“No sé si es cansancio, madurez o resignación, pero hay cosas que ya no quiero discutir más.”
Jorge Schubert [1]
Desde el año 1977, con motivo de la demanda de las enfermeras para incorporar sus estudios a la universidad, ya no ha vuelto a existir un movimiento de protesta y movilización como aquel. Ni en cuanto a número de enfermeras movilizadas, sensibilizadas, comprometidas, implicadas y concienciadas, como de unidad por el objetivo que generó tal movimiento, el desarrollo disciplinar de la enfermería que, sin duda, supondría un punto de inflexión sin precedentes en España y para nuestra disciplina/profesión.
Las calles se llenaron de enfermeras uniformadas, muchos espacios en hospitales o escuelas acogían asambleas multitudinarias, los servicios de salud sufrieron el impacto por los paros registrados, lo que permitió ponderar en su justa medida la importancia y el impacto que los cuidados profesionales enfermeros tenían y que no había sido en ningún momento valorado ni reconocido, tanto para el funcionamiento de los servicios como para la salud de las personas atendidas, lo que permitió situar en su justa medida la dimensión de la aportación enfermera.
Logrado el objetivo de la incorporación en la Universidad, las enfermeras asumieron su rol de cuidadoras profesionales y de profesionales responsables con su nuevo nivel académico en cualquiera de los ámbitos en los que trabajan.
Dicha asunción, en ningún caso, significaba que no existiesen más problemas o que no se tuviesen mayores aspiraciones, pero la responsabilidad contraída con la sociedad tras su incorporación en la universidad con el objetivo de ser mejores profesionales y ofrecer cuidados de mayor calidad, se anteponía a cualquier otra reivindicación corporativa que supusiese nuevamente la parálisis del sistema. La ética del cuidado prevaleció a cualquier intento de desestabilización o protesta masiva.
En todo momento se trabajó de manera ordenada, serena, respetuosa, rigurosa, incluso silenciosa aunque no por ello vacía de contenido, en cuantos conflictos, agravios, ataques, despropósitos, barreras, mentiras, promesas incumplidas, mensajes vacíos, oportunismos tramposos, brindis al sol, limitaciones, sospechas, silencios escandalosos, escándalos silenciados, desprecios, aislamientos, recortes, irracionalidades, presiones… a los que hemos estado sometidas de manera casi permanente y sistemática durante más de 40 años desde que lográsemos entrar en la Universidad. Como si con dicho logro se hubiese entendido que las enfermeras ya no tuviésemos mayores necesidades, reivindicaciones, deseos, oportunidades, anhelos, objetivos, fines o metas que alcanzar. Como si se nos hubiese dado un billete de fin de trayecto que impidiera cualquier otra posibilidad de destino.
Paradójicamente, además, ha sido durante estos últimos dos años, coincidiendo con el movimiento Nursing Now, cuando han arreciado, si cabe aún más, los despropósitos contra las enfermeras, que se intentaron enmascarar con aplausos y palabras vacías y sin sentimiento alguno por parte justamente de quienes permitían o decidían en contra de las enfermeras. Debieron entender que lo de Enfermería Ahora (Nursing Now) era el aviso para atacar ya sin remilgo alguno a las enfermeras.
Sin embargo, en ningún caso debe entenderse esta postura de contención de las enfermeras, que no de resignación, con falta de interés, ambición, necesidad, ni mucho menos de sumisión, ante el sistema o cualquier otra circunstancia o factor. Aunque pueda o quiera interpretarse como una justificación interesada y oportunista, nada más alejado de la realidad. Las enfermeras siempre han antepuesto a sus intereses individuales y colectivos los de las personas, las familias y la comunidad a las que atienden. Siempre han considerado, como hacen con la atención integral que prestan, que el consenso, la escucha activa, el diálogo, el respeto, junto a los argumentos rigurosos y razonados eran las vías que debían utilizarse para la negociación, de aquellas demandas legítimas que como profesionales tienen para garantizar la calidad de sus cuidados. Nunca se utilizó la fuerza de la presión, el poder, la exigencia o la amenaza para lograr imponer su criterio como otros han venido utilizando sistemáticamente para lograr unas demandas que no siempre tienen ni la trascendencia ni el impacto con las que se han trasladado a través de mensajes engañosos, manipulaciones interesadas o argumentos falsos, con los que lograr el respaldo social que tan solo les interesa realmente para alcanzar sus objetivos laborales o económicos y no así la mejora de la calidad asistencial que prestan y que manejan e inducen a su capricho en base a sus necesidades puntuales y/o a sus autoritarias imposiciones organizativas tendentes a satisfacer su particular estado de bienestar o zonas de confort. Para ello no han dudado nunca en utilizar las demandas judiciales, las movilizaciones o los paros con el manejo de unos medios de comunicación fascinados por el sanitarismo medicalizado que hacen de altavoz a sus reivindicaciones. Incluso, no han tenido pudor alguno en utilizar a otros profesionales en general y a las enfermeras en particular como muleta con la que reforzar la estabilidad de sus protestas, pero sin que ninguno de dichos colectivos les diera permiso para ello ni participasen de su argumentario. Tan solo se trataba de una utilización interesada en la que nunca se tuvieron en cuenta los intereses o necesidades de los mismos sino tan solo sus crematísticos deseos enmascarados de una preocupación por el tiempo dedicado o la demanda que es, casi única y exclusivamente, consecuencia de su propia ineficacia o su manejo interesado como estrategias de logro.
