DESAFECCIÓN GENERACIONAL

                                                                         “No hay intento más patético que el de una generación intentando imponer su forma de entender el mundo a las siguientes.”

Masanobu Fukuoka[1]

“Cada generación piensa que puede ser más inteligente que la anterior.”

Aldus Huxley[2]

 

Siempre digo que no podemos ni debemos olvidar nuestro pasado. Saber de dónde venimos, para saber dónde estamos y trabajar para ir a donde queremos ir. Ahora bien, tampoco podemos ni debemos anclarnos en el pasado, por mucho que creamos que fue maravilloso y lo identifiquemos con que cualquier pasado fue mejor de lo que vivimos o lo que tenemos que vivir. Entre otras muchas cosas, porque no es cierto, no tiene fundamento alguno y no contribuye a construir el presente ni a planificar el futuro.

El pasado en un legado de acciones, logros, esfuerzos, planteamientos… muy loables y necesarios, sin duda, para el tiempo en que se produjeron y en las circunstancias en que fueron desarrolladas y, lo que es más importante, por las enfermeras que los lideraron y a las que, lamentablemente, no siempre se les ha reconocido su aportación, algo que contribuye a una pérdida absoluta de referentes que tanta falta nos hacen a las enfermeras y a la Enfermería.

No se trata tampoco, de generar iconos para la adoración, pero sí de respetar y reconocer aquello que hicieron con motivación, implicación, actitud, fe en lo que hacían y que se separaba de la manida y pretenciosa vocación impuesta por el dogma religioso, rebeldes sin caer en la incoherencia de la protesta fácil, reivindicativas sin caer en el egocentrismo corporativista, valientes sin ser temerarias ya que ponderaban los riesgos y los beneficios a alcanzar, preparadas a pesar de la resistencia a que lo hiciesen de manera oficial, atrevidas sin faltar el respeto que permanentemente se les negaba, persistentes pero evitando el voluntarismo que desgastaba, líderes al tiempo que participativas y alejadas del egocentrismo narcisista, resolutivas al abandonar las estrategias utópicas y sin fundamento para desarrollar las analizadas y planificadas, visionarias sin llegar a ser ni creerse pitonisas y charlatanas, constantes venciendo el desánimo y el descrédito al que eran sometidas, firmes sin renunciar a la negociación y el consenso… estas fueron algunas de sus armas, de sus fortalezas, de sus creencias, de sus valores, de sus convicciones, de sus fundamentos, de sus armas incruentas pero persuasivas y efectivas, para lograr que hoy la Enfermería y las enfermeras estemos donde estamos y seamos lo que somos.

Y en ese lugar en el que estamos y en el que somos se produce una desafección generacional evidente que genera parálisis, inacción, conformismo, desmotivación, indiferencia, pasividad, apatía, desvalorización, dejación, irreflexión, autismo profesional, anorexia científica, astenia participativa, disnea disciplinar, sedentarismo docente, alzhéimer enfermero … como principales signos de la actitud ante los problemas que afectan a la salud de las personas, las familias y la comunidad y ante las amenazas que ponen en peligro lo logrado en su día por y para las enfermeras. Problemas que requieren de un afrontamiento efectivo y eficaz basado en cuidados profesionales enfermeros para lograr la necesaria autoestima.

Desafección que es alimentada por el perverso sistema sanitario en el que desarrollamos casi absolutamente nuestra actividad. Porque no favorece, ni permite, ni incentiva la experiencia, la implicación, el compromiso, la actitud… y sitúa en un mismo nivel a enfermeras con 25 años de experiencia con enfermeras recién graduadas. No se trata de establecer clases ni de jerarquizar innecesariamente, pero sí de establecer unos criterios de valoración, respeto, referencia, identidad… que sirvan de ejemplo a futuras generaciones y de estímulo a quienes ya llevan tiempo contribuyendo al desarrollo profesional. El café para todos acaba diluyendo la responsabilidad, eliminando la ilusión, fomentando el recelo y el enfrentamiento, cimentando la rigidez de comportamientos, en definitiva, instaurando la rutina que despersonaliza, reduce, minimiza, esclaviza y mata la identidad enfermera y su visibilidad. Un planteamiento perfecto para mantener la hegemonía de quienes manejan y perpetúan el sistema sanitarista, asistencialista, medicalizado, biologicista, clasista, reduccionista, excluyente y paternalista, en el que fomentar la subsidiariedad de las enfermeras.

