NORMAS, GARANTÍAS Y RESPETO

 “Sufrir merece respeto, someterse es despreciable”

Pitágoras de Samos [1]

 

            Estamos instalados en una sociedad altamente normativizada y garantista. Al menos legislativamente hablado. Otra cosa es la realidad de esto que, desde mi punto de vista al menos, eufemísticamente se denomina el “espíritu de la ley” y que dada, por tanto, su irresoluble comprensión espiritual devenga en interpretaciones no siempre igualitarias, justas, proporcionadas o ajustadas a una situación de la que parece escapar indefectiblemente la realidad y, lo que es más importante, la racionalidad, la coherencia y el sentido común. Pero ya se sabe, como dice el dicho popular que papas tiene la iglesia, por eso del espíritu, o jueces la justicia, por eso de la ley. No sabiendo bien si entre unos y otros la casa sin barrer y la suciedad moviéndose de un sitio a otro como si se limpiase, pero sin desaparecer o escondiéndolo bajo las alfombras.

            Sin embargo y a pesar de ello, o no sé si pensar que precisamente por ello, algunos aspectos de las relaciones sociales, de la convivencia, de la comunicación… quedan relegadas a meras anécdotas o referencias circunstanciales que anulan o “empaquetan al vacío” la posibilidad de que “su espíritu” se concrete en un ente menos abstracto que no acabe convenciéndonos a todas/os de que se trata tan solo de una cuestión de fe y no de convicción real de lo que es o debe ser su aplicación, desarrollo y efecto esperado o deseado.

            En base a lo dicho, trataré de centrar mi reflexión en aspectos más relacionados en lo que me parece puede ser de interés en este ámbito de la salud, los cuidados, la sanidad… de las que suelo hablar en este blog,

            La salud, la sanidad, los medicamentos, la farmacia… o algunos de los derechos que de ellos se derivan como la salud reproductiva, la autonomía personal, la accesibilidad, la seguridad de los medicamentos, la muerte… quedan recogidos en estas normas a las que hacía referencia, sin que por ello se excluyan importantes deficiencias, carencias e injusticias en cuanto a lo que debería ser una clara defensa de lo que en ellas se pretende, se entiende con buena voluntad aunque no siempre con el debido acierto, lograr. Tal como sistemáticamente se puede identificar tanto en la redacción final de las normas, en las que no siempre acaban recogidas todas las sensibilidades, necesidades, realidades… que debieran; en la forma en que se regulan y los equilibrios de poder que en su contenido se identifican como producto de quienes lo ejercen para excluir, atemperar, ocultar, minimizar, beneficiar… amenazas o intereses, según el caso; en las ideologías, que no en las ideas, que matizan, restringen, eliminan… derechos o deberes a quienes, teóricamente, van dirigidas; en sentencias “dudosas” no por su legalidad sino por su ajuste a lo que cabría esperarse de las mismas; en sumarios interminables que acaban por normalizar la ineficacia del sistema; en recursos inexplicables y al alcance de tan solo unas pocas personas que les permiten acabar escapando amparadas por ese espíritu sutil e incorpóreo de la ley o por la no siempre comprensible interpretación de quienes tienen que ser jueces y no parte de los procesos que tienen que dirimir.

            Sin embargo, no parece que tenga fácil solución y la realidad nos sitúa en una situación que en muchas ocasiones no permite avanzar como sería razonable, necesario e inaplazable en determinados aspectos que tienen gran impacto en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Bien directamente por defecto o efecto de las propias normas, como indirectamente por acotar la capacidad para que determinados actores, agentes, referentes, profesionales… puedan intervenir con la autonomía, la competencia, el conocimiento, la experiencia, la libertad y el respaldo prestado por las propias normas en el abordaje de lo que “su espíritu” finalmente dice querer amparar y defender. Si deseamos respeto por la ley, primero debemos exigir que la ley sea respetable.

            En muchas ocasiones, como ya comentaba, los lobbies de poder político, social, económico, profesional… ejercen presiones que influyen de manera absolutamente predecible, pero no por ello menos incomprensible, en la adaptación interesada que de la norma hacen a sus intereses particulares alejándolos de los que son fundamentales, que no son otros que los de aquellos, derechos, valores,  personas… que teóricamente se pretende regular y garantizar. Sin embargo, y paradójicamente, este carácter garantista acaba siéndolo no tanto para quienes precisan la citada garantía sino para quienes se posicionan e imponen como exclusivos y excluyentes protagonistas, por razones de poder que no tan solo de saber, en el desarrollo de lo que finalmente la norma determina como valor absoluto, relegando, como digo, al ostracismo o la mera anécdota o subsidiariedad a importantísimos agentes con una absoluta falta de respeto.

            Y aquí radica la que considero una de las principales causas de las carencias de las que muchas normas carecen. Derivadas de esa absurda y nociva defensa a ultranza de competencias que acaparan, asumen y “privatizan” como exclusivas y excluyentes más por imposición que por ciencia, conciencia y pertinencia, sin que con ello quiera decir que vayan a cumplirlas o desarrollarlas.