Pero allá cada cual con sus planteamientos. Cada quien debe ser coherente con su línea de actuación y de acción y no tan solo pretender que la imagen idealizada de su aportación sea la moneda con que poder comprar voluntades y vencer resistencias.
Por eso las enfermeras siempre han mantenido esa especie de reserva, de contención, de espera, porque siempre han considerado que las necesidades de la sociedad debían estar permanentemente garantizadas.
Pero esa actitud, ese posicionamiento, que algunas/os quieren asociar a inmovilismo e inacción, para nada tiene que ver con ellos. Porque la inacción y el inmovilismo, que lamentablemente existen, obedecen a otros criterios relacionados a una ética de mínimos en la que la falta por asumir responsabilidades prevalece a la carencia de estímulos para la movilización y la protesta.
La información y con ella los datos, se han utilizado y se siguen utilizando en contra de las propias enfermeras en un diabólico juego en el que se trata en todo momento de hacer responsables de los males de la enfermería a las propias enfermeras a las que se acusa de estar desunidas, fragmentadas y no saber quiénes son sus referentes, cuando realmente se trabaja de manera soterrada y totalmente orquestada para hacer que eso suceda o lo parezca. Todo lo cual es aprovechado por determinados grupos que tratan de sacar rédito de esta situación planeando propuestas de fragmentación como las que realizan algunas matronas exigiendo una titulación independiente de enfermería o la realizada por residentes de especialidades enfermeras constituyendo asociaciones al margen de las Sociedades Científicas de sus especialidades. Una verdadera locura que obedece claramente a la degradación a la que estamos siendo sometidas desde hace tanto tiempo y que ya tiene antecedentes claros cuando Fisioterapia o Podología dejaron de ser especialidades enfermeras para pasar a ser titulaciones independientes.
Pero este mal no es exclusivo de las enfermeras, porque las guerras de guerrillas son no tan solo habituales sino mucho más cruentas entre profesionales de otras disciplinas, que cuentan con el apoyo mediático y de la industria, como la farmacológica o la técnica, que les otorgan el papel de lobby que achanta y doblega a las administraciones y a quienes las gestionan, que en ocasiones incluso son los mismos.
Desde 1977 hasta hora han sido muchos los acontecimientos, las acciones, las omisiones, las decisiones, las ausencias, los olvidos, las intenciones, las sinrazones… que han acompañado la evolución y el desarrollo, tanto disciplinar como profesional de las enfermeras. Pero además, lo han hecho, en compañía y comparación permanente a otras disciplinas/profesiones en desigualdad de condiciones en unas ocasiones o en clara desventaja en otras como consecuencia de las diferencias de criterio; las normas diseñadas a medida de una determinada disciplina/profesión; la asimilación de paradigmas de manera totalmente incoherente; el punto de partida claramente diferente; la exigencia homogénea ante oportunidades absolutamente desiguales; la negación a determinados objetivos por razones exclusivamente de autoritarismo corporativista; la utilización interesada de la actividad enfermera como demanda de otras profesiones en detrimento de las necesidades de la población; la desvalorización de las aportaciones específicas enfermeras como los cuidados; la ausencia de indicadores de resultado enfermeros; la mimetización sistemática del modelo médico para imponerlo al de las enfermeras; la fagocitación en órganos, comisiones o puestos de responsabilidad en donde les dejan estar pero no les dejan ser; el racionamiento permanente de las plantillas enfermeras en beneficio del crecimiento del de otros profesionales sin criterios que lo justifiquen y tan solo como respuesta a las presiones de poder y al modelo diseñado a imagen y semejanza de un colectivo profesional y no de las necesidades de cuidados de las personas a las que debe dar respuesta; los incentivos diseñados a medida de unos pocos en detrimento de las enfermeras; la desigual oportunidad de acceso a investigación y docencia; el nulo interés por la generación de evidencias enfermeras o la ignorancia absoluta a las que se obtienen; la incapacidad de respuesta a las deficiencias del sistema generadas por la ineficaz gestión