Pero corremos el riesgo de pensar que todo es culpa exclusiva de las nuevas generaciones. Que su desafección viene determinada por una conciencia inconsciente y relajada ante lo que pasa. Que su renuncia a la lucha, a la resistencia, a la oposición ante decisiones o la falta de ellas que de manera tan triste como dolorosa están minando las defensas con las que se nos dotaron. Que la falta de discurso y de liderazgo para contrarrestar los ataques indiscriminados realizados por quienes han percibido la debilidad mostrada. Que la débil convicción en lo que somos y cómo lo planteamos. Que su permisividad ante los abusos de quienes ocupan y mantienen los puestos de referencia enfermera como si de cortijos privados se tratasen. Que la relajación ante la ocupación progresiva de campos de responsabilidad, de pérdida de competencia, de áreas de conocimiento que sistemáticamente se colonizan desde arriba y desde abajo. Que todo ello y más, tan solo es porque son unas generaciones irresponsables, cómodas, desagradecidas, desinteresadas… que tan solo buscan su beneficio inmediato, su zona de confort, su comodidad, su seguridad… como una actitud que les define e identifica en contraposición a las que lucharon para que ellas alcanzasen lo que son.

Y este es, a mi modo de ver, el principal problema. Que creemos que se puede actuar, trabajar, avanzar, mejorar tan solo a través de la inercia que, falsamente pensamos, sigue generando el impulso del que hablaba al inicio de mi reflexión. Inercia que no ha sido mantenida con nuevos y renovadores estímulos, sino que se tiene a falsa creencia de que puede mantenerse tan solo con y desde los recuerdos y la nostalgia de lo alcanzado y cómo se logró. Algo que tan bien nos trasladó Patricia Benner en su magnífica obra “From Novice to Expert: Excelence and Power in Clinical Nursing Practice” (1984).

La historia debe ser estudiada, entendida, analizada y respetada, como elemento de reconocimiento y de crítica de lo que fue y pudo ser, de lo que se hizo y pudo hacerse, de lo que se planteó y pudo plantearse, pero nunca como una sucesión de sucesos que marquen y determinen la historia en construcción. La historia se convierte, precisamente por el paso del tiempo, en historia y no puede ser identificada desde la rigidez sino desde el dinamismo de lo que supuso y debemos evitar que se reproduzca o desde la valoración objetiva de lo alcanzado sin que condicione lo que se tiene que alcanzar, o desde la estabilidad de lo logrado para valorar la variabilidad de lo que hay que lograr, o desde la estandarización de los factores del momento como referencia ante la heterogeneidad de los determinantes que cada momento, cada tiempo, cada época… marcan, definen, provocan o suponen respuestas de cambio, de reforma, de posición, de valoración, de fe, de creencia, de respuesta.

Es pues precisamente esa mirada a la historia y desde la historia la que debe ser analizada, discutida, debatida, discernida… para obtener respuestas y generar posiciones. Y para ello se precisa romper tanto la pasividad de quienes escribieron la historia como de quienes deben interpretarla, respetarla y reescribirla. Sin esa mirada serena, crítica, reflexiva, rigurosa y generosa lo único que lograremos es que la inercia de unas, choque con la inercia de las otras y se provoque la parálisis en la que unas y otras se echan las culpas de ser sus causantes. Porque adoptando esa actitud se desdibuja la aportación de la historia pasada y se mecaniza la creación de la que tiene que ser la nueva historia en base a impulsos mercantilistas, utilitaristas, reduccionistas… que no permiten aportar valor ni valores, que reducen el interés a la ganancia, que subestiman la iniciativa ante el esfuerzo, que dudan de la creatividad ante la añoranza, que contraponen la comunicación a la información, que renuncian al diálogo en favor del monólogo, que admiten la noticia y rechazan la evidencia, que confunden el liderazgo con la fama, que utilizan el edadismo como forma de idealismo, que dudan de la capacidad de respuesta desde la intransigencia, que impiden la toma de decisiones desde la reivindicación de las adoptadas por ellas…en resumen el choque generacional que se produce en todas las esferas sociales, familiares, empresariales, laborales… con parecidos resultados pero, también, con persistente y permanente frecuencia.

Y a pesar de ello y como si de un mantra se tratase se perpetúan los comportamientos de unas y otras con ataques cruzados igualmente repetidos que tienen como resultado fundamental la crisis y que tan solo desde la identificación de quienes se sienten atacados de la necesidad de liderar una respuesta de manera autónoma, libre, determinante y determinada se logrará activar un movimiento que empiece a escribir un nuevo capítulo de la historia de la enfermería y las enfermeras.

