“La tradición no se hereda se conquista”
André Malraux[1]
Llegados a este punto del año en que las hojas del calendario ya son escasas y los deseos de que se acaben para iniciar uno nuevo cada vez mayores, parece que se tenga que hacer una reflexión de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que esperábamos y nos encontramos realmente, de propósitos y realidades, de ilusiones y decepciones, de esperanzas y realidades. Es lo que marca la tradición o cuanto menos lo que hemos incorporado como tal y que en los últimos días de un año y en el que le sigue nos hemos empeñado no tan solo en concentrar sino también en convencer de que necesariamente, por tradición, deben ser felices, halagüeños, solidarios, simpáticos y empáticos, alegres, dichosos… y que, por tanto, cualquier posicionamiento que en contra o diferente al respecto se realice se identifique como una traición.
Tal como sucede con la salud persecutoria como efecto secundario de la promoción de la salud, en la que se culpabiliza a las personas de sus malos hábitos y de los efectos que los mismos tienen en su salud, con la tradición pasa algo similar al acusar a quienes no la siguen o la entienden de manera diferente de agoreros, aguafiestas e incluso de raros. En ambos casos parece que tan solo puede considerarse válido aquello que sanitaria o socialmente se determina como saludable, bueno o feliz. De tal manera que se establece un modelo que se determina como único válido y posible para lograr la salud o la felicidad a través de cánones, patrones, normas que se convierten en comportamientos obligatorios para lograr lo que algunos, habitualmente unos pocos, determinan que es salud y felicidad.
Pero además sucede que los modelos que se determinan, imponen y exigen en ambos casos como únicos válidos están influenciados de manera absolutamente determinante por la fascinación que genera el contexto anglosajón. Así pues, dicha influencia acaba por traicionar la tradición y transformarla en un remedo de aquello que se considera, no tan solo como excelente sino incluso como exclusivo, desplazando culturas, tradiciones, creencias, valores… propios para dejar paso a los del modelo imitado que no siempre, o casi nunca, acaban encajando en el contexto en el que de manera forzada y artificial se quiere imponer con calzador. Imposición, por otra parte, que viene determinada por intereses particulares, mercantilistas, oportunistas… de determinados sectores profesionales, empresariales o sociales que tratan de convencer con sus discursos eufemísticos y demagógicos de falsa salud o felicidad, de aquello que tan solo es una manera de obtener un rédito a sus particulares intereses.
Como quiera que de la usurpación del modelo sanitario y de la salud ya me he ocupado en anteriores reflexiones y aprovechando la cercanía de estas fechas en las que toca ser felices por tradición, voy a situarme en el ámbito más navideño desde el que establecer mi argumentación.
Nuestra cultura y derivada de ella nuestra tradición, más allá de su influencia judeo-cristiana, estableció una serie de comportamientos, creencias mágicas y religiosas, iconos, referencias… que han formado parte de nuestra convivencia y nuestra herencia generacional durante muchos años. Sin embargo,la globalización entre otras muchas cosas nos aportó la mimetización y, en más ocasiones de las deseadas, la fagocitación de múltiples tradiciones propias, producto de una hipnótica fascinación por todo aquello proveniente del ámbito anglosajón en general y muy en particular del norteamericano.
No deja de ser curioso que algunas de esas tradiciones adoptadas como producto de la fascinación comentada no son ni tan siquiera tradiciones propias de los yankis a pesar de que se identifiquen como tales. Por ejemplo,Halloween es una fiesta cristiana celebrada en Irlanda y Escocia durante siglos.Los inmigrantes irlandeses y escoceses llevaron muchas costumbres de dicha celebración a Norteamérica en el siglo XIX, para luego extenderse a otros países a finales del siglo XX y principios del XXI, aunque en ese tránsito perdiese la influencia cristiana para pasar a ser una fiesta pagana. Podría pensarse que esto no necesaria y exclusivamente obedece a la influencia anglosajona que comento y que bien podría darse por influencia de otras tradiciones internacionales. Pero, por ejemplo, una tradición mucho más antigua y arraigada como la que se celebra en México en torno a la muerte, en idénticas fechas no ha tenido el mismo efecto de mimetización y aceptación que la comentada de Halloween que, además, es mucho más reciente y con menor tradición que la que tiene en Norteamérica que es el modelo que se ha asumido.
