SUMA Y SIGUE De la mentira a la resiliencia

“El coraje es resistencia al miedo, control del miedo, no ausencia de miedo.”

Mark Twain [1].

 

 

Una vez más llegamos al final del calendario y con ello nos disponemos a despedir al año que acaba para dar paso al que comienza. Siempre con la esperanza, y el deseo de que lo venidero supere a lo postrero.

Un año, el que acaba, que ha significado el regreso a lo que queremos y tenemos necesidad de interpretar como normalidad tras la pandemia que nos sigue, acompañando, aunque sea de manera menos manifiesta y peligrosa pero no por ello menos amenazante. Normalidad que, sin embargo, no ha significado hacer realidad los cambios esperados y anunciados tras la pandemia a pesar de los compromisos adquiridos, las promesas realizadas, los objetivos planteados y las voluntades anunciadas. La retirada de las mascarillas ha supuesto volver dejar al descubierto la verdadera cara de una realidad que, a pesar de sus imperfecciones, ineficacias e ineficiencias, se ha preferido mantener antes que acometer los cambios identificados en múltiples foros, mesas o comisiones,denominadas de reconstrucción, desarrolladas al efecto. Parece que lo importante hayan sido las intenciones y que tras las mismas ya no haya nada más que continuar con el suma y sigue de los problemas que aquejan al Sistema de Salud que quedó en evidencia con la irrupción de la pandemia y las consecuencias que la misma nos ha legado.

Lejos de rectificar, se ha ratificado el mismo modelo caduco que ni supo ni pudo responder con la eficacia que del mismo se esperaba a pesar del esfuerzo, implicación y sacrificio de la gran mayoría de sus profesionales, que han visto, una vez más, frustradas sus esperanzas de desarrollar su actividad en un nuevo o renovado modelo en el que y desde el que poder atender a la salud de la población que igualmente se siente defraudada al comprobar como la normalidad no tan solo no ha posibilitado recuperar todos los males que ya padecía el sistema sino que ha incorporado nuevas anomalías que provocan una cada vez mayor insatisfacción con la atención recibida.

Nuevamente, por lo tanto, la clase política se ha dedicado a escenificar un guion de ficción que ni tan siquiera ha sido capaz de generar ilusión, al quedar manifiestamente clara su intencionalidad de distraer la atención generando una falsa trama de voluntad política que, como tan habitualmente nos tienen acostumbrados, vuelven a dejar en un deseo o intención, lo que debiera traducirse en decisiones que propiciasen el necesario cambio. De igual forma que vanrecitando, como si del rezo de un rosario se tratase, las excusas que han impedido su concreción, aunque ya todas/os sabemos que su rezo es un rezo tan falso como ausente de fe y, por tanto, incapaz de cambiar aquello que ni quieren, ni saben, ni les dejan quienes, a pesar de sus aparentes buenas intenciones, siguen presionando para que nada cambie a no ser que sea en su propio beneficio personal y profesional y aunque para ello, utilizando argumentos tan falsos como hipócritas, escenifiquen un panorama de victimismo y buenas intenciones que no tienen la menor intencionalidad de cambiar como es el modelo que ellos mismos se encargaron de crear, mantener y proteger, como el mejor espacio para sus intereses, a pesar de que les resulte incómodo, al tenerlo que compartir con otros profesionales y con la propia comunidad a la que se esfuerzan en convencer que todo lo hacen por ella, pero sin contar con ella, a no ser que sea para que les aplaudan y les sigan venerando. Al menos la pandemia y su posterior retirada nos están permitiendo identificar estas desnudeces, tanto del sistema como de quienes quieren aprovecharse del mismo. Pero parece ser que no les genera ningún tipo de rubor ni de pudor.

El año que acaba, igualmente ha conseguido poner de manifiesto con la inestimable ayuda de las/os políticas/os la gran mentira que escenificaron durante toda la pandemia con sus fingidos aplausos, sus aparentes apoyos y sus supuestas intenciones hacia las enfermeras con mensajes de heroicidad cuando nos siguen considerando villanas.

Aumentaron, eso sí, la cantidad de palabras vacías de intención e interés, la paupérrima calidad de sus promesas y deseos, la nula voluntad de trabajar por tan siquiera acercarlas a la realidad, construyendo discursos tan grandilocuentes, engañosos, interesados, oportunistas y falsos como mezquinos y agresivos en sus intenciones reales por dar respuesta a las necesidades de cuidados de una población que ha quedado expuesta en un contexto tan poco saludable como peligroso, tal como quedó de manifiesto en los ya nombrados foros de reconstrucción que lo único que han sido capaces de aportar ha sido desilusión y frustración. Para identificar que estábamos mal y que nos hemos quedado peor aún, no hacía falta ese circo mediático, era tan solo cuestión de observación y análisis. Lo que se esperaba es que los mismos supusieran el punto de inflexión hacia el deseado y esperado cambio y no la escenificación de un nuevo engaño colectivo para el que, además, utilizaron a quienes sí están convencidas/os de su necesidad. No tan solo son mentirosas/os sino que además son cobardes y ladinos, al actuar con astucia para conseguir lo que se proponen, es decir, engañar.

Los silencios más escandalosos, irrespetuosos y miserables ante las peticiones de información sobre aspectos tan importantes como dolorosos sobre la realización de una prueba extraordinaria de acceso a la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria, la incumplida promesa de la inmediatapuesta en marcha de una Estrategia de Cuidados, la intención de imponer nuevas titulaciones que merman la calidad de la atención a las personas adultas mayores, el mantenimiento de normas predemocráticas que impiden o dificultan seriamente el desarrollo profesional enfermero, la connivencia con lobbies profesionales que paralizan la atención en cuidados, el inmovilismo manifiesto a la hora de tomar decisiones que al menos desbloqueen la posibilidad de avanzar en lugar de permanecer en una vía muerta para beneficio de los de siempre… se han mezclado con declaraciones tan desafortunadas como repetitivas y poco casuales.

Ni tan siquiera la puesta en escena antes de su marcha a otro escenario político de la ministra de sanidad, anunciando a bombo y platillo una comisión de representantes de las Comunidades Autónoma para iniciar la andadura, tras un año de su anuncio, de la Estrategia de Cuidados, sin que hasta la fecha nadie sepa en qué consiste, qué objetivos tiene, cómo se piensa implementar, quién lo va a liderar… puede ser identificado como una decisión que suponga algo más que un brindis al sol como lo fueron, en su momento, las numerosas y prolongadas comisiones de reconstrucción. Tan solo es un intento desesperado para no quedar, una vez más, en entredicho y evidencia al no cumplir con lo prometido. Pero a estas alturas ya nadie debería caer en la trampa de sus estrategias, esas que sí sabe manejar a la perfección para hacer mutis por el foro y parecer que además está haciendo y diciendo algo interesante. El tiempo, y quien venga detrás, determinarán si hemos sido víctima de un nuevo y fragante engaño o si realmente sirve para algo más que hacerse una foto de descargo antes de dejar el cargo para ir a las islas afortunadas.

