“Los datos no son información, la información no es conocimiento.”
Clifford Stoll, astrónomo y escritor.
Tras el paréntesis navideño retomo la actividad del Blog sin que, lamentablemente, hayan cambiado mucho las cosas desde que decidí dejar de escribir. Al menos en lo que a la pandemia que se ha instalado entre nosotros y que parece resistirse a abandonarnos. ¿O deberíamos decir que quienes nos resistimos a que nos abandone somos nosotros mismos?
Sea como sea lo bien cierto es que a punto de cumplirse un año desde que nos invadiese y nos obligase a recluirnos, allá por marzo, son muchas las cosas que han pasado y muchos los problemas que hemos tenido. Es verdad que siempre digo que hay que ver el vaso medio lleno y no al contrario. Pero, ciertamente, en esta ocasión cuesta el seguir manteniendo este mantra. Aún así no me resisto a tirar la toalla, salvo que sea en la playa cuando se pueda.
Desde una perspectiva netamente enfermera que es desde la que llevo a cabo siempre mis reflexiones en este blog, quisiera compartir algunos aspectos por los que me resisto a cambian mi percepción con relación al volumen que contiene el vaso aludido.
En primer lugar, hay que destacar el papel de las enfermeras, que nos ha permitido visibilizar nuestra aportación específica, y me permito utilizar el mayestático, claramente ante las instituciones, que hasta ahora nos contemplaban básicamente cuando no exclusivamente como recursos humanos y no como profesionales, y ante la sociedad, para la que hemos pasado de ser ayudantes técnicos sanitarios, en la más estricta acepción de los términos y no de las enfermeras que lo son por titulación, a ser enfermeras con competencias reconocibles y reconocidas a través de los cuidados profesionales.
Más allá de heroicidades que tan solo obedecían a eslóganes tan oportunistas como falsos, inoportunos y fallidos, las enfermeras hemos sabido responder, en todos los niveles en los que han tenido que hacerlo, hospitalaria, atención primaria, sociosanitaria, gestión, sociedades científicas, salud pública…, con excelencia. Y no tan solo en base a una tan manida como imprecisa vocación, sino por responsabilidad y orgullo de ser y sentirnos enfermeras. Algo que ya veníamos haciendo con anterioridad a la pandemia, sin duda, pero que esta ha logrado, sin pretenderlo, visibilizar de una manera tan clara que nadie puede negarlo, ni tan siquiera minimizarlo a pesar de los intentos de algunos que, finalmente, quedan retratados en su manifiesta torpeza e incapacidad o su enfermiza manía persecutoria.
Las enfermeras, sin alharacas innecesarias y abandonando el llanto que tantas veces nos ha caracterizado, se han dedicado a actuar. A hacer lo que mejor saben que es CUIDAR. Pero CUIDAR, en mayúsculas, no es una distracción de quien escribe al dejar la tecla mayúsculas activada en su ordenador. Porque para las enfermeras CUIDAR, va mucho más allá de lo que el imaginario común todavía circunscribe casi exclusivamente al ámbito doméstico, por influencia, fundamentalmente, de la nula institucionalización que de los cuidados se ha llevado a cabo por parte de las/os decisoras/es sanitarias/os y políticas/os, como aportación singular e imprescindible de la atención a personas, familias y comunidad. CUIDAR significa todo aquello que las personas en esta pandemia necesitan y están recibiendo. CUIDAR, conlleva conocimiento propio de la ciencia enfermera. CUIDAR, supone integrar las técnicas como parte de la atención y no tan solo como la acción mecánica y rutinaria que las mismas suponen. CUIDAR representa prestar una atención humana y humanizada de la que últimamente tanto se habla por entender que se había perdido y que había que recuperar. CUIDAR es llevar a cabo esta atención integral, integrada e integradora que de manera tan profesional como poco llamativa llevamos a cabo las enfermeras. Nuestra aportación no suscita la atención mediática y social que provoca un trasplante o una intervención quirúrgica, pero sin el CUIDAR que aportamos a estas y otras acciones los resultados serían bien diferentes. La pandemia, al contrario de lo que pasa con los casos anteriores, no ha permitido, por la incertidumbre, sorpresa, errático comportamiento… que caracterizan al virus que la provoca, ocultar la importancia que adquiere el CUIDAR profesional enfermero ante el aislamiento, la soledad, el sufrimiento, el dolor, la ansiedad, el miedo… que provoca y para los que la intervención técnica, por si sola, no es capaz de responder al afrontamiento que hay que realizar y que necesitan las personas y las familias. No será posible fotografiar o grabar el CUIDAR como se hace con una técnica o una operación quirúrgica, pero si que se pueden constatar los efectos del CUIDAR en las personas y familias que lo reciben. Y esto es lo que diariamente se está produciendo poniéndolo en valor y visibilizándolo de manera clara.
Esta es la parte que permite y nos debe hacer ver el vaso medio lleno. No lleno, porque siempre hay aspectos de mejora que nos ofrece el espacio que queda por rellenar, pero que debe situarnos en una posición de optimismo real que nos motive a continuar con nuestra acción cuidadora.
Pero, siempre hay algún pero, en esta visión del CUIDAR y de quienes lo llevan a cabo, nos encontramos con un escollo que parece empeñado en que volvamos a ver el vaso medio vacío. Producto de la distorsión permanente, tozuda, incomprensible, inadmisible, torpe… de la realidad del CUIDAR y de quienes lo conjugan mediante su prestación permanente y diaria, las enfermeras.
