A la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC) y al grupo 40+ por
su compromiso y coherencia y por ser referentes de mi actitud enfermera.
“No hay más alianzas que las que trazan los intereses ni nunca las habrá“
Antonio Cánovas del Castillo[1]
Soy consciente de que puede resultar reiterativo, pero la situación actual de la Atención Primaria (AP) no me permite mirar hacia otro lado cuando, además, en su nombre se están llevando a cabo acciones y declaraciones que, desde mi punto de vista, para nada tienen intención de mejorar la respuesta que desde tan importante ámbito del Sistema Nacional de Salud es preciso dar con otro planteamiento del que actualmente se da en base a un modelo caduco pero que sirve de excusa para el logro de intereses particulares y corporativos por una parte y como justificación para la privatización por otra. Se trata, por tanto, de intereses cruzados pero que se potencian e impiden avanzar el necesario cambio del actual modelo de AP.
Son varias las entradas que en torno a la AP he realizado. En algunas de ellas trasladaba mi esperanza y optimismo en relación a un cambio de modelo que permitiese dar respuesta eficaz y eficiente a las actuales necesidades de salud de las personas, las familias y la comunidad, al tiempo que recuperase la ilusión de las/os profesionales perdida desde hace tanto tiempo y que, no cabe duda, es resultado directo del deterioro alcanzado desde que se instaurara la AP en España, lo que provoca una falta de compromiso, implicación y apatía por parte de quienes trabajan en ella, generando un círculo vicioso en el que la máxima perjudicada es la sociedad en su conjunto.
Volver a relatar la evolución de la AP y su progresivo deterioro es inútil. Lamer las heridas de manera permanente no va a curarlas y tan solo provoca un dolor cada vez mayor y una infección progresiva en todos los tejidos con el riesgo que ello comporta.
Pero el punto en el que nos encontramos considero que si merece una reflexión que impida la distorsión de los acontecimientos y su utilización interesada por parte de quienes están participando del mismo, bien por acción o por omisión.
Creo que nadie, salvo quienes tengan un interés específico en lo contrario, puede negar la situación de crisis por la que está atravesando, no ya tan solo la AP, sino el SNS de nuestro país.
Tras la pandemia muchos entendimos que había llegado el momento del verdadero cambio. De un cambio que acabase con la inacción, el asistencialismo, el hospitalcentrismo, el paternalismo, el patriarcado profesional, la medicalización… entre otros muchos vicios adquiridos en los últimos años que fueron eliminando sistemáticamente los logros alcanzados por quienes creímos, en su momento, que otra forma de atender la salud de la comunidad era posible, transformando en realidad lo que muchos se empeñaban en plantear como utopía o ensoñación y que cuando fueron conscientes de la misma se propusieron acabar con ella como de hecho está sucediendo.
Se ha tratado pues de una progresiva lucha entre quienes construimos y quienes tan solo se han esforzado en destruir desde un falso y engañoso planteamiento que siempre han disfrazado de reconstrucción, como ha sucedido de manera muy patente y con una escenificación vergonzosa tras la pandemia, durante la cual, además, se asestaron los últimos estoques de muerte a la AP.
A partir de aquí las palabras vacías de contenido, las promesas hechas con la convicción de su incumplimiento, la falta de voluntad política, la absoluta ignorancia sobre aquello sobre lo que se decide, el traslado de anuncios efectistas pero sin efecto, la negación ante la cruda realidad de la descomposición de un modelo, la ausencia de escucha y la falta de diálogo, la maquinación de una maquinaria electoral y electoralista que conduce a tomar decisiones que den respuesta a los lobbies de presión corporativos, la invisibilidad a la que se somete a las sociedades científicas, la ineficacia de las/os representantes profesionales, el oportunismo de quienes aprovechan la agonía del modelo para sentar las bases de su apuesta reaccionaria y retrógrada que dé respuesta a sus intereses profesionales y corporativistas, la utilización indecente que se hace de la población para arrimar el ascua a su sardina, la pasividad de quienes consideran que mejor quede todo como está, la negación a un desarrollo profesional, la sumisión y la subsidiariedad como la mejor manera de generar su zona de confort, la acción sindical alejada de la realidad y de la unidad, la manipulación de la información, la ausencia de rigor informativo, la ignorancia sobre lo que se habla y transmite… conforman un escenario de caos y confusión en el que resulta muy complejo ver resquicios de oportunidad de cambio real.
