“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica”
Aristóteles[1]
Un año más celebramos el día internacional de la enfermera coincidiendo con la fecha de nacimiento de nuestra precursora y referente más reconocida, Florence Nightingale.
Celebrar este día siempre es motivo de alegría compartida. Pero también debería suponer un motivo de reflexión sobre lo que somos, dónde estamos y a dónde vamos o, mejor, queremos ir. Porque los discursos, las intenciones, las promesas, las alabanzas, los proyectos… por muy bien intencionados que puedan o quieran ser, no siempre, o casi nunca, se concretan en acciones, hechos, realidades, cambios… que contribuyan a mejorar la situación de las enfermeras y con ella la de la aportación en salud que se deriva para la población.
Ahora que, satisfactoriamente, se está hablando de cuidados y de la necesidad de los mismos, las enfermeras deberíamos ser capaces de situar los cuidados profesionales enfermeros en el lugar que, más allá de las valoraciones corporativistas que se puedan realizar, les corresponde por lo que suponen para las personas, la comunidad, los sistemas sanitarios y la salud en general.
No se trata, por tanto, de hacer un nuevo y no siempre útil discurso de loa o alabanza a los cuidados y a las enfermeras. Se trata de identificar, visibilizar y poner en valor, desde la objetividad y la evidencia científica existentes, a los cuidados profesionales y a las enfermeras. Y hacerlo sin que se vuelva, de nuevo, a establecer una respuesta de rechazo e incluso judicial por parte de quienes plantean que esto supone una invasión de competencias, cuando lo que realmente lo justifica es un miedo, igualmente infundado, a una pérdida de protagonismo.
Hacer de los cuidados y su prestación una lucha de poderes sería el mayor error que se podría cometer. Todas las partes deberíamos identificar y trabajar por la dignificación de los cuidados y para que su prestación de calidad estuviese garantizada dejándola en manos de quienes tienen las competencias, la experiencia, la ciencia, el conocimiento y la voluntad para hacerlo, sin que ello signifique en ningún caso que no se pueda participar en esa necesaria e imprescindible acción cuidadora por parte de otras disciplinas y no lo olvidemos, de la propia ciudadanía.
Para ello deberíamos tener en cuenta que los cuidados trascienden a la identidad profesional enfermera configurándose como un derecho fundamental para la salud de las personas, las familias y la comunidad. Esto nos obliga, como enfermeras y como ciudadanas/os que somos, a implicarnos de manera decidida en la necesaria e imprescindible articulación entre los cuidados profesionales enfermeros y los cuidados que, en diferentes ámbitos, pero fundamentalmente, en el familiar se prestan por parte de cuidadoras/es en una proporción que excede en mucho la que corresponde a los cuidados denominados formales y que son prestados desde el Sistema Nacional de Salud (SNS). Este sin duda es un reto que debemos asumir las enfermeras más allá de cualquier planteamiento, estrategia o marco de referencia que se trate de desarrollar en torno a los cuidados.
En este sentido, sin duda, el planteamiento y puesta en marcha de una estrategia de cuidados supone una gran noticia que requerirá del trabajo y el compromiso de todas las partes implicadas y, en especial, de las enfermeras. Pero el mismo no puede ni debe, en ningún caso, representar un paréntesis en la acción decidida y diaria de la actividad enfermera.
Estoy convencido de que el trabajo de quienes han apostado por la dignidad de los cuidados y de las enfermeras llegará a buen puerto. Pero no es menos cierto que el mismo contará con dificultades que no permitirán una concreción a corto plazo. Es por ello que mientras responsables políticas/os, técnicos de las administraciones, sociedades científicas, organizaciones colegiales y sindicales y ciudadanía, trabajan con el objetivo común de lograrlo, las enfermeras, todas, allá dónde presten cuidados profesionales visibilicen la trascendencia de poner en valor su aportación cuidadora profesional, pero además sepan valorar en su justa medida la aportación cuidadora de quienes la desempeñan por razones afectivas, de vinculación familiar o contractual o de obligación incluso. Valoración que debe ir mucho más allá del cuidado mismo. Porque nuestra competencia no debe limitarse a la observación, intervención o valoración de los cuidados prestados por estas personas y de su efecto en las personas cuidadas. Esto convertiría al cuidado en un mero procedimiento técnico o en una forma de liberación de nuestra carga de trabajo, lo que supondría situar a las cuidadoras/es como instrumentos valorables o útiles de interés y no como personas con necesidades, sentimientos, emociones, temores, incertidumbres… y por tanto con necesidades de cuidados profesionales.
