CADA CUAL EN SU SITIO Y LA SALUD EN EL DE TODOS Juntos, pero no revueltos

 

A Miguel, enfermera y matrona, por su mirada diversa y su actitud de unidad.

 “Es increíble lo que se puede lograr si no te importa quién se lleva el crédito”

Harry Truman [1]

 

El problema de tomar decisiones precipitadas, sin reflexionar, por oportunismo, en base a ocurrencias, sin planificar… es que acaban fracasando y generando muchísimos más problemas de los que, de manera ilusa, quien las toma piensa solucionar.

Lamentablemente esta forma de gestionar suele ser muy frecuente entre quienes asumen responsabilidades contando exclusivamente con el aval de quien les nombra por interés, agradecimiento, compromiso, presión o simplemente torpeza… demostrando con sus nombramientos que tienen similares cualidades a las de quienes nombran, posiblemente con la intención de que no les hagan sombra.

Intentar hacer un glosario de decisiones fallidas, mediocres, inútiles, perversas… sería tan extenso como penoso. Por eso no voy a realizar un ejercicio que, por otra parte, no reportaría más que rabia, indignación y tristeza por tanto tiempo, dinero y oportunidades perdidas.

Sin embrago me voy a detener a analizar un par de ellas. No porque sean las peores, sino porque en estos momentos estamos pagando las consecuencias de tan infames decisores y sus decisiones.

La primera fue la de incorporar en los Equipos de Atención Primaria, en sus inicios allá por 1985, a pediatras. La verdad es que desconozco, aunque sospeche, cuáles fueron las razones para tomarla. No sé si fue simplemente ignorancia del decisor, cuestión probable y frecuente, o la misma vino determinada por las presiones del colectivo médico de la citada especialidad, en un nuevo, aunque reiterado intento por colonizar espacios. Posiblemente fuese una combinación de ambas lo que sin duda incorpora más elementos para convertirla en una decisión de consecuencias muy negativas para la Atención Primaria y para los propios pediatras, aunque esto nunca lo reconocerán.

La decisión, además se vendió como un logro sin precedentes, tanto por parte de quien hizo el “favor” como por parte de quien se benefició del mismo. Argumentando para ello que en España se había logrado lo que, en ningún otro país, con largas tradiciones de Atención Primaria, se había conseguido. Cuando lo cierto no es que no se hubiese conseguido, sino que no se hubo consentido, que es bien diferente.

La organización de Atención Primaria de Salud en dichos países nunca consideró racional, coherente, eficaz, necesario y mucho menos eficiente, su incorporación. La Atención Primaria se basaba y se concibió desde sus inicios en un ámbito de Salud en el que atender tanto a la población sana, mayoritaria, como enferma. En este sentido la población infantil en la comunidad es mayoritariamente sana y su atención se centra más en los cuidados que precisa en su crecimiento y evolución que en la asistencia a la enfermedad que, por otra parte, se atiende exclusivamente en el ámbito hospitalario en la inmensa mayoría de países.

Por otra parte, una de las características que definían a la Atención Primaria era precisamente la atención integral y longitudinal tanto de manera individual como familiar y comunitaria. La incorporación de pediatras, por tanto, rompía esta integralidad provocando la fragmentación de la atención y aumentando las posibilidades de omisión, duplicidad o contradicción.

Así pues, lo que inicialmente fue un error de planificación se convirtió en una costumbre, normalizando y naturalizando su presencia en los equipos. Su presencia generaba tensiones en el seno de los equipos. Intentaron desvincularse de la obligación de hacer guardias de atención continuada desde el pueril argumento de que ellos, como pediatras, no tenían obligación de atender a adultos. Por otra parte, desde el principio existieron serias dificultades para que los médicos especialistas de pediatría cubrieran plazas de pediatra en Atención Primaria, lo que obligaba a contratar a médicos sin especialidad para cubrir dichas plazas. Como consecuencia de dicha anomalía, que es otra de las consecuencias derivadas de la decisión a la que me estoy refiriendo, muchos médicos que se autodenominaban Médicos Especialistas sin Título Oficial (MESTOS), consiguieron que se oficializara su NO ESPECIALIDAD a través de una prueba excepcional de acceso a la misma en una nueva decisión envuelta en polémica y que generó no pocos enfrentamientos entre médicos especialistas y no especialistas.

Pero los problemas generados por la incorporación de estos profesionales no acabaron con la realización de la prueba comentada, pues tan solo se logró oficializar una anomalía provocada por quien tiene la obligación de evitarlas, pero sin que ello limitase o anulase el problema de base generado. Problema que, no tan solo permaneció vivo, sino que se nutrió de nuevos elementos, que conducían a la Atención Primaria a un progresivo deterioro como consecuencia de la desvirtualización de sus principios.

Por su parte, las enfermeras que se incorporaron inicialmente como enfermeras comunitarias en Atención Primaria, asumieron la atención integral, integrada e integradora como principio básico de su actuación en sintonía a lo que marcaba la filosofía de la Atención Primaria y su paradigma profesional. De tal manera que la población a la que prestaban cuidados no estaba determinada por la edad de la misma. Se atendía a la población a lo largo de todo su ciclo vital, teniendo en cuenta su agrupación familiar y su contexto comunitario. Los médicos de familia con la presencia de pediatras, fragmentando la atención integral que, al menos teóricamente se recogía en su programa formativo, asumían que su denominación como médicos de familia fuese tan solo una etiqueta sin coherencia real.

Las enfermeras, en la evolución de la Atención Primaria y en su intento por mantener los principios a los que he hecho mención, organizaron su actividad por sectores de población, delimitando geográficamente el contexto al que debían dar cobertura y en la que se identificaba claramente la población con todas sus características demográficas, sociales, culturales… de tal forma que se garantizase tanto la referencia de adscripción población/enfermera, como la atención integral individual, familiar y comunitaria, como la identificación de necesidades reales, todo ello con un claro enfoque hacia la salud, la promoción de la salud y la atención comunitaria.

Esta modalidad de atención que permitía delimitar responsabilidades de manera clara y específica, favorecía la comunicación entre los diferentes miembros del equipo, limitaba las uniones administrativas entre médicos/enfermeras con claros inconvenientes de relación, convivencia y comunicación, facilitaba la generación de indicadores finalistas enfermeros, lograba la articulación de los diferentes recursos comunitarios, aumentaba claramente la continuidad de cuidados y la percepción de calidad de la atención prestada… contó con la oposición de algunos sectores de enfermeras que veían peligrar el anonimato de su actuación y con ello visibilizar la identificación de su aportación real a la salud de la comunidad. Pero también contó con la oposición de una parte de los médicos de familia y, sobre todo, con el rechazo frontal de los pediatras, argumentando que perdían a “sus” enfermeras ya que con el nuevo modelo organizativo estas pasaban a atender a toda la población, tanto infantil como adulta, en las consultas enfermeras, en los domicilios y en la comunidad.

La cuestión, por tanto, no era si la atención que se prestaba a la población pediátrica era buena o mala, sino el temor a perder su conquista. Lo bien cierto es que la atención mejoró, al mejorar la comunicación con la familia, tener las familias una referencia clara de su enfermera, favorecer la confianza, abordar los problemas desde la atención integral cuidando a todos los miembros de la familia… y teniendo en cuenta que gran parte del programa del Niño Sano es responsabilidad de las enfermeras y lo prestaban con calidad y eficiencia.

Pero ya se sabe que donde hay patrón no manda marinero. Y en una organización como la sanitaria en la que todos los patrones son médicos por imposición, las enfermeras como marineros están abocadas a obedecer, aunque las órdenes que emanen de los patrones sean muchas veces incongruentes, inconsistentes, intransigentes e incomprensibles.

De tal manera que lograron revertir el modelo de sectores poblacionales, por cierto, de larga tradición y éxito en países como Gran Bretaña, para volver a la UME (Unidad Médico Enfermera) que es tanto como un matrimonio a la fuerza que puede funcionar bien, mal o fatal. O a la UBA (Unidad Básica de Atención) que es el mismo perro de antes, pero con diferente collar, lo que condujo a aumentar el declive de la atención enfermera en particular y de la Atención Primaria en general.

Entre tanto en los equipos convivían matronas, trabajadoras, sociales, fisioterapeutas… junto al resto de profesionales de los equipos, desarrollando sin problemas actividades conjuntas e integradas cuando se requerían.

Por otra parte, lo que fue durante mucho tiempo un anhelo y una reivindicación científico-profesional se concretó con la creación de las especialidades de Enfermería que se unían a las ya existentes de matrona, salud laboral y salud mental, en una decisión oportunista, precipitada y pactada que condujo a la publicación de un Real Decreto de Especialidades de Enfermería[2] a imagen y semejanza de las especialidades médicas, con evidentes lagunas y muchas deficiencias que se traducen en los múltiples problemas actuales. Lamentablemente ni las enfermeras especialistas en Enfermería Familiar y Comunitaria, formadas a través del modelo de residencia (EIR), ni las que posteriormente lograron el título a través de la prueba excepcional, fueron razón suficiente y necesaria para que se creasen plazas específicas en Atención Primaria de manera generalizada y homogénea en todo el territorio nacional y mucho menos para que se definiesen las competencias que tanto especialistas como no especialistas debían asumir y articular en el seno de los equipos.

Las/os decisoras/es, en este caso, decidieron no decidir y con su decisión de pasividad lograron superar la mediocridad de sus decisiones anteriores, al hacer de la inacción y la pasividad su “mejor” virtud y con ello generar el mejor caldo de cultivo para la proliferación del enfrentamiento y el caos.

La situación condujo a un creciente grado de insatisfacción, cuando no frustración, al no ver cumplidas las expectativas que la realización de la especialidad generó en quienes decidieron asumir el reto y el coste personal, familiar y económico, de formarse como especialistas.

Además, el resto de especialidades, es decir, pediatría y geriatría, no cuentan tampoco con una definición clara de sus competencias ni de sus ámbitos de actuación profesional, ni mucho menos de cómo vertebrar su actuación con la del resto de enfermeras especialistas o no, en los diferentes ámbitos de atención, con especial significación en Atención Primaria, Hospitalaria y Sociosanitaria.

El Marco Estratégico de Atención Primaria y Comunitaria[3] de 2019 abría la posibilidad real de incorporar cambios significativos que enmendasen el error cometido hace más de 40 años. Pero a pesar de unos tímidos conatos en dicho sentido por parte de los primeros coordinadores del grupo de trabajo, inmediatamente fueron acallados por las airadas y nada argumentadas propuestas de quienes veían peligrar el territorio colonizado, contando una vez más con el silencio y la condescendencia mediocre de las/os decisoras/os, que prefirieron dejar todo como estaba a iniciar un debate tan necesario como fallido.

Por otra parte y en la dinámica rutinaria e incomprensible en la que habitualmente solemos movemos las enfermeras, asumiendo como propia la inercia motriz de la organización médica, lejos de lograr una definición clara en el marco de nuestro paradigma, nos sumamos a la mimetización médica incorporando, como estrategia la atención pediátrica de manera fragmentada, siguiendo la estela cada vez menos razonable, razonada y racional de los pediatras en Atención Primaria. Todo ello mientras se siguen quedando plazas de pediatría sin cubrir por pediatras, teniendo que recurrir a médicos sin especialidad. Conduciendo a un panorama de esquizofrenia organizativa colectiva que responde a las presiones corporativistas e ignora las necesidades sentidas de la población, la racionalización de los recursos y las evidencias científicas. Todo un ejemplo de gestión catastrófica.

Y de aquellos polvos vienen estos lodos con los que actualmente no tan solo no se está contribuyendo a aclarar la organización de la atención en centros de salud y hospitales, por ejemplo, sino que provocan una permanente lucha en el lodazal de la actual indefinición, entre enfermeras y con el resto de profesionales de los equipos.

De tal manera que con este panorama y con las/os decisoras/es del ministerio y de las consejerías de sanidad preocupadas/os en otros menesteres, el lodazal se convierte en lugar de luchas fratricidas, sin reglas ni arbitraje, entre enfermeras preocupadas en marcar territorio e impedir que otras enfermeras “invadan” el que consideran su espacio exclusivo. Todo ello sin que se propicie un análisis riguroso, una reflexión serena, un debate ordenado y un respeto general de las partes hacia todas/os los planteamientos que, en ningún caso supone tener que aceptarlos, pero sí requiere ser escuchados, contrastados y refutados desde las evidencias científicas y la cortesía profesional.

La Atención Primaria, debe dar tantas y tan diversas respuestas de salud que pretender hacerlo desde una única visión o competencia profesional es no tan solo poco recomendable, sino que ni tan siquiera es posible.

Las enfermeras comunitarias deben garantizar siempre la atención integrada, integral e integradora a la población. Tanto individual, familiar como comunitaria a lo largo de todo el ciclo vital. Pero ello no significa, en ningún caso, que otras enfermeras especialistas como las matronas que ya tienen claramente definido su ámbito de actuación, puedan y deban actuar de manera coordinada con ellas, como de hecho se está haciendo desde hace muchos años. Se trata de trabajar teniendo en cuenta las necesidades de salud de las mujeres y de las/os niños y no de los campos competenciales de unas u otras que conducen al enfrentamiento. Por su parte las matronas deben tener en cuenta su condición de enfermeras especialistas. Los planteamientos rupturistas y de identidad excluyente y exclusiva tan solo generan mayor pobreza de conocimiento y dificultad de entendimiento.

Las enfermeras especialistas en pediatría, que quiero recordar dejaron perder su identidad como especialistas de la infancia y la adolescencia, para adoptar la denominación de pediatría como la de los médicos, tienen espacio en Atención Primaria. De lo que se trata es de consensuar dicho espacio y la respuesta que desde el mismo se dé. Pero que no pasa por ocupar unas plazas que nunca deben generarse si se quiere mantener la coherencia de la atención a la población infantil y adolescente, junto a la del resto de la población, de manera integral por parte de las enfermeras comunitarias. Ello no significa, en ningún caso, ignorar la indispensabilidad de que existan enfermeras de pediatría como consultoras entre atención primaria y hospitalaria. Por otra parte, caer en los cantos de sirena de los pediatras con la intención de conseguir el apoyo de “sus” enfermeras para lograr sus reivindicaciones corporativistas es contribuir al propio declive de las enfermeras y de la especialidad[4].

Con el resto de especialidades de enfermería debemos actuar de idéntica manera, analizando y proponiendo espacios de actividad común que respeten la singularidad de cada especialidad, contando con su conocimiento y experiencia, pero evitando la exclusión y los vetos.

Ante este desolador panorama, aún hay quienes osan plantear la necesidad de las enfermeras de práctica avanzada. No nos aclaramos con las que tenemos y proponemos nuevas e inciertas figura. Y me pregunto ¿práctica avanzada en qué y para qué si nos mantenemos en la parálisis? Arranquemos con las que tenemos y ya veremos si podemos avanzar más y mejor. No pongamos el carro delante de los bueyes.

Y, por último, pero no menos importante, las enfermeras especialistas deben tener muy clara su condición de enfermeras. Son especialistas por el hecho de ser enfermeras y su relación con las enfermeras no especialistas en cualquier ámbito de atención debe ser de respeto y de trabajo en equipo y no de rivalidad y enfrentamiento. La creación de pseudosociedades científicas-profesionales desde las que se arenga al enfrentamiento entre enfermeras especialistas o en formación para ser especialistas (EIR), creando argumentos tan falaces, populistas y demagógicos como faltos de razón, tan solo contribuyen a generar una atmósfera enrarecida que paraliza cualquier avance y nos sitúa en el punto de mira de quienes tan solo quieren nuestro descrédito, dando argumentos gratuitos para que se mantengan las decisiones mediocres que nos paralizan.

Las Sociedades Científicas enfermeras deben trabajar para crear y fomentar estos espacios de diálogo y de consenso, evitando las luchas, enfrentamientos y distanciamientos que tan solo contribuyen a provocar una imagen distorsionada y negativa como enfermeras, al margen de la especialidad que cada cual desarrolle. Contribuir con posicionamientos reivindicativos excluyentes y exclusivos les posiciona lejos de su condición científica. Situarse en idéntica posición a la de quienes se atribuyen la representatividad profesional de muchas organizaciones colegiales y sindicales que tienen intereses muy alejados a los que estamos comentando, les distancia de sus verdaderos fines como sociedades científicas y les sitúa como colaboradores de la fragmentación y el enfrentamiento.

La unidad no supone necesariamente la homogeneidad. La diversidad es fundamental. Por lo tanto, es posible y resulta necesario que se trabaje desde la unidad de acción para lograr la mayor capacidad y oferta de respuestas. Lo contrario lleva a posicionamientos de fobia que son tan reprobables como cualquier otra fobia. No existe la fobia selectiva que plantea diferencias entre buenas y malas. Por otra parte, los planteamientos profesionales de “territorialidad” identitaria independiente, ausentes de coherencia científica y profesional, son igualmente peligrosos y destructivos.

Podemos y debemos estar juntos, aunque no es preciso estar revueltos. La salud no es de nadie y es de todos. Por eso todos tenemos sitio y tenemos la obligación de promocionar la salud y construir espacios saludables en los que se potencie.

Dudo mucho que la deriva de las/os decisoras/es políticas/os o sus secuaces cambie a positivo, espero que al menos no lo haga a peor. Pero deseo que nosotras, como enfermeras, no nos contagiemos de esa forma de actuar y nuestras decisiones sean tomadas desde la coherencia, el conocimiento, la reflexión, el pensamiento crítico, el debate racional, el consenso y el sentido común con el objetivo de limitar al máximo los errores y contribuir de manera clara y decidida a mejorar la calidad de nuestros cuidados profesionales, manteniendo la identidad enfermera que, más allá de las especificidades enriquecedoras de las especialidades, nos define y por la que se nos reconoce.

Que el paréntesis vacacional sirva para desconectar y poder recuperar la cordura que nos permita fortalecer la profesión enfermera desde la unidad y el respeto a la diversidad. No hacerlo nos aboca a la insignificancia.

Hasta septiembre. Felices vacaciones.

[1] Trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos desde 1945 hasta 1953. (1884-1972).