centrada en la enfermedad; la negativa a modificar normas y leyes que impiden el normal desarrollo competencial enfermero; la eliminación sin sentido ni argumento de acciones enfermeras fundamentales para la salud comunitaria; la incomprensible, o no, incapacidad para ordenar las competencias profesionales en los servicios, unidades o centros; la resistencia numantina a situar a enfermeras en puestos de responsabilidad; el ninguneo permanente del protagonismo enfermero para trasvasarlo de manera totalmente vergonzosa a añadir como méritos de otros profesionales; la exigencia desmesurada para demostrar lo que a otros se les da por supuesto; el cuestionamiento permanente a propuestas enfermeras en contraste con la aceptación sin reparos ni valoraciones a las realizadas por otros profesionales; la falta de consideración y valor a las aportaciones de las sociedades científicas enfermeras por el hecho de ser enfermeras; la absoluta falta de interés y atención a los planteamientos de las enfermeras en cualquier ámbito, contexto o situación; la insolente beneficencia política con la que se identifica y trata a las enfermeras; el radicalismo médico-político con el que se toman decisiones; la inequidad en el acceso a recursos; la negación irracional del impacto del trabajo enfermero en la conciliación familiar… son tan solo algunos de los hechos que a lo largo de estos años han ido pasando de manera inexorable como granos de arena por la estrechez administrativo-política y corporativista del reloj de arena que se puso en marcha para las enfermeras en 1977.
Pero el tiempo, como los granos de arena, están muy próximos a acabarse y con ello de detenerse el tiempo de paciencia, de aguante, de resistencia, de capacidad, de fortaleza… que las enfermeras han tenido para lograr que no se precipitase ni el tiempo ni la arena que lo medía.
Las enfermeras, y solo las enfermeras, debemos decidir si queremos que se posibilite el que se le dé la vuelta al reloj de arena y con ello se inicie un nuevo, incierto, lento y triste espacio en el que las enfermeras nuevamente asumamos el papel de resistencia y silencio, o si, por el contrario, determinamos que el tiempo se detenga para plantear soluciones reales que garanticen la calidad de los cuidados que prestamos y las condiciones en las que se nos pide que lo hagamos.
Se trata de seguir anteponiendo los intereses de la población a los del sistema, otros profesionales y los nuestros propios, pero exigiendo cambios reales que limiten la incertidumbre, eliminen las desigualdades, minimicen los impactos negativos, favorezcan las oportunidades, centren la atención en los cuidados… desde una perspectiva de firmeza, determinación, rigor y tolerancia cero al maltrato institucional al que estamos siendo sometidas y que incide de manera clara y objetiva en la calidad de atención a la salud.
Tenemos que ser capaces de explicar, informar y convencer a la sociedad de lo que queremos y exigimos para que no tan solo se solidaricen, sino que hagan suya la reivindicación por la que decidimos parar y actuar de una vez por todas.
El tiempo de las peticiones sin respuesta, los silencios como argumentos, los rechazos como soluciones, se ha agotado y con él la parálisis de acción.
Es hora de moverse, de actuar, de dejar de llorar, de hablar, de razonar para que se oiga nuestra voz y se escuche nuestro clamor que es el de una sociedad que necesita ser cuidada para saber cuidarse.
Que nadie intente manipular este grito de acción con una reivindicación económico – laboral o corporativista exclusivamente. Se trata de una apuesta razonada, científica y alejada de cualquier protagonismo, pero al mismo tiempo de un posicionamiento firme que no debe ceder ni al chantaje, ni las presiones de poder, ni las amenazas de quienes durante tanto tiempo nos han estado ignorando.
No es cuestión de hacerlo de manera precipitada y sin sentido, pero tampoco de contemplarlo desde una perspectiva de utopía que nos devuelva a la estrechez temporal de la evolución, el desarrollo y la valoración enfermeras.
No es cuestión de siglas, ni de ideas, ni de partidos, ni de personas, ni de consejerías o ministerios, es cuestión de voluntad. Y no ha habido ni hay voluntad de querer tan siquiera entender lo que son y significan los cuidados enfermeros y quienes los prestamos, las enfermeras.