Por otra parte, identificar los cuidados como una acción sanadora relacionada exclusivamente con la enfermedad, es situarlos en el ámbito del modelo medicalizado, curativo, biologicista… que impregna al SNS, alejándolos del paradigma enfermero desde el que deben ser planteados, construidos, planificados, prestados y evaluados. Además, hacerlo así supone igualmente apartarlos de su carácter humanista que nunca debieran perder ni tan siquiera difuminar.
Los cuidados profesionales, desde dicho paradigma enfermero, deben contribuir activamente a la promoción de la salud de la comunidad, trabajando activamente en ella y con ella a través de procesos participativos desde los que la ciudadanía tome sus propias decisiones. Cuidados que faciliten, refuercen e impulsen el liderazgo ciudadano desde el liderazgo enfermero para lograr su empoderamiento y les permitan lograr autogestión, autodeterminación, autonomía y autocuidado. Cuidados que articulen las intervenciones necesarias para la construcción de espacios saludables de convivencia, respeto, libertad y equidad. Cuidados que logren incorporar la salud en todas las políticas. Cuidados que contribuyan a identificarlos como un bien intangible de las enfermeras por parte de la ciudadanía. Cuidados que sean demandados y exigidos como un derecho y no tan solo, como lamentablemente aún sucede, como un aditivo a los procesos curativos. Cuidados por tanto que faciliten la adecuada valoración de la aportación finalista de los mismos y su contribución a la calidad y sostenibilidad del SNS o de cualquier otro ámbito en donde se presten con eficacia y eficiencia.
No se trata, por tanto, de construir un modelo de cuidados. Los cuidados no son ni deben ser, desde mi punto de vista, un modelo. Hacerlo es encorsetar en normas, criterios, tareas… unos cuidados que son y deben seguir siendo, dinámicos, adaptables, diversos… Porque, aún en el hipotético e improbable caso de que se pudiese generar ese teórico modelo, el mismo seguiría sin la capacidad de aportar el valor que les corresponde, al tenerse que desarrollar en, en este caso sí, en el actual modelo sanitario en el que el cuidado es un elemento secundario y subsidiario y no una acción fundamental e imprescindible de la atención a la salud. En consecuencia el cambio es de modelo sanitario, es decir estructural y organizativo, y no de generar modelos artificiales que no corresponden a la necesidad real.
Los cuidados son y deben seguir siendo la seña de identidad científica, disciplinar y profesional de las enfermeras. Para ello resulta imprescindible también que, desde los ámbitos, docente, científico, gestor y de atención directa, se visibilice esta trascendencia y se contribuya a ponerlos en valor.
Desde la universidad, considero, se debe llevar a cabo una revisión profunda de los planes de estudio para adaptarlos tanto a las necesidades de cuidados profesionales de la comunidad como de la propia disciplina mediante la consolidación de los cuidados como eje vertebrador y determinante de nuestras competencias, alejándose de la influencia medicalizada y técnica que ejerce el actual modelo sanitario y en base a la cual se modulan muchos de los procesos de enseñanza-aprendizaje generando un efecto de fascinación en el estudiantado que contrarresta negativamente el valor real de los cuidados enfermeros.
Desde el ámbito científico, resulta fundamental que se desarrollen líneas de investigación en cuidados que generen evidencias sobre la aportación a la salud de los cuidados profesionales enfermeros y también sobre el efecto que los mismos tienen en los sistemas de salud, tanto en términos económicos como de calidad. La incorporación de metodologías de investigación cualitativa y participativa, tales como la investigación acción participación, deben incorporarse cada vez más en la investigación enfermera, sin que ello signifique abandonar las metodologías del racionalismo positivista que aún colonizan de manera mayoritaria los proyectos. Y, sobre todo, que las evidencias que se generen sirvan realmente para mejorar la prestación de cuidados y no se queden tan solo en el ámbito teórico. Para ello es fundamental que las investigaciones tengan un carácter de beneficio para la profesión y para la población y no se limiten a ser un elemento de carrera académica o profesional en el perverso juego de intereses en el que se sitúan actualmente.
