidad, incredulidad en lugar de confianza, confrontación frente al consenso, debilidad ante la fortaleza necesaria.

Pero es que, además, la ministra, más allá de una reunión de urgencia y de circunstancias, con representantes de las sociedades científicas, no ha vuelto a propiciar el diálogo. Una vez más las buenas palabras e intenciones se quedaron tan solo en eso. La identificación de necesidades se limitó a un registro aparentemente interesado de notas sin traslado posterior a la toma de decisiones como respuesta a la necesaria, pero inexistente, voluntad política. La formulación de promesas tan bien formuladas como inconsistentes y efímeras. Una continuidad de acción compartida que finalizó en el mismo momento en que se produjo la desconexión de la videoconferencia. Ha respondido con el silencio y el hermetismo a cuantas peticiones de respuesta se le han trasladado. Silencios que tan solo pueden obedecer a la incapacidad o al desprecio pero que lamentablemente pueden ser la suma de ambos.

Con relación a las enfermeras, a pesar de que, en la citada reunión, se le trasladó que estábamos siendo ignoradas, ninguneadas y maltratadas, comprometiéndose a dar respuesta que revertiese tal situación, la respuesta se ha concretado en una absoluta indiferencia que se ha traducido en la más que rechazable inacción política y en la indolencia por dar solución a las carencias que, no tan solo afectan a las enfermeras y al sistema de salud, sino a la población a la que atienden, lo que finalmente se traduce en un claro desprecio hacia quien se dice representar, en una nueva impostura político-diplomática cargada de falsas verdades y absolutas mentiras como ingredientes necesarios y calculados para la manipulación verbal y no verbal. Nuevamente se han cumplido los peores presagios al no verse cumplida la esperanza que le trasladaba: “Sra. Darias, estaría bien que nos escuchase y evitase seguir con los mensajes vacíos, aunque elegantes y aparentes, con los que habitualmente tratan de engañarnos en un lamentable ejercicio de falta de respeto a nuestra inteligencia y a nuestra dignidad”.

Su actitud ha venido a ratificar lo que algunos ya sospechábamos como una clara puesta en escena destinada a entretener y maquillar lo que realmente se pensaba. Los aplausos de balcón no fueron, para ustedes, al contrario de quienes los daban de manera sincera, más que una forma de manipulación tanto de la población como de las/os profesionales. Una forma de entretener a falta de toros y fútbol. Una forma de trasladar una falsa admiración hacia quienes se estaban dejando la salud e incluso la vida, pero que no tenían mayor calado ni intención alguna de modificar la visión y valoración que de muchas/os de ellas/os tenían y siguen teniendo. Logrado el objetivo de distraer y engañar ahora nos encontramos con la realidad del desprecio y la utilización interesada de las/os mismos para su beneficio interesado y oportunista.

Seguir parapetada en la excusa de la pandemia para justificar su incapacidad, manifestada diariamente con sus permanentes vaivenes, indecisiones, inconcreciones, incoherencias… es, además, de un ejercicio de cobardía, una clara muestra de que su objetivo no pasa por mejorar el sistema sanitario. Su única preocupación es la de conseguir el 70% de población vacunada en el periodo anunciado. Lo que, sin ser, en sí mismo, un objetivo que permita objeción alguna, el mismo no tiene otro interés, para usted, que el de atribuirse la medalla que el logro permitiría reclamar. Lo de menos es lo que se consiga con la vacunación, porque para usted y quien le acompaña lo verdaderamente importante es el número, el dato, la apariencia. Cómo se consiga es lo de menos, para eso ya están las que usted considera a buen seguro como vacunadoras, es decir, como elementos necesarios, aunque prescindibles para el logro esperado.

