EL PERRO DEL HORTELANO Ni hace ni deja hacer

                                                                            “Ni me dejo forzar ni me defiendo, darme quiero a entender sin decir nada. Entiéndame quien pueda; yo me entiendo”.

 Lope de Vega[1]. El Perro del Hortelano (1618)

 

Puede parecer que a las enfermeras no nos preocupa nuestro bienestar laboral, ni las condiciones de los contextos en los que tenemos que desarrollar nuestra actividad, ni una adecuada retribución, ni el exceso de demanda, ni la inseguridad jurídica a la que nos sometemos asumiendo competencias, ni la legislación que nos encorseta y limita… porque seguimos ocupando las plazas vacantes aunque estén ubicadas en zonas incomunicadas, alejadas o rurales… Seguimos eligiendo la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria como opción preferente en las ofertas EIR sin dejar plazas vacantes y todo ello a pesar de que una vez concluida la especialidad no se convoquen plazas específicas en los sistemas de salud de nuestro país.

Puede parecer, por tanto, que los problemas de la Atención Primaria (AP) lo son exclusivamente para otros colectivos que identifican dicho ámbito de actuación como menor, poco atractivo laboral y profesionalmente, estresante, poco valorado, poco retribuido… mientras las enfermeras seguimos trabajando y asumiendo competencias que, en muchas ocasiones, nos suponen problemas legales por no estar amparadas por una normativa ordenada y regulada.

Es decir, estamos asistiendo a un escenario en el que como ya plasmase Lope de Vega en su obra “El perro del Hortelano”: “ni come ni comer deja, ni está fuera ni está dentro”, o en este caso mejor, ni hacen ni dejan hacer, ni está fuera ni quiere estar dentro. Porque no se quieren asumir determinadas competencias por considerar que cargan sus agendas, protestan por la demanda a pesar de que en muchas ocasiones es inducida por la propia dinámica de asistencia paternalista que se sigue prestando, no se quiere incorporar otra metodología que no sea la puramente asistencialista y medicalizada porque no considerarla propia de su particular paradigma… pero, sin embargo, las necesidades son las que son y ante ello cuando se plantean respuestas de optimización y racionalización en las que se asuman competencias por parte de las enfermeras o de otras/os profesionales en las que son competentes, la respuesta es la oposición, el rechazo, la judicialización, el enfrentar a la población con mensajes alarmistas y alejados de la realidad… negándose o solicitando no hacer, pero negándose a que otros, en este caso las enfermeras, hagan. Incoherencia y corporativismo llevados a su máxima expresión de irracionalidad.

Al mismo tiempo, se reclama una petición expresa para que las enfermeras asuman unas competencias que sirvan de “descarga” a su actividad, de “ayuda” a su asistencia, de “derivación” de su demanda… limitando la capacidad autónoma de las enfermeras para desarrollar su actividad familiar y comunitaria a través del desarrollo de competencias específicas que permanentemente se subordinan, subestiman y subyugan a las necesidades de los médicos con lo que supone de relegar las necesidades de las personas, las familias y la comunidad a la que se debe atender y no tan solo asistir por razón de enfermedad

Pero es que además se están trasladando mensajes en los que por una parte se dice estar protestando por una sanidad pública de calidad como justificación de sus demandas ante la población, a pesar de que la realidad se traduce en reivindicaciones retributivas y laborales, legítimas pero que no son la causa del deterioro de la AP, mientras por otra parte se solicita arbitrar medidas de conciertos con la sanidad privada cuando la demanda impida responder a la misma por parte de los profesionales públicos, todo menos que esa demanda pueda ser ordenada y asumida en la medida que se considere con garantías jurídicas, científicas y profesionales por las enfermeras como sucede en muchos países de manera absolutamente normalizada. Parece ser, por tanto, que la carencia de médicos es diferente si se trata del sector público o del privado.

Considerar que el principal problema de la AP es la situación de los Médicos de Familia es un gravísimo error que desvirtúa totalmente la misma AP y desvía el foco de la atención de lo que realmente es y debe ser el núcleo de interés y respuesta, que no es otro que la población a atender y sus necesidades, para situarlo en las necesidades de un colectivo profesional que, por importante que sea y que nadie cuestiona, ni es exclusivo, ni tan siquiera, en muchas ocasiones, el principal agente que pueda/deba responder a las necesidades reales de salud y no tan solo de enfermedad. La Atención a la Salud Comunitaria no es un problema profesional, es una cuestión social, sanitaria y de salud pública que precisa de respuestas colectivas, intersectoriales, transdisciplinares, de consenso y alejadas de egos y protagonismos corporativistas desde las que resulta imposible satisfacer las necesidades de la comunidad.

