COMO DIOS MANDA Fanáticos y peligrosos

                                                              Las artimañas se disfrazan muy hábilmente de nobleza, y el fanatismo se viste con las ropas de la defensa de principios».

Adam Michnik [1]

 

El problema de los regímenes totalitarios y de quienes los lideran y secundan es que consideran que, no tan solo, están en posesión de la verdad absoluta, sino que además están convencidos de que todas/os deben seguir su doctrina de pensamiento único. Es más, desde su planteamiento de poder absolutista y excluyente, entienden que quien opine de manera diferente debe ser castigado por ello y si por añadidura tienen el atrevimiento de expresarlo, aunque o sobre todo lo hagan de manera argumentada y razonada, debe llevarse a cabo una estrategia de descrédito y descalificación que les identifique públicamente como un peligro público, aunque para ello tengan que utilizar la mentira, la manipulación y el alarmismo, como medio para mantener una posición de privilegio desde la que ejercer su poder absoluto y absolutista.

Esta manera de actuar que parece responder a situaciones pretéritas ya superadas, lamentablemente cada vez están siendo más frecuentes. Y lo que es peor, están contando con un apoyo popular creciente que obedece, no tanto a posicionamientos ideológicos concretos, como al miedo o el rechazo a las propuestas vigentes, sin que exista una mínima reflexión crítica para ello y sin tener en cuenta las consecuencias que suponen este tipo de soporte. Por su parte, quien lo recibe no lo asume como un compromiso social, sino como una forma egoísta y peligrosa de alimentar el ego de su poder.

Estas preocupantes situaciones, por otra parte, no se limitan a un ámbito concreto de la sociedad y como si de una mancha de aceite se tratase se extiende e impregna la forma de pensar y actuar de determinados grupos reaccionarios y fanáticos que lo aprovechan como una oportunidad para defender sus posiciones de fuerza y de rechazo hacia cualquier forma de pensar, expresarse o actuar que sea identificada como una amenaza a la que consideran y asumen como su zona de exclusiva propiedad. Grupos que, al contrario de lo que podría pensarse, no se circunscriben a sectores poblacionales con bajos niveles socio educativos, siendo precisamente aquellos que mayor nivel tienen los que colonizan dichos espacios desde los que desplegar su estrategia de soberanismo, bien sea social, político, económico o profesional.

Entiendo que este espacio de reflexión enfermera no debe entrar en valoraciones que no tengan que ver con el desarrollo, profesional o científico de la enfermería y las enfermeras, o el impacto directo o indirecto, aunque importante en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Es por ello que, si bien no entraré a valorar posiciones ideológicas y/o políticas, si que quiero compartir mi punto de vista y mi posicionamiento ante lo que considero una clara y exclusiva estrategia de acoso y derribo hacia cualquiera que sea visto como un peligro profesional, aunque sea infundado, hacia su colonialismo profesional.

Parto de la base de que es lícita y respetable todo planteamiento que trate de defender desde el respeto, la evidencia y el razonamiento científico, cualquier posición profesional o disciplinar en la que, eso sí, prevalezca la defensa de la salud como derecho fundamental de las personas.

Pero para ello no vale toto. No son admisibles imposiciones dogmáticas, ni comprensibles las descalificaciones gratuitas, ni asumibles los planeamientos excluyentes, ni razonables las negativas impuestas, ni tolerables las prohibiciones de desarrollo profesional, ni aceptable la generación de un falso alarmismo, ni admisibles los discursos manipuladores, ni mucho menos válidos los negacionismos irracionales, oportunistas e interesados.

Como decía, parto de la premisa del respeto a cualquier posicionamiento. Pero dejando claro que dicho respeto es hacia la libertad de poder hacerlo, pero sin que ello signifique que deba respetar lo que se dice o cómo se dice, porque eso no puedo ni debo, ni quiero respetarlo siempre, en tanto en cuanto significaría asumir implícitamente, parcial o totalmente, el falso, fanático y peligroso discurso, al poder confundir el receptor de dicho respeto una asunción que no es ni real ni posible.

