“Las opciones de blanco o negro no son realistas y conducen a decisiones pésimas, porque por definición excluyen muchas soluciones.”
John Verdon [1]
La semana pasada la Ministra de Sanidad informó sobre el listado de determinadas propuestas de “salud” que desde su ministerio se ha decidido establecer como pseudoterapias con nula capacidad curativa[2].
Sin entrar en los pormenores de la decisión adoptada, me llama poderosamente la atención que la misma se haga pública por parte del Ministerio alertando a la población al respecto de sus supuestos resultados curativos y sus igualmente supuestos efectos colaterales para la salud de quienes los practican o los utilizan terapéuticamente.
En primer lugar, quisiera compartir una sensación que me ocupa y preocupa, sobre todo tratándose de un ministerio, que proclama centrar su atención en la salud en lugar de la enfermedad lo que implica, entre otras muchas cosas, huir de posicionamientos exclusivos y excluyentes de curación como única propuesta para ese loable planteamiento salutogénico.
Y es aquí, precisamente, en donde radica, a mi modo de ver, el problema. Plantear la salud desde una perspectiva exclusivamente curativa ya es, de inicio, un planteamiento reduccionista y excluyente que se asocia exclusivamente a la enfermedad y no a los problemas de salud. Si además, se decide que como consecuencia de las presiones de determinados lobbies médico-farmacéuticos lo que cura o no cura en base a su posicionamiento médico hegemónico-tradicional, tenemos un claro ejemplo de negacionismo sobre las propiedades de salud, que no curativas, que muchas/os de las/os usuarios identifican y perciben con la práctica de algunas de las alternativas que se identifican por parte del ministerio y que a partir de ahora posiblemente practiquen con la sensación de estar vulnerando el “precepto ministerial”.
Creo, sinceramente, que el ministerio, con su ministra al frente, ha caído en la trampa tendida por quienes tan solo identifican los aspectos puramente curativos que le han sido trasladados, de manera interesada y tendenciosa, por parte de determinados grupos y no ha valorado convenientemente aquellos otros aspectos positivos que las prácticas ahora señaladas tienen en la salud de las personas que las practican. Aunque, evidentemente, no les curen. Algo, por otra parte, que la inmensa mayoría de usuarias/os de las actividades proscritas ya saben sin necesidad de que el ministerio ni nadie se lo diga. Una muestra más de cómo se identifica a la población en el sistema sanitario, es decir, pasiva, residual y de supuesta y absoluta ignorancia, anulando así su capacidad de toma de decisiones con relación a su salud. Un claro ejemplo de la salud persecutoria que se ejerce por parte de quienes tan solo perciben la salud como antagonista a la enfermedad y la curación como único objetivo posible a la misma.
¿Qué mal le puede hacer a una persona con cáncer terminal, o a una cuidadora familiar con estrés, hacer Thai Chi, yoga o pilates? ¿Por qué se tiene que considerar a tales actividades pseudoterapias? ¿Qué efectos supuestamente nocivos tiene para la salud de las personas con independencia de que no sean curativas? ¿Por qué no se tienen en cuenta los efectos que sobre la salud de estas personas puede tener? ¿Por qué se mediatiza la decisión libre de ejercerlas con mensajes negativos, prohibitivos o alarmistas? ¿Son curativos todos los medicamentos prescritos o incluso están realmente indicados? ¿Por qué unas sí se consideran terapias y las otras pseudoterapias?
¿Se han tenido en cuenta estas y otras interrogantes a la hora de hacer el listado de pseudoterapias desde un planteamiento tan inadecuado como contraproducente?
Considero que no se ha dado información técnica asequible y adaptada a la población. Información que no tan solo la debe recibir como una orden de obligado cumplimiento, sino entender, interiorizar y analizar. Existen evidentemente otras alternativas a la información suministrada. Tanto las administraciones públicas, como los medios de comunicación que se hacen eco de la información o quienes la apoyan desde un aparente rigor científico irrefutable, deberían reflexionar sobre la necesidad de trasladar alternativas o posibles planteamientos diferentes al respecto.
Desde esta perspectiva no se contribuye ni se ayuda a identificar los posibles problemas derivados de la práctica de tales actividades ni se asumen los riesgos que supuestamente tienen para la salud de quienes las practican más allá de su no efecto curativo que es el argumento o mantra utilizado para anatemizar su práctica. Además, no se informa sobre posibles mejoras o recursos alternativos que puedan suplir las pseudoterapias más allá de las farmacológicas que, parece ser, son las únicas que se plantean como válidas y que, claro está, son de exclusiva prescripción médica.
No se tienen en cuenta los efectos que tales prácticas, mayoritariamente grupales, tienen sobre la salud de las personas a través de la relación de ayuda que como redes sociales se deriva de este tipo de actividades, yendo más allá de la enfermedad o patología que padecen y que como queda demostrado en diferentes trabajos científicos tienen un efecto muy beneficioso[3], [4]. Ese falso carácter proteccionista que se sigue ejerciendo y que realmente es una actitud de control absoluto, tiene un componente paternalista muy importante que limita la libertad de las personas o las condiciona al no impedir su necesario empoderamiento para ser capaces de generar autodeterminación, autogestión y autonomía que les permita asumir su autocuidado, aceptando sus decisiones, aunque no coincidan con los planteamientos de las/os profesionales. Una cosa es informar de todo aquello que se considere es fundamental para que la persona pueda decidir y otra muy diferente, imponer aquello que se decide deben hacer.
