HÁBITOS SALUDABLES, SALUD Y CORRESPONSABILIDAD.

            Parece que nadie pueda tener dudas sobre que significa o a qué nos referimos cuando hablamos de hábitos saludables. Sin embargo, resulta complicado establecer una definición precisa de lo que entendemos por hábitos saludables.

            Relacionándolo con el concepto de salud de la OMS se pueden definir los hábitos de salud como “todas aquellas conductas y comportamiento que tenemos asumidas como propias y que inciden prácticamente en nuestro bienestar físico, mental y social”. Sin embargo esta definición está cuestionada ya que se la considera una definición ideal a la que difícilmente puede llegar nadie.

            Separando los términos, el Diccionario de la RAE define hábito como modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas. Y en psicología es cualquier comportamiento repetido regularmente, que requiere de un pequeño o ningún raciocinio y es aprendido, más que innato. Por su parte saludable es definido como “que sirve para conservar o restablecer la salud corporal”

            Parece pues claro que se trata de que las personas y las comunidades en que conviven sean capaces de adquirir una forma concreta de comportarse o relacionarse que genere salud.

            Pero como quiera que tampoco la salud puede ser definida de manera unívoca es por lo que la generación de la misma dependerá de la forma en que se interprete, se viva, se comparta, se adquiera… y todo ello teniendo en cuenta los contextos sociales, políticos, económicos, culturales… que inevitablemente influirán en la forma de alcanzar hábitos que puedan ser identificados por todos como saludable y no tan solo por quienes desde su posicionamiento profesional o técnico así lo determinen.

            Y teniendo en cuenta además que toda definición en sí misma es ideológica y no está libre de interpretaciones e intenciones interesadas resulta importante partir de una definición menos habitual y dogmática, como la planteada por Jordi Gol[1] que decía que “La salud es aquella manera de vivir que es autónoma, solidaria y gozosa”,  para entender mejor a qué nos referimos cuando hablamos de hábitos saludables.

            Desde la perspectiva de la autonomía, las personas tienen la libertad de poder escoger aquello que consideren que más les conviene, ya sea por tener razones fundadas para ello o por simple intuición. Pero para ello se precisa que las personas tengan acceso a una buena, correcta y amplia información que les facilite generar un análisis reflexivo y crítico para elegir con criterio y sin manipulaciones sobre su salud. Salud como ámbito personal en el que se incorporan los valores personales y colectivos que condicionan la estructura sanitaria tan acostumbrada a la imposición de normas y hábitos de conducta para alcanzar una supuesta buena salud a base de “sus hábitos saludable”.

            Por su parte la solidaridad es imprescindible en el desarrollo de la autonomía personal y colectiva. No es posible alcanzar autonomía sin contar con quienes constituyen la comunidad. Para lograr un contexto saludable es imprescindible generar estrategias solidarias que contribuyan a la mejora individual y colectiva de la salud. Desde la individualidad, no se puede nunca generar salud y, por lo tanto, tampoco hábitos saludables.

            Por último para vivir en salud es necesario poder disfrutar con la realidad que se vive tanto individual como colectivamente. Aunque la realidad que se vive sea mejorable. Tan solo desde una perspectiva positiva de esa realidad será posible desarrollar hábitos saludables que no sean interpretados o identificados como elementos restrictivos, penalizadores o generadores de insatisfacción para el logro de algo, básicamente positivo y por todos deseado, como la salud.

            Desde la perspectiva profesional desde la que se aborda este tema, por cuanto quien la hace lo es y forma parte de un colectivo como el de las enfermeras comunitarias a las que tanta influencia se les atribuye en la generación de los hábitos saludables, y teniendo en cuenta el planteamiento de salud desde el que se fundamenta mi exposición, debemos eliminar la tentación de imponer nuestros criterios, por fundamentados que estén, para posicionarnos con las personas y la comunidad en la búsqueda de aquellas conductas que sean capaces de generar salud. Para ello se deberá tener en cuenta:

  1. El deseo de cambiar.
  2. Creer que se puede cambiar.
  3. Conocer los beneficios de cambiar.
  4. Consensuar los cambios que se deben incorporar en el estilo de vida de las personas y comunidades.

            Las enfermeras comunitarias tienen el conocimiento, las capacidades y las competencias necesarias para favorecer este cambio desde una perspectiva de participación activa en el que prime el respeto a la autonomía personal, se fomente la solidaridad y se viva de manera plena y satisfactoria el cambio y la realidad que se pretende alcanzar.

            La simple repetición, la información unidireccional, los mensajes culpabilizantes, las normas impuestas, las enseñanzas conductistas… se han mostrado claramente ineficaces en la modificación de conductas que puedan llevar a la adquisición de un hábito saludable. Tan solo desde planificación compartida, entre profesionales y personas/comunidad, de estrategias de intervención individual y colectiva en las que se pacten objetivos y se evalúen resultados será posible identificar, desear y lograr hábitos saludables.

[1] Jordi Gol i Gurina,  X Congrès de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana, celebrado en Perpignan, 1976.

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