“Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra.”
Antonio Gala[1].
Todas las miradas se dirigen a un mismo punto estos días. El Campeonato del Mundo de Fútbol de Qatar acapara la atención y la emoción de millones de personas de todo el planeta.
Las protestas en sus muy diversas formas de manifestación, las declaraciones, los posicionamientos, las actitudes… permitidas, más como forma de desmarcarse de culpabilidad que como convicción de quienes participan directamente en el evento “deportivo” o de quienes lo hacen como espectadores del mismo, no limitan ni un ápice la atención que en ese acontecimiento y en ese país se deposita desde que se inició con la escenificación de una libertad y un respeto que tan solo se quedó en el guion impostado e interpretado sobre el césped y que daría paso posterior al juego de un deporte que es capaz de hacer olvidar o, cuanto menos ocultar, las miserias de un régimen totalitario que vulnera sistemáticamente los derechos humanos. Pero en el fútbol parece valer todo. Al fin y al cabo, la pela es la pela como dicta el tópico catalán.
Nadie puede decir que no se supiese cómo se las gastan en tan exclusivo país. Lo mismo que a nadie se le escapa como manejan el dinero en ese mismo lugar. Se eligió obviar lo que se hace, en favor de conseguir un beneficio económico que trasciende en mucho al deportivo por mucho fair play que se quiera vender y por mucho que se quiera engañar con que el negocio disfrazado de espectáculo contribuirá a que se respeten los derechos humanos de su población, sobre todo de aquella que no es masculina y heterosexual. Todo un alarde de machismo y de testosterona futbolística que, no nos equivoquemos, ha contado y cuenta con el beneplácito de todos los gobiernos cuyos equipos participan en el campeonato a través de su silencio o de su débil y velada protesta. A partir de ahí, todo lo demás, son declaraciones de intenciones, eufemismos, hipérboles y anacronismos dialécticos que tratan de enmascarar o maquillar una realidad que se impone a cualquier intento que en este sentido se haga. Por lo tanto, nadie queda exento de culpa en este circo mediático que sitúa a un país totalitario y criminal como ejemplo ante el resto del mundo. No todo debería valer en el fútbol y en el negocio que el mismo representa y que pierde todos sus valores al prestarse a este triste espectáculo de tolerancia y enmascaramiento de una dictadura.
Puede parecer que lo dicho hasta ahora no tenga relación alguna con la enfermería o las enfermeras. Sin embargo, voy a tratar de establecer una analogía que no pretendo situarla al mismo nivel de lo expuesto, pero que considero guarda cierto paralelismo que, al menos desde mi punto de vista, ni es despreciable ni es menor.
Me voy a centrar exclusivamente, aunque hay otras muchas actitudes y conductas a los que poder hacer referencia, en los comportamientos de injerencia, abuso, invasión y falta de respeto profesional y científico que determinados colectivos vienen llevando a cabo desde el poder disciplinar que se otorgan a sí mismos y del económico y mediático que han logrado alcanzar como consecuencia del poder ejercido y que ha sido respaldado y reforzado en gran medida política, gerencial y socialmente hasta alcanzar grados de inmunidad absoluta ante cualquier deseo que planteen de seguir aumentando su ego, su poder y su exclusividad en torno a la sanidad y lo que la misma supone para sus intereses de negocio, en muchas ocasiones.
Para lograrlo no tienen reparo alguno en someter, despreciar, minusvalorar, ignorar, atacar… a otras disciplinas que consideran siempre menores y tan solo contemplan como subsidiarias a su actividad exclusiva y excluyente. Mientras se sometan a sus intereses y puedan limitar, controlar y recortar sus competencias por considerarlas peligrosas a sus intereses corporativistas, pueden subsistir, aunque la convivencia sea de sometimiento y obediencia hacia quienes, según sus parámetros, son inferiores y por tanto no pueden avanzar para situarse a un mismo nivel que el de quienes ejercen la dictadura disciplinar.
