Un político divide a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos.
Fiedrich Nietzsche [1]
Han sido muchas las reflexiones que he ido compartiendo desde que el 09 de enero empezase este nuevo periodo en el Blog. Todas ellas realizadas desde el máximo respeto y tratando, en todo momento, de mantener la coherencia, la sinceridad y el compromiso con lo que soy y con lo que me siento identificado, es decir, siendo y sintiéndome, enfermera.
Sin duda lo trasladado es subjetivo desde el mismo momento en que lo he verbalizado-escrito, desde mis particulares perspectiva y mirada que, por mucho que trate de imprimirles objetividad, siempre quedan impregnadas de las mismas. Decir lo contrario sería engañar y para eso ya están los políticos. No he tratado, por tanto, de ser políticamente correcto porque, entre otras cosas, he aprendido que, si algo tiene la política, o mejor dicho quienes la manipulan desde su condición de políticas/os, es una absoluta falta de corrección, desde el mismo momento en que ésta se adapta a sus intereses concretos y no a los de quienes supuestamente representan o incluso, eufemísticamente, dicen defender. En palabras de una destacada política con altas responsabilidades en sanidad nacional, la política no es defender lo que resulta obvio, necesario o incluso compartido, sino de mantener los equilibrios que permitan mantener el poder, aunque para ello deban perder la coherencia y la dignidad. Blanco y en botella.
Por lo tanto, posiblemente, haya sido en muchas ocasiones incorrecto, pues ni tengo ni deseo mantener ninguna posición de poder que no sea el de la coherencia y el que, por méritos propios, les corresponde a las enfermeras. Este y no otro ha sido mi principal objetivo en todas y cada una de mis reflexiones, con independencia de lo acertado o no que haya podido estar.
Así pues, no he tratado de satisfacer a todas/os o a una mayoría, sino de compartir una visión, posición o planteamiento determinados en todos y cada uno de los temas abordados. Por tanto, siempre han estado sujetos al enriquecedor y necesario debate de quienes leen, analizan y reflexionan sobre ellos. Lamentablemente, en la actualidad, el pensamiento crítico está devaluado y el debate que del mismo debiera derivarse muy debilitado y filtrado por la inmediatez mediática de las redes sociales y su formato encriptado y comprimido en el que además se tiende, como el propio discurso político, a la descalificación, el descrédito y el insulto, por encima de cualquier otro intercambio dialéctico basado en el respeto. Pero, evidentemente, son percepciones de quien, como yo, así piensa, lo que no me impide hacer uso de tales redes, aunque manteniendo unas formas que posiblemente sean consideradas como impropias, por débiles y alejadas, de los zascas al gusto de los consumidores.
Es por ello que en algunas ocasiones tengo la sensación de que mis análisis son tan solo elucubraciones personales alejadas de la realidad o cuanto menos del sentir general enfermero. Y dicha sensación me provoca sentimientos contrapuestos, pero igualmente preocupantes. En ocasiones pienso si la situación realmente no será tan mala como a veces la reflejo, lo que da lugar a que se me tilde de negativo o cenizo. En otras me inquieta el inmovilismo y el conformismo generalizado ante todo lo que está pasando y la débil o nula respuesta que las enfermeras somos capaces de dar, más allá, de puntuales y aisladas manifestaciones que obtienen, como digo, poco eco entre el colectivo. No sé, realmente, cual me preocupa más. Y no sé cuál es más inquietante.
He recorrido semanalmente múltiples y variados temas que nos afectan, directa o indirectamente, a las enfermeras. He planteado y contrastado, dudas y certezas, opiniones y evidencias, ideas y teorías, dilemas y paradigmas, luces y sombras… siempre con la firme convicción de que a pesar de todo o precisamente por todo ello, las enfermeras somos capaces de salir de donde no debemos estar, aunque a veces de la sensación que nos conformemos a estar ahí.