Desde la gestión, aún teniendo en cuenta que se lleva a cabo en modelos medicalizados en los que los cuidados ya hemos visto quedan ocultos, se debe hacer un esfuerzo por parte de las enfermeras gestoras para incorporar los cuidados como eje de su gestión más allá de otros criterios o indicadores que, siendo importantes, invisibilizan la aportación de los cuidados y su consiguiente valoración, así como de quienes los prestan, las enfermeras. Sería deseable que las Direcciones y otros puestos de gestión, fuesen denominados de Cuidados Enfermeros, lo que identificaría su principal misión y visión, así como permitiría gestionar la planificación en base a los cuidados.
Por último, pero no por ello menos importante, desde la atención directa en cualquier ámbito, las enfermeras debemos focalizar y privilegiar nuestra acción cuidadora profesional, de tal manera que los cuidados sean el eje de nuestra actividad y permitan complementar la atención integral que requieren las personas, familias y comunidad. Unos cuidados humanizados que contribuyan a priorizar las necesidades sentidas de las personas para lograr consensuar afrontamientos eficaces de salud y que deberán ser planificados, seguidos y evaluados con el fin de asegurar su eficacia y eficiencia. Cuidados que no se centren exclusivamente en la enfermedad y que promocionen el autocuidado sin que ello signifique, en ningún caso, el abandono de las personas atendidas, que deberán identificarnos como referentes de dicho autocuidado o de cualquier otro problema de salud que pueda presentarse. La prestación de los cuidados enfermeros, además, deberá de articularse con la atención dada por otros profesionales del equipo favoreciendo que esta sea integral, integrada e integradora, desde una perspectiva de trabajo transdisciplinar y transectorial. Todo ello evidentemente será mucho más eficaz si previamente se realizan las acciones docentes, investigadoras y gestoras ya comentadas que articularían y facilitarían en gran medida esta actividad sin que la misma fuese vista como una acción aislada y ligada al voluntarismo, sin valoración de la misma por parte, tanto del propio equipo como de la administración.
Son muchas las evidencias ya existentes del impacto que los cuidados tienen en la comunidad, así como de su poder económico, tal como plantea el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE), en las acciones políticas recogidas en la carta para el cambio[2] o en el informe del Día Internacional de la Enfermera[3] de este año realizado con motivo del Día Internacional de la Enfermera.
Sin poner en duda la gran importancia y poder que tiene la esfera económica en cualquier aspecto de nuestra sociedad y a la que, por tanto, no escapan ni deben hacerlo los cuidados, deberíamos vigilar para que esta necesaria valoración tan solo fuese una parte de lo mucho que significan los cuidados para la salud de la sociedad en su conjunto.
En el día internacional de la enfermera, me gustaría que fuésemos capaces de centrar nuestra atención en lo importancia de los cuidados y lo que los mismos significan tanto para la población en resultados de salud, como para las organizaciones sanitarias en cuanto a la racionalización que los mismos aportan a su gestión y valoración y para las propias enfermeras que, en todos los casos, permitirán que se visibilice y valore, en su justa medida, la atención enfermera.
Desde este Blog[4] que tan solo pretende ser un foro de opinión desde el que incentivar el análisis, la reflexión y el debate, quisiera sumarme a la celebración del Día Internacional de la Enfermera, con el claro compromiso de seguir trabajando, desde los cuidados profesionales, para y con la comunidad y las enfermeras.
[1] Filósofo, polímata y científico griego nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia (384 aC-322 aC).
[2] https://www.icn.ch/sites/default/files/2023-05/IND_2023_Charter_SP.pdf
[3] https://www.icn.ch/sites/default/files/2024-05/ICN_IND2024_report_SP_A4_3.1.pdf