Cuando se trata de dinero solo hay una frase hecha: “Más”.
André Kostolany[1]
Estamos asistiendo a un crecimiento sin precedentes de las universidades privadas en nuestro país. Desde el curso 2015-2016, el incremento ha sido de un 27%, pero con desigual magnitud en función del tipo de universidad; en las privadas ha aumentado un 42%, un 6% en comparación con el curso anterior, mientras que en las públicas el incremento ha sido del 22%, un 2% en relación con el curso 2021-2022[2]. Si bien es cierto que el margen de crecimiento de las públicas resulta ya muy reducido, no es menos cierto que el crecimiento de las privadas está siendo muy importante, hasta el punto que los estudiantes de universidad privada suben un 56% mientras los de la pública bajan un 6% desde 2015. Actualmente existen 4 comunidades autónomas en las que el número de Universidades Privadas es superior al de públicas y otras 4 en que el número es igual entre unas y otras. En las 9 comunidades restantes, siguen siendo más las universidades públicas que las privadas, aunque cada vez con menos diferencia entre ellas[3].
Algo similar sucede con la sanidad, donde el aumento de contrataciones de seguros privados ha sufrido un aumento muy significativo. En términos generales, en la última década el aumento ha sido imparable. Desde 2014 hemos pasado de 9 millones de ciudadanos con seguro sanitario privado a los 12,42 actuales. Supone un incremento del 40% en una década. El repunte de las pólizas privadas se ha disparado a partir de la pandemia[4].
Ante esta circunstancia cabe preguntarse si los aumentos de la oferta privada, tanto en educación superior como en sanidad, obedecen a un aumento igualmente significativo del poder adquisitivo de la ciudadanía española. Algo que no parece tenga mucha consistencia si tenemos en cuenta los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) según los cuales el porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social aumentó hasta el 26,5%, desde el 26,0% de 2022. El porcentaje de población que se encontraba en situación de carencia material y social severa aumentó hasta el 9,0%, frente al 7,7% del año anterior[5].
Por otra parte, y a pesar de que el poder adquisitivo per cápita en España asciende a 16.449 euros, lo que supone 1.135 euros más por habitante que en 2022, la diferencia respecto a la media europea nos aleja un punto porcentual en relación al año anterior, cuando fue de un 6%, tal y como refleja el informe GfK Purchasing Power[6]
Así mismo, la brecha entre ricos y pobres en España cada vez aumenta más. El 44,1% de la población española, en la actualidad, se encuentra en una posición similar a la que ocupaban sus progenitores cuando estos tenían 16 años. Más de 10 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social. El 53% de la riqueza está en manos del 10% más rico[7].
Así las cosas, todo parece indicar que el aumento de la oferta privada, tanto en educación superior como en sanidad, obedece más a un intento por satisfacer las demandas de la población más rica o a captar clientes de entre la denominada población media (cada vez menos identificable) aunque para ello deban hipotecarse para poder acceder a sus servicios, algo que evidentemente a las empresas que las lideran no les supone inquietud alguna, dado que su único interés es el de hacer negocio, da igual que sea con el conocimiento que con la salud y que ello suponga un empobrecimiento mayor de aquellos que acceden a sus servicios a pesar de sus escasos recursos. Todo lo cual desemboca en otra paradoja. La coexistencia de matrículas de universidad y seguros de salud privados para pobres y para ricos. Aunque, evidentemente, las ofertas son diferentes para unos u otros, lo que contribuye a aumentar la inequidad.
Pero más allá de las importantes y evidentes consecuencias del impacto económico, que generan mayor desigualdad, pobreza y vulnerabilidad, lo que en esta reflexión me ocupa y preocupa es el impacto que dicha irrupción tiene tanto para para las enfermeras como para la ciudadanía que accede a los servicios ofertados o para la que no puede o decide no acceder a los mismos.
Con relación a la educación superior, hay que destacar en primer lugar la importantísima infrafinanciación de la universidad pública a la que hay que añadir una gestión económico-administrativa garantista que se traduce en procesos complejos, lentos y no siempre eficientes que la sitúan en desventaja con relación a la universidad privada.
