MEMORIA HISTÓRICA Negacionismo e Identidad

A quienes, contribuyeron a escribir la historia de la Enfermería y con ella, nuestra identidad profesional.

 

“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.

Aldous Leonard Huxley [1]

 

Últimamente se están planteando diferentes modificaciones legales en torno a la Ley de Memoria Histórica[2] en diferentes gobiernos autonómicos de España. No es mi intención entrar a valorar, analizar o reflexionar sobre el alcance político de tales decisiones y lo que las mismas suponen en el imaginario común y la construcción de la realidad histórica de España, sin que ello quiera decir que no tenga una posición clara al respecto.

¿Por qué entonces traigo a colación este tema? ¿Qué relación puede tener con la Enfermería, las enfermeras, la salud…? Trataré de responder a estas lógicas interrogantes.

En primer lugar, lo traigo a colación por su similitud con la aparente apatía que parece haberse instalado en el conocimiento de lo que ha sido, es y significa la Enfermería y su relación, precisamente, con los lamentables hechos acaecidos tras la guerra civil en nuestro país y que, por tanto, los intentos de borrarlos, manipularlos, desdibujarlos, diluirlos, generalizarlos… conducen a una pérdida irreparable de la memoria que conduce a una clara y triste desconexión con la realidad y a una pérdida de la identidad enfermera.

Sin entrar en cuestiones de índole político, aunque posiblemente haya quien lo quiera relacionar adjudicándole la etiqueta que tanto les gusta a algunos de “ideologizante” a lo que tan solo es una constatación de la historia, como único argumento para tratar de desacreditar o arremeter contra las evidencias. Hechas, precisamente, desde una ideología excluyente. Lo que quiero constatar es el inicio de profesionalización de la Enfermería que se produjo durante la 2ª República y que se concretó en diferentes decisiones dirigidas a dotar de competencias específicas y autonomía a las enfermeras de la época, es decir a su profesionalización, y que estuvieron apoyadas por instituciones tan poco sospechosas como la Fundación Rockefeller de EEUU a través de becas de formación de enfermeras en salud pública en dicho país que posteriormente estaba previsto se incorporaran a gestionar la futura Escuela Nacional de Enfermeras Visitadoras Sanitarias (1932) desde la que poder formar a las/os profesionales que el desarrollo de la salud pública española demandaba Al mismo tiempo cabe destacar otro hecho importante de dicha profesionalización como fue la creación de la Asociación Profesional de Visitadoras Sanitarias en mayo de 1934, cuya presidenta fue Mercedes Milá Nolla, lo que constituía una clara muestra de la citada profesionalización[3].

Todo este proceso venía precedido de un análisis de la situación en países como Reino Unido y EEUU. En el caso británico, ya en 1859, Mr. Rathbone, con la ayuda de Florence Nightingale, fundaba, en Liverpool, la «District Nursing Association», organización que tenía por objeto establecer un servicio permanente de enfermeras a domicilio. En 1887, con el objeto de formar enfermeras visitadoras para los pobres, se fundaba en Londres el «Queen Victorias Jubilee Institute for Nurses»; en 1892 se creaba la figura de la visitadora escolar; y en 1908 aparecían las «Health Visitors» (visitadoras de salud), con el objetivo de mejorar el estado de la salud pública. En Norteamérica, por su parte, iban institucionalizando la actividad de las visitadoras. En 1877 se emplearon las primeras enfermeras visitadoras en Boston; en 1880, veintiún servicios de esta clase funcionaban en los Estados Unidos; y en 1902 se inauguraba en Nueva York la primera escuela de visitadoras escolares.

Todo parece indicar, con independencia del sistema de Gobierno y al margen de epítetos descalificadores con los que nos tienen acostumbrados los poco imaginativos políticos actuales, que la estrategia que se estaba siguiendo obedecía a cuestiones meramente sanitarias o de salud pública y no como se quiso hacer creer a una ideologización tendente a pervertir no se sabe bien qué o a quién.

Pero lo lamentablemente, una vez terminada la guerra civil se inauguró en 1941, en los mismos locales destinados a la Escuela de Enfermeras Visitadoras, una “Escuela Nacional de Instructoras Sanitarias”, lo que ya tan solo con el cambio de denominación quedaba clara la tendenciosa decisión, que se traducía en una clarísima diferencia de objetivos institucionales y en el manifiesto interés por llevar al olvido histórico los antecedentes por el simple hecho de haber sido desarrollados por quienes fueron derrotados, marcando claramente, su carácter rupturista.

