¿QUIÉNES SON LA VERDADERA MANADA?

Como enfermeras comunitarias atendemos y prestamos cuidados a personas, familias y comunidad. Pero esto es algo que ya se sabe o cuanto menos se intuye. La verdadera cuestión es cómo atendemos y prestamos esos cuidados.

                Evidentemente no es momento ni lugar para disertar sobre las competencias enfermeras y de cómo las desarrollamos. Pero sí que lo es de explicar lo difícil que resulta, muchas veces, poder identificar los problemas de salud de las personas con las que interactuamos diariamente.

                Sería absurdo pensar que las personas manifiestan sus sentimientos, emociones, frustraciones, tristezas, fracasos, miedos, incertidumbres… de manera abierta, directa y espontánea, por mucha confianza que exista con la enfermera.

                Precisamente, en ese clima de confianza que se ha ido trabajando entre la enfermera y las personas atendidas es en el que, de manera sutil y con la excusa de algún signo o síntoma no siempre real, las personas que hablan con una enfermera trasladan ciertos mensajes que tratan de llamar su atención, para ver si es capaz, cuanto menos, de darse cuenta de que está tratando de decirnos que tiene un problema. Y es la enfermera la que a través de la observación, la escucha activa, la empatía… debe ser capaz de identificar esa señal de alarma para llegar a donde la persona desea que lleguemos.

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ENFERMERÍA COMUNITARIA. TIEMPO DE ESPERANZA O ESPERANZA EN EL TIEMPO?

En sus más de 20 años de vida, la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), se ha caracterizado por su empeño permanente en defensa de la Enfermería Comunitaria.

Al principio sentando las bases y generando el marco de nuestra actuación en la Comunidad en el entonces denominado Nuevo Modelo de Atención Primaria.

Posteriormente trabajando intensamente para justificar y y dotar de entidad científica la demanda de la Especialidad de Enfermería Comunitaria. No en vano la AEC elaboró la primera propuesta seria, fundamentada y rigurosa de la especialidad, que fue modelo y referencia hasta que se logró finalmente la especialidad.

En ese itínere se siguió trabajando intensamente en el desarrollo de la enfermería comunitaria a través de grupos de trabajo, comisiones, posicionamientos, documentos… que fueron definiendo nuestro perfil científico-profesional alejado de planteamientos populistas, oportunistas y demagógicos. Perfil que nunca hemos intentado eliminar, ocultar o disimular en función de las circunstancias. La AEC siempre fue coherente con sus planteamientos, equivocados o no, y no cayó en la tentación de cambiar de rumbo para aprovechar las circunstancias. Esto nos generó ciertos problemas y dolorosas rupturas que el tiempo se ha encargado de clarificar a favor de la AEC. Siempre mantuvimos nuestra identidad y nuestra meta en defensa de una Enfermería Comunitaria que algunos quisieron aprovechar en beneficio propio.

Llegado el momento en el que finalmente se iba a aprobar la especialidad AEC volvió a posicionarse sin ambigüedades en contra de la propuesta de especialidades que se presentaba. Desde AEC se argumentó mediante la aportación de documentos su oposición a perder la denominación que siempre nos definió para adoptar la de otro colectivo profesional y a la forma de desarrollo que se determinaba en el entonces borrador. Las prisas, nunca esclarecidas aunque manifiestamente claras, por aprobar dicha regulación condujo a la pubicación del Real Decreto de Especialidades de Enfermería en 2005.

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NORMALIDAD, EXCEPCIONALIDAD Y SENTIDO COMÚN

Con mucha frecuencia actuamos, trabajamos, hablamos, decidimos… en lo que consideramos límites de la normalidad. Es decir, aquello que es general o mayoritario o que ocurre siempre o habitualmente y que no produce extrañeza.

Otra cosa es cuando a alguien que así actúa se le pregunta por el por qué de su actuación, trabajo, lenguaje o decisión… y su respuesta es, habitualmente, porque siempre se ha hecho así o porque es lo normal.

Normal con relación a qué, en base a qué… Esa es la cuestión. Pero lo cierto es que este modo de actuar hace que se perpetúen hechos, comportamientos o actuaciones que no tienen ningún sentido, que no se rigen por ninguna evidencia o razonamiento y que se mecanizan incorporándolos como norma de actuación. Es decir, se convierte en norma aquello que se repite muchas veces aunque no se sepa porque se hace.

Trasladando esta reflexión al ámbito de la actuación enfermera nos encontramos con algunas “normas” que están instaladas de manera “normal” en nuestra actividad diaria sin que nadie sea capaz de argumentar convincentemente su mantenimiento. Así nos encontramos con la habitual norma de tomar la temperatura a todas las personas ingresadas en una unidad de hospitalización a las 07:00 de la mañana, lo que supone despertarlas, cuando, además, han podido pasar una mala noche. Y por qué? Pues porque siempre se ha hecho… O que se indique a los familiares que acompañan a la persona ingresada que se salgan de la habitación cuando se va a proceder a la higiene o la cura de alguna herida, dándose la paradoja de que cando regrese a su domicilio ese mismo acompañante, posiblemente, tenga que realizar la higiene e incluso las curas de mantenimiento de la herida. Y por qué? Pues porque es normal.

Son muchos los ejemplos de repetición irracional normalizada que se instalan en nuestra actividad sin que nadie haga nada por evitarlo.

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¿CELEBRAMOS EL DÍA NACIONAL DE LA ATENCIÓN PRIMARIA?

En ese fervor por celebrarlo todo en el calendario, hoy toca le toca a la Atención Primaria.

La verdad es que no sé muy bien por qué la elección de este día. Si es porque es el que quedaba libre en el cada vez más colapsado calendario de celebraciones o si existe alguna efemérides o actividad destacada que sinceramente se me escapa. En cualquier caso lo relevante, si lo es, pasa por celebrar la Atención Primaria.

