“En la contraposición de los cuentos de hadas y la realidad, prevalece el cuento de hadas, para la opinión pública ella siempre será más que yo.”
Emerald Lilly Fennell[1]
Me despedía en mi última entrada en el Blog con la esperanza de que, al regreso de las vacaciones, las sensaciones, los posicionamientos, la realidad fuesen diferentes a lo vivido últimamente. Sin embargo, nuevamente, la realidad es tozuda y nos sitúa en el lugar que algunos se empeñan, con todas sus fuerzas, en que no se modifique lo más mínimo de aquella que han construido, de manera absolutamente distorsionada para adaptada a su exclusivo interés.
Cuando esto ocurre, además, utilizando la salud y a la población que tiene derecho a la misma, como elementos de exclusividad, de manipulación, de engaño e incluso de chantaje, el resultado es un deterioro evidente de aquello que, precisamente, dicen defender como garantes únicos de la misma.
Esta situación, que no es nueva, se está repitiendo en los últimos días como respuesta a la reciente publicación en el BOE de la “Resolución de 9 de agosto de 2024, de la Dirección General de Salud Pública y Equidad en Salud, por la que se valida la Guía para la indicación, uso y autorización de dispensación de medicamentos sujetos a prescripción médica por parte de las/los enfermeras/os: infección de tracto urinario inferior no complicada en mujeres adultas”[2], como continuación a otras guías ya publicadas en este mismo sentido y que tal como recogía el principal medio de comunicación escrita en España, EL PAÍS[3], la población lo valoraba, no tan solo con absoluta normalidad sino como una “gran noticia” que facilitaría el acceso y la calidad de la atención. Sin embargo, los médicos, fundamentalmente a través de sus autodenominados máximos representantes en los Colegios profesionales, se han revuelto con rabia, indignación, ira y mucho desprecio hacia quienes dicha norma regulariza la capacidad y competencia de prescripción de medicamentos y productos sanitarios, las enfermeras, argumentando que la citada prescripción es de su exclusiva competencia. Premisa que en sí misma es un absoluta y rotunda mentira que tan solo persigue generar alarma entre la población. Porque la prescripción es una competencia de otros profesionales de la salud como los odontólogos o los podólogos, a los que con su burda afirmación están situando en idéntica y falsa ilegalidad.
Pero esta maniobra ya ha venido siendo utilizada de manera reiterada en otros muchos casos o situaciones en los que consideran que se ve mermado o amenazado su poder y su protagonismo. Los argumentos que esgrimen en sus manifiestos, más cercanos a panfletos dado su carácter difamatorio y agresivo, se sustentan en el alarmismo, el sensacionalismo. el miedo, el victimismo… sin mayor fundamento que la capacidad de difusión derivada de un poder desde el que se han dedicado, de manera sistemática, a atacar a todo aquel o aquello que identifican como una amenaza a su supremacía científico profesional de la que, por otra parte, se han querido hacer exclusivos valedores y propietarios. De tal manera que nada ni nadie puede evolucionar si no cuentan con su permiso, aunque ellos sean capaces de fagocitar, con idénticos planteamientos, cualquier competencia, actividad o acción que consideren contribuye a aumentar su poder y debilitar la de quienes consideran enemigas/os, que no compañeras/os.
Esta estrategia, sin duda, les ha funcionado durante muchísimo tiempo. No se les puede negar su depurada técnica y su permanente constancia ayudada, eso sí, por políticos y medios de comunicación que han actuado como valedores y difusores de sus causas, respectivamente. Ello ha permitido, fundamentalmente, que la población, aunque también algunas/os de sus supuestas/os enemigas/os que se alían con sus postulados más por interés o miedo que por convicción, hayan creído sus cantos de sirena. De tal manera que se han creído lo de su exclusividad y lo de que todos los demás profesionales no son más que piezas útiles pero prescindibles para su magna misión de curación.
Con su estrategia ha pasado como con los cuentos infantiles que durante muchos años han sido contados, transmitidos y admitidos como válidos y valiosos para las niñas/os a pesar de que su contenido esté plagado en muchos casos de machismo, violencia, discriminación, clasismo… De tal manera que la literatura infantil ha tenido que adaptarse a la evolución y la realidad social erradicando de sus contenidos todos aquellos tópicos y estereotipos creados a lo largo del tiempo como una verdad irrefutable que contribuía a crear en la infancia una realidad distorsionada, manipulada y falsa que tan solo se refería a ciertos sectores privilegiados de la población que se consideraba eran los únicos que tenían valor y valores.