Sin embargo, el conocimiento y las evidencias científicas, que consideran exclusivas de sus disciplinas, ponen de manifiesto que no tan solo las consideradas disciplinas inferiores no lo son, sino que además sus aportaciones aportan un gran valor a la salud de las personas, las familias y la comunidad, desde un paradigma propio que se sustenta en teorías y conocimientos propios de su ciencia y disciplina, lo que significa que no requieren de la tutela y aprobación de quienes las consideran una rama, en el mejor de los casos, de su autocracia disciplinar.
Ante esta realidad que niegan, como hacen los negacionistas del cambio climático, de la violencia de género o de las vacunas, y una vez perdido el control que ejercían sobre ellas, deciden cambiar de estrategia y plantear una invasión de competencias específicas y de identidad sobre las, a su vista y criterio, insurgentes profesionales que siguen contemplando como inferiores y como subsidiarias de su actividad. Aunque lo que pretenden conquistar por la fuerza de su poder ni les interese realmente, ni sepan cómo afrontarlo y manejarlo, ni tengan intención de incorporarlo en su actividad profesional. Se trata tan solo de debilitar a quienes han osado creerse con autoridad para decidir sin su consentimiento y a no obedecer sus dictados dogmáticos.
Los cuidados durante mucho tiempo han estado relegados al ámbito doméstico y a la mujer exclusivamente. Las enfermeras, sobre todo con su incorporación a la universidad, lograron dignificar y dotar de contenido científico a los cuidados profesionales que prestan y que suponen su principal seña de identidad, lo que supuso un cambio sustancial en cuanto al valor que los mismos tienen para la salud de las personas, las familias y la comunidad y la referencia que de los mismos tiene tanto la comunidad científica como la sociedad en general, aunque sea por conceptos diferentes como es lógico.
Dicha valoración, que ha sido progresiva acaba por constituir los cuidados profesionales enfermeros como un bien intrínseco, es decir, aquello que las enfermeras y solamente las enfermeras son competentes y están capacitadas para hacer y ofrecer, de tal manera que el cuidado profesional queda claramente diferenciado del cuidado no profesional sin que ello signifique, en ningún caso, que existan cuidados de mayor o menor valor. Simplemente son cuidados que tienen una dimensión diferente pero que ostentan una gran importancia e impacto en la salud de las personas, las familias y la comunidad.
Pero precisamente esta valoración de los cuidados profesionales enfermeros por parte, fundamentalmente, de la sociedad es lo que dispara, en primer lugar, el interés general de todo aquello que tenga que ver con los cuidados o por decirlo de otra forma, todo parece tener relación con los cuidados. De tal manera que podemos identificar claramente como actualmente toda cuida. El champú, el detergente, los yogures, las cremas de belleza, hasta los anuncios… todo aporta cuidados.
De tal manera que, como suele ser costumbre también en nuestra sociedad, se establece un efecto pendular por el que se pasa de una situación extrema, la desvalorización general de los cuidados, a la contraria que supone la valoración máxima de los cuidados por parte de todo y de todos. Aunque, también es cierto, que en este recorrido se elimina la necesaria reflexión sobre lo que son, significan y aportan los cuidados en función de que estos sean profesionales o no.
Ante esta situación de crédito y valor superior que adquieren los cuidados en general, pero muy en particular los cuidados profesionales enfermeros y de manera muy especial tras la pandemia, por razones obvias derivadas de los procesos de soledad, aislamiento, sufrimiento y muerte ocasionados por la COVID, estos han sido no tan solo valorizados sino, lo que es más importante, significados e identificados con las enfermeras.
Ante esta situación a la que se suma la progresiva pérdida como referentes exclusivos de la salud, bueno de la enfermedad, que lograron establecer e interiorizar en la población, los médicos y los farmacéuticos identifican los cuidados como un claro objetivo a incorporar a su imagen. Otra cosa bien diferente es que lo hagan a su actividad diaria como clínicos o empresarios.