No nos queda resquicio alguno de esperanza en lo que se nos pueda, quiera o pretenda decir. Ya hemos sido engañadas, ninguneadas, ignoradas, utilizadas, manipuladas, durante demasiado tiempo. Mucho más allá del que cualquier cuidado puede soportar. Estamos en fase terminal por culpa de la mala praxis de tantas y tantos oportunistas mediocres que han creído, torpemente como casi todo lo que hacen, que podían continuar e incrementar su actitud de hostigamiento y ataque a los cuidados.
Para hablar de cuidados hay que saber lo que significa cuidar y para cuidar profesionalmente hay que respetar a quienes lo hacen desde el conocimiento y el convencimiento de ser enfermeras. No hacerlo conduce irremediablemente a denigrar el cuidado y con ello a despreciar la salud y la dignidad humana. Pero estamos cansadas de hablar a los sordos y esperar a que los mudos nos hablasen
Las enfermeras no podemos, ni debemos seguir siendo cómplices activas ni pasivas de quienes actúan con tanto desprecio contribuyendo, por tanto, al deterioro progresivo de la salud y a la mercantilización de la misma para dejarla en manos de depredadores carroñeros que actúan desde los lobbies de poder financiero a quienes dan respuesta con la degradación de los cuidados para abaratar costes y hacer negocio.
Creer es querer y querer es poder, por lo que se cree y se quiere, pero como dijese Dostoyevski[2] “acaba uno por agotarse y siente que esa inagotable fantasía se agota con el esfuerzo constante por avivarla”. Por eso, antes de caer en el agotamiento al que nos arrastran, hay que tomar fuerza y defender nuestra imagen, nuestro valor, nuestra posición, nuestra aportación, nuestra voz… que hemos ganado con trabajo, compromiso, implicación, estudio, investigación, evidencias y vivencias.
Siempre he sido y sigo siendo un firme defensor del diálogo y la negociación, pero para que pueda ser eficaz y equitativo se requiere de la voluntad firme de las partes y no tan solo de la transigencia, la paciencia y la pasividad de una de ellas ante la imposición autoritaria y la prepotencia de la otra.
¡¡¡BASTA YA!!!! No queda otra. No entienden el lenguaje de los cuidados ni cuidan el lenguaje de sus decisiones. No es enfado, es decepción, y eso es peor, porque la decepción, al menos en este caso, no es como dijera Sir Bayle Roche[1] la enfermera de la sabiduría” sino la enfermedad de la sabiduría.
[1] Político irlandés (octubre de 1736 – 5 de junio de 1807)
“No sé si es cansancio, madurez o resignación, pero hay cosas que ya no quiero discutir más.”
Jorge Schubert [1]
Desde el año 1977, con motivo de la demanda de las enfermeras para incorporar sus estudios a la universidad, ya no ha vuelto a existir un movimiento de protesta y movilización como aquel. Ni en cuanto a número de enfermeras movilizadas, sensibilizadas, comprometidas, implicadas y concienciadas, como de unidad por el objetivo que generó tal movimiento, el desarrollo disciplinar de la enfermería que, sin duda, supondría un punto de inflexión sin precedentes en España y para nuestra disciplina/profesión.
Las calles se llenaron de enfermeras uniformadas, muchos espacios en hospitales o escuelas acogían asambleas multitudinarias, los servicios de salud sufrieron el impacto por los paros registrados, lo que permitió ponderar en su justa medida la importancia y el impacto que los cuidados profesionales enfermeros tenían y que no había sido en ningún momento valorado ni reconocido, tanto para el funcionamiento de los servicios como para la salud de las personas atendidas, lo que permitió situar en su justa medida la dimensión de la aportación enfermera.
Logrado el objetivo de la incorporación en la Universidad, las enfermeras asumieron su rol de cuidadoras profesionales y de profesionales responsables con su nuevo nivel académico en cualquiera de los ámbitos en los que trabajan.
Dicha asunción, en ningún caso, significaba que no existiesen más problemas o que no se tuviesen mayores aspiraciones, pero la responsabilidad contraída con la sociedad tras su incorporación en la universidad con el objetivo de ser mejores profesionales y ofrecer cuidados de mayor calidad, se anteponía a cualquier otra reivindicación corporativa que supusiese nuevamente la parálisis del sistema. La ética del cuidado prevaleció a cualquier intento de desestabilización o protesta masiva.