[2] https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2005-7354 

[3] https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2019-6761

[4] https://www.infosalus.com/actualidad/noticia-enfermeros-pediatras-ap-exigen-creacion-puestos-enfermeras-especialistas-enfermeria-pediatrica-20240701151011.html

SALUD GLOBAL (Salud urbana) + (Salud rural). Una ecuación sin resolver

“Era un desconocido más en la ciudad de los desconocidos ilustres.”

Gabriel García Márquez [1]

 

Desde hace algunos años y de manera progresiva se están produciendo verdaderos problemas para dar cobertura de atención a la salud en muchas zonas rurales. Atención en general, pero de manera muy especial, por las consecuencias que tiene, de atención primaria. Es una dificultad que, además, es tanto más importante, cuanto más aislada, lejana, despoblada…sea la zona rural. Hasta tal punto que en ocasiones el problema se convierte en irresoluble al no poder cubrir los puestos de médico y/o enfermera, por este orden, no por cuestión jerárquica sino por ser más compleja la cobertura médica que la enfermera.

El problema, sin embargo y desde mi punto de vista, no se corresponde con el argumento que fundamentalmente el colectivo médico está tratando de trasladar a la sociedad desde un planteamiento victimista que ni se ajusta a la realidad, ni tiene una solución tan simplista como la planteada con el aumento de médicos o la mejora de las condiciones laborales como causas exclusivas. Ya he comentado en muchas ocasiones que la solución no pasa por un aumento lineal de plazas. Resulta imprescindible hacer un análisis de las necesidades en cada una de las zonas básicas de salud o contextos de intervención que permita racionalizar los recursos adaptando el número de profesionales a dichas necesidades identificadas. Las famosas ratios en las que se basan para reivindicar un aumento de profesionales no responden a la realidad y su aplicación genera importantes inequidades entre territorios con centros de salud sobredimensionados en contraposición a otros infradotados. Recientemente el actual Secretario General de Sanidad del Ministerio, poco sospechoso de posicionamientos caprichosos contra el colectivo médico, hacía unas declaraciones en este sentido[2]. Lo que sitúa el debate en un plano que va más allá de lo que algunos intentan plantear, sin fundamento alguno, como una cuestión de rencillas interdisciplinares, a las que, por otra parte, tan acostumbradas/os nos tienen en múltiples ocasiones.

Pero este es tan solo uno de los factores que incide en la falta de cobertura de atención y posiblemente no sea de los más importantes, aunque se quiera hacer creer lo contrario.

Repasemos algunas cuestiones que pueden hacer entender mejor este problema que no afecta, o no al menos con la magnitud que lo hace en otros sentidos, tan solo a los médicos.

Es notorio y no está sujeto a interpretación alguna el hecho de que en los últimos años se ha producido un abandono progresivo en la elección de plazas de especialización en Medicina Familiar y Comunitaria, hasta el punto de dejar desiertas centenares de plazas[3]. Dicho abandono obedece, entre otras razones, al hecho de que la citada especialidad no responde a las expectativas profesionales del modelo médico que se inculca en las facultades de medicina y que coincide con el que impregna, lamentablemente, los sistemas de salud o sanitarios. Más aún cuando actualmente, y con acierto, se están tratando de llevar a cabo transformaciones en Atención Primaria que respondan más a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad, que a intereses corporativistas para lograr mantener un modelo asistencialista como reflejo del hospitalario que, sin duda, atrae más la atención y las preferencias de los médicos.

A ello hay que añadir la recientemente aprobada especialidad médica de urgencias y emergencias que conllevará a medio/largo plazo a que los médicos de familia dejen de asumir la atención continuada en los centros de salud, aumentando aún más el desinterés creciente por ocupar plazas de medicina de familiar y comunitaria lo que representará perder una parte importante del componente clínico y, no lo olvidemos, económico, que lógicamente se verán mermadas al dejar de asumir la realización de las guardias de urgencias que van a ser reclamadas, sin duda, por los nuevos especialistas de urgencias y emergencias.

Resulta paradójico por otra parte que los médicos de familia reivindiquen cada vez con mayor insistencia la asunción de competencias relacionadas con la tecnología y la clínica, tales como la realización de ecografías, la cirugía menor -que no olvidemos fue desarrollada inicialmente por enfermeras-… en un momento en que se plantea un cambio del modelo patogénico por otro salutogénico en el que, precisamente, estas prácticas no parecen tener encaje. No quiero decir que no deban aproximarse este tipo de pruebas a la población para hacerlas más accesibles. Lo que debe plantearse no es dejar de hacerlas, sino quién debe asumirlas. Porque si los profesionales de Atención Primaria, médicos y enfermeras, las asumen supone que no van a poder realizar las acciones de promoción de la salud, atención e intervención comunitaria, educación para la salud… que el modelo `planteado incorpora como estrategias fundamentales. Por tanto, deberán llevarse a cabo cambios de organización significativos que permitan articular la proximidad de pruebas especiales con las estrategias comunitarias sin que unas supongan la anulación de las otras y que, como tradicionalmente ha sucedido, las segundas acaban por sucumbir a las primeras. Otra cuestión es si ese modelo salutogénico responde a las expectativas profesionales de los médicos y si están dispuestos a asumirlas como parte de su actividad fundamentalmente curativa y centrada en la enfermedad. Por eso resulta imprescindible que los cambios se incorporen también en los planes de estudio de los profesionales de ciencias de la salud en general y de los médicos en particular y que no se circunscriban exclusivamente a la Atención Primaria, debiendo abordarse de manera integral para lograr el cambio del modelo Sanitario en su conjunto. Lo contrario será una pérdida de tiempo, dinero e ilusión.

Otras alternativas planteadas, fundamentalmente por parte de los médicos, se centran en la asunción de nuevas competencias por parte de las enfermeras en Atención Primaria. El problema no es que las enfermeras puedan asumirlas, que pueden y están preparadas para ello, sino que se pretende que lo hagan con el principal objetivo de “aliviar” la carga de los médicos con el fin de que ellos tengan tiempo para hacer lo que quieren hacer, pero sin que ello suponga, en ningún caso, la pérdida de tutela de dichas competencias por su parte. Se pretende que las enfermeras asuman dichas competencias de manera subsidiaria, bajo su tutela, supervisión y control. Es decir que las enfermeras dejen de hacer lo que tienen que hacer para resolver el problema que los médicos han generado con su modelo paternalista, dependiente y asistencialista. Desvestir un santo para vestir otro.

Mientras todo esto sucede y a pesar de lo que inicialmente parecía ser una clara apuesta por los cuidados profesionales enfermeros a través de la Iniciativa para el Marco de Cuidados del Sistema Nacional de Salud (SNS) – (IMACU), sigue sin abordarse con la determinación necesaria para que se convierta en una realidad que saque del ostracismo, la subsidiariedad y la indiferencia institucional y organizacional a los cuidados profesionales enfermeros. Seguimos anclados en propuestas cargadas de intenciones y buenas palabras que no se concretan en resultados tangibles que contribuyan al avance de la imprescindible transformación de los sistemas de salud, anclados en la retórica medicalizada que impiden los cambios que se siguen paralizando desde el poder corporativista que alimenta y perpetúa los mismos.

Lejos de existir un intento por parte de las enfermeras de asumir competencias, como forma de obtener notoriedad o reconocimiento, lo que sucede es que siguen existiendo barreras normativas, organizativas y estructurales que limitan el desarrollo profesional y disciplinar de las enfermeras y con ello se priva a la sociedad de ser atendidos con la calidad y la calidez que les corresponde y merecen como respuesta a su dignidad humana. En este sentido y evitando hacer una relación exhaustiva de las citadas barreras, como muestra voy a referirme al “botón” de la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria que tras más de 14 años formando especialistas aún no se ha normalizado ni normativizado, lo que provoca que muchas de las enfermeras formadas, actualmente, se encuentren trabajando en ámbitos ajenos a la Enfermería Comunitaria o la Atención Primaria o bien lo hagan sin que se reconozca su especialidad.

Este hecho, real y contrastado, no debe entenderse exclusivamente como una reivindicación a lograr, sino como un derecho que debe ser regulado y desarrollado por los órganos responsables tanto a nivel nacional como autonómico. No hacerlo supone un verdadero despropósito. Pero además representa un despilfarro del dinero público invertido para la formación de dichas especialistas durante dos años a un coste muy elevado y que posteriormente no se rentabiliza a través de la contratación de dichas especialistas en plazas específicas, debidamente reguladas, adecuadamente definidas, convenientemente retribuidas y eficazmente articuladas en las diferentes organizaciones del Sistema Nacional de Salud. No hacerlo, como sigue sucediendo, es por tanto un claro fraude de ley. En otras palabras, pero con idéntico sentido se manifestaba recientemente el actual secretario de Estado de Sanidad del Sistema Nacional de Salud español, Javier Padilla, al declarar que “No aprovechamos a las enfermeras especialistas; las tiramos por el desagüe”[4].

Palabras que viniendo de un alto responsable ministerial están, cuanto menos, libres de sospecha o de tratamiento de favor hacia las enfermeras, como rápidamente algunas/os de quienes siempre están pendientes de cualquier comentario que no les beneficie, se apresuraron a comentar con tono despectivo.

Sin embargo y sin quitar el valor que dichas declaraciones tienen, temo que puedan ser, nuevamente, declaraciones de interés, palabras bien intencionadas, halagos sin consecuencias… que no se traducen en hechos concretos y palpables que permitan realmente generar los cambios necesarios que precisa la población. Estamos inmersos en un escaparate permanente de palabrería en el que se trata de contentar a unas/os u otras/os o, al menos, evitar no disgustar a nadie. Promesas incumplidas, análisis superficiales, reflexiones sesgadas, compromisos vacíos, interés mal disimulado… que acaba por no concretarse en nada real y productivo.

Es un laberinto del que resulta difícil salir y en el que permanentemente se cambia el sentido de salida o llegada con el fin de que las enfermeras sigan dando vueltas perdiendo el tiempo y la paciencia o se cansen y se limiten a pasear por sus pasillos, o se acomoden y descansen a la sombra. Pero al final todos los recorridos conducen al mismo lugar, la invisibilidad. Nadie sabe realmente quién está dentro del laberinto, ni lo que en él hacen, pero todos dicen que son muy importantes.

A todo esto, hay que añadir otro factor como es el de la concepción que actualmente, en nuestra sociedad, se tiene del trabajo de atención a la salud. Salvando todas las excepciones, que existen y son muy loables, Enfermería, Medicina, Fisioterapia… se han convertido en modos de subsistencia, de trabajo seguro, de comodidad… No existe el sentimiento de orgullo de pertenencia profesional, la vocación se manosea, la ética pasa a ser una mera etiqueta, la solidaridad una pose, la inmediatez se impone a la constancia, la individualidad a lo colectivo, la productividad a la compasión, la eficiencia a la eficacia, el confort al bienestar, la enfermedad a la salud… y todo esto se identifica que se logra de manera mucho más fácil, segura, rápida y relajada en el ámbito urbano que en el rural.

Un ámbito, el urbano, en el que resulta mucho más fácil pasar desapercibido, en el que el compromiso se limita al cumplimiento horario, la iniciativa al uso de las TIC, la implicación se identifica como una imposición, la ilusión se traduce en hacer menos y cobrar más, el equipo no pasa de ser un grupo, la participación una obligada colaboración, la comunidad un sumatorio de gente, la familia un domicilio, la atención es asistencia puntual y rápida, la persona se sustituye por su enfermedad, la edad un inconveniente, las redes sociales limitadas a los dispositivos electrónicos, la salud un producto de marketing…

Mientras tanto en el ámbito rural, y cuanto más rural mucho más aún, el reconocimiento es referencia, la relación es compromiso, la comunicación complicidad, el tiempo intemporal, la confianza implicación, la participación es consenso, la salud una forma de vivir y convivir, las redes sociales un factor de protección, la edad es cúmulo de experiencia, la persona centra la atención, la familia un ámbito de intervención, la comunidad personas con necesidades colectivas reconocibles…

No se trata de una máxima en la que se den siempre estos factores, características o comportamientos, pero lo bien cierto es que la sociedad marca una forma de vida y convivencia que modula las relaciones, la comunicación, la percepción del tiempo o del espacio… y todo ello determina una forma de actuar y, sobre todo, de elegir dónde ser enfermera, médico, fisioterapeuta…

La desertificación rural no es una casualidad. Es la consecuencia de identificar nuestra aportación como un producto, como un recurso, como un bien… destinado a obtener beneficio económico en contraposición al beneficio o satisfacción profesional, asimilándolo al bienestar como estilo de vida preferente.

Se da la paradoja que el anonimato, el aislamiento, la soledad, la desconexión… que se identifican como aspectos característicos y negativos del ámbito rural de los que se quiere huir, son precisamente los que se dan con más frecuencia y, sobre todo, con efectos más demoledores en el ámbito urbano.

Y todo ello determina que se renuncie al desarrollo profesional en el ámbito rural. Que la elección de la especialidad de medicina familiar y comunitaria, principalmente, sea cada vez menos una opción, al identificarla como una amenaza a la ambición profesional, lo que determina la dificultad de cobertura de plazas en dichos ámbitos poblacionales. Algo que se replica en todo el contexto iberoamericano y que supone un verdadero problema de cobertura y de accesibilidad a un derecho fundamental como es la salud de todas las personas. La salud debe ser un resultado factible y real para todos y no una incógnita a despejar en función de las variables que conformen la ecuación, para lograr un resultado incierto y limitado a unos cuantos.

Las enfermeras pueden ser la mejor respuesta a esta situación de abandono progresivo que de momento se da en mayor medida en poblaciones rurales, pero de la que no están exentas las poblaciones urbanas, sobre todo las más vulneradas. Se trata de que las enfermeras, en primer lugar, identifiquen que esto es una opción real para la que tienen competencias sin requerir el amparo, vigilancia y control de ningún otro profesional y sin que ello suponga una invasión. Apuesta por la que han optado ya muchos países.

Por otra parte, el colectivo médico, debe abandonar de una vez su pertinaz temor a ser invadidos al mismo tiempo que entiendan que compartir determinados espacios de desarrollo profesional no supone una pérdida. Dejar de actuar como el perro del hortelano que ni come ni deja comer, facilitaría la conciliación entre sus intereses profesionales y las necesidades de salud de la población. Las enfermeras, por su parte, no son okupas que invaden “sus propiedades” como se quiere hacer ver.

No se puede seguir planteando la atención a la salud como un botín. La racionalización, la eficacia, la eficiencia, la coherencia, el consenso, el respeto… deben integrarse en el comportamiento de todas/os para lograr soluciones de salud global.

Parece razonable que entre miembros de disciplinas científicas se logre una comunicación basada en la defensa de la salud global y no tan solo en una mal entendida salud corporativa de unas/os u otras/os.

Las personas, las familias y la comunidad, lo son con independencia de su ubicación espacial o sus características geográficas. Su salud no puede seguir dependiendo de los intereses de nadie por legítimos que estos puedan o quieran ser interpretados. El bien común del derecho y abogacía por la salud siempre debe prevalecer sobre el interés individual de nadie. No entenderlo así es una contradicción para quienes dicen defender la salud.

[1] Escritor, guionista, editor de libros y periodista colombiano. (1927-2014).

[2] https://www.diariomedico.com/medicina/politica/javier-padilla-debate-falta-medicos-totalmente-esteril-haymas.html?check_logged_in=1

[3] https://www.redaccionmedica.com/secciones/formacion/la-asignacion-mir-extra-solo-deja-vacantes-en-familia-que-empeora-con-2461536#:~:text=La%20especialidad%20que%20no%20consigue,extraordinaria%20de%202023%20quedaron%20131.

[4] https://diarioenfermero.es/padilla-no-aprovechamos-a-las-enfermeras-especialistas-las-tiramos-por-el-desague/?idU=1

A PROPÓSITO DE UN ANUNCIO Realidad social y respuesta de cuidados

“La familia no es la sangre. Es la gente que te ama. Las personas que te cuidan la espalda”

Cassandra Clare[1]

 

                                                                           Para Rosy Galicia y Erick Landeros de la BUAP por su compromiso con la continuidad de cuidados enfermeros.

 

El otro día, como tantos otros, iba caminando por la calle absorto en mis pensamientos posiblemente, porque no lo recuerdo, dando repaso a los imponderables del día y los compromisos del mañana, cuando reparé en una valla publicitaria. No fue lo que en la misma se publicitaba como producto de mercado lo que llamó mi atención, pues no fue hasta bastante más tarde cuando reparé en este detalle que paradójicamente debería ser lo que principalmente captase mi atención, algo que no sé si las/os publicitas habrán diseñado para que suceda de esta manera o si, mi observación y mirada enfermera, habrán tenido la culpa de la alteración del orden de preferencias prefijado por las/os autoras/os del citado anuncio.

Sea como fuese y teniendo en cuenta que mi intención no pasa por analizar el efecto de atracción de la publicidad en cuestión, trataré de explicar el por qué de mi atención a propósito del anuncio.

La imagen que ilustra en más de tres cuartas partes la inmensa valla publicitaria y que sirve de cabecera a la presente reflexión, presenta una fotografía en la que un hombre de edad ni muy joven ni muy mayor, constitución física acorde a los cánones actuales de belleza, de nacionalidad no definida aunque de etnia no autóctona, de buena presencia y con una amplia sonrisa mira con afecto y simpatía a un gran perro que sentado en sus cuartos traseros observa atento a su supuesto compañero quien lleva a cabo la labor de limpieza o preparación de verdura en la bancada de una elegante y amplia cocina. Espacio en el que puede observarse igualmente el lugar de descanso y avituallamiento del can en cuestión.

Hasta aquí, más allá de las preferencias por la raza de la mascota en cuestión o la atracción hacia el modelo que corta abstraído el calabacín, más pendiente de su compañero que de la tarea que está realizando, nada destacable. Podría decirse que se trata de un anuncio más de los miles que se exhiben en las calles de nuestras ciudades o pueblos.

Pero, repito, mi mirada enfermera no pudo por menos que analizar la imagen desde una perspectiva diferente a la que, con absoluta seguridad, tenía intención de atraer la atención de potenciales clientes de materiales de construcción la empresa que se publicitaba.

