ALTERNATIVA No siempre se puede curar. Pero siempre se puede cuidar

                                                               “Las opciones de blanco o negro no son realistas y conducen a decisiones pésimas, porque por definición excluyen muchas soluciones.”

John Verdon [1]

 

La semana pasada la Ministra de Sanidad informó sobre el listado de determinadas propuestas de “salud” que desde su ministerio se ha decidido establecer como pseudoterapias con nula capacidad curativa[2].

Sin entrar en los pormenores de la decisión adoptada, me llama poderosamente la atención que la misma se haga pública por parte del Ministerio alertando a la población al respecto de sus supuestos resultados curativos y sus igualmente supuestos efectos colaterales para la salud de quienes los practican o los utilizan terapéuticamente.

En primer lugar, quisiera compartir una sensación que me ocupa y preocupa, sobre todo tratándose de un ministerio, que proclama centrar su atención en la salud en lugar de la enfermedad lo que implica, entre otras muchas cosas, huir de posicionamientos exclusivos y excluyentes de curación como única propuesta para ese loable planteamiento salutogénico.

Y es aquí, precisamente, en donde radica, a mi modo de ver, el problema. Plantear la salud desde una perspectiva exclusivamente curativa ya es, de inicio, un planteamiento reduccionista y excluyente que se asocia exclusivamente a la enfermedad y no a los problemas de salud. Si además, se decide que como consecuencia de las presiones de determinados lobbies médico-farmacéuticos lo que cura o no cura en base a su posicionamiento médico hegemónico-tradicional, tenemos un claro ejemplo de negacionismo sobre las propiedades de salud, que no curativas, que muchas/os de las/os usuarios identifican y perciben con la práctica de algunas de las alternativas que se identifican por parte del ministerio y que a partir de ahora posiblemente practiquen con la sensación de estar vulnerando el “precepto ministerial”.

Creo, sinceramente, que el ministerio, con su ministra al frente, ha caído en la trampa tendida por quienes tan solo identifican los aspectos puramente curativos que le han sido trasladados, de manera interesada y tendenciosa, por parte de determinados grupos y no ha valorado convenientemente aquellos otros aspectos positivos que las prácticas ahora señaladas tienen en la salud de las personas que las practican. Aunque, evidentemente, no les curen. Algo, por otra parte, que la inmensa mayoría de usuarias/os de las actividades proscritas ya saben sin necesidad de que el ministerio ni nadie se lo diga. Una muestra más de cómo se identifica a la población en el sistema sanitario, es decir, pasiva, residual y de supuesta y absoluta ignorancia, anulando así su capacidad de toma de decisiones con relación a su salud. Un claro ejemplo de la salud persecutoria que se ejerce por parte de quienes tan solo perciben la salud como antagonista a la enfermedad y la curación como único objetivo posible a la misma.

¿Qué mal le puede hacer a una persona con cáncer terminal, o a una cuidadora familiar con estrés, hacer Thai Chi, yoga o pilates? ¿Por qué se tiene que considerar a tales actividades pseudoterapias? ¿Qué efectos supuestamente nocivos tiene para la salud de las personas con independencia de que no sean curativas? ¿Por qué no se tienen en cuenta los efectos que sobre la salud de estas personas puede tener? ¿Por qué se mediatiza la decisión libre de ejercerlas con mensajes negativos, prohibitivos o alarmistas? ¿Son curativos todos los medicamentos prescritos o incluso están realmente indicados? ¿Por qué unas sí se consideran terapias y las otras pseudoterapias?

¿Se han tenido en cuenta estas y otras interrogantes a la hora de hacer el listado de pseudoterapias desde un planteamiento tan inadecuado como contraproducente?

Considero que no se ha dado información técnica asequible y adaptada a la población. Información que no tan solo la debe recibir como una orden de obligado cumplimiento, sino entender, interiorizar y analizar. Existen evidentemente otras alternativas a la información suministrada. Tanto las administraciones públicas, como los medios de comunicación que se hacen eco de la información o quienes la apoyan desde un aparente rigor científico irrefutable, deberían reflexionar sobre la necesidad de trasladar alternativas o posibles planteamientos diferentes al respecto.

