“La familia no es la sangre. Es la gente que te ama. Las personas que te cuidan la espalda”
Cassandra Clare[1]
Para Rosy Galicia y Erick Landeros de la BUAP por su compromiso con la continuidad de cuidados enfermeros.
El otro día, como tantos otros, iba caminando por la calle absorto en mis pensamientos posiblemente, porque no lo recuerdo, dando repaso a los imponderables del día y los compromisos del mañana, cuando reparé en una valla publicitaria. No fue lo que en la misma se publicitaba como producto de mercado lo que llamó mi atención, pues no fue hasta bastante más tarde cuando reparé en este detalle que paradójicamente debería ser lo que principalmente captase mi atención, algo que no sé si las/os publicitas habrán diseñado para que suceda de esta manera o si, mi observación y mirada enfermera, habrán tenido la culpa de la alteración del orden de preferencias prefijado por las/os autoras/os del citado anuncio.
Sea como fuese y teniendo en cuenta que mi intención no pasa por analizar el efecto de atracción de la publicidad en cuestión, trataré de explicar el por qué de mi atención a propósito del anuncio.
La imagen que ilustra en más de tres cuartas partes la inmensa valla publicitaria y que sirve de cabecera a la presente reflexión, presenta una fotografía en la que un hombre de edad ni muy joven ni muy mayor, constitución física acorde a los cánones actuales de belleza, de nacionalidad no definida aunque de etnia no autóctona, de buena presencia y con una amplia sonrisa mira con afecto y simpatía a un gran perro que sentado en sus cuartos traseros observa atento a su supuesto compañero quien lleva a cabo la labor de limpieza o preparación de verdura en la bancada de una elegante y amplia cocina. Espacio en el que puede observarse igualmente el lugar de descanso y avituallamiento del can en cuestión.
Hasta aquí, más allá de las preferencias por la raza de la mascota en cuestión o la atracción hacia el modelo que corta abstraído el calabacín, más pendiente de su compañero que de la tarea que está realizando, nada destacable. Podría decirse que se trata de un anuncio más de los miles que se exhiben en las calles de nuestras ciudades o pueblos.
Pero, repito, mi mirada enfermera no pudo por menos que analizar la imagen desde una perspectiva diferente a la que, con absoluta seguridad, tenía intención de atraer la atención de potenciales clientes de materiales de construcción la empresa que se publicitaba.
La citada imagen, creo, nos traslada a una realidad social que no sé si está premeditada y cuidadosamente elegida o si se trata de una apuesta por llamar la atención de un determinado sector de población, o si son ambas cosas a la vez. Lo bien cierto es que refleja un determinado y cada vez más frecuente perfil social con, claro está, variables modificadoras en función de escalas económicas y sociales.
El anuncio que utilizo como referencia a mi reflexión, recoge precisamente una de esas nuevas estructuras familiares. No la única, pero si una cada vez más frecuente.
Antes de nada, quisiera analizar algunos datos destacables que considero sirven de argumento a mi posterior reflexión. Por una parte, el número de nacimientos continúa con la tendencia a la baja de la última década, sólo interrumpida en 2014. De hecho, desde el año 2013, el número de nacimientos ha bajado un 24,1% y vuelve a batir un récord a la baja, convirtiéndose en el dato más bajo de la serie histórica, que se remonta a 1941[1], reduciéndose el indicador coyuntural de fecundidad; hasta 1,19 hijos por mujer en 2021, entre los valores más bajos del entorno europeo3. Así mismo y no menos significativo es el hecho de que la edad media de la maternidad se ha elevado por encima de los 30 años, siendo en 2021 de 32,6 años. A ello hay que añadir la incorporación progresiva de la mujer al mercado laboral, de tal manera que la presencia de la mujer en el conjunto del empleo, según datos de 2022, se eleva al 46,2%, 4,9 puntos más que en 2007. En relación con 2007, la mujer eleva su presencia en el empleo en todos los grupos de edad, aunque han sido las mujeres de 55 a 64 años las que más han aumentado su peso en el conjunto del empleo de su grupo etario (en 2022 es 10,5 puntos superior que en 2007), La tasa de ocupación de las mujeres de 16 a 64 años supera el 60% en 2022, cifra máxima de la serie[2].