En todo momento se trabajó de manera ordenada, serena, respetuosa, rigurosa, incluso silenciosa aunque no por ello vacía de contenido, en cuantos conflictos, agravios, ataques, despropósitos, barreras, mentiras, promesas incumplidas, mensajes vacíos, oportunismos tramposos, brindis al sol, limitaciones, sospechas, silencios escandalosos, escándalos silenciados, desprecios, aislamientos, recortes, irracionalidades, presiones… a los que hemos estado sometidas de manera casi permanente y sistemática durante más de 40 años desde que lográsemos entrar en la Universidad. Como si con dicho logro se hubiese entendido que las enfermeras ya no tuviésemos mayores necesidades, reivindicaciones, deseos, oportunidades, anhelos, objetivos, fines o metas que alcanzar. Como si se nos hubiese dado un billete de fin de trayecto que impidiera cualquier otra posibilidad de destino.
Paradójicamente, además, ha sido durante estos últimos dos años, coincidiendo con el movimiento Nursing Now, cuando han arreciado, si cabe aún más, los despropósitos contra las enfermeras, que se intentaron enmascarar con aplausos y palabras vacías y sin sentimiento alguno por parte justamente de quienes permitían o decidían en contra de las enfermeras. Debieron entender que lo de Enfermería Ahora (Nursing Now) era el aviso para atacar ya sin remilgo alguno a las enfermeras.
Sin embargo, en ningún caso debe entenderse esta postura de contención de las enfermeras, que no de resignación, con falta de interés, ambición, necesidad, ni mucho menos de sumisión, ante el sistema o cualquier otra circunstancia o factor. Aunque pueda o quiera interpretarse como una justificación interesada y oportunista, nada más alejado de la realidad. Las enfermeras siempre han antepuesto a sus intereses individuales y colectivos los de las personas, las familias y la comunidad a las que atienden. Siempre han considerado, como hacen con la atención integral que prestan, que el consenso, la escucha activa, el diálogo, el respeto, junto a los argumentos rigurosos y razonados eran las vías que debían utilizarse para la negociación, de aquellas demandas legítimas que como profesionales tienen para garantizar la calidad de sus cuidados. Nunca se utilizó la fuerza de la presión, el poder, la exigencia o la amenaza para lograr imponer su criterio como otros han venido utilizando sistemáticamente para lograr unas demandas que no siempre tienen ni la trascendencia ni el impacto con las que se han trasladado a través de mensajes engañosos, manipulaciones interesadas o argumentos falsos, con los que lograr el respaldo social que tan solo les interesa realmente para alcanzar sus objetivos laborales o económicos y no así la mejora de la calidad asistencial que prestan y que manejan e inducen a su capricho en base a sus necesidades puntuales y/o a sus autoritarias imposiciones organizativas tendentes a satisfacer su particular estado de bienestar o zonas de confort. Para ello no han dudado nunca en utilizar las demandas judiciales, las movilizaciones o los paros con el manejo de unos medios de comunicación fascinados por el sanitarismo medicalizado que hacen de altavoz a sus reivindicaciones. Incluso, no han tenido pudor alguno en utilizar a otros profesionales en general y a las enfermeras en particular como muleta con la que reforzar la estabilidad de sus protestas, pero sin que ninguno de dichos colectivos les diera permiso para ello ni participasen de su argumentario. Tan solo se trataba de una utilización interesada en la que nunca se tuvieron en cuenta los intereses o necesidades de los mismos sino tan solo sus crematísticos deseos enmascarados de una preocupación por el tiempo dedicado o la demanda que es, casi única y exclusivamente, consecuencia de su propia ineficacia o su manejo interesado como estrategias de logro.
Pero allá cada cual con sus planteamientos. Cada quien debe ser coherente con su línea de actuación y de acción y no tan solo pretender que la imagen idealizada de su aportación sea la moneda con que poder comprar voluntades y vencer resistencias.
Por eso las enfermeras siempre han mantenido esa especie de reserva, de contención, de espera, porque siempre han considerado que las necesidades de la sociedad debían estar permanentemente garantizadas.
Pero esa actitud, ese posicionamiento, que algunas/os quieren asociar a inmovilismo e inacción, para nada tiene que ver con ellos. Porque la inacción y el inmovilismo, que lamentablemente existen, obedecen a otros criterios relacionados a una ética de mínimos en la que la falta por asumir responsabilidades prevalece a la carencia de estímulos para la movilización y la protesta.
