A Lola Gil Estevan por su creatividad, innovación y liderazgo
“Genios tontos que saben absolutamente todo acerca de la química de las enzimas, pero que, debido a esa formación, hace mucho tiempo han dejado de funcionar adecuadamente como personas”
Ortega y Gasset[1]
Vivimos y bebemos, informativamente hablando, en un mundo de tópicos y estereotipos. Incluso en el ámbito de la ciencia que, al menos teóricamente, entendemos debería quedar al margen de esta distorsión tan dañina como engañosa, se dan y se perpetúan.
Hoy me voy a referir al tópico, convertido en estereotipo, de la investigación, lo científico y la innovación.
En principio pudiera parecer que no hay nada que aclarar en torno a estos conceptos que todas/os identificamos y, al menos en teoría, todas/os comprendemos y por ello no son generadores de controversia o interpretación. Pero nada más alejado de la realidad.
Cuando en los medios de comunicación, en los discursos políticos, en las tertulias de café o en los debates científicos, se habla de investigación, ciencia o innovación, de manera automática se visualiza a un hombre, con bata blanca y con una probeta o un matraz en la mano y un microscopio a su lado. Ese tópico nos acompaña de manera constante y forma parte del imaginario común.
Pareciera como si tan solo aquello que puede verse en un microscopio, cultivarse en una placa de Petri o transformarse en un valor estadístico pueda ser considerado como investigación y, por tanto, como una actividad realizada por científicas/os y, por el contrario, cualquier actividad que no se corresponda con esos parámetros no tenga la consideración de científica y por derivación quien la realiza no la tenga como científico/a ni forme parte de una investigación digna de ser considerada como tal.
El racionalismo y positivismo imperante y excluyente hacen que tan solo se considere aquello que puede aportar soluciones técnicas a los problemas que aquejan a la humanidad como valioso científicamente hablando y por tanto susceptible de ser financiado y apoyado para desarrollar las investigaciones que permiten obtener dichos resultados.
Este estereotipo/tópico no tan solo se ha instalado como inalterable en el ámbito de lo que se considera como ciencia y científico, sino que ha impregnado el pensamiento de los medios de comunicación que tan solo o mayoritariamente prestan atención y difunden este tipo de investigaciones y a quienes las realizan, lo que contribuye a que la opinión pública perpetúe dichos tópicos/estereotipos como una verdad que no ofrece discusión alguna.
Por su parte las instituciones, públicas y privadas, destinan la mayor parte de sus inversiones a dicha investigación, siendo residual, en el mejor de los casos, o inexistente para otro tipo de investigaciones que se consideran menores por entender que sus aportaciones no contribuyen a mejorar la vida de las personas. De ahí que no tan solo no se destinen fondos, sino que ni tan siquiera se dignan a identificar a otras ciencias como áreas de conocimiento y, por tanto, de investigación propias lo que supone que se tengan que integrar en los existentes e imperantes y, por tanto, tengan que ajustarse a sus planteamientos científico-técnicos que, lamentablemente, provocan su fagocitación y la invisibilidad de sus hipótesis, planteamientos, objetivos o diseños que, por ser diferentes, que no excluyentes, de los planteados por la “ciencia oficialmente etiquetada”, son desestimados o minusvalorados.
Este monopolio científico-investigativo que provoca los tópicos/estereotipos comentados se comporta en sí mismo como una parte más del lobby corporativista que lo lidera y que actúa con idéntico autoritarismo tendente a mantener el protagonismo exclusivo de la investigación que se han encargado en acotar a la biomedicina o las ciencias médicas impidiendo que con ellas pueda convivir cualquier otra área de conocimiento que identifiquen como “peligrosa” o “intrusiva”, de tal manera que si se desarrollan investigaciones de Enfermería por parte de enfermeras o se etiquetan con dicha denominación de origen o no tienen posibilidad de llevarse a cabo ni mucho menos de difundirse, con lo que pasan a engrosar el apetito voraz de dicho lobby.
Los premios a la investigación que se conceden en la mayoría de los certámenes nacionales e internacionales ignoran cualquier investigación que no se ajuste a esos tópicos/estereotipos y quedan invisibilizadas aportaciones valiosísimas de las investigaciones que realizan otras disciplinas que aún siendo parte de ciencias reconocidas son sistemáticamente olvidadas como tales.