Dejemos la nostalgia para abrazar la incertidumbre pero también el reto, de los tiempos que se presentan y abandonemos la creencia de que tan solo desde el seguimiento de los postulados que se escribieron se podrá lograr algo. Porque precisamente eso nos conducirá a la pérdida de identidad.

Las nuevas generaciones deben preocuparse por conocer la historia, para seguir construyéndola sin injerencias ni presiones. Deben respetar la historia sin que suponga venerarla irracionalmente. Deben reconocer a sus referentes sin que suponga idolatrarlas vehementemente. Deben identificar las respuestas profesionales que se requieren sin necesidad de replicarlas, pero sabiendo aportar propuestas. Deben formular sus posiciones sin asumir necesariamente las planteadas con anterioridad, pero justificándolas. Deben defender con argumentos sus planteamientos sin rechazar y anular sistemáticamente los existentes. Deben ser eclécticas y no miméticas.

Las generaciones anteriores deben ser generosas en sus análisis en contra de la exigencia dogmática. Deben respetar la diferencia ante la homogeneidad. Deben aunar experiencia con creatividad. Deben animar en lugar de recriminar. Deben acompañar y no aconsejar. Deben favorecer y no reprimir los cambios. Deben comprender, aunque no compartan. Deben escuchar y dejar hablar. Deben hablar cuando se les pida hacerlo. Deben actuar si se les solicita. Deben explicar y no evangelizar. Deben impulsar sin empujar. Deben observar y no interpretar. Deben responder en lugar de callar. Deben favorecer la toma de decisión y no asumirla en exclusividad. Deben respetar desde la demanda de respeto. Deben construir y no prohibir. Deben motivar, pero no imponer. Deben incentivar más que recriminar. Deben premiar más que castigar. Deben, en definitiva, ser y actuar como referentes, sin pretender ser protagonistas. El protagonismo, de darse, debe ser aceptado con humildad y con actitud de servicio para contribuir al desarrollo de la enfermería. Reclamarlo o intentar imponerlo genera recelos y rechazo que es lo que menos falta nos hace para avanzar.

La confluencia de estas dos actitudes contribuirá a comprender en lugar de rechazar y a respetar en lugar de despreciar las mismas y, desde la comprensión y el respeto, acortar las distancias que permitan identificar las oportunidades y fortalezas que cada una de ellas pueden desactivar la desafección generacional que paraliza el imprescindible impulso de desarrollo que requiere cualquier disciplina/ciencia/profesión al que, por supuesto, no puede ser ajeno la Enfermería y las enfermeras como protagonistas que deben ser de su destino.

La interacción generacional debe plantear objetivos comunes que permitan luchar por la eliminación de tópicos y estereotipos, potenciar la autoestima, promover el aprendizaje, cambiar percepciones y consolidar evidencias, reforzar la autonomía profesional y disminuir la dependencia y subsidiariedad, reforzando y consolidando la unidad.

Los posicionamientos inflexibles, la falta de confianza “en el/la otro/a”, el protagonismo, la falta de liderazgo, la ausencia de sentimiento de pertenencia, deben dejar paso a una actitud de diálogo, consenso y respeto que permitan conjugar, coordinar y articular a las diferentes generaciones enfermeras.

[1] Escritor español (1940).

[2] Escritor y filósofo británico (1894-1963)

3 thoughts on “DESAFECCIÓN GENERACIONAL

  1. Interesante análisis que se vive creo a nivel mundial , en los servicios de salud al igual que en el mundo laboral actualmente conviven más de creo más de 3 generaciones bien descritas en el artículo desde las tradicionales, las baby, generación X y las actuales Net generación y ello no se aborda en el día a día y no se cuentan las historias de que cada una de ellas responde a distintos contextos sociales, políticos, económicos, gremiales y también profesionales por que la enfermera de hoy debe dar respuesta a la demanda actual de la población en un sistema sanitario desordenado, desorganizado y ello posiblemente acreciente nuestra falta de identidad, de autoestima profesional por que siempre estamos apurados, ocupados multifuncionales y no nos miramos como profesionales, como personas, como compañeros que compartimos objetivo común el cuidado a la persona, familia y la comunidad.
    Hay mucho que comentar a propósito de este documento.

  2. Una excelente reflexión y como se plasma una realidad que vivimos actualmente en el gremio de enfermería , que muchas veces hay personal ocupando puestos de jefatura o de supervisión sin el perfil académico y de actitud y más que motivar y ayudar entorpecen los procesos y desmotivan. La remuneración es muy importante lo cual se a permitido que desaparezca y aceptamos cargos sin una paga al puesto , tal vez por eso ocupan esos puestos personal sin el perfil profesional

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