Pero las enfermeras, Sra. Darias, ya estamos muy cansadas de la mediocridad que impregna cualquier acción ministerial. Mediocridad que lleva implícita de manera inseparable a la misma la permanente afrenta a las enfermeras, producto tanto de sus acciones como de sus omisiones. En las acciones porque suponen una clara y calculada premeditación de hacer algo que perjudica, obstaculiza o paraliza tanto la imagen como el valor de lo aportado. En las omisiones porque no son objeto de Alzheimer institucional que no siendo justificable podría ser objeto de eximente, sino porque las mismas vienen determinadas por el manifiesto desinterés, la clara desidia, el absoluto desconocimiento… por lo que somos, representamos y aportamos las enfermeras al sistema sanitario, pero, no lo olvide, sobre todo a las personas, las familias y la comunidad a las que prestamos nuestros cuidados profesionales. Cuidados profesionales que, no lo dude, porque todas/os en nuestra fragilidad innata los necesitamos, precisará, de enfermeras competentes, expertas, especialistas y comprometidas como las que usted ahora ignora sistemáticamente. No tenga la más mínima duda que a pesar de su actitud y de sus acciones, le serán prestados con la profesionalidad y el rigor que usted niega reconocer.

Esta pandemia, por si no se lo ha explicado nadie o no ha sido capaz de identificar por sí misma, ha dejado al descubierto muchas carencias del sistema sanitario. Pero también es cierto que ha permitido identificar la excelencia de sus profesionales de la salud en general y muy particularmente de las enfermeras. La población ha tenido la oportunidad de identificar y valorar la excelencia, oportunidad y necesidad de los cuidados profesionales enfermeros que suplían en muchos casos las carencias tecnológicas, farmacológicas o clínicas que la pandemia produjo. Cuidados profesionales que van más allá de la sonrisa o la caricia y que precisan de la ciencia enfermera que les otorga el carácter científico que logra responder a las necesidades humanas ante situaciones tan graves como las que se han vivido. Cuidados que han tenido que suplir respiradores, equipos de protección individual, fármacos, o incluso camas donde atender a las personas. Cuidados que han suplido el aislamiento, el desarraigo familiar, la soledad y han dotado de humanidad la atención sabiendo situar a la tecnología donde correspondía para dar cabida al cuidado profesional mucho más necesario y sanador.

Esta pandemia, a pesar de las resistencias que desde su ministerio se han generado permanentemente, ha permitido poner de manifiesto la importancia de la participación comunitaria y de la educación para la salud capacitadora y participativa en contra de la exclusiva estrategia de órdenes de obligado cumplimiento o de su consecuente sanción, haciendo de la comunidad un problema en lugar de identificarlo como parte, muy importante, por cierto, de la solución. Solución que no pasa, desde luego por prohibir y castigar sin más generando estigmatización de sectores muy específicos de la sociedad. Solución que se les trasladó por activa y por pasiva por parte de las enfermeras a las que una vez más ignoraron sin ni tan siquiera valorar lo que se les trasladaba, en su soberbia institucional, en su incapacidad gestora y en su permanente visibilización del sistema sanitario desde el modelo biomédico que han utilizado, apoyado e identificado como la forma de afrontar una situación que requería de respuestas mucho más allá de la enfermedad, la tecnología, el asistencialismo, el hospital… arrinconando, desacreditando, desaprovechando el potencial de la Atención Primaria de Salud y de sus profesionales.

Tan solo cuando vieron en la vacunación su tabla de salvación, su medalla al mérito, su referencia, rescataron la Atención Primaria para adaptarla a sus necesidades. No se equivoque ni trate de engañar nuevamente a la población en sus intentonas manipuladoras de discursos vacíos de contenido, aunque repletos de demagogia y de declaraciones de intenciones que antes incluso de ser pronunciadas ya son claramente falsas. El rescate de la Atención Primaria tan solo lo han propiciado para dar respuesta a parte del problema, el que les interesa, el que les da rédito y ruedas de prensa en las que ofrecer datos que engorden su ego político. Todo lo que han estado “barriendo” con sus decisiones bajo las metafóricas alfombras en forma de falta de respuesta a problemas de salud como la cronicidad, la soledad, los cuidados paliativos, los cuidados familiares… como si de basura se tratase, continua oculto, aparentando una limpieza que no se corresponde con la realidad y que no va a haber alfombra que permita ocultar por más tiempo tanta inmundicia producto de la mediocridad, prepotencia y manipulación política que ejercen.