Pero además de la investigación y las/os científicas/os, la innovación sufre idénticos síntomas de exclusividad y de exclusión por influencia o contagio de lo ya comentado, lo que conduce a que se interprete casi de manera automática el que la innovación y la creatividad son igualmente características inherentes a la investigación oficial u oficialista.
La innovación es un proceso por el cual se crea algo nuevo y por tanto, innovar consiste en el acto de aplicar nuevas ideas para potenciar el valor de lo que se produce como evidencia o conocimiento nuevos o mejorados.
Pero para que haya innovación tiene que haber creatividad, definida como el proceso que realizamos al usar la imaginación para crear. Es una habilidad mental que sirve para imaginar y crear nuevas ideas, es decir, provocar el nacimiento de algo novedoso.
En base a ello, ¿dónde está el problema para identificar, valorar, reconocer y apoyar que las enfermeras tenemos capacidad creativa, de innovación y por tanto de investigación como científicas? ¿cómo se puede seguir justificando la exclusión de nuestra ciencia como ámbito propio de investigación por parte tanto de organismos nacionales como internacionales? ¿qué intereses espurios existen para mantener una situación incoherente y acientífica? ¿por qué las enfermeras no somos capaces de liderar, visibilizar y poner en valor nuestras aportaciones científicas, creativas e innovadoras?
Porque nadie debe confundir que la creatividad o la innovación en investigación son lo mismo que tener gracia o ser ocurrente. La creatividad y la innovación son la capacidad de crear una realidad mejor basándose en el conocimiento, la inteligencia y las evidencias, desde la certeza, es decir, exponiendo lo que se tiene certeza de hacer o decir y no jugando con los elementos para ver si se tiene suerte y suena la flauta. No es posible tener una idea que pueda cambiar la realidad sin que exista creatividad. Cualquier idea innovadora precisan de imaginación y pensamiento creativo como elemento fundamental para que se plantee una idea original. Por lo que sin creatividad no puede existir innovación. Pero sin ciencia las propuestas de creatividad se convierten en ocurrencias que distan mucho de ser innovación y mucho menos evidencias.
Las enfermeras, desde siempre, hemos trabajado por prestar cuidados de excelencia. Es cierto que durante mucho tiempo se hizo empíricamente, pero no es menos cierto que desde hace ya bastante tiempo y cada vez más dicha excelencia está guiada por la calidad, eficacia y resultados en salud, derivados de la investigación científica, la creatividad y la innovación.
El problema viene determinado cuando, o bien nosotras mismas planteamos nuestras investigaciones desde un paradigma que no nos es propio, con lo que anulamos la capacidad creativa y la innovación al incorporar nuestros resultados al producto final de la investigación de otra ciencia o campo de conocimiento o bien vemos limitada la capacidad creativa e innovadora por las barreras que el propio sistema mantiene más allá de la lógica.
Pero a pesar de ello, las enfermeras, nuevamente desde la capacidad creativa e innovadora y desde la ciencia enfermera estamos en disposición de generar evidencias que transformen la realidad existente haciendo que algo cambie o sea distinto, sin que ello signifique necesariamente que se tengan que alterar totalmente todas sus características esenciales.
Para transformar desde la investigación, la creatividad y la innovación hace falta que exista un liderazgo capaz de influir, motivar, organizar y llevar a cabo acciones para lograr los fines y objetivos que involucren a personas y grupos en un marco de valores en el ámbito de los cuidados profesionales enfermeros que propicien el cambio y la transformación personal y colectiva, influyendo y motivando en los demás para transformar a personas y a grupos. Se trata de asumir responsabilidad, de ser ser creativas, innovadoras, proactivas, asertivas, arriesgadas, optimistas y luchadoras por una sociedad mejor. Es una oportunidad y es un potencial que debemos desarrollar para que los tópicos y estereotipos existentes se eliminen y permitan identificar a las enfermeras como científicas investigadoras, creativas e innovadoras.
Y finalmente opino que más allá de ser una oportunidad y un potencial, es una obligación que tenemos no tan solo con nuestra ciencia/disciplina/profesión, sino con las personas, las familias y la comunidad a las que prestamos cuidados.
Hay que desterrar por siempre el chascarrillo de que las cosas se hacen de una determinada manera porque siempre se han hecho así. Tan solo desde la aportación de evidencias científicas creativas e innovadoras seremos capaces de cambiar nuestra realidad y la de la sociedad a la que nos debemos.
[1] Filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica, situado en el movimiento del novecentismo (1883-1955).