Desde que en 1977 se consiguiera que la enfermería entrara por méritos propios en la Universidad han pasado muchas cosas. Muchas cosas para un período tan corto en la vida de una disciplina, de una ciencia.
Enfermería ha tenido que recuperar, en este tiempo, mucho del recorrido que por diferentes y, en ocasiones, complicadas circunstancias le habían impedido avanzar como disciplina. Y hacerse visible como ciencia, a pesar de la evidente aportación social que hasta el momento había venido realizando a través de la prestación de cuidados profesionales. Además lo ha tenido que hacer superando muchos de los obstáculos que tanto desde dentro de la propia enfermería como fuera de ella han dificultado el avance iniciado en 1977.
Sería difícil, y escapa al objetivo de este editorial, hacer un análisis pormenorizado de lo comentado, por lo que me centraré en la realidad de “dónde estamos” y la predecible visualización de “a dónde vamos”; tratando de hacerlo con la mayor objetividad posible que el subjetivo discurso personal permite.
Muchas enfermeras han tenido que hacer en estos años un gran esfuerzo para poder alcanzar el máximo nivel académico dadas las limitaciones que han existido en el desarrollo disciplinar. El innegable logro de la entrada en la Universidad no tuvo el recorrido deseado y esperado para lograrlo a través de Enfermería, por lo que tuvieron que escoger vías alternativas para lograrlo.
Las primeras enfermeras doctoras, por lo tanto, lo eran académicamente pero en otras disciplinas. Estábamos ante una realidad que si bien satisfacía los intereses personales de quienes tenían una inquietud y un estímulo por lograrlo, no lo hacía de igual manera en el ámbito colectivo ya que permitía crecer a otras ciencias a expensas de dicho interés personal en detrimento de la enfermería que seguía estancada sin posibilidad de crecer.
Esta sangría académica se producía de manera paralela al esfuerzo que, desde diferentes ámbitos académicos y profesionales, se realizaba por conseguir desbloquear el incomprensible tope al que estábamos sometidas las enfermeras. En ocasiones, incluso, con decisiones de última hora y muy discutibles, que dieron al traste con la que parecía una solución de consenso.
Mientras este trabajo, en apariencia infructuoso, se producía se empezaba a construir el que se vino a denominar Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). La Sorbona, Bolonia, Praga, Berlín, Bergen, Londres… fueron sedes de importantes declaraciones de los países miembros tendentes a configurar un nuevo escenario común universitario.
España como país miembro de la Unión Europea y Enfermería como disciplina de pleno derecho del ámbito universitario se incorporaron de manera activa en la construcción de este Espacio.
El suplemento al título, los ECTS (Europen Credits Transfer System), el Tunning, las competencias, los títulos de grado… fueron configurando un nuevo lenguaje que permitiera el entendimiento de todos cuantos se sumaron a tan ambicioso proyecto.
En nuestro país se fueron sucediendo las normativas que daban soporte legal a los cambios necesarios para hacer realidad el nuevo paradigma de enseñanza aprendizaje.
El libro Blanco de Enfermería surgido del proyecto Tunning supuso un antes y un después en el futuro inmediato de nuestra disciplina y el punto de inflexión sobre el que se empezó a construir la nueva realidad académica de la Enfermería española.
Pero mientras la configuración de los nuevos títulos de grado seguía avanzando, y aunque pueda parecer paradójico, los títulos de posgrado tomaban delantera y significaban la verdadera piedra angular del desarrollo disciplinar enfermero. El en apariencia infructuoso trabajo realizado hasta ese momento por diferentes Universidades españolas que habían apostado de manera clara y decidida por un desarrollo plenamente enfermero a través de la puesta en marcha de Títulos Propios de Enfermería, dio como resultado la aprobación de los primeros Másteres Oficiales en Ciencias de la Enfermería como respuesta al nuevo ordenamiento académico surgido del EEES.
Ahora mismo cuando el futuro más inmediato pone como fecha tope el curso 2009-2010 para la puesta en marcha de los nuevos planes de estudios que permitan alcanzar los títulos de Grado de Enfermería, se está en un proceso de vital importancia para el futuro tanto académico como profesional de las enfermeras españolas. Se trata de poner en marcha nuevas titulaciones que den respuesta a las demandas de la comunidad a la que se debe prestar cuidados mediante las correspondientes competencias. Pero se trata también de que estos nuevos planes de estudios permitan formar a enfermeras que eliminen las diferencias que hasta la fecha nos han impedido avanzar. Y se trata de que podamos alcanzar las máximas cotas de desarrollo profesional y académico desde nuestra ciencia enfermera; con pleno respeto a otras ciencias, pero sin ningún tipo de complejos. En igualdad de condiciones y de oportunidades.
El Grado de Enfermería, por lo tanto, supone un nuevo grado de avance. Un nuevo grado de entendimiento. Un nuevo grado de competencia. Y sobre todo un nuevo grado de madurez. La enfermería española ha alcanzado la mayoría de edad con resultados brillantes. Ahora se trata de que con el esfuerzo compartido en este nuevo escenario seamos capaces de conjugar la experiencia acumulada, con la motivación del futuro inmediato y la expectativa del cambio esperado y deseado. Seguro que aparecen nuevos obstáculos. Seguro que surgen nuevos inconvenientes. Pero ahora ya desde la igualdad efectiva se pueden afrontar sin miedos, complejos, ni recelos.
Todas las enfermeras debemos de identificar esta nueva realidad como una oportunidad y una fortaleza. Nace del ámbito académico, de la teoría. Pero no es exclusivo del mismo, sino que comparte espacio con la práctica, con la atención. No se trata por lo tanto de una dicotomía desde la que generar discrepancias y distanciamientos. Sino de una interrelación desde la que construir una nueva y esperanzadora realidad enfermera.
Editorial Rol de Enfermería 2008, julio-agosto 31(7-8): 5