MÉRITOS Y DEMÉRITOS Del precio al desprecio

“No siento el menor deseo de jugar en un mundo en el que todos hacen trampa.”

Francois Mauriac[1]

Recientemente se nombró Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alicante a la Profesora Mª Paz Mompart García. Fue un proceso largo y complicado lograr que la Universidad finalmente aprobase su investidura. Algo, por otra parte, lógico e incluso necesario si se quiere garantizar la excelencia y el prestigio de dichos nombramientos. Una vez logrado, por tanto, cabe la gran satisfacción de saber que tan alta distinción no tan solo es merecida sino que responde a las valiosas aportaciones realizadas y aportadas a la sociedad, a la academia, a la ciencia enfermera y a la ciencia en su conjunto y a la Salud Comunitaria. Por otra parte tal distinción pone en valor a la Enfermería a través de quien es receptora de tan importante y distinguido nombramiento, situándola al nivel de reconocimiento y mérito que le corresponde.

Esta reflexión inicial me sirve como punto de referencia a lo que he vivido en mi última visita a Latinoamérica y muy concretamente a México y que me ha llevado a escribir sobre ello al considerar que debemos reflexionar sobre ciertos aspectos que pueden volverse en nuestra contra sino somos capaces de corregir de inmediato las decisiones que tomamos y en muchas ocasiones admitimos, toleramos o simplemente ignoramos.

Llevo tiempo reclamando, reivindicando, exigiendo, a la vez que argumentando, la necesidad de que se valore a las enfermeras en su justa medida y en igualdad de condiciones a como se hace con profesionales, académicas/os o personalidades de muy diferentes disciplinas o ámbitos profesionales o sociales a la hora de otorgarles el reconocimiento que merecen y les corresponde, más allá de casos cuestionables por su oportunismo político.

No fue hasta hace tan solo 4 años que se invistió por primera vez a una enfermera española como doctora honoris cusa y a fecha de hoy tan solo dos más han merecido tan alto reconocimiento. Pero como dice el refrán nunca es tarde si la dicha llega. Y llegó y considero que ya no tiene vuelta atrás, aunque siga siendo algo todavía anecdótico y residual en la universidad española.

De igual modo entiendo que este reconocimiento debe hacerse extensivo a las enfermeras latinoamericanas que tanto aportan y que aún tienen mayores dificultades para lograr el mismo.

Últimamente estoy trabajando intensa y vehementemente y no por ello inconscientemente como algunas/os puedan o quieran interpretar, por la identificación, visibilización, puesta en valor, reconocimiento… de un contexto iberoamericano de Enfermería que nos aleje de la fascinación anglosajona en la que nos encontramos sumidas desde hace tiempo para que podamos centrar la atención, el esfuerzo, el compromiso… en un entorno que contribuya a fortalecer, crecer, creer, aportar, consolidar… nuestra aportación singular enfermera. Un contexto con elementos comunes de una gran potencia como las lenguas compartidas, castellano y portugués, cultura, tradiciones, normas, valores… que pueden y deben favorecer construirlo con identidad propia y con capacidad de respuesta eficaz y eficiente a las necesidades que el mismo plantea. Teniendo en cuenta que las diferencias, que existen, deben ser contempladas como fortalezas de enriquecimiento compartido y no como amenazas de exclusión o confrontación. Un contexto en el que la ciudadanía global, la justicia global, la equidad, los derechos humanos, el enfoque holístico, se configuren como los principales ejes sobre los que plantear, planificar, desarrollar, investigar… los cuidados profesionales enfermeros y su prestación con criterios de calidad y calidez al nivel de la dignidad humana de las personas, las familias y la comunidad en dicho espacio compartido[2].

Pero para ello, lo primero que debemos tener en cuenta y hacer, es dignificar nuestra disciplina/profesión. No podemos caer en la tentación del halago, el reconocimiento, el premio… a través del mercantilismo, de la compra-venta, del negocio tramposo y sucio. Y lo digo porque durante mi visita en México, he descubierto con asombro, tristeza y rabia algo que me costó creer pero que es una realidad cada vez más extendida. Me estoy refiriendo a la venta de doctorados honoris causa por parte de determinadas universidades que se prestan a este tipo de negocio.

El proceso es el siguiente. Se contacta con una enfermera de cierto prestigio y se le ofrece ser investida doctora honoris causa a cambio de una cantidad de dinero. Pero la cosa aún va más allá. El montaje es como si de una boda se tratase en la que si quieres fotos, flores, vídeo… el precio de la ceremonia se va incrementando. En el caso de los honoris causa, es algo similar. Dependiendo de que se quiera con traje académico, con discurso, con reportaje… el precio aumenta igualmente. Es decir, la oferta va desde la opción económica de la investidura discreta a la de máxima pomposidad y boato.

En definitiva, se trata de lograr un reconocimiento que se sustenta en la trampa mercantil en lugar del mérito académico, profesional, social… lo de menos es el cómo sino el qué. Todo es posible con dinero. A este paso pronto nos podemos encontrar con investiduras Q1, Q2, Q3, Q4 o simplemente “indexadas” como ya ha pasado con las publicaciones o con la realización de tesis. Un mercado en torno a la academia que tan solo hace que se desvirtúe y sea contemplada con recelo y sospecha. Y ya veremos de qué es capaz la Inteligencia Artificial en este sentido.

Mientras esto sucede muchas enfermeras siguen siendo ignoradas a pesar de sus incuestionables méritos por el simple hecho de no querer entrar en esta patética y execrable dinámica de mercado en el que parece que todo valga.

Ante este descubrimiento pregunté si era tan solo una oferta anecdótica o si la demanda y compra de la misma eran reales, constatables y habituales. Lamentablemente la lacerante respuesta se ajustaba a la segunda opción.

Este no es el camino. No se trata de tener enfermeras doctoras honoris causa a cualquier precio. Se trata de ganarse el reconocimiento, de valorar el mérito real y no de confeccionar un curriculum falso. Se trata de anteponer la honestidad al hedonismo. Se trata de rechazar la corrupción académica para que no caiga en el descrédito. Se trata de actuar con ética y estética y no tan solo aparentándolas. Se trata, en definitiva de tener respeto por la profesión, por lo que representa, por quienes la conforman, por la sociedad a la que se prestan cuidados profesionales. Comprar los logros es situarlos al nivel de la indecencia, que el mérito sea demérito, el respeto desprecio, la admiración rechazo y la dignidad vileza.

Pero en este mercadeo académico tanta culpa tienen quienes lo aceptan como quienes conociendo que existe, callan, consienten y asienten. ¿Qué hacen los colegios profesionales ante esta práctica? ¿Qué hacen los políticos, académicos, gestores… ante esta ignominia? Tan denunciable es quien se lucra a costa de la avaricia, el narcisismo o la vanidad de algunas/os para lograr el reconocimiento fácil como de quienes no tienen escrúpulos para conseguirlo aún a sabiendas de que están haciendo trampa.

¿Qué será lo siguiente que se venda o se compre? Mucho me temo que cualquier cosa con tal de destacar, brillar, aparentar en esta sociedad de la competitividad agresiva, despiadada y desleal.

Va siendo hora de que denunciemos estas prácticas y a quienes se prestan a ellas. Desenmascaremos a las/os tramposas/os que nos desacreditan. Señalemos a quienes ponen en riesgo nuestra dignidad profesional. Apartemos de la Enfermería a quien no sea digna/o de pertenecer a ella. Evitemos que nadie pueda ser enfermera sin merecerlo.

Pero también tenemos la obligación de reclamar que nuestras/os representantes actúen con diligencia y contundencia ante hechos tan tristes y peligrosos. Y exigir a nuestros representantes políticos que tomen decisiones que impidan o limiten al máximo estas prácticas mercantilistas.