Así mismo en España, uno de cada cuatro abuelos cuida de sus nietos y dedica un promedio de siete horas diarias para su cuidado. Esta cifra contrasta con la media europea, puesto que, si bien más abuelos se ocupan del cuidado de sus nietos, lo hacen por menos tiempo, cinco horas diarias, lo que incorpora nuevas variables en el cuidado[3].
Por otra parte, la mitad de españoles conviven con una mascota, y ocho de cada diez las considera como parte de la familia, el 74% los incluye en sus fotografías familiares y un 7% les llama hijos, lo que les convierte en ‘pet parent’ (parientes/padres de mascotas)[4] (Figura 1)
Figura 1.
El aumento del número de mascotas es progresivo en España, estando relacionado, entre otras razones, por el cariño y la compañía que aportan estos animales[5]. Esto conduce a que tal como se desprende de la encuesta de presupuestos familiares, del INE, el gasto en “Animales domésticos, productos y servicios relacionados” en los últimos 7 años haya ascendido un 77% de media en España. Esta partida de gasto excluye el gasto en servicios veterinarios[6].
Lo bien cierto es que la estructura familiar tal y como hasta no hace tantos años teníamos identificada producto del nacional catolicismo impuesto por la dictadura de Franco, se ha modificado de manera sustancial. Hemos pasado de las familias tradicionales extensas en las que convivían, en un mismo espacio, tres y hasta cuatro generaciones, a núcleos familiares de una sola generación o a lo sumo de dos compuestas, generalmente, por tres o cuatro miembros. Familias monoparentales/maternales. Familias de parejas diversas. Familias de un solo miembro con compañía o no de mascotas…
Todo ello dibuja una demografía diversa y con unas características específicas que tienen unas consecuencias, directas e indirectas, en el comportamiento social y en la forma en como se da respuesta a la necesidad de cuidados en el ámbito familiar que, durante décadas, ha sido el principal espacio en el que se prestaban. Siendo la familia y en particular las mujeres las que asumían, como respuesta al rol que socialmente se les asignaba, la prestación de los cuidados necesarios a los miembros de la familia tanto sanos como enfermos.
En cualquier caso, me gustaría aclarar que sobre lo que reflexiono en esta entrada, es sobre los cuidados familiares y profesionales y su continuidad. En ningún caso, pretendo cuestionar los cambios en la estructura familiar desde una visión arcaica.
Ese rol de cuidadora asignado tradicionalmente a la mujer por razones de tradición y educación muy ligadas a la cultura judío cristiana dominante en nuestro país, compartida por los países del contexto iberoamericano y alejadas de lo que sucede en contextos como los anglosajones, hizo que la mujer se viese abocada casi irremediablemente a asumir el cuidado denominado, desde mi punto de vista de manera muy poco acertada, como cuidado informal. Pues tal como recoge la RAE informal se refiere al mal comportamiento de una persona, lo que sin duda no se corresponde, en absoluto, con el cuidado familiar prestado mayoritariamente por las mujeres. Así pues, los cambios a los que he hecho referencia están haciendo que el cuidado familiar no sea prestado de manera mayoritaria por miembros de la familia (fundamentalmente madres, esposas, hijas, nueras…) y que se incorporen al mismo personas externas al ámbito familiar que asumen el cuidado como actividad laboral, aunque de manera precaria y/o de economía sumergida, es decir, sin relación contractual formal entre contratante y contratada/o, con los correspondientes efectos legales, sociales, económicos… que de esta situación se derivan. Puestos de trabajo que, por otra parte, son ocupados mayoritariamente por migrantes sin regularización de residencia
Derivado de lo anterior tanto la proporción de cuidados familiares que den respuesta a las necesidades en el ámbito domiciliario de personas con pérdida de autonomía o con dependencia que estaba establecida en unas tasas cercanas al 80% con relación al 20% que prestaba de manera formal el sistema de salud, se están modificando de forma clara y progresiva, lo que obliga a tomar decisiones muy importantes que permitan garantizar la continuidad de cuidados en el mejor espacio terapéutico, como es el domicilio de las personas. De tal manera que se tienen que llevar a cabo estrategias de cuidados que faciliten la articulación y gestión, de manera eficaz y eficiente, de los diferentes recursos familiares, sociales y comunitarios existentes. Desarrollando igualmente iniciativas de atención centrada en las personas cuidadoras que respondan, no tan solo a la prestación de los cuidados que precisan las personas con pérdida de autonomía o con dependencia, sino también a la atención individualizada de las personas cuidadoras identificándolas como receptoras de cuidados para que puedan afrontar con garantías de salud y bienestar los procesos atendidos y no tan solo como co-trabajadoras o ayudantes de las/os profesionales asumiendo aquello que éstas/os no realizan por derivación o por dejación, lo que acaba generando nuevas demandas de cuidados derivadas de los problemas de salud que provoca el cuidado familiar al desencadenar, en muchos casos, la renuncia a las necesidades propias de quienes cuidan, como consecuencia de aspectos tan ligados al cuidado en la mujer como la renuncia, la culpabilidad, la hiper responsabilidad, la falta de auto estima….