            Desde esta perspectiva no se contribuye ni se ayuda a identificar los posibles problemas derivados de la práctica de tales actividades ni se asumen los riesgos que supuestamente tienen para la salud de quienes las practican más allá de su no efecto curativo que es el argumento o mantra utilizado para anatemizar su práctica. Además, no se informa sobre posibles mejoras o recursos alternativos que puedan suplir las pseudoterapias más allá de las farmacológicas que, parece ser, son las únicas que se plantean como válidas y que, claro está, son de exclusiva prescripción médica.

            No se tienen en cuenta los efectos que tales prácticas, mayoritariamente grupales, tienen sobre la salud de las personas a través de la relación de ayuda que como redes sociales se deriva de este tipo de actividades, yendo más allá de la enfermedad o patología que padecen y que como queda demostrado en diferentes trabajos científicos tienen un efecto muy beneficioso[3], [4]. Ese falso carácter proteccionista que se sigue ejerciendo y que realmente es una actitud de control absoluto, tiene un componente paternalista muy importante que limita la libertad de las personas o las condiciona al no impedir su necesario empoderamiento para ser capaces de generar autodeterminación, autogestión y autonomía que les permita asumir su autocuidado, aceptando sus decisiones, aunque no coincidan con los planteamientos de las/os profesionales. Una cosa es informar de todo aquello que se considere es fundamental para que la persona pueda decidir y otra muy diferente, imponer aquello que se decide deben hacer.

            Este tipo de actitudes y las decisiones profesionales, derivadas de las mismas, chocan frontalmente con discursos posiblemente bienintencionados, pero seguramente condicionados por presiones de determinados grupos profesionales, mediáticos o empresariales que entienden que su criterio es el que se debe seguir e imponer, aunque para ello haya que prohibir, desacreditar o alarmar, más allá de lo razonable.

No es posible conciliar una concepción holística de la salud de sistemas y subsistemas interrelacionados, que favorezca una atención integral, integrada, integradora, participativa y de consenso, con mensajes como el analizado. Porque se fundamentan en un modelo patogénico que no asume que en todos los estadios del proceso salud-enfermedad coexisten factores biológicos, psicológicos, sociales y espirituales, que deben ser analizados tanto para determinar las causas de la enfermedad o de los “problemas de la vida”, como para abordar su tratamiento que no tiene por qué ser exclusivamente curativo.

Sino se tiene claro que una alteración bioquímica no siempre se traduce en enfermedad o que la simple anomalía biológica no arroja ninguna luz sobre la significación última que para la persona que la padece tiene o identifica, estamos obviando que las variables de tipo psicosocial y espiritual son importantes para determinar la susceptibilidad, la gravedad y el curso de cualquier enfermedad que, en todo caso, va mucho más allá de las alteraciones físicas que la misma puede provocar.

Se tiende a etiquetar, catalogar, sistematizar y estandarizar no tan solo los procesos de salud y enfermedad sino también a quienes los padecen, sufren o conviven con ellos. Generando un rol de enfermo que no depende solo de una anomalía biológica, sino de la interacción con factores psicosociales y espirituales que son permanentemente ignorados, dando hipotéticas soluciones que no responden a las necesidades sentidas y mucho menos a las demandas planteadas. Entre otras cosas porque no se observa, escucha, atiende, siente… lo que las personas trasladan, al mantener una postura de rigidez científica que encorseta y elimina cualquier otra opción que no cure según el criterio medicocentrista desde el que se asiste, que no atiende, a las personas. La salud es un concepto tan amplio como diverso y además es un derecho universal que hay que defender y respetar, pero nunca controlar e imponer, desde ninguna propuesta profesional hegemónica y exclusiva.