Hay que destacar que los cuidados no son, en ningún caso, patrimonio exclusivo de nadie, al ser patrimonio universal de la humanidad en tanto en cuanto todas/os estamos en disposición de cuidar y ser cuidados. Otra cosa bien diferente es lo que sucede con los cuidados profesionales. Los cuidados enfermeros lo son de las enfermeras y no pueden ni deben ser de nadie más que de las enfermeras que, además, siempre han sido identificadas como prestadoras de cuidados, incluso antes de que los cuidados tuviesen el respaldo científico con el que cuentan en la actualidad.
Ninguna organización sanitaria puede entenderse sin la presencia de los cuidados profesionales enfermeros que cabe recordar eran la base de gestión y organización de los hospitales antes de que los médicos los colonizasen como centros de su desarrollo científico profesional y cambiasen su organización a la existente en la actualidad en base a sus especialidades por órganos, aparatos o sistemas o las patologías que la alteración de estos provocan en las personas en sustitución de la división que existía por complejidad de cuidados. Por tanto, los cuidados, más allá de su importantísimo y necesario soporte y respaldo científico siempre han estado presentes y han sido fundamentales en la atención. Otra cuestión bien diferente es la visibilización y valoración que de los mismos se ha querido y permitido hacer por parte, tanto de los médicos que los han considerado como algo absolutamente residual y sin valor desde su perspectiva asistencialista curativa, como de los gestores, mayoritariamente médicos, de las organizaciones que nunca han contemplado su institucionalización en un modelo sanitario igualmente curativo y asistencialista.
A pesar de todo, los cuidados han prevalecido y con el soporte científico han logrado emerger y valorizarse como respuesta imprescindible de atencióon integral, integrada e integradora, a las necesidades de las personas tanto en la salud como en la enfermedad en cualquier momento de su ciclo vital.
Así podemos identificar, entre otros ejemplos, el permanente mensaje de cuidados trasladado desde las denominadas Farmacias Comunitarias que incorporan como reclamo publicitario para captar clientes y aumentar sus beneficios comerciales como empresa privada que son, por mucho que insistan en ser un Servicio Público, cuando realmente lo que hacen es prestar un Servicio Público en base al concierto establecido con los servicios de salud como empresa privada que son, que es bien diferente, al igual que sucede con los Taxis, por ejemplo.
Por su parte los médicos no han querido tampoco desaprovechar la oportunidad y recientemente el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM), ha constituido el Comité Científico de Cuidados para instaurar la cultura del cuidado en la sanidad madrileña[2].
Con independencia del interés, más o menos real o interesado y oportunista, de la medida lo que no deja de llamar la atención y provocar cuanto menos perplejidad es que el máximo órgano de representación médica se otorgue sin rubor alguno la capacidad, competencia y autoridad para instaurar la cultura del cuidado en la sanidad madrileña. Ellos que nunca han sido capaces de valorar ni poner en valor el cuidado que, desde siempre, han prestado las enfermeras a quienes hay que recordar han marcado estrechamente, incluso con demandas judiciales, por entender que se vulneraban o invadían sus competencias, de repente se conviertan en adalides del cuidado y defensores de su instauración en la cultura sanitaria.
Una Comisión que según sus propias palabras “hemos conformado un equipo amplio de aproximadamente quince profesionales, en su mayoría médicos, pero también tienen cabida otros profesionales que pueden aportar muchísimo, como psicólogos, enfermeras y profesionales de más disciplinas que se incorporarán en el futuro”. De todo lo cual cabe pensar sino habrá que darles las gracias, no tan solo por tal iniciativa, sino por la benevolencia en dar cabida a otros profesionales, como las enfermeras, que se dignan en reconocer podemos aportar muchísimo a su, por otra parte, magno conocimiento sobre cuidados que dan por sentado poseer tal como se desprende de tan maniqueas como sorprendentes declaraciones.