Centrándome en lo que al profesorado enfermero y a los estudios de enfermería se refiere, que el acceso a la universidad privada no tiene ni la exigencia, ni los criterios, ni los requisitos que se exigen en la pública. Además de existir dudas más que razonables sobre la calidad de algunos de estos centros universitarios. Esto sin duda establece, de entrada, una diferencia que, si bien no puede generalizarse, determina cuanto menos un claro contraste en cuanto a la calidad de profesorado con la universidad pública cuya incorporación está determinada por exigentes criterios de acreditación y de acceso, que no son exigibles para la privada.
De igual manera la carrera académica en la privada es claramente diferente a la que se establece en la pública. La necesidad de obtener sexenios de investigación, junto a quinquenios de docencia establecidos por la Agencia de Acreditación y Calidad de la Universidad Española (ANECA) en la universidad pública para poder alcanzar los diferentes grados de la carrera académica, no se corresponde en ninguna medida con lo que sucede en la privada. Además, la incompatibilidad exigida en la pública, a pesar de los bajos salarios asignados a determinadas figuras docentes, no es demandada a su profesorado por la privada en la que se pueden compatibilizar diferentes puestos de trabajo o incluso diferentes puestos de docente en varias universidades privadas al mismo tiempo.
No deja de ser paradójico, por otra parte, que las universidades privadas para el cumplimiento de los requisitos exigibles según normativa nacional y europea utilicen en igualdad de condiciones con la universidad pública los recursos del sistema nacional de salud para la realización de los prácticums (Hospitales, centros de salud, centros de especialidades…) en una clara asimetría que perjudica en mucha mayor medida al estudiantado de la universidad pública. Esto sin tener en cuenta las estrategias poco éticas o cuanto menos poco estéticas que se utilizan para atraer el interés de las enfermeras que deben actuar como tutoras/es de los citados prácticums en detrimento del que muestran para aceptar tutorizar alumnado de la pública. Todo lo cual se ve favorecido por la permisividad o connivencia de quienes gestionan las organizaciones sanitarias con las universidades privadas. Aunque también hay que destacar la falta de iniciativa mostrada por la Universidad pública a la hora de motivar a las enfermeras para que identifiquen su aportación a la docencia como una oportunidad y un incentivo y no como una carga.
Es evidente, por otra parte, la creciente brecha que se establece entre las universidades públicas y las organizaciones sanitarias a la hora de generar estrategias de docencia/formación compartida en planes de formación continúa y continuada o de especialización con las Unidades Docentes de las organizaciones sanitarias, en una clara falta de racionalización de recursos que afecta tanto a la eficacia como a la eficiencia de la citada formación, sin que nadie parezca tener mucho interés en solucionar un problema que tan solo depende de la voluntad política y de gestión para salvar los incomprensibles y pueriles comportamientos de competencia entre organizaciones docentes y sanitarias.
Los planes de estudio, por su parte, en muchas ocasiones se ven mediatizados o condicionados por los idearios de las instituciones que financian las universidades privadas, lo que provoca claras contradicciones entre determinados derechos de la ciudadanía reconocidos legalmente y las objeciones a su acceso como es el caso de la interrupción voluntaria del embarazo o el derecho a una muerte digna. Esto adquiere mayor trascendencia si tenemos en cuenta que muchas de las enfermeras que se forman en las citadas universidades, con una clara y evidente tendencia a la negación y estigmatización de los citados derechos, trabajarán posteriormente en el sistema público de salud en donde deberían garantizarse dichos derechos, no siendo razonable que se utilice de manera tan perversa como inadmisible la objeción de conciencia para negar el acceso a los mismos por parte de la ciudadanía que los demande en cumplimiento de la ley que los recoge y ampara.
Las editoriales, por su parte, contribuyen a este negocio del conocimiento enfermero al identificar un nicho de beneficio produciendo obras que realmente no aportan conocimiento propio enfermero, sino que adaptan conocimiento de otras disciplinas “para” las enfermeras. De ahí que encontremos textos sobre Neonatología para Enfermería, Electrocardiografía para Enfermería, Hematología para Enfermería… alimentando esa formación de profesionales tecnológicos con los que alimentar a la sanidad y servir a quienes la controlan.
En su desmesurada voracidad de negocio, la universidad privada, está haciendo intentos cada vez mayores y con mayor intensidad de presión para que se autorice la docencia virtual de los estudios de enfermería, como estrategia de captación de más clientes para su negocio. Intentos que, de momento, están siendo contenidos por la firme respuesta de organizaciones la Conferencia Nacional de Decanas/os de Enfermería (CNDE)[8].
