UNOS QUE VIENEN Y OTROS QUE SE VAN La vida sigue igual

“Todo cambia nada es”[1].

 

Hoy ha sido un día importante para la Enfermería española. Se han celebrado elecciones a la Presidencia del Consejo General de Enfermería.

Nadie puede discutir que los procesos electorales, si se celebran con las garantías democráticas que de los mismos se espera y desea, son la esencia de la democracia en cualquier ámbito o contexto.

Pero no es menos cierto que dichos procesos, aunque, en sentido estricto, cumplan los requisitos legales que en cada caso les son de aplicación y obligado cumplimiento, muchas veces están contaminados, sesgados, manipulados o distorsionados por múltiples factores que sin ser ilegales cuanto menos dejan la duda de si son éticamente aceptables y estéticamente asumibles.

No cuestiono, por tanto, la legalidad del proceso que, entiendo, se ajusta a ley. Pero me cuesta mucho asumir que el mismo cumpla con las garantías de transparencia, libertad, igualdad y oportunidad que deberían exigirse. Lamentablemente, porque es muy triste y lamentable, que existan tantas dudas al respecto.

El clientelismo instalado en torno al Consejo General de Enfermería por parte de un grupo importante de Colegios como consecuencia de una permanente cadena de favores, por una parte, y las presiones de carácter económico que se ejercen sobre otros para doblegar o cuanto menos someter su capacidad de decisión a lo que se les marca a otro grupo, son un primer ejemplo de la falta de libertad a la hora de ejercer el voto que determina la elección final para acceder a la Presidencia.

Las normas que rigen el proceso electoral con criterios que llevan al límite de la legalidad los requisitos para ejercer la votación por parte de los colegios, hacen que la elección de candidatura sea una cuestión de caudillaje colegial en algunos casos, al corresponder en exclusiva al/la Presidente/a del Colegio Provincial, o a la Junta de Gobierno del mismo. Es decir, en ninguno de los dos casos resulta imprescindible la consulta a las/os colegiadas/os de los citados colegios provinciales, que tan solo es ejercida por parte de aquellos colegios que se han desmarcado de las políticas autocráticas que se mantienen vigentes, aunque pueda parecer anacrónico. La realidad por lo tanto supera con creces la imaginación.

Así las cosas, cualquier apuesta de cambio resulta prácticamente inviable al estar limitada por estos preceptos que tan solo persiguen perpetuar la permanencia en los cargos que ostentan y que en ocasiones, además, duplican al ocupar Presidencias provinciales al mismo tiempo que autonómicas o Nacional. Todo un ejemplo.

Pero tampoco debemos instalarnos en la crítica exclusiva hacia quien ocupa y mantiene el poder a toda costa. Porque aún siendo difícil si existe una voluntad colectiva clara y determinada de cambio este finalmente se consigue a pesar de todas las resistencias o artimañas que se puedan generar. Porque esto es precisamente lo que ha sucedido en algunos Colegios Provinciales en los que se ha logrado vencer el inmovilismo y las resistencias de las que hablaba para instalar procesos democráticos reales que trasladan el poder de decisión al conjunto de las enfermeras, situando a las/os responsables de las Juntas de Gobierno como referentes, pero no como exclusivos decisores.

Es gracias a estos cambios lo que está generando un cambio mayor. De hecho, hoy se ha demostrado que hacerlo efectivo es posible muy pronto. El número de Colegios sometidos a la presión o al miedo, quienes siguen idénticos patrones de comportamiento autocrático o quienes no quieren significarse situándose en el terreno de la ambigüedad, son cada vez menores, aunque sigan siendo mayoría. Pero el número de quienes alzan su voz y depositan su voto por un cambio real va en aumento y significa una seria y real apuesta de futuro que hasta ahora nadie consideraba posible.