Es necesario responder ante tanto silencio y no callar lo que debe decirse. Actuar con decisión y fortaleza, con las pruebas de nuestra aportación específica, en lugar de permanecer agazapadas en el refugio de nuestra zona de confort. Ser valoradas por lo que somos y no por lo que nos dejan ser. Liderar nuestro espacio propio, evitando que siga siendo colonizado. Tomar nuestras propias decisiones y no esperando a que sean adoptadas por otros. Ser valoradas por nuestras competencias y no por nuestra obediencia. Creer en lo que somos y no en lo que nos quieren hacer creer. Pensar por nosotras mismas. Gestionar los cuidados en lugar de gestionar con cuidado. Vencer el miedo a ser identificadas como lo que somos, para evitar ser ocultadas tras denominaciones vacías y confusas. Defender nuestro espacio propio y no tener que pedir que nos dejen espacio ajeno. Rechazar lo que no nos corresponde y exigir lo que es nuestro. Ser identificadas por nuestra empatía y no tan solo por nuestra simpatía. Ser enfermeras de la comunidad y no del Sistema Sanitario ni mucho menos de ningún otro profesional, en donde trabajamos y con quienes trabajamos. Ser relacionadas de manera intrínseca con los cuidados profesionales y no por el cuidado genérico que todos quieren asumir como propio. Ser profesionales, científicas, investigadoras, docentes y gestoras enfermeras que aportamos conocimiento, ciencia, aprendizaje, eficacia y eficiencia con nuestras competencias específicas.
En definitiva, tener la ciencia y la conciencia de lo que somos y debemos aportar y no de lo que nos dicten que debemos aportar, usurpándonos tanto la ciencia como la conciencia.
Porque no se trata de sobrevivir, de parecer o de aparentar, lo que no somos ni queremos ser. Se trata simplemente, a pesar de su complejidad, de ser enfermeras y estar donde nos corresponde.
Todo ello desde la mirada de quien, como yo, tan solo pretende ser un espectador de lo que sucede y acontece. Pero también, eso es cierto, de quien, como enfermera, se alegra, sufre, implica y compromete con lo que las enfermeras hacemos o nos hacen. Porque nada de lo que hagan las enfermeras o de lo que les hagan a las enfermeras es ajeno a mí. Porque parafraseando y adaptando a Miguel Hernández[2] “Para las enfermeras, sangro, lucho, pervivo. Para las enfermeras, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a las enfermeras”. Pero en esa lucha, por la libertad que decía el poeta, y por las enfermeras que digo yo, junto a otras muchas, aunque no suficientes, no puede ni debe existir el riesgo de ser calladas, ni mucho menos eliminadas como hicieron con él. Porque hay muchas formas de callar, ocultar o eliminar. Nuestra lucha es diferente, pero no por ello menos necesaria. Porque finalmente el objetivo siempre es el mismo, someter al silencio o la invisibilidad, aunque sea de diferentes formas, aquello que se identifica como molesto o peligroso para los intereses de ciertos grupos o colectivos, que no, para el bien público.
Recientemente, la misma política que comentaba al principio, nos comentaba a un grupo de enfermeras que le trasladábamos nuestras inquietudes, que lo que hacía falta era volver a la ilusión, el compromiso, la motivación de los años 80 cuando se desarrolló la Atención Primaria y las enfermeras fuimos el motor del cambio del entonces denominado nuevo modelo de atención. Esta es la única solución que se le ocurrió trasladarnos a quien tuvo, en su momento, la máxima responsabilidad de la sanidad española, ante todas nuestras preocupaciones, tanto por la sanidad, como por la salud y las enfermeras. Toda una declaración de intenciones de quien ahora nos hablaba como portavoz y representante de uno de los principales partidos políticos. Toda una realidad de lo que podemos esperar las enfermeras de las/os políticas/os y la política con la que juegan a “Trono de Reyes” sin serlo. Toda una patética realidad de lo que para ellas/os es la política, que está a años luz de lo que es hacer buena política y generar buenas políticas. Toda una hipocresía basada en el engaño, en la estrategia del oportunismo y el sofismo por el cual “la ley es una convención y por esto puede ser cambiada según el interés de cada cual”, como apuntara hace más de dos mil años Protágoras[3] de manera clarividente. Con sus trampas dialécticas, pretendiendo enseñar la virtud, cuando nadie, desde el discurso retórico, puede arrogarse tal derecho, tratando de convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles, tal como criticó Platón[4]. Entrenándose en el arte de la persuasión, que no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla y que el propio Platón dijo que era la «captura» de almas[5], [6], [7]. Trampa que tan bien manejan con las enfermeras, utilizándonos como instrumentos, haciendo alabanzas vacías, demagógicas, hipócritas y llenas de intencionalidad maliciosa, en los escenarios de conveniencia y que tan pronto olvidan y reinterpretan con decisiones totalmente antagónicas y perjudiciales para las propias enfermeras[8].