Nadie, no yo al menos, cuestiona los beneficios y la tasa de éxito de ciertos tratamientos biológicos, pero hay que admitir que no son, en muchísimas ocasiones, ni suficientes, ni efectivos, ni necesarios, sino se tiene en cuenta la influencia que sobre ellos ejercen directamente variables psicosociales y espirituales que van a determinar claramente tanto su efecto como su aceptación. Con dicha actitud, se favorece el abandono terapéutico de las terapias impuestas al no identificar beneficio por parte de quienes las consumen y buscando alternativas como las actividades que se cuestionan. Es decir, se logra exactamente el efecto contrario al que se pretende conseguir en el mejor de los casos. Un equilibrio razonable y razonado contribuiría a una adherencia mucho mayor de las terapias tanto farmacológicas como de otro tipo.

Si a todo lo dicho añadimos la relación humanista, de escucha activa, empatía, respeto… de las/os profesionales con las personas, la influencia que esta tendría en el resultado terapéutico de terapias tanto farmacológicas como sociales que buscase el equilibrio entre ellas, los resultados sobre el bienestar, la actitud, el afrontamiento, la corresponsabilidad… serían mucho más positivos y generarían menor dependencia del sistema y de sus profesionales.

Seguir pensando que tan solo se puede tener salud o sentirse saludable desde la ausencia de enfermedad o de su curación es un planteamiento erróneo que no se corrige con el uso de medicinas alternativas sino con la necesidad de una medicina alternativa que permita articular la ciencia médica con otras ciencias de la salud y asumiendo la capacidad de las personas para tomar sus propias decisiones. Un deseo razonable y una razón deseada por muchas/os.

Los posicionamientos de prohibición, alarma, descrédito, desautorización… hacia todo aquello que no emane de la medicina como ciencia y profesión, tan solo conducen a seguir perpetuando un modelo médico perverso y claramente alejado de la población al situarse sus profesionales como protagonistas únicos de su perseguida curación que no de la salud.

Continuar con los intentos permanentes de posesión exclusiva de todo lo que consideran es de su propiedad o de rechazo absoluto a que nadie más que ellos puedan determinar, aconsejar, prestar o limitar acciones, actividades o recursos en un intento permanente de control total, lleva a planteamientos tan dispares como el de pretender erigirse en prescriptores exclusivos y excluyentes de actividad física como ya han hecho. Desde este comportamiento no sería de extrañar que exigiesen prescribir de manera exclusiva el oxígeno que respiramos argumentando que es parte del tratamiento para la curación de cualquier patología, por lo que tan solo ellos estarían capacitados para su prescripción. O presionarían para que se considere al teatro, la música o el cine nuevas pseudoterapias por no contribuir a la curación según su postulado paradigmático.

Con el mismo planteamiento que sitúa a actividades como el yoga, el thai chi, la aromatoterapia, el pilates… como pseudoterapias no sería descabellado que pronto se planteara como tal a los cuidados que ni prestan ni respetan, que son parte, no ya fundamental, sino imprescindible de cualquier proceso de salud o enfermedad aunque no curen desde su visión reduccionista, pero que permiten a las personar asumir, afrontar, compartir, sentir… las respuestas vitales desde el autocontrol de sus emociones, sentimientos, valores, creencias, actitudes y no tan solo desde un principio activo que paradójicamente en muchas ocasiones deja inactivas a las personas en ese intento permanente y obstinado por una curación que ni siempre es posible ni muchas veces deseada. Sin embargo, nunca será posible eliminar la necesidad del cuidado como respuesta terapéutica bio-psico-social y espiritual por mucho que se siga intentando invisibilizarlo o minusvalorarlo.

Es curioso que la mayoría de las veces que se habla del sistema sanitario se hace para destacar las listas de espera[5], las demoras en atención[6], la falta de tiempo dedicado a la atención[7], la saturación y dependencia[8]… entre otros problemas de Atención Primaria siempre hacen referencia a los médicos. La atención en consultas enfermeras, la ausencia de listas de espera para ser atendido por enfermeras, la atención puntual y diaria en los domicilios familiares, la gestión de programas vacunales tanto de adultos como de niños, las intervenciones comunitarias en escuelas y otros recursos comunitarios… nunca son noticia, posiblemente porque no generan problemas. Se argumenta que este problema es estructural, y posiblemente lo sea, pero no se dice que la organización de los máximos órganos de responsabilidad y toma de decisiones de todas las organizaciones sanitarias está en manos de médicos. Y mientras tato los servicios sanitarios, que no de salud, privados sigue creciendo de manera exponencial[9]. No hacen falta más comentarios. Cada cual saque sus propias conclusiones