De hecho, los resultados obtenidos hoy en las elecciones han supuesto un serio toque de atención a quienes hasta ahora decidían sin pudor. Desde ahora, aunque sigan teniendo el poder, deberán ejercerlo con mayor cuidado porque ya no tienen el beneplácito unánime que hasta ahora tenían, por lo que van a tener que rendir cuentas cada vez más claras y transparentes, justificar y consensuar decisiones, explicar sus posiciones, asumir peticiones… que acostumbraban a despreciar de manera sistemática.

Por su parte las enfermeras, a quienes en teoría representan, deberemos ejercer mayor control y presión sobre quienes manejan, no lo olvidemos, el dinero que aportamos con las cuotas obligatorias, con el que pagan los dispendios por los que algunos de ellos están sometidos a procesos judiciales. Obligando a que defiendan los intereses de las enfermeras en lugar de sus intereses.

Pensar que son otros quienes deben lograr ese cambio incorporándonos en la inacción y la indiferencia, es alimentar su permanencia.

Por lo tanto, hoy es un día triste por lo que pudo ser y no fue, pero también de esperanza por lo que, estoy convencido, será muy pronto.

Hay que agradecer a quien tuvo la fe, la valentía y la fortaleza de hacer frente a este aparato de poder establecido dando el paso y enfrentándose a lo que parecía, hasta hace nada, imposible. Porque nada es imposible si se cree firmemente en ello.

No es necesario decir nombres. Todos los identificamos y todos sabemos dónde están y por qué están. Ya no engañan a nadie con su mantra de servicio a la profesión. A la profesión muchas enfermeras le sirven de manera mucho más ejemplar y sin necesidad de decirlo. Lo que pasa es que cuando se interpreta en lugar de ejercer, cuando se es pero no se siente, cuando se habla pero no se cree lo que se dice, cuando se oye pero o se escucha, cuando los silencios sustituyen los argumentos, cuando el poder desplaza al consenso, cuando la mediocridad sustituye a la excelencia, hay que repetir constantemente que se está haciendo un servicio e incluso un sacrificio como forma de ocultar todas las carencias que les impiden ejercer el liderazgo que las enfermeras necesitamos.

Para ser representante y referente de todas las enfermeras no es suficiente con ser simpático y parecer honrado. Hay que serlo y demostrarlo. Hay que convencer. Hay que renunciar al protagonismo individual y situarse en el interés colectivo. Hay que identificar las necesidades sentidas. Hay que observar en lugar de interpretar. Hay que actuar por convicción y no por convención. Hay que respetar y asumir como propia la voluntad de la mayoría. Hay que pensar como enfermera para actuar como enfermera. Ocupar esta presidencia no puede ser un elemento de poder e influencia narcisista.

Con su actitud actúan como quienes impiden la alfabetización de la población por entender que de esta manera resulta más fácil de manipular. Una alfabetización que pasa porque a nadie se le oculte la verdad y que todas puedan tener la capacidad de decidir en sus órganos de representación sin que vean en los mismos un reducto inaccesible y lo más triste, considerado inútil.

Resulta triste que una gran cantidad de enfermeras de este país ni tan siquiera sean conscientes de lo que hoy se ha producido y de la trascendencia que tiene para el futuro de la enfermería y de las enfermeras. Este sin duda es la alfabetización enfermera pendiente, o parte de ella.

Necesitamos representantes que sean capaces de liderar, de atraer, de movilizar, de convencer, de aglutinar, de proponer, de actuar, de rectificar, de agradecer, de exigir, de negociar… es decir, de ser referente sin ser indiferente.

Tan solo cabe esperar que esta fase que queda hasta que se produzca el cambio necesario y deseado sirva para que reflexionemos sobre la importancia que tiene el hecho de quien esté al frente de una organización que es la máxima representación de las enfermeras, que no de la enfermería como se otorgan. Debemos hacer un ejercicio de planificación a medio plazo que nos permita actuar con firmeza y con el respeto debido hacia quienes no lo han tenido hasta ahora amparados en la que consideran su atalaya particular, aunque sea el espacio de todas.

