CONOCIMIENTO COMPARTIDO Conocimiento equitativo.

                A Óscar González, Andrés García, Christian Ramírez, Gabriel Galván, Anabel Roca, Janet Granados y al resto de profesorado y alumnado de la Universidad del Mar – Puerto Escondido – México.

 

                                                  “La discriminación, el entendimiento incompleto y fragmentario, siempre se                                             encuentran en el punto de partida del conocimiento humano”

Masanobu Fukuoka[1]

 

Acabo de tener una nueva y enriquecedora experiencia científico profesional en Latinoamérica. Siendo importante el lugar en el que se ha producido, en este caso México, lo que realmente me sigue sorprendiendo y animando a continuar creyendo en la construcción de un marco iberoamericano de Enfermería es, precisamente, la importancia que se da en el mismo al conocimiento compartido sin mayores pretensiones que las de aprender, aprehender, crecer, creer, concienciar, concitar, construir, confluir… desde la generosidad, el respeto, la gratitud y la disponibilidad.

Tengo la impresión, cuando participo de este tipo de vivencias que, en el primer mundo, en el que aún nos siguen situando en Latinoamérica, hemos perdido estos valores, sentimientos o sensaciones con relación al conocimiento. De hecho, creo que ha sido engullido por la voracidad del mercantilismo, la competitividad desmedida, la debilidad del individualismo, el beneficio perecedero, el egoísmo posibilista, la precipitación de la inmediatez… que conducen a un conocimiento utilitarista, reaccionario, rentista… que llega incluso a ser chantajista y manipulador con tal de conseguir el fin acrítico de sus resultados.

Una localización, escala y valoración, la del mundo, que fue creada precisamente por quienes nos situamos en primer lugar, relegando a otros niveles a quienes creemos y situamos como inferiores en base a unos criterios que, cuanto menos, son cuestionables, pero que básicamente obedecen a idénticos parámetros a los que me he referido sobre el conocimiento, lo que justifica claramente nuestro posicionamiento de preferencia desde el que miramos con displicencia cuando no desprecio y cuando no lástima a quienes situamos en inferioridad y, por tanto, consideramos inferiores.

Así pues, desde esa inferioridad que hemos logrado que se crean, asuman y naturalicen, y desde la que nos ven, se corre el riesgo de creerse una superioridad que es tan artificial como mentirosa. Porque la disponibilidad, hospitalidad, generosidad, amabilidad… con la que somos atendidos desde esa inferioridad impuesta, puede ser confundida, y de hecho lo es en muchas ocasiones, como docilidad, subsidiariedad, sumisión… y en base a ella les identificamos, valoramos y etiquetamos, para situarnos a un nivel de superioridad desde la que no resulta posible compartir el conocimiento, sino desde el que lo que hacemos es prestárselo como si de una limosna se tratase.

Desde que visité por primera vez Latinoamérica, hace ya muchos años, salvo por la pandemia, no ha habido año en que no haya viajado a alguno de sus países. Desde entonces hasta ahora siempre he aprendido mucho más de lo que tengo la sensación de haber enseñado. Y, sin embargo, me sigue dando la impresión de que seguimos siendo percibidos con una superioridad que no siempre se corresponde con la realidad y que, lamentablemente muchas veces, no nos esforzamos por eliminar.

Desde mi punto de vista no hay mejor conocimiento que aquel que se comparte y no tan solo se imparte. Porque el conocimiento tiene su razón de ser, su esencia, su coherencia, en compartirlo para que de esta manera pueda ser construido o reconstruido desde el análisis, la reflexión y el pensamiento crítico. Lo contrario supone un intento de colonización del conocimiento, una imposición o una manipulación del mismo.

Siempre he identificado en mis visitas a Latinoamérica, y en esta última ocasión lo he hecho de manera más vívida si cabe, que existe una avidez por el conocimiento que va mucho más allá de su recepción pasiva y que incorpora la curiosidad, la iniciativa, la creatividad como elementos con los que articularlo para avanzar y plantearse nuevos retos y objetivos. Una sensación que, sin embargo, se contrapone con la que, cada vez con mayor claridad y frecuencia, tengo en España, en este denominado primer mundo, de utilitarismo mercantil del conocimiento tanto a través de la docencia como de la investigación, en esta última, si cabe, en mayor medida. Estamos perdiendo el gusto, el interés, la satisfacción por la docencia, que se reduce al cumplimiento de las horas/créditos asignadas/os para cumplir con lo estrictamente establecido según la figura contractual de cada cual y por la investigación, que se ha convertido en una carrera de obstáculos en la que, lo que prima es la publicación con factor de impacto más allá de cualquier otra valoración y que supone incorporar elementos mercantilistas y de competitividad que diluyen el verdadero sentido de la investigación por encontrar nuevas evidencias que contribuyan a la construcción, fortalecimiento o desarrollo del conocimiento o su aplicación a la actividad de la atención que ayude a la calidad de la misma.

Se ha generado un sistema perverso en el que los rankings, los sexenios, las clasificaciones… son el verdadero fin que justifica los medios que se utilizan para lograrlos, degradando, pervirtiendo y desnaturalizando su verdadero sentido y naturaleza, lo que aboca a un menor compromiso, una implicación forzada y un interés con idénticos componentes mercantilistas que modifican la sana competitividad en una maliciosa rivalidad desde la que todo vale con tal de lograr el supuesto “incentivo” que no deja de ser un señuelo con el que somos cazados.