Ampararse, por otra parte, en instituciones u organizaciones como falso parapeto de defensa disciplinar es hacer una utilización maniquea y tramposa de las mismas para lograr el fin sin importar los medios utilizados y teniendo en cuenta que el fin es, en sí mismo, perverso y alejado de cualquier defensa del interés general centrado, en el caso que nos ocupa, en la salud comunitaria.

Es cierto que los discursos indefinidos, inconsistentes, ocurrentes, manifiestamente inoportunos y con un más que dudoso interés público, realizados por las/os responsables políticas/os, son como echar leña al fuego o intentar apagarlo con gasolina. Lo único que consiguen es alimentar este tipo de posicionamientos incendiarios de quienes actúan como pirómanos corporativistas. Así mismo, la permanente falta de voluntad política a la hora de derogar o modificar normativas obsoletas y claramente obstruccionistas al lógico y deseado dinamismo en el desarrollo de determinadas disciplinas como enfermería, o legislar en consonancia a la lógica evolución social, política, científica… que permita responder con eficacia y eficiencia a las necesidades de salud de la población, son ayudas inestimables para quienes utilizan dicha inacción y pasividad políticas en favor de su primacía y en contra de la lógica y evidente evolución, lo que supone un claro impedimento a la necesaria y deseable mejora de atención a la salud.

Se genera pues un contexto propicio para que emerjan y se multipliquen los mensajes y las actitudes a los que hacía alusión al inicio de mi reflexión.

En un paralelismo que espero no se interprete en ningún caso como una burla o menosprecio a las creencias religiosas, y remitiéndome al libro más vendido, aunque no por ello más leído, del mundo, la Biblia, leemos en el Génesis 1:27 “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya…” Y hay quienes, autoasignándose una divinidad disciplinar, determinaron que también ellos podían crear un sistema sanitario a su imagen y semejanza.

En la misma Biblia, en este caso en el evangelio según San Mateo 16:13:20, leemos: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará». Nuevamente fue emulado por los impostores divinos para “edificar” la que a partir de ese momento consideraron su particular iglesia, el hospital, como templo de su doctrina y para su adoración, identificando como infierno y sus correspondientes demonios a cuantas/os osaran contradecir o simplemente no seguir la doctrina por ellos impuesta. De tal forma que en su particular templo quienes quieran acompañarlos solo lo pueden hacer, o bien como acólitas/os beatas/os dispuestas a la devoción, la obediencia y la sumisión de su dictado y orden divino o bien como fieles seguidores de su dogmática y autoritaria doctrina y de quienes imparten la curación que se atribuyen. Construyendo un imperio de fe disciplinar que se basa en el respeto y reconocimiento impuestos, bajo amenaza de pecado mortal si no se cumplen sus mandamientos sanitaristas.

Esta comparación que, como toda comparación, es odiosa, tan solo pretende poner en evidencia determinadas actitudes que, si bien pueden parecer ya superadas, lo bien cierto es que hay un grupo de fanáticos y sentimentales fundamentalistas, involucionistas y negacionistas que pretenden transformar una disciplina imprescindible y respetable como la medicina en una secta reaccionaria desde la que amedrentar a cuantas/os tengan la osadía de cuestionar su poder, jerarquía y doctrina.

Todo cuanto hasta el momento he dicho puede parecer exagerado y fuera de contexto, pero ante los acontecimientos que últimamente se están produciendo y replicando a lo largo de toda España con declaraciones como las realizadas en la Comunidad Valenciana, Madrid, Canarias, o últimamente en Andalucía[2]… por parte de representantes de sindicatos médicos o de ciertos colegios profesionales, convertidos en los tribunales de la fe y la moral médica desde los que pretenden imponer y exigir cumplimiento fiel y obediente. Con mensajes que no tan solo suponen un ataque frontal hacia las enfermeras a quienes visibilizan como los demonios, sus demonios, sino también de transmisores del miedo y la amenaza a la población al trasladar una imagen de las mismas como peligro público para su salud, a través de informaciones claramente distorsionadas e intencionalmente descalificadoras, sin mayor argumento que el odio y rechazo frontal a planteamientos, ideas, posicionamientos, formas de actuar… diferentes, que no siempre contrapuestas, a su exclusivo dogma médico que ni tan siquiera paradigma profesional.

