EMPODERAMIENTO Y LIDERAZGO. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina?

¿Qué es antes el huevo o la gallina?

La pregunta no es quién va a dejarme, la pregunta es quién va a detenerme.

Ayn Rand[1]

 

Dedicado a Mª Jesús Pérez Mora, enfermera empoderada, líder y referente que ha trabajado siempre por el empoderamiento y dignidad de las enfermeras.

 

            Reflexionaba la semana pasada sobre el liderazgo enfermero y de cómo el mismo empezaba por cada enfermera de manera individual para así lograr un liderazgo profesional, disciplinar o científico colectivos.

            Pero para ello será necesario, tal como ya planeaba, que exista un claro convencimiento de lo que somos y de lo que queremos ser realmente. Tan solo desde esa convicción avanzaremos para lograrlo.

            Es cierto que partimos de una posición de cierta desventaja derivada de la subsidiariedad y el sometimiento científico-profesional a la medicina y a sus profesionales durante mucho tiempo y que algunos se empeñan en seguir reivindicando desde la ignorancia, pero también desde la prepotencia y la falta de respeto, como muy recientemente se ha podido comprobar en la comparecencia pública de un representante sindical en el Parlamento de las Islas Baleares[2]. A lo que hay que unir la condición femenina de la enfermería que le ha provocado idénticos problemas de libertad, crecimiento, desarrollo, autonomía… que a las mujeres en una sociedad machista en la que la medicina ha actuado con idénticos patrones de comportamiento y acción hacia la enfermería y las enfermeras.

            Pero la historia no es inmutable y está para cambiarla. De hecho, los avances en igualdad y derechos de las mujeres son evidentes, aunque aún insuficientes. Por derivación el desarrollo y autonomía de la enfermería ha posibilitado alcanzar objetivos que tan solo hace 50 años eran totalmente impensables.

            Sin embargo, la situación está muy lejos de ser idílica y los condicionantes para lograr una imagen y valoración acordes a lo esperado y deseable continúan presentes y, aunque atenuados, siguen ejerciendo una presión a la que no siempre sabemos responder con la autoridad y la determinación que corresponde a las enfermeras del siglo XXI.

            La aparición de movimientos como Nursing Now tan solo vienen a constatar lo que es una realidad que muchas veces nos empeñamos en negar o cuanto menos maquillar. Siendo loables no dejan de poner en evidencia la debilidad de nuestra posición en las organizaciones de salud y en aquellas otras en las que se toman decisiones que determinan las políticas de salud. Si realmente tuviésemos una posición firme, sostenible y consolidada no serían necesarios. De hecho, no hay movimientos similares relacionados con otras disciplinas, por razones evidentes de posicionamiento y referencia clara e indiscutible que incluso y lamentablemente ejercen presión para evitar que Enfermería y las enfermeras logren alcanzarlos en igualdad de condiciones al identificarlos como una amenaza a los privilegios alcanzados por méritos propios y por méritos y deméritos ajenos.

            Ante esta situación las enfermeras, como siempre ha comentado mi maestra y referente Mª Jesús Pérez Mora, hemos permanecido en las trincheras a pesar de anunciados falsos ceses de hostilidad que, sin embargo, derivan siempre en un fuego cruzado mortal, cada vez que intentamos abandonarlas.

            Pero cabe preguntarse si este atrincheramiento permanente obedece tan solo a una ofensiva sin cuartel del supuesto enemigo o si el mismo no puede ser consecuencia también de una débil estrategia o incluso de una frágil conciencia de lo que somos capaces de hacer por la defensa de un espacio de cuidados que nos es propio y por el que cada vez luchan más hipotéticos ejércitos profesionales, al incorporarse a la batalla en un intento por conquistarlo.

            ¿Son pues las trincheras el mejor lugar para defender dicho espacio? ¿No estaremos tan solo protegiéndonos a nosotras mismas y con ello abandonando la posibilidad de defenderlo? ¿No es cierto que toda batalla conlleva riesgos y que hay que asumirlos si se quiere ganarlas? ¿Será posible mantener nuestra hegemonía de cuidados escondidas en las trincheras? ¿Permanecemos en las trincheras por miedo o por no tener una idea clara sobre cómo defender lo que es nuestro? ¿Tenemos, identificamos y respetamos a líderes a los que realmente seguir y creer para alcanzar nuestro objetivo? ¿Tenemos munición suficientemente potente y efectiva, argumentos, para poder contrarrestar el fuego supuestamente enemigo? ¿No hay posibilidad real de establecer una paz estable y duradera en base al análisis, la reflexión y el debate? ¿Luchamos contra un enemigo o contra nuestros fantasmas?