Por último cabe destacar que la decisión de aceptar la incorporación de las universidades privadas en organizaciones como la Conferencia de Rectores de la Universidad Española (CRUE) o la Conferencia de Decanas/os de Enfermería (CNDE), entre otras, inicialmente pasaba por ser anecdótica en comparación al número de universidades públicas que las constituían desde sus inicios, sin embrago, en la actualidad, cada vez es mayor su presencia, lo que a pesar de que pueda entenderse como una forma de aunar esfuerzos y establecer estrategias conjuntas, ni los intereses, ni los objetivos, fines o metas, ni la capacidad de financiación… son similares e incluso en muchos aspectos son claramente dispares, lo que provoca una clara y manifiesta desproporción y desventaja para las universidades públicas, que debería tenerse en cuenta si queremos realmente potenciar y fortalecer la universidad pública.
La universidad pública y la privada coinciden, lamentablemente, en su afán por satisfacer las demandas de un determinado perfil profesional para cubrir las necesidades de las organizaciones sanitarias, olvidando, sobre todo la universidad pública, que ésta se debe a la sociedad en la que se integra y de la que forma parte y, por tanto, debiera adaptar sus planes de estudio a las necesidades de la misma y no a las de las organizaciones sanitarias que actúan como empresas demandadoras casi en exclusiva, convirtiendo a las universidades en “cadenas de montaje” de enfermeras para abastecer su demanda que, en la mayoría de las ocasiones, no es coincidente con la demanda social de cuidados, lo que sin duda empobrece el resultado final.
En cuanto a la sanidad existen similitudes en algunos aspectos con lo aportado hasta ahora, aunque también existen especificidades que es preciso destacar.
Las similitudes se concretan en que ambas, universidad y sanidad privadas, son empresas de negocio. Una del conocimiento y otra de la salud, pero ambas persiguen la rentabilidad y el beneficio económico como principales objetivos, lo que determina, entre otras cosas, que aspectos, tanto del conocimiento como de la salud, no sean ni tan siquiera contemplados por las empresas privadas por considerar que no puede hacerse negocio con ellos (grados de humanidades o promoción de la salud, respectivamente, por ejemplo). Otra es la connivencia en la oferta y demanda de enfermeras desde las universidades hacia las organizaciones sanitarias como ya he descrito antes.
Cabe destacar lo que algunos autores describen como teleopatía[9],[10] u obtención acrítica de resultados que desemboca en una instrumentalización de los cuidados y con ello en la formación de un perfil tecnológico de las enfermeras que se demandan desde las organizaciones sanitarias tanto públicas como privadas. Hecho que, entre otras razones, viene determinado por el modelo asistencialista, hospitalcentrista, paternalista, biologicista… que comparten y que hace que la salud sea tan solo una etiqueta, un reclamo o una anécdota en favor del exclusivo protagonismo de la enfermedad o que los cuidados sean una consecuencia, un valor o un mal menores, un complemento subsidiario y secundario, al verdadero valor que se otorga a la curación.
Sin embargo y a pesar de dichas coincidencias, las diferencias entre la sanidad pública y la privada son manifiestas en muchos aspectos y en los que tienen que ver con las enfermeras y los cuidados que prestan mucho más si cabe.
Si, en general, resulta complicada la identificación, valoración y reconocimiento de la aportación específica de las enfermeras en todos los ámbitos, en la sanidad privada, en general y salvo honrosas excepciones que siempre, aunque escasas, existen, es mucho más escasa y de menor valor. Más allá de la simpatía no suele resaltarse ningún otro aspecto o valor como reclamo fundamental de su principal oferta, la hostelera. Tan solo hay que fijarse en la publicidad que generan y en la que queda de manifiesto lo dicho, no haciendo mención alguna a ningún otro valor científico-profesional de las enfermeras. De hecho, suele existir una correlación directa entre el nivel de excelencia hostelera de la empresa y el escaso valor que se da a las enfermeras. Tanto es así que en ocasiones se recurre a la proyección de una imagen estereotipada que recuerda a un pasado que buscan recuperar y que está ligado a relaciones de subsidiariedad con la clase médica que conforma, en su mayoría, la parte empresarial además de la profesional de dichos negocios. En general, por tanto, todo redunda en una baja remuneración y unas condiciones laborales para las enfermeras muy deficitarias y precarias, sujetas siempre a criterios economicistas en contraposición a la necesidad de cuidados. De tal manera que la humanización se reduce a una mera relación de cortesía y simpatía como diseño del marketing empresarial con el que maquillar el negocio. Es curioso, aunque doloroso, que la actitud de los médicos pueda seguir siendo de distancia y prepotencia no desprovistas de mala educación, interpretándose como una cualidad de excelencia y seriedad profesional y que la contrapartida sea la exigible simpatía de las enfermeras como máximo exponente de lo que de ellas se espera y desea.
