EL CAMBIO DE MODELO El liderazgo Iberoamericano enfermero

“Si no te gusta algo, cámbialo. Si no puedes cambiarlo, cambia tu actitud”

Alan Cohen[1]

 

En mi reciente visita a México he tenido la oportunidad de compartir experiencias y conocimiento con enfermeras docentes, gestoras y asistenciales, así como con estudiantes de enfermería, en este caso, de la Universidad de Sotavento, adscrita a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la localidad de Coatzacoalcos del estado de Veracruz. Una enriquecedora experiencia que me ha permitido aproximarme, aún más, a una realidad enfermera que no dista, más allá de las lógicas diferencias del contexto en que se ubica, de la realidad de otros países de Iberoamérica que tengo la inmensa fortuna de conocer y de los que aprender y aprehender.

Ni tan siquiera los sistemas sanitarios en general y el sistema sanitario mexicano en particular, tiene diferencias sustanciales con los de otros países iberoamericanos. Comparten idénticas características y adolecen de las mismas virtudes que la gran mayoría de los sistemas. Con sutiles diferencias que no permiten identificar la excelencia de ninguno de ellos. El hospitalcentrismo, la dependencia, el paternalismo, el asistencialismo, el modelo patogénico… son señas de identidad plenamente reconocibles. El protagonismo sanitarista, la ausencia de participación comunitaria, la estandarización, la deshumanización… son, igualmente lo que les asemeja en su capacidad resolutiva y en la satisfacción que generan, al tiempo que comparten la clara caducidad de sus respuestas a las necesidades de la población a la que, supuestamente atiende, pero a la que únicamente asisten.

Existe, eso sí, una preocupación compartida por impulsar y desarrollar la Atención Primaria de Salud (APS). El problema viene determinado por el hecho de que dicha preocupación no se traduce en respuestas que supongan un cambio real de modelo. Básicamente porque cambiar el modelo de APS sin llevar a cabo cambios radicales en los Modelos Sanitarios en los que está integrado y que impregnan su organización y funcionamiento, tan solo son intentos fallidos, y no siempre bienintencionados, de cambio. Maquillajes que no son capaces de ocultar las carencias e intervenciones estéticas que no corrigen su deterioro, pero que, al menos, sirven a las/os políticas/os para distraer la atención y vender su supuesta voluntad de cambio, pero sin que la misma implique tomar decisiones valientes que realmente consigan generar el cambio necesario y deseado que, finalmente, queda enmarcado en nuevos fracasos o en intentos tan débiles como fallidos que acaban trasladando la decepción a la población y la desilusión a las/os profesionales.

Así pues, las preguntas que se me trasladaban hacían referencia, por una parte, al interés por conocer la realidad de la que consideran una situación “ideal” en España y, por otra, la de tratar de obtener respuestas que permitan el cambio deseado. Como si yo tuviese la “varita mágica” para que dichos cambios se pudiesen hacer reales con un toque de la misma o, como si mis respuestas pudieran despejar las tinieblas o iluminar el camino, a través de ellas, para lograrlos. Nada de ello, lamentablemente estaba en disposición de ofrecerles por razones obvias y evidentes. Tan solo el análisis, sereno, el pensamiento crítico, la reflexión y la experiencia de muchos años me permitía identificar y describir las debilidades y amenazas de la APS y compartir las fortalezas y oportunidades desde las que poder generar el citado cambio. Pero, evidentemente, esto no era suficiente para satisfacer su curiosidad, su interés y sus ganas por producirlo y ser, al mismo tiempo, artífices, cuando no líderes, del mismo.