Me indigna que sienten a su mesa a quienes, no tan solo no se sienten enfermeras, sino que atacan a las mismas con descalificaciones, insultos y desprecio. Si resulta grave quien lo hace con absoluta desvergüenza, aún lo es más el hecho de quien, no tan solo lo consiente, sino que lo ampara y protege bajo su manto de poder, que es tanto como compartir lo que traslada de manera pública, siendo quien lo consiente y por tanto defiende, el supuesto máximo representante de las enfermeras. Me revela que en una profesión eminentemente de mujeres la representación femenina sea anecdótica, secundaria y residualmente representativa. El respeto no lo otorga un cargo, ni tan siquiera una organización, se logra por lo que se hace y cómo se hace. Por tanto, no puede extrañar a nadie que cueste tanto respetar a quien no es capaz de hacer respetar ni, por tanto, respetar a las enfermeras.

No me interesan sus cuitas, sus amistades peligrosas, sus intrigas, sus reproches, sus puñaladas traperas y traicioneras… como si se tratase de una galería carcelaria. De todo eso que se ocupe la justicia que es quien debe dictar sentencia. Pero que no quieran hacernos a nosotras cómplices de unos u otros en sus autodefensas cargadas de acusaciones cruzadas tan graves como dolorosas por lo que encierran las mismas y por lo mezquino de sus acciones contra las enfermeras, aunque se digan defensores de las mismas. Me importan los intereses de todas las enfermeras y que quienes nos representen lo hagan por que así se lo hemos encomendado de manera mayoritaria, libre y democrática. De igual manera que podemos hacer que se vayan por no cumplir con lo que de ellos se espera.

Por todo esto resulta imprescindible generar un punto de inflexión desde el que iniciar un avance sin posibilidad de vuelta atrás para, con todas las garantías democráticas, lograr recuperar la autonomía y dignidad de las enfermeras secuestrada desde hace tanto tiempo.

Durante ese recorrido habrá que continuar manteniendo relaciones, llevando a cabo conversaciones, trasladando propuestas, solicitando soluciones… con quienes han sido elegidos, que en ningún caso deben ser interpretadas como connivencia, sino como convivencia obligada por ser, nos guste o no, quienes representan a las enfermeras. Se puede y debe ser crítico sin ser cínico por el hecho de trabajar con quien no estamos de acuerdo. La solución no consiste en replicar actitudes contra quienes no nos gustan, sino en trabajar por cambiarlas o contrarrestarlas.

Julio Iglesias cantaba “unos que vienen y otros que se van” pero realmente llevamos muchos años, muchísimos, más de los razonables, más de los soportables, que solo reconocemos a los que vinieron y se quedaron sin que podamos reconocer a los que se van, porque permanecen agarrados a sus puestos. Como sigue la canción, “todo sigue igual”. Y tal y como el mismo artista ha popularizado, “lo sabes”. Lo que tenemos que hacer es que se cumpla la letra de la canción y se vayan, llevando consigo tanta gloria como paz dejen. Y esto, esto sí que tú y todos debemos saberlo y hacer posible que se cumpla.

No quiero que la vida siga igual. Quiero que cambie y que el cambio nos empodere desde el liderazgo bien asumido y bien entendido. Quiero una alfabetización enfermera que impida la inacción y el conformismo, transformando la actividad en acción de cambio tan sano como saludable.

Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos[2].

[1] Heráclito de Efeso (540 AC-470 AC) Filósofo griego.

[2] Eduardo Galeano (1940-2015) Escritor y periodista uruguayo.

1 thoughts on “UNOS QUE VIENEN Y OTROS QUE SE VAN La vida sigue igual

  1. Una reflexión con argumentos sencillos difíciles de no compartir, sin duda ayer otra fecha señalada en el calendario de las sinrazones de nuestra profesión, es posible que veamos el cambio, antes nos aguardan cuatro años.

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