La población a la que atienden unos y otras es la misma, la tasa de médicos por habitante es de las más alta de la OCDE y la de enfermeras de las más bajas,[10] la valoración que la población tiene de las enfermeras es superior a la de los médicos[11]… y a pesar de todo, se sigue priorizando la curación, la enfermedad, la medicación… sobre el cuidado, la salud o las terapias alternativas como la indicación social. Sin duda el Sistema Sanitario está enfermo y como se trata de curarlo en lugar de cuidarlo, se perpetúan sus males.

Es cierto que la fe mueve montañas y la ciencia las pone de nuevo en su sitio. Pero no es menos cierto que en nombre de la ciencia muchas veces se inmoviliza la voluntad y la decisión de las personas como respuesta a una supremacía profesional que las desprecia en favor de sus intereses científico-profesionales y en contra de la decisión individual sobre la salud, lo que no deja de ser una forma de anular la libertad.

Asumamos que no todo es bueno o malo, blanco o negro, real o ficticio, curable o incurable. Porque son muchos los matices, las percepciones, interpretaciones, valoraciones… que sobre un mismo hecho, acción o decisión pueden tenerse y, por tanto, todas ellas en principio pueden ser aceptadas y aceptables desde criterios de beneficio y oportunidad y no exclusivamente de interés e imposición.

[1] Novelista estadounidense (1942).

[2] https://www.sanidad.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=6396

[3] Wolf S et al. Roseto, Pennsylvania, 25 years later–highlights of a medical and sociological survey. Trans Am Clin Climatol Assoc. 1989; 100: 57–67

[4] Holt-Lunstad J, Smith TB, Layton JB (2010) Social Relationships and Mor tality Risk: A Meta-analytic Review. PLoS Med 7(7): e1000316.doi:10.1371/journal.pmed.1000316.

[5] https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2024/04/16/661e2b4cfdddff98038b45a3.html

[6] https://www.ondacero.es/noticias/salud/aumentan-tiempos-espera-conseguir-cita-medica_2024020765c37161d3690c0001e4c7ac.html

[7] https://www.publico.es/sociedad/media-espera-medico-cabecera-bate-records.html

[8] https://www.elmundo.es/espana/2019/04/11/5cae2d2cfc6c83f0288b4645.html

[9] De acuerdo con los últimos datos recogidos por la OCDE, España destaca como uno de los países con más gasto sanitario privado, con un 26,7% frente a una media europea del 21,8%. https://isanidad.com/248716/espana-uno-de-los-paises-de-la-ocde-con-mas-gasto-sanitario-privado-2/

[10] https://isanidad.com/269392/espana-tiene-mas-medicos-que-la-media-europea-pero-se-necesitan-mas-enfermeras/

[11] https://www.enfermeria21.com/diario-dicen/enfermeras-valoracion-cis-barometro/

DÍA INTERNACIONAL ATENCIÓN PRIMARIA Asociación Enfermería Comunitaria

                                                                              “El derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos.”

Immanuel Kant[1]

            Se dice que no se le pueden poner puertas al campo para expresar la inutilidad de una medida que pretende restringir la libertad de alguien o algo.

            Desde esta premisa vale la pena plantearse si el mantra que, con tanta insistencia como inconsistencia, se repite al hablar de la Atención Primaria (AP) como la puerta de entrada al Sistema Sanitario, realmente tiene algún sentido o bien se trata de una forma de restringir o controlar el acceso de la población a un recurso comunitario tan importante como es la AP. Se puede intentar rebatir este planteamiento argumentando que se trata de una puerta abierta permanentemente. Pero no deja de ser paradójico que para ello se utilice un concepto que, tal como lo describe la RAE, es un “armazón de madera, hierro u otra materia, que, engoznada o puesta en el quicio y asegurada por el otro lado con llave, cerrojo u otro instrumento, sirve para impedir la entrada y salida”. De tal manera que, al ponerle puerta a la AP, aunque se diga que permanece abierta siempre se tiene la opción de cerrarla. Por lo tanto, se está contradiciendo uno de los principios básicos de la AP como es la accesibilidad.