La construcción de un contexto iberoamericano de Enfermería en el que se valore a las enfermeras y se les reconozcan sus méritos y aportaciones pasa por la honradez y la honestidad de su praxis. No se trata de crecer artificialmente. Se trata de trabajar desde la implicación, la motivación y la coherencia. Hay que seguir exigiendo lo que por méritos propios nos corresponde, pero tenemos que hacerlo cumpliendo con las reglas de juego establecidas. Y sino nos gustan tratar de cambiarlas, pero no saltárselas

Por otra parte resulta imprescindible acotar la avaricia de quienes hacen del conocimiento, la ciencia, la disciplina, la docencia… un negocio sin escrúpulos y utilizan cualquier medio para lograr el máximo beneficio. Aunque sea a costa de la credibilidad de todo un colectivo al hacer uso de él para su enriquecimiento delictivo que impacta en la credibilidad de la institución universitaria y de quienes trabajan por prestigiarla. La Universidad y la Docencia, como la Sanidad y la Salud, no pueden ser objeto de negocio ni de prácticas mafiosas.

Sigamos trabajando para que el contexto iberoamericano de Enfermería sea una realidad muy pronto y hagámoslo con la firme determinación del trabajo honrado. Lograrlo no tan solo es posible, sino necesario y es por ello que debemos posicionarnos firmemente ante la impunidad, venga de donde venga y la ejerza quien la ejerza.

Nuestra imagen debe reconocerse sin sospechas o dudas. Necesitamos hacernos visibles por lo que mejor sabemos hacer, prestar los mejores cuidados enfermeros, y no por lo que pretendamos o deseemos lograr a cualquier precio.

Seamos constantes, exigentes, vigilantes, responsables… con nuestra actitud, como la única manera posible para avanzar y construir nuestro espacio de referencia.

No caigamos en la trampa de la estigmatización hacia ningún país pues lo que ahora sucede aquí, mañana puede replicarse en otro de igual manera o en mayor medida. Tan solo desde el convencimiento de lo que somos y lo que aportamos, seremos capaces de vencer las trampas que nos pongan.

Necesitamos reconocer y lograr que se reconozca a nuestras/os referentes, pero debemos hacerlo con la objetividad, el rigor, la firmeza, la fiabilidad y la determinación que nos haga ser dignas/os de confianza y credibilidad. Tan solo con argumentos, evidencias y datos contrastados que impidan cuestionar nuestra demanda. Construir el contexto iberoamericano en las arenas movedizas de la desconfianza nos llevará a que se derrumbe irremediablemente. Hacerlo en la roca de la ciencia y la conciencia enfermeras nos ayudará a lograrlo con seguridad y fortaleza.

Avancemos, con la cabeza bien alta, mirando a los ojos en igualdad de condiciones a todas/os, para que nuestras demandas y nuestros deseos nos ayuden a lograr el objetivo de un Contexto Iberoamericano de Enfermería como el que merecen sus poblaciones.

[1]Periodista, crítico y escritor francés (1885–1970)

[2] Álvaro Franco-Giraldo. Salud global: una visión latinoamericana. Rev Panam Salud Publica. 2016; 39 (2):128-136 https://www.scielosp.org/article/rpsp/2016.v39n2/128-136/#

 

La YENCA: Paradigma Enfermería vs TRANSFORMACIÓN RADICAL

                                               “La mejor ciencia a menudo surge de situaciones en las que los resultados cuidadosamente obtenidos no se ajustan a los paradigmas aceptados”.

Stanley B. Prusiner[1]

 

Si partimos de la definición de paradigma como la teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento, podemos entender que el hecho de plantear en Enfermería la existencia de tres paradigmas (categorización, integración y transformación) y un metaparadigma constituido por cuatro conceptos esenciales para la enfermería (persona, salud, entorno y cuidado), pueda generar confusión entre las enfermeras y que, precisamente, sea uno de los problemas de nuestra falta de determinación a la hora de establecer nuestro desarrollo, posicionamiento o valor como disciplina.

Si, además, tal como consideró Thomas Samuel Kuhn[2] los paradigmas son como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica, podemos entender un poco mejor el hecho de que estemos aún atorados en el intento por resolver algunos de los problemas de identidad disciplinar.

Por otra parte, el conocimiento en enfermería, como se observa en las teorías de enfermería, no solo depende de su época y cultura, sino que también, a diferencia del conocimiento en las ciencias físicas y naturales y en las ciencias sociales, no se deriva de la experimentación en laboratorios o de teorías previas, sino que más bien surge como una reflexión sobre la práctica o praxis del cuidado[3]. Por tanto, la enfermería es una disciplina básicamente práxica, que genera conocimiento teórico, basándose en el pragmatismo, como escuela filosófica, y en la praxis, concebida como una transformación de la realidad mediante su reflexión crítica. De tal manera que, como apuntan algunos autores, la filosofía de la enfermería es la reflexión sobre los fenómenos de la práctica del cuidado, concebido como eje fundamental de la enfermería y núcleo de su práctica profesión y base para la construcción del conocimiento, que permitan a la enfermería fundamentar su identidad y dar razón de su quehacer profesional.[4]

Por su parte y según Kuhn, las ciencias no progresan siguiendo un proceso uniforme por la aplicación de un hipotético método científico. Verificándose dos fases diferentes de desarrollo científico. En un primer momento, hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre cómo explotar los avances conseguidos en el pasado ante los problemas existentes, creándose así soluciones universales que Kuhn llamaba «paradigma»[5].

Sin embargo, en una última etapa del pensamiento de Kuhn, abandona casi por completo el discurso acerca de los paradigmas como elemento fundamental para dar soluciones universales a de ellos, y limita el concepto de revolución científica al de un proceso de especiación y especialización por el cual una disciplina científica va acotando los márgenes de su objeto de estudio, alejándose de los horizontes de otras especialidades, como una forma de holismo restringido que afecta las distintas ramas del desarrollo científico, lo que parece encajar en la evolución científica de la Enfermería5.

Cabe destacar también, el principal argumento de Kant[6] donde plantea que en el ser humano, de siempre existía un conflicto entre el ser social que procuraba el bienestar de los demás, y el ser egoísta preocupado sólo por sí mismo. Ese constante conflicto iba y venía con el tiempo, y su resultado era un perceptible progreso en ambas áreas, la social y la individual. En los estados fuertes capaces de regular la vida social, la libertad individual era mayor. La meta era que el mayor número de personas alcanzase la libertad suficiente para realizarse como individuos y, además, poder cuidar a sus semejantes[7]. Algo en lo que Enfermería y las enfermeras nos encontramos inmersas desde siempre en una lucha, no siempre efectiva y eficaz, entre lo individual y lo colectivo para la construcción de la realidad científico-profesional enfermera. Es como si hubiésemos adoptado como himno que nos representa e identifica la mítica canción de la yenka que se convirtió en la primera canción del verano conocida[8] y cuyo estribillo decía: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha. Adelante, detrás, un dos tres”.  Es decir, pareciera como si hubiese avance, pero lo bien cierto es que siempre estamos en el mismo sitio, a pesar del cansancio propio del movimiento permanente, de un lado al otro o de adelante hacia atrás.

En base a lo comentado y tomando como referencia el paradigma enfermero de transformación, es importante plantearse la necesidad de llevar a cabo una transformación radical de nuestra disciplina. No se trata de retoques o de adaptaciones artificiales, sino de un cambio fundamental que respete y permita recuperar y dotar de sentido y sentimiento los conceptos esenciales de la enfermería que sí permanecen invariables, siendo los que dotan de singularidad y especificidad a la disciplina, es decir, persona, salud, entorno y cuidado, y que conforman el mataparadigma de la enfermería.

Para lograrlo, desde mi punto de vista, resulta imprescindible asumir, ejercer y visibilizar un liderazgo firme, decidido y creíble que vaya más allá de las buenas intenciones o de los deseos inconsistentes que tan solo se traducen en constantes desencantos o frustraciones que provocan inacción e inmovilismo. Un liderazgo que no se fíe tan solo a ciertas/os referentes y sea asumido y reconocido por una gran mayoría de enfermeras, con especial significación para las más jóvenes, sin que con ello se desdeñe la importante experiencia de las enfermeras expertas. Pero sin que su aportación tampoco condicione los necesarios cambios que precisa tanto la disciplina como la respuesta que la misma dé a las necesidades y problemas de la sociedad. Una sociedad dinámica y cambiante a la que no podemos ser ajenas ni anclarnos en proposiciones personalistas y alejadas de la realidad que se impone y a la que acompañan las tecnologías de la información, la realidad aumentada o la inteligencia artificial entre otras, que deben articularse con las acciones humanísticas de nuestro paradigma transformador, sin que las primeras anulen a las segundas, o las segundas nieguen a las primeras.