Por su parte los ministros de Universidades, coincidieron en idéntica y vergonzosa manera de gestión de una prueba de acceso a la especialidad que llevaba más de diez años de espera. No tan solo se sumaron al silencio bochornoso y lacerante de su compañera de gobierno, sino que además lo acompañaron de decisiones que convirtieron la prueba en una carrera de obstáculos con trampas incluidas. Tras más de un año desde la celebración de la primera prueba se sigue sin que las enfermeras puedan tener acceso a su título de especialistas. Mientras tanto faltan enfermeras especialistas para contratar en una nueva y patética muestra de ineficacia, ineptitud y mediocridad que tratan de ocultar manteniendo un silencio que tan solo amplifica su condición.

La Alegría del Ministerio de Educación es otra muestra de desconocimiento, torpeza, ligereza y falta de criterio a la hora de plantear unas titulaciones de formación profesional que van en contra del más elemental sentido, el sentido común y de la más imprescindible necesidad humana ante la vulnerabilidad, los cuidados. Con idéntico criterio de respuesta que sus compañeros de gabinete la utilización del silencio se ha impuesto durante todo el año como única respuesta a lo que ha sido un clamor que va mucho más allá del interés de las enfermeras al atentar contra la dignidad humana. Tan solo las empresas de residencias de personas adultas mayores mostraron su satisfacción a la descabellada propuesta ministerial. Sobran las palabras.

Otras carteras ministeriales, en mayor o menor medida, han contribuido también a agravar la situación, mientras la oposición se ha dedicado exclusivamente a insultar, descalificar, obstruir y destruir, sin aportar ni una solo alternativa a la solución de estos y otros muchos problemas que afectan indudablemente a la salud de las personas, familias y comunidad.

No ha sido un buen año y, aunque los deseos al final del mismo no pueden ser otros que los de esperar que todo mejore, la realidad no nos permite ser todo lo optimistas que deseamos. Siempre hay que tratar de ver el vaso medio lleno antes que medio vacío, pero para ello, al menos tiene que haber algo que ocupe el espacio vacío del vaso, para poder hacerlo.

Siempre nos queda la resiliencia como elemento de superación ante tanta adversidad y mediocridad. Lograr el éxito partiendo de la calamidad no es fácil, pero tenemos que aferrarnos a que sea posible. Tal como dijera Friedrich Nietzsche[1]“aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.

Para ello las enfermeras también tenemos que salir de nuestro particular y lamentable silencio y alzar la voz con propuestas serias, razonables y razonadas que nos permitan avanzar hacia el cambio que debemos empeñarnos en alcanzar. Tenemos las capacidades, las aptitudes y las competencias para hacerlo. Falta que incorporemos la voluntad, la actitud y el conocimiento para lograrlo.

Abandonemos de una vez por todas el conformismo y la inacción y pongámonos en marcha mostrando y demostrando nuestra apuesta por una atención de calidad y calidez a través de los cuidados y su necesario liderazgo.

Hagamos de la comunidad nuestro principal aliado, haciéndoles partícipes, a través de su empoderamiento, de la toma de decisiones que permitan doblegar la intransigencia al cambio. No unamos nuestro cómplicesilencio al silencio destructor de quienes no tienen ni voluntad política ni intención personal por cambiar lo que siguen tratando de vender como un sistema de excelencia que tan solo lo será si se permite que el mismo se adapte al dinamismo social y no siga acomodado en el interés profesional y económico de unos cuantos o en el esfuerzo destructor de otros para lograr mejores escenarios de negocio.

Deseo retomar el nuevo año el en Blog con propuestas llenas de ilusión y trabajo, sin renunciar a la reflexión crítica, que no destructiva, serena, que no estática, incisiva, que no cortante, constructiva, que no destructora, respetuosa, que no descalificadora, razonada, que no irracional, comprensiva, que no compasiva, pragmática, que no interesada, vehemente, que no incoherente, como forma de identificar, compartir y debatir sobre todo aquello que, como enfermeras comunitarias, nos afecta y nos compromete, Apostando por una abogacía de la salud que incorpore la competencia social y política que nos permita analizar y valorar las múltiples situaciones que se presentan en nuestros ámbitos de actuación teniendo en cuenta los determinantes sociales y alejándonos de los factores de riesgo. Renunciando a permanecer impasibles o tratando de mirar hacia otro lado cuando lo que vemos no nos gusta.

Nadie nos ha obligado a ser enfermeras. Pero siendo enfermeras estamos obligadas a actuar como tales desde la implicación y el compromiso que tenemos con las personas, las familias y la comunidad que precisan de nuestros cuidados profesionales de alta costura[2] alejados de un metaverso[3] engañoso y mentiroso como la actitud de muchas/os políticas y decisoras/es, que tratan de vendernos una realidad virtual en la que nos creamos cómodos, cuando realmente nos están situando en una gran farsa de la que debemos escapar para ponerla en evidencia.

Nada, ni nadie va a lograr que se reduzca ni un ápice mi absoluta confianza en la capacidad de las enfermeras como líderes de un cambio que permita situar a los cuidados en el lugar que no tan solo merecen, sino que requieren para dar cumplida respuesta a las necesidades de salud que plantean las personas, las familias y la comunidad.

Que los Reyes Magos, en quienes siempre debemos seguir creyendo para no abandonar esa ilusión infantil desde la que continuar creyendo que todo es posible, nos permitan seguir avanzando en la construcción de una realidad cuidadora.

Felices Fiestas, y Próspero Año Nuevo.

Nos reencontramos muy pronto.

[1]Filósofo, poeta, músico y filólogo alemán cuya obra ha ejercido una profunda influencia en el pensamiento mundial contemporáneo y en la cultura occidental(15 de octubre de 1844-Weimar, 25 de agosto de 1900).

[2]http://efyc.jrmartinezriera.com/2022/12/08/pret-a-porter-y-alta-costura-de-cuidados-mucho-mas-alla-de-la-moda/

[3] http://efyc.jrmartinezriera.com/2022/12/15/del-metaverso-al-metacuidado-realidad-virtual-aumentada-o-cuidadora/

DEL METAVERSO AL METACUIDADO Realidad virtual, aumentada o Cuidadora

                 “El mundo virtual es pobre en alteridad y resistencia. En los espacios virtuales, el yo prácticamente se puede mover sin el «principio de realidad, que sería un principio del otro y de resistencia”.

Byung-Chul Han [1].

 

Últimamente se está hablando mucho del metaverso y de sus implicaciones en muy diferentes ámbitos sociales de los que no escapa la salud.

El metaverso es un universo post-realidad, un entorno multiusuario perpetuo y persistente que fusiona la realidad física con la virtualidad digital. Se basa en la convergencia de tecnologías, como la realidad virtual (RV) y la realidad aumentada (RA), que permiten interacciones multisensoriales con entornos virtuales, objetos digitales y personas. Por tanto, el metaverso es una red interconectada de entornos inmersivos y sociales en plataformas multiusuario persistentes.

Pero más allá de cualquier otra consideración lo que me gustaría destacar es que se trata de un entorno virtual, es decir, inexistente desde el punto de vista físico.

Por lo tanto, los metaversos son entornos donde las personas interactúan e intercambian experiencias virtuales, es decir inexistentes, mediante uso de avatares[2], a través de un soporte lógico en un ciberespacio, el cual actúa como una metáfora del mundo real, pero sin tener necesariamente sus limitaciones. Lo que se traduce en crearse una realidad paralela en la que abstraerse de la real con el fin de crear sensaciones de bienestar o satisfacción que no son posibles o son inalcanzables en la realidad física que se sustituye por la virtual o ficticia.

