“Hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad.
Platón[1].
Últimamente estamos asistiendo a discursos en los que las mentiras o medias verdades desvirtúan, en la mayoría de las ocasiones de manera absolutamente interesada y premeditada, el mensaje que se quiere trasladar con el fin de confundir y manipular la información.
También se incorporan dichas mentiras o medias verdades como parte de la dialéctica del miedo, la falta de responsabilidad, la ausencia de sentimiento de pertenencia, la baja autoestima… que trasladan algunas enfermeras en sus manifestaciones, aunque también con sus actitudes.
Pero esa permanente falta de sinceridad o cuanto menos de aproximación a la verdad, es decir, a la realidad, no tan solo es patrimonio de quienes de una u otra forma emiten sus mensajes. El canal, tan necesario en comunicación, para que dichos mensajes lleguen a los receptores de la información, son sin duda otro elemento de distorsión no menos interesada y, oportunista que contribuye en gran medida a magnificar o minimizar, según el medio y su tendencia o dependencia, a deformar aquello que pasa, sucede o acontece y a visibilizar u ocultar a quienes protagonizan los hechos. Los medios de comunicación que tanto hablan de ética profesional, de transparencia, de rigor… se convierten en muchas ocasiones en los principales aliados de quienes utilizan la mentira o las medias verdades, propiciando a que lejos de contribuir a aclarar situaciones se potencie el conflicto, la confrontación y, lo que considero más peligroso, la desinformación de la población que, finalmente, es lo más importante y lo que mayor impacto tiene en el devenir de los acontecimientos que, por otra parte, supone que lejos de reportar algún tipo de solución o de beneficio para ella suponga justamente todo lo contrario, al poner el foco donde menos falta hace pero posiblemente donde más rentable resulta para lograr los famosos y tan deseados factores de impacto mediático.
En este panorama y centrándome en cómo y de qué manera influyen estas mentiras y medias verdades en las enfermeras es en lo que me voy a centrar.
Soy consciente de mi subjetividad, como la de cualquiera que piensa y opina, en un tema que sin duda me ocupa y preocupa como enfermera que soy. Pero también tengo plena convicción de que nada de lo que diga tiene intención alguna de engañar a nadie, ni tan siquiera a mi mismo con el objetivo de crear una realidad paralela a la que día a día vivimos y con la que nos encontramos con sorpresa e incredulidad. Trataré, por tanto, huir de sesgos y beneficios gratuitos hacia nada ni hacia nadie. En cualquier caso, todo cuanto diga quedará sujeto al necesario y sano análisis y debate de cualquier idea, comentario o aportación que realice. Esta es la grandeza de la comunicación libre, participativa y respetuosa que, lamentablemente, no siempre, o me atrevería a decir casi nunca, se produce ni tan siquiera se plantea, más allá de los intentos de espectáculos mediáticos a los que nos tienen acostumbrados.
No pretendo, por otra parte, hacer una revisión pretérita de hechos que en muchas ocasiones ya nadie, o muy pocos, recuerdan. Me centraré, por tanto, en aquellos de la más reciente actualidad que puedan servir de ejemplo sobre lo que hoy he decidido reflexionar y compartir.
Aún resuenan en nuestros oídos y se mantienen vivas en nuestras retinas, los sonidos y las imágenes de la gran manifestación llevada a cabo en Madrid con motivo de las reformas sanitarias que el gobierno autonómico de la Presidenta Ayuso está llevando a cabo y que como apuntaba en mi anterior entrada no deben ser entendidas en ningún caso como AYUda ni SOocorro, sino justamente todo lo contrario como muestra de su decidida apuesta por desmantelar la sanidad pública y, de paso, desprestigiar a sus profesionales.