La clara feminidad de la Enfermería estuvo desde entonces determinada por el papel que se le asignaba a la mujer en la sociedad impuesta por la dictadura franquista con el apoyo manifiesto e incondicional de la Iglesia Católica. Como afirmaba la responsable de la Sección Femenina de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., Pilar Primo de Rivera:

“La única misión que tienen asignadas las mujeres en las tareas de la Patria, es el hogar. Les enseñaremos el cuidado de sus hijos, porque no tiene perdón el que mueran por ignorancia tantos niños, que son siervos de Dios y futuros soldados de España. Cumpliendo con este programa la consigna del Caudillo de ‘Salvar la vida de los hijos, por la educación de las madres’, certeramente señalada en el programa sanitario contenido en el discurso de Franco, en 31 de diciembre de 1939, Año de la Victoria”[4]

Así pues, durante el franquismo supuso un claro retroceso en el proceso de institucionalización y profesionalización, iniciado durante la 2ª República, de la enfermería de salud pública en particular y de la enfermería en general. Proceso que tuvo continuidad posteriormente con la aparición de la figura de Ayudante Técnico Sanitario (ATS) como apuesta definitiva por un modelo profesional de enfermería centrado en tareas asistenciales relacionadas con la enfermedad y subsidiaria al médico.

Pues bien, estos hechos que forman parte de nuestra historia, de la trágica y lamentable época de la dictadura franquista que tanto dolor, sufrimiento y muerte causaron en la población española, al menos en una buena parte de ella, hay quienes quieren que se olvide, borrando para ello todo aquello que consideran son tan solo interpretaciones maliciosas y malintencionadas de los herederos derrotados que tan solo quieren romper nuevamente la Patria.

Puede pensarse que esto realmente no nos afecta como profesión, como enfermeras, puesto que ya hemos superado todo aquello que limitaba nuestro desarrollo. Tratándose tan solo de la confrontación política existente, que queda al margen de nuestra evolución.

Pero desde mi punto de vista esta interpretación de la realidad política actual en nuestro país no tan solo nos debe preocupar, sino que también nos debe ocupar. Más allá de planteamientos ideológicos, de creencias, de posicionamientos, de pensamientos… lo que trasciende de todo esto es un claro intento por manipular el conocimiento de la realidad. No la percepción de la misma, sino la esencia de aquello que la configura como parte intrínseca de la historia que fue y sigue siendo y que nada ni nadie tiene derecho a modificar para adaptarla a sus intereses con fines claramente perversos.

Las generaciones actuales y las venideras tan solo van a tener ocasión de conocer la historia a través de los legados que les dejemos. Tienen el derecho, pero también la obligación, de conocer qué, cómo, cuándo pasó y quiénes intervinieron en el devenir de nuestra historia. No hacerlo supone no tan solo una pérdida irreparable para comprender la importancia de lo que somos y de cómo hemos logrado serlo, sino un riego evidente de que se puedan repetir situaciones similares que nos conduzcan a tiempos pretéritos tan lamentables como indeseables.

Pero es que además nuestra historia está íntimamente ligada a una perspectiva de género que también se está manipulando y que nos conduce a posicionamientos sociales, profesionales, familiares, de convivencia… en los que el género determina decisiones, relaciones, reacciones, acciones… que no tan solo afectan a las mujeres por su condición como tales, sino que afectan a profesiones y a profesionales que como enfermería y las enfermeras, estamos íntimamente ligadas al género con independencia de que sus componentes sean mujeres u hombres. Esa, precisamente, fue una de las razones, como ya hemos visto, de que la enfermería fuese denigrada al ostracismo, pero, sobre todo, a la dependencia subsidiaria y denigrante de la medicina y sus profesionales y que algunos nostálgicos añoran y quieren recuperar.

Y esto debe ser conocido y reconocido no tan solo por parte de las enfermeras sino de toda la sociedad y de toda la comunidad científica para evitar que nunca más se repitan actuaciones que conduzcan al sometimiento, la insidia, la invisibilidad… de las enfermeras, ni al secuestro, el abuso, la clandestinidad… de su identidad profesional.