Por tanto, la realidad virtual (RV) es la generación de un espacio, situaciones y recursos con apariencia real pero que son simulados mediante tecnología informática, es decir, irreales, creando en la persona la sensación de estar inmerso en él.

Esta realidad virtual que tenemos bastante asimilada e interiorizada en el ámbito de los videojuegos se ha ampliado con la aparición de los metaversos a sectores como la teleeducación, la telesalud y especialmente en el campo de la economía digital, con la aparición, por ejemplo, de criptomonedas, pero también con la irrupción de las criptosectas que no tan solo crean un entorno virtual sino que generan una serie de necesidades y demandas en las/os usuarias/os a través de ofertas igualmente virtuales que inducen a realizar inversiones importantes para lograr un hipotético, e irreal, beneficio sobre todo en el ámbito de la salud[3].

Ante este perturbador escenario en el que la realidad se mezcla con la ficción o la virtualidad, me planteo ciertas cuestiones relacionadas con las enfermeras y los cuidados.

Durante mucho tiempo se ha dicho que la tecnología sería capaz de sustituir muchas de las actividades, acciones o intervenciones que realizamos las personas, para ser asumidas por esta a través de máquinas o artilugios tecnológicos complejos. Sin embargo, siempre se añadía que ciertas acciones, como los cuidados profesionales de las enfermeras, no podrían ser nunca sustituidos por máquinas.

Pero la realidad siempre supera a la ficción y lo que parecía algo absolutamente imposible cada vez adquiere más visos de poder convertirse en una realidad que puede ir más allá de la que vivimos físicamente para situarse en un plano de realidad virtual o aumentada que satisfaga aquello que deseamos y no podemos lograr de manera real. De tal manera que resultará difícil saber en qué plano de realidad nos encontramos en cada momento, al existir varias realidades interactuando al mismo tiempo.

Ante esta, de momento, hipotética posibilidad, me surgen muchas dudas sobre nuestro futuro, pero me preocupan mucho más las que me surgen sobre nuestro presente y cómo pueden influir en la generación de un metaverso de cuidados en el que nuestra presencia como enfermeras quede circunscrito únicamente a un avatar.

Las dudas, que son muchas y no daría para reflexionar sobre todas ellas, las centro en cómo estamos actuando en la prestación de cuidados. ¿Estamos prestando unos cuidados de calidad y calidez que estemos identificando como importantes y que lo sean también por parte de quienes los reciben? ¿Se asimilan esos cuidados de manera absolutamente inequívoca con las enfermeras? ¿Se consideran los cuidados profesionales enfermeros un valor irrenunciable por parte de la sociedad? Me duele reconocerlo, pero lo dudo.

Lo dudo, no por falta de convicción en cuanto a lo que son y significan los cuidados profesionales enfermeros, sino por cómo son valorados y reconocidos por la gran mayoría de las enfermeras y por cómo son proyectados los mismos a quienes se los prestamos, lo que deriva en una desvalorización progresiva y con ella una clara invisibilidad de lo que son y significan más allá del buen trato o la simpatía que finalmente es lo que solicita la ciudadanía de las enfermeras cuando se les pregunta sobre que esperan o desean de las enfermeras. No seré yo quien diga que hay que renunciar a la simpatía o el buen trato, pero me parece que limitar nuestra identidad a cuestiones de urbanidad que deberían ser deseadas en todas/os cuantas/os tienen un trato directo con las personas, me parece que es un signo evidente de que no trasciende nuestra aportación profesional singular. ¿Por qué no se espera o desea de los médicos, psicólogos, fontaneros, carteros, pediatras, carniceros… que sean simpáticos? ¿Es la simpatía una virtud inherente y exclusiva de las enfermeras? Entiendo que se pueda desear por la proximidad que tenemos con la población en momentos en los que, además, puede ser de ayuda. Pero considero que lo realmente necesario y que debiera identificarnos, es la empatía, que, si se acompaña de simpatía pues mucho mejor, pero que desde luego ni es ni significa lo mismo, ni tan siquiera, por supuesto aporta lo mismo. Pero mientras la simpatía es un sentimiento, generalmente instintivo, de afecto o inclinación hacia una persona que acompaña a alguien en su forma de ser y actuar haciéndola atractiva y agradable a los demás, mientras que la empatía es la capacidad para percibir las emociones y los sentimientos de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar, es decir, como persona con mente propia y capaz de tomar sus propias decisiones. Por lo tanto mientras la primera, la simpatía, corresponde a un estado de ánimo o disposición emocional hacia alguien, la segunda, la empatía, se trata de una capacidad, herramienta, competencia… que debe ser adquirida, entendida, mejorada y aplicada correctamente para que tenga en el efecto terapéutico que de la misma se espera como parte de la escucha activa, la relación de ayuda y la resolución de problemas, algo que evidentemente la simpatía no puede lograr por sí misma aunque su adición a la empatía pueda contribuir a mejorarla. En cualquier caso la empatía sin simpatía puede formar parte de una buena prestación de cuidados pero nunca lo podrá ser la simpatía sin empatía.

Esto que tan solo es una muestra de lo que considero debemos identificar como parte sustancial de nuestra prestación de cuidados, entre otras muchas capacidades de observación, intervención, ayuda, respeto, consenso… que requieren de conocimientos, habilidades y capacidad en la construcción del mejor cuidado profesional es lo que percibo que no es identificado como valor intrínseco de las enfermeras. No porque no se pueda percibir al entenderlo como acciones que no se sustentan en una acción física reconocible, como sucede con una cuidadora.

Ante esta triste, pero concreta y palpable realidad, que hay que decir que no es generalizable, pero sí lamentablemente general por habitual, cabe pensar si la realidad virtual y aumentada que ya forma parte de nuestra vida cotidiana, no será capaz ya de reproducir una prestación cuidadora simpática y agradable, aunque esté exenta de la necesaria y deseada empatía y que pueda ser el inicio de una sustitución progresiva de la presencia real de enfermeras cuidadoras.

Digo de enfermeras cuidadoras, porque a lo mejor lo que se pretende es reconvertir a las enfermeras en otro tipo de profesional que ahora mismo no soy capaz de identificar o me resisto, por doloroso, a hacerlo, al haber encontrado en los avatares que se creen a la simpática cuidadora que ofrece el espacio cibernético.

Se puede pensar que todo lo apuntado no es más que una elucubración, una ficción o incluso una idea descabellada que para nada se ajusta a la realidad y que, por tanto, se piense que eso es algo que nunca va a poder suceder. Pero lamentablemente, como ya he comentado, la realidad supera a la ficción. Las distopías anunciadas a través de obras como 1984 de George Orwell[4], Un mundo feliz de Aldous Huxley[5], Fahrenheit 451, de Ray Bradbury[6], Yo Robot de Isaac Asimov[7], El proceso, de Franz Kafka[8], El cuento de la criada, de Margaret Atwood[9], El año del diluvio de Margaret Atwood[10]… entre otras muchas, son un claro ejemplo de aquello que inicialmente se identificaba como una narrativa fantástica, imaginativa y, en muchos casos, considerada como delirante por imposible, pero que el tiempo ha venido a demostrar que todo es posible y no solo eso, sino que se hace realidad llegando, incluso, a superar lo planteado.