Además, y volviendo a la imagen que servía de inicio a mi reflexión, debemos tener en cuenta que emergen nuevos problemas de salud y nuevas situaciones de cuidados como consecuencia de los cambios de una sociedad dinámica, diversa y cambiante que impacta en la configuración de la estructura familiar y hace que se deban tener en cuenta nuevos planteamientos en la planificación de los cuidados, tanto a nivel domiciliario como del sistema de salud.
A nivel domiciliario y teniendo en cuenta la estructura familiar comentada porque no siempre permitirá la existencia de la figura de persona cuidadora familiar o principal por las razones ya expuestas. Porque, aunque puedan existir personas del entorno familiar que fueran susceptibles de ser cuidadoras familiares, estas pueden no querer asumir dicho rol, sin que ello pueda ni deba, en ningún caso, identificarse como un abandono o una pérdida de vínculo afectivo. Porque las condiciones de vivienda hacen que los espacios domiciliarios no siempre puedan cumplir con los requisitos mínimos para garantizar un cuidado de calidad. Porque el individualismo social y la pérdida de solidaridad consecuente minimizan o eliminan las redes sociales de soporte al cuidado. Porque el mercantilismo de la salud hace que los cuidados familiares se incorporen como un nuevo y rentable producto de negocio al que la falta de equidad impide que se tenga acceso universal.
A nivel del Sistema de Salud y teniendo en cuenta el modelo que actualmente impregna al mismo, en el que el cuidado está infravalorado y tan solo es asumido como un subproducto de la asistencia médica, abordar un problema como el que estoy analizando lo único que logra es incorporar elementos de dependencia, de demanda insatisfecha, de demora, de solapamiento entre servicios del propio sistema de salud y de otros organismos (municipales, diputaciones, asociaciones…), de descoordinación entre los diferentes ámbitos de atención (fundamentalmente entre Atención Primaria y Hospitalaria, pero también con servicio sociosanitario), de omisión al entender unos y otros que es, precisamente, a unos u otros a quienes corresponde dar respuesta y finalmente y tal como dice el refranero español, el uno por el otro, la casa sin barrer que acaba, como nos aporta el refranero en que, entre todas la mataron y ella sola se murió.
Por su parte el sistema sociosanitario lamentablemente ni es social ni aporta salud. Un sistema mayoritariamente privado con clarísimas diferencias de calidad en función de los precios pagados por la institucionalización. Con una respuesta pública pobre, mal estructurada, peor dotada, con una organización arcaica en la que el cuidado se reduce a la estancia hostelera en condiciones muchas veces deplorables, con una concepción vejatoria de lo que debería ser la atención a las personas adultas mayores centrada en sus necesidades y no tan solo en las de quienes deciden ingresar a sus familiares para poder dar respuesta a sus necesidades personales y/o familiares. Con una ausencia casi absoluta de coordinación con otros dispositivos o recursos comunitarios. Todo lo cual dibuja un panorama desalentador y dramático que se pudo constatar de manera muy cruel durante la no tan lejana, aunque ya olvidada pandemia de la COVID 19.
La soledad no deseada es otra de las consecuencias de este cambio social de la que tanto se habla ahora, pero ante la que nadie, o muy pocos, hace mucho o nada. Volver a plantear la soledad desde la perspectiva patogénica habitual es incorporarla en el circuito del asistencialismo, la medicalización y la cronificación que limitan o impiden los abordajes integrales, transdisciplinares e intersectoriales que precisa. Patologización que coadyuva al edadismo y la obsolescencia programada en una sociedad hedonista, centrada en la eterna juventud y dando la espalda a la muerte por entenderla y venderla como un fracaso desde el modelo medicalizado que se perpetúa sin que nadie parezca querer cambiarlo.