Pues bien, debe quedarnos meridianamente claro a todas/os que nada de lo que se ha venido haciendo como aparente AYUda y SOcorro de la ciudadanía madrileña ha sido casual. Todo ha sido calculado al milímetro para trazar la hoja de ruta planificada. Es curioso porque en un país en el que los verbos dimitir y planificar se sabe que existen, pero raramente nadie, y menos las/os políticas/os, saben conjugar, se haya hecho una excepción para planificar minuciosamente este plan perverso contra la sanidad pública que, de paso, atenta contra la Salud Pública.
Ni el desmantelamiento previo de los servicios de urgencia con motivo de la pandemia, ni el supuesto restablecimiento de los mismos superada esta, fueron decisiones que obedeciesen a ninguna estrategia de mejora de la atención. En ambos casos son calculadas maniobras del plan de privatización en la que están trabajando utilizando para ello las mentiras y medias verdades para justificar sus mezquinas decisiones que, en una hipérbole manifiesta de la mentira, trasladan al declarar que Madrid dispone de la mejor sanidad pública de España. Pero con ser grave esto, lo verdaderamente maquiavélico es el cómo lo llevan a cabo. Para ello y sin rubor alguno deciden utilizar a las enfermeras como chivo expiatorio situándolas en el foco de toda la tensión provocada para atacar al sistema y a quienes identifican como sus protagonistas, los médicos.
Tanto el protocolo por el que se trasladaban competencias y responsabilidad a las enfermeras en ausencia de médicos en centros de salud, como dejar que las enfermeras sean las responsables de la atención a la urgencia en la decisión de maquillaje político por restablecer dichos servicios de urgencia, no responden a una clara convicción de la capacidad competencial que las enfermeras tienen para asumirlo con garantías. En absoluto. Lanzan el anzuelo con un envenenado cebo que consiste en que las enfermeras lo muerdan y queden presas y heridas.
Las enfermeras, al menos las que son entrevistadas y posteriormente difundidas sus declaraciones, asumen un discurso lastimero que traslada una inseguridad manifiesta en su capacidad de atender no tan solo la urgencia sino incluso la más elemental respuesta de afrontamiento ante la demanda trasladada. A ello se añade una petición de socorro y desamparo por no contar con la presencia de médicos sin los que transmiten no pueden actuar. Mensaje claro y contundente de subsidiariedad que cala en la población.
Con este mensaje las/os decisoras/es de AYUda y SOcorro logran un doble objetivo. Por una parte desvalorizar a las enfermeras al utilizar ese discurso lastimero como el principal argumento según el cual las enfermeras, que reclaman autonomía, no la quieren asumir cuando se les da la oportunidad de hacerlo y por tanto ese será precisamente lo que utilizarán como justificación a corto y medio plazo para no reconocer la aportación enfermera y limitar su desarrollo profesional. Por otra usar igualmente a las enfermeras para generar un falso conflicto competencial que ellos mismos provocan y con él desviar la atención de la decisión adoptada.
Puede parecer que lo hecho hasta ahora no corresponda con una planificación, pero nada más lejos de la realidad. Otra cosa bien diferente es que en dicha planificación se incorporen ocurrencias en lugar de evidencias con el objetivo precisamente de obtener resultados alejados de lo que el sentido común y la ciencia puedan decir y dictar, pero que quedan diluidos y enmascarados entre las mentiras y las medias verdades.
Por otra parte, logran, cuanto menos, que la opinión pública dude de la integridad ético profesional de los médicos al negarse estos a aceptar las condiciones que se les exigen y a reivindicar, con mayor o menor acierto, sus demandas corporativas en unos momentos en los que ni es pertinente ni entendible hacerlo al mezclar churras con merinas en sus demandas. Nueva muestra de mentiras y medias verdades que nuevamente consigue lo que tan planeado tenían las/os responsables de la consejería de sanidad madrileña.
Entre las enfermeras que están en un quiero, pero no puedo y los médicos en un puedo, pero no quiero emergen los medios de comunicación para abordar los hechos con una más que dudosa claridad y una más que discutible ética profesional.