Este tipo de actitudes y las decisiones profesionales, derivadas de las mismas, chocan frontalmente con discursos posiblemente bienintencionados, pero seguramente condicionados por presiones de determinados grupos profesionales, mediáticos o empresariales que entienden que su criterio es el que se debe seguir e imponer, aunque para ello haya que prohibir, desacreditar o alarmar, más allá de lo razonable.
No es posible conciliar una concepción holística de la salud de sistemas y subsistemas interrelacionados, que favorezca una atención integral, integrada, integradora, participativa y de consenso, con mensajes como el analizado. Porque se fundamentan en un modelo patogénico que no asume que en todos los estadios del proceso salud-enfermedad coexisten factores biológicos, psicológicos, sociales y espirituales, que deben ser analizados tanto para determinar las causas de la enfermedad o de los “problemas de la vida”, como para abordar su tratamiento que no tiene por qué ser exclusivamente curativo.
Sino se tiene claro que una alteración bioquímica no siempre se traduce en enfermedad o que la simple anomalía biológica no arroja ninguna luz sobre la significación última que para la persona que la padece tiene o identifica, estamos obviando que las variables de tipo psicosocial y espiritual son importantes para determinar la susceptibilidad, la gravedad y el curso de cualquier enfermedad que, en todo caso, va mucho más allá de las alteraciones físicas que la misma puede provocar.
Se tiende a etiquetar, catalogar, sistematizar y estandarizar no tan solo los procesos de salud y enfermedad sino también a quienes los padecen, sufren o conviven con ellos. Generando un rol de enfermo que no depende solo de una anomalía biológica, sino de la interacción con factores psicosociales y espirituales que son permanentemente ignorados, dando hipotéticas soluciones que no responden a las necesidades sentidas y mucho menos a las demandas planteadas. Entre otras cosas porque no se observa, escucha, atiende, siente… lo que las personas trasladan, al mantener una postura de rigidez científica que encorseta y elimina cualquier otra opción que no cure según el criterio medicocentrista desde el que se asiste, que no atiende, a las personas. La salud es un concepto tan amplio como diverso y además es un derecho universal que hay que defender y respetar, pero nunca controlar e imponer, desde ninguna propuesta profesional hegemónica y exclusiva.
Nadie, no yo al menos, cuestiona los beneficios y la tasa de éxito de ciertos tratamientos biológicos, pero hay que admitir que no son, en muchísimas ocasiones, ni suficientes, ni efectivos, ni necesarios, sino se tiene en cuenta la influencia que sobre ellos ejercen directamente variables psicosociales y espirituales que van a determinar claramente tanto su efecto como su aceptación. Con dicha actitud, se favorece el abandono terapéutico de las terapias impuestas al no identificar beneficio por parte de quienes las consumen y buscando alternativas como las actividades que se cuestionan. Es decir, se logra exactamente el efecto contrario al que se pretende conseguir en el mejor de los casos. Un equilibrio razonable y razonado contribuiría a una adherencia mucho mayor de las terapias tanto farmacológicas como de otro tipo.
Si a todo lo dicho añadimos la relación humanista, de escucha activa, empatía, respeto… de las/os profesionales con las personas, la influencia que esta tendría en el resultado terapéutico de terapias tanto farmacológicas como sociales que buscase el equilibrio entre ellas, los resultados sobre el bienestar, la actitud, el afrontamiento, la corresponsabilidad… serían mucho más positivos y generarían menor dependencia del sistema y de sus profesionales.
Seguir pensando que tan solo se puede tener salud o sentirse saludable desde la ausencia de enfermedad o de su curación es un planteamiento erróneo que no se corrige con el uso de medicinas alternativas sino con la necesidad de una medicina alternativa que permita articular la ciencia médica con otras ciencias de la salud y asumiendo la capacidad de las personas para tomar sus propias decisiones. Un deseo razonable y una razón deseada por muchas/os.
Los posicionamientos de prohibición, alarma, descrédito, desautorización… hacia todo aquello que no emane de la medicina como ciencia y profesión, tan solo conducen a seguir perpetuando un modelo médico perverso y claramente alejado de la población al situarse sus profesionales como protagonistas únicos de su perseguida curación que no de la salud.
Continuar con los intentos permanentes de posesión exclusiva de todo lo que consideran es de su propiedad o de rechazo absoluto a que nadie más que ellos puedan determinar, aconsejar, prestar o limitar acciones, actividades o recursos en un intento permanente de control total, lleva a planteamientos tan dispares como el de pretender erigirse en prescriptores exclusivos y excluyentes de actividad física como ya han hecho. Desde este comportamiento no sería de extrañar que exigiesen prescribir de manera exclusiva el oxígeno que respiramos argumentando que es parte del tratamiento para la curación de cualquier patología, por lo que tan solo ellos estarían capacitados para su prescripción. O presionarían para que se considere al teatro, la música o el cine nuevas pseudoterapias por no contribuir a la curación según su postulado paradigmático.