Pero es que, además, la solución no pasa por respuestas precipitadas basadas en ocurrencias que acaban siendo parches accidentales que tan solo persiguen acallar voces o maquillar situaciones, sin que las mismas logren resolver el problema real que no es otro que el modelo caduco en el que se sustenta. La organización arcaica que se mantiene, la jerarquía obsoleta que se pretende perpetuar, la inmovilidad derivada de la inacción que se sigue admitiendo con normalidad absolutamente incomprensible, el desorden en el que se articula la clara artrosis administrativa, normativa y ejecutiva, los planteamientos interesados, oportunistas y efectistas que no se concretan en acciones reales de cambio, la ausencia absoluta de evaluaciones reales que vayan más allá de del contaje inútil de actividad de procesos, la ausencia de incentivos que eliminen el hastío profesional, el reconocimiento real de las capacidades, competencias, acciones, aptitudes y actitudes, tanto individuales como colectivas más allá de discursos prefabricados con intereses de satisfacción inmediata pero de nula continuidad, la eliminación de barreras que impiden la regulación de las profesiones y su máxima respuesta competencial, la identificación de necesidades reales y la adecuación de personal en base a los mismos que eliminen la manida ratio lineal que mantiene equipos sobredimensionados o infradimensionados, la adecuada financiación de la AP que permita responder con calidad y no tan solo desde el voluntarismo de algunas/os, la priorización de la salud y su promoción a través de la acción comunitaria, la revisión de los actuales programas de formación especializada para adecuarse a la realidad comunitaria y no tan solo a la profesional, la revisión de los planes de estudio de grado que incorporen la atención comunitaria como un eje fundamental de los mismos y no como un aspecto residual subsidiario de las técnicas y la tecnología…  son tan solo algunos de los factores que deben ser abordados con determinación si realmente tenemos intención de que la AP funcione o tan solo pretendemos que sea un nicho ecológico profesional y una zona de confort.

Pero al margen de lo dicho, es preciso analizar con objetividad y capacidad de autocrítica lo que está sucediendo con relación a la falta de identidad de los médicos con la Atención Familiar y Comunitaria que conduce a que, por ejemplo, queden desiertas más de 200 plazas ofertadas y que la solución a dicha reiterada situación pase por una oferta extraordinaria que lejos de solucionar nada va a ser enarbolada como elemento de reivindicaciones nuevamente alejadas de la realidad en ese permanente ejercicio de no hacer ni dejar hacer en el que una parte del colectivo médico se ha instalado y quiere trasladar como elemento de victimismo profesional que confunda a la población y le haga situarse como parte activa de sus reclamaciones en lugar de contribuir a través del diálogo, el análisis, la reflexión, la autocrítica y el debate a revertir una situación que no es el problema de los médicos sino de la comunidad y en la que la propia comunidad debe participar y no ser utilizada como recurso para lograr los fines profesionales que se plantean permanentemente desde posicionamientos corporativistas que, por otra parte, afectan de manera directa y negativa a la gran mayoría de médicos que creen y trabajan por una atención familiar y comunitaria de calidad que no puede seguir siendo comparada permanentemente con la atención hospitalaria como modelo a replicar laboral u organizativamente, porque se trata de conceptos, perspectivas, visiones, realidades diferentes y equidistantes que, sin embargo, requieren de articulación para lograr una eficaz y eficiente continuidad de cuidados.

Pero no tan solo se trata de un celo competencial con y contra las enfermeras. Ante la propuesta, ya instaurada en Reino Unido, por la cual los farmacéuticos podrán prescribir medicamentos, ya se han apresurado a decir que eso no se puede ni tan siquiera plantear en España como posibilidad en una nueva muestra de no hacer ni dejar hacer.

No es que se defiendan las competencias propias, es que no se deja que se valoren siquiera opciones diferentes a las existentes por entender siempre que se trata de una pérdida de influencia y poder, que finalmente es como ven su vigilancia/control particular de la asistencia médica, que no de la salud comunitaria.

Finalmente falta diálogo y abandonar los posicionamientos de rigidez corporativa desde los que tan solo se identifican amenazas o vulneración de derechos adquiridos sin otra justificación que el poder ejercido desde la imposición y la arbitraria subsidiariedad a la que han sometido tanto a otras profesiones como a la población.

Mientras no se abandonen las miradas exclusivas y excluyentes, los discursos egocéntricos, las posiciones inmovilistas, las sospechas permanentes, las amenazas disuasorias, el victimismo fingido, la descalificación como argumento y se sustituyan por la inclusión, el respeto hacia respuestas diversas y complementarias, el trabajo compartido, los objetivos comunes, la visión global, la humanización de la atención, la capacidad de aprender de otros y enseñar a otros… va a resultar muy difícil que los problemas de la AP y del SNS en su conjunto, se puedan solucionar. Porque, no nos confundamos, el cambio o los cambios necesarios para humanizar la atención, prestar cuidados y atención de calidad, responder a las necesidades reales de la población, actuar como equipos y no tan solo como grupos… pasa por una determinación de quienes tenemos la capacidad de poderlo hacer, las/os profesionales. Nuestra determinación, compromiso e implicación en lograrlo son la clave para que la política y quien la gestiona propicie los cambios. Mientras sigamos enfrentados, peleados, obstinados en nuestros intereses disciplinares particulares, en lugar de los de la comunidad, seguiremos dando argumentos para que siga sin existir una verdadera voluntad política de cambio.

La inanición propia y la de los demás tan solo conduce a desequilibrios que ponen en peligro nuestra razón de ser, la de todas/os, y la del sistema en el que trabajamos. Comamos y dejemos comer. Hagamos y dejemos hacer para poder avanzar.

[1] Fue uno de los poetas y dramaturgos más importantes del Siglo de Oro español (562-1635)