Para empezar y en su dinámica habitual siguen utilizando, mezclando, y confundiendo conceptos, como salud y sanidad, sanidad y medicina, profesionales y sanitarios, asistencia y atención, personas y pacientes, salud y enfermedad, enfermeras y enfermería… con una alegría que entristece, una ligereza que molesta, una ignorancia que asombra, una insistencia que irrita y una indolencia que exaspera.
Nadie solicita que sepan de todo, como por ejemplo nos reclaman a las enfermeras. Nadie exige que no se equivoquen. Nadie cuestiona que resulten razonables sus dudas. Nadie pretende que se nos dé un trato especial a las enfermeras. Pero sería deseable e incluso, pienso, que exigible, que se informasen antes de informar, que respetasen como piden ser respetados, que contrastasen antes de opinar, que valorasen antes de criticar, que aceptasen la rectificación antes de reiterar el error, que pidiesen perdón si se equivocan. Porque no hacerlo conduce a que la información que trasladan y se amplifica entre la opinión pública, lejos de lograr el objetivo deseado y esperado de mantener a la población al tanto de lo que pasa y por qué pasa, lo que consiguen es provocar es confusión, perpetuar los tópicos y estereotipos, favorecer los posicionamientos sin fundamento, facilitar la confrontación, disminuir o anular la capacidad de análisis y reflexión y convertir los temas de interés en elementos de espectáculo y vodevil en busca del titular sensacionalista, fácil y provocador.
No pretendo decir cómo tienen que hacer su trabajo, pero deberían respetar en cómo lo hacen a quienes interpelan, buscan, persiguen, entrevistan o cuestionan sobre aspectos muchas veces tangenciales al verdadero problema que se presenta. Lo importante, finalmente, es el impacto que pueda tener y cómo pude repercutir en la captación de audiencia, de su audiencia. Lo de menos es si se habla de salud o de sanidad. Si se conoce lo que es y aporta una enfermera o se mantienen los tópicos y estereotipos. Si se sabe lo que es el cuidado profesional o se sigue manteniendo en el ámbito doméstico exclusivamente. Si se contribuye a informar y educar o exclusivamente a opinar y desorientar. Se busca y escudriña hasta encontrar quien diga lo que realmente interesa para construir su discurso por espúrio que este pueda resultar.
En el tema que nos ocupa y que seriamente, a mi al menos, me preocupa por muchas razones se llegan a hacer comparaciones perversas, maniqueas y retorcidas con el intento de trasladar a la población los problemas de ser atendidos por enfermeras ante la falta de médicos, estableciendo, por ejemplo, la simplista y mezquina conclusión según la cual cuando existe médico la atención es un éxito y logra salvar vidas y cuando es una enfermera quien atiende, la pobre no logra hacerlo y la persona acaba muriendo.
Este tipo de sofismas informativos en base a argumentos falsos o capciosos que se pretende hacer pasar por verdaderos lo único que consiguen es deformar la información con una clara intencionalidad de defender a una parte utilizando para ello a otra en base al ridículo o el demérito de esta última.
Pretender que la defensa de una clara deficiencia como es la falta de médicos en los servicios de urgencias tan solo se puede hacer a través de comparaciones falaces y eufemismos que desvirtúan la realidad no contribuye en ningún caso a trasladar la verdad sobre lo que sucede.