En base a todo ello, lo que sí me gustaría destacar es la todavía arraigada y manifestada creencia de que México, al igual que otros países latinoamericanos, son auto considerados como tercer mundo o, en el mejor de los casos, países en vías de desarrollo. Cuestión que, sí merecía una respuesta firme por mi parte en el sentido de despejar dicha creencia por tratarse de una etiqueta que el denominado primer mundo, y en concreto los poderes fácticos y de poder que lo generan, trasladan como estrategia de subsidiariedad y sumisión de los primeros sobre los segundos. Este planteamiento de partida, supone en sí mismo, un punto de desigualdad tanto en el análisis de la situación como en la capacidad por identificar sus capacidades de respuesta. Algo que es totalmente falso. Son muchas las fortalezas y oportunidades con las que cuentan, pero como sucede con sus recursos naturales tienden a ser otros quienes los explotan, en base a esa supuesta supremacía que otorga el orden numeral en que quedan clasificados los países. Orden según el cual, por tanto, se establecen capacidades de desarrollo y de subsidiariedad que limitan finalmente, no tan solo sus acciones de mejora sino la identificación de los valiosos recursos propios con los que cuentan y que acaban por diluirse en el olvido con todo lo que ello representa. Un ejemplo claro es el gran potencial cultural, científico, profesional… que representan los procesos participativos de larga tradición que por la influencia de quien se identifica y asume como dominante, en base a la creencia y naturalización de su pertenencia al primer mundo, se van abandonando como elemento singular, específico, positivo y vertebrador, en favor de un asistencialismo centrado en la enfermedad y la técnica y alejado sistemática y progresivamente de la salud, el cuidado y su promoción. Quedando la Atención Comunitaria relegada a una etiqueta interesada y oportunista, pero con nulo sentido real. Pero, sobre todo, de espaldas a la comunidad, que se sigue identificando tan solo como un simple sumatorio de individuos a quienes no se les permite tomar decisiones sobre sus procesos de cuidados, salud, enfermedad o atención. Individuos a quienes se les niega su identidad como personas al etiquetarlos por sus enfermedades -diabéticos, hipertensos, hiperlipidémicos…- o lo que aún es peor, como usuarios/clientes en una relación mercantilista en la que se ignora la que se considera la principal premisa de relación con dichos clientes. Según la cual éstos siempre tienen la razón. Porque es evidente que en esa relación imperfecta entre clientes vs personas y la empresa sanitaria que les asiste, éstos no tienen capacidad alguna de intervención, participación y mucho menos de toma de decisiones, al ser y actuar tan solo como sujetos pasivos.

Ante estos planteamientos tan solo queda la posibilidad de intentar despejar las incógnitas que se presentan en una ecuación que se pretende no sea resuelta para mantener las bases del modelo caduco que impregna a los Sistemas Sanitarios y por extensión a la APS. Y para despejarla, lo primero es que se despojen de ese sentimiento de subsidiariedad y recuperen la autoestima que permita situarlos como activos potenciales de cambios transformadores. Situarse en un mismo nivel que corrija los artificiales órdenes de clasificación de países que permita desarrollar acciones globales que trasciendan fronteras y, sobre todo, contrarresten las presiones de quienes, desde el inmovilismo y el conservadurismo político, profesional, disciplinar y científico, tratan de impedir cualquier intento de cambio real. Abandonar la visión telescópica con aportaciones comunes para todas las personas con enfermedad, con los mismos consejos y los mismos recursos, que conducen a la estandarización, desde la que resulta imposible identificar las necesidades sentidas y reales de las personas. Planteando una visión calidoscópica con aportaciones únicas para cada persona, con realidades diversas, en entornos múltiples y con necesidades de aprendizaje diferentes, que exigen respuestas diversas y adaptadas a la individualización de la atención. Rompiendo barreras disciplinares que permitan superar las separaciones tradicionales entre conocimiento básico y aplicado como paso previo para trabajar desde la transdisciplinariedad para establecer y concretar colaboraciones que vayan más allá de la coordinación de interacciones entre diferentes disciplinas cuyo objetivo sea trascenderlas, moviéndose así más allá de los límites o barreras competenciales disciplinares. Promocionando habilidades para gestionar la atención centrada en la persona, realizando tareas complejas o generar la necesaria cultura positiva del trabajo[2].

Todo lo cual permita construir una APS centrada en los territorios desde una perspectiva de salud global como la planteada por el Dr. Álvaro Franco[3] en la que se identifiquen e integren nuevos actores en el contexto de una ciudadanía global cuyo eje de actuación se concrete en la justicia global y la equidad para hacer frente a la desigualdad social desde una nueva conciencia global y de participación ciudadana, en el contexto iberoamericano, desde un enfoque holístico en el marco de un sistema global de salud que facilite un efecto, igualmente global. Para ello resulta fundamental hacer frente a los constantes desafíos y retos, como las amenazas globales por el cambio climático, los desastres naturales, los conflictos y guerras; la falta de inversión en salud; los sistemas de información anticuados; las tendencias demográficas o las inequidades y falta de acceso, entre otros.

Reorientando los sistemas sanitarios hacia la APS como elemento vertebrador de la atención a la salud, los cuidados y las necesidades sentidas de la población. Un APS en la que los centros de salud den sentido y coherencia a su denominación como un recurso más, que no exclusivo ni muchas veces central, de la comunidad de la que forman parte. Siendo ejes generadores de salud del sistema en que se integran y de diálogo, coordinación y vertebración de los recursos comunitarios, de la comunidad a la que pertenecen.

Para ello es urgente reinventar nuestras instituciones educativas y organizaciones de salud y fortalecer la promoción de la salud y la salud pública para los desafíos actuales y futuros, que promocionen y fomenten el empoderamiento personal, comunitario y organizativo como paso previo a la corresponsabilidad de la población en salud a través de la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado.

