ENFERMERAS Y PENSAMIENTO CRÍTICO.

Zygmunt Bauman en 2002 decía que “la verdad que libera a los hombres suele ser la verdad que los hombres prefieren no escuchar”, acercándose al mito de la caverna de Platón, en la que hace una alegoría sobre la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento.En ella, Platón explica su teoría de cómo podemos captar la existencia de los dos mundos: el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (sólo alcanzable mediante el uso exclusivo de la razón).

Lamentablemente nos encontramos en un momento en el que, como dice el filósofo alemán Markus Gabriel, “se extiende la idea errónea de que no podemos conocer la realidad” y por tanto que no que resulta muy difícil saber cómo son las cosas realmente. Estamos pues ante la paradoja de que, teniendo como tenemos más conocimientos que nunca, existe la sensación de que nunca hemos sabido menos, posiblemente como le sucediera a Sócrates con su célebre frase de “solo sé que no sé nada”. Pero la gran diferencia entre lo que planteaba Sócrates y la sensación generalizada que se instala en nuestra sociedad es que ahora, teniendo todas las herramientas y la información para razonar más y mejor de lo que entonces podía tener Sócrates, nosotros no lo hacemos, no razonamos y en muchas ocasiones ni tan siquiera pensamos al entender que ya otros lo hacen por nosotros y lo ponen a nuestro alcance en internet, redes sociales… como información líquida, tal como planteó el filósofo norteamericano Zygmunt Bauman, para hacernos creer que no sabemos lo que sabemos, en un claro intento de manipulación permanente.

Ante este panorama filósofos como el propio Markus Gabriel o el esloveno Slavoj Zizek, plantean que la gente debe recuperar el control que la gente está drogada, dormida y hay que despertarla.

Ante estos planteamientos filosóficos que pueden parecer tan alejados de la enfermería y de las enfermeras, cabe reflexionar sobre en qué punto nos encontramos como disciplina, profesión y profesionales, y si realmente participamos de ese letargo del que debemos despertar si queremos recuperar o generar un control que parece hemos perdido o que nunca hemos tenido.

No pretendo constituirme en un mistagogo que trate de iniciar a las enfermeras en creencias místicas desde el conocimiento de los sagrados misterios de la ciencia enfermera. La Enfermería, como ciencia, como disciplina y como profesión, ni es un misterio ni yo soy iniciador de nada ni de nadie. Pero sí que, cuanto menos me considero un pensador, un inconformista, un observador, que tal como planteaba Edmund Husserl en su fenomenología, era imprescindible cierta distancia para lograr cierta desimplicación sin la cual no es posible la actitud teórica y por tanto el pensamiento crítico. Es decir, la observación, que es tan valiosa y significativa para las enfermeras.

Y desde esa distancia, pero sin perder nunca el contacto con la realidad, sí que identifico una cierta y preocupante relajación, cuando no letargo, de las enfermeras. Sé que, con mis palabras, posiblemente, cause polémica e incluso cierto rechazo, pero también soy consciente, como dice el filósofo alemán Peter Sloterdijk, de que es un error presuponer que la gente, y en este caso las enfermeras, te querrán por tus opiniones. Asumo el riesgo porque antes prefiero la libertad de pensar y expresar lo que pienso a mantener un falso respeto alimentado por la falta de opinión o la alienación ideológica, ambas producto de ese letargo al que hago referencia.

No es que considere que las enfermeras estemos más o menos aletargadas que el resto de la sociedad. Considero, simplemente, que nos hemos contagiado de ese estado y que el mismo nos está impidiendo generar un pensamiento crítico a través del cual podamos cuestionar, plantear y construir nuevas y necesarias realidades.

Sin pensamiento crítico, por lo tanto, estamos abocados a no tener decisión propia, a ser una profesión de vigilantes de lo programado y no de informáticos que programan. Una profesión en la que el dogma, la opinión hegemónica y la verdad absoluta son las que se imponen y naturalizan. Como dice el filósofo estadounidense Noam Chomsky “el aprendizaje verdadero tiene que ver con el descubrimiento de la verdad y no con la imposición de una verdad oficial, porque esta última opción nunca conduce al pensamiento crítico e independiente”.

