En 1993, Antonovsky definió el término “salutogénesis” como el proceso del movimiento que va hacia el extremo de la salud en un continuo bienestar-enfermedad. Por su parte, en 1995, Grotberg definió “resiliencia” como la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e, inclusive, ser transformados por ellas.
Tanto una como otra supusieron, sin duda, una forma positiva de contemplar y vivir que generó movimientos importantes en torno a la promoción de la salud, aunque también es cierto que no todos entienden dichos conceptos desde la misma perspectiva y esto conduce a que en ocasiones se desvirtúen, cuando no se manipulen, claramente.
La salud individual y colectiva debería ser entendida y respetada por todos desde una misma perspectiva de respeto e igualdad. Sin embargo, en momentos de crisis como los que hemos y continuamos viviendo, a pesar de los intentos interesados en hacernos creer que ya ha pasado, hay quienes utilizan la resiliencia de manera oportunista y con claro interés mercantil, lo que sin duda se aleja de la salutogénesis, al menos si tomamos como referencia la definición de salud como aquella manera de vivir autónoma, solidaria y gozosa, que hizo Jordi Gol.
Esto queda patente en múltiples organizaciones sanitarias públicas, concertadas y privadas con las contrataciones de enfermeras y enfermeros en condiciones precarias.
Los turnos en los hospitales, que eufemísticamente se han disfrazado de turnos antiestrés, ponen en peligro no tan solo la salud de los profesionales enfermeros sino la de las propias personas a las que se atienden. Turnos de 14 o 17 horas continuadas o turnos de noches sin día de descanso posterior son solo algunos de los ejemplos que se están dando. A esto hay que añadir la rotación por múltiples servicios cubriendo “huecos”, el tener que asumir competencias de auxiliares por no haber en los turnos o las llamadas de última hora para cambiar turnos o atender todo tipo de demanda que se presente y que impiden cualquier programación de la vida personal y que aceptan ante el chantaje que se genera en un desequilibrado y artificioso panorama de oferta y demanda que propicia todo este abanico de desmanes. Eso sin contar con los contratos de media jornada o por horas.
Esta es la “resiliencia” de muchos gestores para hacer frente a las supuestas adversidades derivadas de una crisis que utilizan de manera interesada para “jugar” con las enfermeras/os en un juego en el que estos tan solo son piezas que colocar en “sus” tableros para transformar la crisis en oportunidad.
Todo esto sucede sin que, al menos aparentemente, nadie diga o haga nada por remediarlo, por poner un poco de cordura y de dignidad en el desarrollo profesional y en la atención que se presta. Como si todo lo que su- cede no vulnerase los derechos que como trabajadores y como personas tienen las enfermeras y enfermeros. Como si todo valiese con el fin de poder trabajar unos días o unas horas aunque esto suponga hacerlo en condiciones muy poco saludables, en instituciones en las que, al menos en apariencia, se trabaja por la salud.
Parece que las instituciones sanitarias están muy lejos de ser entornos saludables en los que la salutogénesis, la resiliencia y la promoción de la salud sean principios básicos en lugar de referencias interesadas con las que deslumbrar puntualmente. Deberíamos generar resiliencia y resistencia ante estas situaciones mercantilistas que nos desprestigian como profesionales y nos degradan como personas. Trabajar es un derecho que no puede ni debe ser subyugado a los caprichos de intereses que nada tienen que ver con la calidad, la eficacia y la efectividad.
Los agentes sociales y profesionales, por su parte, en algún momento se deberían plantear si su actitud de aparente indiferencia no estará alimentando, cuando no alentando, a que se perpetúen estas condiciones de trabajo.
Hace poco un empresario hotelero denunciaba las prácticas de explotación a las que se sometía a los trabajadores de su sector. A lo mejor no estamos tan lejos de lo que ocurre con las camareras de habitación.
Y mientras todo esto sucede seguiremos oyendo que la crisis ya es pasado y nos lo creeremos.
Editorial Metas Enferm feb 2017; 20(1): 3