Una APS en la que las/os profesionales abandonen los nichos ecológicos/zonas de confort en que convierten sus consultas o los espacios de los centros de salud. Saliendo a la comunidad donde la gente trabaja, convive, estudia, se divierte…para establecer alianzas y colaboraciones interprofesionales y entre sectores que permitan dar respuestas integrales, integradas e integradoras que logren mantener sanos a los sanos a través del trabajo compartido, pero también del desarrollo de investigaciones que se alejen de la exclusiva y excluyente visión positivista para desarrollar investigaciones en las que las personas dejen de ser sujetos pasivos objeto de investigación, como si de tubos de ensayo se tratasen, para pasar a ser sujetos activos y proactivos de las investigaciones previamente consensuadas a través de metodologías como la Investigación Acción Participación (IAP) en un ciclo interactivo de construcción de alianzas comunitarias y confianza, que identifique los problemas de salud desde la observación y la reflexión.

Pero claro, todo esto, requiere de un cambio de visión por parte de las universidades iberoamericanas sin el que el cambio no será posible. Y es que, la educación se erige como la piedra angular en la formación de enfermeras competentes y adaptables en entornos en constante evolución que requieren de nuevas miradas, pero también de transformaciones profundas, cuando no radicales, que permitan formar enfermeras que las lideren.

Seguir con los actuales planes de estudio anclados en el paradigma biomédico-tecnológico que forma las enfermeras técnológicas que demandan los actuales sistemas sanitarios, tan solo nos lleva a la intrascendencia y a la incapacidad para responder como de nosotras cabría esperar.

La Salud Pública y la Promoción de la Salud deben ocupar el centro de los programas de todos los profesionales de la salud y muy particularmente de los de las Enfermeras. Incorporando competencias que permitan utilizar eficazmente el Big-Data y la Inteligencia Artificial -no se trata de excluirlas sino de saber cómo utilizarlas para mejorar la atención profesional de cuidados enfermeros- Siendo expertas en tecnología digital y al mismo tiempo ágiles y compasivas culturalmente. Resolviendo problemas en base a pruebas y datos científicos. Desarrollando la comunicación intersectorial y la construcción de consensos. Liderando y trabajando en equipos diversos. Adquiriendo habilidades interpersonales. Siendo ágiles, flexibles y resilientes. Comprometiéndose con la inclusión, la diversidad, la equidad y la justicia, no como una opción sino como una obligación ética y estética. Actuando desde los determinantes sociales, pero también desde los determinantes morales en salud.

Esta es la respuesta que di desde el respeto a la diversidad y la admiración a la capacidad de respuesta en entornos complejos. Desde una visión que entiendo compartida y al mismo tiempo divergente. Desde una visión integral que contribuya a identificar necesidades comunes y específicas. Desde un compromiso por y con la sociedad global iberoamericana que permita generar un espacio abierto, dinámico, rico, multicultural… en el que desarrollar estrategias de liderazgo transformador para provocar los cambios, pero sin alterar totalmente todas las características esenciales de los actuales modelos. No se trata de entrar como elefante en cacharrería, pero sí de ordenar la cacharrería actual de los sistemas sanitarios.

Asumiendo, como enfermeras, la responsabilidad, de ser creativas, innovadoras, proactivas, asertivas, arriesgadas, optimistas y luchadoras por una sociedad más saludable, solidaria, autónoma y feliz. Procurando un liderazgo que sea capaz de dar respuestas exitosas a los retos del contexto iberoamericano y que, en razón de su integridad y de sus compromisos con los equipos en los que trabajen, logren la adhesión a dichos objetivos que no son de nadie por ser de TODAS/OS.

Este fue mi compromiso con las enfermeras de México y por extensión de Iberoamérica. Un compromiso de gratitud, de confianza, pero también de firmeza y esperanza en que pueda ser una realidad colectiva enfermera que aporte salud global.

[1]  Escritor y coach estadounidense.

[2] Perez-Cuevas, Ricardo; Savedoff, William D.; Nigenda, Gustavo; Vladislavovna Doubova, Svetlana; Sorio, Rita; Dal Poz, Mario. Toward the Future of Healthcare Workers: upcoming trends and challenges. IDB TN 2706 Inter-American Development Bank, 2023

[3] Álvaro Franco-Giraldo. Salud global: una visión latinoamericana. Rev Panam Salud Publica. 2016; 39 (2):128-136

EL PODER DE LAS PALABRAS Cómo se definen y entienden

                                                                                   “El verdadero significado de las cosas se encuentra al tratar de decir las mismas cosas con otras palabras.