La citada imagen, creo, nos traslada a una realidad social que no sé si está premeditada y cuidadosamente elegida o si se trata de una apuesta por llamar la atención de un determinado sector de población, o si son ambas cosas a la vez. Lo bien cierto es que refleja un determinado y cada vez más frecuente perfil social con, claro está, variables modificadoras en función de escalas económicas y sociales.

El anuncio que utilizo como referencia a mi reflexión, recoge precisamente una de esas nuevas estructuras familiares. No la única, pero si una cada vez más frecuente.

Antes de nada, quisiera analizar algunos datos destacables que considero sirven de argumento a mi posterior reflexión. Por una parte, el número de nacimientos continúa con la tendencia a la baja de la última década, sólo interrumpida en 2014. De hecho, desde el año 2013, el número de nacimientos ha bajado un 24,1% y vuelve a batir un récord a la baja, convirtiéndose en el dato más bajo de la serie histórica, que se remonta a 1941[1], reduciéndose el indicador coyuntural de fecundidad; hasta 1,19 hijos por mujer en 2021, entre los valores más bajos del entorno europeo3. Así mismo y no menos significativo es el hecho de que la edad media de la maternidad se ha elevado por encima de los 30 años, siendo en 2021 de 32,6 años. A ello hay que añadir la incorporación progresiva de la mujer al mercado laboral, de tal manera que la presencia de la mujer en el conjunto del empleo, según datos de 2022, se eleva al 46,2%, 4,9 puntos más que en 2007. En relación con 2007, la mujer eleva su presencia en el empleo en todos los grupos de edad, aunque han sido las mujeres de 55 a 64 años las que más han aumentado su peso en el conjunto del empleo de su grupo etario (en 2022 es 10,5 puntos superior que en 2007), La tasa de ocupación de las mujeres de 16 a 64 años supera el 60% en 2022, cifra máxima de la serie[2].

Así mismo en España, uno de cada cuatro abuelos cuida de sus nietos y dedica un promedio de siete horas diarias para su cuidado. Esta cifra contrasta con la media europea, puesto que, si bien más abuelos se ocupan del cuidado de sus nietos, lo hacen por menos tiempo, cinco horas diarias, lo que incorpora nuevas variables en el cuidado[3].

Por otra parte, la mitad de españoles conviven con una mascota, y ocho de cada diez las considera como parte de la familia, el 74% los incluye en sus fotografías familiares y un 7% les llama hijos, lo que les convierte en ‘pet parent’ (parientes/padres de mascotas)[4] (Figura 1)

                                          Figura 1.

El aumento del número de mascotas es progresivo en España, estando relacionado, entre otras razones, por el cariño y la compañía que aportan estos animales[5]. Esto conduce a que tal como se desprende de la encuesta de presupuestos familiares, del INE, el gasto en “Animales domésticos, productos y servicios relacionados” en los últimos 7 años haya ascendido un 77% de media en España. Esta partida de gasto excluye el gasto en servicios veterinarios[6].

Lo bien cierto es que la estructura familiar tal y como hasta no hace tantos años teníamos identificada producto del nacional catolicismo impuesto por la dictadura de Franco, se ha modificado de manera sustancial. Hemos pasado de las familias tradicionales extensas en las que convivían, en un mismo espacio, tres y hasta cuatro generaciones, a núcleos familiares de una sola generación o a lo sumo de dos compuestas, generalmente, por tres o cuatro miembros. Familias monoparentales/maternales. Familias de parejas diversas. Familias de un solo miembro con compañía o no de mascotas…

Todo ello dibuja una demografía diversa y con unas características específicas que tienen unas consecuencias, directas e indirectas, en el comportamiento social y en la forma en como se da respuesta a la necesidad de cuidados en el ámbito familiar que, durante décadas, ha sido el principal espacio en el que se prestaban. Siendo la familia y en particular las mujeres las que asumían, como respuesta al rol que socialmente se les asignaba, la prestación de los cuidados necesarios a los miembros de la familia tanto sanos como enfermos.

En cualquier caso, me gustaría aclarar que sobre lo que reflexiono en esta entrada, es sobre los cuidados familiares y profesionales y su continuidad. En ningún caso, pretendo cuestionar los cambios en la estructura familiar desde una visión arcaica.

Ese rol de cuidadora asignado tradicionalmente a la mujer por razones de tradición y educación muy ligadas a la cultura judío cristiana dominante en nuestro país, compartida por los países del contexto iberoamericano y alejadas de lo que sucede en contextos como los anglosajones, hizo que la mujer se viese abocada casi irremediablemente a asumir el cuidado denominado, desde mi punto de vista de manera muy poco acertada, como cuidado informal. Pues tal como recoge la RAE informal se refiere al mal comportamiento de una persona, lo que sin duda no se corresponde, en absoluto, con el cuidado familiar prestado mayoritariamente por las mujeres. Así pues, los cambios a los que he hecho referencia están haciendo que el cuidado familiar no sea prestado de manera mayoritaria por miembros de la familia (fundamentalmente madres, esposas, hijas, nueras…) y que se incorporen al mismo personas externas al ámbito familiar que asumen el cuidado como actividad laboral, aunque de manera precaria y/o de economía sumergida, es decir, sin relación contractual formal entre contratante y contratada/o, con los correspondientes efectos legales, sociales, económicos… que de esta situación se derivan. Puestos de trabajo que, por otra parte, son ocupados mayoritariamente por migrantes sin regularización de residencia

Derivado de lo anterior tanto la proporción de cuidados familiares que den respuesta a las necesidades en el ámbito domiciliario de personas con pérdida de autonomía o con dependencia que estaba establecida en unas tasas cercanas al 80% con relación al 20% que prestaba de manera formal el sistema de salud, se están modificando de forma clara y progresiva, lo que obliga a tomar decisiones muy importantes que permitan garantizar la continuidad de cuidados en el mejor espacio terapéutico, como es el domicilio de las personas. De tal manera que se tienen que llevar a cabo estrategias de cuidados que faciliten la articulación y gestión, de manera eficaz y eficiente, de los diferentes recursos familiares, sociales y comunitarios existentes. Desarrollando igualmente iniciativas de atención centrada en las personas cuidadoras que respondan, no tan solo a la prestación de los cuidados que precisan las personas con pérdida de autonomía o con dependencia, sino también a la atención individualizada de las personas cuidadoras identificándolas como receptoras de cuidados para que puedan afrontar con garantías de salud y bienestar los procesos atendidos y no tan solo como co-trabajadoras o ayudantes de las/os profesionales asumiendo aquello que éstas/os no realizan por derivación o por dejación, lo que acaba generando nuevas demandas de cuidados derivadas de los problemas de salud que provoca el cuidado familiar al desencadenar, en muchos casos, la renuncia a las necesidades propias de quienes cuidan, como consecuencia de aspectos tan ligados al cuidado en la mujer como la renuncia, la culpabilidad, la hiper responsabilidad, la falta de auto estima….

Además, y volviendo a la imagen que servía de inicio a mi reflexión, debemos tener en cuenta que emergen nuevos problemas de salud y nuevas situaciones de cuidados como consecuencia de los cambios de una sociedad dinámica, diversa y cambiante que impacta en la configuración de la estructura familiar y hace que se deban tener en cuenta nuevos planteamientos en la planificación de los cuidados, tanto a nivel domiciliario como del sistema de salud.

A nivel domiciliario y teniendo en cuenta la estructura familiar comentada porque no siempre permitirá la existencia de la figura de persona cuidadora familiar o principal por las razones ya expuestas. Porque, aunque puedan existir personas del entorno familiar que fueran susceptibles de ser cuidadoras familiares, estas pueden no querer asumir dicho rol, sin que ello pueda ni deba, en ningún caso, identificarse como un abandono o una pérdida de vínculo afectivo. Porque las condiciones de vivienda hacen que los espacios domiciliarios no siempre puedan cumplir con los requisitos mínimos para garantizar un cuidado de calidad. Porque el individualismo social y la pérdida de solidaridad consecuente minimizan o eliminan las redes sociales de soporte al cuidado. Porque el mercantilismo de la salud hace que los cuidados familiares se incorporen como un nuevo y rentable producto de negocio al que la falta de equidad impide que se tenga acceso universal.

A nivel del Sistema de Salud y teniendo en cuenta el modelo que actualmente impregna al mismo, en el que el cuidado está infravalorado y tan solo es asumido como un subproducto de la asistencia médica, abordar un problema como el que estoy analizando lo único que logra es incorporar elementos de dependencia, de demanda insatisfecha, de demora, de solapamiento entre servicios del propio sistema de salud y de otros organismos (municipales, diputaciones, asociaciones…), de descoordinación entre los diferentes ámbitos de atención (fundamentalmente entre Atención Primaria y Hospitalaria, pero también con servicio sociosanitario), de omisión al entender unos y otros que es, precisamente, a unos u otros a quienes corresponde dar respuesta y finalmente y tal como dice el refranero español, el uno por el otro, la casa sin barrer que acaba, como nos aporta el refranero en que, entre todas la mataron y ella sola se murió.

Por su parte el sistema sociosanitario lamentablemente ni es social ni aporta salud. Un sistema mayoritariamente privado con clarísimas diferencias de calidad en función de los precios pagados por la institucionalización. Con una respuesta pública pobre, mal estructurada, peor dotada, con una organización arcaica en la que el cuidado se reduce a la estancia hostelera en condiciones muchas veces deplorables, con una concepción vejatoria de lo que debería ser la atención a las personas adultas mayores centrada en sus necesidades y no tan solo en las de quienes deciden ingresar a sus familiares para poder dar respuesta a sus necesidades personales y/o familiares. Con una ausencia casi absoluta de coordinación con otros dispositivos o recursos comunitarios. Todo lo cual dibuja un panorama desalentador y dramático que se pudo constatar de manera muy cruel durante la no tan lejana, aunque ya olvidada pandemia de la COVID 19.

La soledad no deseada es otra de las consecuencias de este cambio social de la que tanto se habla ahora, pero ante la que nadie, o muy pocos, hace mucho o nada. Volver a plantear la soledad desde la perspectiva patogénica habitual es incorporarla en el circuito del asistencialismo, la medicalización y la cronificación que limitan o impiden los abordajes integrales, transdisciplinares e intersectoriales que precisa. Patologización que coadyuva al edadismo y la obsolescencia programada en una sociedad hedonista, centrada en la eterna juventud y dando la espalda a la muerte por entenderla y venderla como un fracaso desde el modelo medicalizado que se perpetúa sin que nadie parezca querer cambiarlo.

Una imagen como la del anuncio comentado que debería hacernos reflexionar, sobre todo a las enfermeras, en el necesario liderazgo de cuidados que tenemos que emprender e imponer. Un liderazgo transformador y radical a la actual respuesta formal del sistema de salud y de la rancia y trasnochada tradición judío cristiana en la que se circunscribe el cuidado casi exclusivamente al ámbito doméstico desde los mismos planteamientos de un pasado nostálgico al que algunas/os se empeñan en transportarnos de nuevo. Impidiendo respuestas eficaces y eficientes, al mantener una defensa a ultranza, interesada y oportunista del actual modelo de asistencia y prestación de cuidados que tan solo obedece a intereses corporativos de los lobbies de presión y de egocentrismo disciplinar incapaz de separar la vista de sus ombligos, que no dejan de ser una cicatriz visible pero inservible de aquello que en algún momento fue una vía de relación profesional, afectiva y vital con la ciudadanía.

Sino actuamos pronto este y otros anuncios serán, además de reclamos publicitarios, indicadores muy fiables de los cambios sociales y sus consecuencias para la vida de quienes, más allá del consumismo que persiguen los mismos, requieren de respuestas de cuidados saludables, de calidad y calidez.

Seguir mareando la perdiz con el discurso demagógico de la necesidad de humanización mientras se continúa dando la espalda a necesidades tan cercanas, reales y presentes como la prestación y continuidad de cuidados que precisamente imprimen humanización a la atención, es un ejercicio hipócrita y cínico que acaba fagocitando las citadas necesidades como consecuencia de los caducos modelos sanitaristas del contexto iberoamericano.

[1] https://www.animalshealth.es/animaladas/nacimientos-espana-siguen-minimos-historicos-2023-registran-mas-mascotas-ninos

[2] www.mites.gob.es/ficheros/ministerio/sec_trabajo/analisis_mercado_trabajo/situacion-mujeres/Mujeres-y-Mercado-de-Trabajo-2022.pdf

[3] https://www.cuidum.com/blog/abuelos-que-cuidan-nietos/#:~:text=En%20Espa%C3%B1a%2C%20uno%20de%20cada,menos%20tiempo%2C%20cinco%20horas%20diarias.

[4] https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2024-03-23/datos-mundo-mascotas-espana-pet-parent_3853414/#:~:text=Un%20mercado%20en%20auge&text=%E2%80%9CEl%20sector%20seguir%C3%A1%20creciendo.,los%20hogares%20tienen%20una%20mascota.

[5] https://www.lavanguardia.com/mascotas/20230216/8761225/mas-perros-gatos-casa-crece-numero-hogares-espanoles-coge-mascota-pmv.html

[6] https://zarabanda.info/el-gasto-en-mascotas-ha-aumentado-mas-de-un-70-en-espana/

IDEAS, IDEAL, IDEOLOGÍA E IDEOLOGIZACIÓN Por una salud global en el contexto Iberoamericano

                                                                      “Una confusa ideología de la libertad conduce a un dogmatismo que cada vez se revela más hostil contra la libertad.”

Papa Benedicto XVI[1]

 

El primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo, es la idea. Por su parte, el conjunto de ideas permite planificar y disponer un orden en la imaginación para la formación de una obra, un concepto, una acción… en base a las cuales actuar de una u otra manera.

Es por ello que las ideas son elemento fundamental en la construcción del conocimiento científico, técnico, artístico, político… que a través de la imaginación se puede transformar en nuevas ideas o proyectos, que eviten que estos se queden tan solo en el pensamiento como un ideal y pasen a convertirse en un modelo que sirva de norma en cualquier dominio o en un conjunto de ideas o de creencias fundamentales o ideología, que caracterice el pensamiento individual o colectivo a través del cual generar un movimiento cultural, religioso o político.

La cuestión que, lamentablemente, deriva en problema, es cuando esas ideas ideales o ideologías tratan de imbuir, infundir, instar o persuadir en personas o colectivos con el fin de manipular, restringir o eliminar sus ideas, ideales o ideologías, a través de la ideologización.

Ideologización que va en contra, muchas veces, del conocimiento puro, y racional del entendimiento humano en conceptos tales como la justicia, la libertad, la democracia, la equidad…. que son utilizados de manera interesada para maquillar la imposición, intransigencia, autoritarismo… con los que criminaliza ideas diferentes con el fin de estigmatizarlas, castigarlas o eliminarlas para imponer las suyas desde planteamientos irracionales, falsos, mentirosos, manipulados o negacionistas.

Esta tendencia que lamentablemente se está imponiendo en nuestras sociedades de manera tan “natural” como respuesta al descontento generalizado de las poblaciones ante las respuestas y actitudes de la clase política a sus necesidades y demandas, supone un riesgo evidente de proporciones aún desconocidas que no está siendo, desde mi punto de vista, adecuadamente ponderado y calculado por quienes permiten con sus votos de “descontento” o sus abstenciones de “desencanto” que se instalen en las instituciones democráticas quienes, precisamente, están en contra de las ideas, ideales e ideologías que dan sentido y sustentan la democracia, como si de un caballo de Troya se tratase, para eliminarlas a través de la ideologización culpabilizadora y excluyente disfrazada de ideología populista y efectista.

Puede dar la impresión o cuanto menos tratan que así se perciba, de que nada cambia sustancialmente o que cambia para bien con aparentes síntomas de mayor protección o seguridad, aunque los mismos obedezcan a evidentes ataques a derechos fundamentales como consecuencia de las medidas contra imaginarios enemigos como los migrantes, supuestos peligros como la diversidad cultural, sexual…, o hipotéticos ataques a la identidad nacional… entre otras.

Es tal la diseminación, intoxicación y contagio de tales movimientos ideleogizantes que sus consecuencias trascienden del ámbito político actuando como un cáncer con metástasis generalizadas a cualquier otro ámbito social, económico, cultural o profesional de manera silente e insidiosa de tal manera que cuando nos vayamos a dar cuenta posiblemente sea demasiado tarde para tratar el problema.

Con relación, precisamente, al ámbito profesional de la salud en cualquiera de sus roles, nos encontramos ya con manifestaciones, posicionamientos, ideas, propuestas… claramente infestadas de tales ideologizaciones que tratan de recuperar e imponer de nuevo atávicos ideales clasistas, totalitarios y/o excluyentes desde los que asentar un posicionamiento de poder que ven peligrar como consecuencia de lo que ellos identifican como una invasión a sus “dominios” profesionales y científicos. De tal manera que nos encontramos con manifestaciones como las recientemente aparecidas en un medio afín a sus planteamientos en el que se decía que “Los médicos son de familia universitaria; Enfermería de entornos con la ESO. Es el grado sanitario con porcentaje más elevado en formación de progenitores, mientras que Enfermería es el más bajo”[2]. Un planteamiento rancio pero real, de castas, de nobleza de transmisión hereditaria, de pureza de raza y de protagonismo egocéntrico. Nada es casual y estos planteamientos mucho menos. Tratar de minimizar tales palabras como una excentricidad, una anécdota o la habitual excusa de que se han sacado de contexto, tan solo contribuyen a asentar las ideas que encierran las mismas. Las palabras nunca son inocentes y están cargadas de intenciones. Y no me cabe duda de cuáles son las intenciones que se persiguen con las mismas. Están calculadas, medidas y son trasladadas en el momento que interesa y que contribuye a su diseminación para lograr el contagio de una ideología que se había reducido hasta casi su erradicación.