Y ese escollo está perfectamente identificado. En muchas ocasiones con nombres y apellidos ilustres que dirigen y presentan exitosos programas radiofónicos y televisivos o escriben en periódicos de prestigio nacional o en redes sociales. Pero al margen de su identificación, cada cual puede tener sus propios casos, lo que es una evidencia es la diaria difusión de una realidad en torno a las enfermeras que, o bien está plagada de tópicos, o bien, se deforma de manera totalmente absurda y caprichosa, en un intento, no se sabe bien, si de querer ser originales, cayendo en la incorrección, o de querer ocultar una realidad que va en contra de cualquier principio de transparencia informativa y de ética periodística. Anular cualquiera de estas opciones supondría identificar que la ignorancia es la responsable de las distorsiones en torno a las enfermeras.
Sin querer llevar a cabo una relación pormenorizada, lo que requeriría de una extensión que escapa al propósito de esta reflexión, si que me parece pertinente rescatar algunos ejemplos palmarios que ni son aislados, ni anecdóticos ni exclusivos de un solo medio, sino que, lamentablemente, son reproducidos, difundidos y lo que es más triste, mantenidos a pesar de las peticiones de rectificación que se les hacen llegar sistemáticamente y que parecen provocar el efecto contrario del perseguido por quienes las realizan.
Las enfermeras, pasamos de ser invisibles a quedar incorporadas como sanitarios, como si de lavabos o bidés se estuviese hablando. En el mejor de los casos se añade la manida y poco clarificadora acepción de profesionales para generalizar lo que muchas veces es una clara respuesta enfermera. Por otra parte es habitual que nos incorporen como parte de los equipos médicos cuando se refieren a las enfermeras, dando por sentado con ello que la enfermería es una rama de la medicina o un elemento subsidiario a la misma. Parece como si la palabra enfermera tuviese cierto efecto maléfico o de reacción adversa en las/os profesionales de la información que dicen llamarse periodistas.
Pero el colmo del despropósito es cuando se evita la denominación enfermera ocultándola tras la acción que realiza. De esta manera empezamos a ser nombradas como rastreadoras cuando llevábamos a cabo competencias de vigilancia epidemiológica a través del rastreo de casos, como si de perros de presa se tratase.
Como la actualidad es la que manda y actualmente la vacunación acapara la atención informativa, los medios y quienes a través de ellos difunden información focalizaron sus espacios en la misma. Lo triste es que inicialmente, como habitualmente nos tienen acostumbrados, asimilaron dicha vacunación en exclusiva a los médicos o en todo caso a los equipos médicos, cuando se trata de una acción que es casi exclusivamente competencia de las enfermeras como lo viene siendo cualquier campaña de vacunación previa a la pandemia.
Cuando vinieron a darse cuenta que son las enfermeras las responsables máximas de la vacunación, tal como por otra parte trascendía en los informativos internacionales, desviaron la atención de los médicos y se centraron en las enfermeras. Pero para evitar nombrarlas se les ocurrió referirse a ellas de nuevo no por lo que son, sino por lo que puntual y circunstancialmente realizan, es decir, vacunar, de tal manera que pasamos a ser vacunadoras. Si bien es un sustantivo recogido por el diccionario de la RAE, no parece que tenga mucho sentido utilizarlo en sustitución de quien realiza la acción, es decir, la enfermera, como no se hace cuando se habla de un cirujano que opera y no se le llama operador, ni con un ingeniero que diseña máquinas y no se le llama maquinador o maquinista. Pero, repito, parece como si a las/os informantes, voceros, escribanos o juntapalabras, que sería como correspondería denominar, según los casos o acciones que ejecuten, a las/os periodistas, siguiendo su absurdo mecanismo de denominación cuando se refieren a las enfermeras, no les preocupase esto.
En definitiva lo que trasciende de esta reflexión es que si bien la pandemia ha logrado visibilizar la aportación específica y valiosa de las enfermeras a través del CUIDAR, de tal manera que desde la perspectiva enfermera, a la que me refería al inicio, el vaso es indudable que está medio lleno, no es menos cierto que existe un verdadero problema con quienes tienen el cometido de informar de manera rigurosa, imparcial y ética sobre lo que es la salud y quienes en torno a la misma desarrollan sus competencias, al distorsionar, obviar o ignorar a muchos de sus profesionales e identificar tan solo una figura que ni es exclusiva ni en muchas ocasionas la principal, lo que se traduce en una realidad deformada tanto del sistema de salud como de quienes en el mismo actúan.
Más allá de la sanidad, la medicina, los médicos… hay salud, cuidados, enfermeras, auxiliares, terapeutas… que conforman una realidad tan diversa como necesaria que precisa ser conocida tal como es y no como la trasladan de manera arbitraria y machacona desde los medios de comunicación.
CUIDAR no se reduce a una vacuna, un rastreo, un sanitario… CUIDAR profesionalmente, define, identifica y reconoce a las ENFERMERAS que son quienes cuidan y lo hacen con calidad y calidez.
Mientras esto no lo identifiquen, interioricen y entiendan quienes tienen la competencia de informar difícilmente se podrá decir que están contribuyendo a la salud de la comunidad, sino más bien a todo lo contrario. Es importante, por tanto, que se dejen CUIDAR e incorporen hábitos y conductas saludables en su actividad como periodistas, de lo contrario no pasarán de malos informantes, que impiden ver el vaso medio lleno en situaciones como las que estamos viviendo.
Hay que tener claro que como dijera el actor Chris Hardwick, ya no estamos en la era de la información sino en la era de la gestión de la información, con todo lo que ello significa.