El gran escritor francés de novela negra, Pierre Lemaitre, dice que las novelas policiacas son un género en el que existen si cabe más reglas que en el resto: si no hay suspense, misterio, sorpresas, giros inesperados, pistas falsas, indicios que se van descubriendo, varios sospechosos y otros ingredientes, es poco probable que la novela sea considerada una “auténtica” policiaca. Y además de todo esto deben ser originales.
Casi con toda probabilidad, Lemaitre, no conocerá el ámbito enfermero, pero su descripción de la novela negra podría, realmente, ser una metáfora o un símil de lo que sucede en el desarrollo profesional y disciplinar enfermero.
Lemaitre enumera una gran variedad de reglas, a las que a continuación me referiré, pero que en el caso de la enfermería queda, me atrevo a decir, corta la lista si tenemos en cuenta la multitud de ordenamientos, leyes, normas, decretos, circulares… que nos regulan por no decir estrangulan el desarrollo autónomo de nuestra profesión.
Vayamos por partes.
El suspense es permanente en nuestro devenir profesional. ¿Hay mayor suspense que el que genera el futuro de las especialidades enfermeras, o la prescripción enfermera, o la gestión…? Siempre estamos expectantes ante el desarrollo de la trama urdida por políticos y otros poderes fácticos y mediáticos y que mantiene a las enfermeras ansiosas o temerosas por saber lo que va a ocurrir y cómo les va a afectar.
Pero es que el misterio forma parte casi inseparable de muchas de las acciones, acontecimientos, decisiones cuya naturaleza, causa, origen o razón de ser no tiene explicación o no se puede entender. O alguien me puede explicar lo que sucede con las famosas OPEs en base a las cuales se favorecen traslados sin mayor sentido que los falsos argumentos de descanso, retiro o mayor remuneración, entre hospitales y centros de atención primaria?
En cuanto a las sorpresas, estas son continuas y de una gran variedad, con el “aliciente” de que nunca se sabe de dónde proceden, a qué se deben, cuál es su objetivo… aunque casi todas obedezcan a un mismo patrón, que no es otro que el de ralentizar, detener, impedir, suspender… cualquier intento de visibilización y reconocimiento de las enfermeras. Cuando ya parece que está a punto de lograrse algún tipo de acuerdo que mejore, desbloquee, favorezca, permita, el logro de un mejor posicionamiento profesional enfermero, aparece de manera imprevista o inesperada una norma, resolución, o incluso demanda judicial que paraliza su puesta en marcha. ¿Hacen falta ejemplos?
Aunque, si frecuentes son las sorpresas, por cuanto de extemporáneas tienen, no lo son menos los giros imprevistos que en un determinado asunto, por muy previsible y tranquilo que el mismo parezca en cuanto a su evolución, negociación o resolución, de repente se torna imprevisible, azaroso y amenazante a nivel político o por parte de otra profesión y hace que lo que parecía un tema resuelto se traduzca, de repente, en un tema espinoso, embarazoso, inoportuno, conflictivo… y pase a ser un nuevo elemento de discordia, discusión, enfrentamiento y, como no, de parálisis del avance enfermero. Porque, ¿cuántos giros llevamos en el tema de la prescripción enfermera? Por poner tan solo un ejemplo de la última serie de suspense a la que estamos asistiendo y no precisamente en la plataforma de Neflix.
Pero las enfermeras, como protagonistas permanentes de esta suerte de novelas policiacas en la que se convierte su andadura profesional, no estamos exentas de encontrarnos permanentemente con múltiples pistas falsas que nos descolocan, confunden, complican, engañan… provocando permanentes situaciones en las que parecemos no saber cómo actuar o qué decidir, por miedo a equivocarnos reiteradamente. Se trata, no de lógicos obstáculos o contratiempos en el devenir profesional, sino de estrategias engañosas, señales equívocas, trampas, mensajes encriptados… que provocan interpretaciones fallidas, ilusiones frustradas, creencias vacías, expectativas fracasadas… que incorporan una permanente desilusión y falta de motivación para emprender nuevos retos de avance. Como si de una estrategia de permanente desgaste se tratase para impedir que se logre la necesaria implicación para el logro colectivo de los objetivos de desarrollo. Las especialidades son un claro ejemplo de todo lo dicho, con sus falsos mensajes de progreso que finalmente acaban en una nueva pista falsa al no desarrollar puestos específicos, no convocar una prueba extraordinaria largamente anunciada y esperada…
Pero además en la evolución de este complejo hilo argumental van apareciendo nuevos y sorpresivos indicios que nos hacen sospechar de todo y todos, sin saber, realmente si existe alguien que esté libre de culpa en todo ese entramado en el que van apareciendo “víctimas” que no guardan un patrón determinado pero que obedecen sin duda a una clara trama de “asesinatos” en serie que confunden y siembran el desánimo, el miedo y la inacción. Asesinatos que no por resultar incruentos y sin cadáveres reales son menos crueles por cuanto de efecto mediático provocan y de terror profesional inoculan, a través de los indicios engañosos que generan desconcierto, confusión y recelo, lo que se traduce finalmente en identificar como sospechosos a cualquiera que esté alrededor, aunque sea, teóricamente, un aliado del proceso. Es la vertiente de thriller psicológico tan presente en la novela negra a la que pertenece todo este relato. ¿O no lo son las interminables y fallidas conversaciones en las que no se sabe bien quienes son los “buenos o los malos” y en las que no se llega nunca a ningún acuerdo porque todos recelan de todos y nadie está libre totalmente de culpa?
Por todo ello la trama, lejos de permitir la identificación clara, objetiva y precisa, de los verdaderos sospechosos, conduce a una serie de sesgos de confusión que hacen que la lista se incremente a medida que evoluciona el argumento. La falta de voluntad política, la incapacidad en la toma de decisiones, la mediocridad de los actores que intervienen, la codicia de poder, la ausencia de diálogo, la demagogia, las falacias, los engaños… son los verdaderos culpables de todo el argumento que aunque habitualmente se presente incierto, lamentablemente en el caso que nos ocupa y a diferencia de lo que expone el maestro Lemaitre, no es original, por cuanto los finales son previsibles y exentos de sorpresa ya que siempre ganan y pierden los mismos en un bucle aburrido, cansino y fallido, en el que no se deja opción a nuevos finales en los que se deje, cuanto menos, la puerta abierta a expectativas de futuras tramas.
El desarrollo profesional enfermero, por tanto, acaba siendo un folletín que ya ni tan siquiera es capaz de mantener la atención, el interés, ni la tensión de quienes asisten a su desarrollo como meros espectadores aburridos de tanto absurdo, por inconsistente, suspense.
Tan solo la incorporación de nuevos protagonistas en los argumentos será capaz de imprimir nuevos elementos de pasión, ilusión e implicación por parte de las enfermeras en la evolución de estos procesos que, a modo de novelas policiacas, se desarrollan y en los que es necesario incorporar también nuevos y esperanzadores finales en los que no siempre las víctimas sean las enfermeras y los criminales queden impunes.
Final y tristemente la realidad acaba superando siempre a la ficción y lo que en la novela son personajes, contextos, situaciones… fruto de la imaginación desbordante del escritor, en el día a día nos lo encontramos transformado en la más cruda realidad.
Sería deseable que nuestra realidad enfermera se pudiese adentrar en otro tipo de literatura menos negra, intrigante, sospechosa, tramposa. Todo se andará y seguro que lo lograremos. Mientras tanto no perdamos la atención porque nunca se sabe cuál puede ser la siguiente sorpresa.
Continuará…