Por su parte una de las tradiciones más arraigadas en nuestro país como es la festividad de los Reyes Magos que, con independencia del mercantilismo del que se ha impregnado, ha estado siempre muy ligada a los sentimientos que la misma despierta en los niños y a su ilusión e inocencia que contagia a los adultos que en su complot por mantener el secreto que encierra su hipotética magia, es capaz de mantenerse incluso cuando se descubre la ausencia de dicho efecto, está siendo “amenazada” por la presencia de un personaje que poco o nada tiene que ver con nuestra cultura como es el conocido como Papa Noel o Santa Claus. Tradición que, como ocurriera con la de Halloween, no es norteamericana. San Nicolás entró por primera vez en la cultura popular estadounidense a finales del siglo XVIII en Nueva York, cuando las familias holandesas se reunieron para honrar el aniversario de la muerte de ‘Sint Nikolaas’, ‘SinterKlaas’ para abreviar. Tomando ‘Santa Claus’ su nombre de esta abreviatura.
Así pues, Santa Claus cuya imagen no es precisamente el mejor ejemplo posible de una vida saludable, al encarnarse en una persona obesa, está siendo capaz de arrinconar a los tres egregios yrealespersonajes que durante tanto tiempo han estado encarnando la figura de los más esperados benefactores de niños y adultos en nuestro país, como consecuencia de esa extraña pero real fascinación que provoca en nosotros todo aquello que venga no ya del país de origen del santo neerlandés, sino de donde se arraiga como propio, es decir, en Estados Unidos.
Esta fagocitación de tradiciones populares y la consiguiente suplantación por otras, supone una evidente pérdida de cultura y una imagen distorsionada de nuestra realidad que no se limita, por otra parte, a aspectos culturales o festivos, sino que se extiende a ámbitos tales como la ciencia o la investigación.
Lo que podría considerarse como una ventaja evidente por lo que supone de compartir conocimiento y evidencias científicas, se convierte en un rodillo mercantil a través de las empresas que gestionan la gran mayoría del mercado editorial de publicaciones científicas que son, casi en su totalidad, anglosajonas. De tal manera que no tan solo controlan el negocio, sino que establecen las reglas que, supuestamente, establecen la calidad científica de la que se deriva posteriormente conseguir los sexenios de investigación que determinan la carrera académica en la Universidad Española.
Esta colonización se traduce en una presión insostenible para aquellas publicaciones iberoamericanas que tienen que competir en desigualdad y de manera absolutamente desleal con quienes dominan el negocio a nivel internacional. Lo que se traduce, en muchas ocasiones, en el cierre de revistas con décadas de antigüedad que no son capaces de alcanzar los criterios impuestos y, no lo olvidemos, admitidos por universidades, agencias de evaluación, institutos de investigación… lo que acaba suponiendo la cuadratura del círculo para los gigantes editoriales. No es que las revistas iberoamericanas no tengan calidad, no nos equivoquemos ni nos dejemos engañar, es que no pueden seguir el ritmo impuesto por estas multinacionales que negocian con el conocimiento y que no siempre, supone que sus posiciones en el montaje que han impuesto del JCR, se corresponda con una excelente calidad. Pero ya se sabe que el dinero es el que marca la tendencia y la decencia.
El inglés, por otra parte, es la otra gran escusa de la ciencia para arrinconar y limitar al máximo la visibilidad de la producción científica iberoamericana a pesar de que el castellano y el portugués superan con mucho el número de personas de habla inglesa. Así pues, la dictadura del idioma impuesta como criterio de lengua científica universal, supone un nuevo y lacerante inconveniente para el desarrollo científico propio de una gran cantidad de países, así como un consumo mucho más reducido de las evidencias que se generan por parte de las/os profesionales que deben incorporarlas a su práctica diaria para mejorar la calidad de la misma. Con la particularidad de que el hecho de que las producciones científicas estén escritas en inglés no determina, por sí mismo, que tengan mayor calidad, pero sin embargo supone un valor de partida inversamente proporcional al demérito de que esté redactado en castellano o portugués.