Charles Chaplin[1]

 

He comentado ya en alguna ocasión la fascinación irrefrenable que nos genera todo aquello que viene del ámbito anglosajón. Parece que el simple hecho de venir de esos países de habla inglesa o que lo que venga de ese u otros países esté escrito en inglés les dé marchamo de calidad.

Pero más allá de esta fascinación tan irracional, hay otro hecho que viene a distorsionar la realidad. Se trata de las traducciones que del inglés de realizan.

La primera y más conocida y naturalizada, profesional y socialmente, es la no menos mala, interesada y engañosa traducción del término “Doctor” utilizado en inglés para referirse a los médicos, pero que no se asimila al término “PhD”[1] que hace referencia al grado académico de doctor. De esta manera han hecho suyo, de manera excluyente, un término que no se corresponde con nuestra cultura académica y científica, de tal manera que se atribuyen algo que ni son, ni les corresponde por el simple hecho de ser médicos. Pero ante esto ni se ruborizan, ni consideran que estén haciendo ningún uso indebido. Simplemente se aprovechan de ello. Imaginemos su reacción, si otra disciplina hubiese hecho tamaña tropelía. Por su parte las administraciones, instituciones y organizaciones lo refuerzan con su naturalización. Paradójicamente, la misma naturalidad con la que se resisten a que otras disciplinas de diferentes ámbitos, pero con especial incidencia en el de la atención, utilicen el término que, por derecho (por tener el grado académico de doctor), les corresponde.  

Así mismo pasó, por ejemplo, con la famosa medicine evidence based practice que se tradujo al castellano como medicina basada en la evidencia, lo que provocó no pocas controversias sobre su validez. Según el modelo de la comunicación de Roman Jakobson el lenguaje científico debe ser referencial, monosémico y denotativo y, por tanto, no interpretable[2].

El uso impreciso del lenguaje en las ciencias de la salud va más allá del purismo lingüístico, puesto que puede originar confusiones graves. Son numerosos los errores en la comunicación científica. Uno de los principales factores es la hegemonía del inglés en el campo científico a la que hay que añadir las inexactitudes lingüísticas, derivadas de las malas traducciones, que tienen mucho que ver con «falsos amigos»[3]. Por otra parte, como suele ser habitual, la mimetización se impone y se asimila el término a los de “Atención Basada en Evidencia” o “Enfermería Basada en Evidencia”, entre otros, replicando y reforzando el error inicial de la mala traducción y lo que la misma supone, pues no se puede pretender que el sentido común sea quien corrija o mejor adapte el concepto de lo que inicialmente está mal expuesto.

El término inglés evidence ha sido erróneamente traducido como «evidencia». Tal como ya han planteado numerosos autores[4], [5], [6]. Evidence significa «fundamento para una creencia o incredulidad, información sobre la que se basa la prueba o se establece la verdad o falsedad»[7], mientras que en español «evidencia» se define como «certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar»[8]. Por tanto, queda calo que ambos términos expresan conceptos muy diferentes. A pesar de ello, no se ha llegado a un consenso sobre cuál debe ser la palabra o palabras más ajustada/s para traducir evidence based medicine.

Términos propuestos como «indicios», «signos», «datos», «pruebas», «hechos indicativos», «datos sugestivos», «señales» y en el contexto legal «prueba», «testimonio» y «declaración» no han suscitado entre la comunidad científica suficiente aceptación.

El término «hallazgo» incluye las definiciones de «cosa hallada», y «acción y efecto de hallar». Por tanto, este término tiene la ventaja de eliminar las connotaciones de contundencia o grado de certeza de lo mostrado, otorgando un valor neutral, y más acorde al concepto de evidence. De hecho, ha sido una de las traducciones propuestas en el campo científico.

Por otra parte, la traducción de “based” como basado, tampoco es correcta, pues dicho término se define como «fundamento o apoyo principal de algo». Sería, pues, más correcto hablar de sustentado.  Aludir a sostén o apoyo, sin la connotación de principal, se aproxima mucho más a la filosofía y definición de la EBM, al sustentarse en los hallazgos científicos disponibles, pero con este término se amplían las opciones al entender relevantes otros aspectos, como la experiencia, el juicio profesional e incluso la importante opinión de las personas atendidas, a la hora de tomar decisiones.

Por tanto, la mejor acepción sería la de «medicina sustentada en hallazgos científicos». Pero, una vez más, el pragmatismo de la falsa concreción o simplificación choca con lo correcto.

En este mismo sentido podríamos enumerar otras desafortunadas traducciones que se alejan del sentido real de lo que se pretende decir o explicar. Pero, hay una en particular, que me resulta muy lacerante por lo que significa y trasciende. Me estoy refiriendo al término “Primari Health Care” traducido como Atención Primaria de Salud (APS).