Liderazgo, por otra parte, que debe concretarse en todos los ámbitos de actuación de las enfermeras y no limitarse al de la mal entendida gestión como reducto del mismo. La docencia, la atención directa y la investigación precisan, al igual que la gestión, de liderazgo transformador.

Así pues, para empezar, es necesario que identifiquemos que la educación se erige como la piedra angular en la formación de enfermeras competentes y adaptables en entornos en constante evolución. Y dicha educación, debe traducirse en una oferta docente multidisciplinar, aunque liderada siempre por enfermeras con clara mirada y visión enfermeras que eviten el riesgo de que se haga desde paradigmas ajenos. Se trata de que otras disciplinas adapten su ciencia al paradigma enfermero y no que traten de fagocitarlo desde los suyos, de tal manera que enriquezcan la ciencia enfermera en lugar de empobrecerla ocultando, obviando o eliminando su paradigma.

Resulta fundamental que la fascinación de la técnica y de las técnicas deje paso a la Salud Pública y la Promoción de la Salud, ocupando el centro de los programas de las Enfermeras, sin que ello suponga renunciar a las mismas, pero sabiendo dónde situarlas en cada momento. Y esto es responsabilidad de TODAS LAS ENFERMERAS.

Vertebrando competencias esenciales cognitivas y metacognitivas, sociales y emocionales, técnicas y especializadas, en un equilibrio que impida la fagocitación de una/s sobre las demás. Equilibrio que sustente el cuidado integral, integrado e integrador como resultado de una reflexión sobre su práctica o praxis del cuidado. La enfermería como disciplina básicamente práxica, que genera conocimiento teórico, basándose en el pragmatismo, como escuela filosófica y en la praxis, concebida como una transformación de la realidad mediante su reflexión crítica, debe favorecer la adquisición de competencias en liderazgo, asociación y colaboración, comunicación con diferentes audiencias, redes interdisciplinares e intersectoriales, abogacía, ley, ética, salud global, competencia digital, equidad y justicia social, análisis de datos, actualización de competencias fundamentales, valores y ética de la salud pública, conceptos de epidemiología más allá de la enfermedad (salud, cuidados, política…), estrategias de preparación, planificación y respuesta, recursos y liderazgo de salud pública, interconexión global, impactos en la salud desde otros campos, conexiones humanas/animales/ambientales, toma de decisiones basada en evidencia, comunicación intersectorial, construcción de consenso, competencia política[9]… que permitan utilizar eficazmente la tecnología, ser expertas en tecnología digital, ser ágiles y compasivas culturalmente, resolver problemas basados en la evidencia, liderar y trabajar en equipos diversos, desarrollar habilidades interpersonales, ser ágiles y flexibles, ser resilientes, comprometerse con la inclusión, la diversidad, la equidad y la justicia… en un trabajo que vaya más allá de coordinar interacciones entre diferentes disciplinas y que tengan como objetivo trascenderlas, moviéndose así más allá de los límites disciplinares.

En cuanto a la gestión debemos huir de la perspectiva exclusivamente administrativa de horarios, turnos, plantillas… que nos permita hacer frente a las amenazas globales derivadas del cambio climático, los desastres naturales, los conflictos, la violencia, guerras… Debemos cambiar los sistemas de información anticuados y focalizados en indicadores obsoletos que no son capaces de identificar los resultados en salud, actualizándolos para que sean capaces de visibilizar el producto final de la aportación específica enfermera. Las tendencias demográficas y los cambios en las estructuras familiares suponen un reto sin precedentes por cuanto surgen nuevos problemas de salud derivados de la soledad no deseada, los cuidados familiares, la cronicidad… que requieren de innovadoras respuestas de cuidados en las que resultan imprescindibles la participación comunitaria, los recursos comunitarios, los activos para la salud, la interconexión de recursos comunitarios, la solidaridad, la potenciación de las redes sociales, como estructuras sociales compuestas por un conjunto de actores y uno o más lazos o relaciones definidos entre ellos.… Identificar y actuar ante las inequidades que favorecen la generación de poblaciones vulneradas con dificultad de acceso a la salud como derecho fundamental. Los determinantes sociales se configuran, por todo ello, como alternativa a las actuales propuestas de gestión. Liderazgo en gestión que, capitalizando la visibilidad enfermera, sea capaz de integrar estrategias de cuidados que se aproximen a las demandas reales de las personas en su búsqueda de la salud, del bienestar, la autonomía y la trascendencia humana y del entorno en que se integran, como finalidad esencial de la enfermería, dotando de sentido tanto el paradigma como el metaparadigma de la enfermería[10].

Todo ello debe desembocar en un liderazgo de la atención con habilidades capaces de gestionar una atención centrada en la persona a través de la comunicación afectiva y efectiva, la toma de decisiones compartida, el trabajo interprofesional y de competencias socioculturales. Habilidades para resolver tareas complejas que permitan resolver problemas, tener un conocimiento exhaustivo del sistema de salud, trabajar desde el pensamiento sistémico y favorecer el alfabetismo en salud y digital. Desde una cultura positiva del trabajo que permita gestionar adecuadamente el estrés y la fatiga para la salud y la seguridad laboral. Teniendo en cuenta la ética y la estética del cuidado. Integrando la mentoría y la enseñanza de nuevos profesionales como una oportunidad de crecimiento y solidaridad y nunca como una carga. Asumiendo la necesidad de un aprendizaje permanente que redunde en una mejora de calidad y calidez de nuestra atención.

Debemos, en base a todo lo apuntado, identificar la Atención Primaria de Salud (APS) centrada en los territorios/entornos como el eje de transformación de los Sistemas Nacionales de Salud (SNS). APS que incluya cobertura universal en salud, financiación adecuada, fuerza laboral, calidad, participación, integración, transdisciplinariedad, intersectorialidad, regulación…

Una atención que pase de una visión telescópica con aportaciones comunes para todas las personas, con los mismos requisitos de aprendizaje y de atención, los mismos mensajes, los mismos recursos… a una visión calidoscópica con aportaciones únicas para cada persona, con experiencias de aprendizaje dirigidas, realidades diversas, adaptación a los entornos múltiples y experiencias personalizadas.

Para lo cual, resulta imprescindible, abandonar los nichos ecológicos o zonas de confort en los que nos asentamos con frecuencia. Estableciendo y liderando alianzas y colaboraciones interprofesionales e intersectoriales que permitan integrarnos en la comunidad para trabajar con y para ella.

Liderando la investigación cualitativa en cuidados desde una perspectiva participativa (Investigación Acción Participación), que no suponga en ningún caso excluir la investigación cuantitativa, pero que permita generar un ciclo interactivo para la construcción de alianzas comunitarias y de confianza, a través de la identificación común de problemas de salud (Definición, Acción y Situación), de la observación (evidencias, acción e hipótesis) y de la Reflexión (Propuestas, Diagnóstico, Evidencias, Rotulación de variables, Información pertinente).

Para lograr esta transformación radical es urgente reinventar nuestras instituciones educativas eliminando las barreras que suponen los actuales reinos disciplinares de Taifas, fomentando una docencia vertebrada e integrada entre diferentes disciplinas Pasando del conocimiento egocéntrico al compartido. Construyendo un conocimiento pragmático, participativo, responsable, activo e interactivo, que responda a las necesidades de la sociedad y no exclusivamente a las de las organizaciones de la salud en las deben integrarse las futuras enfermeras.

Así mismo las organizaciones de salud también es preciso cambiarlas, fortaleciendo la promoción de la salud y la salud pública para responder a los desafíos actuales y futuros.

Todo ello debemos emprenderlo desde la motivación y la implicación de TODAS LAS ENFERMERAS, con perspectiva de salud global, con enfoque holístico que responda a la nueva conciencia global con participación activa del movimiento ciudadano y desde la justicia global y equidad que contribuya a enfrentar la desigualdad social[11]. Salud Global que centre su interés en contextos como el Iberoamericano que configura una realidad cultural, lingüística, de tradiciones, valores y normas entendibles y comprensibles a pesar de las lógicas diferencias, desmitificando contextos que nos son ajenos y lejanos a pesar de su influencia.