El pensamiento crítico, por lo tanto, debe conformar la base del desarrollo científico-profesional enfermero. Lo contrario es equipararnos a una máquina. Tan solo si tenemos la capacidad de decidir por nosotras mismas nos diferenciaremos de una máquina o de una marioneta.

Durante mucho tiempo, las enfermeras, hemos tenido un papel impuesto de sumisión que impidió nuestro desarrollo e incluso nuestro pensamiento, no ya como profesionales sino tan siquiera como personas. Gracias a muchas enfermeras que se revelaron y empezaron a pensar y actuar críticamente la Enfermería logró evolucionar y alcanzar los máximos niveles académicos y un considerable progreso en los profesionales a través del conocimiento, el análisis, la reflexión y el debate. Siendo complejo lo logrado el mantenerlo, nutrirlo y desarrollarlo es, sin duda, mucho más complicado porque estamos en permanente observación por parte de la comunidad científica, de otras profesiones y de nuestra voraz e implacable posición enfermera. Si no somos capaces de desprendernos de prejuicios, falsos sentimientos de inferioridad, ridículo y persecución, envidias, recelos y enfrentamientos, para situarnos en un plano de fortaleza crítica, razonada y científica, el declive estará asegurado. No podemos caer en el error de que sabemos que no sabemos nada. Sabemos mucho y necesitamos saber mucho más. Pero lo necesitamos hacer de manera autónoma, libre y decidida.

Para ello actuemos, según queramos actuar y no como otros quieren que actuemos. Actuemos según nuestros principios, según nuestra forma de actuar como enfermeras. Pensemos según lo que queremos pensar y no como otros quieren que pensemos. Porque como decía el psicoanalista francés Jaques Lacan, “actuar es arrancarle a la angustia su certeza”. Pero en este sentido tener una certeza desconociendo sus razones, puede resultar angustiante, por lo que sería legítimo plantearse, por qué conformarnos con una certeza y no plantearse encontrar la verdad. Nuestra verdad y no la de otros, por mucho que su verdad haya sido o continúe siendo válida para ellos.

Caer en el error de pensar que lo que sabemos o pensamos no puede conducir a un cambio por entender que el sistema puede no estar preparado para dicho cambio, es permanecer en el ámbito del letargo y de la parálisis. Puede ser que el sistema, en estos momentos no esté preparado para el cambio, pero las enfermeras si lo estamos, porque el cambio es nuestro, nos pertenece y desde él lograremos preparar al sistema para que lo asuma.

Si no trabajamos por nuestros sueños, nuestras ideas, nuestros planteamientos, nuestro paradigma… nos seguirán contratando para que trabajemos por otros que nos son ajenos, que nos fagocitan e invisibilizan. Si no trabajamos por nuestro cambio, alguien vendrá y nos hará trabajar por el suyo o nos convencerá de que lo mimeticemos y repliquemos.

El cambio nace a partir de la puerta del pensamiento crítico y muere cuando uno decide cerrarla. Cada mañana de cada día de cada semana de cada mes de cada año pensemos siempre en pensar, adaptar y cambiar como una verdadera apuesta desde los cuidados que logre alcanzar la salud para todos.

Despertemos y mantengamos la vigilia del pensamiento crítico que nos permita ser, actuar y crecer como enfermeras autónomas, responsables y rigurosas. Siendo conscientes de lo que sabemos y de qué manera emplearlo, aplicarlo y evaluarlo.

Podemos y debemos conocer la realidad que nos es cercana al contrario de lo alejada e inalcanzable que nos pueda parecer. La verdad del conocimiento, apartada del dogmatismo o de planteamientos rígidos e inmutables. La verdad del respeto. La verdad de las competencias compartidas. La verdad de la ética del cuidado. La verdad, en definitiva, que nos haga sentirnos valiosas como enfermeras y personas, más allá de la verdad que nos arrebata el control, y nos sume en el mundo sensible de los sentidos, encadenadas a una realidad impuesta y ficticia, que no nos deja disfrutar del mundo inteligible, a través del uso de la razón y del pensamiento crítico.

No tengamos miedo a salir de la caverna y deslumbrarnos con la luz de la verdad. Salgamos y construyamos, sin miedos ni ataduras, la realidad enfermera que queremos y que necesita la sociedad.