La información y con ella los datos, se han utilizado y se siguen utilizando en contra de las propias enfermeras en un diabólico juego en el que se trata en todo momento de hacer responsables de los males de la enfermería a las propias enfermeras a las que se acusa de estar desunidas, fragmentadas y no saber quiénes son sus referentes, cuando realmente se trabaja de manera soterrada y totalmente orquestada para hacer que eso suceda o lo parezca. Todo lo cual es aprovechado por determinados grupos que tratan de sacar rédito de esta situación planeando propuestas de fragmentación como las que realizan algunas matronas exigiendo una titulación independiente de enfermería o la realizada por residentes de especialidades enfermeras constituyendo asociaciones al margen de las Sociedades Científicas de sus especialidades. Una verdadera locura que obedece claramente a la degradación a la que estamos siendo sometidas desde hace tanto tiempo y que ya tiene antecedentes claros cuando Fisioterapia o Podología dejaron de ser especialidades enfermeras para pasar a ser titulaciones independientes.
Pero este mal no es exclusivo de las enfermeras, porque las guerras de guerrillas son no tan solo habituales sino mucho más cruentas entre profesionales de otras disciplinas, que cuentan con el apoyo mediático y de la industria, como la farmacológica o la técnica, que les otorgan el papel de lobby que achanta y doblega a las administraciones y a quienes las gestionan, que en ocasiones incluso son los mismos.
Desde 1977 hasta hora han sido muchos los acontecimientos, las acciones, las omisiones, las decisiones, las ausencias, los olvidos, las intenciones, las sinrazones… que han acompañado la evolución y el desarrollo, tanto disciplinar como profesional de las enfermeras. Pero además, lo han hecho, en compañía y comparación permanente a otras disciplinas/profesiones en desigualdad de condiciones en unas ocasiones o en clara desventaja en otras como consecuencia de las diferencias de criterio; las normas diseñadas a medida de una determinada disciplina/profesión; la asimilación de paradigmas de manera totalmente incoherente; el punto de partida claramente diferente; la exigencia homogénea ante oportunidades absolutamente desiguales; la negación a determinados objetivos por razones exclusivamente de autoritarismo corporativista; la utilización interesada de la actividad enfermera como demanda de otras profesiones en detrimento de las necesidades de la población; la desvalorización de las aportaciones específicas enfermeras como los cuidados; la ausencia de indicadores de resultado enfermeros; la mimetización sistemática del modelo médico para imponerlo al de las enfermeras; la fagocitación en órganos, comisiones o puestos de responsabilidad en donde les dejan estar pero no les dejan ser; el racionamiento permanente de las plantillas enfermeras en beneficio del crecimiento del de otros profesionales sin criterios que lo justifiquen y tan solo como respuesta a las presiones de poder y al modelo diseñado a imagen y semejanza de un colectivo profesional y no de las necesidades de cuidados de las personas a las que debe dar respuesta; los incentivos diseñados a medida de unos pocos en detrimento de las enfermeras; la desigual oportunidad de acceso a investigación y docencia; el nulo interés por la generación de evidencias enfermeras o la ignorancia absoluta a las que se obtienen; la incapacidad de respuesta a las deficiencias del sistema generadas por la ineficaz gestión centrada en la enfermedad; la negativa a modificar normas y leyes que impiden el normal desarrollo competencial enfermero; la eliminación sin sentido ni argumento de acciones enfermeras fundamentales para la salud comunitaria; la incomprensible, o no, incapacidad para ordenar las competencias profesionales en los servicios, unidades o centros; la resistencia numantina a situar a enfermeras en puestos de responsabilidad; el ninguneo permanente del protagonismo enfermero para trasvasarlo de manera totalmente vergonzosa a añadir como méritos de otros profesionales; la exigencia desmesurada para demostrar lo que a otros se les da por supuesto; el cuestionamiento permanente a propuestas enfermeras en contraste con la aceptación sin reparos ni valoraciones a las realizadas por otros profesionales; la falta de consideración y valor a las aportaciones de las sociedades científicas enfermeras por el hecho de ser enfermeras; la absoluta falta de interés y atención a los planteamientos de las enfermeras en cualquier ámbito, contexto o situación; la insolente beneficencia política con la que se identifica y trata a las enfermeras; el radicalismo médico-político con el que se toman decisiones; la inequidad en el acceso a recursos; la negación irracional del impacto del trabajo enfermero en la conciliación familiar… son tan solo algunos de los hechos que a lo largo de estos años han ido pasando de manera inexorable como granos de arena por la estrechez administrativo-política y corporativista del reloj de arena que se puso en marcha para las enfermeras en 1977.