Así pues, sería deseable que las enfermeras reescribiéramos nuestra propia realidad sino queremos que otros lo hagan por nosotras, con el riesgo que supone el hacer una construcción de la realidad enfermera que por irreal que pueda ser o parecer sea, finalmente la realidad que nos toque asumir.

La realidad virtual y aumentada, puede disminuir nuestra identificación profesional para adaptarla a lo que son los deseos expresados por las/os consumidoras/es que, como ya he dicho, parece que se concretan en la simpatía, por lo que dicha adaptación no tan solo no resulta difícil de llevar a cabo, sino que posiblemente la mejore en gran medida con relación a la que actualmente somos capaces de trasladar en nuestra interacción con las personas, las familias y la comunidad.

Seguir pensando que los cuidados profesionales son algo que no requiere de mayor profundidad, conocimiento, evidencia científica, preocupación y atención es la mejor manera de contribuir a su banalización y simplificación y con ello a su absoluta pérdida de relación con las enfermeras por entender que los mismos pueden ser asumidos no ya por parte de otras profesiones que de hecho lo reclaman e intentan, sino por parte de una realidad que nos eliminará como profesionales reales, para convertirnos en un cumulo de algoritmos que trasladen las respuestas esperadas por quienes decidan ser cuidadas/os por un avatar.

Que nadie caiga en el error de autocomplacencia como respuesta a un falso sentimiento de satisfacción ante lo que somos o como actuamos. Hacerlo es contribuir a una decadencia intelectual y científica que transforma la realidad enfermera en una posible realidad virtual que responda, aunque sea de manera artificial y aumentada, a lo que nosotras no estamos haciendo.

Reivindiquemos de manera firme y rigurosa nuestro espacio cuidador a través de un liderazgo centrado en la abogacía por la salud, que nos permita influir y capacitar positivamente a las personas en la forma de ser y actuar para lograr alcanzar una manera de vivir autónoma, solidaria y feliz, a la vez que participativa para construir espacios saludables en los que convivir, alejándonos de una salud persecutoria y acercándonos a una salud menos académica pero posiblemente más real y deseada individual y colectivamente.

Pongamos constantes dificultades a la posibilidad de generar realidades virtuales que sustituyan, alteren o adulteren la esencia de los cuidados profesionales. Para ello es preciso no tan solo que nos lo creamos, sino que actuemos con la determinación de querer ser identificados como enfermeras cuidadoras irreemplazables y singulares.

No me atrevo a negar cualquier posibilidad de cambio de la actual realidad por otra situada en el ámbito de la tecnología sustitutoria y sustitutiva, pero me niego, eso sí, a dejar de creer en lo que somos y tenemos posibilidad real de aportar las enfermeras a través de nuestros cuidados profesionales. Porque “aquello que se considera ceguera del destino es en realidad miopía propia” (William Faulkner)[11].

Pido, quiero y, permítanme, exijo que trabajemos por recuperar lo que nunca debimos perder, nuestra identidad cuidadora como seña indiscutible de nuestra realidad. Tan solo desde esa realidad lograremos, al menos, retrasar lo que parece ser una posibilidad cada vez menos ficticia y cada vez más posible y aterradora.

Pongámonos en el lugar de las personas, las familias y la comunidad, y tratemos de responder a sus expectativas, sentimientos, emociones, miedos, dudas, resistencias, normas, creencias… ante el afrontamiento que precisan realizar ante cualquier problema de salud o situación vital en las que los cuidados resultan imprescindibles para obtener no tan solo respuestas sino para que las mismas sean la respuesta que se identifica como efecto de la atención cuidadora dada por las enfermeras.

Porque esto es, sin duda, lo que limitará, dificultará o eliminará cualquier intento de virtualidad de la acción cuidadora enfermera, la identidad de la misma ligada de manera inseparable a las enfermeras y, por lo tanto, incapaz de ser reproducida de manera virtual, por mucho que se intente aumentar una realidad que no lo puede ser sin la presencia cuidadora de las enfermeras.

No se trata de impedir el avance de la tecnología, se trata de establecer los límites que impidan alterar la realidad de cuidados que ha estado ligada a la convivencia humana desde que existe y se conoce como tal. Si nada ha podido alterarla hasta ahora, aunque si mejorarla, no parece razonable que se permita hacerlo en nombre de la ciencia tecnológica que necesariamente debe complementarse con la ciencia enfermera, en lugar de sustituirla o reemplazarla. Pero esto básicamente nos corresponde hacerlo a las enfermeras, ya que tal como dijo David Viscott[12] “aceptar nuestra vulnerabilidad en lugar de tratar de ocultarla es la mejor manera de adaptarse a la realidad” y evitar que sea sustituida por un metacuidado.

[1] Filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín (Seúl, 1959).

[2] En Internet y otras tecnologías de comunicación modernas, se denomina avatar a una representación gráfica que se asocia a un usuario en particular para su identificación en un videojuego, foro de internet, etc. El avatar puede ser una fotografía, icono, gif (animado), figura o dibujo artístico y puede tomar forma tridimensional, como en juegos o mundos virtuales, o bidimensional, como icono en los foros de internet y otras comunidades en línea.

[3] https://www.eldiario.es/catalunya/estafada-criptosecta-captan-enfermos-cancer-les-sablean-miles-euros_1_9755266.html

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/1984_(novela)

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Un_mundo_feliz

[6] https://es.wikipedia.org/wiki/Fahrenheit_451

[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Yo,_robot

[8] https://es.wikipedia.org/wiki/El_proceso

[9] https://es.wikipedia.org/wiki/El_cuento_de_la_criada

[10] https://es.wikipedia.org/wiki/El_a%C3%B1o_del_diluvio_(novela)

[11] Escritor estadounidense, reconocido mundialmente por sus novelas experimentales y galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1949 (New Albany, 25 de septiembre de 1897-Byhalia, 6 de julio de 1962)

[12] Psiquiatra, autor, hombre de negocios y personalidad de los medios estadounidense. Se graduó de Dartmouth (1959), Tufts Medical School y enseñó en el Hospital Universitario de Boston (24 de mayo de 1938-10 de octubre de 1996).

DOCE AÑOS NO SON NADA

En el último número de la Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria (RIdEC), publico una carta con motivo de mi relevo como presidente de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), que comparto.

 

PRÊT À PORTER Y ALTA COSTURA DE CUIDADOS Mucho más allá de la moda

                        El estilo surge cuando sabemos quiénes somos, y quiénes queremos ser en el mundo. No viene de querer ser otra persona, o querer ser más delgado, más bajo, más alto, más bonito.

Nina García[1]

 

Estamos en un permanente debate, cuando no duda, sobre qué es lo que hacemos las enfermeras y qué valor real tiene.

Nos cuestionamos el valor de los cuidados como aportación específica y valiosa de nuestra actividad y la enmascaramos, maquillamos e incluso ocultamos tras la aparente magnitud de las técnicas en un proceso de fascinación que provoca una dimensión que va mucho más allá de lo que dichas técnicas realmente aportan en la mayoría de las ocasiones. Generando, por tanto, un efecto contrario y contradictorio, es decir, la desvalorización e invisibilización de los cuidados que acompañan a dichas técnicas, aunque lamentablemente no siempre es así, al realizar muchas veces las técnicas con cuidado pero sin cuidados.