Si somos capaces de definir finalmente nuestro paradigma transformador y nuestro contexto de actuación, lograremos transformar radicalmente nuestra realidad y la de la sociedad a la que nos debemos. Si, por el contrario, esperamos a que todo cambie per se o por la influencia de otros, para adaptarnos o dejarnos arrastrar, posiblemente, sigamos divagando sobre nuestro paradigma o, lo que aún es peor, acomodándonos en paradigmas ajenos desde los que perderemos nuestra identidad y singularidad propias.

[1] Neurólogo y bioquímico estadounidense.(1942)

[2] Físico, filósofo de la ciencia e historiador estadounidense, conocido por su contribución al cambio de orientación de la filosofía y la sociología científica en la década de 1960. (1922-1996)

[3] Duquette, André; Kérouac, Suzanne; Sandhu, Balbir K.; Ducharme, Francine; Saulnier, Pierre (1995-10). «Psychosocial determinants of burnout in geriatric nursing». International Journal of Nursing Studies 32 (5): 443-456. ISSN 0020-7489. doi:10.1016/0020-7489(95)00006-j. Consultado el 18 de junio de 2024.

[4] Medina, J.L.; Sandin, M.P. (1994). «Fundamentación epistemológica de la teoría del cuidado.». Enfermería Clínica 4 (5): 221-231.

[5] González Fernández, Wenceslao J. Análisis de Thomas Kuhn: Las revoluciones científicas. Trotta (2004. ISBN 978-84-8164-629-0.

[6] Filósofo prusiano de la Ilustración (1724-1804)

[7] López Lobeiras, MJ. El ser humano como individuo y la humanidad como ‘condición humana’ y como ‘género humano’ en el pensamiento de Kant ÁGORA — Papeles de Filosofía, 2011; 30 (1): 63-85.

[8] https://www.diaridetarragona.com/cultura/la-primera-cancion-del-verano-que-acabo-en-tragedia-CO11972514

[9] Middleton J, Biberman D, Magana L, Saenz R, Low WY, Adongo P, Kolt GS, Surenthirakumaran R. Global Governance for Improved Human, Animal, and Planetary Health: The Essential Role of Schools and Programs of Public Health. Public Health Rev. 2021 Dec 13;42:1604610. doi: 10.3389/phrs.2021.1604610. PMID: 35140997; PMCID: PMC8711018.

 

[10] Reed, P (2004). «Nursing: The ontology of the discipline». En Reed, Pamela G.; Nelma C. Shearer; Leslie H. Nicoll, ed. Perspectives on Nursing Theory. Philadelphia: Lippincott Williams and Wilkins. p. 321-327.

[11] Álvaro Franco-Giraldo. Salud global: una visión latinoamericana. Rev Panam Salud Publica. 2016; 39 (2):128-136 https://www.scielosp.org/article/rpsp/2016.v39n2/128-136/#

 

EL NEGOCIO DEL CONOCIMIENTO Y LA SALUD Las enfermeras como medio

Cuando se trata de dinero solo hay una frase hecha: “Más”.

André Kostolany[1]

 

Estamos asistiendo a un crecimiento sin precedentes de las universidades privadas en nuestro país. Desde el curso 2015-2016, el incremento ha sido de un 27%, pero con desigual magnitud en función del tipo de universidad; en las privadas ha aumentado un 42%, un 6% en comparación con el curso anterior, mientras que en las públicas el incremento ha sido del 22%, un 2% en relación con el curso 2021-2022[2]. Si bien es cierto que el margen de crecimiento de las públicas resulta ya muy reducido, no es menos cierto que el crecimiento de las privadas está siendo muy importante, hasta el punto que los estudiantes de universidad privada suben un 56% mientras los de la pública bajan un 6% desde 2015. Actualmente existen 4 comunidades autónomas en las que el número de Universidades Privadas es superior al de públicas y otras 4 en que el número es igual entre unas y otras. En las 9 comunidades restantes, siguen siendo más las universidades públicas que las privadas, aunque cada vez con menos diferencia entre ellas[3].

Algo similar sucede con la sanidad, donde el aumento de contrataciones de seguros privados ha sufrido un aumento muy significativo. En términos generales, en la última década el aumento ha sido imparable. Desde 2014 hemos pasado de 9 millones de ciudadanos con seguro sanitario privado a los 12,42 actuales. Supone un incremento del 40% en una década. El repunte de las pólizas privadas se ha disparado a partir de la pandemia[4].

Ante esta circunstancia cabe preguntarse si los aumentos de la oferta privada, tanto en educación superior como en sanidad, obedecen a un aumento igualmente significativo del poder adquisitivo de la ciudadanía española. Algo que no parece tenga mucha consistencia si tenemos en cuenta los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) según los cuales el porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social aumentó hasta el 26,5%, desde el 26,0% de 2022. El porcentaje de población que se encontraba en situación de carencia material y social severa aumentó hasta el 9,0%, frente al 7,7% del año anterior[5].

Por otra parte, y a pesar de que el poder adquisitivo per cápita en España asciende a 16.449 euros, lo que supone 1.135 euros más por habitante que en 2022, la diferencia respecto a la media europea nos aleja un punto porcentual en relación al año anterior, cuando fue de un 6%, tal y como refleja el informe GfK Purchasing Power[6]

Así mismo, la brecha entre ricos y pobres en España cada vez aumenta más. El 44,1% de la población española, en la actualidad, se encuentra en una posición similar a la que ocupaban sus progenitores cuando estos tenían 16 años. Más de 10 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social. El 53% de la riqueza está en manos del 10% más rico[7].

Así las cosas, todo parece indicar que el aumento de la oferta privada, tanto en educación superior como en sanidad, obedece más a un intento por satisfacer las demandas de la población más rica o a captar clientes de entre la denominada población media (cada vez menos identificable) aunque para ello deban hipotecarse para poder acceder a sus servicios, algo que evidentemente a las empresas que las lideran no les supone inquietud alguna, dado que su único interés es el de hacer negocio, da igual que sea con el conocimiento que con la salud y que ello suponga un empobrecimiento mayor de aquellos que acceden a sus servicios a pesar de sus escasos recursos. Todo lo cual desemboca en otra paradoja. La coexistencia de matrículas de universidad y seguros de salud privados para pobres y para ricos. Aunque, evidentemente, las ofertas son diferentes para unos u otros, lo que contribuye a aumentar la inequidad.

Pero más allá de las importantes y evidentes consecuencias del impacto económico, que generan mayor desigualdad, pobreza y vulnerabilidad, lo que en esta reflexión me ocupa y preocupa es el impacto que dicha irrupción tiene tanto para para las enfermeras como para la ciudadanía que accede a los servicios ofertados o para la que no puede o decide no acceder a los mismos.

Con relación a la educación superior, hay que destacar en primer lugar la importantísima infrafinanciación de la universidad pública a la que hay que añadir una gestión económico-administrativa garantista que se traduce en procesos complejos, lentos y no siempre eficientes que la sitúan en desventaja con relación a la universidad privada.

Centrándome en lo que al profesorado enfermero y a los estudios de enfermería se refiere, que el acceso a la universidad privada no tiene ni la exigencia, ni los criterios, ni los requisitos que se exigen en la pública. Además de existir dudas más que razonables sobre la calidad de algunos de estos centros universitarios. Esto sin duda establece, de entrada, una diferencia que, si bien no puede generalizarse, determina cuanto menos un claro contraste en cuanto a la calidad de profesorado con la universidad pública cuya incorporación está determinada por exigentes criterios de acreditación y de acceso, que no son exigibles para la privada.

De igual manera la carrera académica en la privada es claramente diferente a la que se establece en la pública. La necesidad de obtener sexenios de investigación, junto a quinquenios de docencia establecidos por la Agencia de Acreditación y Calidad de la Universidad Española (ANECA) en la universidad pública para poder alcanzar los diferentes grados de la carrera académica, no se corresponde en ninguna medida con lo que sucede en la privada. Además, la incompatibilidad exigida en la pública, a pesar de los bajos salarios asignados a determinadas figuras docentes, no es demandada a su profesorado por la privada en la que se pueden compatibilizar diferentes puestos de trabajo o incluso diferentes puestos de docente en varias universidades privadas al mismo tiempo.