            En el Día Internacional de la AP, nos gustaría plantear una perspectiva mucho más abierta, sin puertas, barreras, dificultades… que limiten real o teóricamente el acceso a la atención directa y de calidad. Desde la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), consideramos que los Centros de Salud de la AP, deben ser identificados y valorados como Activos para la Salud por parte de la ciudadanía, en las comunidades donde viven, conviven, trabajan, estudian… Activos que, junto a otros activos y recursos de la comunidad, deben poderse identificar, coordinar, articular… para generar salud individual, colectiva y comunitaria a través de la participación real de la propia comunidad, la toma de decisiones compartida, el consenso y la corresponsabilidad. Para ello resulta imprescindible eliminar cualquier elemento, real o virtual, que suponga una percepción de dificultad o una necesaria petición de permiso para acceder, en este caso, a la AP.

            La AP, que es un ámbito de atención en el marco de la Salud Pública y Comunitaria, no puede quedar limitada a un ámbito de asistencia ligado a la enfermedad, como lamentablemente ocurre en muchas ocasiones. No se trata de “permitir” el acceso a la AP cuando la persona se sienta enferma. Tal como decía Hipócrates[2] “es mucho más importante saber qué persona tiene la enfermedad que qué enfermedad tiene la persona”. Es necesario prestar una atención que huya de estándares que plantean una salud prêt-à-porter[3] para hacerlo de manera personalizada, individualizada y adaptada a las necesidades reales de cada persona como si se tratase de “alta costura”, como paso previo a la atención comunitaria. Debiendo tener en cuenta que la Salud de una comunidad es mayor a la suma de la salud de sus miembros

Resulta imprescindible trabajar para que la denominación de Centro de Salud, que identifica a la AP, adquiera sentido y coherencia y no sea tan solo un ejercicio de marketing sanitario que lo único que logra es desvirtuar el concepto de salud que instrumentaliza.

Centrar el foco en la enfermedad en lugar de en la Salud, supone otra barrera de acceso a la AP al acotarla tan solo a una parte de la comunidad que a pesar de su “condición de enferma” no es esencialmente quien más necesidades de salud tiene. Dejar a gran parte de la ciudadanía al margen por entender que está sana y no requiere de asistencia, conduce a obviar, ignorar u olvidar que sí precisa atención para promocionar, mantener o mejorar su salud.

Si desde la AP se siguen enviando mensajes equívocos que sitúan a la salud como un concepto dicotómico de la enfermedad y sobre la que la población tiene poco o nada que decir, y mucho menos que decidir, la AP enferma y se convierte en un reducto asistencialista que favorece la dependencia del sistema al actuar desde esa perspectiva de acceso primario con la que se le identifica. Porque cuando hablamos de una atención primaria, no nos referimos a una atención menor por ser excesivamente sencilla o falta de complicación, sino porque constituye una atención fundamental.

            Por otra parte, la AP no depende tan solo de los decisores políticos. Depende de todas/os las/os que configuran la comunidad de la que forman parte. No se puede seguir pensando que todo depende de otras/os. Profesionales, agentes de salud, líderes comunitarios, ciudadanía en general, deben participar activamente en la configuración de la AP y deben hacerlo, además, identificando y valorando la singularidad de la comunidad a la que pertenecen. Sus normas, tradiciones, cultura, valores, creencias… así como la diversidad aportada por otras culturas, resultan fundamentales en la forma en que se construya la AP, para que la atención prestada sea fundamental.

            No existe, por tanto, un modelo único de AP que sirva para todos en cualquier momento, contexto o circunstancia. La adaptación al medio, la diversidad, la diferencia… nunca deben considerarse como debilidades o amenazas, sino como oportunidades de aproximación a las necesidades y demandas de salud de la comunidad, en sociedades dinámicas.