Los príncipes azules, los héroes invencibles, los reyes poderosos, las brujas perversas, las doncellas solícitas, las dóciles sirvientas… como protagonistas de unas relaciones de poder, acoso, odio, violencia y moralejas costumbristas y aleccionadoras de una cultura opresiva y represiva, dejan paso a unos relatos de equidad, igualdad, libertad, respeto… que permitan la reflexión, el pensamiento crítico, la curiosidad, la creatividad.
Sin embargo, los médicos o cuanto menos aquellos que dicen representarles, no se aplican el cuento y siguen creando argumentos de conflicto, enfrentamiento, descrédito… con el único objetivo, no nos engañemos ni nos dejemos seguir engañando, de mantener el estatus de privilegio que se han creado logrando que gran parte de la población asuma como cierto e invariable. Para ellos no vale el dinamismo, la innovación, la evolución, la adaptación… tan solo conservar privilegios a costa del inmovilismo.
Todo ello justifica las furibundas reacciones que se están produciendo con relación a la denominada prescripción enfermera que, considero, no es la denominación más acertada. Sino se habla de prescripción podológica u odontológica, por qué debe hablarse de prescripción enfermera, ni tan siquiera de prescripción médica. El problema está, nuevamente, en la exclusividad que se atribuyen los médicos sobre ella. Ya pasó, en su momento, con el diagnóstico que también esgrimían de su absoluta propiedad y que en la actualidad se asume con naturalidad que el diagnóstico trata de recoger y analizar datos para evaluar problemas de diversa naturaleza por parte de muy diferentes profesionales.
La naturaleza de la prescripción, por otra parte, viene a sustentar lo dicho hasta ahora. Teniendo en cuenta que según la RAE prescribir es preceptuar, ordenar, determinar algo, recetar u ordenar un remedio, podemos identificar como encaja en la imagen de poder, desde el que se ordena o impone, a la que hacía referencia.
Antes de que surgiera este absurdo, irracional y oportunista debate, las enfermeras ya consensuaban indicaciones. Porque cuando una enfermera consensua con una persona la realización de actividad física o la adecuación de una alimentación saludable, o la utilización de un recurso comunitario, o el afrontamiento ante un problema de salud… entre otras muchas, las enfermeras no están prescribiendo, sino indicando, desde el consenso que no de la orden o la imposición, aquello que se entiende puede dar mejor respuesta a los problemas de salud.
Por tanto, parecería más lógico y coherente que se planteara modificar la denominación de prescripción por la de indicación en referencia a cualquier propuesta por parte de profesionales de la salud en su relación con las personas a las que atienden. Lo contrario supone una relación desigual basada en el poder de unos y la sumisión de otros.
Pero nada de esto parece que vaya, ni tan siquiera, a ser contemplado por quienes siguen anclados en la tiranía de su ciencia, que se separa de las ciencias de la salud, por entender que la suya es otra cosa que, lamentablemente, no son capaces de explicar, concretar ni mucho menos fundamentar, pero que tienen la habilidad y el poder, para que sea admitida por académicos, profesionales y políticos con absoluta naturalidad.
En unos momentos en los que los problemas del sistema de salud derivan en una merma de la calidad de la atención que, por otra parte, se empeñan en hacernos creer que viene determinada por la falta de médicos, plantear un rechazo como el que están haciendo en relación a la indicación de medicamentos por parte de las enfermeras es no tan solo un claro engaño a la población, sino una maniobra para perpetuar sus argumentos de presión asistencial, que obedecen fundamentalmente a problemas de organización y estructurales que nadie afronta con la determinación, valentía y coherencia que precisan.
Argumentar que se debe prohibir la prescripción enfermera “por el grave riesgo que supone para la seguridad de los pacientes”, tal como hace el Presidente del Consejo de Colegios Médicos de Castilla y León[4], es mezquino, pero sobre todo, es absolutamente falso y malintencionado.