No deja de ser paradójico, por otra parte, que las universidades privadas para el cumplimiento de los requisitos exigibles según normativa nacional y europea utilicen en igualdad de condiciones con la universidad pública los recursos del sistema nacional de salud para la realización de los prácticums (Hospitales, centros de salud, centros de especialidades…) en una clara asimetría que perjudica en mucha mayor medida al estudiantado de la universidad pública. Esto sin tener en cuenta las estrategias poco éticas o cuanto menos poco estéticas que se utilizan para atraer el interés de las enfermeras que deben actuar como tutoras/es de los citados prácticums en detrimento del que muestran para aceptar tutorizar alumnado de la pública. Todo lo cual se ve favorecido por la permisividad o connivencia de quienes gestionan las organizaciones sanitarias con las universidades privadas. Aunque también hay que destacar la falta de iniciativa mostrada por la Universidad pública a la hora de motivar a las enfermeras para que identifiquen su aportación a la docencia como una oportunidad y un incentivo y no como una carga.

Es evidente, por otra parte, la creciente brecha que se establece entre las universidades públicas y las organizaciones sanitarias a la hora de generar estrategias de docencia/formación compartida en planes de formación continúa y continuada o de especialización con las Unidades Docentes de las organizaciones sanitarias, en una clara falta de racionalización de recursos que afecta tanto a la eficacia como a la eficiencia de la citada formación, sin que nadie parezca tener mucho interés en solucionar un problema que tan solo depende de la voluntad política y de gestión para salvar los incomprensibles y pueriles comportamientos de competencia entre organizaciones docentes y sanitarias.

Los planes de estudio, por su parte, en muchas ocasiones se ven mediatizados o condicionados por los idearios de las instituciones que financian las universidades privadas, lo que provoca claras contradicciones entre determinados derechos de la ciudadanía reconocidos legalmente y las objeciones a su acceso como es el caso de la interrupción voluntaria del embarazo o el derecho a una muerte digna. Esto adquiere mayor trascendencia si tenemos en cuenta que muchas de las enfermeras que se forman en las citadas universidades, con una clara y evidente tendencia a la negación y estigmatización de los citados derechos, trabajarán posteriormente en el sistema público de salud en donde deberían garantizarse dichos derechos, no siendo razonable que se utilice de manera tan perversa como inadmisible la objeción de conciencia para negar el acceso a los mismos por parte de la ciudadanía que los demande en cumplimiento de la ley que los recoge y ampara.

Las editoriales, por su parte, contribuyen a este negocio del conocimiento enfermero al identificar un nicho de beneficio produciendo obras que realmente no aportan conocimiento propio enfermero, sino que adaptan conocimiento de otras disciplinas “para” las enfermeras. De ahí que encontremos textos sobre Neonatología para Enfermería, Electrocardiografía para Enfermería, Hematología para Enfermería… alimentando esa formación de profesionales tecnológicos con los que alimentar a la sanidad y servir a quienes la controlan.

En su desmesurada voracidad de negocio, la universidad privada, está haciendo intentos cada vez mayores y con mayor intensidad de presión para que se autorice la docencia virtual de los estudios de enfermería, como estrategia de captación de más clientes para su negocio. Intentos que, de momento, están siendo contenidos por la firme respuesta de organizaciones la Conferencia Nacional de Decanas/os de Enfermería (CNDE)[8].

Por último cabe destacar que la decisión de aceptar la incorporación de las universidades privadas en organizaciones como la Conferencia de Rectores de la Universidad Española (CRUE) o la Conferencia de Decanas/os de Enfermería (CNDE), entre otras, inicialmente pasaba por ser anecdótica en comparación al número de universidades públicas que las constituían desde sus inicios, sin embrago, en la actualidad, cada vez es mayor su presencia, lo que a pesar de que pueda entenderse como una forma de aunar esfuerzos y establecer estrategias conjuntas, ni los intereses, ni los objetivos, fines o metas, ni la capacidad de financiación… son similares e incluso en muchos aspectos son claramente dispares, lo que provoca una clara y manifiesta desproporción y desventaja para las universidades públicas, que debería tenerse en cuenta si queremos realmente potenciar y fortalecer la universidad pública.

La universidad pública y la privada coinciden, lamentablemente, en su afán por satisfacer las demandas de un determinado perfil profesional para cubrir las necesidades de las organizaciones sanitarias, olvidando, sobre todo la universidad pública, que ésta se debe a la sociedad en la que se integra y de la que forma parte y, por tanto, debiera adaptar sus planes de estudio a las necesidades de la misma y no a las de las organizaciones sanitarias que actúan como empresas demandadoras casi en exclusiva, convirtiendo a las universidades en “cadenas de montaje” de enfermeras para abastecer su demanda que, en la mayoría de las ocasiones, no es coincidente con la demanda social de cuidados, lo que sin duda empobrece el resultado final.

En cuanto a la sanidad existen similitudes en algunos aspectos con lo aportado hasta ahora, aunque también existen especificidades que es preciso destacar.

Las similitudes se concretan en que ambas, universidad y sanidad privadas, son empresas de negocio. Una del conocimiento y otra de la salud, pero ambas persiguen la rentabilidad y el beneficio económico como principales objetivos, lo que determina, entre otras cosas, que aspectos, tanto del conocimiento como de la salud, no sean ni tan siquiera contemplados por las empresas privadas por considerar que no puede hacerse negocio con ellos (grados de humanidades o promoción de la salud, respectivamente, por ejemplo). Otra es la connivencia en la oferta y demanda de enfermeras desde las universidades hacia las organizaciones sanitarias como ya he descrito antes.

Cabe destacar lo que algunos autores describen como teleopatía[9],[10] u obtención acrítica de resultados que desemboca en una instrumentalización de los cuidados y con ello en la formación de un perfil tecnológico de las enfermeras que se demandan desde las organizaciones sanitarias tanto públicas como privadas. Hecho que, entre otras razones, viene determinado por el modelo asistencialista, hospitalcentrista, paternalista, biologicista… que comparten y que hace que la salud sea tan solo una etiqueta, un reclamo o una anécdota en favor del exclusivo protagonismo de la enfermedad o que los cuidados sean una consecuencia, un valor o un mal menores, un complemento subsidiario y secundario, al verdadero valor que se otorga a la curación.

Sin embargo y a pesar de dichas coincidencias, las diferencias entre la sanidad pública y la privada son manifiestas en muchos aspectos y en los que tienen que ver con las enfermeras y los cuidados que prestan mucho más si cabe.

Si, en general, resulta complicada la identificación, valoración y reconocimiento de la aportación específica de las enfermeras en todos los ámbitos, en la sanidad privada, en general y salvo honrosas excepciones que siempre, aunque escasas, existen, es mucho más escasa y de menor valor. Más allá de la simpatía no suele resaltarse ningún otro aspecto o valor como reclamo fundamental de su principal oferta, la hostelera. Tan solo hay que fijarse en la publicidad que generan y en la que queda de manifiesto lo dicho, no haciendo mención alguna a ningún otro valor científico-profesional de las enfermeras. De hecho, suele existir una correlación directa entre el nivel de excelencia hostelera de la empresa y el escaso valor que se da a las enfermeras. Tanto es así que en ocasiones se recurre a la proyección de una imagen estereotipada que recuerda a un pasado que buscan recuperar y que está ligado a relaciones de subsidiariedad con la clase médica que conforma, en su mayoría, la parte empresarial además de la profesional de dichos negocios. En general, por tanto, todo redunda en una baja remuneración y unas condiciones laborales para las enfermeras muy deficitarias y precarias, sujetas siempre a criterios economicistas en contraposición a la necesidad de cuidados. De tal manera que la humanización se reduce a una mera relación de cortesía y simpatía como diseño del marketing empresarial con el que maquillar el negocio. Es curioso, aunque doloroso, que la actitud de los médicos pueda seguir siendo de distancia y prepotencia no desprovistas de mala educación, interpretándose como una cualidad de excelencia y seriedad profesional y que la contrapartida sea la exigible simpatía de las enfermeras como máximo exponente de lo que de ellas se espera y desea.

En cuanto a la gestión enfermera en estos negocios pasa a ser, en la mayoría de los casos, puramente testimonial o de maquillaje, pero con muy escasa o nula capacidad de decisión y ni tan siquiera de influencia, lo que redunda en la imagen simplista, reduccionista y almibarada, que se modela y proyecta de cara a la clientela. Finalmente, lo importante no es su competencia profesional sino su adecuada complementariedad para la imagen corporativa de la empresa.

