“No siento el menor deseo de jugar en un mundo en el que todos hacen trampa.”
Francois Mauriac[1]
Recientemente se nombró Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alicante a la Profesora Mª Paz Mompart García. Fue un proceso largo y complicado lograr que la Universidad finalmente aprobase su investidura. Algo, por otra parte, lógico e incluso necesario si se quiere garantizar la excelencia y el prestigio de dichos nombramientos. Una vez logrado, por tanto, cabe la gran satisfacción de saber que tan alta distinción no tan solo es merecida sino que responde a las valiosas aportaciones realizadas y aportadas a la sociedad, a la academia, a la ciencia enfermera y a la ciencia en su conjunto y a la Salud Comunitaria. Por otra parte tal distinción pone en valor a la Enfermería a través de quien es receptora de tan importante y distinguido nombramiento, situándola al nivel de reconocimiento y mérito que le corresponde.
Esta reflexión inicial me sirve como punto de referencia a lo que he vivido en mi última visita a Latinoamérica y muy concretamente a México y que me ha llevado a escribir sobre ello al considerar que debemos reflexionar sobre ciertos aspectos que pueden volverse en nuestra contra sino somos capaces de corregir de inmediato las decisiones que tomamos y en muchas ocasiones admitimos, toleramos o simplemente ignoramos.
Llevo tiempo reclamando, reivindicando, exigiendo, a la vez que argumentando, la necesidad de que se valore a las enfermeras en su justa medida y en igualdad de condiciones a como se hace con profesionales, académicas/os o personalidades de muy diferentes disciplinas o ámbitos profesionales o sociales a la hora de otorgarles el reconocimiento que merecen y les corresponde, más allá de casos cuestionables por su oportunismo político.
No fue hasta hace tan solo 4 años que se invistió por primera vez a una enfermera española como doctora honoris cusa y a fecha de hoy tan solo dos más han merecido tan alto reconocimiento. Pero como dice el refrán nunca es tarde si la dicha llega. Y llegó y considero que ya no tiene vuelta atrás, aunque siga siendo algo todavía anecdótico y residual en la universidad española.
De igual modo entiendo que este reconocimiento debe hacerse extensivo a las enfermeras latinoamericanas que tanto aportan y que aún tienen mayores dificultades para lograr el mismo.
Últimamente estoy trabajando intensa y vehementemente y no por ello inconscientemente como algunas/os puedan o quieran interpretar, por la identificación, visibilización, puesta en valor, reconocimiento… de un contexto iberoamericano de Enfermería que nos aleje de la fascinación anglosajona en la que nos encontramos sumidas desde hace tiempo para que podamos centrar la atención, el esfuerzo, el compromiso… en un entorno que contribuya a fortalecer, crecer, creer, aportar, consolidar… nuestra aportación singular enfermera. Un contexto con elementos comunes de una gran potencia como las lenguas compartidas, castellano y portugués, cultura, tradiciones, normas, valores… que pueden y deben favorecer construirlo con identidad propia y con capacidad de respuesta eficaz y eficiente a las necesidades que el mismo plantea. Teniendo en cuenta que las diferencias, que existen, deben ser contempladas como fortalezas de enriquecimiento compartido y no como amenazas de exclusión o confrontación. Un contexto en el que la ciudadanía global, la justicia global, la equidad, los derechos humanos, el enfoque holístico, se configuren como los principales ejes sobre los que plantear, planificar, desarrollar, investigar… los cuidados profesionales enfermeros y su prestación con criterios de calidad y calidez al nivel de la dignidad humana de las personas, las familias y la comunidad en dicho espacio compartido[2].
Pero para ello, lo primero que debemos tener en cuenta y hacer, es dignificar nuestra disciplina/profesión. No podemos caer en la tentación del halago, el reconocimiento, el premio… a través del mercantilismo, de la compra-venta, del negocio tramposo y sucio. Y lo digo porque durante mi visita en México, he descubierto con asombro, tristeza y rabia algo que me costó creer pero que es una realidad cada vez más extendida. Me estoy refiriendo a la venta de doctorados honoris causa por parte de determinadas universidades que se prestan a este tipo de negocio.
El proceso es el siguiente. Se contacta con una enfermera de cierto prestigio y se le ofrece ser investida doctora honoris causa a cambio de una cantidad de dinero. Pero la cosa aún va más allá. El montaje es como si de una boda se tratase en la que si quieres fotos, flores, vídeo… el precio de la ceremonia se va incrementando. En el caso de los honoris causa, es algo similar. Dependiendo de que se quiera con traje académico, con discurso, con reportaje… el precio aumenta igualmente. Es decir, la oferta va desde la opción económica de la investidura discreta a la de máxima pomposidad y boato.
En definitiva, se trata de lograr un reconocimiento que se sustenta en la trampa mercantil en lugar del mérito académico, profesional, social… lo de menos es el cómo sino el qué. Todo es posible con dinero. A este paso pronto nos podemos encontrar con investiduras Q1, Q2, Q3, Q4 o simplemente “indexadas” como ya ha pasado con las publicaciones o con la realización de tesis. Un mercado en torno a la academia que tan solo hace que se desvirtúe y sea contemplada con recelo y sospecha. Y ya veremos de qué es capaz la Inteligencia Artificial en este sentido.
Mientras esto sucede muchas enfermeras siguen siendo ignoradas a pesar de sus incuestionables méritos por el simple hecho de no querer entrar en esta patética y execrable dinámica de mercado en el que parece que todo valga.