No seré yo quien ponga reparos en que exista un día conmemorativo de la Atención Primaria. Pero dicho esto, considero sinceramente que es como celebrar el día de la aspirina, es decir, que ni una ni otra por el hecho de la celebración nos van a quitar el dolor de cabeza. Porque la desaparición del dolor de cabeza, en el caso de la aspirina, tan solo se producirá si la tomamos y siempre y cuando no seamos alérgicos a su composición. Por su parte la Atención Primaria eliminará el dolor de cabeza de verla tan maltratada, ignorada, arrinconada, olvidada… si todos nos convencemos de que es imprescindible dotarla de la importancia, visibilidad, recursos, valor… que realmente tiene y que tan solo se le concede en mesas inaugurales, celebraciones como la de hoy o en halagos interesados puntuales.

La Atención Primaria está herida de muerte y hay quien está empeñado en darle la puntilla para terminar con ella.

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DE REINAS Y ENFERMERAS

Estimada Sra. Pilar Urbano:

No me cabe duda de que sus dotes como experta en la casa real, en general, y en la figura de la Reina emérita Doña Sofía, en particular, serán muy elevadas y le permitirán tener un conocimiento exhaustivo de figuras tan regias, con las que alimentar la avidez de lectoras y lectores en temas de «tanta trascendencia» para este país.

El problema está en que posiblemente usted se ha mimetizado tanto con la realeza que esto le hace despreciar a todo aquel que no tenga sangre azul.

Con independencia de la educación que, como futura Reina, precise la nieta Leonor, denominada Princesa, el despreciar, por una parte, las capacidades que como abuela tenga la madre de Letizia Ortiz, denominada Reina, ya me parece grave y de un clasismo rancio y reprobable. Parece ser que según usted una sierva, proletaria y sin sangre real no es merecedora de ser abuela de tan ilustre niña. Pero cuando a todo esto usted añade la profesión que tiene la citada abuela, enfermera, en comparación con la que ejerce la abuela que sí que está en condición de educar a la niña, es decir la de reina, ya lo de rancio se queda corto. No he encontrado en ningún sitio la profesión de Reina, ni los estudios para serlo, ni las exigencias para acceder a serlo en igualdad de condiciones de capacidad y mérito. Pero sin embargo ser Reina debe ser algo mucho más relevante en la educación de una nieta que el ser enfermera.

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NUNCA ES TARDE SI LA DICHA LLEGA

Cuando salga publicado este Editorial ya habrán finalizado su periodo de Residencia las primeras Enfermeras Especialistas de Enfermería Familiar y Comunitaria. Vaya por delante la más sincera ENHORABUENA tanto para ellas/os como para la Enfermería Comunitaria en General. Tras largos años de trabajo y de reivindicación justificada y argumentada la Especialidad ya es una realidad con nombres y apellidos. Con los nombres y apellidos de cada una/o de las/os residentes que habrán acabado su residencia.

Aunque lo comentado es motivo de alegría, la dicha no es plena. Y no lo es porque las nuevas especialistas no podrán incorporarse como tales en el Sistema Nacional de Salud que las contrató, formó y ahora titulará conjuntamente con el Ministerio de Educación.

Son dos años de formación que suponen un importantísimo esfuerzo de inversión del Estado (con impuestos de las/os ciudadanas/os que los pagan) y de trabajo y dedicación de quien se forma. Tras los cuales quienes deberían asumir la responsabilidad de gestionar estas inversiones tomando decisiones eficaces, eficientes y efectivas para la sociedad se limitan a mirar hacia otro lado y a realizar manifestaciones demagógicas, intentando justificar su inacción. Las/os mismas/os que permiten convocar, aprobar, acreditar, formar y titular luego son incapaces de dar respuesta a la situación que plantearon y vendieron como logro personal o colectivo y que ahora convierten en problema por no saber o no querer dar la respuesta que merece. Y es que Dichas y quebrantos nos vienen de lo alto. Aunque en el caso que nos ocupa sean más los quebrantos que las dichas.

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DE PIRATAS Y BOTINES

Los políticos, dedicados temporalmente a gestionar la sanidad y la salud de la comunidad, sin tener en la mayoría de los casos la más mínima preparación para ello, toman decisiones que realmente cuesta mucho entender y mucho menos justificar y que, sin embargo, tienen consecuencias de las que, a pesar de sus nefastas consecuencias, en muy escasas ocasiones serán responsables de las mismas. Lo atribuyen todo a factores contextuales o defectos de sus colaboradores, mayoritariamente funcionarios que tan solo siguieron los dictados de sus superiores. Es una triste cantinela que se repite de manera reincidente y a la que nadie parece saber poner remedio. Lo más triste de todo es que acaba por naturalizarse la mediocridad como algo inevitable.

Si realmente existiese una verdadera reflexión, un acertado análisis, una planificación tan necesaria como repetidamente ausente… no se producirían hechos a los que habitualmente nos tienen acostumbrados. Planteamientos tan irreales, incomprensibles y ausentes de justificación que cuesta entender que finalmente acaben convirtiéndose en realidades que, lejos de producir efectos favorables para la población a las que aparentemente van destinadas, se convierten en respuestas particulares a demandas de colectivos muy específicos.

Se trata fundamentalmente de disfrazar las demandas de dichos colectivos en supuestos beneficios, engañosos servicios, falso altruismo, capciosa generosidad, fingida disponibilidad y, sobre todo, artificiales y artificiosas denominaciones con el único y malicioso interés de lograr mayores beneficios. Todo ello disfrazado del siempre deslumbrante título de servicio público.

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