Los negocios del conocimiento y la salud, por tanto, suponen un claro y nocivo lastre para el desarrollo científico profesional de las enfermeras al utilizar a las mismas como recursos utilitaristas para la obtención de sus beneficios empresariales en claro detrimento al desarrollo científico-profesional de la disciplina y la profesión enfermeras que, generalmente, ni tan siquiera contemplan como opción. Pero lo son igualmente para la prestación de calidad y calidez de cuidados profesionales enfermeros imprescindibles en la salud de las personas, las familias y la comunidad, más allá del idealismo de curación que dichas empresas explotan.

Todo lo cual se produce, replica y mantiene sin que a los máximos responsables profesionales y sindicales enfermeros parezca importarles demasiado dada la inmovilidad manifiesta que demuestran, contribuyendo con ella, a que se perpetúen y naturalicen dichos comportamientos y con ellos la proyección social que se genera.

Una vez más retomo la necesidad de trabajar por un contexto iberoamericano que haga frente a estas prácticas de negocio que se están generalizando a costa de las enfermeras y de la salud de la ciudadanía en nuestros países. Muchas de las cuales provienen de multinacionales del contexto anglosajón que nos sigue fascinando y nos atrapa en una trampa mortal para nuestra evolución profesional.

Algo deberemos hacer sino queremos seguir siendo el medio idóneo para el negocio de unos cuantos y la ruina científico-profesional de todas nosotras.

[1]  Especulador y experto húngaro en bolsa reconocido mundialmente. (1906 – 1999)

[2] https://www.universidades.gob.es/wp-content/uploads/2023/03/Principales_resultados_EUCT_2022-FINAL.pdf

[3] https://www.newtral.es/universidad-publica-privada/20240229/

[4] https://cadenaser.com/nacional/2024/03/13/espana-alcanza-la-cifra-record-de-124-millones-de-personas-con-seguro-de-salud-privado-cadena-ser/

[5]https://www.ine.es/dyngs/Prensa/ECV2023.htm#:~:text=El%20porcentaje%20de%20poblaci%C3%B3n%20en,%2C7%25%20del%20a%C3%B1o%20anterior.

[6] https://www.gfk.com/es/prensa/gfk-purchasing-power-2023#:~:text=A%20pesar%20de%20que%20el,el%20informe%20GfK%20Purchasing%20Power

[7] https://elobservatoriosocial.fundacionlacaixa.org/documents/242020/293244/Brechas-Fracturas+ricos+pobres_CAST.pdf/f0ae702a-90aa-bf31-2347-eb4c157dc720?t=1630924378832#:~:text=El%2044%2C1%25%20de%20la,cuando%20estos%20tenían%2016%20años.&text=Más%20de%2010%20millones%20de,de%20pobreza%20o%20exclusión%20social.&text=El%2053%25%20de%20la%20riqueza,manos%20del%2010%25%20más%20rico.

[8] https://www.redaccionmedica.com/secciones/estudiantes/enfermeria-da-el-portazo-al-grado-telematico-se-deshumaniza-el-cuidado–3281

[9] https://www.infobaja.info/teleopatia-error-imperdonable/

[10] https://diarioresponsable.com/opinion/18472-profesionales-josep-maria-lozano

MANIFIESTO ENFERMERO

 LAS ENFERMERAS LLAMAN A DEFENDER LA SALUD Y                                                       MOVILIZARSE CONTRA LA EXTREMA DERECHA Y EL FASCISMO

Más allá de ideas, partidos o posiciones, la defensa de las libertades, los derechos humanos y la dignidad guian el comportamiento y la identidad enfermera. Es por ello que, ante la utilización interesada de la libertad y la democracia de la ultraderecha y el fascismo  para lograr revertir los logros alcanzados, las enfermeras se posicionan claramente en contra y reivindican con fuerza y determinación la defensa del cuidado como antídoto ante tal deriva.

¡¡¡Está en nuestras manos y en nuestra determinación hacerlo. No miremos hacia otro lado. No permanezcamos impasibles. Actuemos para seguir avanzando!!!

Las enfermeras somos el grupo profesional encargado de prestar cuidados a las personas en cualquier circunstancia, para promover su vida y asegurar su dignidad y bienestar. Este compromiso, particularmente importante en relación con las personas vulnerables, pobres, discriminadas y oprimidas, nos lleva a unir nuestras voces para alertar contra la extrema derecha, el totalitarismo y el fascismo.

La polarización política y la creciente inequidad, donde el 1% acumula riqueza y poder, genera alienación social. Las políticas de extrema derecha prometen mejorar las condiciones de la gente y solucionar sus malestares, pero en realidad, exacerban las tensiones y crean conflicto social a través de polarizar a la sociedad fomentando la intolerancia, despreciando el cambio climático, repudiando a las personas inmigrantes y mofándose de aquellos que buscamos más igualdad.

Aprovechándose de un discurso populista, sus políticas engañosas se oponen al cuidado, la democracia, la equidad, la diversidad social, la sostenibilidad ecológica, y el derecho universal a la salud. Pretenden representar a grandes masas, cuando su foco es asegurar los intereses de una minoría depredadora.

Las enfermeras tenemos memoria y no aceptamos la reaparición y el fortalecimiento de propuestas políticas que parecían enterradas en la historia. Recordamos cómo movimientos totalitarios han llegado al poder a través de elecciones democráticas, utilizando la violencia, el odio, la desinformación y el conflicto para ganar el poder. Lo hacen apuntando, entre otros, a las mujeres y a las personas diferentes, ya sea por su raza, identidad u orientación sexual, estatus legal, religión, etnia o clase social.

Las enfermeras proponemos el cuidado como un antídoto frente a políticas de extrema derecha que nos llevan al fascismo. Cuidar a otros es esencial para la civilización y para combatir al totalitarismo, democratizando recursos y empoderando a las personas. Por ello, vemos con gran preocupación el avance de la extrema derecha, que promueve nacionalismo, autoritarismo, conservadurismo social, violencia, hostilidad y desinformación, alejándonos de una sociedad de cuidado.

Las enfermeras consideramos el cuidado como un derecho universal básico, mientras que la extrema derecha lo ve como un negocio y un privilegio. Actualmente, el totalitarismo y los grupos económicos buscan eliminar ese derecho y la cobertura universal en salud. Esto es grave, ya que, como demuestra la evidencia y manifiestan todos los organismos internacionales, disponer de cuidados adecuados es un potente nivelador de desigualdades, protege de las situaciones de desamparo y vulnerabilidad y proporciona la seguridad de conseguir una vida digna, sea cual sea la circunstancia personal o social.

Las enfermeras denunciamos el sufrimiento evitable y proponemos el cuidado como principal contención. La ideología de extrema derecha está destruyendo sistemas de salud públicos, mercantilizando la atención sanitaria, eliminando el derecho a una maternidad responsable y vulnerando la igualdad. Las enfermeras alzamos la voz contra las políticas sanitarias y sociales de esta ideología para defender el derecho al cuidado para todas las personas. Frente a la polarización, la violencia y el odio, las enfermeras proponemos el cuidado como muro de contención.

Las enfermeras pedimos a cada persona y a cada grupo una reflexión profunda sobre cómo actúa la ideología de extrema derecha destruyendo las estructuras de cobertura sanitaria, los derechos sociales y el cuidado a las personas y sus comunidades. Por tanto, llamamos a implicarse en acciones para denunciar y frenar a las organizaciones de extrema derecha, utilizando el voto, la participación y el control democrático de las políticas.

Los valores que sostienen el trabajo de las enfermeras no nos permiten permanecer indiferentes ante las consecuencias de la ideología de extrema derecha. Por eso, nosotras nos comprometemos a usar toda nuestra fuerza e influencia para movilizarnos y expresarnos frenando cualquier ideología que dificulte la consecución de la salud universal para todos, de los derechos sociales y de mejores cuidados.