Para construir su discurso, además, utilizan un rancio e infantil victimismo desde el que construyen realidades paralelas que trasladan como ciertas en contra de lo que ellos identifican, desde su negacionismo, como conspiraciones permanentes a su hegemonía profesional, a pesar de que lo rechazado y considerado anatema esté avalado por organismos nacionales e internacionales de prestigio, alejados de cualquier sospecha.

Así, nos encontramos con la utilización de su mantra favorito como es la falta de médicos, en contra de lo que determinan los principales indicadores internacionales en este sentido. Cabe destacar que la falta de médicos en Atención Primaria, por ejemplo, es consecuencia del abandono de los propios médicos a ocupar plazas de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Por tanto, el problema no es realmente una falta de profesionales sino una inadecuada planificación y ordenación profesional por parte de los principales organismos competentes y de quienes la obstaculizan con un claro y mezquino interés a sus rancias posiciones.

Por otra parte, esa supuesta y artificial amenaza hacía su doctrina que focalizan en las enfermeras tratando de convencer de la misma a la población en general y a las instituciones en particular, es una estrategia de distracción ante lo que supone un claro enrocamiento de sus posiciones trasnochadas, acientíficas y reaccionarias que tan solo persiguen blindar ancestrales privilegios de poder.

Es preciso destacar que tales actitudes no son seguidas ni compartidas por la gran mayoría de los excelentes profesionales de la medicina, pero no es menos cierto que en muchas ocasiones su silencio ante las mismas es una forma de contribuir a que se mantengan e incluso incrementen. El rechazo a tales estrategias no debe interpretarse como una traición a su identidad profesional, sino justamente todo lo contrario. Es fundamental que se visibilicen claramente las posiciones y se abandone la ambigüedad como respuesta. Tal como dijera Arthur E. Morgan[3] “Si la tolerancia tolera la intolerancia corre el peligro de ser destruida por ésta. Si no la tolera, se destruye a sí misma”.

La salud es demasiado importante como para convertirla en motivo de disputa o en un tótem de culto interesado y particular por parte de cualquier disciplina. Es, de igual forma, tan diversa y dinámica como la población que tiene el derecho fundamental a su acceso. Por tanto, requiere de aportaciones multidisciplinares que sean identificadas como complementarias y centradas en las personas, las familias y la comunidad y no como injerencia o intrusismo como se quiere hacer ver. Para contrarrestarlo, el trabajo transdisciplinar y transectorial debe constituir la guía de actuación profesional de todas las disciplinas desde las diversas aportaciones a la salud conjuntamente con la propia población a través de su participación real en la toma de decisiones. De tal manera que se identifique la salud como un patrimonio universal y no como patrimonio profesional de nadie con la intención de satisfacer, de manera oportunista, sus egos y necesidades corporativistas.

Tan solo desde el diálogo compartido, el respeto mutuo, el debate razonado, el pensamiento crítico, la ciencia como planteamiento genérico, la reflexión, el rigor y la ética, podremos ofrecer respuestas eficaces a las necesidades y demandas de salud comunitaria.

Los modelos caducos sobre los que se sustentan los sistemas sanitarios como parcelas de poder, compartimentos estanco o reinos de Taifas tan solo conducen a alimentar la aparición mesiánica de personajes con discursos de salvaciones condicionadas y condicionales y de amenazas y condenas hacia hipotéticos e interesados enemigos de su fe sectaria.

Por último y como expresa André Maurois[4] “Al demostrar a los fanáticos que se equivocan no hay que olvidar que se equivocan aposta”.

[1] Historiador, ensayista y publicista político. Redactor jefe del importante periódico polaco Gazeta Wyborcza (1946).

[2] https://www.diariodecadiz.es/noticias-provincia-cadiz/Durisimo-comunicado-Sindicato-Medico-Andaluz_0_1864614019.html

[3] Ingeniero civil, administrador y educador estadounidense (1878 – 1975)

[4] Novelista y ensayista francés (1855 – 1967).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *