A todas/os quienes viven con pasión ser y sentirse enfermeras.
“Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan.”
Jean Jacques Rousseau[1]
En un país como España que a pesar de ser aconfesional, que no laico, como se recoge en la Constitución de 1978, su sociedad, su cultura, su educación, sus tradiciones, están totalmente influenciadas, cuando no mediatizadas, por la religión católica.
La Semana de Pasión o Semana Santa ocupa un espacio de gran tradición e incluso fervor, entre religioso y festivo, en muchas localidades a lo largo y ancho de todo el país.
Pero yo no voy a hablar, lógicamente, de procesiones, saetas o pasos religiosos. Aunque posiblemente ello me permitiría establecer una distancia con la pasión, en la más amplia extensión de la palabra, hacía, por, para, desde y con la enfermería.
Por una parte, la pasión entendida como la inclinación o preferencia muy vivas de alguien hacia algo. Por otra como la acción de padecer, tal como se recoge en el diccionario de la RAE.
Y es que creo que una es consecuencia de la otra. Es decir, mi debilidad por la enfermería y todo lo que la misma significa y me aporta hace que, en muchas ocasiones, la misma, que me suscita tantas emociones, sentimientos, alegrías y satisfacciones, también sea
capaz de provocarme mucho dolor e incomprensión. Porque como dijera Stendha[2]l “la vocación es la felicidad de tener como profesión la propia pasión”, pero no es menos cierto que “la manera más profunda de sentir una cosa es sufrir por ella” según Gustave Flaubert[3].
Así pues, mi pasión, al menos una de ellas y posiblemente la más fuerte y prologada en el tiempo, es la enfermería, en tanto en cuanto he tratado de conocerla y entenderla a través de la pasión por su aprendizaje. He entendido que esa era la mejor manera de poder crecer como enfermera, tratando de averiguar qué es lo que sabía hacer para así poderlo hacer lo mejor posible contribuyendo, en la medida de mis posibilidades, a que lo haga la enfermería. En cualquier caso he intentado hacerlo siempre desde la razón, sin descartar la pasión como motor que me permitiese transformar dicha pasión en carácter, como expresaba Franz Kafka[4], pues para mí la enfermería no ha sido un propósito o un fin en si mismo, sino una pasión que me ha empujado a que la razón, el respeto y la coherencia, me guiasen para transformar mi pasión en convicción y no a la inversa, ya que tan solo sintiendo que amo lo que hago puedo actuar con tanta convicción como para ir tras mi pasión y no tan solo tras una pensión.
Pero posiblemente por ese mismo impulso de la pasión que me hace ser vehemente, que no exaltado, en aquello que creo y por lo que trabajo y me comprometo es por lo que en muchas ocasiones dicha pasión como acción dinámica y movilizadora, se transforme en una pasión de sufrimiento e incluso de dolor por las actitudes inmovilistas, irracionales y conformistas que actúan en contra de la enfermería, su valor, reconocimiento, visibilidad y desarrollo. Una pasión que, en ningún caso, al contrario de lo que marcan los valores del catolicismo derivados de la pasión de Cristo celebrada anualmente, sufro con resignación. Todo lo contrario, la pasión que provoca el ataque, la negación o el descrédito de la enfermería genera en mi una reacción aún mayor de convicción e inconformismo por defender y argumentar la importancia de la enfermería y la inutilidad que supone su sacrificio, provocado por el temor que genera en quienes, desde el poder de la irracionalidad y el autoritarismo, atacan a enfermería y la acusan de aquello que, precisamente, mejor sabe hacer, cuidar, y del seguidismo, claro está, inconsciente y cómodo de quienes se dejan arrastrar por las acusaciones que la conducen a una agonía segura, por mucho que haya quienes se laven las manos, y las conciencias, tratando de quedar al margen de su contribución, por acción u omisión, a sacrificio, tan inútil como evitable. Hay muchas/os seguidoras/es de Poncio Pilatos.
Por lo expuesto hasta ahora es por lo que no quisiera que la pasión que sufre últimamente enfermería y a la que hacía referencia, se convierta en un ritual de pasos de dolor que sean exhibidos, en una procesión de acontecimientos, penurias, pérdidas y ofensas sufridas, a modo de recuerdo de lo que fue y dejó de ser o de lo que pudo ser y no se le dejó ser. Ni las saetas en forma de discursos vacíos y sin capacidad real de solucionar los problemas, ni los llantos lastimeros por estar en una situación que es producto de la propia indecisión o incapacidad, ni las pesadas cruces para penar por los pecados cometidos en un intento por lograr un perdón que, por no ser divino, no tiene razón solicitar ni menos aún esperar, pueden ser la escenografía que oculte y evite una necesaria resurrección de las enfermeras que les haga abandonar flagelaciones propias y ajenas innecesarias, adoptando una actitud de entrega, compromiso e implicación que se resista a ocultar su imagen propia y la de la enfermería a la que pertenecen con indumentarias reales o ficticias o bajo andas de imaginería profesional estética pero estática que tan solo confunden y facilitan la pérdida de identidad y de respeto.