Se trata de una nueva mala traducción, ya que el término original tiene una connotación de lo fundamental, esencial y prioritario (primary) y no de primario que, si bien en una de sus acepciones en el diccionario de la RAE recoge como principal, tiene también el significado de primitivo, rudimentario, tosco, rudo, atrasado. Por otra parte, se anula/sustituye la traducción de “care”, que no ofrece dudas en su traducción como cuidados, siendo suplido por el término, más ambiguo y confuso de Atención[9].

Así pues, la mejor traducción sería «cuidados fundamentales en salud» o «cuidados esenciales en salud». Pero dichas traducciones parece que resultan sospechosas de asimilarse a las enfermeras por la utilización del término cuidados. Al menos no se tradujo como Asistencia Médica Primaria, como posiblemente alguien plantease.

En cualquier caso, confundir la utilización del término cuidados como un intento de colonización enfermera es, no tan solo una torpeza, sino un claro despropósito. Aquí cabe hacer mención al refrán español que dice que se cree el ladrón que todos son de su condición.   

Para empezar los cuidados no son patrimonio exclusivo ni de las enfermeras ni de nadie en particular. Los cuidados son patrimonio universal de la humanidad, ya que cuidar es un hecho inherente a la fragilidad humana que justifica su existencia sin otorgarle propiedad alguna a nadie de manera individual o colectiva. Otra cosa bien diferente es cuando hablamos de cuidados profesionales y en concreto de cuidados profesionales enfermeros que son competencia de las enfermeras. Sería bueno que no se confundan las churras con las merinas y mucho menos, como hacen algunos, con las meninas.

Así pues, sospechar que existe una amenaza manifiesta de capitalización de algo que va mucho más allá de un planteamiento corporativista al que tan acostumbradas/os nos tienen desde diferentes sectores de la clase médica, por el hecho de utilizar el término cuidados, sitúa a quien lo plantea en un nivel de inteligencia y de fundamento científico manifiestamente deficientes.

En un sentido similar no hace mucho tiempo un jefe de servicio de Cuidados Intensivos, planteaba que se cambiase el nombre de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por el de Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI) ya que la utilización del término cuidados invisibilizaba, según este señor, la asistencia médica. Haciendo dicha propuesta, posiblemente, sin conocer que Vigilancia según la RAE significa: “Cuidado y atención exacta en las cosas que están a cargo de cada uno”. Es decir plantea la retirada del términos cuidados para introducir otro que los incorpora implícitamente. Todo un alarde de miopía científica.

Así pues, no me creo que la traducción utilizada de APS sea casual en un ámbito, como el del positivismo médico que impregna todos los sistemas sanitarios, que es eminentemente causal. Ni tan siquiera me creo que sea una mala traducción sin más. Porque admitirlo sería tanto como desprestigiar, de manera absolutamente gratuita e injusta, a las/os excelentes profesionales de la traducción. Otra cosa, bien diferente, es que luego se les haga caso y se acepte la traducción correcta por entender que la misma lesiona sus intereses o beneficia la de otras/os a quienes consideran una amenaza.

Ya bastante fue que se admitiese el término de Salud con el que, es evidente, no se sienten especialmente identificados. Tal como demuestra su resistencia a formar parte de las Ciencias de la Salud, al entender que oculta su condición de médicos o diluye la ciencia médica o por no mezclarse con otras disciplinas por ellos consideradas menores. Como ejemplo de ello, en la Universidad española, incomprensiblemente, se admite la existencia, en una misma universidad, de Facultad de Ciencias de la Salud y Facultad de Medicina, en una clara y manifiesta incongruencia científica que, sin embargo, es tolerada por quienes rigen dichas universidades.

De tal manera que como el que admite pulpo como animal de compañía y en un alarde de generosidad admitieron el término Salud. Pero por lo que no pasan es por aceptar cuidados en un ámbito en el que ellos vayan a trabajar. No sea que, se les confunda o, lo que es peor, se minimice su protagonismo en favor de otras/os.

Y, tiempo al tiempo. Los Centros de Salud pasaron a ser sucursales cautivas de los hospitales, convirtiéndose en Centros de Enfermedad, aunque conserven el término Salud, más como adorno o engaño que como realidad de lo que debieran ser.

La APS nunca llegó a ser fundamental, ni principal, ni esencial y desde el principio fue considerada como una atención subsidiaria y menor por parte de quienes se consideran los adalides de la Sanidad, que no de la salud, al identificar ese denominado “nuevo modelo” como una amenaza a sus posiciones de poder.