Todo ello, a pesar de declaraciones como las realizadas por el actual Secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla” quien, en un arriesgado ejercicio de sinceridad, de coherencia institucional y de evidencia científica, contrarresta con sus palabras, “el debate de la falta de médicos «es totalmente estéril; hay más que nunca«, uno de los mantras utilizados por esta tendencia ideologizadora médica según la cual existe una carencia crónica de médicos[3]. Discurso desde el que los médicos se presentan como víctimas permanentes de un sistema que supuestamente les maltrata a pesar de sus supuestos y cacareados esfuerzos por ofrecer, siempre según ellos, una asistencia de calidad como consecuencia de no obtener respuesta a sus demandas de índole laboral. Cuando realmente lo que persiguen es esconder y manipular las evidentes deficiencias y carencias de dicho y supuesto sistema maltratador que está planificado, organizado y dispuesto a su imagen y semejanza, para lograr así perpetuarlo y continuar con su posicionamiento de protagonismo exclusivo y excluyente en el mismo.

Pero, como decía, la tendencia no se circunscribe tan solo al ámbito de la atención. Los tentáculos, o metástasis como denominaba antes, de este mal invasor afectan a ámbitos como el universitario. Ámbito universitario que siempre ha sido un contexto de libertad de expresión y de reivindicación social pacífica que, en ocasiones y lamentablemente, se ha tratado de desvirtuar y presentar como violento y disruptivo. De tal manera que para evitar manifestaciones molestas para quienes quieren imponer su ideología se elaboran normativas para acotar, controlar, sancionar o prohibir, tal libertad de expresión y de posición, como las que el Gobierno Autonómico de Madrid tiene previsto aprobar. Todo un ejercicio de imposición ideológica desde un supuesto y manipulado ejercicio democrático. Todo desde la democracia, pero contra la democracia[4]

La docencia es otro ámbito claramente peligroso y al mismo tiempo tentador para este tipo de virus antidemocrático. De tal manera que se utiliza como caldo de cultivo propicio para generar las cepas más contagiosas contra determinantes sociales como el medio ambiente o la perspectiva de género, por ejemplo, tildándolas de ideologías manipuladoras y perversas. Para contrarrestarlas eliminan la realidad de violencia de género, que causa decenas de mujeres asesinadas anualmente, invisibilizándola tras una denominación tan neutra como inconexa como la de violencia intrafamiliar o modifican los contenidos formativos de, por ejemplo, la policía local en la Comunitat Valenciana de tal manera que quienes tienen que velar por la seguridad de las mujeres contra la violencia que sufren no la identifiquen como violencia de género exonerando así a quienes actúan como maltratadores desde posicionamientos machistas que son negados igualmente[5]. O modificando las leyes para asimilar la nacionalidad de los delincuentes a los hechos delictivos en su intento permanente de vincular la delincuencia con la migración. O retirando libros de contenido LGTBI+ con supuesto contenido sexual de bibliotecas infantiles y juveniles por considerar sus contenidos pornográficos y escandalosos[6] O la incorporación de pins parentales para restringir la educación sexual y de género que se demuestra claramente contraria al ordenamiento jurídico[7]

Normalizar actitudes contrarias al respeto al medio ambiente es un acto de irresponsabilidad justificado por razones mercantilistas que sitúa a las/os decisoras/es políticas/os como ideólogos contrarios a las tendencias y recomendaciones internacionales en defensa de la salud global[8]

La puesta en marcha de recursos o dispositivos que van en contra de la ley que garantiza la libre elección de interrupción del embarazo, presentándolos como una oferta de calidad y salud en defensa de las mujeres es una clara muestra de hipocresía y cinismo políticos que tan solo pretende imponer sus ideas y limitar o coartar la libertad de las mujeres, en otro claro ejemplo de ideologización que nada tiene que ver con la defensa de ideas[9].

Todo este abanico de ideas contra ideas es tan solo una pequeña muestra de lo que se está llevando a cabo en nuestras sociedades. Pudiera parecer que son tan solo planteamientos ideológicos conservadores diferentes a otros más progresistas, pero realmente son posicionamientos radicales ideologizadores que impactan en la salud de las personas, las familias y la comunidad a las cuales en ningún caso se les hace partícipes de las decisiones adoptadas.

Los posicionamientos de determinados grupos corporativos, los oportunismos generados en torno a dichas restricciones de derechos, las limitaciones de libertades, el control ideologizado, la obtención acrítica de resultados… resultado de esta ideologización que provoca serios problemas de atención derivados, por ejemplo, de la anulación o invisibilidad de ciertas prestaciones profesionales como los cuidados enfermeros. La limitación de competencias profesionales de las enfermeras con serias consecuencias para una atención de calidad y calidez. La deficiente organización del sistema sanitario que se centra en la enfermedad anulando la salud y la capacidad individual y colectiva para tomar decisiones. La deficiente educación para la salud en temas tan relevantes como la sexualidad y las relaciones afectivas, la diversidad sexual o la violencia de género. La manipulación de problemas sociales de gran calado como el medio ambiente el cambio climático o la violencia de género que suponen un aumento de los problemas de salud derivados de tales planteamientos con un incremento progresivo de aquellos directa o indirectamente relacionados con el cambio climático, los comportamientos machistas en constante ascenso en personas jóvenes, de maltrato y asesinato de mujeres o la percepción de casi la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres en España que consideran que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad» que ahora se está discriminando a los hombres”[10]. Las trabas a la elección libre y responsable de las mujeres en relación a su cuerpo y en defensa de sus derechos recogidos y amparados por la ley. Y, en general, en contra de la salud pública y comunitaria al limitar o impedir el desarrollo de entornos saludable.

Ante este panorama es necesario e imprescindible que las enfermeras nos posicionemos claramente a favor de la abogacía por la salud; en defensa de la equidad; en contra de las desigualdades y la vulnerabilidad; en favor del respeto a las leyes que garantizan la libre decisión de las mujeres; en contra de la violencia de género y en favor de la perspectiva de género que evite los intentos de anularla, ocultarla o manipularla; posicionándonos como educadoras para la salud responsables para lograr una población autónoma y capaz de tomar decisiones sobre su salud y de asumir su autocuidado; contribuyendo a la alfabetización en salud basada en los determinantes sociales con especial atención al medio ambiente, el cambio climático, la pobreza o la educación, generando conocimiento y pensamiento crítico que evite la manipulación constante a la que se somete a la ciudadanía para lograr su apoyo a políticas contrarias a la salud, la libertad y la equidad desde planteamientos falsos o negacionistas; respetando y haciendo respetar la diversidad en todas sus manifestaciones que eviten o limiten posicionamientos radicales y excluyentes en cualquier sentido, porque tan contradictorio es negar su existencia o realidad como plantear que existen mujeres inundadas de hombres que se autoproclaman mujeres en una clara y rancia visión del feminismo que resulta tan excluyente y denunciable como la propia negación de la perspectiva de género.

Nada es blanco ni negro. La variedad de matices enriquece y contribuye a dibujar una sociedad colorista, dinámica, diversa y claramente funcional, participativa, solidaria y respetuosa. Pero para ello debemos luchas con absoluta convicción contra aquellas posiciones que vulneran la posibilidad de lograr una salud que es de todos y para todos y que nunca puede ser restringida, controlada ni manipulada por nadie, ni por nada.

Está en nuestras manos y en nuestra competencia enfermera contribuir a mejorar la salud global en un contexto iberoamericano que requiere de respuestas libres, decididas y equitativas por parte de las enfermeras como garantes para el acceso de todas las personas, las familias y la comunidad a esa salud global, integral, humanizadora y participativa. Que nuestra voluntad no se resienta ni se paralice para hacerlo realidad.

Señores. Sánchez, Petro, López Obrador, Boric… si realmente, como parece, apuestan por una Atención Primaria fuerte y eje de sus respectivos sistemas de salud en Iberoamérica y que sus intenciones sean algo más que meras intenciones, deben plantearse de manera clara, decidida y urgente un cambio en profundidad del modelo que impregna los sistemas de salud en los que se integra la Atención Primaria en sus respectivos países. No hacerlo supondrá un nuevo fracaso de reforma. El modelo estructural y organizativo biomédico está caduco, es ineficaz e ineficiente y, por todo ello, no responde a las verdaderas necesidades de una sociedad dinámica, multicultural y diversa. Un modelo asentado y centrado en intereses de poder corporativo y financiero que estrangulan cualquier intento de reforma que no pase por el del propio modelo del Sistema en su conjunto. En su capacidad de decisión política y en la importancia de rodearse de profesionales no contaminados por el citado modelo, está afrontar el verdadero cambio que transforme la realidad sanitaria y de salud de sus países. Lo contrario conducirá a que se perpetúen los males que lo impiden, dando alas a quienes, desde la ideologización, identifican la salud como un inmenso nicho de negocio que provoca el que muchas personas no puedan tener acceso a la misma. No es tarea fácil, pero más difícil resultará justificar el seguro y rotundo fracaso de sus intentos de reforma sino lo acometen adecuando de manera coherente, racional, ordenada y respetuosa las ideas que lo permitan y alejen los amenazadores nubarrones ideologizados.

[1]  Joseph Aloisius Ratzinger fue el 265.º papa de la Iglesia católica y el séptimo soberano de la Ciudad del Vaticano. (1927-2022)

[2] https://www.redaccionmedica.com/secciones/estudiantes/los-medicos-son-de-familia-universitaria-enfermeria-de-entornos-con-la-eso-5738

[3] https://www.diariomedico.com/medicina/politica/javier-padilla-debate-falta-medicos-totalmente-esteril-haymas.html?check_logged_in=1  

[4] https://elpais.com/espana/madrid/2024-07-03/el-gobierno-de-ayuso-quiere-sancionar-los-escraches-a-politicos-y-las-movilizaciones-que-interrumpan-las-clases-en-las-universidades.html

[5] https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/politica/generalitat-valenciana-pp-vox-elimina-formacion-violencia-genero-policias-locales_1_11494050.html

[6] https://www.publico.es/politica/vox-retira-libros-lgtbi-del-area-infantil-biblioteca-municipal-burriana.html#:~:text=La%20censura%20cultural%20de%20Vox,juvenil%20de%20la%20biblioteca%20municipal.

[7] https://ojs.uv.es/index.php/cuadernosconstitucionales/article/view/21452/19713

[8] https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/alicante/alicante-no-multara-zona-bajas-emisiones-proteger-economia-local-pondra-marcha-servicio-antiocupas_1_10822592.html 

[9] https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/alicante/pp-vox-pactan-creacion-oficina-antiabortos-alicante_1_10826657.html

[10] https://www.lamarea.com/2024/01/15/cis-igualdad-el-44-de-los-hombres-cree-se-les-discrimina-por-genero/

MÉRITOS Y DEMÉRITOS Del precio al desprecio

“No siento el menor deseo de jugar en un mundo en el que todos hacen trampa.”

Francois Mauriac[1]

Recientemente se nombró Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alicante a la Profesora Mª Paz Mompart García. Fue un proceso largo y complicado lograr que la Universidad finalmente aprobase su investidura. Algo, por otra parte, lógico e incluso necesario si se quiere garantizar la excelencia y el prestigio de dichos nombramientos. Una vez logrado, por tanto, cabe la gran satisfacción de saber que tan alta distinción no tan solo es merecida sino que responde a las valiosas aportaciones realizadas y aportadas a la sociedad, a la academia, a la ciencia enfermera y a la ciencia en su conjunto y a la Salud Comunitaria. Por otra parte tal distinción pone en valor a la Enfermería a través de quien es receptora de tan importante y distinguido nombramiento, situándola al nivel de reconocimiento y mérito que le corresponde.

Esta reflexión inicial me sirve como punto de referencia a lo que he vivido en mi última visita a Latinoamérica y muy concretamente a México y que me ha llevado a escribir sobre ello al considerar que debemos reflexionar sobre ciertos aspectos que pueden volverse en nuestra contra sino somos capaces de corregir de inmediato las decisiones que tomamos y en muchas ocasiones admitimos, toleramos o simplemente ignoramos.

Llevo tiempo reclamando, reivindicando, exigiendo, a la vez que argumentando, la necesidad de que se valore a las enfermeras en su justa medida y en igualdad de condiciones a como se hace con profesionales, académicas/os o personalidades de muy diferentes disciplinas o ámbitos profesionales o sociales a la hora de otorgarles el reconocimiento que merecen y les corresponde, más allá de casos cuestionables por su oportunismo político.

No fue hasta hace tan solo 4 años que se invistió por primera vez a una enfermera española como doctora honoris cusa y a fecha de hoy tan solo dos más han merecido tan alto reconocimiento. Pero como dice el refrán nunca es tarde si la dicha llega. Y llegó y considero que ya no tiene vuelta atrás, aunque siga siendo algo todavía anecdótico y residual en la universidad española.

De igual modo entiendo que este reconocimiento debe hacerse extensivo a las enfermeras latinoamericanas que tanto aportan y que aún tienen mayores dificultades para lograr el mismo.

Últimamente estoy trabajando intensa y vehementemente y no por ello inconscientemente como algunas/os puedan o quieran interpretar, por la identificación, visibilización, puesta en valor, reconocimiento… de un contexto iberoamericano de Enfermería que nos aleje de la fascinación anglosajona en la que nos encontramos sumidas desde hace tiempo para que podamos centrar la atención, el esfuerzo, el compromiso… en un entorno que contribuya a fortalecer, crecer, creer, aportar, consolidar… nuestra aportación singular enfermera. Un contexto con elementos comunes de una gran potencia como las lenguas compartidas, castellano y portugués, cultura, tradiciones, normas, valores… que pueden y deben favorecer construirlo con identidad propia y con capacidad de respuesta eficaz y eficiente a las necesidades que el mismo plantea. Teniendo en cuenta que las diferencias, que existen, deben ser contempladas como fortalezas de enriquecimiento compartido y no como amenazas de exclusión o confrontación. Un contexto en el que la ciudadanía global, la justicia global, la equidad, los derechos humanos, el enfoque holístico, se configuren como los principales ejes sobre los que plantear, planificar, desarrollar, investigar… los cuidados profesionales enfermeros y su prestación con criterios de calidad y calidez al nivel de la dignidad humana de las personas, las familias y la comunidad en dicho espacio compartido[2].

Pero para ello, lo primero que debemos tener en cuenta y hacer, es dignificar nuestra disciplina/profesión. No podemos caer en la tentación del halago, el reconocimiento, el premio… a través del mercantilismo, de la compra-venta, del negocio tramposo y sucio. Y lo digo porque durante mi visita en México, he descubierto con asombro, tristeza y rabia algo que me costó creer pero que es una realidad cada vez más extendida. Me estoy refiriendo a la venta de doctorados honoris causa por parte de determinadas universidades que se prestan a este tipo de negocio.

El proceso es el siguiente. Se contacta con una enfermera de cierto prestigio y se le ofrece ser investida doctora honoris causa a cambio de una cantidad de dinero. Pero la cosa aún va más allá. El montaje es como si de una boda se tratase en la que si quieres fotos, flores, vídeo… el precio de la ceremonia se va incrementando. En el caso de los honoris causa, es algo similar. Dependiendo de que se quiera con traje académico, con discurso, con reportaje… el precio aumenta igualmente. Es decir, la oferta va desde la opción económica de la investidura discreta a la de máxima pomposidad y boato.

En definitiva, se trata de lograr un reconocimiento que se sustenta en la trampa mercantil en lugar del mérito académico, profesional, social… lo de menos es el cómo sino el qué. Todo es posible con dinero. A este paso pronto nos podemos encontrar con investiduras Q1, Q2, Q3, Q4 o simplemente “indexadas” como ya ha pasado con las publicaciones o con la realización de tesis. Un mercado en torno a la academia que tan solo hace que se desvirtúe y sea contemplada con recelo y sospecha. Y ya veremos de qué es capaz la Inteligencia Artificial en este sentido.

Mientras esto sucede muchas enfermeras siguen siendo ignoradas a pesar de sus incuestionables méritos por el simple hecho de no querer entrar en esta patética y execrable dinámica de mercado en el que parece que todo valga.

Ante este descubrimiento pregunté si era tan solo una oferta anecdótica o si la demanda y compra de la misma eran reales, constatables y habituales. Lamentablemente la lacerante respuesta se ajustaba a la segunda opción.

Este no es el camino. No se trata de tener enfermeras doctoras honoris causa a cualquier precio. Se trata de ganarse el reconocimiento, de valorar el mérito real y no de confeccionar un curriculum falso. Se trata de anteponer la honestidad al hedonismo. Se trata de rechazar la corrupción académica para que no caiga en el descrédito. Se trata de actuar con ética y estética y no tan solo aparentándolas. Se trata, en definitiva de tener respeto por la profesión, por lo que representa, por quienes la conforman, por la sociedad a la que se prestan cuidados profesionales. Comprar los logros es situarlos al nivel de la indecencia, que el mérito sea demérito, el respeto desprecio, la admiración rechazo y la dignidad vileza.

Pero en este mercadeo académico tanta culpa tienen quienes lo aceptan como quienes conociendo que existe, callan, consienten y asienten. ¿Qué hacen los colegios profesionales ante esta práctica? ¿Qué hacen los políticos, académicos, gestores… ante esta ignominia? Tan denunciable es quien se lucra a costa de la avaricia, el narcisismo o la vanidad de algunas/os para lograr el reconocimiento fácil como de quienes no tienen escrúpulos para conseguirlo aún a sabiendas de que están haciendo trampa.

¿Qué será lo siguiente que se venda o se compre? Mucho me temo que cualquier cosa con tal de destacar, brillar, aparentar en esta sociedad de la competitividad agresiva, despiadada y desleal.

Va siendo hora de que denunciemos estas prácticas y a quienes se prestan a ellas. Desenmascaremos a las/os tramposas/os que nos desacreditan. Señalemos a quienes ponen en riesgo nuestra dignidad profesional. Apartemos de la Enfermería a quien no sea digna/o de pertenecer a ella. Evitemos que nadie pueda ser enfermera sin merecerlo.

Pero también tenemos la obligación de reclamar que nuestras/os representantes actúen con diligencia y contundencia ante hechos tan tristes y peligrosos. Y exigir a nuestros representantes políticos que tomen decisiones que impidan o limiten al máximo estas prácticas mercantilistas.