El poder político, el sindical-profesional y el mediático. Los tres poderes que en lugar de generar el necesario equilibrio que conduzca a una apuesta rigurosa por el cambio, se enzarzan en una estéril y cruenta batalla por lograr cada uno de ellos su parcela de poder desde la que influir para lograr sus objetivos, que no los objetivos de todos y anular así el poder ciudadano. Estéril, porque se trata de fuerzas contrapuestas y excluyentes que impiden alcanzar cualquier punto de acuerdo y de coherencia. Cruenta porque dejan múltiples cadáveres por el camino en forma de pérdidas de derechos como la equidad, la solidaridad, la igualdad, la participación, la accesibilidad… y en particular la salud comunitaria.
Las/os políticas/os están a lo que están, a defender su parcela ideológica y las propuestas que, en base a las mismas, pretenden desarrollar. A luchar contra quienes consideran sus enemigos políticos, aunque en la batalla se produzcan efectos colaterales que afectan a la ciudadanía. A dar respuesta a los intereses partidistas, aunque los mismos se alejen de las necesidades de la sociedad. A negar la mayor cuando se plantean propuestas de cambio que no coincidan con sus ideas o que se aproximen a las de sus rivales.
Quienes manejan y pervierten la política, se convierten en un permanente obstáculo para el avance de cualquier posible solución. La mejor muestra la tenemos en la Comunidad de Madrid, donde el planteamiento neoliberal de sus actuales dirigentes quiere imponer y ampliar la privatización ya iniciada con anteriores gobiernos, utilizando para ello el actual conflicto con los médicos de AP. Conflicto que, su presidenta, se empeña en trasladar como un conflicto político, en un intento maquiavélico y totalmente planificado por distraer la atención del foco real del mismo y situarlo en un plano de confrontación con quien identifica como el único y exclusivo responsable de cualquier cosa que pase y en la que ella no esté de acuerdo, es decir el Gobierno de la Nación y su presidente. Cuando el conflicto político lo genera ella y su gobierno con su actitud intransigente que sabe juega a su favor para lograr imponer sus decisiones privatizadoras y situar a los médicos como enemigos del sistema. Privatización que ha aumentado en el último año en España un 7% y en los últimos 10 años más de un 50%, siendo el número de personas aseguradas actualmente cercano los 13 millones de personas y por autonomías en la Comunidad de Madrid son más del 38% de la población la que tiene seguro privado. Los números son suficientemente reveladores de lo que está suponiendo la acción, o más bien inacción, con relación al SNS que, por otra parte, cada vez genera más insatisfacción entre la población, a lo contrario de lo que sucedía hasta hace bien poco tiempo.
Pero esta muestra de política oportunista y partidista se da también con otros barones y líderes políticos de diferentes ideologías, aunque es cierto, con intereses diferentes, pero no por ello con resultados menos nocivos para el logro del necesario cambio de modelo.
Sin embargo, todos coinciden en el mantra estandarizado según el cual a todos ellos les interesa el bien común de la población y la mejora del SNS, aunque los hechos demuestren de manera tozuda y sistemática que en ninguno de los casos es cierto, pero destacando que los matices aportados por unas/os u otras/os son importantes sin duda en el resultado final.
En un SNS en el que coexisten 17 Sistemas Autonómicos de Salud, las decisiones están constantemente mediatizadas por los intereses políticos y territoriales haciendo muy difícil, por no decir imposible, cualquier tipo de acuerdo que beneficie al conjunto de la sociedad lo que acaba provocando claras inequidades en función no ya del código postal de residencia sino del contexto territorial en que se sitúe. No es lo mismo, por tanto, el acceso a la salud para una persona que viva en Madrid que otra que lo haga en València, ni lo es en Madrid para quien viva en el barrio Salamanca o lo haga en el de Chueca. Mientras tanto el Ministerio de Sanidad se convierte en un mero ente de representación política sin capacidad de decisión y de dudosa capacidad de coordinación en la mayoría de los aspectos relacionados con la salud y su prestación.
Sé que lo que voy a decir no es popular ni posiblemente políticamente correcto, pero considero que en Sanidad y en Salud debieran existir criterios uniformes a nivel nacional que no estuviesen sujetos al capricho o el interés político de un determinado poder autonómico. En un tema tan sensible, como lo es igualmente la educación, no se debería permitir que se utilizasen como armas arrojadizas o como monedas de cambio para el logro de sus planteamientos ideológicos o de interés partidista. Para muestra el botón de Castilla y León con el protocolo “pro vida” y en contra del derecho a decidir de las mujeres, en un claro y temible ejemplo de utilización interesada y adoctrinadora de la salud. Cada vez es más evidente la necesidad de llegar a un consenso en este sentido que, se ha demostrado, es imposible a través del diálogo parlamentario o político de partidos. Todo ello teniendo en cuenta que soy un claro defensor del modelo autonómico o federal, pero sin olvidar que hay temas que trascienden al interés político o territorial y se sitúan en el centro mismo del interés individual y colectivo de todas/os, lo que obliga a establecer unas reglas de juego que impida hacer trampas continuamente para alzarse con la victoria.
Por su parte los profesionales, y en particular los médicos, han aprovechado las circunstancias para reclamar mejoras laborales y salariales parapetándose en el deterioro de la AP y tratando de trasladar su interés por la mejora del modelo, cuando el modelo del que se parte ha sido, en gran medida, producto de su propio modelo profesional que ha desplazado al que se generó al inicio de la AP. Un modelo que sufre las carencias, el recelo y en muchas ocasiones el rechazo de quienes son artífices y máximos defensores del modelo que impregna y deteriora la AP, desde los hospitales que actúan como verdaderos devoradores de recursos y poder. Pero para nada es una lucha política, porque su interés trasciende a la política y a quien la gestiona.
Su permanente discurso de queja sobre el aumento progresivo de la demanda obedece fundamentalmente al asistencialismo por ellos impuesto que junto al paternalismo y la ausencia de participación logran generar una dependencia casi exclusiva de la población hacia el sistema y muy en particular hacia ellos. Han sido los máximos responsables a lo largo de las últimas décadas de la falta de cultura de salud poblacional al usurpar los saberes populares que permitían resolver en el ámbito familiar, muchos de los problemas por los que ahora se les demanda asistencia. Paradójico que se denominen médicos de familia cuando ni creen en la misma como núcleo de salud ni tan siquiera están organizados, en su modelo de cupos, para atender a todos los miembros de una misma familia. Paradojas del modelo que ellos mismos han creado a su imagen y semejanza. Por eso se les oye decir que lo que quieren es un modelo que satisfaga sus necesidades profesionales. Lo que supone anteponer sus intereses, que nadie discute que sean legítimos, a los de la población a la que teóricamente deben atender. Obvian que la falta de médicos obedece a una falta de interés por la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria que, más allá de las condiciones laborales, tiene su razón de ser en que es una especialidad demasiado “alejada” del modelo medicalizado de su paradigma profesional, quedando cada vez más plazas vacantes por ocupar en los exámenes de MIR, además de ser las últimas plazas elegidas[2].
El repetido y repetitivo argumento de la falta de tiempo para atender adecuadamente a la población es tan solo una forma más de atraer a sus intereses particulares la atención y lástima de la población a la que seducen, hipnotizan y secuestran con sus mensajes, cuando son consecuencia de su propia forma de actuar. Algo que les lleva a trasladar la exigencia para que la administración establezca el número máximo de visitas diarias a 35 personas/día, como si la regulación de la demanda no fuese una responsabilidad de su competencia clínica, aumentando aún más su ensayado victimismo con objeto de captar seguidores para su causa.
La fuga de médicos al extranjero no es tan solo de los de familia, y obedece a una cuestión de oferta y demanda de mercado y no tanto de modelo que, repito, es el que ellos mismos han generado, sin que esto quiera decir que realmente no se estén produciendo abusos con contratos precarios. No se pueden confundir churras con merinas tratando de vender la lana que a ellos más interese.
Y si hablamos de los pediatras de AP pues es más de lo mismo. Tratar de patologizar lo que es un proceso de salud del ciclo vital como el desarrollo prenatal, el pre-escolar y escolar, la pubertad o el adolescente, o para atender procesos leves en su gran mayoría, es algo que tan solo encaja en el modelo medicalizado y que no tiene parangón en los países de nuestro entorno. Estamos pagando la decisión que en los inicios de la AP se adoptó de incorporar pediatras en AP. Pediatras, por otra parte, que no quieren las plazas de AP y que son ocupadas en una gran cantidad por médicos de familia. Los pediatras, como médicos especialistas de pediatría, tienen razón de ser en el ámbito hospitalario y en todo caso como consultores para AP, pero no en AP, lo mismo que no tiene encaje la existencia de geriatras o de cualquier otra especialidad médica que desvirtúe y contamine el sentido de la AP. Además de suponer una nueva y constatable prueba del fraccionamiento que se hace de la familia y su atención integral en razón de la edad de sus miembros, desvirtuando aún más la atención de los médicos de familia. Tratar de convencer de su imprescindibilidad en AP es tanto como pretender que comulgauemos con ruedas de molino.