Debemos asumir la historia con todo el dolor que la misma supone, pero con toda la dignidad que representa el haber podido vencer las dificultades, las injusticias, los ataques… que constantemente se nos impusieron para mantener una situación que interesaba y se propiciaba. Pero, sobre todo, debemos conocer cómo y quiénes, nos liberaron de esa mordaza científico-profesional y permitieron con ello que hoy estemos donde estamos.

Porque es imprescindible que sepamos que nada ha sido gratuito, que nada nos ha sido otorgado de manera graciable. Lograrlo supuso esfuerzos, sacrificio, trabajo, convicción, compromiso, implicación, resistencia… de un buen número de enfermeras que supieron y quisieron rescatar a la enfermería del zulo social, científico y profesional en el que nos metieron y en el que nos sometieron al silencio y la invisibilidad desde la fuerza del autoritarismo político y social de la dictadura y del corporativismo autocrático de la medicina aliada con los planteamientos derivados de la dictadura.

No se trata de buscar culpables, entre otras cosas porque están claramente identificados, sino de que nunca más vuelva a suceder nada parecido.

Argumentar que es necesario pasar página para lograr la reconciliación pretendiendo para ello reescribir la historia o borrar parte de ella es, precisamente, retomar actitudes de esa época que lo único que intentan es hacer creer que nada de lo que se dice que pasó realmente sucedió y que la nostalgia del tiempo pasado debe conducirnos a aceptar esa realidad artificial y falseada que presentan. Debemos resistirnos a ser rehenes de una historia que pierde parte de los sucesos que la configuran para transformarse en una historieta que dibuja un cuento narrativo interesado y con rancia moraleja.

Esta situación que se presenta y que para nada es una sospecha sino una triste, dolorosa y temible realidad nos lleva a lo que Immanuel Kant[5] sostuvo cuando planteaba que si la razón rebasa la experiencia posible a menudo cae en varias antinomias[6]; es decir, perspectivas igualmente racionales pero contradictorias. Y eso precisamente es lo que se pretende. Generar contradicciones que hagan dudar de la realidad y nos planteen aceptar como cierto lo que realmente no lo es. Desde esta óptica, la responsabilidad se convierte en el intento a veces desesperado por darles un sentido a los acontecimientos y a las reacciones humanas que se nos presentan como alternativa a la realidad.

Todas las enfermeras tenemos la responsabilidad profesional, ética, científica, social… de resistirnos a que se manipule nuestra historia y con ello nuestra identidad. Lamentablemente quienes dicen ser nuestros máximos representantes parece que no entiendan la trascendencia de lo que sucede y se dedican bien a mirar hacia otro lado, o, lo que es peor, a alinearse y alienarse con quienes quieren que nuestra historia sea la que ellos plantean desde la nostalgia y el autoritarismo y no la que realmente sucedió. Aunque para ello dediquen todos sus esfuerzos a arremeter, insultar, menospreciar… contra quienes fueron artífices de un cambio que nos ha permitido ser y sentirnos enfermeras, con el único argumento de la descalificación. Se puede estar en disconformidad con la realidad actual y plantear, con argumentos y no con insultos, otra realidad posible, pero NUNCA, manipulando la historia y lo que la misma representa. Porque la Historia, que es responsabilidad de los historiadores y no de los políticos, pese a quien pese, no es interpretable, es, en todo caso, discutible.

[1] Aldous Leonard Huxley (1894- 1963), escritor y filósofo británico.

[2] LEY 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura. https://www.mpr.gob.es/memoriademocratica/normativa-y-otros-recusos/Paginas/ley-memoria-historica.aspx

[3] Bernabeu-Mestre J, Carrillo-García C, Galiana-Sánchez ME, García-Paramio P, Trescastro-López EM. Género y profesión en la evolución histórica de la Enfermería Comunitaria en España. Enferm Clin [internet] 2013 [citado 27 marzo 2024]; 23(6):284-9. Disponible en: http://cuiden.fundacionindex.com/cuiden/extendida.php?cdid=686617_1.

[4] ESCUELA NACIONAL DE PUERICULTURA en el curso 1941-42 (1942), Op. cit. p. 34

[5] Filósofo prusiano de la Ilustración (172-1802).

[6] Es un término empleado en la lógica y la epistemología que, en sentido laxo, significa paradoja o contradicción irresoluble.

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