“No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”
Albert Einstein[1]
A Ángela Sanjuán por su coherencia personal y profesional
Puede parecer repetitivo, pero es que me sigue inquietando, a la vez que preocupando, la actitud que en general mostramos las enfermeras ante situaciones que chocan frontalmente, no ya contra nuestros intereses profesionales, laborales o corporativos, sino contra la esencia misma de lo que es, supone y representa la enfermería y el ser y sentirse enfermera.
En esta ocasión, mi reflexión la voy a centrar en la que considero génesis de la realidad que apunto y que responde, en gran medida, a lo que desde el inicio hacemos o dejamos de hacer, que de todo hay, en la formación de las futuras enfermeras.
Creo que ya a nadie sorprenderá a estas alturas el hecho de que existen diferentes razones por las que las/os alumnas/os deciden iniciar los estudios de Enfermería. Dejando a un lado quienes dicen hacerlo por la tan manida, como no siempre bien entendida vocación, están quienes lo hacen para poder acceder a estudiar medicina; quienes argumentan razones de influencia familiar; quienes identifican que se trata de una profesión que tiene muy buena salida; quienes se deciden por la falsa creencia de que son unos estudios fáciles; quienes no saben realmente por qué se decidieron a elegirlo o lo hicieron sin convicción por acompañar a un/a amigo/a y finalmente quienes se tratan de desmarcar con frases tan recurrentes como “querer ayudar” o “salvar vidas”. Posiblemente hayan más razones, pero las que mayoritariamente identifico creo haberlas referido. Sin embrago, y descartando la vocación como principio y fin del argumento, pocas, muy pocas razones argumentan claramente la decisión adoptada desde una perspectiva de convencimiento por aquello que representa o supone el poder ser enfermera, más allá de la obtención del título que les acredita como tales. Y esto también tiene que ver con lo que transmitimos a la sociedad y, por tanto, a quienes puedan o quieran ser enfermeras por razones diferentes a las aludidas.
Llegados a este punto, la primera pregunta que me hago es si realmente esta heterogeneidad en cuanto a la elección de unos estudios que van a significar el futuro personal y profesional de estas/os estudiantes, su aportación al futuro desarrollo de la ciencia/disciplina/profesión de Enfermería y la calidad de la atención que las/os mismas/os presten a la población, sucede de igual manera en todos los estudios de Grado existentes en la Universidad. Y creo que realmente no es así, o cuanto menos no lo es en aquellos estudios que en mayor o menor medida tienen una relación más estrecha con los de Enfermería. Ni medicina, ni farmacia, ni fisioterapia, ni podología, ni odontología … tienen esa casuística de indefinición y de falta de sentimiento de pertenencia a la disciplina que se elige estudiar, entre otras razones porque todas ellas tienen una base tecnológica y un reconocimiento y valor social evidentes que las diferencia, al menos en teoría, de la Enfermería y que suelen incorporarse como elemento fundamental de atracción e identificación con lo que la misma representa.
Es cierto, que en algunos de los casos citados el mensaje que impregna toda la narrativa docente y que se traslada desde el inicio de los estudios al alumnado influye de manera determinante en la construcción de una clara y firme identidad corporativista, individualista y altamente competitiva que muchas veces se acompaña de una inmunización ideológica y dialéctica, preventiva contra otras disciplinas, como la enfermera.
No es mi intención ni pretendo convencer de que esta sea la manera de actuar para tratar de cambiar la actitud del alumnado con relación a su elección y a lo que significará su futuro profesional. Es más, la rechazo frontalmente, pero no por ello deja de ser una realidad que influye también en todo este proceso de desnaturalización al que me refiero.
Pero, centrándome en lo que pasa en nuestras aulas y dejando al margen, que no olvidando, lo que sucede en las de otras titulaciones, mi inquietud se centra en qué es lo que transmitimos, cuándo, cómo y de qué manera lo hacemos, con relación a lo que es y significa ser y sentirse enfermeras. Tengo la sensación, que nos limitamos, en muchas ocasiones, a los aspectos más formales, normativos, conceptuales, estandarizados … de los conocimientos que conforman los planes de estudio y su traducción en créditos como moneda de medida y fuerza, eliminando, por acción u omisión, aquellos que conforman la esencia, la filosofía, el espíritu, el alma, llamémosle como queramos, de la Enfermería, por no considerarlo prioritario, darlo por asumido o incluso entenderlo como inapropiado para la construcción de una profesión científica. Y esa actitud y probablemente también esa falta de aptitud para abordarlo, hacen que se diluya la identificación del sentimiento enfermero y prevalezca la perspectiva tecnológica que fascina finalmente al estudiantado.