Con el mismo planteamiento que sitúa a actividades como el yoga, el thai chi, la aromatoterapia, el pilates… como pseudoterapias no sería descabellado que pronto se planteara como tal a los cuidados que ni prestan ni respetan, que son parte, no ya fundamental, sino imprescindible de cualquier proceso de salud o enfermedad aunque no curen desde su visión reduccionista, pero que permiten a las personar asumir, afrontar, compartir, sentir… las respuestas vitales desde el autocontrol de sus emociones, sentimientos, valores, creencias, actitudes y no tan solo desde un principio activo que paradójicamente en muchas ocasiones deja inactivas a las personas en ese intento permanente y obstinado por una curación que ni siempre es posible ni muchas veces deseada. Sin embargo, nunca será posible eliminar la necesidad del cuidado como respuesta terapéutica bio-psico-social y espiritual por mucho que se siga intentando invisibilizarlo o minusvalorarlo.
Es curioso que la mayoría de las veces que se habla del sistema sanitario se hace para destacar las listas de espera[5], las demoras en atención[6], la falta de tiempo dedicado a la atención[7], la saturación y dependencia[8]… entre otros problemas de Atención Primaria siempre hacen referencia a los médicos. La atención en consultas enfermeras, la ausencia de listas de espera para ser atendido por enfermeras, la atención puntual y diaria en los domicilios familiares, la gestión de programas vacunales tanto de adultos como de niños, las intervenciones comunitarias en escuelas y otros recursos comunitarios… nunca son noticia, posiblemente porque no generan problemas. Se argumenta que este problema es estructural, y posiblemente lo sea, pero no se dice que la organización de los máximos órganos de responsabilidad y toma de decisiones de todas las organizaciones sanitarias está en manos de médicos. Y mientras tato los servicios sanitarios, que no de salud, privados sigue creciendo de manera exponencial[9]. No hacen falta más comentarios. Cada cual saque sus propias conclusiones
La población a la que atienden unos y otras es la misma, la tasa de médicos por habitante es de las más alta de la OCDE y la de enfermeras de las más bajas,[10] la valoración que la población tiene de las enfermeras es superior a la de los médicos[11]… y a pesar de todo, se sigue priorizando la curación, la enfermedad, la medicación… sobre el cuidado, la salud o las terapias alternativas como la indicación social. Sin duda el Sistema Sanitario está enfermo y como se trata de curarlo en lugar de cuidarlo, se perpetúan sus males.
Es cierto que la fe mueve montañas y la ciencia las pone de nuevo en su sitio. Pero no es menos cierto que en nombre de la ciencia muchas veces se inmoviliza la voluntad y la decisión de las personas como respuesta a una supremacía profesional que las desprecia en favor de sus intereses científico-profesionales y en contra de la decisión individual sobre la salud, lo que no deja de ser una forma de anular la libertad.
Asumamos que no todo es bueno o malo, blanco o negro, real o ficticio, curable o incurable. Porque son muchos los matices, las percepciones, interpretaciones, valoraciones… que sobre un mismo hecho, acción o decisión pueden tenerse y, por tanto, todas ellas en principio pueden ser aceptadas y aceptables desde criterios de beneficio y oportunidad y no exclusivamente de interés e imposición.
[1] Novelista estadounidense (1942).
[2] https://www.sanidad.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=6396
[3] Wolf S et al. Roseto, Pennsylvania, 25 years later–highlights of a medical and sociological survey. Trans Am Clin Climatol Assoc. 1989; 100: 57–67
[4] Holt-Lunstad J, Smith TB, Layton JB (2010) Social Relationships and Mor tality Risk: A Meta-analytic Review. PLoS Med 7(7): e1000316.doi:10.1371/journal.pmed.1000316.
[5] https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2024/04/16/661e2b4cfdddff98038b45a3.html
[6] https://www.ondacero.es/noticias/salud/aumentan-tiempos-espera-conseguir-cita-medica_2024020765c37161d3690c0001e4c7ac.html
[7] https://www.publico.es/sociedad/media-espera-medico-cabecera-bate-records.html
[8] https://www.elmundo.es/espana/2019/04/11/5cae2d2cfc6c83f0288b4645.html
[9] De acuerdo con los últimos datos recogidos por la OCDE, España destaca como uno de los países con más gasto sanitario privado, con un 26,7% frente a una media europea del 21,8%. https://isanidad.com/248716/espana-uno-de-los-paises-de-la-ocde-con-mas-gasto-sanitario-privado-2/
[10] https://isanidad.com/269392/espana-tiene-mas-medicos-que-la-media-europea-pero-se-necesitan-mas-enfermeras/
[11] https://www.enfermeria21.com/diario-dicen/enfermeras-valoracion-cis-barometro/