Una imagen como la del anuncio comentado que debería hacernos reflexionar, sobre todo a las enfermeras, en el necesario liderazgo de cuidados que tenemos que emprender e imponer. Un liderazgo transformador y radical a la actual respuesta formal del sistema de salud y de la rancia y trasnochada tradición judío cristiana en la que se circunscribe el cuidado casi exclusivamente al ámbito doméstico desde los mismos planteamientos de un pasado nostálgico al que algunas/os se empeñan en transportarnos de nuevo. Impidiendo respuestas eficaces y eficientes, al mantener una defensa a ultranza, interesada y oportunista del actual modelo de asistencia y prestación de cuidados que tan solo obedece a intereses corporativos de los lobbies de presión y de egocentrismo disciplinar incapaz de separar la vista de sus ombligos, que no dejan de ser una cicatriz visible pero inservible de aquello que en algún momento fue una vía de relación profesional, afectiva y vital con la ciudadanía.
Sino actuamos pronto este y otros anuncios serán, además de reclamos publicitarios, indicadores muy fiables de los cambios sociales y sus consecuencias para la vida de quienes, más allá del consumismo que persiguen los mismos, requieren de respuestas de cuidados saludables, de calidad y calidez.
Seguir mareando la perdiz con el discurso demagógico de la necesidad de humanización mientras se continúa dando la espalda a necesidades tan cercanas, reales y presentes como la prestación y continuidad de cuidados que precisamente imprimen humanización a la atención, es un ejercicio hipócrita y cínico que acaba fagocitando las citadas necesidades como consecuencia de los caducos modelos sanitaristas del contexto iberoamericano.
[1] https://www.animalshealth.es/animaladas/nacimientos-espana-siguen-minimos-historicos-2023-registran-mas-mascotas-ninos
[2] www.mites.gob.es/ficheros/ministerio/sec_trabajo/analisis_mercado_trabajo/situacion-mujeres/Mujeres-y-Mercado-de-Trabajo-2022.pdf
[3] https://www.cuidum.com/blog/abuelos-que-cuidan-nietos/#:~:text=En%20Espa%C3%B1a%2C%20uno%20de%20cada,menos%20tiempo%2C%20cinco%20horas%20diarias.
[4] https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2024-03-23/datos-mundo-mascotas-espana-pet-parent_3853414/#:~:text=Un%20mercado%20en%20auge&text=%E2%80%9CEl%20sector%20seguir%C3%A1%20creciendo.,los%20hogares%20tienen%20una%20mascota.
[5] https://www.lavanguardia.com/mascotas/20230216/8761225/mas-perros-gatos-casa-crece-numero-hogares-espanoles-coge-mascota-pmv.html
[6] https://zarabanda.info/el-gasto-en-mascotas-ha-aumentado-mas-de-un-70-en-espana/
Difinitivo el rol cuidado desde la mirada enfermera es dimensional…
Y no podemos estandarizar el cuidado…
Este no está peleado con la técnica…
Interesante entrada.
Estimado amigo, sin duda alguna, la revolución natural de las ciencias y los cambios sociales, se deben de considerar para ajustarnos a la realidad del cuidado. Ya no es lo que tradicionalmente nos enseñaron en la formación profesional de enfermería, estoy seguro que es un cambio de paradigma. Por consecuencia, estamos en crisis. Pero no es una situación que nos deba colocar contra las cuerdas, porque nuestra profesión, siendo más importante del mundo y de la historia, tiene las suficientes competencias para dar cuidados con y a pesar de las multiculturalidades, formas de pensamiento, cambios epidemiológicos, avances tecnológicos y rezagos en materia de salud.
Te agradezco querido amigo la reflexión y te agradezco la dedicatoria, mis perrhijos te mandan saludos. Naty yo te admiramos, te queremos y te respetamos mucho. El día de hoy tendré una conferencia de Liderazgo acá en tierras mexicanas, y si duda, voy a contar de ti.
Atentamente. Erick Landeros-Olvera