La incorporación de las enfermeras en el proceso de indicación de medicamentos tanto para procesos que realizan de manera absolutamente autónoma, como la atención a problemas de la piel, la incontinencia, las ostomías… como para aquellos que se realicen de manera colaborativa con los médicos a través de guías o protocolos que, cabe recordar, han sido consensuado con ellos mismos, disminuiría la presión asistencial que utilizan tan vehementemente como excusa para la generación de listas de espera o de la presión asistencial. Facilitaría el control y adherencia de los tratamientos. Disminuiría la demanda insatisfecha generada por la actual situación en la Atención Primaria principalmente. Facilitaría la optimización de la actividad enfermera y su relación con la población erradicando la interesada imagen de dependencia con los médicos que se empeñan en querer mantener. Disminuiría costes de atención y aumentaría la eficacia de los tratamientos, entre otros muchso beneficios.
Porque las enfermeras, tanto en el grado como en el posgrado y en la especialización, adquieren competencias específicas para afrontar con garantía, calidad, eficacia y eficiencia esta denominada prescripción enfermera.
En cualquier ámbito, pero mucho más si cabe en la salud, nadie es imprescindible y muchos son necesarios. Tal como me decía mi iaia Anna (abuela), “xiquet, els cementiris són plens d’imprescindibles” (nene, los cementerios están llenos de imprescindibles).
Situaciones como las descritas es necesario que dejen de producirse si, realmente, queremos que la sanidad y la salud adquieran trascendencia social y dejen de ser, como hasta ahora, tan solo o principalmente elemento de presión, interés, oportunismo o un poco de todo ello.
Para que llegue a ser una realidad y no tan solo un cuento, una ficción o una utopía, se requiere al menos:
Que los médicos dejen de creerse los protagonistas únicos y exclusivos del sistema sanitario y participen activa y colaborativamente en la construcción de la salud comunitaria de las personas, las familias y la comunidad. Hacerlo no les va a restar, sino todo lo contrario, notoriedad e importancia, pero les situará en un plano de naturalidad y normalidad que se resisten a ocupar.
Que las enfermeras dejen el papel de víctimas y asuman con determinación y decisión las competencias que les corresponden tanto de manera autónoma como de transdisciplinar con el resto de profesionales de los equipos. Seguir ancladas en la dependencia, el temor, la duda permanente, no contribuye a mejorar la salud de la comunidad y perpetúa los sistemas mediocres de atención al tiempo que impide la evolución científico profesional de la enfermería.
Que el resto de profesionales de los equipos identifiquen su papel en el seno de los mismos y contribuyan al necesario trabajo transdisciplinar que se centre en las necesidades y demandas de salud de las personas.
Que los políticos identifiquen y trabajen por la salud de la población sin las presiones de los lobbies de poder profesionales o económicos, para lograr la mayor equidad, accesibilidad y calidad. Que afronten los cambios legislativos que sobreprotegen a algunos y dejan en la indefensión a otros.
Que la población abandone su dependencia tanto del sistema como de sus profesionales y asuma su participación activa en la toma de decisiones, para lo que resulta fundamental que deje de someterse a la influencia de ningún grupo profesional. Tan solo desde su plena autonomía será posible lograr una salud comunitaria y una salud pública que respondan a sus necesidades.
Que los medios de comunicación sean capaces de desprenderse de la fascinación médica para identificar la importancia de la salud de manera integral y no tan solo como el producto finalista de un solo colectivo, a través de mensajes absolutamente distorsionados y alejados de la realidad social en la que vivimos.
Si todos ponemos de nuestra parte podemos construir una salud colectiva y participativa a través del consenso y el respeto. De lo contrario seguiremos con la mentira del cuento de los poderosos y sus súbditos, y la salud seguirá siendo tan solo una quimera disfrazada de curación heroica como rancia moraleja del mismo. Como dijera Alfred Adler[5] “Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa”.
[1] Actriz, guionista, productora, directora y autora británica (1985).
[2] https://acrobat.adobe.com/id/urn:aaid:sc:EU:81c1593c-3677-4f05-a5f8-b8d7e33a9207
[3] https://elpais.com/sociedad/2024-08-24/las-enfermeras-podran-recetar-antibioticos-para-la-cistitis-ahora-tengo-que-ir-a-urgencias-y-esperar-horas-con-un-dolor-fortisimo.html
[4] https://www.lagacetadesalamanca.es/salamanca/colegios-medicos-castilla-leon-piden-sacyl-aplique-20240829193120-nt.html
[5] Psicoterapeuta austriaco (1870.1937)