La Medicina Familiar y Comunitaria, nacida al albor de los postulados de Alma Ata, significó un hito importante para un cambio trascendental como el que se planteaba con la APS. Su aparición fue objeto de cisma interno al chocar los planteamientos salubristas y reformadores con el conservadurismo médico de la enfermedad. Su desarrollo propició avances importantes en la implementación y avance de la APS y en las relaciones multiprofesionales. Pero la presión de un modelo patogénico acabó por debilitar el modelo y a quienes trabajaban en el mismo, hasta llegar al punto en que hoy nos encontramos en el que año tras año aumentan el número de plazas que quedan vacantes para realizar la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Claro síntoma del desinterés que dicho ámbito despierta en una gran mayoría de médicos que han interiorizado y naturalizado la APS como un ámbito subsidiario y menor en el que no quieren trabajar por entender que no ofrece respuesta a sus expectativas profesionales. Expectativas que, por otra parte, son imbuidas en muchas facultades a los futuros médicos que cursan estudios de grado de medicina y en cuyos planes de estudio la APS, o lo que la misma significa, ocupa un espacio residual, cuando no inexistente.

Por su parte, las enfermeras en los inicios de la APS asumieron un evidente e importante liderazgo, a pesar de la clara falta de formación y de la negativa a crear la especialidad de Enfermería Comunitaria, logrando adquirir un rol autónomo que daba respuesta a muchas necesidades de salud. Todo ello, hay que destacarlo, a pesar del evidente acoso al que fueron sometidas con demandas judiciales constantes por parte del corporativismo médico, al considerarlas intrusas e invasoras de sus competencias.

Pero el tiempo, la presión, la falta de voluntad política, la organización caótica, la falta de planificación, la desidia, la falta de inversión… fueron diluyendo cuando no acabando con cualquier atisbo de esperanza de lo que pretendió ser la APS, convirtiéndola en un reducto del asistencialismo, paternalismo, dependencia… que caracterizan a los sistemas sanitarios. Todo ello a pesar de las recomendaciones de organismos como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) – Organización Mundial de la Salud de las Américas (OMS)[10] o el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE)[11] que insisten en la necesidad de reforzar la y potenciar la APS y el papel relevante que las enfermeras deben desarrollar.

Por tanto, las malas traducciones, me temo, obedecen más a intereses muy concretos y a vanidades muy determinadas que, a un intento de concretar, simplificar o aclarar el significado de origen. Lo que finalmente acaba por determinar el desarrollo de su significado en un sentido u otro bien diferente.

Seguir anclados en las disputas permanentes de identidad, de protagonismo, de poder… paraliza y desgasta al tiempo que impide dar las respuestas de salud que requieren las personas, las familias y la comunidad. Ejercer presiones para modificar la semántica y el significado de los conceptos que representan una parte fundamental de lo que debe, posteriormente, traducirse en acciones concretas de salud, es un ejercicio tan mezquino como destructivo que deberíamos evitar a toda costa.

Dejémonos de ejercer la retórica de la confusión y demos valor a lo que realmente lo tiene, la salud comunitaria universal, accesible y equitativa desarrollada desde la transdisciplinariedad y la intersectorialidad, sin giros de significado ni adaptaciones oportunistas ante temores corporativos infundados.

Las palabras están cargadas de intención y nunca son inocentes. Permitamos pues que digan lo que realmente deben y no lo que deseamos que digan para preservar los intereses de unas/os u otras/os.

[1] Doctor of Philosophy; abreviado PhD, Ph. D. o DPhil) es un grado de doctorado especializado en investigación en áreas tan diversas como las ciencias sociales y económicas; áreas científicas, de la salud o de las humanidades.

[2] Jakobson R, Morris H. Fundamentos del lenguaje. Madrid: Ciencia nueva;1967, en: Acosta Artiles Francisco Javier. De «medicina basada en la evidencia» a «medicina sustentada en hallazgos»: una propuesta razonada de traducción. Rev. Esp. Salud Pública 2015 [citado 2024 Sep 22]; 89 (3): 339-342. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1135-57272015000300011&lng=es.  https://dx.doi.org/10.4321/S1135-57272015000300011.

[3] Los falsos amigos son palabras que se parecen en su escritura o pronunciación en dos o más idiomas, pero tienen significados diferentes. Pueden ser un obstáculo al aprender un nuevo idioma.

[4] Bravo R, Campos C. Medicina basada en pruebas (evidence-based medicine). Jano (EMC). 1997;53:71-2.

[5] Cuena R, Cuena MI. Medicina basada en la evidencia: un caso de pereza lingüística. Med Clín (Barc). 1999;113:518.

[6] Sanz A, Del Valle ML, Garavís M. Medicina basada en la evidencia: ¿no hay una traducción mejor? Med Clin (Barc). 1999;112:119.

[7] Collins English Dictionary. 5th ed. Glasgow: HarperCollins; 2001. Evidence; p. 539.