            De tal manera que la salud, aunque realmente deberíamos hablar de la enfermedad, la muerte, la sanidad, la autonomía, los medicamentos, la  sexualidad… se parcelan, vigilan, supuestamente defienden, con el principal objetivo de satisfacer sus ideologías, partidos, disciplinas… y contrarrestar a quiénes consideran como amenaza. Aunque el resultado no sea el de una actuación singular, sino el de una exclusión obsesiva, vuelvo a insistir, con pertinaz falta de respeto institucional, político, social, económico, profesional… que lamentablemente se traduce en una espiritualidad normativa claramente doctrinal.

            La parálisis de la que están siendo objeto los sistema sanitarios con modelos absolutamente caducos, ineficaces e ineficientes, mantenidos bajo el amparo de supuestas normas garantistas que están protegiendo realmente a quienes los modelaron, adaptaron, desarrollaron, gestionaron… aunque no tanto planificaron, desde el egoísmo institucional disciplinario, hacen que las respuestas que teóricamente debieran garantizar queden limitadas al campo al que acotaron los modelos, sus modelos, y que encorsetaron impidiendo su necesaria adaptación, progreso y cambio. Consiguiendo perpetuarlos a pesar de su evidente y manifiesta incapacidad para lograr promocionar y mantener la salud de las personas, las familias y la comunidad, manteniendo evidentes carencias de equidad, igualdad, oportunidad, participación… que hacen que no tan solo se mantengan, sino que incrementen el paternalismo, la dependencia, la medicalización, el asistencialismo… que impregnan los modelos y se alejen de la que debería ser su seña de identidad como es la humanización de la atención.

            Lo último que quisiera es parecer un enemigo de nada ni nadie, salvo de la injusticia en cualquier forma posible. Ni como un radical defensor que me situara en idéntica posición a la de quienes se consideran únicos protagonistas posibles de su malentendido ámbito de poder. Ni como un vehemente instigador sin otro interés que la descalificación o el derrocamiento de un ficticio contrincante que ni es ni considero.

            Pero ello no me puede impedir manifestar lo que considero, no tan solo un derecho profesional sino también social. Acabar con las trabas legales actuales y las que sucesivamente se van generando en torno a la normativa legal que regula la prestación y protección de derechos fundamentales como los descritos, lo entiendo y asumo como una obligación y no tan solo como una opción más o menos vehementemente defendida.

            Cualquier estado, administración, organización, institución… con competencias y responsabilidades tanto en el ámbito ejecutivo, legislativo y judicial, debería dejar de ejercer ese poder que tanto cacarean requieren de separación entre ellos, para garantizar que todas las opciones posibles y disponibles se incorporen con plena capacidad de actuación y con máxima exigencia de responsabilidad. No hacerlo es tanto como ejercer un fraude legal, al impedir que recursos con financiación pública en su contratación, formación o gestión puedan rentabilizar la inversión realizada en beneficio común y no en el de los intereses de quienes contribuyen por acción de poder u omisión de respeto a que esto sea posible.

            Que a estas alturas, y más aún tras lo sucedido con ocasión de la terrible pandemia del COVID, se sigan manteniendo situaciones en las que enfermeras, trabajadoras sociales, fisioterapeutas… entre otras/os profesionales de la salud siguen estando “vetados/as” para desarrollar con autonomía sus competencias para lograr mejorar la salud de la ciudadanía, no tiene ni sentido, ni justificación.