La construcción de un contexto iberoamericano de Enfermería en el que se valore a las enfermeras y se les reconozcan sus méritos y aportaciones pasa por la honradez y la honestidad de su praxis. No se trata de crecer artificialmente. Se trata de trabajar desde la implicación, la motivación y la coherencia. Hay que seguir exigiendo lo que por méritos propios nos corresponde, pero tenemos que hacerlo cumpliendo con las reglas de juego establecidas. Y sino nos gustan tratar de cambiarlas, pero no saltárselas

Por otra parte resulta imprescindible acotar la avaricia de quienes hacen del conocimiento, la ciencia, la disciplina, la docencia… un negocio sin escrúpulos y utilizan cualquier medio para lograr el máximo beneficio. Aunque sea a costa de la credibilidad de todo un colectivo al hacer uso de él para su enriquecimiento delictivo que impacta en la credibilidad de la institución universitaria y de quienes trabajan por prestigiarla. La Universidad y la Docencia, como la Sanidad y la Salud, no pueden ser objeto de negocio ni de prácticas mafiosas.

Sigamos trabajando para que el contexto iberoamericano de Enfermería sea una realidad muy pronto y hagámoslo con la firme determinación del trabajo honrado. Lograrlo no tan solo es posible, sino necesario y es por ello que debemos posicionarnos firmemente ante la impunidad, venga de donde venga y la ejerza quien la ejerza.

Nuestra imagen debe reconocerse sin sospechas o dudas. Necesitamos hacernos visibles por lo que mejor sabemos hacer, prestar los mejores cuidados enfermeros, y no por lo que pretendamos o deseemos lograr a cualquier precio.

Seamos constantes, exigentes, vigilantes, responsables… con nuestra actitud, como la única manera posible para avanzar y construir nuestro espacio de referencia.

No caigamos en la trampa de la estigmatización hacia ningún país pues lo que ahora sucede aquí, mañana puede replicarse en otro de igual manera o en mayor medida. Tan solo desde el convencimiento de lo que somos y lo que aportamos, seremos capaces de vencer las trampas que nos pongan.

Necesitamos reconocer y lograr que se reconozca a nuestras/os referentes, pero debemos hacerlo con la objetividad, el rigor, la firmeza, la fiabilidad y la determinación que nos haga ser dignas/os de confianza y credibilidad. Tan solo con argumentos, evidencias y datos contrastados que impidan cuestionar nuestra demanda. Construir el contexto iberoamericano en las arenas movedizas de la desconfianza nos llevará a que se derrumbe irremediablemente. Hacerlo en la roca de la ciencia y la conciencia enfermeras nos ayudará a lograrlo con seguridad y fortaleza.

Avancemos, con la cabeza bien alta, mirando a los ojos en igualdad de condiciones a todas/os, para que nuestras demandas y nuestros deseos nos ayuden a lograr el objetivo de un Contexto Iberoamericano de Enfermería como el que merecen sus poblaciones.

[1]Periodista, crítico y escritor francés (1885–1970)

[2] Álvaro Franco-Giraldo. Salud global: una visión latinoamericana. Rev Panam Salud Publica. 2016; 39 (2):128-136 https://www.scielosp.org/article/rpsp/2016.v39n2/128-136/#

 

La YENCA: Paradigma Enfermería vs TRANSFORMACIÓN RADICAL

                                               “La mejor ciencia a menudo surge de situaciones en las que los resultados cuidadosamente obtenidos no se ajustan a los paradigmas aceptados”.

Stanley B. Prusiner[1]

 

Si partimos de la definición de paradigma como la teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento, podemos entender que el hecho de plantear en Enfermería la existencia de tres paradigmas (categorización, integración y transformación) y un metaparadigma constituido por cuatro conceptos esenciales para la enfermería (persona, salud, entorno y cuidado), pueda generar confusión entre las enfermeras y que, precisamente, sea uno de los problemas de nuestra falta de determinación a la hora de establecer nuestro desarrollo, posicionamiento o valor como disciplina.

Si, además, tal como consideró Thomas Samuel Kuhn[2] los paradigmas son como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica, podemos entender un poco mejor el hecho de que estemos aún atorados en el intento por resolver algunos de los problemas de identidad disciplinar.

Por otra parte, el conocimiento en enfermería, como se observa en las teorías de enfermería, no solo depende de su época y cultura, sino que también, a diferencia del conocimiento en las ciencias físicas y naturales y en las ciencias sociales, no se deriva de la experimentación en laboratorios o de teorías previas, sino que más bien surge como una reflexión sobre la práctica o praxis del cuidado[3]. Por tanto, la enfermería es una disciplina básicamente práxica, que genera conocimiento teórico, basándose en el pragmatismo, como escuela filosófica, y en la praxis, concebida como una transformación de la realidad mediante su reflexión crítica. De tal manera que, como apuntan algunos autores, la filosofía de la enfermería es la reflexión sobre los fenómenos de la práctica del cuidado, concebido como eje fundamental de la enfermería y núcleo de su práctica profesión y base para la construcción del conocimiento, que permitan a la enfermería fundamentar su identidad y dar razón de su quehacer profesional.[4]

Por su parte y según Kuhn, las ciencias no progresan siguiendo un proceso uniforme por la aplicación de un hipotético método científico. Verificándose dos fases diferentes de desarrollo científico. En un primer momento, hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre cómo explotar los avances conseguidos en el pasado ante los problemas existentes, creándose así soluciones universales que Kuhn llamaba «paradigma»[5].

Sin embargo, en una última etapa del pensamiento de Kuhn, abandona casi por completo el discurso acerca de los paradigmas como elemento fundamental para dar soluciones universales a de ellos, y limita el concepto de revolución científica al de un proceso de especiación y especialización por el cual una disciplina científica va acotando los márgenes de su objeto de estudio, alejándose de los horizontes de otras especialidades, como una forma de holismo restringido que afecta las distintas ramas del desarrollo científico, lo que parece encajar en la evolución científica de la Enfermería5.

Cabe destacar también, el principal argumento de Kant[6] donde plantea que en el ser humano, de siempre existía un conflicto entre el ser social que procuraba el bienestar de los demás, y el ser egoísta preocupado sólo por sí mismo. Ese constante conflicto iba y venía con el tiempo, y su resultado era un perceptible progreso en ambas áreas, la social y la individual. En los estados fuertes capaces de regular la vida social, la libertad individual era mayor. La meta era que el mayor número de personas alcanzase la libertad suficiente para realizarse como individuos y, además, poder cuidar a sus semejantes[7]. Algo en lo que Enfermería y las enfermeras nos encontramos inmersas desde siempre en una lucha, no siempre efectiva y eficaz, entre lo individual y lo colectivo para la construcción de la realidad científico-profesional enfermera. Es como si hubiésemos adoptado como himno que nos representa e identifica la mítica canción de la yenka que se convirtió en la primera canción del verano conocida[8] y cuyo estribillo decía: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha. Adelante, detrás, un dos tres”.  Es decir, pareciera como si hubiese avance, pero lo bien cierto es que siempre estamos en el mismo sitio, a pesar del cansancio propio del movimiento permanente, de un lado al otro o de adelante hacia atrás.

En base a lo comentado y tomando como referencia el paradigma enfermero de transformación, es importante plantearse la necesidad de llevar a cabo una transformación radical de nuestra disciplina. No se trata de retoques o de adaptaciones artificiales, sino de un cambio fundamental que respete y permita recuperar y dotar de sentido y sentimiento los conceptos esenciales de la enfermería que sí permanecen invariables, siendo los que dotan de singularidad y especificidad a la disciplina, es decir, persona, salud, entorno y cuidado, y que conforman el mataparadigma de la enfermería.

Para lograrlo, desde mi punto de vista, resulta imprescindible asumir, ejercer y visibilizar un liderazgo firme, decidido y creíble que vaya más allá de las buenas intenciones o de los deseos inconsistentes que tan solo se traducen en constantes desencantos o frustraciones que provocan inacción e inmovilismo. Un liderazgo que no se fíe tan solo a ciertas/os referentes y sea asumido y reconocido por una gran mayoría de enfermeras, con especial significación para las más jóvenes, sin que con ello se desdeñe la importante experiencia de las enfermeras expertas. Pero sin que su aportación tampoco condicione los necesarios cambios que precisa tanto la disciplina como la respuesta que la misma dé a las necesidades y problemas de la sociedad. Una sociedad dinámica y cambiante a la que no podemos ser ajenas ni anclarnos en proposiciones personalistas y alejadas de la realidad que se impone y a la que acompañan las tecnologías de la información, la realidad aumentada o la inteligencia artificial entre otras, que deben articularse con las acciones humanísticas de nuestro paradigma transformador, sin que las primeras anulen a las segundas, o las segundas nieguen a las primeras.

Liderazgo, por otra parte, que debe concretarse en todos los ámbitos de actuación de las enfermeras y no limitarse al de la mal entendida gestión como reducto del mismo. La docencia, la atención directa y la investigación precisan, al igual que la gestión, de liderazgo transformador.

Así pues, para empezar, es necesario que identifiquemos que la educación se erige como la piedra angular en la formación de enfermeras competentes y adaptables en entornos en constante evolución. Y dicha educación, debe traducirse en una oferta docente multidisciplinar, aunque liderada siempre por enfermeras con clara mirada y visión enfermeras que eviten el riesgo de que se haga desde paradigmas ajenos. Se trata de que otras disciplinas adapten su ciencia al paradigma enfermero y no que traten de fagocitarlo desde los suyos, de tal manera que enriquezcan la ciencia enfermera en lugar de empobrecerla ocultando, obviando o eliminando su paradigma.

Resulta fundamental que la fascinación de la técnica y de las técnicas deje paso a la Salud Pública y la Promoción de la Salud, ocupando el centro de los programas de las Enfermeras, sin que ello suponga renunciar a las mismas, pero sabiendo dónde situarlas en cada momento. Y esto es responsabilidad de TODAS LAS ENFERMERAS.

Vertebrando competencias esenciales cognitivas y metacognitivas, sociales y emocionales, técnicas y especializadas, en un equilibrio que impida la fagocitación de una/s sobre las demás. Equilibrio que sustente el cuidado integral, integrado e integrador como resultado de una reflexión sobre su práctica o praxis del cuidado. La enfermería como disciplina básicamente práxica, que genera conocimiento teórico, basándose en el pragmatismo, como escuela filosófica y en la praxis, concebida como una transformación de la realidad mediante su reflexión crítica, debe favorecer la adquisición de competencias en liderazgo, asociación y colaboración, comunicación con diferentes audiencias, redes interdisciplinares e intersectoriales, abogacía, ley, ética, salud global, competencia digital, equidad y justicia social, análisis de datos, actualización de competencias fundamentales, valores y ética de la salud pública, conceptos de epidemiología más allá de la enfermedad (salud, cuidados, política…), estrategias de preparación, planificación y respuesta, recursos y liderazgo de salud pública, interconexión global, impactos en la salud desde otros campos, conexiones humanas/animales/ambientales, toma de decisiones basada en evidencia, comunicación intersectorial, construcción de consenso, competencia política[9]… que permitan utilizar eficazmente la tecnología, ser expertas en tecnología digital, ser ágiles y compasivas culturalmente, resolver problemas basados en la evidencia, liderar y trabajar en equipos diversos, desarrollar habilidades interpersonales, ser ágiles y flexibles, ser resilientes, comprometerse con la inclusión, la diversidad, la equidad y la justicia… en un trabajo que vaya más allá de coordinar interacciones entre diferentes disciplinas y que tengan como objetivo trascenderlas, moviéndose así más allá de los límites disciplinares.

En cuanto a la gestión debemos huir de la perspectiva exclusivamente administrativa de horarios, turnos, plantillas… que nos permita hacer frente a las amenazas globales derivadas del cambio climático, los desastres naturales, los conflictos, la violencia, guerras… Debemos cambiar los sistemas de información anticuados y focalizados en indicadores obsoletos que no son capaces de identificar los resultados en salud, actualizándolos para que sean capaces de visibilizar el producto final de la aportación específica enfermera. Las tendencias demográficas y los cambios en las estructuras familiares suponen un reto sin precedentes por cuanto surgen nuevos problemas de salud derivados de la soledad no deseada, los cuidados familiares, la cronicidad… que requieren de innovadoras respuestas de cuidados en las que resultan imprescindibles la participación comunitaria, los recursos comunitarios, los activos para la salud, la interconexión de recursos comunitarios, la solidaridad, la potenciación de las redes sociales, como estructuras sociales compuestas por un conjunto de actores y uno o más lazos o relaciones definidos entre ellos.… Identificar y actuar ante las inequidades que favorecen la generación de poblaciones vulneradas con dificultad de acceso a la salud como derecho fundamental. Los determinantes sociales se configuran, por todo ello, como alternativa a las actuales propuestas de gestión. Liderazgo en gestión que, capitalizando la visibilidad enfermera, sea capaz de integrar estrategias de cuidados que se aproximen a las demandas reales de las personas en su búsqueda de la salud, del bienestar, la autonomía y la trascendencia humana y del entorno en que se integran, como finalidad esencial de la enfermería, dotando de sentido tanto el paradigma como el metaparadigma de la enfermería[10].

Todo ello debe desembocar en un liderazgo de la atención con habilidades capaces de gestionar una atención centrada en la persona a través de la comunicación afectiva y efectiva, la toma de decisiones compartida, el trabajo interprofesional y de competencias socioculturales. Habilidades para resolver tareas complejas que permitan resolver problemas, tener un conocimiento exhaustivo del sistema de salud, trabajar desde el pensamiento sistémico y favorecer el alfabetismo en salud y digital. Desde una cultura positiva del trabajo que permita gestionar adecuadamente el estrés y la fatiga para la salud y la seguridad laboral. Teniendo en cuenta la ética y la estética del cuidado. Integrando la mentoría y la enseñanza de nuevos profesionales como una oportunidad de crecimiento y solidaridad y nunca como una carga. Asumiendo la necesidad de un aprendizaje permanente que redunde en una mejora de calidad y calidez de nuestra atención.

Debemos, en base a todo lo apuntado, identificar la Atención Primaria de Salud (APS) centrada en los territorios/entornos como el eje de transformación de los Sistemas Nacionales de Salud (SNS). APS que incluya cobertura universal en salud, financiación adecuada, fuerza laboral, calidad, participación, integración, transdisciplinariedad, intersectorialidad, regulación…

Una atención que pase de una visión telescópica con aportaciones comunes para todas las personas, con los mismos requisitos de aprendizaje y de atención, los mismos mensajes, los mismos recursos… a una visión calidoscópica con aportaciones únicas para cada persona, con experiencias de aprendizaje dirigidas, realidades diversas, adaptación a los entornos múltiples y experiencias personalizadas.

Para lo cual, resulta imprescindible, abandonar los nichos ecológicos o zonas de confort en los que nos asentamos con frecuencia. Estableciendo y liderando alianzas y colaboraciones interprofesionales e intersectoriales que permitan integrarnos en la comunidad para trabajar con y para ella.

Liderando la investigación cualitativa en cuidados desde una perspectiva participativa (Investigación Acción Participación), que no suponga en ningún caso excluir la investigación cuantitativa, pero que permita generar un ciclo interactivo para la construcción de alianzas comunitarias y de confianza, a través de la identificación común de problemas de salud (Definición, Acción y Situación), de la observación (evidencias, acción e hipótesis) y de la Reflexión (Propuestas, Diagnóstico, Evidencias, Rotulación de variables, Información pertinente).

Para lograr esta transformación radical es urgente reinventar nuestras instituciones educativas eliminando las barreras que suponen los actuales reinos disciplinares de Taifas, fomentando una docencia vertebrada e integrada entre diferentes disciplinas Pasando del conocimiento egocéntrico al compartido. Construyendo un conocimiento pragmático, participativo, responsable, activo e interactivo, que responda a las necesidades de la sociedad y no exclusivamente a las de las organizaciones de la salud en las deben integrarse las futuras enfermeras.

Así mismo las organizaciones de salud también es preciso cambiarlas, fortaleciendo la promoción de la salud y la salud pública para responder a los desafíos actuales y futuros.

Todo ello debemos emprenderlo desde la motivación y la implicación de TODAS LAS ENFERMERAS, con perspectiva de salud global, con enfoque holístico que responda a la nueva conciencia global con participación activa del movimiento ciudadano y desde la justicia global y equidad que contribuya a enfrentar la desigualdad social[11]. Salud Global que centre su interés en contextos como el Iberoamericano que configura una realidad cultural, lingüística, de tradiciones, valores y normas entendibles y comprensibles a pesar de las lógicas diferencias, desmitificando contextos que nos son ajenos y lejanos a pesar de su influencia.

Si somos capaces de definir finalmente nuestro paradigma transformador y nuestro contexto de actuación, lograremos transformar radicalmente nuestra realidad y la de la sociedad a la que nos debemos. Si, por el contrario, esperamos a que todo cambie per se o por la influencia de otros, para adaptarnos o dejarnos arrastrar, posiblemente, sigamos divagando sobre nuestro paradigma o, lo que aún es peor, acomodándonos en paradigmas ajenos desde los que perderemos nuestra identidad y singularidad propias.

[1] Neurólogo y bioquímico estadounidense.(1942)

[2] Físico, filósofo de la ciencia e historiador estadounidense, conocido por su contribución al cambio de orientación de la filosofía y la sociología científica en la década de 1960. (1922-1996)

[3] Duquette, André; Kérouac, Suzanne; Sandhu, Balbir K.; Ducharme, Francine; Saulnier, Pierre (1995-10). «Psychosocial determinants of burnout in geriatric nursing». International Journal of Nursing Studies 32 (5): 443-456. ISSN 0020-7489. doi:10.1016/0020-7489(95)00006-j. Consultado el 18 de junio de 2024.

[4] Medina, J.L.; Sandin, M.P. (1994). «Fundamentación epistemológica de la teoría del cuidado.». Enfermería Clínica 4 (5): 221-231.

[5] González Fernández, Wenceslao J. Análisis de Thomas Kuhn: Las revoluciones científicas. Trotta (2004. ISBN 978-84-8164-629-0.

[6] Filósofo prusiano de la Ilustración (1724-1804)

[7] López Lobeiras, MJ. El ser humano como individuo y la humanidad como ‘condición humana’ y como ‘género humano’ en el pensamiento de Kant ÁGORA — Papeles de Filosofía, 2011; 30 (1): 63-85.