Se trata casi de un proceso de transformación similar al que generan las drags queen[2] en sus escenificaciones para aparecer como lo que realmente no son, aunque todas/os sepamos lo que ocultan tras sus vestuarios y maquillajes.

Hay quienes no atreviéndose o no compartiendo plenamente dicho transformismo profesional se dedican a disimularlo en un difícil equilibrio entre lo que son y no se sienten y lo que quisieran ser, pero se niegan a aceptar y tratar de conseguir. En este juego de identidades, las actitudes que se adoptan acaban por desdibujar las aptitudes enfermeras, rediseñándolas en un burdo boceto que se quiere aproximar a la imagen deseada pero que proyecta una realidad que no le corresponde y por la que nunca serán valoradas.

En este escenario de interpretaciones más o menos creíbles, pero en cualquier caso ficticias, los cuidados se cuestionan y se ignoran, aunque verbalmente se pueda seguir proyectando un mensaje cuidador que realmente tan solo es una parte más del guion de la comedia que interpreta. Un guion en el que los cuidados no son incorporados como parte de la trama que se escenifica o lo son de manera muy secundaria y, casi siempre, de forma muy sutil o imperceptible con relación a todo aquello que compone la puesta en escena de los procesos asistenciales en los que las enfermeras actúan con papeles secundarios, cuando no como extras de las escenificaciones corales, siendo los cuidados meros acompañamientos de la tecnología empleada en dicha interpretación.

Nos situamos pues, en una difícil tesitura para que los cuidados profesionales enfermeros puedan ser visibilizados y valorados, si quienes deben ser responsables de prestarlos desde las competencias que adquieren para ello no deciden, de manera firme y comprometida, asumirlos como su seña de identidad y de referencia científico profesional. Además, esto no se traslada en la universidad con convicción y evidencias a las nuevas generaciones de enfermeras provocando, como sucede con el cambio climático, un implacable y destructor avance de la desertificación disciplinar enfermera que propicia la colonización de conocimientos y reducen la existencia, creencia e idoneidad de los cuidados como parte de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje enfermero, en un movimiento lento pero progresivo que aproxima la disciplina enfermera a paradigmas ajenos. El resultado final no puede ser más negativo, aunque se pueda aparentar lo contrario. Las demandas de enfermeras técnicas realizadas por el Sistema Sanitario, que es visto casi como el único cliente al que proveer enfermeras, acaba por contribuir a perpetuar ese escenario en el que los cuidados enfermeros son tan solo una anécdota o una etiqueta, mientras otros aprovechan la situación para hacerlos suyos, más como una estrategia para debilitar a las enfermeras que para fortalecer los cuidados que, realmente, ni les interesan ni saben cuál es su importancia real más allá del marketing en el que quieren incorporarlos para tratar de remediar su debilitada y denostada imagen.

Pero, ¿por qué pasa esto? ¿qué hemos hecho mal y qué estamos haciendo aún peor? ¿realmente los cuidados profesionales son una farsa, un intento de aportar valor a algo que nunca lo ha tenido? ¿son los cuidados una apropiación profesional enfermera de los cuidados domésticos y familiares?

Son interrogantes duras en cuanto a lo que supone reflexionar sobre ello. Pero son interrogantes necesarios si queremos que los cuidados y las enfermeras no acabemos siendo un vestigio histórico de la atención a la salud, a las personas, a las familias y a la comunidad de manera autónoma. Porque nada prevalece por inercia, al detenerse el impulso que generó su movimiento y avance. Sino somos capaces de alimentar con conocimientos y evidencias el valor científico profesional de los cuidados y asimilarlos a quienes deben ser sus protagonistas, las enfermeras, tampoco lograremos que siga el necesario avance.

Responder a dichas interrogantes, por otra parte, requiere de un análisis, una reflexión y un debate que nos resistimos a hacer y para el que no dispongo ni del tiempo, ni espacio ni tan siquiera del conocimiento, necesarios para acometer tan importante como necesaria labor.

Sin embargo, sí que voy a atreverme a hacer una aproximación en forma de parábola sobre cuál considero que es uno de los problemas que tenemos las enfermeras para dar valor real a aquello que, teóricamente, mejor sabemos, o deberíamos saber hacer, prestar cuidados.

Casi sin darnos cuenta hemos ido cayendo, a pesar de las apariencias, en una estandarización, en una protocolización, en una sistematización que nos limita. Además, nos atrae cada vez más el paradigma de la enfermedad y de la técnica cayendo en el eufemismo de la estandarización de los cuidados, en un nuevo y destructor paso hacia las respuestas biomédicas, que tan bien obedecen, desde su positivismo radical, a dicha estandarización y que tanto nos alejan del paradigma enfermero centrado en las respuestas humanas a los problemas de salud que no de la enfermedad.

Poniendo un ejemplo. Desde el paradigma médico, para dar respuesta farmacológica a la patología se cuenta con el Vademécum que recoge todos los principios activos clasificados y asociados a las patologías para las que están indicados, así como se recogen los efectos secundarios, las interacciones, la sensibilidad, dosificaciones… que permiten aproximar la decisión del tratamiento desde una estandarización de los procesos y sus tratamientos. Sin duda, su manejo requiere de conocimientos, aptitudes y habilidades importantes, no lo cuestiono, pero no es menos cierto que representa una herramienta de gran valor y apoyo. Desde este planteamiento, pues, una diabetes va a poder ser tratada farmacológicamente de igual manera para cualquier persona que la padezca en base a los criterios que marca la farmacopea y el diagnóstico médico que es capaz de sistematizar los síntomas, síndromes y signos que la acompañan. Las posibles variaciones en dicho tratamiento estarán determinadas por factores externos igualmente estandarizados.

Para esa misma diabetes, desde el paradigma enfermero, no se cuenta con un supuesto o hipotético Vademécum de cuidados. Y no se cuenta con él porque cada persona con diabetes requeriría de un tomo individualizado en el que se recogiesen los sentimientos, las emociones, las expectativas, el entorno, la familia, el trabajo… de cada una de esas personas a la hora de valorar en qué situación se encuentra para afrontar su problema de salud relacionado con la diabetes y cómo interactúa en su ámbito familiar, social y comunitario. Se requiere una valoración, por tanto, individualizada con perspectiva social y comunitaria en la que se informe y forme de manera capacitadora a la persona para que logre la autogestión de su problema de salud, la autodeterminación para decidir cómo afrontarlo, la autonomía para hacerlo huyendo de la dependencia profesional y sanitaria y reconociendo los recursos, personales, familiares, sociales y comunitarios disponibles para elegir aquellos que en cada caso sean más eficaces y articulándolos para potenciar las respuestas en salud, por lo tanto, siendo capaz de asumir su propio autocuidado sin perder la referencia de su enfermera. Asimismo, las variaciones en los factores que rodean a la persona y su entorno estarán permanentemente condicionando las respuestas humanas a su problema de salud, por lo que se tendrán que estar identificando y adecuando a la dinámica de la realidad de cada momento. Se trata de una intervención individualizada e intransferible que no es posible estandarizar por mucho que queramos acercarnos a un modelo que nos es ajeno y desde el que no vamos a poder dar respuestas enfermeras eficaces mediante la prestación de cuidados que previamente habrán tenido que ser consensuados con la persona, haciéndole partícipe en todo el proceso de atención integral, integrado e integrador, desde la escucha activa, la relación de ayuda, el método de resolución de problemas y respetando en todo momento las decisiones que tome. Todo ello sin que suponga, en ningún caso, descuidar el conocimiento de la enfermedad que se incorpora como parte del problema de salud, la diabetes, en cuanto a la fisiología, etiología, sintomatología… pero sin que ello signifique abandonar nuestra capacidad y competencia cuidadoras.