Por lo tanto, nos queda, tan solo o, sobre todo, el concienciarnos que hay que hacer algo que colectivamente nos posicione y nos identifique como fuerza de salud para la población, como las únicas capaces de dar la respuesta necesaria al contexto de cuidados en el que nos situamos tras la pandemia y del que no podemos abstraernos como enfermeras, tal como lo hacen quienes tan solo piensan en la enfermedad, la tecnología y la técnica en un asistencialismo que genera demanda insatisfecha, dependencia y frustración.
Debemos huir del nihilismo en el que todo se reduce a nada y por lo tanto nada tiene sentido en una realidad aparente, porque es tanto como negar nuestra necesidad como ciencia, disciplina o profesión.
Pero tampoco podemos caer en el absurdo o el absurdismo en el que se manifiesta el conflicto entre la búsqueda de un sentido intrínseco, el objetivo de la enfermería y la inexistencia aparente de ese sentido. Entendiéndolo como absurdo al encontrar este sentido imposible, por entender que enfermería carece de significado o este no es aparente. Debiendo realizar, por el contrario, un esfuerzo para encontrar; el significado intrínseco, absoluto y objetivo de su existencia, no nos vaya a pasar como al mito griego de Sísifo del que ya hablé en una entrada anterior.
Tenemos que superar, por otra parte, la crisis existencial en la que parece nos hemos instalado, al tener profundos cuestionamientos acerca de las razones que motivan y rigen los actos, decisiones y creencias que constituyen la existencia y la razón de ser de la enfermería y las enfermeras, o el escepticismo que nos conduce a negar o ignorar la importancia de lo que aportamos. Escepticismo que debe diferenciarse del negacionismo por exigir evidencia objetiva a tales afirmaciones, y en caso de haber tal evidencia, como es el caso, aceptarla, en tanto que el negacionismo cuestiona o rechaza las evidencias que son claras y manifiestas, como sucede con la aportación que las enfermeras hacemos a la salud de las personas, las familias y la comunidad.
Pero más allá de corrientes filosóficas que expliquen nuestra falta de reacción, nuestro inmovilismo, nuestro conformismo, la negación a nuestras propias posibilidades, debemos plantearnos si realmente estamos en disposición de creer lo que somos y el valor de lo que aportamos o preferimos situarnos en la ingravidez de lo abstracto, de lo intrascendente o de lo superfluo, sin posibilidad de poner los pies en tierra para ejercer nuestra voluntad y capacidad de recorrer el camino que nos conduzca a situarnos como referentes del cuidado profesional enfermero.
De pensar por nosotras mismas desde el paradigma enfermero y no desde paradigmas ajenos que nos obligan a respirar “el aire” que otros nos suministran por miedo a hacerlo de manera autónoma y sin protección.
De tomar nuestras propias decisiones sin depender de la voluntad de otros, asumiendo la responsabilidad que ello supone, pero también disfrutando de la libertad que representa la capacidad de decidir y de equivocarnos.
De liderar sin ataduras y a expensas de lo que otros determinen como correcto o necesario en función de sus intereses y no de los que tienen las personas a las que nos debemos.
De que podamos tener líderes que sean referentes enfermeros y no burócratas de la mediocridad política que actúan como estómagos agradecidos o como parte de la maquinaria política para mantener las apariencias y sostener a quienes les designan.
De actuar sin necesidad que nos tengan que dar permiso para hacerlo y haciéndolo tan solo, o, sobre todo, porque entendamos que así debemos responder para ofrecer aquello que consideramos mejor y más acertado.