Todo lo cual es aprovechado por algunos sindicatos médicos, sin apoyo de los sindicatos de clase, para lograr notoriedad y protagonismo en un escenario en el que no siempre han aportado soluciones de mejora real, más allá de los aspectos laborales y/o salariales, para el modelo que ahora atacan con tanta pasión como con falta de convicción y que tratan se extienda como una mancha de aceite por otros territorios autonómicos con idénticos e interesados intereses. Pero si a estas presiones tan fuertes como faltas de contenido y sentido se responde por parte de los responsables políticos como, por ejemplo, ha hecho la Consejera de Navarra ofreciendo a los médicos de AP la contratación de 44 enfermeras para reducir su sobrecarga de trabajo, pues apaga y vámonos. Es la muestra evidente de la falta de criterio científico y de gestión eficaz y eficiente, adoptando una decisión que contraviene el sentido común y los más elementales criterios de gestión y, lo que es más importante, triste y penoso, la falta de respeto hacia las enfermeras a las que no tan solo se subestima y desvaloriza, sino que utilizan como remedio inadecuado e interesado a sus indudables déficits, tratando de contentar al poder que les presiona. Y lo peor es que esta es una dinámica ampliamente extendida y asumida por los responsables políticos de todas las tendencias y colores.
Esta actitud del colectivo médico, sin embargo, es cuestionada por la recientemente elegida mejor médica de familia de España, Mª Luisa López Díaz-Ufano, quien tras su elección declaró que no sabía si era el mejor momento para hacer huelga y que los problemas de AP no vienen por Ayuso[3], lo que, cuanto menos, no deja de ser paradójico y contradictorio con lo que se está planteando.
Las enfermeras por su parte están adoptando un papel que va desde la más absoluta de las indiferencias a una mimetización, sin que aparentemente nada de lo que está pasando vaya con ellas o les afecte, o bien con una falta de valoración sobre sus competencias y la respuesta que desde las mismas pueden y deben aportar, o una absoluta sumisión y subsidiariedad al supeditar cualquier acción profesional a la existencia, tutela y autoridad de un médico sin la que, declaran, no poder actuar y que es lo que trasciende a la sociedad, ocultando con ello la eficaz respuesta que se da por parte de muchas enfermeras de manera responsable y autónoma, en un modelo que dificulta e impide en muchas ocasiones respuestas de cuidados enfermeros de calidad al estar supeditados al modelo médico autocrático en el que resulta muy complicado visibilizar la aportación específica enfermera. Pero me asombra comprobar que ante todo esto no se alce la voz enfermera, cuanto menos para dar su opinión, conocer su posicionamiento, identificar su sentimiento ante una situación que tanto les afecta y en la que tanto pueden y deben aportar, ya que, finalmente, quien calla otorga y así es muy difícil que la sociedad nos valore y reconozca.
Las/os representantes profesionales de unos y otros, médicos y enfermeras, a verlas venir sin que exista un posicionamiento claro sobre el problema y tratando de nadar y salvar la ropa, aunque con un claro componente de enfrentamiento entre ellos por cuestiones que escapan al verdadero problema que plantea el actual modelo de AP que repercute, sin duda, en el desarrollo profesional que a ellos les compete pero del que huyen como alma que lleva el diablo. Entre medias se entretienen poniendo demandas por cuestiones que podrían mejorar la atención a la población pero que interpretan como interesadas injerencias competenciales que podrían y deberían resolverse desde el diálogo. Un despropósito.
Por último los medios de comunicación se convierten en los transmisores de una información plagada de noticias sesgadas, ausentes de argumentos, sensacionalistas, distorsionadas y alejadas de una realidad que dista mucho de ser la que ellos trasladan a la sociedad, confundiéndola permanentemente. Transforman una huelga de médicos en una huelga de AP, con lo que convierten un conflicto corporativo en un problema que afecta a muchas/os otras/os profesionales y a la ciudadanía y que trasciende al ámbito laboral que es lo que la ha generado, sin plantearse nada más y buscando únicamente la noticia fácil y sensacionalista que aúpe sus índices de audiencia.
La permanente y cansina confusión entre sanidad y salud, centro de salud y ambulatorio, educación sanitaria y de salud, atención y asistencia, la simple y triste invisibilidad que hacen de los cuidados profesionales… junto a la identificación casi exclusiva de los médicos como únicos protagonistas de una sanidad que ni conocen ni parece tengan interés en conocer. Hablar de médicos y sanitarios es un claro ejemplo de ignorancia y distorsión informativa. ¿En base a qué argumentos consideran que los médicos no son sanitarios? O ¿por qué sanitarios en lugar de profesionales de la salud? Interrogantes que son incapaces de responder, negándose a aceptar su reiterada falta de criterio, información y rigor a la hora de hablar de un tema de tanta importancia social como la salud a pesar de los vanos intentos que algunos hacemos para que rectifiquen.