[8] https://www.diaridetarragona.com/cultura/la-primera-cancion-del-verano-que-acabo-en-tragedia-CO11972514

[9] Middleton J, Biberman D, Magana L, Saenz R, Low WY, Adongo P, Kolt GS, Surenthirakumaran R. Global Governance for Improved Human, Animal, and Planetary Health: The Essential Role of Schools and Programs of Public Health. Public Health Rev. 2021 Dec 13;42:1604610. doi: 10.3389/phrs.2021.1604610. PMID: 35140997; PMCID: PMC8711018.

 

[10] Reed, P (2004). «Nursing: The ontology of the discipline». En Reed, Pamela G.; Nelma C. Shearer; Leslie H. Nicoll, ed. Perspectives on Nursing Theory. Philadelphia: Lippincott Williams and Wilkins. p. 321-327.

[11] Álvaro Franco-Giraldo. Salud global: una visión latinoamericana. Rev Panam Salud Publica. 2016; 39 (2):128-136 https://www.scielosp.org/article/rpsp/2016.v39n2/128-136/#

 

EL NEGOCIO DEL CONOCIMIENTO Y LA SALUD Las enfermeras como medio

Cuando se trata de dinero solo hay una frase hecha: “Más”.

André Kostolany[1]

 

Estamos asistiendo a un crecimiento sin precedentes de las universidades privadas en nuestro país. Desde el curso 2015-2016, el incremento ha sido de un 27%, pero con desigual magnitud en función del tipo de universidad; en las privadas ha aumentado un 42%, un 6% en comparación con el curso anterior, mientras que en las públicas el incremento ha sido del 22%, un 2% en relación con el curso 2021-2022[2]. Si bien es cierto que el margen de crecimiento de las públicas resulta ya muy reducido, no es menos cierto que el crecimiento de las privadas está siendo muy importante, hasta el punto que los estudiantes de universidad privada suben un 56% mientras los de la pública bajan un 6% desde 2015. Actualmente existen 4 comunidades autónomas en las que el número de Universidades Privadas es superior al de públicas y otras 4 en que el número es igual entre unas y otras. En las 9 comunidades restantes, siguen siendo más las universidades públicas que las privadas, aunque cada vez con menos diferencia entre ellas[3].

Algo similar sucede con la sanidad, donde el aumento de contrataciones de seguros privados ha sufrido un aumento muy significativo. En términos generales, en la última década el aumento ha sido imparable. Desde 2014 hemos pasado de 9 millones de ciudadanos con seguro sanitario privado a los 12,42 actuales. Supone un incremento del 40% en una década. El repunte de las pólizas privadas se ha disparado a partir de la pandemia[4].

Ante esta circunstancia cabe preguntarse si los aumentos de la oferta privada, tanto en educación superior como en sanidad, obedecen a un aumento igualmente significativo del poder adquisitivo de la ciudadanía española. Algo que no parece tenga mucha consistencia si tenemos en cuenta los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) según los cuales el porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social aumentó hasta el 26,5%, desde el 26,0% de 2022. El porcentaje de población que se encontraba en situación de carencia material y social severa aumentó hasta el 9,0%, frente al 7,7% del año anterior[5].

Por otra parte, y a pesar de que el poder adquisitivo per cápita en España asciende a 16.449 euros, lo que supone 1.135 euros más por habitante que en 2022, la diferencia respecto a la media europea nos aleja un punto porcentual en relación al año anterior, cuando fue de un 6%, tal y como refleja el informe GfK Purchasing Power[6]

Así mismo, la brecha entre ricos y pobres en España cada vez aumenta más. El 44,1% de la población española, en la actualidad, se encuentra en una posición similar a la que ocupaban sus progenitores cuando estos tenían 16 años. Más de 10 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social. El 53% de la riqueza está en manos del 10% más rico[7].

Así las cosas, todo parece indicar que el aumento de la oferta privada, tanto en educación superior como en sanidad, obedece más a un intento por satisfacer las demandas de la población más rica o a captar clientes de entre la denominada población media (cada vez menos identificable) aunque para ello deban hipotecarse para poder acceder a sus servicios, algo que evidentemente a las empresas que las lideran no les supone inquietud alguna, dado que su único interés es el de hacer negocio, da igual que sea con el conocimiento que con la salud y que ello suponga un empobrecimiento mayor de aquellos que acceden a sus servicios a pesar de sus escasos recursos. Todo lo cual desemboca en otra paradoja. La coexistencia de matrículas de universidad y seguros de salud privados para pobres y para ricos. Aunque, evidentemente, las ofertas son diferentes para unos u otros, lo que contribuye a aumentar la inequidad.

Pero más allá de las importantes y evidentes consecuencias del impacto económico, que generan mayor desigualdad, pobreza y vulnerabilidad, lo que en esta reflexión me ocupa y preocupa es el impacto que dicha irrupción tiene tanto para para las enfermeras como para la ciudadanía que accede a los servicios ofertados o para la que no puede o decide no acceder a los mismos.

Con relación a la educación superior, hay que destacar en primer lugar la importantísima infrafinanciación de la universidad pública a la que hay que añadir una gestión económico-administrativa garantista que se traduce en procesos complejos, lentos y no siempre eficientes que la sitúan en desventaja con relación a la universidad privada.

Centrándome en lo que al profesorado enfermero y a los estudios de enfermería se refiere, que el acceso a la universidad privada no tiene ni la exigencia, ni los criterios, ni los requisitos que se exigen en la pública. Además de existir dudas más que razonables sobre la calidad de algunos de estos centros universitarios. Esto sin duda establece, de entrada, una diferencia que, si bien no puede generalizarse, determina cuanto menos un claro contraste en cuanto a la calidad de profesorado con la universidad pública cuya incorporación está determinada por exigentes criterios de acreditación y de acceso, que no son exigibles para la privada.

De igual manera la carrera académica en la privada es claramente diferente a la que se establece en la pública. La necesidad de obtener sexenios de investigación, junto a quinquenios de docencia establecidos por la Agencia de Acreditación y Calidad de la Universidad Española (ANECA) en la universidad pública para poder alcanzar los diferentes grados de la carrera académica, no se corresponde en ninguna medida con lo que sucede en la privada. Además, la incompatibilidad exigida en la pública, a pesar de los bajos salarios asignados a determinadas figuras docentes, no es demandada a su profesorado por la privada en la que se pueden compatibilizar diferentes puestos de trabajo o incluso diferentes puestos de docente en varias universidades privadas al mismo tiempo.

No deja de ser paradójico, por otra parte, que las universidades privadas para el cumplimiento de los requisitos exigibles según normativa nacional y europea utilicen en igualdad de condiciones con la universidad pública los recursos del sistema nacional de salud para la realización de los prácticums (Hospitales, centros de salud, centros de especialidades…) en una clara asimetría que perjudica en mucha mayor medida al estudiantado de la universidad pública. Esto sin tener en cuenta las estrategias poco éticas o cuanto menos poco estéticas que se utilizan para atraer el interés de las enfermeras que deben actuar como tutoras/es de los citados prácticums en detrimento del que muestran para aceptar tutorizar alumnado de la pública. Todo lo cual se ve favorecido por la permisividad o connivencia de quienes gestionan las organizaciones sanitarias con las universidades privadas. Aunque también hay que destacar la falta de iniciativa mostrada por la Universidad pública a la hora de motivar a las enfermeras para que identifiquen su aportación a la docencia como una oportunidad y un incentivo y no como una carga.

Es evidente, por otra parte, la creciente brecha que se establece entre las universidades públicas y las organizaciones sanitarias a la hora de generar estrategias de docencia/formación compartida en planes de formación continúa y continuada o de especialización con las Unidades Docentes de las organizaciones sanitarias, en una clara falta de racionalización de recursos que afecta tanto a la eficacia como a la eficiencia de la citada formación, sin que nadie parezca tener mucho interés en solucionar un problema que tan solo depende de la voluntad política y de gestión para salvar los incomprensibles y pueriles comportamientos de competencia entre organizaciones docentes y sanitarias.

Los planes de estudio, por su parte, en muchas ocasiones se ven mediatizados o condicionados por los idearios de las instituciones que financian las universidades privadas, lo que provoca claras contradicciones entre determinados derechos de la ciudadanía reconocidos legalmente y las objeciones a su acceso como es el caso de la interrupción voluntaria del embarazo o el derecho a una muerte digna. Esto adquiere mayor trascendencia si tenemos en cuenta que muchas de las enfermeras que se forman en las citadas universidades, con una clara y evidente tendencia a la negación y estigmatización de los citados derechos, trabajarán posteriormente en el sistema público de salud en donde deberían garantizarse dichos derechos, no siendo razonable que se utilice de manera tan perversa como inadmisible la objeción de conciencia para negar el acceso a los mismos por parte de la ciudadanía que los demande en cumplimiento de la ley que los recoge y ampara.

Las editoriales, por su parte, contribuyen a este negocio del conocimiento enfermero al identificar un nicho de beneficio produciendo obras que realmente no aportan conocimiento propio enfermero, sino que adaptan conocimiento de otras disciplinas “para” las enfermeras. De ahí que encontremos textos sobre Neonatología para Enfermería, Electrocardiografía para Enfermería, Hematología para Enfermería… alimentando esa formación de profesionales tecnológicos con los que alimentar a la sanidad y servir a quienes la controlan.

En su desmesurada voracidad de negocio, la universidad privada, está haciendo intentos cada vez mayores y con mayor intensidad de presión para que se autorice la docencia virtual de los estudios de enfermería, como estrategia de captación de más clientes para su negocio. Intentos que, de momento, están siendo contenidos por la firme respuesta de organizaciones la Conferencia Nacional de Decanas/os de Enfermería (CNDE)[8].

Por último cabe destacar que la decisión de aceptar la incorporación de las universidades privadas en organizaciones como la Conferencia de Rectores de la Universidad Española (CRUE) o la Conferencia de Decanas/os de Enfermería (CNDE), entre otras, inicialmente pasaba por ser anecdótica en comparación al número de universidades públicas que las constituían desde sus inicios, sin embrago, en la actualidad, cada vez es mayor su presencia, lo que a pesar de que pueda entenderse como una forma de aunar esfuerzos y establecer estrategias conjuntas, ni los intereses, ni los objetivos, fines o metas, ni la capacidad de financiación… son similares e incluso en muchos aspectos son claramente dispares, lo que provoca una clara y manifiesta desproporción y desventaja para las universidades públicas, que debería tenerse en cuenta si queremos realmente potenciar y fortalecer la universidad pública.

La universidad pública y la privada coinciden, lamentablemente, en su afán por satisfacer las demandas de un determinado perfil profesional para cubrir las necesidades de las organizaciones sanitarias, olvidando, sobre todo la universidad pública, que ésta se debe a la sociedad en la que se integra y de la que forma parte y, por tanto, debiera adaptar sus planes de estudio a las necesidades de la misma y no a las de las organizaciones sanitarias que actúan como empresas demandadoras casi en exclusiva, convirtiendo a las universidades en “cadenas de montaje” de enfermeras para abastecer su demanda que, en la mayoría de las ocasiones, no es coincidente con la demanda social de cuidados, lo que sin duda empobrece el resultado final.

En cuanto a la sanidad existen similitudes en algunos aspectos con lo aportado hasta ahora, aunque también existen especificidades que es preciso destacar.

Las similitudes se concretan en que ambas, universidad y sanidad privadas, son empresas de negocio. Una del conocimiento y otra de la salud, pero ambas persiguen la rentabilidad y el beneficio económico como principales objetivos, lo que determina, entre otras cosas, que aspectos, tanto del conocimiento como de la salud, no sean ni tan siquiera contemplados por las empresas privadas por considerar que no puede hacerse negocio con ellos (grados de humanidades o promoción de la salud, respectivamente, por ejemplo). Otra es la connivencia en la oferta y demanda de enfermeras desde las universidades hacia las organizaciones sanitarias como ya he descrito antes.

Cabe destacar lo que algunos autores describen como teleopatía[9],[10] u obtención acrítica de resultados que desemboca en una instrumentalización de los cuidados y con ello en la formación de un perfil tecnológico de las enfermeras que se demandan desde las organizaciones sanitarias tanto públicas como privadas. Hecho que, entre otras razones, viene determinado por el modelo asistencialista, hospitalcentrista, paternalista, biologicista… que comparten y que hace que la salud sea tan solo una etiqueta, un reclamo o una anécdota en favor del exclusivo protagonismo de la enfermedad o que los cuidados sean una consecuencia, un valor o un mal menores, un complemento subsidiario y secundario, al verdadero valor que se otorga a la curación.

Sin embargo y a pesar de dichas coincidencias, las diferencias entre la sanidad pública y la privada son manifiestas en muchos aspectos y en los que tienen que ver con las enfermeras y los cuidados que prestan mucho más si cabe.

Si, en general, resulta complicada la identificación, valoración y reconocimiento de la aportación específica de las enfermeras en todos los ámbitos, en la sanidad privada, en general y salvo honrosas excepciones que siempre, aunque escasas, existen, es mucho más escasa y de menor valor. Más allá de la simpatía no suele resaltarse ningún otro aspecto o valor como reclamo fundamental de su principal oferta, la hostelera. Tan solo hay que fijarse en la publicidad que generan y en la que queda de manifiesto lo dicho, no haciendo mención alguna a ningún otro valor científico-profesional de las enfermeras. De hecho, suele existir una correlación directa entre el nivel de excelencia hostelera de la empresa y el escaso valor que se da a las enfermeras. Tanto es así que en ocasiones se recurre a la proyección de una imagen estereotipada que recuerda a un pasado que buscan recuperar y que está ligado a relaciones de subsidiariedad con la clase médica que conforma, en su mayoría, la parte empresarial además de la profesional de dichos negocios. En general, por tanto, todo redunda en una baja remuneración y unas condiciones laborales para las enfermeras muy deficitarias y precarias, sujetas siempre a criterios economicistas en contraposición a la necesidad de cuidados. De tal manera que la humanización se reduce a una mera relación de cortesía y simpatía como diseño del marketing empresarial con el que maquillar el negocio. Es curioso, aunque doloroso, que la actitud de los médicos pueda seguir siendo de distancia y prepotencia no desprovistas de mala educación, interpretándose como una cualidad de excelencia y seriedad profesional y que la contrapartida sea la exigible simpatía de las enfermeras como máximo exponente de lo que de ellas se espera y desea.

En cuanto a la gestión enfermera en estos negocios pasa a ser, en la mayoría de los casos, puramente testimonial o de maquillaje, pero con muy escasa o nula capacidad de decisión y ni tan siquiera de influencia, lo que redunda en la imagen simplista, reduccionista y almibarada, que se modela y proyecta de cara a la clientela. Finalmente, lo importante no es su competencia profesional sino su adecuada complementariedad para la imagen corporativa de la empresa.

Los negocios del conocimiento y la salud, por tanto, suponen un claro y nocivo lastre para el desarrollo científico profesional de las enfermeras al utilizar a las mismas como recursos utilitaristas para la obtención de sus beneficios empresariales en claro detrimento al desarrollo científico-profesional de la disciplina y la profesión enfermeras que, generalmente, ni tan siquiera contemplan como opción. Pero lo son igualmente para la prestación de calidad y calidez de cuidados profesionales enfermeros imprescindibles en la salud de las personas, las familias y la comunidad, más allá del idealismo de curación que dichas empresas explotan.

Todo lo cual se produce, replica y mantiene sin que a los máximos responsables profesionales y sindicales enfermeros parezca importarles demasiado dada la inmovilidad manifiesta que demuestran, contribuyendo con ella, a que se perpetúen y naturalicen dichos comportamientos y con ellos la proyección social que se genera.

Una vez más retomo la necesidad de trabajar por un contexto iberoamericano que haga frente a estas prácticas de negocio que se están generalizando a costa de las enfermeras y de la salud de la ciudadanía en nuestros países. Muchas de las cuales provienen de multinacionales del contexto anglosajón que nos sigue fascinando y nos atrapa en una trampa mortal para nuestra evolución profesional.

Algo deberemos hacer sino queremos seguir siendo el medio idóneo para el negocio de unos cuantos y la ruina científico-profesional de todas nosotras.

[1]  Especulador y experto húngaro en bolsa reconocido mundialmente. (1906 – 1999)

[2] https://www.universidades.gob.es/wp-content/uploads/2023/03/Principales_resultados_EUCT_2022-FINAL.pdf

[3] https://www.newtral.es/universidad-publica-privada/20240229/

[4] https://cadenaser.com/nacional/2024/03/13/espana-alcanza-la-cifra-record-de-124-millones-de-personas-con-seguro-de-salud-privado-cadena-ser/

[5]https://www.ine.es/dyngs/Prensa/ECV2023.htm#:~:text=El%20porcentaje%20de%20poblaci%C3%B3n%20en,%2C7%25%20del%20a%C3%B1o%20anterior.

[6] https://www.gfk.com/es/prensa/gfk-purchasing-power-2023#:~:text=A%20pesar%20de%20que%20el,el%20informe%20GfK%20Purchasing%20Power

[7] https://elobservatoriosocial.fundacionlacaixa.org/documents/242020/293244/Brechas-Fracturas+ricos+pobres_CAST.pdf/f0ae702a-90aa-bf31-2347-eb4c157dc720?t=1630924378832#:~:text=El%2044%2C1%25%20de%20la,cuando%20estos%20tenían%2016%20años.&text=Más%20de%2010%20millones%20de,de%20pobreza%20o%20exclusión%20social.&text=El%2053%25%20de%20la%20riqueza,manos%20del%2010%25%20más%20rico.

[8] https://www.redaccionmedica.com/secciones/estudiantes/enfermeria-da-el-portazo-al-grado-telematico-se-deshumaniza-el-cuidado–3281

[9] https://www.infobaja.info/teleopatia-error-imperdonable/

[10] https://diarioresponsable.com/opinion/18472-profesionales-josep-maria-lozano

MANIFIESTO ENFERMERO

 LAS ENFERMERAS LLAMAN A DEFENDER LA SALUD Y                                                       MOVILIZARSE CONTRA LA EXTREMA DERECHA Y EL FASCISMO

Más allá de ideas, partidos o posiciones, la defensa de las libertades, los derechos humanos y la dignidad guian el comportamiento y la identidad enfermera. Es por ello que, ante la utilización interesada de la libertad y la democracia de la ultraderecha y el fascismo  para lograr revertir los logros alcanzados, las enfermeras se posicionan claramente en contra y reivindican con fuerza y determinación la defensa del cuidado como antídoto ante tal deriva.