El contexto de cuidados que se avecina y que ninguna alfombra será capaz de ocultar les va a ensuciar mucho más de lo que ya están al negar la evidencia de facilitar su prestación y con ella la necesidad de valorar a quienes son y están en disposición de hacerlo y liderarlo de la manera más eficaz, eficiente y rigurosa, las enfermeras. Su tozudez insensata y alejada de cualquier argumento razonable para seguir negando la presencia de enfermeras en el organigrama ministerial en puestos de responsabilidad y toma de decisiones le seguirá reportando consejos manifiestamente erróneos pero también interesados en mantener un modelo que se ha demostrado caduco para dar las respuestas que requiere la sociedad aunque parece que sigue siendo válido para satisfacer a algunos sectores políticos y profesionales muy concretos que tienen secuestrada la voluntad política de cambio razonable y coherente.

A todo esto, por si fuera poco, hay que añadir que en el Componente 18 de Renovación y ampliación de las capacidades del SNS, del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España, de los más de 69.000 millones de euros que se deben recibir de los fondos europeos destina poco más del 1’5% a Sanidad y Salud y de ese marginal porcentaje el 74.10% corresponde a alta tecnología frente al 5,8% para promoción de la salud y prevención de la enfermedad. En un documento en el que se insiste en el modelo hospitalcentrista, asistencialista, paternalista, biologicista, medicalizado y tecnológico actual, que se ha demostrado claramente caduco, ineficaz e ineficiente. En el que, además, la Atención Primaria, sigue tan querida y aplaudida en los discursos como olvidada y despreciada en los recursos. Alejada de estrategias salutogénicas y participativas. Y, por supuesto, con un olvido lacerante de los cuidados que son nuevamente invisibilizados en la pegajosa realidad médico-tecnológica que todo lo impregna y de la que todos se impregnan.

Todo ello requiere, por tanto, manipulación constante para mantenerlo y hacer lo posible para que aparezca como una gestión brillante y un cambio que, sin embargo, esconden una clara incompetencia y un manifiesto inmovilismo.

Sra. Darias, su credibilidad se ha agotado y el tiempo para revertirla lamentablemente también. Me consta que mis palabras no le provocarán el más mínimo efecto, salvo el rechazo irreflexivo y ausente de autocrítica, quedando inmediatamente en el olvido como ha venido haciendo con todo lo que le hemos trasladado las enfermeras sin tan siquiera ser merecedoras, no ya de respuesta, sino tan siquiera de una confirmación de recepción. Pero no le quepa duda que mi voz no es solista. Mi voz es coral y colectiva y haremos que la misma llegue a donde tenga que llegar para ser oída, entendida y atendida, ya que su sordera y su parálisis no han querido hacerlo.

Ojalá tenga en otros ámbitos mayor acierto que en sanidad. No se trata de que no sepa sobre el tema o no conozca el contexto, que también. Se trata de que no ha querido escuchar a quienes debería y se ha rodeado de quienes no debía. Y eso en un/a político/a que se precie es un error muy lamentable y grave, aunque posiblemente no lo quiera admitir, como tantas otras cosas.

Por su parte quien le respalda y le mantiene debe asumir, igualmente, parte del fracaso.

Quien aboga por el diálogo, con el que no puedo estar más de acuerdo, para afrontar los problemas, debe exigirlo en todos aquellos ámbitos políticos que son de su responsabilidad. El diálogo no puede ni debe ser una opción, un comodín, una oportunidad. El diálogo debe ser siempre una obligación en la búsqueda de soluciones compartidas y consensuadas. En salud, sanidad y con las enfermeras, también.

[1] Poeta y crítica literaria estadounidense

[2] http://efyc.jrmartinezriera.com/2021/01/29/de-illa-a-darias-juego-de-tronos/