Ante estos hechos de clara, manifiesta, rotunda, descarada e incluso mezquina decisión sobre un aspecto de tanta relevancia, significado y referencia para las enfermeras, no podemos ni debemos permanecer impasibles. Menos aun cuando desde el Ministerio de Sanidad, por fin, se ha puesto en marcha la Estrategia de los Cuidados tan largamente esperada. Hacerlo es concederles el beneficio de la duda sobre su actuación y debe quedar claro que la misma no corresponde ni les corresponde desarrollarla, haciéndolo además con toda la parafernalia protocolaria y mediática que son capaces de movilizar para dejar constancia de su poder.
Pero mientras esto sucede quienes, entiendo, deberían dar respuesta inmediata, contundente y rigurosa, el Consejo General de Enfermería (CGE), se mantiene en el más absoluto de los silencios. Lo que, por otra parte, no es de extrañar que ocupados como están en dirimir las cuitas, venganzas, amenazas… derivadas de una gestión no tan solo nefasta sino sospechosa de ser delictiva, en los Tribunales, no les quede tiempo para ocuparse de lo que realmente debieran hacer.
El actual presidente del CGE hubiera actuado con coherencia y elegancia dando paso a otra persona dados los hechos a los que tenía que hacer frente y que le imputan directamente a él, de tal forma que su mente, su interés, su tiempo y su dedicación no se centren en defenderse, lo cual es legítimo siempre que lo haga a título personal, en lugar de defender a las enfermeras a las que teóricamente representa. Su imagen y la de las enfermeras hubieran salido beneficiadas.
Ante este panorama de indefensión en que nos dejan quienes nos representan, deberemos plantearnos qué hacer las enfermeras dada la gravedad de lo que está sucediendo a todos los niveles en el panorama social, político y sanitario de este país y que tanto impacto tiene en la imagen, valoración y competencia de las enfermeras.
Caer en la desidia, el conformismo o la indiferencia es tanto como aliarse con los planteamientos, las intenciones y los hechos que están planteando.
Como pasa con el mundial de fútbol que se está desarrollando en Qatar, en el que no todos son responsables ni tan siquiera comparten, tan desacertada decisión que tan solo obedece intereses económicos despreciando la defensa de los derechos humanos, en el tema que nos ocupa tampoco todos los farmacéuticos y médicos son partícipes ni comparten las decisiones apuntadas. Pero en ambos casos los máximos representantes del fútbol y de los farmacéuticos y médicos toman decisiones que se alejan del interés común por mejorar la salud de las personas, las familias y la comunidad para centrarse exclusivamente en los intereses económicos, corporativistas y de poder, aunque ello suponga la vulneración de derechos profesionales o la generación de conflictos.
Asistir como espectadores impasibles en ambos casos es preocupante. Hacerlo de manera entusiasta como si nada pasara amparándose en la pasión por un deporte o un equipo o de manera pasiva e irreflexiva como si nada fuese con o contra nosotras, es no ya preocupante sino alarmante.
Mirar hacia otro lado como si nada pasase no es la solución. Mirar de frente y abordar las situaciones no garantiza nada, pero al menos nos permite ser coherentes y partícipes de una posible y deseada, por complicada y compleja que pueda parecer, solución. El poder de quienes se sienten con derecho a hacer cualquier cosa con tal de garantizar su poder debe ser contestado y contrarrestado con la fuerza de la razón, de la sensatez y del respeto que ellos no tienen y niegan.
Ni los goles ni los cuidados deberían ser objeto de negocio ni de manipulación. No todo vale para ganar.
[1] Poeta, dramaturgo, novelista, guionista y articulista español (Brazatortas -Ciudad Real- 2 de octubre de 1930)
[2] https://www.icomem.es/comunicacion/noticias/3982/El-ICOMEM-constituye-el-Comite-Cientifico-de-Cuidados-para-instaurar-la-cultura-del-cuidado-en-la-sanidad-madrilena?s=08