¡¡¡Está en nuestras manos y en nuestra determinación hacerlo. No miremos hacia otro lado. No permanezcamos impasibles. Actuemos para seguir avanzando!!!

Las enfermeras somos el grupo profesional encargado de prestar cuidados a las personas en cualquier circunstancia, para promover su vida y asegurar su dignidad y bienestar. Este compromiso, particularmente importante en relación con las personas vulnerables, pobres, discriminadas y oprimidas, nos lleva a unir nuestras voces para alertar contra la extrema derecha, el totalitarismo y el fascismo.

La polarización política y la creciente inequidad, donde el 1% acumula riqueza y poder, genera alienación social. Las políticas de extrema derecha prometen mejorar las condiciones de la gente y solucionar sus malestares, pero en realidad, exacerban las tensiones y crean conflicto social a través de polarizar a la sociedad fomentando la intolerancia, despreciando el cambio climático, repudiando a las personas inmigrantes y mofándose de aquellos que buscamos más igualdad.

Aprovechándose de un discurso populista, sus políticas engañosas se oponen al cuidado, la democracia, la equidad, la diversidad social, la sostenibilidad ecológica, y el derecho universal a la salud. Pretenden representar a grandes masas, cuando su foco es asegurar los intereses de una minoría depredadora.

Las enfermeras tenemos memoria y no aceptamos la reaparición y el fortalecimiento de propuestas políticas que parecían enterradas en la historia. Recordamos cómo movimientos totalitarios han llegado al poder a través de elecciones democráticas, utilizando la violencia, el odio, la desinformación y el conflicto para ganar el poder. Lo hacen apuntando, entre otros, a las mujeres y a las personas diferentes, ya sea por su raza, identidad u orientación sexual, estatus legal, religión, etnia o clase social.

Las enfermeras proponemos el cuidado como un antídoto frente a políticas de extrema derecha que nos llevan al fascismo. Cuidar a otros es esencial para la civilización y para combatir al totalitarismo, democratizando recursos y empoderando a las personas. Por ello, vemos con gran preocupación el avance de la extrema derecha, que promueve nacionalismo, autoritarismo, conservadurismo social, violencia, hostilidad y desinformación, alejándonos de una sociedad de cuidado.

Las enfermeras consideramos el cuidado como un derecho universal básico, mientras que la extrema derecha lo ve como un negocio y un privilegio. Actualmente, el totalitarismo y los grupos económicos buscan eliminar ese derecho y la cobertura universal en salud. Esto es grave, ya que, como demuestra la evidencia y manifiestan todos los organismos internacionales, disponer de cuidados adecuados es un potente nivelador de desigualdades, protege de las situaciones de desamparo y vulnerabilidad y proporciona la seguridad de conseguir una vida digna, sea cual sea la circunstancia personal o social.

Las enfermeras denunciamos el sufrimiento evitable y proponemos el cuidado como principal contención. La ideología de extrema derecha está destruyendo sistemas de salud públicos, mercantilizando la atención sanitaria, eliminando el derecho a una maternidad responsable y vulnerando la igualdad. Las enfermeras alzamos la voz contra las políticas sanitarias y sociales de esta ideología para defender el derecho al cuidado para todas las personas. Frente a la polarización, la violencia y el odio, las enfermeras proponemos el cuidado como muro de contención.

Las enfermeras pedimos a cada persona y a cada grupo una reflexión profunda sobre cómo actúa la ideología de extrema derecha destruyendo las estructuras de cobertura sanitaria, los derechos sociales y el cuidado a las personas y sus comunidades. Por tanto, llamamos a implicarse en acciones para denunciar y frenar a las organizaciones de extrema derecha, utilizando el voto, la participación y el control democrático de las políticas.

Los valores que sostienen el trabajo de las enfermeras no nos permiten permanecer indiferentes ante las consecuencias de la ideología de extrema derecha. Por eso, nosotras nos comprometemos a usar toda nuestra fuerza e influencia para movilizarnos y expresarnos frenando cualquier ideología que dificulte la consecución de la salud universal para todos, de los derechos sociales y de mejores cuidados.

 

 

Jean Watson. Doctora honoris causa por la Universidad Rovira i Virgili (2010) Rosamaría Alberdi Castell. Doctora honoris causa por la Universidad de Murcia (2016) Doris Grinspun. Doctora honoris causa por la Universidad de Lleida (2018) y por la Universidad de Burgos (2022)

Denise Gastaldo. Doctora honoris causa por la Universidad de A Coruña (2019)

María Teresa Moreno Casbas. Doctora honoris causa por la Universidad de Huelva (2023)

María Paz Mompart García. Doctora honoris causa por la Universidad de Alicante (2024)

VOLVER A EMPEZAR De la ilusión al ilusionismo

                             A Magdalena, Esther, Mª José, Carmen Pilar y tantas otras enfermeras que, con tanta ilusión, hicieron posible la APS que, desde el ilusionismo, ahora se presenta como novedad.

 

“La esperanza es un sueño despierto”.

Aristóteles[1]

 

Mentiría si dijera que no me importa e incluso ilusiona, la Estrategia de Atención Primaria y Comunitaria[2] que se inició cuando era ministra de Sanidad Mª Luisa Carcedo. Posteriormente Salvador Illa, sustituto de Carcedo tras su salida del gobierno, no tan solo mantuvo el compromiso de reforma de la Atención Primaria, sino que fue más allá planteando una reforma integral del Sistema Nacional de Salud con la constitución del grupo de expertos para el análisis, elaboración y redacción de la Ponencia del “PLAN DE ACCIÓN PARA LA TRANSFORMACIÓN DEL SNS EN LA ERA COVID”, que finalmente y una vez redactado y por razones nunca conocidas aunque sospechadas, quedó “archivado” en el cajón o papelera de algún despacho ministerial o gubernamental sin que las propuestas recogidas en el mismo para tal transformación del SNS no tan solo no se pusiesen en marcha sino que ni tan siquiera se diesen a conocer. Las presiones mediáticas, de lobbies profesionales, de la industria médico-farmacéutica y del ámbito político “propio y ajeno”, estuvieron presentes desde el inicio en el grupo constituido personalmente por el ministro Illa. La apuesta decidida y valiente del entonces secretario general de Sanidad, Faustino Blanco y su gran equipo, sufrió toda clase de presiones, incluidas filtraciones, ante tan “amenazador” panorama para los intereses de unos y otros. Finalmente, la necesidad, voluntad, ilusión, trabajo, conocimiento, motivación, implicación… por un cambio tan necesario como patente, que quedó de manifiesto tras la pandemia, fueron ocultados que no eliminados, silenciados que no olvidados, minimizados que no relegados… por quienes se niegan al cambio, la renovación, el avance, la evolución… de un sistema que consideran propio y utilizan para mantener y alimentar sus posiciones de poder a través del inmovilismo y la inacción que imprimen e imponen como la mejor manera para perpetuar su modus vivendi.

El traslado a la política catalana de Salvador Illa dio paso al anodino e insustancial José Miñones que no tan solo no hizo nada, sino que además colaboró, por acción u omisión, a que saliesen del ministerio quienes habían “osado” liderar un proceso de cambio tan “peligroso” para los poderosos. Una serie de circunstancias para, precisamente, dar respuesta a las circunstancias. Con pena y sin ninguna gloria fue el “tonto útil” para dejar las cosas dónde estaban y querían que estuviesen. Una muestra más de lo que a algunas/os decisoras/es políticos les “interesa” la Sanidad y lo poco o nada que les importa la salud.

Tras las elecciones y constituido el nuevo equipo de gobierno, se hace cargo del Ministerio de Sanidad, Mónica García, quien retoma lo iniciado en su día para cambiar el modelo de Atención Primaria incorporando con fuerza, al menos teóricamente, la Acción Comunitaria. Eso sí, cambio que deberá de desarrollarse y producirse, en el marco de un modelo de SNS que sigue sin ser objeto ni objetivo de un cambio estructural y continúa sin ser considerado prioritario, lo que alimenta las sospechas de intereses que no se centran precisamente en la salud de la comunidad y sí en la de los soberanistas de siempre.

Llegados a este punto y poniendo en valor la decisión y voluntad de quienes iniciaron el camino del cambio en Atención Primaria, no puedo dejar de expresar mi desazón por lo que supone una nueva muestra de la falta de memoria o el entierro de la misma en nuestro país, en tantos ámbitos o acontecimientos de nuestra historia reciente o pretérita, a la que no escapa el tema que nos ocupa.

Porque se relega al olvido el camino iniciado con gran ilusión en 1985, por parte de unas/os profesionales que creyeron y se implicaron en la puesta en marcha de lo que vino en denominarse el nuevo modelo de Atención Primaria de Salud (APS) y que emanaba de la Declaración de Alma Ata de 1978[3] recogida normativamente en la Ley General de Sanidad de 1986[4], impulsada por el entonces ministro de Sanidad, Ernest Lluch. Ilusión que equilibraba la falta de conocimientos sobre este nuevo modelo; la pobre organización existente que hubo de paliarse conforme se implementaba; la falta de experiencia para trabajar en equipo; la ausencia de referencias propias que exigían una mirada a contextos ajenos no siempre extrapolables a nuestra realidad; las nuevas competencias enfermeras que le otorgaban un papel relevante en el desarrollo del modelo con la incorporación, entre otras, de la consulta enfermera que generó una respuesta defensiva por parte de los médicos con constantes demandas por supuesto intrusismo profesional que los tribunales se encargaron de rechazar sistemáticamente a través de las sucesivas sentencias en dicho sentido; la recién incorporada especialidad de Medicina Familiar que generó importantes conflictos y cismas interprofesionales; la inexistente experiencia en atención comunitaria que provocó muchos recelos y resistencias; la falta de experiencia participativa de la población… Ilusión, por otra parte, que permitió superar las barreras, salvar los contratiempos, resolver los conflictos y generar una nueva realidad que fue construyéndose conforme se avanzaba a pesar de las/os escépticas/os y las/os inmovilistas.

Fueron múltiples las iniciativas, estrategias, proyectos y programas que se plantearon y desarrollaron en una incipiente acción comunitaria que requirió, aunque no se identificasen y relacionasen los conceptos, de la participación comunitaria, la intersectorialidad y el trabajo en equipo que pasaba de la multidisciplinariedad inicial a la interdisciplinariedad como paso previo a una cada vez mayor transdisciplinariedad, superados los recelos iniciales entre disciplinas por las competencias.

La Historia de Salud integral recogía información de salud y no tan solo de enfermedad. Los tratamientos farmacológicos se fueron reduciendo en favor de respuestas terapéuticas diversas. La referencia profesional y social de las enfermeras comunitarias fue incrementándose de manera progresiva como respuesta a la prestación de unos cuidados que trascendían el centro de salud para situarse en la comunidad con el objetivo de trabajar con ella. La asistencia fragmentada y por patologías de las consultas enfermeras, inicialmente miméticas a las de los médicos, dio paso a una atención integral, integrada, integradora y longitudinal a las personas a lo largo de todo su ciclo vital. Las visitas domiciliarias dieron paso a la atención familiar domiciliaria que permitía el desarrollo de intervenciones que se articulaban con la atención individualizada y grupal y la atención comunitaria. La investigación sobre temas de interés comunitario fue adquiriendo relevancia y generando evidencias que justificaban científicamente las intervenciones y los cuidados prestados. La participación en actividades científicas propias de Atención Primaria, Salud Pública y Comunitaria, Enfermería Comunitaria propiciaban el intercambio de conocimientos y experiencias que enriquecían el acervo científico propio. La constitución de Sociedades Científicas en Enfermería Comunitaria como la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC)[5] configuró un nuevo panorama científico profesional que dotaba de madurez y solvencia a las enfermeras comunitarias. El planteamiento de una necesaria y potente especialidad de Enfermería Comunitaria fue el punto de partida necesario para la que sería la actual especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria[6]. La identificación de la enfermera de referencia con población específica asignada. La incorporación de las Direcciones Enfermeras al mismo nivel que el resto de direcciones (médica y administrativa) en los organigramas, aunque con una capacidad en la toma de decisiones limitada y subsidiaria, en un proceso de maquillaje que no lograba revertir la tendencia médico-soberanista… fueron algunos de los avances que se lograron en los primeros años de andadura de la APS.

Pero el paso del tiempo y la desidia, cuando no la estrategia para que languideciera, de las/os gestoras/es favoreció una pérdida progresiva del protagonismo médico hegemónico consecuencia, entre otros factores, de la progresiva dinámica asistencialista y paternalista que imprimían los médicos a su actividad alejándose cada vez más del perfil que, inicialmente al menos, se proponía en su especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Fueron interiorizando que la misma se alejaba de su evidente interés por la enfermedad y la tecnología, en una comparativa permanente con sus colegas del Hospital que eran vistos con recelo al tiempo que con envidia y correspondidos por estos con indiferencia y desconsideración. Todo ello, fue posicionando a los médicos en general, con honrosísimas excepciones, en una actitud de pasividad y disconformidad que deterioró tanto la imagen interna como externa proyectada a la sociedad, lo que provocó una pérdida progresiva de interés por dicha especialidad y por las plazas de APS, al tiempo que se generaba una distancia evidente con la población que, además, provocaba una demanda inducida, creciente e insatisfecha.

El abandono, por parte de las/os decisoras/es políticas/os y sanitarias/os del modelo de APS inicial por un modelo que actuase como recurso secundario a las necesidades del hospital fue vaciando de contenido a los centros de salud y a sus equipos, que volvieron a tener una relación de trabajo multidisciplinar, es decir, de profesionales de diferentes disciplinas trabajando en un mismo espacio, pero sin que existiese comunicación ni se identificasen objetivos comunes. La generación de compartimentos estanco dentro de los equipos, con una visión cada vez más reduccionista de la salud en beneficio de la enfermedad limitaba o impedía la continuidad de atención y de los cuidados. La colonización de pruebas técnicas derivadas del hospital (retinografía, fondo de ojo, Doppler, Sintrom…) con el argumento de acercarlas a la población, desplazó la actividad comunitaria, fundamentalmente la de las enfermeras que eran quienes asumían su realización, a una simple anécdota. La imagen idealizada de las plazas de enfermeras comunitarias, generada por los sindicatos como un destino de reposo en el que poder jubilarse tranquilamente, junto a una inadmisible pero aceptada connivencia de la administración sanitaria, que despreciaba tanto el trabajo de las enfermeras comunitarias como lo que representaba la APS, condujo a un “desembarco” masivo de enfermeras desde el hospital con el único objetivo, salvo casos muy contados, de alcanzar ese “paraíso” que les habían vendido los sindicatos y propiciaba permisivamente la administración con traslados masivos e irracionales, con la colaboración inestimable de las Direcciones Enfermeras que actuaron como cadenas de transmisión en lugar de hacerlo como murallas de contención. Este progresivo desplazamiento de enfermeras comunitarias por hospitalarias en busca de la jubilación ideal se tradujo en una pérdida progresiva de la imagen renovada, próxima, de confianza, resolutiva, autónoma… que inicialmente habían logrado configurar las enfermeras comunitarias. Ello condujo a que se acomodaran en unas consultas enfermeras que actuaban como nicho ecológico de su actividad, configurándolas, cada vez más, como su zona de confort, lo que se traducía en un abandono progresivo y sistemático de todo aquello que las definía e identificaba como enfermeras comunitarias. Recuperando una imagen cada vez más próxima a la figura secundaria y subsidiaria de los médicos en un entorno que fue perdiendo toda su identidad para aproximarse a la de los antiguos y desaparecidos ambulatorios como si se añorara su recuperación.

La identificación de una situación crítica de la APS que se vio reforzada con la pandemia de COVID 19 hizo, como ya he comentado, que se plantease un cambio de modelo.

Pero llegados a este punto no puedo por menos que reflexionar sobre este proceso que parece plantearse como una gran innovación o una conquista novedosa. Porque ni se trata de una innovación, ni para nada es una novedad. Pretender venderlo como tales es no tan solo un engaño fruto del ilusionismo, sino que supone una traición y un evidente desprecio hacia quienes, en su momento, con su trabajo, implicación e ilusión, sentaron las bases de lo que es verdaderamente la APS.

Todo lo que actualmente se plantea como estrategias novedosas, salvo aquellas relacionadas con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) por razones obvias, se llevó a cabo entonces por parte de las/os profesionales que creyeron y apostaron por la APS dotándola de sentido, conocimiento, estructura, organización…

Por tanto, se trata realmente de un “Volver a Empezar”. Con nuevas energías, con nuevas ilusiones, con nuevos compromisos… que no puede ni debe hacer olvidar a quienes lograron que la APS fuese lo que ahora se plantea que sea. Es por ello que sería bueno que se contase con ellas/os como referentes imprescindibles de lo que pudo ser y no fue. Pero no porque ellas/os no quisieran, sino porque ni los poderes públicos ni los mediáticos ni los fácticos quisieron realmente que fuera. No interesaba contar con un modelo que ponía en riesgo el modelo asistencialista que supone el Hospital como centro de referencia del poder médico. No interesaba un modelo centrado en la salud que desplazaba a la enfermedad del foco de atención. No interesaba un modelo que identificaba los activos para la salud, la promoción de la salud, la participación comunitaria, los recursos comunitarios… como ejes de su desarrollo en detrimento del modelo patogénico y farmacológico. No interesaba un modelo que contenía el crecimiento del negocio de la salud por su eficacia y eficiencia además de por su humanización.

No se trata tan solo de plantear viejas fórmulas para nuevos tiempos en una especie de espiral del tiempo que se asimile a la nostalgia y no a la ciencia. Se trata de sentar las bases de una APS en la que además de las estrategias que se plantean en el Marco Estratégico, se planifiquen las bases en las que se cimenten y desarrollen y se dote presupuestariamente como corresponde, si realmente se quiere que consoliden y adquieran la fortaleza necesaria.