Como resultado de todo ello, la ciudadanía, se apunta al sol que, tan solo en teoría, más calienta o a la voz que más se escucha y que además es la que le da órdenes médicas que se les ha enseñado a que cumplan religiosamente. Cuando se producen reacciones contrapuestas al pensamiento único que se ha hecho prevalecer como indiscutible, son identificados como maleducados o violentos. No se puede hablar en ningún caso de mala educación o de falta de respeto por el simple y legítimo derecho a no coincidir con una decisión profesional que afecta, no lo olvidemos, a la libertad individual y colectiva de las personas, las familias y la comunidad. Dejando claro que no trato de justificar absolutamente ningún comportamiento que suponga la falta de respeto a través de agresiones verbales o físicas que, por otra parte, requiere de un análisis en profundidad de todas las partes implicadas ya que no se puede hacer creer que la culpa de dicho aumento de agresiones sea exclusivamente de la ciudadanía y los profesionales y la propia organización no tengan nada que ver.
En este juego de intereses, poder, egos, posición, ideologías… todos quieren tener la razón y nadie quiere dar su brazo a torcer. Todos desde sus atalayas, desde sus reductos, sin compartir, analizar, reflexionar y asumir errores. La salud no entiende de ideologías, intereses o poder, entiende de bienestar, equidad, libertad, derechos, democracia… que se ven afectados en ese juego perverso.
Mientras no asumamos, quienes estamos implicadas/os en mayor o en menor medida, directa o indirectamente, que tan solo desde el reconocimiento del deterioro de la AP y de la responsabilidad que todas/os tenemos en relación a la misma, asumiendo errores y facilitando la puesta en marcha de medidas correctoras de consenso, esta situación lejos de arreglarse empeorará, se cronificará y conducirá a la muerte de la AP para dejar paso a un modelo residual que será aprovechado para hacer negocio por parte de las empresas sanitarias como los fondos buitre hacen con la vivienda social.
Si seguimos inmersos en esa lucha permanente entre políticos, profesionales, ciudadanía, con la inestimable ayuda de unos medios de comunicación que confunden y alarman, no resolveremos nada. No se trata de adecuar el modelo a los profesionales sino de que las/os profesionales, todas/os, se adapten al modelo que mejor responda a las necesidades de la población. No es una cuestión de médicos, enfermeras, pediatras, políticos o periodistas. Este es el error, el gran error. Es una cuestión de salud y de cuidados que debe ser abordado con coherencia, rigor, generosidad, respeto y sentido común por todas/os olvidando los intereses partidistas, corporativistas, ideológicos o de cualquier otro tipo que se alejen de las necesidades de las personas, las familias y la comunidad.
Me consta que la reflexión es larga y extensa, pero es que la situación es densa y farragosa y limitarla supone dejar en el tintero y en la sombra hechos importantes y actitudes y actuaciones lamentables.
Seguimos en un suma y sigue que aumenta la inflación del descontento de manera acelerada y preocupante y con pocos visos de que se resuelva a corto plazo, lo que conlleva a un empobrecimiento en salud comunitaria evidente. Con elecciones a la vuelta de la esquina que nos aportarán nuevas y sorprendentes presiones y decisiones, no por inesperadas sino por inadecuadas, interesadas y oportunistas, aunque las mismas no sirvan para nada más que contribuir a la destrucción de la AP y claro está a sus intereses corporativos, de partido o de audiencia. Como la reciente destitución de una excelente gestora en Cataluña, enfermera ella, para ser sustituida por un médico cuya mayor contribución ha sido la de ocupar cargos colegiales[4], sin que para ello exista argumento alguno que no sea el de dar cumplida respuesta a presiones de un poder a otro en puertas de unas elecciones. Blanco y en botella.
Tres poderes distintos y un solo interés verdadero.
[1]Político, académico e historiador español (1828-1897)
[2] https://www.lavanguardia.com/vida/20220525/8291112/medico-familia-seduce-mir-dejan-plazas-vacantes.html
[3]https://www.elespanol.com/ciencia/salud/20230106/familia-espana-problemas-atencion-primaria-no-ayuso/731177191_0.html
[4] https://www.redaccionmedica.com/autonomias/cataluna/marc-soler-director-general-de-profesionales-de-la-salut-en-cataluna-3023?utm_source=redaccionmedica&utm_medium=email-2023-01-12&utm_campaign=boletin