            La salud, además, es demasiado importante para estar tan solo en manos de las/os denominadas/os profesionales de la salud. Porque profesionales de la salud son también aquellas/os que, perteneciendo a otros sectores de la comunidad, aportan una mirada disciplinar muy valiosa para la salud colectiva. Y quienes desde su condición de ciudadanas/os, más allá de una pertenencia disciplinar o profesional concreta, tienen la capacidad de participar, aportar, coordinar, liderar… procesos de salud comunitaria.

            El pasado día 7 se celebró el Día Mundial de la Salud con el lema “mi salud, mi derecho”. Ese derecho individual, pero al mismo tiempo colectivo, del que todas/os somos responsables y que debe ser interiorizado desde una decidida apuesta por su abogacía, comporta una defensa de la libertad, la equidad, la igualdad y en contra de la vulnerabilidad, la pobreza, la desigualdad, la injusticia… resultando imprescindible analizar, reflexionar, debatir, consensuar… sobre ello si queremos que la Salud siga siendo parte de la AP como un concepto vital y no tan solo como un eufemismo.

            Los cuidados, como patrimonio universal de la humanidad y como sostén fundamental de la salud que son, deben ser identificados, reconocidos, valorados… como referente indiscutible de la salud comunitaria desde la AP. Cuidados profesionales y cuidados familiares que es preciso coordinar para lograr una necesaria y real continuidad que trascienda al deseo o la intención de hacerlo. Las enfermeras comunitarias que trabajan en AP lideramos las intervenciones, acciones, estrategias, proyectos… que permiten visibilizar la trascendencia de los cuidados para la salud y contribuyen a la salud de los cuidados, trabajando de manera transdisciplinar y transectorial.

            Así pues, hoy, Día Internacional de la AP, es el día de todas/os quienes dan sentido a una AP abierta, accesible y universal. Una AP de todas/os cuantas/os configuran la comunidad a la que se deben y con la que contribuyen a conseguir contextos, personas y comunidades saludables.

[1] Filósofo prusiano de la Ilustración. (1724-1804)

[2] Prestigioso médico de la Antigua Grecia que ejerció durante el llamado siglo de Pericles. (470 a.C. 360 a.C.)

[3] Prêt-à-porter es una expresión francesa que significa textualmente Listo para llevar. Se refiere a las prendas de moda producidas en serie con patrones que se repiten en función de la demanda; es por tanto la moda que (con diferentes calidades y precios) se ve en la calle a diario.

DÍA MUNDIAL DE LA SALUD Asociación Enfermería Comunitaria

“No es una buena medida de la salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma

Jiddu Krishnamurti[1]

 

Sin duda los efectos que sobre la salud global están generando la pobreza, la guerra o las desigualdades, son razones suficientes, aunque no únicas para detenernos, aunque tan solo sea por un día, a valorar qué es lo que significa una palabra que todos reconocemos y que tan poco conocemos y valoramos.

Algo como la salud que concita tanto consenso, en cuanto a la importancia que a la misma se le da, cuanto menos en apariencia y en el discurso que se genera a su alrededor, y que sin embargo tanto se descuida e incluso tanto se maltrata en cuanto a hechos o acciones tendentes a promocionarla, conservarla o reponerla. Más aún cuando, tal como nos recuerda el lema de este año, es un derecho de todos y para todos.

Pero lamentablemente la salud es utilizada, manoseada, manipulada y distorsionada en función del interés que en cada caso se tenga, Por lo que, no se trata tan solo de identificarla salud como un valor, un derecho o una oportunidad. Hay que trabajarla, defenderla y reivindicarla.

Sin embargo, lo que se utiliza realmente no es la salud, sino la palabra con la que identificamos a la misma, que en ningún caso supone que todos entendamos lo mismo sobre lo que significa, ni lo que aporta, ni lo que determina. Porque la salud es en sí misma una opción, una responsabilidad, una oportunidad, una ilusión, una condición, una solución, una demanda, una necesidad… según quién o quiénes la utilicen, la busquen, la interpreten, la analicen, la verbalicen, la incorporen, la trasladen, la coordinen, la gestionen o incluso la compren o vendan. Pero nunca nadie puede elegir la posibilidad de lo que realmente es, un DERECHO individual y colectivo.