 

 

Jean Watson. Doctora honoris causa por la Universidad Rovira i Virgili (2010) Rosamaría Alberdi Castell. Doctora honoris causa por la Universidad de Murcia (2016) Doris Grinspun. Doctora honoris causa por la Universidad de Lleida (2018) y por la Universidad de Burgos (2022)

Denise Gastaldo. Doctora honoris causa por la Universidad de A Coruña (2019)

María Teresa Moreno Casbas. Doctora honoris causa por la Universidad de Huelva (2023)

María Paz Mompart García. Doctora honoris causa por la Universidad de Alicante (2024)

VOLVER A EMPEZAR De la ilusión al ilusionismo

                             A Magdalena, Esther, Mª José, Carmen Pilar y tantas otras enfermeras que, con tanta ilusión, hicieron posible la APS que, desde el ilusionismo, ahora se presenta como novedad.

 

“La esperanza es un sueño despierto”.

Aristóteles[1]

 

Mentiría si dijera que no me importa e incluso ilusiona, la Estrategia de Atención Primaria y Comunitaria[2] que se inició cuando era ministra de Sanidad Mª Luisa Carcedo. Posteriormente Salvador Illa, sustituto de Carcedo tras su salida del gobierno, no tan solo mantuvo el compromiso de reforma de la Atención Primaria, sino que fue más allá planteando una reforma integral del Sistema Nacional de Salud con la constitución del grupo de expertos para el análisis, elaboración y redacción de la Ponencia del “PLAN DE ACCIÓN PARA LA TRANSFORMACIÓN DEL SNS EN LA ERA COVID”, que finalmente y una vez redactado y por razones nunca conocidas aunque sospechadas, quedó “archivado” en el cajón o papelera de algún despacho ministerial o gubernamental sin que las propuestas recogidas en el mismo para tal transformación del SNS no tan solo no se pusiesen en marcha sino que ni tan siquiera se diesen a conocer. Las presiones mediáticas, de lobbies profesionales, de la industria médico-farmacéutica y del ámbito político “propio y ajeno”, estuvieron presentes desde el inicio en el grupo constituido personalmente por el ministro Illa. La apuesta decidida y valiente del entonces secretario general de Sanidad, Faustino Blanco y su gran equipo, sufrió toda clase de presiones, incluidas filtraciones, ante tan “amenazador” panorama para los intereses de unos y otros. Finalmente, la necesidad, voluntad, ilusión, trabajo, conocimiento, motivación, implicación… por un cambio tan necesario como patente, que quedó de manifiesto tras la pandemia, fueron ocultados que no eliminados, silenciados que no olvidados, minimizados que no relegados… por quienes se niegan al cambio, la renovación, el avance, la evolución… de un sistema que consideran propio y utilizan para mantener y alimentar sus posiciones de poder a través del inmovilismo y la inacción que imprimen e imponen como la mejor manera para perpetuar su modus vivendi.

El traslado a la política catalana de Salvador Illa dio paso al anodino e insustancial José Miñones que no tan solo no hizo nada, sino que además colaboró, por acción u omisión, a que saliesen del ministerio quienes habían “osado” liderar un proceso de cambio tan “peligroso” para los poderosos. Una serie de circunstancias para, precisamente, dar respuesta a las circunstancias. Con pena y sin ninguna gloria fue el “tonto útil” para dejar las cosas dónde estaban y querían que estuviesen. Una muestra más de lo que a algunas/os decisoras/es políticos les “interesa” la Sanidad y lo poco o nada que les importa la salud.

Tras las elecciones y constituido el nuevo equipo de gobierno, se hace cargo del Ministerio de Sanidad, Mónica García, quien retoma lo iniciado en su día para cambiar el modelo de Atención Primaria incorporando con fuerza, al menos teóricamente, la Acción Comunitaria. Eso sí, cambio que deberá de desarrollarse y producirse, en el marco de un modelo de SNS que sigue sin ser objeto ni objetivo de un cambio estructural y continúa sin ser considerado prioritario, lo que alimenta las sospechas de intereses que no se centran precisamente en la salud de la comunidad y sí en la de los soberanistas de siempre.

Llegados a este punto y poniendo en valor la decisión y voluntad de quienes iniciaron el camino del cambio en Atención Primaria, no puedo dejar de expresar mi desazón por lo que supone una nueva muestra de la falta de memoria o el entierro de la misma en nuestro país, en tantos ámbitos o acontecimientos de nuestra historia reciente o pretérita, a la que no escapa el tema que nos ocupa.

Porque se relega al olvido el camino iniciado con gran ilusión en 1985, por parte de unas/os profesionales que creyeron y se implicaron en la puesta en marcha de lo que vino en denominarse el nuevo modelo de Atención Primaria de Salud (APS) y que emanaba de la Declaración de Alma Ata de 1978[3] recogida normativamente en la Ley General de Sanidad de 1986[4], impulsada por el entonces ministro de Sanidad, Ernest Lluch. Ilusión que equilibraba la falta de conocimientos sobre este nuevo modelo; la pobre organización existente que hubo de paliarse conforme se implementaba; la falta de experiencia para trabajar en equipo; la ausencia de referencias propias que exigían una mirada a contextos ajenos no siempre extrapolables a nuestra realidad; las nuevas competencias enfermeras que le otorgaban un papel relevante en el desarrollo del modelo con la incorporación, entre otras, de la consulta enfermera que generó una respuesta defensiva por parte de los médicos con constantes demandas por supuesto intrusismo profesional que los tribunales se encargaron de rechazar sistemáticamente a través de las sucesivas sentencias en dicho sentido; la recién incorporada especialidad de Medicina Familiar que generó importantes conflictos y cismas interprofesionales; la inexistente experiencia en atención comunitaria que provocó muchos recelos y resistencias; la falta de experiencia participativa de la población… Ilusión, por otra parte, que permitió superar las barreras, salvar los contratiempos, resolver los conflictos y generar una nueva realidad que fue construyéndose conforme se avanzaba a pesar de las/os escépticas/os y las/os inmovilistas.

Fueron múltiples las iniciativas, estrategias, proyectos y programas que se plantearon y desarrollaron en una incipiente acción comunitaria que requirió, aunque no se identificasen y relacionasen los conceptos, de la participación comunitaria, la intersectorialidad y el trabajo en equipo que pasaba de la multidisciplinariedad inicial a la interdisciplinariedad como paso previo a una cada vez mayor transdisciplinariedad, superados los recelos iniciales entre disciplinas por las competencias.

La Historia de Salud integral recogía información de salud y no tan solo de enfermedad. Los tratamientos farmacológicos se fueron reduciendo en favor de respuestas terapéuticas diversas. La referencia profesional y social de las enfermeras comunitarias fue incrementándose de manera progresiva como respuesta a la prestación de unos cuidados que trascendían el centro de salud para situarse en la comunidad con el objetivo de trabajar con ella. La asistencia fragmentada y por patologías de las consultas enfermeras, inicialmente miméticas a las de los médicos, dio paso a una atención integral, integrada, integradora y longitudinal a las personas a lo largo de todo su ciclo vital. Las visitas domiciliarias dieron paso a la atención familiar domiciliaria que permitía el desarrollo de intervenciones que se articulaban con la atención individualizada y grupal y la atención comunitaria. La investigación sobre temas de interés comunitario fue adquiriendo relevancia y generando evidencias que justificaban científicamente las intervenciones y los cuidados prestados. La participación en actividades científicas propias de Atención Primaria, Salud Pública y Comunitaria, Enfermería Comunitaria propiciaban el intercambio de conocimientos y experiencias que enriquecían el acervo científico propio. La constitución de Sociedades Científicas en Enfermería Comunitaria como la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC)[5] configuró un nuevo panorama científico profesional que dotaba de madurez y solvencia a las enfermeras comunitarias. El planteamiento de una necesaria y potente especialidad de Enfermería Comunitaria fue el punto de partida necesario para la que sería la actual especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria[6]. La identificación de la enfermera de referencia con población específica asignada. La incorporación de las Direcciones Enfermeras al mismo nivel que el resto de direcciones (médica y administrativa) en los organigramas, aunque con una capacidad en la toma de decisiones limitada y subsidiaria, en un proceso de maquillaje que no lograba revertir la tendencia médico-soberanista… fueron algunos de los avances que se lograron en los primeros años de andadura de la APS.

