CARTA ABIERTA A LA CIUDADANÍA: EL FALSO DEBATE DEL ESTATUTO MÉDICO

En los últimos días, la ciudadanía ha vuelto a presenciar protestas, huelgas y manifestaciones de médicos que reclaman un marco estatutario propio y exclusivo. Es legítimo que cualquier colectivo defienda sus derechos y reivindique mejoras, pero lo preocupante no es la protesta en sí, sino los argumentos utilizados por algunos de sus portavoces y organizaciones sindicales, que han decidido convertir la reivindicación en un ataque frontal contra otras profesiones sanitarias, especialmente contra las enfermeras.

La crítica, cuando se convierte en descalificación, pierde toda legitimidad. Y cuando, además, se adorna con falsedades y tergiversaciones, se transforma en una forma de violencia simbólica. Si la causa fuera tan justa como se pretende, no necesitaría sustentarse en el desprecio ni en la mentira. Bastaría con la razón, la evidencia y la ética. Sin embargo, lo que estamos viendo no es la defensa de derechos, sino la reacción de quien teme perder privilegios.

El Estatuto Marco que regula las relaciones laborales del personal sanitario ha sido durante mucho tiempo una herramienta de desigualdad. Un texto que ha servido para consolidar jerarquías, vetar el acceso a puestos de responsabilidad y perpetuar la idea de que solo una profesión —la médica— tiene autoridad para decidir sobre lo que afecta a todas. El resultado ha sido un modelo rígido, centrado en la figura del médico y ajeno a la realidad de unos servicios de salud que, desde hace décadas, funcionan gracias a equipos multidisciplinares.

Ahora que existe voluntad política de reformar ese marco anacrónico, se reactivan los discursos del miedo. Se habla de “pérdida de poder”, de “ataque a la profesión médica”, de “invasión competencial”. Pero lo que realmente se cuestiona no es su papel, sino su monopolio. No se trata de restar, sino de sumar; no de sustituir, sino de compartir; no de competir, sino de cooperar.

Pero, además, se pretende trasladar a la ciudadanía la idea de que, sin estatuto exclusivo, la calidad de la atención se verá resentida y su salud se verá amenazada. Un nuevo, perverso y alarmista argumento que busca generar temor y posicionar a la población a favor de una causa que, en realidad, defiende privilegios y no derechos. La salud pública no puede utilizarse como rehén de intereses particulares ni como instrumento de presión. Jugar con el miedo es una forma de manipulación incompatible con la ética profesional y con el compromiso social que se espera de quienes dicen servir a la salud.

El progreso en salud exige revisar también entre otras normas, la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), para adaptarlas a un escenario donde el trabajo en equipo, la participación comunitaria y la mirada integral de los cuidados sean los ejes del sistema. Y eso, precisamente, es lo que incomoda, que las reformas puedan situar en plano de igualdad a todos los profesionales, reconociendo sus competencias, su responsabilidad y su aportación.

Las enfermeras no amenazan a nadie. Ejercen su profesión con autonomía, conocimiento y compromiso. No buscan ocupar espacios ajenos, sino defender el suyo propio. Y lo hacen sin recurrir a la descalificación, sin gritar más alto que nadie, sin convertir el insulto en herramienta de presión.

Resulta preocupante que algunos representantes del colectivo médico utilicen un discurso paternalista y de autoridad incuestionable. Un discurso que revela miedo. Miedo a perder control, a compartir decisiones, a aceptar que la salud se construye con saberes diversos. Miedo que se traduce en actitudes de desprecio, en palabras que hieren y en gestos que degradan la convivencia profesional.

Haciendo creer, además, a los propios médicos que esta cruzada es en defensa de sus intereses, cuando en realidad solo protege a quienes viven de mantener las viejas estructuras de poder. Esos falsos líderes deberían recordar que ningún privilegio se defiende con insultos, que la grandeza de una profesión se mide por su ética, y que la autoridad no se impone, se gana con respeto.

La ciudadanía, merece un servicio donde la cooperación sustituya a la jerarquía, donde el mérito y la capacidad estén por encima del título o la tradición, y donde las decisiones se tomen pensando en las personas y no en egos. La salud es un bien común que exige responsabilidad compartida, escucha mutua y humildad profesional.

Porque no hay nada más peligroso que confundir privilegio con derecho ni más triste que utilizar la mentira como escudo. Reformar el Estatuto Marco no es un ataque a nadie, es una oportunidad para construir un sistema más justo, más eficiente y más humano. Uno donde nadie tenga que levantar la voz para ser escuchado y donde el respeto sea la base de toda autoridad, con el principal objetivo de prestar la mayor calidad y calidez de atención.

Porque la salud, en su sentido más pleno, no necesita exclusividad. Necesita compromiso, ética y cooperación. Lo demás es miedo disfrazado de orgullo.

1 thoughts on “CARTA ABIERTA A LA CIUDADANÍA: EL FALSO DEBATE DEL ESTATUTO MÉDICO

  1. Artículo excelente.
    Claro y transparente.
    Deberíamos de leerlo todas las profesiones sanitarias.
    En una e las manifestaciones del colectivo médico se dijo
    «Sin el médico no hay sanidad» rápidamente me vino a la memoria
    «y..solo con el médico tampoco…»
    Precisamente si hay algun sector social q necesita de todos sus actores, es la sanidad.

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