Ante esta realidad, que lo es por mucho que no queramos verla, se impone una reflexión rigurosa, serena pero urgente, de nuestra respuesta enfermera ante las necesidades y demandas de cuidados de las personas, las familias y la comunidad. Porque son reales y requieren de respuestas cuidadoras.

Argumentar que no se actúa así porque no hay tiempo o porque no nos dejan es una falacia y una excusa que tan solo contribuyen a situarnos en la indiferencia profesional y científica. Sino somos capaces de actuar con responsabilidad, lo que supone asumir riesgos, no podemos ni debemos exigir una autonomía que no nos corresponde y que, por tanto, nadie será capaz de identificar y valorar para demandar nuestra aportación específica de cuidados.

Llegados a este punto debemos pensar que la respuesta enfermera a los requerimientos de la población no puede realizarse desde una estandarización similar al prêt à porter de la moda, estableciendo patrones y tallajes que se adapten a cualquier persona lo que conduce a la universalización de la moda, pero también a su uniformidad. Por el contrario, nuestra respuesta no puede ni debería ser otra que la de la alta costura que de manera absolutamente personalizada realiza un patrón exclusivo con el que confeccionar un plan de cuidados adaptado y adaptable a cada persona en función a sus necesidades, características, expectativas, sentimientos, conductas, normas… como si se tratase de un vestido o traje realizado a la medida de cada persona y en el que su opinión permite llevar a cabo cambios específicos que se adapten, no tan solo a sus gustos, sino también a las circunstancias particulares de cada cual, de tal manera que pueda lucirlo con comodidad y aportándole bienestar y satisfacción, sin necesidad de tener que ceñirse a los caprichos o a las inevitables imperfecciones de la moda estandarizada del prêt à porter. No es, finalmente, una cuestión de clase, de precio o de accesibilidad, sino de preparación específica enfermera que permita, habilite y genere competencia para llevar a cabo una prestación exclusiva y no excluyente de cuidados profesionales.

No se trata de comparar la asistencia médica frente a la atención enfermera. Se trata de valorar una y otra en su justa medida y necesidad. No tan solo no son excluyentes, sino que son necesariamente complementarias desde una perspectiva que trasciende a los marcos competenciales para situarse en el objetivo común de dar la mejor respuesta posible a las personas, las familias y la comunidad.

Realizar planteamientos de rivalidad, confrontación, lucha de poder, capacitación, competencia entre profesionales de una u otra disciplina tan solo obedece a planteamientos corporativistas que se alejan del verdadero objeto de lo que debe ser la prestación de calidad de cada profesional desde el paradigma disciplinar que a cada cual le corresponde sin que existan recelos y que los mismos conduzcan a la tentación de fagocitar nada ni a nadie.

Las ciencias, áreas de conocimiento, evidencias científicas, paradigmas… que identifican, definen y sustentan a las diferentes disciplinas son compatibles entre si desde su especificidad y singularidad pero también desde su exclusividad que para nada les hace perder la necesidad y la oportunidad de compartir, que no invadir, de aportar, que no soportar, de sugerir, que no imponer, de construir, que no derruir, de responder, que no silenciar, de reforzar, que no debilitar, de respetar, que no despreciar, en definitiva, de valorar el trabajo de cada una de las partes en beneficio de las personas, las familias y la comunidad.

Las/os profesionales de cada una de las disciplinas, por su parte, deben tener una clara visión de lo que son y se espera de ellas/os desde el paradigma que les corresponde para que las respuestas sean adecuadas y ajustadas a sus postulados, planteamientos y conocimientos y logren así ser referentes de su aportación sin ambigüedades ni falsos planteamientos que traten de aparentar lo que no son, generando duplicidades innecesarias, olvidos imperdonables o contradicciones evitables.

La salud, finalmente, es demasiado importante para ejercer sobre ella una acción de protagonismo y de propiedad exclusiva y excluyente. La salud es de todos y para todos y nadie debe tener ni sentirse con el privilegio de ser propietario de la misma.

No es una cuestión de moda, ni de modas, pero sí de compromiso con lo que debe ser una “confección de alta costura de cuidados” que nos aleje de la conformidad y la uniformidad estandarizada de una cadena de montaje de “cuidados prêt à porter” para salir del paso, con cuidados que encorsetan y nos encorsetan y que tan poco aportan y tanto nos desdibujan como enfermeras.

Convenzámonos de nuestra valía profesional y disciplinar y no nos dejemos convencer de que nuestros cuidados no tienen valor. Si nosotras no se lo damos difícilmente estaremos en disposición de que quienes los reciben los valoren y los referencien como algo indispensable y que tan solo las enfermeras podemos ofrecer.

Cuidados, como ropa, hay muchos. Pero la prestación profesional, individualizada y personalizada solo la podemos ofrecer quienes tenemos las competencias, los conocimientos y la habilidad y aptitud para hacerlo. Otra cosa, es que tengamos también la disposición, la voluntad y la actitud de asumirlo, o prefiramos, como sucede con la ropa de mercadillo, ofrecerlos como saldos con el único objetivo de salir del paso para dedicarnos a otras cosas que no nos corresponden.

Finalmente, como decía Orson Welles[3] “el estilo es saber quién eres, lo que quieres decir y no importarte nada”, o ¿nos preocupa e importa ser enfermeras y ser reconocidas como tales?

Pensemos, al menos pensemos, sobre ello, porque no hacerlo es tanto como renunciar a ser y sentirnos enfermeras.

[1] Editora en jefe de Marie Claire USA y jurado estelar en el reality show, Project Runway. (Barranquilla-Colombia, 1968)

[2] Describe a una persona que se caracteriza y actúa a la usanza de un personaje de rasgos exagerados, con una intención primordialmente histriónica

[3] Actor, director, guionista, productor y locutor de radio estadounidense (Kenosha, Wisconsin, 6 de mayo de 1915-Los Ángeles, California, 10 de octubre de 1985).

DE QATAR Y SANIDAD Goles y cuidados

“Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra.”

Antonio Gala[1].

 

Todas las miradas se dirigen a un mismo punto estos días. El Campeonato del Mundo de Fútbol de Qatar acapara la atención y la emoción de millones de personas de todo el planeta.

Las protestas en sus muy diversas formas de manifestación, las declaraciones, los posicionamientos, las actitudes… permitidas, más como forma de desmarcarse de culpabilidad que como convicción de quienes participan directamente en el evento “deportivo” o de quienes lo hacen como espectadores del mismo, no limitan ni un ápice la atención que en ese acontecimiento y en ese país se deposita desde que se inició con la escenificación de una libertad y un respeto que tan solo se quedó en el guion impostado e interpretado sobre el césped y que daría paso posterior al juego de un deporte que es capaz de hacer olvidar o, cuanto menos ocultar, las miserias de un régimen totalitario que vulnera sistemáticamente los derechos humanos. Pero en el fútbol parece valer todo. Al fin y al cabo, la pela es la pela como dicta el tópico catalán.