En cuanto a la gestión enfermera en estos negocios pasa a ser, en la mayoría de los casos, puramente testimonial o de maquillaje, pero con muy escasa o nula capacidad de decisión y ni tan siquiera de influencia, lo que redunda en la imagen simplista, reduccionista y almibarada, que se modela y proyecta de cara a la clientela. Finalmente, lo importante no es su competencia profesional sino su adecuada complementariedad para la imagen corporativa de la empresa.
Los negocios del conocimiento y la salud, por tanto, suponen un claro y nocivo lastre para el desarrollo científico profesional de las enfermeras al utilizar a las mismas como recursos utilitaristas para la obtención de sus beneficios empresariales en claro detrimento al desarrollo científico-profesional de la disciplina y la profesión enfermeras que, generalmente, ni tan siquiera contemplan como opción. Pero lo son igualmente para la prestación de calidad y calidez de cuidados profesionales enfermeros imprescindibles en la salud de las personas, las familias y la comunidad, más allá del idealismo de curación que dichas empresas explotan.
Todo lo cual se produce, replica y mantiene sin que a los máximos responsables profesionales y sindicales enfermeros parezca importarles demasiado dada la inmovilidad manifiesta que demuestran, contribuyendo con ella, a que se perpetúen y naturalicen dichos comportamientos y con ellos la proyección social que se genera.
Una vez más retomo la necesidad de trabajar por un contexto iberoamericano que haga frente a estas prácticas de negocio que se están generalizando a costa de las enfermeras y de la salud de la ciudadanía en nuestros países. Muchas de las cuales provienen de multinacionales del contexto anglosajón que nos sigue fascinando y nos atrapa en una trampa mortal para nuestra evolución profesional.
Algo deberemos hacer sino queremos seguir siendo el medio idóneo para el negocio de unos cuantos y la ruina científico-profesional de todas nosotras.
[1] Especulador y experto húngaro en bolsa reconocido mundialmente. (1906 – 1999)
[2] https://www.universidades.gob.es/wp-content/uploads/2023/03/Principales_resultados_EUCT_2022-FINAL.pdf
[3] https://www.newtral.es/universidad-publica-privada/20240229/
[4] https://cadenaser.com/nacional/2024/03/13/espana-alcanza-la-cifra-record-de-124-millones-de-personas-con-seguro-de-salud-privado-cadena-ser/
[5]https://www.ine.es/dyngs/Prensa/ECV2023.htm#:~:text=El%20porcentaje%20de%20poblaci%C3%B3n%20en,%2C7%25%20del%20a%C3%B1o%20anterior.
[6] https://www.gfk.com/es/prensa/gfk-purchasing-power-2023#:~:text=A%20pesar%20de%20que%20el,el%20informe%20GfK%20Purchasing%20Power
[7] https://elobservatoriosocial.fundacionlacaixa.org/documents/242020/293244/Brechas-Fracturas+ricos+pobres_CAST.pdf/f0ae702a-90aa-bf31-2347-eb4c157dc720?t=1630924378832#:~:text=El%2044%2C1%25%20de%20la,cuando%20estos%20tenían%2016%20años.&text=Más%20de%2010%20millones%20de,de%20pobreza%20o%20exclusión%20social.&text=El%2053%25%20de%20la%20riqueza,manos%20del%2010%25%20más%20rico.
[8] https://www.redaccionmedica.com/secciones/estudiantes/enfermeria-da-el-portazo-al-grado-telematico-se-deshumaniza-el-cuidado–3281
[9] https://www.infobaja.info/teleopatia-error-imperdonable/
[10] https://diarioresponsable.com/opinion/18472-profesionales-josep-maria-lozano
Muy acertada reflexión.
Gracias