Pero el tiempo, como los granos de arena, están muy próximos a acabarse y con ello de detenerse el tiempo de paciencia, de aguante, de resistencia, de capacidad, de fortaleza… que las enfermeras han tenido para lograr que no se precipitase ni el tiempo ni la arena que lo medía.
Las enfermeras, y solo las enfermeras, debemos decidir si queremos que se posibilite el que se le dé la vuelta al reloj de arena y con ello se inicie un nuevo, incierto, lento y triste espacio en el que las enfermeras nuevamente asumamos el papel de resistencia y silencio, o si, por el contrario, determinamos que el tiempo se detenga para plantear soluciones reales que garanticen la calidad de los cuidados que prestamos y las condiciones en las que se nos pide que lo hagamos.
Se trata de seguir anteponiendo los intereses de la población a los del sistema, otros profesionales y los nuestros propios, pero exigiendo cambios reales que limiten la incertidumbre, eliminen las desigualdades, minimicen los impactos negativos, favorezcan las oportunidades, centren la atención en los cuidados… desde una perspectiva de firmeza, determinación, rigor y tolerancia cero al maltrato institucional al que estamos siendo sometidas y que incide de manera clara y objetiva en la calidad de atención a la salud.
Tenemos que ser capaces de explicar, informar y convencer a la sociedad de lo que queremos y exigimos para que no tan solo se solidaricen, sino que hagan suya la reivindicación por la que decidimos parar y actuar de una vez por todas.
El tiempo de las peticiones sin respuesta, los silencios como argumentos, los rechazos como soluciones, se ha agotado y con él la parálisis de acción.
Es hora de moverse, de actuar, de dejar de llorar, de hablar, de razonar para que se oiga nuestra voz y se escuche nuestro clamor que es el de una sociedad que necesita ser cuidada para saber cuidarse.
Que nadie intente manipular este grito de acción con una reivindicación económico – laboral o corporativista exclusivamente. Se trata de una apuesta razonada, científica y alejada de cualquier protagonismo, pero al mismo tiempo de un posicionamiento firme que no debe ceder ni al chantaje, ni las presiones de poder, ni las amenazas de quienes durante tanto tiempo nos han estado ignorando.
No es cuestión de hacerlo de manera precipitada y sin sentido, pero tampoco de contemplarlo desde una perspectiva de utopía que nos devuelva a la estrechez temporal de la evolución, el desarrollo y la valoración enfermeras.
No es cuestión de siglas, ni de ideas, ni de partidos, ni de personas, ni de consejerías o ministerios, es cuestión de voluntad. Y no ha habido ni hay voluntad de querer tan siquiera entender lo que son y significan los cuidados enfermeros y quienes los prestamos, las enfermeras.
No nos queda resquicio alguno de esperanza en lo que se nos pueda, quiera o pretenda decir. Ya hemos sido engañadas, ninguneadas, ignoradas, utilizadas, manipuladas, durante demasiado tiempo. Mucho más allá del que cualquier cuidado puede soportar. Estamos en fase terminal por culpa de la mala praxis de tantas y tantos oportunistas mediocres que han creído, torpemente como casi todo lo que hacen, que podían continuar e incrementar su actitud de hostigamiento y ataque a los cuidados.
Para hablar de cuidados hay que saber lo que significa cuidar y para cuidar profesionalmente hay que respetar a quienes lo hacen desde el conocimiento y el convencimiento de ser enfermeras. No hacerlo conduce irremediablemente a denigrar el cuidado y con ello a despreciar la salud y la dignidad humana. Pero estamos cansadas de hablar a los sordos y esperar a que los mudos nos hablasen
Las enfermeras no podemos, ni debemos seguir siendo cómplices activas ni pasivas de quienes actúan con tanto desprecio contribuyendo, por tanto, al deterioro progresivo de la salud y a la mercantilización de la misma para dejarla en manos de depredadores carroñeros que actúan desde los lobbies de poder financiero a quienes dan respuesta con la degradación de los cuidados para abaratar costes y hacer negocio.
Creer es querer y querer es poder, por lo que se cree y se quiere, pero como dijese Dostoyevski[2] “acaba uno por agotarse y siente que esa inagotable fantasía se agota con el esfuerzo constante por avivarla”. Por eso, antes de caer en el agotamiento al que nos arrastran, hay que tomar fuerza y defender nuestra imagen, nuestro valor, nuestra posición, nuestra aportación, nuestra voz… que hemos ganado con trabajo, compromiso, implicación, estudio, investigación, evidencias y vivencias.