Ante este descubrimiento pregunté si era tan solo una oferta anecdótica o si la demanda y compra de la misma eran reales, constatables y habituales. Lamentablemente la lacerante respuesta se ajustaba a la segunda opción.
Este no es el camino. No se trata de tener enfermeras doctoras honoris causa a cualquier precio. Se trata de ganarse el reconocimiento, de valorar el mérito real y no de confeccionar un curriculum falso. Se trata de anteponer la honestidad al hedonismo. Se trata de rechazar la corrupción académica para que no caiga en el descrédito. Se trata de actuar con ética y estética y no tan solo aparentándolas. Se trata, en definitiva de tener respeto por la profesión, por lo que representa, por quienes la conforman, por la sociedad a la que se prestan cuidados profesionales. Comprar los logros es situarlos al nivel de la indecencia, que el mérito sea demérito, el respeto desprecio, la admiración rechazo y la dignidad vileza.
Pero en este mercadeo académico tanta culpa tienen quienes lo aceptan como quienes conociendo que existe, callan, consienten y asienten. ¿Qué hacen los colegios profesionales ante esta práctica? ¿Qué hacen los políticos, académicos, gestores… ante esta ignominia? Tan denunciable es quien se lucra a costa de la avaricia, el narcisismo o la vanidad de algunas/os para lograr el reconocimiento fácil como de quienes no tienen escrúpulos para conseguirlo aún a sabiendas de que están haciendo trampa.
¿Qué será lo siguiente que se venda o se compre? Mucho me temo que cualquier cosa con tal de destacar, brillar, aparentar en esta sociedad de la competitividad agresiva, despiadada y desleal.
Va siendo hora de que denunciemos estas prácticas y a quienes se prestan a ellas. Desenmascaremos a las/os tramposas/os que nos desacreditan. Señalemos a quienes ponen en riesgo nuestra dignidad profesional. Apartemos de la Enfermería a quien no sea digna/o de pertenecer a ella. Evitemos que nadie pueda ser enfermera sin merecerlo.
Pero también tenemos la obligación de reclamar que nuestras/os representantes actúen con diligencia y contundencia ante hechos tan tristes y peligrosos. Y exigir a nuestros representantes políticos que tomen decisiones que impidan o limiten al máximo estas prácticas mercantilistas.
La construcción de un contexto iberoamericano de Enfermería en el que se valore a las enfermeras y se les reconozcan sus méritos y aportaciones pasa por la honradez y la honestidad de su praxis. No se trata de crecer artificialmente. Se trata de trabajar desde la implicación, la motivación y la coherencia. Hay que seguir exigiendo lo que por méritos propios nos corresponde, pero tenemos que hacerlo cumpliendo con las reglas de juego establecidas. Y sino nos gustan tratar de cambiarlas, pero no saltárselas
Por otra parte resulta imprescindible acotar la avaricia de quienes hacen del conocimiento, la ciencia, la disciplina, la docencia… un negocio sin escrúpulos y utilizan cualquier medio para lograr el máximo beneficio. Aunque sea a costa de la credibilidad de todo un colectivo al hacer uso de él para su enriquecimiento delictivo que impacta en la credibilidad de la institución universitaria y de quienes trabajan por prestigiarla. La Universidad y la Docencia, como la Sanidad y la Salud, no pueden ser objeto de negocio ni de prácticas mafiosas.
Sigamos trabajando para que el contexto iberoamericano de Enfermería sea una realidad muy pronto y hagámoslo con la firme determinación del trabajo honrado. Lograrlo no tan solo es posible, sino necesario y es por ello que debemos posicionarnos firmemente ante la impunidad, venga de donde venga y la ejerza quien la ejerza.
Nuestra imagen debe reconocerse sin sospechas o dudas. Necesitamos hacernos visibles por lo que mejor sabemos hacer, prestar los mejores cuidados enfermeros, y no por lo que pretendamos o deseemos lograr a cualquier precio.
Seamos constantes, exigentes, vigilantes, responsables… con nuestra actitud, como la única manera posible para avanzar y construir nuestro espacio de referencia.
No caigamos en la trampa de la estigmatización hacia ningún país pues lo que ahora sucede aquí, mañana puede replicarse en otro de igual manera o en mayor medida. Tan solo desde el convencimiento de lo que somos y lo que aportamos, seremos capaces de vencer las trampas que nos pongan.
Necesitamos reconocer y lograr que se reconozca a nuestras/os referentes, pero debemos hacerlo con la objetividad, el rigor, la firmeza, la fiabilidad y la determinación que nos haga ser dignas/os de confianza y credibilidad. Tan solo con argumentos, evidencias y datos contrastados que impidan cuestionar nuestra demanda. Construir el contexto iberoamericano en las arenas movedizas de la desconfianza nos llevará a que se derrumbe irremediablemente. Hacerlo en la roca de la ciencia y la conciencia enfermeras nos ayudará a lograrlo con seguridad y fortaleza.
Avancemos, con la cabeza bien alta, mirando a los ojos en igualdad de condiciones a todas/os, para que nuestras demandas y nuestros deseos nos ayuden a lograr el objetivo de un Contexto Iberoamericano de Enfermería como el que merecen sus poblaciones.
[1]Periodista, crítico y escritor francés (1885–1970)
[2] Álvaro Franco-Giraldo. Salud global: una visión latinoamericana. Rev Panam Salud Publica. 2016; 39 (2):128-136 https://www.scielosp.org/article/rpsp/2016.v39n2/128-136/#