Nadie puede decir que no se supiese cómo se las gastan en tan exclusivo país. Lo mismo que a nadie se le escapa como manejan el dinero en ese mismo lugar. Se eligió obviar lo que se hace, en favor de conseguir un beneficio económico que trasciende en mucho al deportivo por mucho fair play que se quiera vender y por mucho que se quiera engañar con que el negocio disfrazado de espectáculo contribuirá a que se respeten los derechos humanos de su población, sobre todo de aquella que no es masculina y heterosexual. Todo un alarde de machismo y de testosterona futbolística que, no nos equivoquemos, ha contado y cuenta con el beneplácito de todos los gobiernos cuyos equipos participan en el campeonato a través de su silencio o de su débil y velada protesta. A partir de ahí, todo lo demás, son declaraciones de intenciones, eufemismos, hipérboles y anacronismos dialécticos que tratan de enmascarar o maquillar una realidad que se impone a cualquier intento que en este sentido se haga. Por lo tanto, nadie queda exento de culpa en este circo mediático que sitúa a un país totalitario y criminal como ejemplo ante el resto del mundo. No todo debería valer en el fútbol y en el negocio que el mismo representa y que pierde todos sus valores al prestarse a este triste espectáculo de tolerancia y enmascaramiento de una dictadura.

Puede parecer que lo dicho hasta ahora no tenga relación alguna con la enfermería o las enfermeras. Sin embargo, voy a tratar de establecer una analogía que no pretendo situarla al mismo nivel de lo expuesto, pero que considero guarda cierto paralelismo que, al menos desde mi punto de vista, ni es despreciable ni es menor.

Me voy a centrar exclusivamente, aunque hay otras muchas actitudes y conductas a los que poder hacer referencia, en los comportamientos de injerencia, abuso, invasión y falta de respeto profesional y científico que determinados colectivos vienen llevando a cabo desde el poder disciplinar que se otorgan a sí mismos y del económico y mediático que han logrado alcanzar como consecuencia del poder ejercido y que ha sido respaldado y reforzado en gran medida política, gerencial y socialmente hasta alcanzar grados de inmunidad absoluta ante cualquier deseo que planteen de seguir aumentando su ego, su poder y su exclusividad en torno a la sanidad y lo que la misma supone para sus intereses de negocio, en muchas ocasiones.

Para lograrlo no tienen reparo alguno en someter, despreciar, minusvalorar, ignorar, atacar… a otras disciplinas que consideran siempre menores y tan solo contemplan como subsidiarias a su actividad exclusiva y excluyente. Mientras se sometan a sus intereses y puedan limitar, controlar y recortar sus competencias por considerarlas peligrosas a sus intereses corporativistas, pueden subsistir, aunque la convivencia sea de sometimiento y obediencia hacia quienes, según sus parámetros, son inferiores y por tanto no pueden avanzar para situarse a un mismo nivel que el de quienes ejercen la dictadura disciplinar.

Sin embargo, el conocimiento y las evidencias científicas, que consideran exclusivas de sus disciplinas, ponen de manifiesto que no tan solo las consideradas disciplinas inferiores no lo son, sino que además sus aportaciones aportan un gran valor a la salud de las personas, las familias y la comunidad, desde un paradigma propio que se sustenta en teorías y conocimientos propios de su ciencia y disciplina, lo que significa que no requieren de la tutela y aprobación de quienes las consideran una rama, en el mejor de los casos, de su autocracia disciplinar.

Ante esta realidad que niegan, como hacen los negacionistas del cambio climático, de la violencia de género o de las vacunas, y una vez perdido el control que ejercían sobre ellas, deciden cambiar de estrategia y plantear una invasión de competencias específicas y de identidad sobre las, a su vista y criterio, insurgentes profesionales que siguen contemplando como inferiores y como subsidiarias de su actividad. Aunque lo que pretenden conquistar por la fuerza de su poder ni les interese realmente, ni sepan cómo afrontarlo y manejarlo, ni tengan intención de incorporarlo en su actividad profesional. Se trata tan solo de debilitar a quienes han osado creerse con autoridad para decidir sin su consentimiento y a no obedecer sus dictados dogmáticos.

Los cuidados durante mucho tiempo han estado relegados al ámbito doméstico y a la mujer exclusivamente. Las enfermeras, sobre todo con su incorporación a la universidad, lograron dignificar y dotar de contenido científico a los cuidados profesionales que prestan y que suponen su principal seña de identidad, lo que supuso un cambio sustancial en cuanto al valor que los mismos tienen para la salud de las personas, las familias y la comunidad y la referencia que de los mismos tiene tanto la comunidad científica como la sociedad en general, aunque sea por conceptos diferentes como es lógico.

Dicha valoración, que ha sido progresiva acaba por constituir los cuidados profesionales enfermeros como un bien intrínseco, es decir, aquello que las enfermeras y solamente las enfermeras son competentes y están capacitadas para hacer y ofrecer, de tal manera que el cuidado profesional queda claramente diferenciado del cuidado no profesional sin que ello signifique, en ningún caso, que existan cuidados de mayor o menor valor. Simplemente son cuidados que tienen una dimensión diferente pero que ostentan una gran importancia e impacto en la salud de las personas, las familias y la comunidad.

Pero precisamente esta valoración de los cuidados profesionales enfermeros por parte, fundamentalmente, de la sociedad es lo que dispara, en primer lugar, el interés general de todo aquello que tenga que ver con los cuidados o por decirlo de otra forma, todo parece tener relación con los cuidados. De tal manera que podemos identificar claramente como actualmente toda cuida. El champú, el detergente, los yogures, las cremas de belleza, hasta los anuncios… todo aporta cuidados.

De tal manera que, como suele ser costumbre también en nuestra sociedad, se establece un efecto pendular por el que se pasa de una situación extrema, la desvalorización general de los cuidados, a la contraria que supone la valoración máxima de los cuidados por parte de todo y de todos. Aunque, también es cierto, que en este recorrido se elimina la necesaria reflexión sobre lo que son, significan y aportan los cuidados en función de que estos sean profesionales o no.

Ante esta situación de crédito y valor superior que adquieren los cuidados en general, pero muy en particular los cuidados profesionales enfermeros y de manera muy especial tras la pandemia, por razones obvias derivadas de los procesos de soledad, aislamiento, sufrimiento y muerte ocasionados por la COVID, estos han sido no tan solo valorizados sino, lo que es más importante, significados e identificados con las enfermeras.

Ante esta situación a la que se suma la progresiva pérdida como referentes exclusivos de la salud, bueno de la enfermedad, que lograron establecer e interiorizar en la población, los médicos y los farmacéuticos identifican los cuidados como un claro objetivo a incorporar a su imagen. Otra cosa bien diferente es que lo hagan a su actividad diaria como clínicos o empresarios.

Hay que destacar que los cuidados no son, en ningún caso, patrimonio exclusivo de nadie, al ser patrimonio universal de la humanidad en tanto en cuanto todas/os estamos en disposición de cuidar y ser cuidados. Otra cosa bien diferente es lo que sucede con los cuidados profesionales. Los cuidados enfermeros lo son de las enfermeras y no pueden ni deben ser de nadie más que de las enfermeras que, además, siempre han sido identificadas como prestadoras de cuidados, incluso antes de que los cuidados tuviesen el respaldo científico con el que cuentan en la actualidad.