Recuperar la filosofía de la Ley General de Sanidad, de Alma Ata, de la Atención Primaria de Salud, de Ernest Lluch, es una opción, es una referencia e incluso una oportunidad. Pero no nos equivoquemos, el tiempo, el contexto, la realidad, incluso nosotras mismas somos diferentes. Ni mejores ni peores, diferentes. Y por tanto debemos identificar aquello por lo que queremos luchar, creer y crear y no por lo que fue y ya no puede, ni tan siquiera, debe ser.
Tenemos elementos más que de sobra para iniciar el camino que nos lleve a plantear esa nueva y necesaria realidad de cuidados profesionales. De fundamentar nuestra respuesta necesaria e imprescindible. De contrastar con evidencias nuestra apuesta de cambio. De rebelarnos contra la irracionalidad del continuismo que obedece a intereses concretos y que regula la voluntad y las respuestas de las/os políticas/os manteniendo un Sistema Nacional de Salud asistencialista, tecnológico y medicalizado, como se demuestra en el componente 18 de Renovación y ampliación de las capacidades del Sistema Nacional de Salud del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia[9], en el que a la Sanidad le asignan tan solo un 1,5% del total de los fondos europeos correspondiendo un 74,8% de dicho porcentaje al Plan de inversión en equipos de alta tecnología y un 5,8% a acciones para reforzar la prevención y promoción de la Salud, en un claro ejemplo de cuál es el interés por la Sanidad y la Salud y cuál la verdadera intención por un cambio por el que ni creen ni apuestan, a pesar del espejismo que supuso en su momento el Marco Estratégico de la Atención Primaria y Comunitaria[10], que la pandemia se ha encargado, en forma de excusa, de enterrar en el olvido, dando así respuesta a los lobbys corporativistas que se opusieron al mismo en su momento y que mantienen el modelo de sanidad que se ha mostrado claramente ineficaz e ineficiente en esta pandemia.
Finalmente, voy a utilizar este descanso estival para tratar de desconectar y recargarme de una energía que, aunque nunca me falta, cada vez me cuesta más autoconvencerme que la empleo para lo que verdaderamente es útil y necesario. No hay nada que me ilusione más que descubrir que toda la que llevo gastada y la que sea necesaria en el futuro puede servir para lograr un cambio que nos permita situar a la salud por encima de cualquier otro interés y a las enfermeras como referentes de la misma.
Despertemos del escepticismo colectivo que duda de su capacidad y sus capacidades, como parte de la anorexia profesional que nos afecta e impide que nos sintamos a gusto con la imagen que proyectamos, provocando una astenia crónica que se traduce en falta de energía y motivación. No incorporemos la interesada e incomprensible obsolescencia programada de enfermeras referentes por el simple y natural hecho de ser mayores, como parte de la cultura social en que lo nuevo y aparentemente perfecto, es lo único y normativamente válido, aceptado y por tanto, deseado, despreciando lo mucho que pueden aportar con su conocimiento y experiencia a impulsar, apoyar, guiar… a las nuevas generaciones que requieren de un equilibrio compartido con ellas, precisamente, para lograr ser como ellas. No esperemos que sean otros quienes nos solucionen el problema. Tenemos un problema de salud profesional que debemos afrontar con nuestros propios recursos y con los que la comunidad pone a nuestro alcance. Hagamos un esfuerzo por consensuarlos y activarlos con el fin de lograr superar esta situación que nos afecta a nosotras como enfermeras pero que afecta también a la sociedad, a su salud y a la capacidad por tener una vida saludable y un Sistema Nacional de Salud que responda a sus necesidades y no a sus enfermedades únicamente.
Las/os políticas/os van a seguir existiendo y difícilmente van a cambiar de estrategia. Pero, las enfermeras, debemos ser capaces de afrontar y asumir nuestra responsabilidad para que la salud comunitaria sea tenida en cuenta y que nuestra aportación específica, en cualquier ámbito de actuación, sea, así mismo, valorada y puesta en valor. Su resistencia al cambio debe contar con nuestra resistencia al desánimo. No es que sea posible, es que resulta imprescindible. Y para ello propongo este decálogo, no como dogma ni mandamiento de obligado cumplimiento, sino únicamente como referencia a tener en cuenta para lograr lo que esté en nuestra mano y en nuestra mente hacer y conseguir.