Este panorama que impregna el actual sistema educativo universitario en nuestro primer mundo, es el que estamos trasladando como modelo de excelencia y que es visto con fascinación en el asignado y denominado interesadamente, segundo o tercer mundo al que vamos a predicar y en el que nosotros mismos caímos con idéntica fascinación con relación al contexto anglosajón que tanto nos atrae y con el que deseamos mimetizarnos.

El problema es que ese traslado está suponiendo, en muchas ocasiones, claras desigualdades e inequidades en las comunidades en las que se trata de implementar sin otro criterio que el utilitarista, sin tener en cuenta ni las condiciones, ni los factores, ni los determinantes, ni las necesidades, ni las verdaderas demandas de conocimiento y la forma en cómo generarlo, trasladarlo y compartirlo. De tal manera que acaba convirtiéndose en un negocio a gran escala en el que lo de menos es la calidad, porque lo que importa es el beneficio rápido y al menor coste en unas sociedades que requieren sobre todo de políticas educativas y sanitarias adaptadas a sus contextos.

Pero también he identificado que compartimos problemas muy similares en cuanto a la jerarquización férrea impuesta por la clase médica dominante que, a través del desprecio, el abuso, el acoso… somete a una dominación cercana a la esclavitud a todo aquel que sea inferior en los niveles establecidos jerárquicamente por el lobby. Sean médicos, enfermeras u otros profesionales, están en riesgo de ser objeto de la tiranía que utilizan para sustentar y hacer patente su poder, quedando oculta por el miedo a las consecuencias si se denuncia. Todo lo cual conduce a una perpetuación del sistema médico caduco, autoritario, ineficaz e ineficiente que impregna los modelos sanitarios que, con diferencias en cuanto a la forma en que se provocan y mantienen los abusos, no dejan de tener semejanzas como queda patente en el documental “Resiste Residente”

Enfermería, como es lógico, no escapa a todo este problema que estoy planteando en el ámbito latinoamericano y su relación con nuestro entorno, a lo que hay que añadir la influencia, por proximidad, con el contexto norteamericano y canadiense. De tal manera que se multiplica la acción del primer mundo con lo que ello significa de confusión y fascinación en una combinación que suele generar efectos indeseables en una transmisión del conocimiento en la que lejos de compartir y construir se suele impartir desde una perspectiva de imposición que trata de reconstruir o restaurar lo que, desde una posición de superioridad, considera no es aceptable. Cuando de lo que se trata es de identificar las fortalezas y aprovechar las oportunidades que indudablemente tienen para poder eliminar o minimizar las debilidades que conjuntamente se identifiquen y las amenazas que suponen para su avance disciplinar, científico y profesional.

Más allá de la fascinación compartida por el ámbito anglosajón que debemos tratar de reducir, nuestros esfuerzos deben ir dirigidos a identificar la necesidad de un trabajo conjunto y equitativo que permita constituir un espacio común iberoamericano en el que y desde el que podamos dar respuesta a las necesidades de nuestros contextos a través de la construcción de una docencia participativa, centrada, desde nuestro paradigma propio, en competencias que respondan a lo que la sociedad espera de nosotras y no tan solo a lo que demandan los modelos sanitarios medicalizados y tecnológicos, desde la interdisciplinariedad y la intersectorialidad. Un espacio en el que la investigación se desarrolle desde la implicación y el compromiso por lograr evidencias que puedan ser entendidas, analizadas y aplicadas por las enfermeras en el contexto en el que les es propio, permitiéndoles liderar, poner en valor y visibilizar su aportación específica, como principal factor de impacto.

Desde el posicionamiento desigual establecido en base a niveles de inequidad y desigualdad, el conocimiento no pasa de ser una referencia que aporta poco valor, trasladando tan solo mayores diferencias en cuanto a su comprensión, interiorización, sensibilización y utilidad.

El espacio iberoamericano debe ser visto y entendido como un espacio de igualdad, pero, sobre todo, de respeto y de participación real desde la que se identifiquen las particularidades culturales, históricas, de valores… de cada territorio para poderlas incluir como parte de la construcción del conocimiento propio enfermero para prestar unos cuidados profesionales de calidad. No se trata de estandarizar, sino de generar un lenguaje de atención, comprensión, investigación, gestión y liderazgo que nos sea comprensible, asimilable, compatible, capacitador, eficaz y eficiente a las enfermeras iberoamericanas y que permita mirar, desde una posición de igualdad a cualquier otro espacio, contexto o territorio sin que nos sintamos tentados a abandonar, minusvalorar o invisibilizar nuestra identidad propia desde la que poder hacer aportaciones y no tan solo a adoptar o mimetizar las que se generan en otros contextos con lengua, cultura, valores, miradas… tan distantes como difíciles de asimilar.

Los modelos, tanto universitarios como sanitarios, deben responder a las necesidades de las comunidades donde están integrados y, por tanto, deben abandonar la rigidez impuesta desde los lobbies de presión o desde posicionamientos mercantilistas que generan la esclerosis de la atención personal, familiar y comunitaria y su utilización como nichos de negocio.

Enfermería, como ciencia, disciplina y profesión, debe liderar dichos cambios venciendo resistencias, inmovilismos y conformismos y generando respuestas sólidas, rigurosas y convincentes para lograrlo. No es una tarea fácil, pero sin duda es un compromiso consciente y coherente con nuestra condición de ser y sentirnos enfermeras, tanto en la construcción del conocimiento como en su difusión y consolidación, desde la docencia, la investigación, la atención o la gestión y en el marco de un contexto de referencia iberoamericano desde el que poder liderarlo.

[1] Agricultor, biólogo y filósofo japonés (1913-2008).