Esto posiblemente, entre otras cosas, justifique la pobre asistencia de estudiantes a las clases de aquellas asignaturas en las que la técnica tiene un componente residual o secundario en sus contenidos. No puedo entender que en grupos de 75/100 estudiantes, en las asignaturas aludidas y dada que la presencialidad es voluntaria, la asistencia a clases no vaya más allá de 10 a 25 estudiantes en el mejor de los casos, pudiendo llegar a tener tan solo 2 estudiantes, según los grupos, sin que la razón, aunque pueda existir en algunos casos, sea la metodología docente empleada, pues paradójicamente en muchas clases repletas, la metodología utilizada es la de la clase magistral, si a leer diapositivas como si de un karaoke se tratase, se le puede denominar así. Ni tan siquiera obedece al/la docente que, pudiendo ser excelente, va a estar condicionado/a por la materia que imparta, lo que resulta verdaderamente triste. Pero claro, donde esté la deslumbrante atracción de una sonda, un catéter, una úlcera, una sutura o una maniobra lo demás queda desdibujado, oculto y sin valor. Por otra parte, esta desertificación de las aulas en las universidades de presencialidad docente, hasta ahora mayoritariamente públicas, da argumentos de peso para el crecimiento exponencial de universidades privadas. Naturalizar esta situación es una grave irresponsabilidad por parte de todas/os.
Es cierto que este es un mal que no tan solo afecta a Enfermería, pues ya son bastantes las voces que están alertando de tan decepcionante actitud estudiantil[2], pero cada cual ve el problema en su casa y tampoco se trata de un hecho aislado ni circunscrito a ciertas universidades. Lo que no nos puede ni debe hacer caer en el conformismo de la generalización del problema, pues ello tan solo se convierte en un consuelo aceptado desde la irreflexión que nos sitúa como estúpidos, tal como reza el refrán cuando dice, mal de muchos, consuelo de tontos.
Así pues, creo que, en Enfermería, estamos asistiendo a un momento de evidente crisis de fe. Si, de fe en lo que es Enfermería, lo que la identifica como ciencia y lo que la misma puede aportar de manera absolutamente diferenciada a la población con relación a otras profesiones. Y perdida la fe en aquello que se es, resulta muy difícil trasladar algo más que no sea una secuencia de procedimientos, técnicas, abordajes… sin conexión alguna con la aportación singular y específica de la ciencia enfermera y desde el paradigma enfermero propio, lo que acaba por desligarlos totalmente de ellos convirtiéndose en una mera referencia teórica sin que se logre dar sentido y consistencia científica a lo que realmente debería ser el valor de los cuidados enfermeros. Cuidados, por otra parte, que quedan en el plano de la abstracción, la nimiedad o la intrascendencia al no sentirlos como seña de identidad, ni trasladar lo que suponen y significan, siendo, finalmente, tan solo una etiqueta que trata, sin lograrlo, de dotar de Denominación de Origen a la Enfermería, cuando de hecho ya es una Denominación reclamada y exigida por muchos, aunque tan solo sea por intereses de imagen al margen, claro está, de lo que significan y aportan.
La desvalorización actual de la docencia en la Universidad, la focalización en una investigación impuesta, impostada e impostora a través de un régimen autocrático de publicaciones que acaba por alimentar un negocio editorial de proporciones escandalosas, el acceso de profesionales de muy diferentes disciplinas a la docencia que, como en Enfermería, requieren de una especificidad e idoneidad muy claras, las manifiestas condiciones de precariedad en las que se trabaja actualmente en la universidad y las dificultades de una carrera académica encorsetada, endogámica y casposa, suponen un rechazo por parte de las enfermeras a incorporarse a la universidad lo que deja espacio a que otras disciplinas ocupen el vacío dejado. Estas pueden ser algunas de las razones que avalen, aunque nunca justifiquen, todo lo hasta ahora comentado.
Sea como fuere, lo bien cierto es que existe una realidad de evidente deterioro en cuanto a la posición, el empoderamiento y el liderazgo de las enfermeras, que, desde mi punto de vista, tiene una génesis muy clara y determinante en la Universidad en donde se forman. Lo que sigue, ya lo estamos viendo y viviendo con angustia por parte de unas/os, de perplejidad por parte de otras/os, de rechazo por parte de unas/os pocas/os y de indiferencia por una mayoría silenciosa que nos aboca a la más absoluta intrascendencia.
Creo, sin embargo, que aún estamos a tiempo de retomar esta deriva y redirigirla en la dirección correcta. Pero para ello hace falta que analicemos, reflexionemos y hablemos para identificar cuáles son los déficits y cuáles las fortalezas, que nos den una oportunidad de salvar la amenaza que actualmente pende sobre la Enfermería y las enfermeras.
No intentarlo, es tanto como asumir nuestra muerte o, lo que es peor, nuestra permanente dependencia y subsidiariedad del sistema y de quienes lo controlan y manejan.
[1] Físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo XX (1879-1955).
[2] https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2023-02-22/profesor-universidad-cadiz-carta-frustracion_3580641/