Resulta necesario que no se repitan errores del pasado en base a decisiones que obedecen a intereses oportunistas y no a realidades sociales y de salud pública y comunitaria. La “nueva” APS debe erradicar los viejos planteamientos sanitaristas que siguen esgrimiendo diferentes sectores médicos desde el alarmismo, el victimismo, el sensacionalismo y la manipulación de la realidad. Las enfermeras comunitarias deben dejar de lamentarse y deben asumir la responsabilidad de sus competencias autónomas para trabajar de manera activa y decidida en favor de la salud y los derechos humanos, situando sus cuidados al nivel de la dignidad humana. La APS no puede ni debe modelarse para adaptarla a las necesidades o deseos de nadie más que los de las personas, las familias y la comunidad. No debería tampoco servir para introducir competencias con calzador que traten de justificar un error histórico como el de incluir pediatras en APS, como sucede con las revisiones para detectar adicciones a la tecnología y una orden de alejamiento virtual que se recogen en la nueva ley de protección de menores[7]. Tampoco puede ni debe ser el reservorio de todo aquello que no quiere hacer el Hospital. Ni puede ni debe ser el refugio de profesionales de muy diversas disciplinas convirtiendo a los centros de salud en centros de especialidades sin sentido y en contra de los equipos básicos. Tampoco puede ni debe ser un modelo sin estructura y organización y sin una exigible planificación con identificación, definición y articulación clara de las competencias de las/os profesionales que desarrollen su actividad en la misma.

En cualquier caso y antes de presumir de AP por Europa[8], estaría bien que se consensuase de qué debemos presumir, quienes deben de hacerlo y qué debemos cambiar. No hacerlo es situarnos en un nuevo y peligroso riesgo de ilusionismo, que no de la ilusión. Porque “Nada es más triste que la muerte de una ilusión” (Arthur Koestler)[9]

[1]  Filósofo, polímata y científico griego nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia. (384 a.C.-322 a.C.)

[2] https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2019-6761

[3] https://www.paho.org/es/documentos/declaracion-alma-ata

[4] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1986-10499

[5] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/

[6] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2010-10364

[7] https://elpais.com/sociedad/2024-06-03/la-nueva-ley-de-proteccion-de-menores-incluira-revisiones-en-el-pediatra-para-detectar-adicciones-a-la-tecnologia-y-una-orden-de-alejamiento-virtual.html

[8] https://x.com/javierpadillab/status/1797584858996490467?s=48&t=hWrkDdp_ubsCtlK9h2pmbA

[9] Novelista, ensayista, historiador, periodista, activista político y filósofo social húngaro de origen judío (1905-1983).

LA VISIÓN Y CONSTRUCCIÓN DEL CUIDADO Más allá de posiciones e imposiciones El efecto mariposa

¿Tu verdad? No. La Verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

Antonio Machado (Provervios y cantares)[1]

 

 

Estamos ante una situación en la que se están radicalizando las posiciones. Posiciones que en algunos casos obedecen a intereses muy concretos en los que se socaban de manera absolutamente intencionada derechos fundamentales u opciones de cualquier tipo, utilizando de manera maniquea la libertad y la democracia para conseguir una sociedad alienada y pasiva a la que manipular.

A esta importante preocupación hay que añadir los mensajes que últimamente vienen generando quienes, en algún momento de nuestra reciente historia y en cualquier ámbito de nuestra vida, es decir, política, profesional, económica… han sido consideradas/os referentes y han tenido una gran influencia.

Podemos identificar muy fácilmente a quienes capitalizan la atención con sus derivas ideológicas a través de mensajes que descalifican, señalan, increpan e incluso acusan a quienes siguen siendo compañeras/os de partido, profesión, ideología…[2], [3], [4].  No se trata de los habituales y oportunistas personajes que se venden al mejor postor con tal de seguir teniendo notoriedad o poder, aunque sea de manera relativa y ligada al permanente chantaje de quienes les reciben[5], sino de aquellos que manteniéndose en “su feudo”, al considerarlo propio y exclusivo, arengan consignas de descalificación, tratando de imponer su posicionamiento. Dogmatizan desde el imaginario atril de su fama y desde los medios, más o menos masivos, más o menos dignos, que se prestan a ello, tratando de influir en quienes fueron sus adeptos y seguidores fieles y en quienes eran sus enemigos y ahora identifican en ellos/as a un importante baluarte para su causa. Paseándose por platós de televisión, por emisoras de radio o llenando columnas de periódicos. Causa a la que paradójicamente, se enfrentaron con unas ideas y un ideario que ahora abandonan, tergiversan, manipulan o deforman contribuyendo con ello a alimentar las voces de quienes, precisamente, están en contra de todo aquello que en su día representaron y de lo que ahora reniegan. Tratando de imponer su ortodoxia personal sin dejar espacio para la diversidad de pensamiento.

Pero también están quienes haciendo uso de su estela ideológica, profesional, social… intentan captar a sus adeptas/os en redes sociales para atraer su atención y apoyo y provocar el rechazo y aislamiento de aquellas/os a quienes excluyen por entender que van en contra de sus ideas o planteamientos o simplemente les hacen sombra, estableciendo una relación causal muy peligrosa. Para ello argumentan que se atenta a derechos que dicen defender y de los que se sienten propietarios/as, atacando, desde la descalificación, a quienes defienden o simplemente exponen otras ideas o posiciones, considerando enemigas/os a quienes plantean esas opciones.

Nadie discute, o no debería hacerlo, el valor de todas estas personas que a lo largo de su vida trabajaron, se comprometieron, implicaron y lucharon por ideales de libertad, respeto a los derechos humanos, identidad de género, identidad profesional… fundamentales para la sociedad y la convivencia democrática. Fueron valientes y supieron liderar procesos que supusieron grandes avances y logros fundamentales. Tuvieron que soportar ataques de quienes veían en ellas/os una amenaza a posturas o ideas anacrónicas que se pretendían perpetuar. Contribuyeron al diálogo y el consenso desde la firmeza que no la imposición. A pesar de lo cual ahora replican dichos comportamientos para defender sus postulados.

La realidad social, política, económica, profesional e incluso científica, es dinámica y precisa de cambios constantes que permitan adaptar cualquier posicionamiento a las nuevas necesidades, demandas o inquietudes de las personas, por mucho que algunas de ellas resulten difíciles de entender, comprender e incluso aceptar, pero lo que nunca debería perderse es la capacidad de respetar. Identificar como amenaza la diversidad y arremeter contra ella, utilizando el rédito alcanzado y concedido como referentes, disociando la realidad pretérita y la actual, les descalifica como referentes y les sitúa en una posición de intransigencia que resulta difícil de entender, generando rechazo en quienes siempre les apoyaron y apoyo en quienes conociéndolas/os o no, los identifican como una oportunidad inesperada y aplaudida a sus intereses.

Creer que los logros alcanzados con sus indiscutibles luchas son indelebles al tiempo y a los cambios que su paso genera en los mismos, o entender que cualquier logro, por importante que haya sido, no puede mejorarse, cambiarse o adaptarse a las nuevas concepciones, identidades, realidades, pensamientos, movimientos, determinantes… que se van generando, es como querer parar el tiempo con la creencia de que lo logrado ya no podrá ni deberá alterarse, en un intento fallido por controlar el ciclo vital al que irremediablemente estamos sujetas/os todas/os. Es un gravísimo error que provoca la pérdida de la razón en su momento alcanzada y supone la consideración de excéntrica/o cuando no de referencias poco afortunadas a su capacidad intelectual ligadas a la edad, en un nuevo y claro ejemplo de edadismo al que sin pretenderlo contribuyen.

La retirada a tiempo, liberarse del halo de divas/os o diosas/os que en ocasiones se les otorga y aceptan; tener generosidad y humildad que en ningún caso suponen renunciar a la excelencia lograda; trasladar gratitud por lo obtenido sin que sea utilizado como dogma; favorecer la capacidad de respetar la diferencia y las diferencias aunque duelan sin tener que renunciar a sus creencias propias; identificar nuevos liderazgos aunque se alejen de los parámetros utilizados por ellos/as… debieran ser incorporados como elementos fundamentales de progreso, avance, desarrollo y logros. Constituirse en arietes para derribar la realidad no les va a facilitar derribar ni una sola idea.

Respetar para ser respetadas/os. Dejar que otros se equivoquen como ellas/os se equivocaron. Ayudar en la medida de sus posibilidades y de sus oportunidades, pero sin forzarlas y sin imposiciones. No utilizar su influencia como medio para contrarrestar lo que no les gusta.

Si a todo ello añadimos que la evolución social, política, económica, demográfica, profesional, científica, relacional… se ve influenciada no tan solo por los determinantes conocidos y asumidos como generacionales, sino por el impacto de  factores derivados de la tecnología como la realidad aumentada o la inteligencia artificial, nos encontramos ante un panorama ciertamente incierto, al que, desde luego, no contribuyen a entender, asimilar y asumir, posicionamientos como los comentados anteriormente.

Las dudas cada vez se transforman, en menor espacio de tiempo, en certezas situándonos ante un escenario en el que ni las estructuras familiares, ni las relaciones sociales, laborales o de simple convivencia, ni el conocimiento y su adquisición y transmisión, ni tan siquiera las identidades de cualquier tipo, van a mantenerse como hasta ahora.

Las competencias profesionales van a ser cuestionadas tal y como ahora mismo las identificamos, debiendo asumir que los cambios para adaptarlas al nuevo escenario van a tener que producirse sino queremos quedar desfasadas/os y fuera de contexto. Todo aquello que tenga que ver con la técnica o la tecnología estará sujeto al impacto de la inteligencia artificial que muy pronto dejará de ser una opción.

La asistencia sanitaria, que no la atención a la salud, se verá no tan solo influenciada, sino que será objeto de profundos cambios que, de hecho, ya se están produciendo como efecto de la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), que permite sustituir la intervención profesional directa, generando mejoras próximas a la perfección. La IA será capaz de minimizar los errores y con ello aumentará la calidad de la asistencia reduciendo tiempo y costes. El número de profesionales que deberán intervenir en los procesos se reducirá significativamente al tiempo que aumentará la exigencia de profesionales altamente cualificados para controlar lo que la IA realice. Esto no es una distopía, ni tan siquiera es ya una utopía, es una realidad muy próxima que no nos puede situar en la negación o criminalización de la misma. Se trata de adaptarse, una vez más, como viene haciendo la humanidad desde el principio de su existencia.

Otra cosa es la atención a la salud, las necesidades, las demandas… que las personas, las familias y la comunidad planteen y que van a requerir de cuidados que se articulen con la asistencia proporcionada por la IA. Porque la realidad y la historia nos permiten asegurar que los cuidados no podrán ser sustituidos por la IA, aunque deberán adaptarse a la misma situándola en el lugar adecuado para que no interfiera en la prestación de cuidados humanizados si queremos que se sitúen al nivel de la dignidad humana. Los cuidados han sido y siguen siendo la mejor respuesta a la fragilidad humana. Fragilidad que continuará existiendo por muchos y variados que sean los avances que intenten alargar o proteger la vida de las personas. Porque a cada nuevo avance aparece un nuevo riesgo que perpetúa la fragilidad y que, a su vez, genera nuevas necesidades de cuidados.

Fragilidad que concluye con la muerte como parte del ciclo vital, aunque nos resistamos a aceptarla, identificándola en muchas ocasiones, como un fracaso cuando no es más que una parte ineludible y necesaria del ciclo vital de las personas, las familias y la comunidad ya que en todas ellas impacta. Posible y precisamente este sea el mejor ejemplo de la inutilidad de aferrarse a la idea de encontrar “la piedra filosofal” para alcanzar la vida eterna como viene haciéndose a lo largo de la historia de muy diferentes maneras, unas más esotéricas y otras más científicas. Al contrario de lo que pasa con los cuidados que no tan solo perdurarán, sino que aumentarán su necesidad, ya que la tecnología nunca será capaz de erradicar la muerte como parte del ciclo vital.

A este torpe, inútil y acientífico negacionismo hacia la muerte se une, cada vez más, el que se refiere a la vejez. A los logros por alargar la vida se ha unido, como si fuera un complemento imprescindible, disimular u ocultar la vejez, como respuesta al hedonismo vital y social en el que nos hemos sumido, considerando a la vejez y a la imagen que la misma proyecta un obstáculo para los cánones de belleza normativamente establecidos y aceptados. De tal manera que la vejez hay que ocultarla para no estropear el glamur científico de quienes se creen salvadores de la humanidad, intentando lograr la reversión de la vejez como sucedía en el relato de F. Scott Fitzgerald[6], “El curioso caso de Benjamin Button” del que posteriormente se hizo una película[7]. Negacionismo que nos lleva a despreciar el cúmulo de conocimiento y experiencia de este sector de población y a generar problemas como la soledad no deseada, el estrés del/la cuidador/a, la cronificación de la cronicidad, la brecha intergeneracional… derivados del desprecio hacia la imagen que proyectan en una sociedad artificial de lentejuelas y bótox.

Pero, centrándome en el caso de la muerte, en los últimos días he tenido oportunidad de vivir dos experiencias que me hacen corroborar lo que estoy diciendo y que posiblemente puedan extenderse, al menos en parte, al de la vejez.

La primera de ellas sucedió en un foro en el que hablaba de enfermería, cuidados y humanización a una comunidad[8]. En el debate posterior una joven me trasladó su deseo de estudiar enfermería al tiempo que compartía su temor a cómo afrontar la muerte que relacionaba como parte inseparable de la actividad de las enfermeras y que le intimidaba y hacía dudar sobre su elección. Es un claro ejemplo de cómo se identifica la muerte. Como un tabú al que no queremos mirar de frente, intentando negar su existencia u ocultándola a pesar de saber que forma parte de nuestra realidad o en la torpe creencia de que podemos vencerla. Naturalizar la muerte para afrontarla de manera eficaz y en base a ello cuidar a las personas, es algo que debemos asumir como enfermeras. Las personas no desean vivir eternamente, pero sí quieren morir con dignidad y en las mejores condiciones posibles. Para ello resultan imprescindibles los cuidados que la IA no podrá prestar nunca, como tampoco podrá evitar la muerte.

La segunda fue la carta que el médico Juan Gervás[9] escribió a su mujer recientemente fallecida. En ella incidía en la necesidad de identificar la muerte como parte de la existencia humana y no como un fracaso de la medicina, al tiempo que ponía en valor la necesidad de los cuidados. Una carta llena de emociones, sentimientos, dudas, incertidumbres, temores… surgidos del recorrido memorístico que hace de la compañía con la agonía y muerte de su esposa y que le hacen plantearse interrogantes, pero también afirmaciones muy contundentes, de lo que supone el afrontamiento de la realidad con todas sus variables y constantes, todas sus identidades e identificaciones, todas sus dudas y certezas, todas sus afirmaciones y negaciones, todas sus causalidades y casualidades, todas sus dudas y certezas, todas sus desilusiones y esperanzas, todas sus culpas y perdones, todos sus reproches y reconocimientos. Dicotomías reflexivas frente al dolor y la tristeza, realizadas con constantes lineales y transversales como el amor y el cuidado, por parte de quien, como él, siempre se ha caracterizado por sus planteamientos críticos e incluso corrosivos de una realidad sanitaria con la que nunca se ha sentido satisfecho. No podemos plantear como hizo Epicuro de Samos[10] que “la muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo.”

Estamos ante momentos clave de nuestra evolución como personas, pero también como familia y comunidad. Contextos en los que las configuraciones, valores, normas, identidades… conforman una realidad calidoscópica en la que debemos ser capaces de vivir y convivir sin tratar de imponer nuestro criterio o desautorizar el de otras/os siempre y cuando no supongan una vulneración de la libertad de nadie, aun cuando se haga en nombre de la propia libertad como medio para lograr, precisamente acabar con ella. Ni imposiciones dogmáticas, ni relativismos, ni falsos escepticismos.

No caigamos en la tentación de replicar modelos de narcisismo político, profesional o personal que tienen un efecto mariposa[11] que no siempre sabemos controlar.

La visión y construcción del cuidado, que es lo que como enfermeras nos corresponde, no puede ni debe hacerse desde la descalificación ni la exclusión y mucho menos la imposición, que atentan contra la propia identidad del cuidado, pero también de las múltiples identidades culturales, de creencias, de construcción individual ligadas al género, la abogacía por la salud, la equidad, la libertad… El cuidado debe ser visto, construido, alimentado y prestado desde la generosidad, la humildad, el respeto, la convicción, la participación, el consenso y la ciencia. Tan solo así seremos capaces de vencer la tentación de la exclusividad o de la posesión de la verdad absoluta basándose en la experiencia, pero cuestionadas por la ciencia. Porque ni una ni otra existen. La realidad requiere de las aportaciones derivadas de la diversidad que así mismo permiten construir el cuidado personalizado, específico, y adaptado a las múltiples realidades individuales de las personas, las familias y la comunidad en sus diferentes tiempos y contextos, a las que atendemos y deberemos seguir atendiendo con o sin IA.

[1]  Poeta español, el más joven representante de la generación del 98. (1875-1939)

[2] https://www.eldiario.es/temas/felipe-gonzalez/

[3] https://www.eldiario.es/temas/alfonso-guerra/

[4] https://www.eldiario.es/politica/vox-tamames-fracasan-mocion-censura-abstencion-pp_1_10055172.html

[5] https://www.eldiario.es/temas/toni-canto/

[6] Militar, anfitrión, novelista y escritor estadounidense, ampliamente conocido como uno de los mejores autores del siglo xx, cuyos trabajos son paradigmáticos de la era del jazz (1896-1940).

[7] https://es.wikipedia.org/wiki/El_curioso_caso_de_Benjamin_Button_(pel%C3%ADcula)

[8] https://web.ua.es/de/seus/lavila/imagenes/actividades-culturales/2023-2024/conferencia-enfermeria-etica-y-humanizacion-de-los-cuidados-23-mayo-1.jpg

[9] https://diario16plus.com/carta-a-mi-esposa-muerta-sin-etica-del-basta-ya/

[10] Filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre -epicureísmo- (341 aC – 271 a. C).

[11] https://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_mariposa