¿Por qué no se investiga sobre cuáles son las verdaderas causas de una ausencia de médicos que no obedece tan solo a su no existencia? ¿Por qué si faltan tantos médicos la Conferencia Nacional de Decanos de Medicina se opone a crear nuevas facultades? ¿No se han parado a pensar en qué es lo que ha pasado con todos lo médicos que fueron despedidos tras la pandemia? ¿Se han ido de repente todos al extranjero o a otras comunidades? ¿Por qué tan solo pasa esto en Madrid o al menos con la gravedad que en la villa y corte sucede? ¿Por qué en los hospitales no existe este problema? ¿Por qué los médicos no quieren hacer la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria y quedan plazas de formación sin cubrir? ¿Por qué los pediatras no quieren trabajar en Atención Primaria? ¿Por qué los médicos que trabajan en pediatría en Atención Primaria no son, en un gran número, pediatras? ¿Por qué en otros países de nuestro entorno existen menos médicos por habitantes que en España en Atención Primaria y no tienen estos problemas? ¿Por qué los médicos de Atención Primaria reclaman permanentemente mayores competencias de otras especialidades médicas hospitalarias y no asumen las que su especialidad les otorga? ¿Por qué los médicos de Familia no lo son realmente ya que no atienden a la unidad familiar?…
Pero claro, es más fácil, rentable, sensacionalista… recurrir al argumento simplista y reduccionista, que genera suculentos titulares para el lector ávido de sensacionalismo que alimente su falta de análisis y reflexión para configurar la idea de buenos y malos que se traslada. El resultado, al menos uno de ellos, es el que se traduce en un mensaje según el cual los pobres médicos son pocos y maltratados lo que les impide dar una atención de calidad que se pretende sustituir con enfermeras incompetentes y desvalidas ante la ausencia de la gran figura médica que salva vidas y sin la que no son capaces de dar respuestas eficaces, teniendo que pasar por verdaderas pesadillas ante su ausencia.
Resulta realmente triste y patético que profesionales del periodismo se avengan a maniobras orquestadas en la oscuridad y lejos de arrojar luz lo único que consigan es sumergir en la más absoluta tenebrosidad la actualidad.
Mientras tanto, quien a pergeñado toda la estrategia logra su objetivo que no es otra que el de distraer la atención hacia esa mentira o falsa verdad construida torpemente, con lo que el tiempo pasa y la ira ciudadana acaba por focalizarse en o contra las/os profesionales que son identificadas/os como culpables en lugar de víctimas de todo el proceso. Eso sí, con la inestimable ayuda de profesionales que, con sus declaraciones victimistas y lastimeras, tanto de unos como de otros aunque con sentido diametralmente opuesto, faciliten que las ahora llamadas fake news, que siempre han existido como mentiras o medias verdades, tomen cuerpo y de tanto repetirlas acaben pareciendo verdad y siendo asumidas como tales por la ciudadanía.
Al final las/os verdaderas/os culpables de todo salen victoriosas/os y logran los votos que les permiten seguir tomando decisiones de quienes son manipulados por unos y otros con las mentiras y falsas verdades que se crean y difunden.
O sea, entre todas la mataron y ella sola se murió, podríamos concluir. El sistema público de salud está agonizando y con él la calidad y calidez de la atención que se presta a las personas, las familias y la comunidad. Sin embargo, en lugar de reanimarlo, entre unos y otros lo estamos llevando a una muerte segura o, cuanto menos, a un coma inducido y prolongado del que se beneficia su nada afligida sanidad privada.
Se está AYUdando y Socorriendo a quien ha conducido a esta situación terminal a la que ni tan siquiera somos capaces de dar cuidados paliativos. Y, es más, incluso quienes son identificados como sus enemigos son, en muchas ocasiones, cómplices de su miseria, pues tal como dijera Cicerón “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”[2]. Silencio como el mantenido por la ministra de Sanidad con su anunciada y fallida Estrategia de Cuidados.
Triste, muy triste. Pero también muy indignante.
Ya está bien de clamar por lo que no somos y ocultar lo que aportamos. Porque somos mucho más que comparsa de nadie y aportamos mucho más que coros de acompañamiento. Quien no quiera bailar que no acuda al baile. Pero si se va es para bailar con todas las consecuencias, aunque haya que hacerlo con el más feo.
[1] Filósofo griego (427 AC-347 AC)
[2] Escritor, orador y político romano (106 AC-43 AC).