Al dicho o hecho que parece contrario a la lógica, se le denomina paradoja.
Y esto es precisamente lo que parece desprenderse de la actuación que tanto por acción como por omisión llevan a cabo las administraciones públicas con relación a las enfermeras.
Trato de explicarme. Con los cambios acontecidos en los estudios universitarios, como consecuencia de nuestra incorporación en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), las enfermeras nos situamos en igualdad de condiciones a cualquier otra disciplina a nivel académico. El Grado, al igual que el resto de disciplinas, es el nivel que permite la incorporación en el mercado laboral, con independencia de posteriores estudios de desarrollo académico o profesional tales como los Masters, el Doctorado o, en el caso español, las especialidades que siguen un proceso diferente al universitario.
El problema viene cuando las enfermeras se incorporan a las instituciones sanitarias. Por lógica, y aquí se empieza a fraguar la paradoja, su incorporación debería ser como profesionales de nivel A. Y lo son, pero con la salvedad que para las enfermeras se genera una subcategoría, la A2, que nos sitúa en el mismo nivel que antes de la reforma, en que éramos profesionales de nivel B porque los estudios de enfermería eran de diplomatura en comparación con los de Licenciatura del resto, que eran de nivel A. Por lo tanto, la situación actual tan solo se entiende por tener que compartir un mismo escenario de trabajo con profesionales de la medicina, que por el hecho de que sus estudios de Grado, por criterios marcados por la Comunidad Europea, sea de 6 cursos en lugar de los 4 del resto de titulaciones, se determina que deben tener un nivel diferente al de las enfermeras, situándoles en el nivel A1. Hasta aquí incluso podría entenderse como lógica esta diferencia en función de los años dedicados a los estudios, sino fuese por el hecho de que dicha diferencia tan solo se establece con las enfermeras. Abogados, Economistas, Psicólogos, Físicos, Químicos, Biólogos… cuyos estudios de Grado son de 4 cursos como los de las enfermeras y trabajan en la misma administración sanitaria compartiendo igualmente escenario de trabajo con los médicos, son automáticamente incorporados en el nivel A1. Esto, más allá de las consecuencias económicas evidentes ligadas al nivel en que se incorpora cada profesional, tiene efectos discriminatorios y de evidente desigualdad de oportunidades. Una enfermera, por el hecho de que la Administración le sitúa en el nivel A2, no puede optar a puestos de responsabilidad de alto rango en los organigramas, como Consejerías, Direcciones Generales… reservadas tan solo para los profesionales de nivel A1, todo ello con independencia de las capacidades, preparación… que una enfermera tenga, lo que les sitúa en clara y manifiesta desigualdad con profesionales como Abogados, Economistas, Psicólogos, Físicos, Químicos, Biólogos… que si pueden acceder a dichos cargos por su consideración de profesionales de nivel A1. De tal manera que quedamos relegadas, en el mejor de los casos, a ser asesoras, es decir con derecho a opinar, pero no a decidir. Y ya está establecida finalmente la paradoja. Paradoja que no tan solo no se cambia, sino que se resisten a cambiar quienes tienen la capacidad de hacerlo, es decir, los decisores políticos. Así pues, queda clara la falta de voluntad política en solucionar una clara y manifiesta discriminación hacia las enfermeras.
Puede argumentarse que el “esfuerzo añadido” que tienen que realizar los médicos debe ser compensado económicamente de alguna manera, lo que entiendo puede tener cierta lógica, pero que no debería llevarse a cabo con menoscabo a los derechos de otros profesionales como las enfermeras y en clara diferencia con otros profesionales como Abogados, Economistas, Psicólogos, Físicos, Químicos, Biólogos… La cuestión podría solventarse situando a todos los profesionales de Grado en el nivel A1 y estableciendo complementos que compensasen esa diferencia que parece ser quiere mantenerse a toda costa entre médicos y enfermeras. Esto permitiría que todos los profesionales estuviesen en idénticas condiciones de acceso, por capacidad y mérito, para acceder a un puesto de responsabilidad.
Queda pues clara y manifiesta la paradoja, al ser contrario, no tan solo a la lógica sino incluso a las evidencias, el que las enfermeras no puedan tener la consideración de profesionales de nivel A1 como sucede, por ejemplo, en la Universidad.
Parece que lo que se pretende es mantener la jerarquización y el clasismo, a pesar de que la lógica indica todo lo contrario, aunque ello suponga, en muchos casos, que se anule la posibilidad de contar con profesionales idóneos para ocupar cargos de responsabilidad.
Las enfermeras queremos y exigimos igualdad de oportunidades con el resto de profesionales de las Organizaciones en las que trabajamos. No pedimos tratos de favor, ni excepcionalidades, como tampoco las tenemos en otros ámbitos como la Universidad, en donde, paradójicamente también, se da la circunstancia contraria, al tener que competir en igualdad de condiciones para el acceso a puestos docentes o de investigación según los criterios marcados por la ANECA, sin tener en consideración diferencias claras en el tratamiento que se deberían contemplar en función de las disciplinas y que evidentemente nos perjudica gravemente a las enfermeras.
Es decir que por activa o por pasiva las enfermeras somos discriminadas y claramente apartadas de oportunidades de acceso a puestos y cargos en las administraciones en las que trabajamos. ¿Tanto miedo tienen a que hagamos las cosas bien y les dejemos en evidencia?
Y en todo este panorama de desigualdad manifiesta ¿qué hacen las fuerzas sociales que en teoría nos representan? Sería bueno que en algún momento lo explicasen.