Con el máximo respeto a las creencias, sus valores y sus tradiciones, lo que debemos tener claro es que estas no pueden ni deben suponer una influencia ni tan siquiera una referencia para aspectos que, como la enfermería, las enfermeras y su desarrollo, tienen otras pasiones y otra forma muy diferente de vivirlas.
Por lo tanto, la pasión por la enfermería nunca debe confundirse como una advocación religiosa hacia ella en la que la fe suponga la renuncia a las evidencias, los argumentos y las razones que la sustentan, precisamente, como ciencia. Es algo que, lamentablemente, seguimos arrastrando como consecuencia de la manipulación que durante tanto tiempo y de forma tan torpe como interesada llevó a cabo la religión católica en España al relacionar de manera casi indivisible la vocación religiosa con la vocación profesional, de tal manera que ambas tenían un carácter de llamada divina a la fe religiosa y de esta a la prestación de cuidados caritativos y acientíficos, así como de sumisión y obediencia.
Posiblemente por ello y dado que las tradiciones y las imposiciones sectarias dejan secuelas muy difíciles de eliminar, aunque sean imperceptibles, las enfermeras podamos tener esa tendencia a la pasión del sufrimiento y el llanto muy por encima de la pasión de pertenencia, de desarrollo y de autoestima que debiera caracterizarnos y suponer una fortaleza contra los ataques a los que somos sometidas y que no tenemos por qué soportar y asumir con resignación. Más bien al contrario, debemos aprender a vivir con la pasión de la satisfacción y el placer de defender lo que es nuestro y sabemos hacer mejor que nadie, sin que ello nos produzca ningún tipo de remordimientos por pensar que hacerlo es poco menos que pecado mortal, como muchas veces se nos sigue queriendo trasladar desde los sectores más reaccionarios e inmovilistas del ámbito sanitario y quienes lo quieren seguir controlando y manipulando para su interés.
Desprendámonos de los hábitos, ataduras y miedos atávicos que hacen cuestionarnos, nos paralizan y nos condicionan a la hora de tomar decisiones libres, y autónomas que permitan avanzar sin temer la represalia y el castigo de quienes se erigieron en fuerza divina que condiciona, recrimina y culpa a quienes, como las enfermeras, osen pensar por sí mismas y actuar en consecuencia.
Asumamos la condición de protagonistas de nuestro destino con todo lo que ello supone de riesgo, pero también de satisfacción por el logro propio, no impuesto, dirigido y sujeto a la obediencia y la sumisión.
Rechacemos, sin temor al pecado ni al castigo, cualquier intento de imposición o de manipulación que nos impida asumir nuestro rol autónomo de manera totalmente libre y responsable sin tener que hacer penitencia alguna por ello.
Seamos líderes de opinión y de acción de nuestras propuestas, planteamientos, estrategias e intervenciones, propiciando el trabajo transdisciplinar, pero sin perder la condición de liderazgo de su planificación, coordinación articulación, implementación y evaluación.
No ignoremos las posibles barreras, dificultades o amenazas con los que podamos encontrarnos o lo errores que podamos cometer, sin miedo y con la valentía y el coraje para afrontarlo y superarlo. Nadie, ni nada puede ser el causante de una renuncia y mucho menos de una culpabilidad que ni es razonable ni asumible como elemento de reflexión y de crítica. Tan solo desde el análisis, la reflexión y el pensamiento crítico podremos y deberemos superar nuestras adversidades e incluso debilidades, pero siempre con la capacidad de superación y mejora que nos otorga la disciplina enfermera.
Pero tampoco caigamos en el error de pensar que rechazar una pasión de sufrimiento, resignación y renuncia, supone relajarse y pensar que puede sustituirse con una situación de despreocupación en la que todo consiste en jugar con las cometas de nuestras competencias a la espera del viento más favorable sin que tengamos que hacer esfuerzo alguno en el manejo y dirección idónea para que se mantenga no tan solo el vuelo, sino también la estabilidad y la seguridad de las mismas.
Porque las competencias, como las cometas, hay que saber manejarlas, cuidarlas y defenderlas para que puedan dar lo mejor de si en su vuelo acrobático unas y en la prestación de los cuidados las otras. Si nos descuidamos, sino nos actualizamos, si dejamos que otras manejen las cometas o las competencias, las primeras pueden perder altura, enredarse en cualquier tendido eléctrico o estrellarse contra el suelo perdiéndolas para siempre, las segundas pueden quedar desvirtuadas, no actualizadas, inadecuadamente prestadas o incluso perderlas irremediablemente al ser abandonada la responsabilidad sobre ellas.
Tanto las cometas en pascua como las competencias en cualquier periodo, contexto o situación, deben ser motivo de alegría, satisfacción y superación, pero también deben ser manejadas con el rigor, la habilidad y la destreza de la experiencia y el conocimiento para que tanto las cometas en el cielo como las competencias de cuidados en salud luzcan con autoridad, haciendo visible su importancia y evitando los riesgos de colisionar con otras cometas o competencias con el consiguiente riesgo de perderlas.
