Nos esforzamos en dar una imagen, que lamentablemente dista mucho de ser la deseada. Una imagen de respeto, igualdad y tolerancia hacia el diferente en raza, religión, pensamiento, inclinación sexual o simplemente en función del género. Y por mucho que nos empeñamos, la realidad es muy tozuda y nos sitúa en lo que verdaderamente somos, aunque queramos maquillarlo de democracia, libertad y permisividad. Mancillando, manoseando y utilizando de manera totalmente interesada valores tan nobles.
No me voy a detener en un análisis que ni por mis conocimientos ni por el espacio que se requiere para ello dispongo. Pero sí que lo voy a hacer sobre la desigualdad de género. No porque sea un experto en la materia. Ni mucho menos, dada mi condición masculina, porque la haya padecido como tal. Pero sí que la padezco como enfermera. Sí, como enfermera macho, pero como enfermera.
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