[8] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 22a ed. Madrid

[9] Atención Primaria de la Salud en Debate https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/828977/Gu_a_de_Estudio_APS.pdf

[10] https://www.paho.org/es/documentos/documento-marco-alianza-por-atencion-primaria-salud-americas-axaps

[11] https://icn.ch/es/noticias/el-cie-lanza-una-nueva-declaracion-de-posicion-y-un-documento-de-debate-que-plantean-una#:~:text=El%20Consejo%20Internacional%20de%20Enfermeras%20(CIE)%20lanza,Pr%C3%A1ctica%20Avanzada%20(Red%20EAD/EPA)%20en%20Aberdeen%2C%20Escocia.

TECHO DE CRISTAL: RETOS Y VETOS ALESCE: la imprescindible unidad enfermera

“Estar unidos no es sinónimo de ser iguales ni de estar siempre de acuerdo.”

Lucas Leys[1]

 

Se dice, creo que muy acertadamente, que la madurez de una profesión/disciplina, viene determinada por la fortaleza de sus sociedades científicas.

Enfermería, como ciencia joven que es, ha tenido que avanzar grandes recorridos en un espacio de tiempo muy reducido, con el fin de situarse al mismo nivel de cualquier otra ciencia. Ha sido una prueba de fondo sin precedentes en el ámbito científico que ha permitido que, en estos momentos, la disciplina enfermera haya roto el techo de cristal que le impedía desarrollarse.

Se trataba de un techo difícil de romper. Que impedía seguir avanzando por las limitaciones que existían para ello. Se trataba de un techo invisible, pero real, ya que no existían leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que, teóricamente, impusieran una limitación explícita en la carrera científica de la Enfermería y por derivación de las enfermeras. Se trataba de una discriminación de tipo vertical, frente a la desigual distribución de las enfermeras en los diferentes ámbitos disciplinares y científicos de tipo horizontal.

La entrada de Enfermería en la Universidad en 1977 fue, sin duda, el punto de inflexión desde el que comenzó el trabajo para lograr romper ese techo de cristal que algunos se esforzaban en blindar para impedir que fuese traspasado.

Se trataba de avanzar para, en primer lugar, salir de la pasividad y la subsidiariedad que se nos impuso a las enfermeras. Iniciada la acción había que acelerar para recuperar el tiempo perdido y las opciones que se hurtaron a las enfermeras para avanzar científica, disciplinar y profesionalmente.

Pero existía el riesgo de no controlar la velocidad que se necesitaba con el riesgo de agotarse en el intento y/o estrellarse estrepitosamente. Así pues, se requirió de velocidad, pero también de inteligencia, pericia y control para progresar con la mayor seguridad posible. Si a ello añadimos que la carrera emprendida no estuvo en ningún momento exenta de peligros, barreras, obstáculos… que trataban de paralizar o cuanto menos ralentizar el avance, nos podemos hacer una idea de lo difícil que resultó situarse al mismo nivel de cualquier otra disciplina.

Pero esa posición de igualdad tan solo nos permitía tener posibilidades para avanzar. Es decir, no suponía, en sí mismo, ningún logro ni mucho menos ningún privilegio. Tan solo o, sobre todo, nos ayudaba a avanzar sin limitaciones. Aunque siempre hayan existido y sigan existiendo, quienes se empeñan en establecerlas por cualquier medio.

Roto el techo de cristal, por tanto, se trataba de asumir idénticos criterios, normas o requisitos a los de cualquier otra ciencia/disciplina para seguir desarrollándonos y progresar científicamente. La diferencia estaba en el punto de partida desde el que lo hacíamos las enfermeras, que nos situaba en una posición de clara desventaja con relación a otras ciencias/disciplinas con un recorrido temporal muchísimo mayor al que se le concedió a Enfermería por las razones ya expuestas.

No se establecieron medidas correctoras o de beneficio para corregir la desventaja con la que se partía. Se trataba de lograr la igualdad desde la evidente desigualdad.

En este punto empezaron a emerger las primeras sociedades científicas enfermeras. Supuso asumir un reto que contribuyese a impulsar y dotar de dinamismo, contenido y sentido el recorrido disciplinar iniciado en la Universidad.

Reto que representaba un compromiso con la Enfermería, pero también con la comunidad científica y la sociedad de las que forma parte. Reto que obligaba a un permanente esfuerzo de superación y mejora para responder a las necesidades científico-profesionales de las enfermeras. Reto que significaba, en muchas ocasiones, tener que superar dificultades. Reto que requería la implicación de las enfermeras para afrontarlas, por difíciles que fuesen, constituyendo un estímulo y un desafío. Reto que permitiese lograr la madurez científica superando la adolescencia en la que se encontraba. Reto que partía de la falta de experiencia para acometerlo junto a sociedades científicas de otras disciplinas con amplio recorrido.