- Estar y sentirnos orgullosas/os de denominarnos enfermeras, de los cuidados profesionales que prestamos y de pertenecer a la profesión/disciplina de enfermería.
- Naturalizar y ser conscientes del potencial individual y colectivo que como enfermeras tenemos en cualquier ámbito de actuación y saber trasladarlo política, social, institucional o mediáticamente, para que sea conocido, reconocido y demandado.
- Fomentar la gestión de los cuidados en cualquier nivel de actuación (individual o colectivo) con independencia, responsabilidad y coherencia profesionales y desde el paradigma enfermero.
- Estimular e impulsar, con el respeto y la humildad -que no de la sumisión o la subsidiariedad- y con el rigor y la firmeza, nuestro papel específico en los equipos de trabajo desde la transdisciplinariedad.
- Reconocer e identificar el liderazgo de nuestras/os referentes y su aportación singular en el ámbito asistencial, gestor, docente o investigador como modelos a seguir.
- Mostrar el compromiso con nuestra profesión desde una perspectiva ética, estética, humanista y de competencia política con la abogacía de la salud que impulse el compromiso, la motivación y la implicación de las enfermeras con las personas, las familias y la comunidad.
- Estimular y asumir la responsabilidad de nuestras competencias profesionales y de compromiso con la sociedad y sus necesidades reales para lograr su máxima autonomía a través de una Educación para la Salud capacitadora y participativa que la empodere.
- Reivindicar la Investigación enfermera y la incorporación de sus resultados a la actividad profesional, como forma de mejora y calidad continuas.
- Incorporar el pensamiento crítico como elemento fundamental del desarrollo científico-profesional, huyendo de la crítica sin fundamento y promoviendo la unidad de acción, de nuestras/os representantes profesionales, laborales o científicas/os, alejada de corporativismos que traten de defender a toda costa intereses y derechos de grupo, sin tener en cuenta ni la justicia ni las implicaciones o perjuicios que puedan causarse a terceros.
- Alentar y exigir nuestra presencia, visibilidad y capacidad de decisión real en cuantos organismos, organizaciones o instituciones se tomen decisiones de salud, en igualdad de condiciones a cualquier otra disciplina o profesional.
[1] Filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX
[2] Poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo xx
[3] Sofista griego (485-411 a. C)
[4] Filósofo griego (427-347 a. C.)
[5] http://efyc.jrmartinezriera.com/2020/05/23/politica-de-gestos-o-gestos-sin-hechos/
[6] http://efyc.jrmartinezriera.com/2019/09/23/cuidado-con-la-politica-vs-politica-de-cuidados/
[7] http://efyc.jrmartinezriera.com/2019/05/23/politicos-y-mediocridad/
[8] http://efyc.jrmartinezriera.com/2020/05/09/mutacion-politica-donde-dije-digo-digo-diego/
[9] https://www.lamoncloa.gob.es/temas/fondos-recuperacion/Documents/30042021-Plan_Recuperacion_%20Transformacion_%20Resiliencia.pdf
[10]https://www.mscbs.gob.es/profesionales/proyectosActividades/docs/Marco_Estrategico_APS_25Abril_2019.pdf
Bravo compañero. Gracias por la defensa de nuestra profesión una vez más frente a todo y frente a todos.
Excelente José Ramón!!!
Como tú dices, decálogo de obligado cumplimiento…
El pensamiento critico opino que viene hacer que con características de ser deliberado, cuidadoso y dirigido a metas, en otras palabras es un proceso mental que va a implicar el examen y el analisis racional de la información e ideas disponibles, asi como la formulación de conclusiones y decisiones.
El pensamiento critico se relaciona porque es parte esencial en el metodo de solucion de problemas y de la toma de decisiones y por consiguiente, es una habilidad para cada persona.
Mayormente debemos mostrar ese perfil profesional de enfermeria, aquel que nos diferencia de los demas profesionales de la salud. Asumir cuidados estandarizados, humanizados, olisticos en enfemeria.
No nos gusta salir de nuestro confort, y aun asi pensamos que podemos cambiar nuestra enfermeria. Sin saber que podemos equivocarnos para poder aprender a sobresalir y resaltar aun mas.