            Muchas, demasiadas, interrogantes pendientes como para no detenernos a analizar la situación con el interés y el rigor que requieren y que cada vez es más urgente contestar y no dejar que se sigan sumando más y más dudas e incógnitas difíciles de despejar para resolver la ecuación de nuestra identidad y empoderamiento que nos permitan tener liderazgo enfermero.

            Llegados a este punto es preciso determinar a qué nos referimos cuando hablamos de empoderamiento. Para empezar, hay que destacar que tal como sucede con otros muchos términos que se adoptan del inglés, no siempre vienen a expresar exactamente lo mismo en español, lo que conduce a equívocos o, cuanto menos, a planteamientos que no se ajustan al contexto al que se trasladan. Esto ya sucedió por ejemplo con la traducción literal de evidence cuando se hablaba de based evidence practice, al hacerlo como evidencia (cosa o tema que es evidente) cuando realmente se debiera haber hecho como prueba (acción de probar a alguien o algo para conocer sus cualidades, verificar su eficacia, saber cómo funciona o reacciona, o qué resultado produce) que es lo que el término realmente traslada, debiendo hablarse de práctica basada en pruebas en lugar de práctica basada en evidencia, como traducción literal que no se ajusta a la realidad de lo que se quiere expresar o determinar.

            Así pues, empowerment, de donde viene empoderamiento, se refiere a una estrategia de gestión empresarial, que consiste en facultar a los trabajadores para ejercer mayor autonomía y poder en la toma de decisiones, a fin de optimizar el rendimiento de la empresa.

Al traducirla literalmente al español como ‘empoderamiento’, existe el mismo problema que planteaba anteriormente con evidence, ya que tiene un matiz diferente en español. Empoderamiento, en español, se refiere al proceso de dotar de herramientas a una persona, grupo o comunidad para alcanzar todo su potencial para el mejoramiento integral de su vida. El término en inglés, sin embargo, se remite al área de recursos humanos.

            Hecha la salvedad, no menor dada la “invasión” de anglicismos o de sus malas traducciones a nuestra lengua, cabe destacar que realmente lo que se pretende al hablar de empoderamiento de la Enfermería y de las enfermeras no hace referencia tanto a facultar, habilitar, permitir, capacitar u otorgar el poder para determinadas acciones en el contexto laboral, que es lo que confieren las competencias profesionales, sino a que las enfermeras, y la Enfermería, a través de ellas, que se encuentran en una posición de desigualdad, aumenten su participación, para así impulsar cambios beneficiosos para la Enfermería y su situación en ámbitos académicos, investigadores, gestores o de atención. Implica, por tanto, el desarrollo de una plena confianza en sus propias capacidades y acciones, junto con el acceso al control de los recursos que manejan, la representación en los cuerpos de toma de decisiones y la participación de los procesos de planificación, todo lo cual implica, a su vez, asumir la responsabilidad de las competencias derivadas de dicho control, sin la que no será posible mantenerlas y gestionarlas y, desde la que tendremos la capacidad de delegar actividades o tareas ligadas a las mismas.

            Por lo tanto, para alcanzar un liderazgo real previamente debe existir un empoderamiento que permita superar las desigualdades, las barreras, los intereses, las imposiciones, los agravios, las restricciones, las presiones, las limitaciones… que siguen vigentes y que tan solo desde la motivación, pero sobre todo de la implicación, de las enfermeras para vencerlos, superarlos o eliminarlos permitirán, no sin dificultades, pero con plena autonomía y capacidad, alcanzar el liderazgo enfermero.

            Podría plantearse el reiterado dilema de qué es primero si el huevo o la gallina. En el caso que nos ocupa si es primero el empoderamiento o el liderazgo. Pero, sinceramente, considero que no es razonable plantearlo pues es tanto como enredarse en un dilema del que difícilmente se sabrá o se podrá salir, al emerger nuevamente planteamientos de reserva, conformismo, inmovilismo, conservadurismo o incluso de temor que nos lleven a la popular expresión de “virgencita, que me quede como estoy”, que nos conducirá, en el mejor de los casos, a las trincheras de un conflicto en el que realmente el enemigo no es otro que nuestra propia actitud. Quienes, aprovechándose de la incertidumbre, la indecisión o la actitud pusilánime de mantenernos en las trincheras, conquisten nuestro espacio no pueden ser considerados como enemigos sino como estrategas que aprovechan las oportunidades que les brindamos, al abandonar la lucha por mantenerlo. No se trata de ser temerarias sino de ser valientes y decididas a la hora de defender nuestro territorio competencial con rigor. No es cuestión de adquirir poderes sobrenaturales ni armas especiales, sino de utilizar los que como enfermeras tenemos, los cuidados, y que, lamentable y permanentemente, despreciamos por no valorarlos y menospreciar la capacidad de defensa y fortalecimiento que tienen para justificar nuestro espacio propio.