En una sociedad altamente competitiva en la que la inmediatez, el individualismo, el hedonismo y la mercantilización lo impregnan todo, la salud se convierte en un bien de consumo más, sin que se trabaje para generar con ella o a través de ella, igualdad, tranquilidad, bienestar, equilibrio y solidaridad.

De resultas, nos hemos convertido todos, en mayor o en menor medida, en traficantes de salud.

Así pues, la salud, como sucede con otros derechos fundamentales como la justicia o la equidad quedan reducidos a meros conceptos idealizados y deseados, pero a los que resulta complicado acceder en igualdad de condiciones como consecuencia del contexto y los determinantes que en el mismo se presenten, lo que determinará claras diferencias tanto en el acceso como en la percepción que de la propia salud tengan las personas. Más aún cuando desde los sistemas sanitarios toda la atención y la asistencia se presta a la enfermedad, usurpando además a la comunidad su derecho a decidir sobre su salud, desde el paternalismo, el protagonismo y la imposición profesional.

La salud debe ser identificada, como un derecho indiscutible, pero también como un bien al que poder acceder desde la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado.

Para ello resulta imprescindible que la salud desplace de manera clara a la enfermedad. Tan solo situando a la salud como objetivo y no como resultado esperable o deseable con el que hacer negocio o especular, y desde un abordaje de participación directa, seremos capaces de generar entornos, poblaciones y contextos saludables donde la salud forme parte de la convivencia y no sea tan solo una vivencia puntual, anecdótica o casual ligada a supuestos y estereotipados estados de bienestar.

Es necesario seguir celebrando el día mundial de la salud como una fecha en la que acordarse que existe, pero desde un compromiso firme por parte de todos para que se incorpore como referencia indiscutible en todas las políticas. Ello que supone un cambio radical en cuanto a su identificación, abordaje, tratamiento, planificación, accesibilidad, desarrollo y evaluación, sino queremos que quede todo reducido a una fecha más en el calendario de celebraciones mundiales que nos recuerde que existe, aunque cada vez tenga menos sentido y se utilice, una vez más, como escaparate de propaganda en el que escenificar reconocimientos cuyo único objetivo es el de maquillar las carencias derivadas de la falta de decisiones necesarias, deseadas y valientes que sitúen a la salud como derecho y objetivo a alcanzar y no como medio para lograr fines que nada tienen que ver con la salud de las personas, las familias y la comunidad.

Los aplausos, como los reconocimientos, pierden todo su valor sino van acompañados de acciones que den verdadero sentido a la salud, que es lo que realmente necesita la ciudadanía.

Discutir con la realidad es doloroso, tal como dice Byron Katie[2], admitirla sin hacerlo es renunciar a mejorarla.

Ahora más que nunca la SALUD adquiere una dimensión más allá de la sanidad y la asistencia. Una dimensión integral que, de sentido a la vida en cualquier ciclo vital, entorno o contexto, al margen de diferencias sociales, culturales, religiosas o sexuales, disfrutándola en equilibrio y convivencia como un bien común que determine responsabilidad individual y colectiva y no como una obligación impuesta en oposición a la enfermedad exclusivamente. Como un derecho que hay que defender y compartir, promocionar y respetar, generar y mantener, desear y lograr desde la participación y la solidaridad, la ética y la estética, la técnica y el cuidado, la tecnología y el humanismo. Tan solo desde esta perspectiva, este planteamiento, este compromiso desde los que trabajamos desde Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), merece la pena reconocer y celebrar este día mundial de la SALUD como un derecho universal y accesible que nos permita vivir de forma autónoma, solidaria y feliz[3].

Las enfermeras comunitarias estamos comprometidas con la SALUD de las personas, las familias y la comunidad, trabajando con, por y para ellas a través de nuestros cuidados profesionales de SALUD, pero respetando su capacidad de decisión que forma parte inseparable del derecho a la misma.

[1] Escritor, orador, indio-estadounidense (1895-1986)

[2] Escritora y conferenciante estadounidense.

[3] Borrell-Carrió,F.Médico de personas. Jordi Gol i Gurina, 1924-1985, in memoriam. Atención Primaria, 2005. 35 (7): 339-41