Siempre he sido y sigo siendo un firme defensor del diálogo y la negociación, pero para que pueda ser eficaz y equitativo se requiere de la voluntad firme de las partes y no tan solo de la transigencia, la paciencia y la pasividad de una de ellas ante la imposición autoritaria y la prepotencia de la otra.
¡¡¡BASTA YA!!!! No queda otra. No entienden el lenguaje de los cuidados ni cuidan el lenguaje de sus decisiones. No es enfado, es decepción, y eso es peor, porque la decepción, al menos en este caso, no es como dijera Sir Bayle Roche[3] la enfermera de la sabiduría” sino la enfermedad de la sabiduría.
Salgamos a la calle con quienes son y deben ser siempre nuestra verdadera valedora y nuestra única e indiscutible aliada por y para la salud, la comunidad, para con ella recuperar y garantizar los cuidados.
De manera sistemática la ciudadanía destaca por encima de cualquier otra, la satisfacción por los cuidados enfermeros recibidos. Sin embargo, las/os políticas/os lo utilizan para imputarse el éxito en un claro y repetido oportunismo político con el que anulan la aportación específica enfermera al SNS para hacerla suya o enmascararla en un análisis global en el que finalmente queda invisibilizada. La ciudadanía identifica claramente quienes somos y lo que les aportamos y, estoy convencido, no van a querer renunciar a ello. Por eso necesitamos que la ciudadanía sepa lo que se está haciendo con engaños y mensajes distorsionados y manipulados, para sustituir cuidados profesionales por asistencia de muy baja calidad.
Ahora se trata de saber cómo y cuándo hacerlo sin protagonismos, utilizando el diálogo en aras del objetivo común. Para el resto de intereses se deberán buscar otros espacios y momentos. Ahora es el momento y el espacio de los cuidados y de quienes los prestan de manera profesional y exclusiva, las enfermeras.
Quienes ostentan por ley la representación de las enfermeras deben dar un paso al frente para ordenar este movimiento de dignidad profesional y en defensa de la ciudadanía. El resto de organizaciones, instituciones o asociaciones profesionales deberán sumarse al mismo desde la coherencia de sus diferentes planteamientos profesionales, científicos, investigadores, docentes… Tan solo desde la identificación unitaria de Enfermería, sin más siglas ni logos, lograremos que la arena del reloj no nos entierre en el anonimato y seamos dueñas de nuestro destino y nuestro tiempo.
[1] Actor y escritor argentino (1966).
[2] Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, fue un famoso escritor, periodista y filósofo ruso (1821-1881)
[3] Político irlandés (octubre de 1736 – 5 de junio de 1807)
Salgamos a la calle con quienes son y deben ser siempre nuestra verdadera valedora y nuestra única e indiscutible aliada por y para la salud, la comunidad, para con ella recuperar y garantizar los cuidados.
De manera sistemática la ciudadanía destaca por encima de cualquier otra, la satisfacción por los cuidados enfermeros recibidos. Sin embargo las/os políticas/os lo utilizan para imputarse el éxito en un claro y repetido oportunismo político con el que anulan la aportación específica enfermera al SNS para hacerla suya o enmascararla en un análisis global en el que finalmente queda invisibilizada. La ciudadanía identifica claramente quienes somos y lo que les aportamos y, estoy convencido, no van a querer renunciar a ello. Por eso necesitamos que la ciudadanía sepa lo que se está haciendo con engaños y mensajes distorsionados y manipulados, para sustituir cuidados profesionales por asistencia de muy baja calidad.
Ahora se trata de saber cómo y cuándo hacerlo sin protagonismos, utilizando el diálogo en aras del objetivo común. Para el resto de intereses se deberán buscar otros espacios y momentos. Ahora es el momento y el espacio de los cuidados y de quienes los prestan de manera profesional y exclusiva, las enfermeras.
Quienes ostentan por ley la representación de las enfermeras deben dar un paso al frente para ordenar este movimiento de dignidad profesional y en defensa de la ciudadanía. El resto de organizaciones, instituciones o asociaciones profesionales deberán sumarse al mismo desde la coherencia de sus diferentes planteamientos profesionales, científicos, investigadores, docentes… Tan solo desde la identificación unitaria de Enfermería, sin más siglas ni logos, lograremos que la arena del reloj no nos entierre en el anonimato y seamos dueñas de nuestro destino y nuestro tiempo.
[1] Actor y escritor argentino (1966).
[2] Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, fue un famoso escritor, periodista y filósofo ruso (1821-1881)
[3] Político irlandés (octubre de 1736 – 5 de junio de 1807)