Ninguna organización sanitaria puede entenderse sin la presencia de los cuidados profesionales enfermeros que cabe recordar eran la base de gestión y organización de los hospitales antes de que los médicos los colonizasen como centros de su desarrollo científico profesional y cambiasen su organización a la existente en la actualidad en base a sus especialidades por órganos, aparatos o sistemas o las patologías que la alteración de estos provocan en las personas en sustitución de la división que existía por complejidad de cuidados. Por tanto, los cuidados, más allá de su importantísimo y necesario soporte y respaldo científico siempre han estado presentes y han sido fundamentales en la atención. Otra cuestión bien diferente es la visibilización y valoración que de los mismos se ha querido y permitido hacer por parte, tanto de los médicos que los han considerado como algo absolutamente residual y sin valor desde su perspectiva asistencialista curativa, como de los gestores, mayoritariamente médicos, de las organizaciones que nunca han contemplado su institucionalización en un modelo sanitario igualmente curativo y asistencialista.

A pesar de todo, los cuidados han prevalecido y con el soporte científico han logrado emerger y valorizarse como respuesta imprescindible de atencióon integral, integrada e integradora, a las necesidades de las personas tanto en la salud como en la enfermedad en cualquier momento de su ciclo vital.

Así podemos identificar, entre otros ejemplos, el permanente mensaje de cuidados trasladado desde las denominadas Farmacias Comunitarias que incorporan como reclamo publicitario para captar clientes y aumentar sus beneficios comerciales como empresa privada que son, por mucho que insistan en ser un Servicio Público, cuando realmente lo que hacen es prestar un Servicio Público en base al concierto establecido con los servicios de salud como empresa privada que son, que es bien diferente, al igual que sucede con los Taxis, por ejemplo.

Por su parte los médicos no han querido tampoco desaprovechar la oportunidad y recientemente el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM), ha constituido el Comité Científico de Cuidados para instaurar la cultura del cuidado en la sanidad madrileña[2].

Con independencia del interés, más o menos real o interesado y oportunista, de la medida lo que no deja de llamar la atención y provocar cuanto menos perplejidad es que el máximo órgano de representación médica se otorgue sin rubor alguno la capacidad, competencia y autoridad para instaurar la cultura del cuidado en la sanidad madrileña. Ellos que nunca han sido capaces de valorar ni poner en valor el cuidado que, desde siempre, han prestado las enfermeras a quienes hay que recordar han marcado estrechamente, incluso con demandas judiciales, por entender que se vulneraban o invadían sus competencias, de repente se conviertan en adalides del cuidado y defensores de su instauración en la cultura sanitaria.

Una Comisión que según sus propias palabras “hemos conformado un equipo amplio de aproximadamente quince profesionales, en su mayoría médicos, pero también tienen cabida otros profesionales que pueden aportar muchísimo, como psicólogos, enfermeras y profesionales de más disciplinas que se incorporarán en el futuro”. De todo lo cual cabe pensar sino habrá que darles las gracias, no tan solo por tal iniciativa, sino por la benevolencia en dar cabida a otros profesionales, como las enfermeras, que se dignan en reconocer podemos aportar muchísimo a su, por otra parte, magno conocimiento sobre cuidados que dan por sentado poseer tal como se desprende de tan maniqueas como sorprendentes declaraciones.

Ante estos hechos de clara, manifiesta, rotunda, descarada e incluso mezquina decisión sobre un aspecto de tanta relevancia, significado y referencia para las enfermeras, no podemos ni debemos permanecer impasibles. Menos aun cuando desde el Ministerio de Sanidad, por fin, se ha puesto en marcha la Estrategia de los Cuidados tan largamente esperada. Hacerlo es concederles el beneficio de la duda sobre su actuación y debe quedar claro que la misma no corresponde ni les corresponde desarrollarla, haciéndolo además con toda la parafernalia protocolaria y mediática que son capaces de movilizar para dejar constancia de su poder.

Pero mientras esto sucede quienes, entiendo, deberían dar respuesta inmediata, contundente y rigurosa, el Consejo General de Enfermería (CGE), se mantiene en el más absoluto de los silencios. Lo que, por otra parte, no es de extrañar que ocupados como están en dirimir las cuitas, venganzas, amenazas… derivadas de una gestión no tan solo nefasta sino sospechosa de ser delictiva, en los Tribunales, no les quede tiempo para ocuparse de lo que realmente debieran hacer.

El actual presidente del CGE hubiera actuado con coherencia y elegancia dando paso a otra persona dados los hechos a los que tenía que hacer frente y que le imputan directamente a él, de tal forma que su mente, su interés, su tiempo y su dedicación no se centren en defenderse, lo cual es legítimo siempre que lo haga a título personal, en lugar de defender a las enfermeras a las que teóricamente representa. Su imagen y la de las enfermeras hubieran salido beneficiadas.

Ante este panorama de indefensión en que nos dejan quienes nos representan, deberemos plantearnos qué hacer las enfermeras dada la gravedad de lo que está sucediendo a todos los niveles en el panorama social, político y sanitario de este país y que tanto impacto tiene en la imagen, valoración y competencia de las enfermeras.

Caer en la desidia, el conformismo o la indiferencia es tanto como aliarse con los planteamientos, las intenciones y los hechos que están planteando.

Como pasa con el mundial de fútbol que se está desarrollando en Qatar, en el que no todos son responsables ni tan siquiera comparten, tan desacertada decisión que tan solo obedece intereses económicos despreciando la defensa de los derechos humanos, en el tema que nos ocupa tampoco todos los farmacéuticos y médicos son partícipes ni comparten las decisiones apuntadas. Pero en ambos casos los máximos representantes del fútbol y de los farmacéuticos y médicos toman decisiones que se alejan del interés común por mejorar la salud de las personas, las familias y la comunidad para centrarse exclusivamente en los intereses económicos, corporativistas y de poder, aunque ello suponga la vulneración de derechos profesionales o la generación de conflictos.

Asistir como espectadores impasibles en ambos casos es preocupante. Hacerlo de manera entusiasta como si nada pasara amparándose en la pasión por un deporte o un equipo o de manera pasiva e irreflexiva como si nada fuese con o contra nosotras, es no ya preocupante sino alarmante.

Mirar hacia otro lado como si nada pasase no es la solución. Mirar de frente y abordar las situaciones no garantiza nada, pero al menos nos permite ser coherentes y partícipes de una posible y deseada, por complicada y compleja que pueda parecer, solución. El poder de quienes se sienten con derecho a hacer cualquier cosa con tal de garantizar su poder debe ser contestado y contrarrestado con la fuerza de la razón, de la sensatez y del respeto que ellos no tienen y niegan.

Ni los goles ni los cuidados deberían ser objeto de negocio ni de manipulación. No todo vale para ganar.

[1] Poeta, dramaturgo, novelista, guionista y articulista español (Brazatortas -Ciudad Real- 2 de octubre de 1930)​

[2] https://www.icomem.es/comunicacion/noticias/3982/El-ICOMEM-constituye-el-Comite-Cientifico-de-Cuidados-para-instaurar-la-cultura-del-cuidado-en-la-sanidad-madrilena?s=08