           Se siguen interponiendo denuncias por supuestas injerencias o intrusismos que tan solo están en la imaginación de quienes las interponen, pero que siguen amparadas por normas con las que ellos mismos han contribuido a fortificar su nicho de poder. Se desarrollan estrategias de supuesta adhesión desinteresada hacía determinados sectores profesionales con el único objetivo de debilitar a la disciplina a la que pertenecen y les da nombre[2].  Se asumen este tipo de alianzas pensando que ir con los “fuertes” les hará fuertes al tiempo que debilitará a quienes son parte de su identidad profesional. Quienes se autodenominan máximos representantes profesionales siguen mirando hacia otro lado u ocupados en defender sus intereses personales con acciones de distracción alejadas de los verdaderos problemas que se están produciendo. Los políticos siguen engañando con anuncios oportunistas, poco realistas, sin respaldo científico, efectistas, dogmáticos y con absoluta falta de planificación que tan solo tratan de obtener el beneplácito de sus seguidores como si de antiguos charlatanes o actuales influencers se tratase[3]. Se sigue obstaculizando de manera indigna y vergonzosa el desarrollo de determinadas disciplinas en beneficio del de una sola como respuesta a sus presiones. Se continúa impidiendo el acceso a niveles profesionales de gestión o de retribución con argumentos peregrinos ausentes de cualquier tipo de fundamento con el único fin de mantener el privilegio de exclusividad demandado y exigido por unos pocos. Se siguen gastando fondos públicos que posteriormente no repercuten en la mejora de salud de las persona, las familias y la comunidad mientras se accede a conceder, de manera absolutamente vergonzosa, las demandas disfrazadas de defensa de la sanidad, lo que realmente son reivindicaciones salariales y laborales. Sigue el crecimiento de manera exponencial de la sanidad privada en detrimento de la pública replicando los modelos asistencialistas de esta última pero con criterios mercantilistas disfrazados de excelencia. Se perpetúan los agravios comparativos en las mejoras profesionales[4]. Se plantean supuestas mejoras competenciales de otras profesiones cuyo único objetivo consiste en aliviar la demanda que ellos mismos han generado con su asistencialismo paternalista-dependiente[5]. Los denominados sindicatos de clase hacen honor al nombre generando jerarquías de clase que apoyan supuestas mejoras que realmente tan solo benefician o unos pocos en detrimento del resto, mientras los denominados sindicatos profesionales actúan de hooligans[6]. Se mantienen condiciones precarias de contratación y respeto institucional que obligan a muchas/os profesionales a trabajar en dos y tres puestos en muchos países de Iberoamérica. Se niega la capacidad de desarrollar autónomamente las competencias propias de algunas profesiones argumentando falazmente la necesidad de cubrir una demanda insatisfecha que se retroalimenta permanentemente con los modelos existentes y protegidos. Se mantiene una absoluta pasividad y parálisis de acción política para derogar determinadas normas reaccionarias pre democráticas[7] que sirven de tapón al desarrollo de normas posteriores que permitirían muchos de los cambios necesarios impidiendo que se haga quienes ocupan las posiciones de poder e intransigencia que les ofrecen desde los puestos de responsabilidad política. Sistemáticamente se bloquea la incorporación de otros profesionales que no sean los que ejercen este tipo de poder y de falta de respeto. Se siguen maquillando de falsas ratios la carencia de ciertos profesionales, mientras se ignora la precariedad de las que corresponden a otras profesiones demostradas con datos absolutamente objetivos aportados por organizaciones internacionales de las que se forma parte (OCDE)[8].

            Que todo esto y mucho más siga pasando en el siglo XXI contraviniendo los más elementales pero fundamentales principios de igualdad, capacidad y mérito, las indicaciones y recomendaciones de organismos internacionales de los que se es miembro como la OMS o el CIE (Consejo Internacional de Enfermeras)[9], tan solo demuestra que la normativización y el presumible carácter garantista de nuestra sociedad, unidos a la ausencia de respeto como valor fundamental, norma básica de comportamiento, indicador de equidad… son únicamente una apariencia, un brindis al sol, una cortina de humo, una engañifa que perpetúa los nichos de poder de los lobbies gracias a sus presiones y a la tolerancia, cuando no connivencia, de los poderes políticos que tienen la capacidad de cambio real que requieren los sistemas de salud, pero que finalmente prefieren mantener para lograr salvaguardar sus privilegios políticos de poder institucional como supuestos servidores públicos,.

       Einstein[10] dijo que “todos deberían ser respetados como individuos, pero ninguno idealizado”, de igual forma que aseguró que “sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana”. Así pues no idealicemos a los estúpidos por mucho poder que tengan y trabajemos por generar finitud en sus propósitos y acciones. Siempre, eso sí, desde el respeto del que ellos adolecen y ejercen.   

[1] Filósofo y matemático griego, considerado el primer matemático puro (569 a.C – 475 a.C)..

[2] https://www.diariomedico.com/medicina/profesion/la-coalicion-de-amyts-sae-sietess-es-la-fuerza-sindical-mas-votada-en-la-sanidad-madrilena.html?emk=NPSMED1&s_kw=1T

[3] https://cadenaser.com/comunitat-valenciana/2023/11/26/jose-ramon-martinez-riera-el-anuncio-de-la-asignacion-de-300-enfermeras-escolares-es-oportunista-y-no-se-corresponde-con-las-necesidades-radio-alicante/

[4] https://scientiasalut.gencat.cat/handle/11351/10647

[5] https://scientiasalut.gencat.cat/handle/11351/10645

[6] https://salutweb.gencat.cat/ca/departament/eixos-legislatura/conveni-collectiu-ics/

[7]https://ingesa.sanidad.gob.es/bibliotecaPublicaciones/publicaciones/internet/docs/personal_estat3.pdf

[8] https://www.enfermeriayseguridaddelpaciente.com/2023/03/30/colombia-ocupa-el-ultimo-lugar-de-la-ocde-con-menos-enfermeras-y-medicos-por-cada-1000-habitantes/

[9] https://scielo.isciii.es/pdf/enefro/v23n1/2255-3517-enefro-23-01-7.pdf

[10] Fsico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo xx (1879-1955).

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