Pero el paso del tiempo y la desidia, cuando no la estrategia para que languideciera, de las/os gestoras/es favoreció una pérdida progresiva del protagonismo médico hegemónico consecuencia, entre otros factores, de la progresiva dinámica asistencialista y paternalista que imprimían los médicos a su actividad alejándose cada vez más del perfil que, inicialmente al menos, se proponía en su especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Fueron interiorizando que la misma se alejaba de su evidente interés por la enfermedad y la tecnología, en una comparativa permanente con sus colegas del Hospital que eran vistos con recelo al tiempo que con envidia y correspondidos por estos con indiferencia y desconsideración. Todo ello, fue posicionando a los médicos en general, con honrosísimas excepciones, en una actitud de pasividad y disconformidad que deterioró tanto la imagen interna como externa proyectada a la sociedad, lo que provocó una pérdida progresiva de interés por dicha especialidad y por las plazas de APS, al tiempo que se generaba una distancia evidente con la población que, además, provocaba una demanda inducida, creciente e insatisfecha.

El abandono, por parte de las/os decisoras/es políticas/os y sanitarias/os del modelo de APS inicial por un modelo que actuase como recurso secundario a las necesidades del hospital fue vaciando de contenido a los centros de salud y a sus equipos, que volvieron a tener una relación de trabajo multidisciplinar, es decir, de profesionales de diferentes disciplinas trabajando en un mismo espacio, pero sin que existiese comunicación ni se identificasen objetivos comunes. La generación de compartimentos estanco dentro de los equipos, con una visión cada vez más reduccionista de la salud en beneficio de la enfermedad limitaba o impedía la continuidad de atención y de los cuidados. La colonización de pruebas técnicas derivadas del hospital (retinografía, fondo de ojo, Doppler, Sintrom…) con el argumento de acercarlas a la población, desplazó la actividad comunitaria, fundamentalmente la de las enfermeras que eran quienes asumían su realización, a una simple anécdota. La imagen idealizada de las plazas de enfermeras comunitarias, generada por los sindicatos como un destino de reposo en el que poder jubilarse tranquilamente, junto a una inadmisible pero aceptada connivencia de la administración sanitaria, que despreciaba tanto el trabajo de las enfermeras comunitarias como lo que representaba la APS, condujo a un “desembarco” masivo de enfermeras desde el hospital con el único objetivo, salvo casos muy contados, de alcanzar ese “paraíso” que les habían vendido los sindicatos y propiciaba permisivamente la administración con traslados masivos e irracionales, con la colaboración inestimable de las Direcciones Enfermeras que actuaron como cadenas de transmisión en lugar de hacerlo como murallas de contención. Este progresivo desplazamiento de enfermeras comunitarias por hospitalarias en busca de la jubilación ideal se tradujo en una pérdida progresiva de la imagen renovada, próxima, de confianza, resolutiva, autónoma… que inicialmente habían logrado configurar las enfermeras comunitarias. Ello condujo a que se acomodaran en unas consultas enfermeras que actuaban como nicho ecológico de su actividad, configurándolas, cada vez más, como su zona de confort, lo que se traducía en un abandono progresivo y sistemático de todo aquello que las definía e identificaba como enfermeras comunitarias. Recuperando una imagen cada vez más próxima a la figura secundaria y subsidiaria de los médicos en un entorno que fue perdiendo toda su identidad para aproximarse a la de los antiguos y desaparecidos ambulatorios como si se añorara su recuperación.

La identificación de una situación crítica de la APS que se vio reforzada con la pandemia de COVID 19 hizo, como ya he comentado, que se plantease un cambio de modelo.

Pero llegados a este punto no puedo por menos que reflexionar sobre este proceso que parece plantearse como una gran innovación o una conquista novedosa. Porque ni se trata de una innovación, ni para nada es una novedad. Pretender venderlo como tales es no tan solo un engaño fruto del ilusionismo, sino que supone una traición y un evidente desprecio hacia quienes, en su momento, con su trabajo, implicación e ilusión, sentaron las bases de lo que es verdaderamente la APS.

Todo lo que actualmente se plantea como estrategias novedosas, salvo aquellas relacionadas con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) por razones obvias, se llevó a cabo entonces por parte de las/os profesionales que creyeron y apostaron por la APS dotándola de sentido, conocimiento, estructura, organización…

Por tanto, se trata realmente de un “Volver a Empezar”. Con nuevas energías, con nuevas ilusiones, con nuevos compromisos… que no puede ni debe hacer olvidar a quienes lograron que la APS fuese lo que ahora se plantea que sea. Es por ello que sería bueno que se contase con ellas/os como referentes imprescindibles de lo que pudo ser y no fue. Pero no porque ellas/os no quisieran, sino porque ni los poderes públicos ni los mediáticos ni los fácticos quisieron realmente que fuera. No interesaba contar con un modelo que ponía en riesgo el modelo asistencialista que supone el Hospital como centro de referencia del poder médico. No interesaba un modelo centrado en la salud que desplazaba a la enfermedad del foco de atención. No interesaba un modelo que identificaba los activos para la salud, la promoción de la salud, la participación comunitaria, los recursos comunitarios… como ejes de su desarrollo en detrimento del modelo patogénico y farmacológico. No interesaba un modelo que contenía el crecimiento del negocio de la salud por su eficacia y eficiencia además de por su humanización.

No se trata tan solo de plantear viejas fórmulas para nuevos tiempos en una especie de espiral del tiempo que se asimile a la nostalgia y no a la ciencia. Se trata de sentar las bases de una APS en la que además de las estrategias que se plantean en el Marco Estratégico, se planifiquen las bases en las que se cimenten y desarrollen y se dote presupuestariamente como corresponde, si realmente se quiere que consoliden y adquieran la fortaleza necesaria.

Resulta necesario que no se repitan errores del pasado en base a decisiones que obedecen a intereses oportunistas y no a realidades sociales y de salud pública y comunitaria. La “nueva” APS debe erradicar los viejos planteamientos sanitaristas que siguen esgrimiendo diferentes sectores médicos desde el alarmismo, el victimismo, el sensacionalismo y la manipulación de la realidad. Las enfermeras comunitarias deben dejar de lamentarse y deben asumir la responsabilidad de sus competencias autónomas para trabajar de manera activa y decidida en favor de la salud y los derechos humanos, situando sus cuidados al nivel de la dignidad humana. La APS no puede ni debe modelarse para adaptarla a las necesidades o deseos de nadie más que los de las personas, las familias y la comunidad. No debería tampoco servir para introducir competencias con calzador que traten de justificar un error histórico como el de incluir pediatras en APS, como sucede con las revisiones para detectar adicciones a la tecnología y una orden de alejamiento virtual que se recogen en la nueva ley de protección de menores[7]. Tampoco puede ni debe ser el reservorio de todo aquello que no quiere hacer el Hospital. Ni puede ni debe ser el refugio de profesionales de muy diversas disciplinas convirtiendo a los centros de salud en centros de especialidades sin sentido y en contra de los equipos básicos. Tampoco puede ni debe ser un modelo sin estructura y organización y sin una exigible planificación con identificación, definición y articulación clara de las competencias de las/os profesionales que desarrollen su actividad en la misma.

En cualquier caso y antes de presumir de AP por Europa[8], estaría bien que se consensuase de qué debemos presumir, quienes deben de hacerlo y qué debemos cambiar. No hacerlo es situarnos en un nuevo y peligroso riesgo de ilusionismo, que no de la ilusión. Porque “Nada es más triste que la muerte de una ilusión” (Arthur Koestler)[9]

[1]  Filósofo, polímata y científico griego nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia. (384 a.C.-322 a.C.)

[2] https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2019-6761

[3] https://www.paho.org/es/documentos/declaracion-alma-ata

[4] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1986-10499

[5] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/

[6] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2010-10364

[7] https://elpais.com/sociedad/2024-06-03/la-nueva-ley-de-proteccion-de-menores-incluira-revisiones-en-el-pediatra-para-detectar-adicciones-a-la-tecnologia-y-una-orden-de-alejamiento-virtual.html

[8] https://x.com/javierpadillab/status/1797584858996490467?s=48&t=hWrkDdp_ubsCtlK9h2pmbA

[9] Novelista, ensayista, historiador, periodista, activista político y filósofo social húngaro de origen judío (1905-1983).