            Plantear que como enfermeras debemos empoderar a la población sin haber logrado nosotras mismas empoderarnos es como pedirle peras a un manzano.

            Ahora mismo, por ejemplo, se está trasladando a la opinión pública una permanente incertidumbre y alarma en torno a la administración de determinadas vacunas contra la COVID 19, como resultado de la mediocre gestión política que se está llevando a cabo, al margen de los pronunciamientos científicos. Están más preocupados de las posibles consecuencias a sus intereses partidistas que al interés del conjunto de la población, anteponiendo la Salud Política, su salud, a la Salud Pública, la de todas/os. Ante esta situación de desconcierto, sería deseable que las enfermeras, desde un empoderamiento real, ejercieran el liderazgo enfermero que permitiese contrarrestar la incompetencia política ejercida con una clara respuesta profesional y científica al tiempo que clara y cercana, basada en la comunicación directa, con el fin de superar las dudas y lograr que se imponga el sentido común, del que reniegan los políticos y que justifica asumir los riesgos que supone administrarse una vacuna, que son muchísimo menores que los beneficios que tanto a nivel individual como colectivo reportan como, por otra parte, sucede con la administración de cualquier otro fármaco por muy inocuo que pueda parecer.

            Pero además habría que hacerlo enmarcando la intervención en un proceso de empoderamiento de la población haciéndola partícipe de dicho proceso y no tan solo como mera receptora de una información lineal y sin mayor sentido. Tan solo así lograremos el objetivo.

            Para ello resulta preciso, razonable e incluso exigible, que quien quiera empoderar a la población, en este caso las enfermeras, estén previamente empoderadas y lo hagan asumiendo el liderazgo que dicho empoderamiento les otorga. Lo contrario conducirá a que sigamos siendo observadas e identificadas como transmisoras de una información que proviene de quien, si está y es identificado como empoderado y líder, el médico. Tan solo tendremos poder de convencer si nosotras mismas estamos convencidas y por tanto empoderadas. Lo contrario no nos otorga credibilidad ni mucho menos fuerza.

            ¿Empoderamos a las/os estudiantes de enfermería o tan solo las preparamos para obtener el título que les habilite a trabajar como tales? ¿Empoderan las gestoras enfermeras a sus enfermeras o solo las ven como recursos humanos necesarios? ¿Empoderan las investigadoras a las enfermeras para que identifiquen la importancia de la investigación o tan solo las utilizan para que sus estudios puedan ser publicados? ¿Empoderan las enfermeras los autocuidados para que seamos identificadas como referentes?

            De nuevo demasiadas interrogantes que nos deben hacer reflexionar si, realmente, queremos poder empoderar y obtener liderazgo.

            La pandemia está poniendo a las enfermeras ante situaciones, contextos y espacios propicios para salir de esas trincheras en las que hemos convertido nuestras consultas, unidades, centros… y hacernos visibles, fuertes y empoderadas en y con la comunidad, ejerciendo el liderazgo que precisa y demanda la población de nosotras. Tomando decisiones con la valentía, pero también con a razón que nos otorga nuestro conocimiento y nuestra ciencia para lograr ser identificadas plenamente y sin equívocos como líderes enfermeras de los cuidados que prestamos.

            No más trincheras, ni refugios, ni atalayas. Salgamos sin temor a afrontar la realidad que nos espera y que demanda nuestra respuesta profesional, la de nuestros cuidados.

            El peligro no está en asumir esta decisión sino en no hacerlo y quedarse agazapadas en la oscuridad que nos invisibiliza e impide empoderarnos para lograr el liderazgo sin el que no pasamos de ser ejecutoras en lugar de decisoras y que, por otra parte, facilita la verborrea de charlatanes cuando se les da la oportunidad de hacerlo o cuando descuidan su compostura y dicen lo que realmente piensan.

[1] Filósofa y escritora estadounidense

[2] https://twitter.com/amerefyc/status/1382807607908442113?s=20