CUIDADOS Y FAMILIA. OBSCURO OBJETO DE DESEO

Durante mucho tiempo los cuidados fueron entendidos como algo menor. Cosa de mujeres y del ámbito doméstico y, por tanto, algo sin valor.

Las enfermeras siempre hemos tenido a gala identificar los cuidados como nuestra seña de identidad profesional. Y lo hemos hecho valorando tanto el que fuese cosa de mujeres como que lo fuese del ámbito doméstico. Y es que ambas cosas tienen un gran valor para nosotras.

El que sea cosa de mujeres porque nuestra profesión es, en sí misma femenina, con independencia del sexo de quien la ejerza. Y que sea doméstica porque es la esencia misma del cuidado, es decir, el que se da en el ámbito del hogar y más propiamente de la familia. Otra cosa es que después se convierta en ciencia y se profesionalice. Pero lo científico no anula ni debe invalidar su origen.
Así pues las enfermeras incorporamos los cuidados como eje vertebrador de la ciencia de enfermería y de la disciplina que la vehiculiza así como de la profesión en la que ejercemos.

Ese desprecio o, cuanto menos, minusvaloración hacia los cuidados, impregnaba a la Enfermería y a quienes los prestábamos, sufriendo la misma consideración que las mujeres y lo doméstico. 

Desde que hace 40 años entramos en la Universidad, las enfermeras nos propusimos dignificar los cuidados. Y lo hemos logrado en gran medida, aunque las organizaciones sanitarias aún se resistan a institucionalizar los cuidados como hacen con la curación, relegándolos a la consideración de menores o invisibles.

Pero algo debemos haber hecho bien cuando ahora todos quieren cuidar. Los médicos, los farmacéuticos, los psicólogos… pero también cualquier producto que se precie de ser valorado como los yogures, las cremas, los pañales, los champús… Es cierto que cuidar no es exclusividad de las enfermeras, tan solo los cuidados enfermeros lo son. Pero no es menos cierto que hasta hace poco nadie lo reclamaba con el ahínco que ahora lo hacen todos.
Y lo doméstico, y por extensión la familia tampoco era un ámbito muy codiciado. Y resulta que ahora muchos se apuntan de manera interesada y oportunista a él. Así podemos identificar como las Farmacias, sorpresivamente, quieren pasar a ser de familia y comunidad. Y digo sorpresivamente porque nunca hasta ahora habían mostrado ese inusitado fervor que ahora manifiestan por acercarse a las familias y a la comunidad.

No deja de ser curioso que mientras se demonizan e incluso criminalizan las concesiones privadas de la Sanidad Pública, ahora no tan solo se vea con buenos ojos, sino que incluso se legisle para dar rango de norma a concesiones con empresas privadas como las Farmacias. ¿Tenemos que pensar que hay empresas privadas buenas y malas? ¿En base a qué? ¿Con qué criterios se elige a unas y se discrimina a otras?

Pretender que los cuidados prestados por las enfermeras, por formar parte de sus competencias y de su razón de ser disciplinar y profesional, pueden ser derivados a otros ámbitos como las Farmacias, que nunca han mostrado el más mínimo interés por ellos más allá del mercantilista, es no tan solo un despropósito sino una falta de respeto hacia las personas, las familias y la comunidad y una nueva afrenta hacia las enfermeras. Sin contar, claro está, con su absoluta falta de preparación para hacerlo. Y todo ello cobrando por ello, es decir, teniendo que pagar los servicios el Sistema Público, cuando ya hay profesionales preparados, adecuados y competentes que lo hacen. ¿Alguien puede explicarlo, o tenemos que aceptarlo sin más?

Que nadie se lleve a engaño. No se trata de integrar a las Farmacias en el necesario proceso de continuidad de cuidados, lo que tendría mucha lógica y sería deseable, sino de suplantar las competencias de unos para otorgárselas a otros sin ningún tipo de trabajo compartido previo para analizar, debatir y consensuar soluciones conjuntas en el marco de las competencias específicas de cada una de las partes.

El problema no es de los farmacéuticos, que están en su derecho a reclamar lo que consideren, sino de quien le da rango de derecho a sus peticiones y asume su regularización con intereses que ni han sido aclarados ni tienen justificación alguna, más allá de no se sabe que oscuros pactos.

Ahora resulta que los cuidados y las familias se han convertido en obscuro objeto de deseo. 

¿Quiénes serán los próximos en reclamarlos como propios?

Esta no es desde luego la Sanidad Universal que la sociedad quiere y espera.

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