Semana Santa y Pascua, representan el recuerdo de un martirio, pasión y muerte voluntariamente aceptados para, según la fe que lo avalan y difunden, salvar a la humanidad del pecado, tras la alegría de la resurrección de entre los muertos.
No es mi intención en ningún caso plantear la pasión por y de los cuidados tal y como he relatado al principio, como un símil que pretenda situarlos como salvadores de la humanidad, sería pretencioso y alejado de toda lógica y sentido por mi parte. Pero si que he querido utilizar la retórica del momento de celebración cristiana de la pascua como elemento de referencia de lo que supone el sentimiento de dolor y alegría, reconocidos como pasión en uno u otro sentido, en aquello en lo que se cree y por lo que se trabaja para mejorarlo y difundirlo. En este sentido y no en otro, no está tan lejos la fe religiosa de la fe disciplinar o profesional. La diferencia, la gran diferencia, es que la fe de la primera es dogmática y no se basa en argumentos científicos lo que hace que sus fieles lo sean por creer sin conocer, por el simple hecho de transmisión, porque siempre se ha dicho así, de tal manera que resulta inalterable a lo largo de la historia, sin que permita cuestionamientos que son entendidos como pérdida de fe y por lo tanto pecaminosos, entendiendo lo espiritual desde la perspectiva religiosa exclusivamente. La fe de la segunda, sin embargo, es por razonamiento científico, por refutación y pensamiento crítico, evolucionando e incorporando nuevos conocimientos y desechando otros por caducos, con el fin de ofrecer la máxima calidad de cuidados tanto para el cuerpo, la mente como para el espíritu, entendido este último, como la forma en que se vive, se siente o se sufre desde la cultura, las normas, los valores de cada persona, de cada familia o de cada comunidad. En una hay pecado y en la otra tan solo error. En una hay castigo y en la otra reflexión. En una hay renuncia y en la otra búsqueda. En una hay creencia en lo que ni se ve ni se conoce y en la otra tan solo en lo que se contrasta y evidencia. En una hay escrituras inalterables y en la otra, escrituras dinámicas que presentan evidencias. En la una hay resignación y en la otra inconformismo y resistencia. En una hay penitencia y en la otra, propósito de mejora continua. En una se cree en una vida después de la muerte y en la otra en la vida y en la muerte como un continuo de atención. En una se ora y en la otra se estudia. En una hay milagros y en la otra, hechos constatables. En una hay santos y en la otra líderes y referentes. Finalmente, la fe mueve montañas y la ciencia las pone en su sitio.
No se trata de comparar una religión con una profesión, aunque durante mucho tiempo la primera fagocitó a la segunda imponiendo su dogma y anulando la ciencia. Pero si de establecer puntos de referencia sobre lo que son y significan conceptos que son vividos, sentidos y expresados de muy diferente manera según se haga desde una fe u otra. Ni mejor, ni peor. Tan cerca y tan lejos. Pero ni la fe de una puede contravenir las evidencias de la otra, ni las evidencias de esta pueden ni deben anular las creencias hacia la otra. Se trata de diferentes formas de querer ver y vivir la realidad.
Ambas despiertan pasión y en ambas se siente pasión, pero es evidente que no es la misma pasión, ni tienen la misma misión.
Con mi máximo respeto hacia cualquier fe o creencia, en el caso que nos ocupa, deseo a las/os creyentes de la semana de pasión la disfruten desde el recogimiento, la emoción o la oración.
A quienes su pasión la tienen enfocada a la enfermería como forma de vida, trabajo, sentimiento y convicción, que la misma siempre sea capaz de estar guiada por la razón, la ciencia y la conciencia científicas para seguir avanzando y evitar, en la medida de lo posible, que dicha pasión lo sea de sufrimiento o dolor por no lograr hacerlo, o que otras/os traten de impedirlo desde la descalificación, el ataque o la resistencia, acientíficas que tienen como objetivo exclusivo seguir manteniendo posiciones de privilegio o poder desde el autoritarismo y la prepotencia, o bien de aquellas/os que con sus actitudes de renuncia, conformismo y pasividad causan un daño tanto a la profesión/disciplina a la que pertenecen como a las personas a las que se deben como enfermeras. A todas/os ellas/os pedirles idénticos procesos de reflexión y respeto para con la enfermería, las enfermeras y los cuidados profesionales, como los que se exigen para cualquier posición, pensamiento, idea o creencia.
A todas/os mis mejores deseos en estas fiestas, se vivan desde el fervor religioso o profesional, pero que en cualquiera de los casos se vivan con pasión y sin desatar pasiones.
[1] Polímata suizo francófono. Fue a la vez escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y naturalista.
[2] Henri Beyle (Grenoble; 23 de enero de 1783 – París; 23 de marzo de 1842), más conocido por su seudónimo Stendhal, fue un escritor francés.
[3] Escritor francés. Considerado uno de los mejores novelistas occidentales, es conocido principalmente por su novela Madame Bovary
[4] Escritor bohemio en lengua alemana. Su obra, una de las más influyentes de la literatura universal