Otro ejemplo claro es, como ya he tenido ocasión de mencionar en otras ocasiones, el de identificar como referentes enfermeros casi exclusivamente a enfermeras anglosajonas. Esta fascinación se añade a las ya comentadas y supone que prácticamente queden invisibilizadas las referentes propias del contexto iberoamericano. Invisibilizadas porque, no es que no existan, sino que la atención se focaliza casi exclusivamente en las del ámbito anglosajón lo que hace que ninguna otra sea reconocida. Tan solo tenemos que ver las enfermeras que, en España, por ejemplo, han sido investidas como Doctoras Honoris Causa, para comprobar que de todas ellas tan solo dos, una de ellas en el año 2024, son españolas y ninguna de Latinoamérica.
Por su parte, los sistemas sanitarios están en permanente cuestionamiento por la evidente caducidad de sus modelos medicalizados, asistencialistas, paternalistas… en muchas ocasiones como consecuencia del mimetismo al que se les somete desde el contexto anglosajón.En contraposición, modelos que se han mostrado exitosos en el contexto iberoamericano con aportaciones de participación comunitaria y de promoción de la salud, son literalmente borrados por modelos neoliberales que comercian con la salud comunitaria, eliminando la equidad y la accesibilidad a la salud. En España con un cuestionamiento cada vez mayor del actual modelo sanitario,últimamente se está produciendo un aumento exponencial de los seguros privados, muchos de ellos multinacionales anglosajonas, que contribuyen al deterioro sistemático del sistema público. Por su parte, la política y quienes la manejan juegan con la salud desde sus intereses partidistas e ideológicos, haciendo de la misma un instrumento de lucha en lugar de defenderla como derecho fundamental de la ciudadanía.
A tal punto llega el interés por lo ajeno, siempre claro está que esté escrito o dicho en inglés, que se adopta de manera automática lo que son frases hechas, costumbrismos o simples vocablos que tienen difícil traducción en nuestra lengua o la que se realiza es literal, lo que supone que pierda el sentido o se altere el mismo.
Un ejemplo claro es el de la frase «truco o trato» de Halloween, que es en realidad una mala traducción del inglés, donde lo que dicen los niños, y no tan niños, cuando van de casa en casa en busca de caramelos es «Trickortreat». Trick se traduce como susto o broma. Y trato (treat) en este caso representa el dulce. Algo similar sucedió en su momento con la traducción de evidence por evidencia, que se ha asumido como válida cuando realmente se debería haber traducido como prueba que se ajusta en nuestra lengua mucho mejor al significado deevidence en inglés.
Papa Noel, por tanto, ejemplifica el individualismo, la falta de diversidad, la competitividad de nuestra sociedad en contraposición a una sociedad basada en las relaciones sociales, la multiculturalidad y la solidaridad que están mejor representados por los Reyes Magos por razones obvias que no merecen ser desarrolladas en este espacio.
Seguir en esta línea de globalización en la que nos hemos instalado sin tener en cuenta los efectos nocivos que, sobre la cultura, las tradiciones, la ciencia, las relaciones sociales, la solidaridad… pueden tener es contribuir a un deterioro progresivo de nuestra idiosincrasia y nuestra identidad. Más allá de la necesaria interrelación entre diferentes contextos, debemos preservar nuestra identidad propia. La que se adapta a las necesidades reales y no impuestas ni impostadas de otros ámbitos por exitosos o fascinantes que puedan parecer. Implementarlos despreciando las características propias de nuestro contexto es participar en su destrucción y con ella en dar respuestas basadas en falacias y suposiciones alejadas de nuestra cultura y nuestras tradiciones que son finalmente traicionadas, cuando no condenadas.
Hasta aquí este año. Espero y deseo que los tres Reyes Magos, cada cual que les ponga la cara, el género, la identidad, la etnia… que considere, nos aporten la serenidad de identificar y dar cumplida respuesta a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad desde nuestra realidad.Construyendo un contexto de entendimiento con los pueblos latinoamericanos con quienes tanto tenemos en común. Y que ello sirva para generar la referencia y visibilidad que ahora mismo se nos niega desde un impostado “Trickortreat” que nos limita y nos desvaloriza.
Agradezco a todas/os quienes me habéis seguido durante todo este año y deseo que en el próximo mis reflexiones puedan ser mucho más optimistas como consecuencia de una realidad de cambio y de desarrollo transformador enfermero.
Aprovecho para desearos a todas/os Felices Fiestas y Próspero Año Nuevo y que los Reyes Magos os colmen de todo aquello que contribuya a haceros sentir autónomas/os, solidarias/os y felices.
[1] Novelista, aventurero y político francés (18901-1976)