A pasar de ello o, precisamente por ello, se hizo con una gran carga de ilusión, implicación y compromiso. Entre los retos que se derivaban del reto de ponerlas en marcha, estaba el de fundamentar la necesidad de espacios de especialización enfermera conjuntamente con los ya consolidados como docencia, por ejemplo, que asumió ejemplarmente la Asociación Española de Enfermería Docente (AEED) y que tanta importancia tuvo en este recorrido.

Sociedades Científicas como la de Salud Mental (AEESME), la de Enfermería Comunitaria (AEC), la de Directivos (ANDE), entre otras, fueron punteras y se sitúan actualmente como referentes.

Pero, ni el recorrido de todas ellas, ni la supervivencia de las mismas, como parte del reto inicial, ha sido sencillo. Lamentablemente hay quienes se han esforzado para que el sentido del reto se transforme en una provocación, un desafío, o incluso una amenaza, que convirtiese en incertidumbre la ilusión. En parálisis el estímulo. En preocupación, la confianza. Pasando el reto, como acción de superación, al veto como acción para impedir lo que ya es un hecho y que va en contra de la verdad y la objetividad.

El veto, puede ejercerlo quien tiene el derecho a hacerlo en su condición de dirigente o cargo electo, impidiendo o retrasando la vigencia de un acuerdo, una acción o una norma. Sin embargo, la decisión a practicarlo viene determinada en muchas ocasiones por las presiones de grupos de influencia o poder, tratando de mantener una hegemonía exclusiva que excluya lo que, desde dichos grupos, se identifica e interpreta como una amenaza a la misma. Se entiende o debería de hacerse, que dicho veto se practique cuando existan indicios o hechos contrastados y fehacientes que supongan una vulneración de derechos o un daño para la comunidad científica o la sociedad y no como concesión a intereses de determinados lobbies.

Por tanto, tener el derecho a imponer un veto no lo convierte, en sí mismo, en un derecho justo o ajustado a la realidad. Múltiples son los vetos ejercidos desde la imposición que otorga la fuerza o la mayoría en temas que suponen una clara injusticia o ilegalidad que, sin embargo, se mantienen precisamente por ejercer ese “derecho” de veto.

Incorporar la sospecha, la alarma, la manipulación, la intriga, la desconfianza, la confrontación… en la convivencia científica con fines poco claros, intereses espurios, oportunismos de conveniencia, demagogias manipuladoras o falacias perversas, convierten a quienes lo hacen, lo apoyan o lo permiten, en protagonistas de un complot que ni se entiende ni se sostiene, para perjudicar a una ciencia, una disciplina o una profesión y a lo que desde las mismas se puede aportar tanto a la comunidad científica como a la sociedad en su conjunto, con todo lo que ello significa e implica.

Ni la capacidad y mérito de las enfermeras demostrando con su trabajo, talento, conocimiento y autonomía su competencia científico-profesional para situarse al mismo nivel que el de cualquier otra ciencia/disciplina con idéntico nivel de exigencia y en un tiempo muy reducido. Ni la aportación indiscutible que las sociedades científicas han realizado para que Enfermería asuma su mayoría de edad científico-profesional. Ni la indudable calidad de los cuidados profesionales alcanzada gracias a las evidencias científicas logradas. Nada de ello ha sido suficiente para detener la permanente obcecación de acoso y derribo al que algunos sectores de la Medicina más conservadora, reaccionaria y clasista someten permanentemente a las enfermeras con argumentos falsos que tratan de proyectar una exclusividad que ni tienen ni les corresponde por muchas veces que lo repitan[2].

Ante este panorama que obliga a una constante posición de defensa para evitar que se instaure un nuevo techo de cristal que, por otra parte, es lo que se persigue con esa actitud belicosa disfrazada de victimismo profesional, resulta muy complicado avanzar.

Pero, más allá de la amenaza y riesgo consiguiente para el deseado y necesario avance, existe otro peligro mucho más importante, si cabe, que es el de provocar la división entre las enfermeras en general y las sociedades científicas enfermeras en particular. Porque esta división supone debilitar la acción y desviar la atención, precisamente, hacia donde, quienes nos atacan permanentemente, desean para tener un flanco de ataque mucho más efectivo.

Es en la unidad de acción, que no de pensamiento como algunos pretenden hacer creer, en la que tenemos que centrar nuestros esfuerzos, voluntad, capacidad, conocimiento y objetivos comunes. Las diferencias, existiendo y siendo necesarias como elementos de riqueza, en ningún caso deben ni pueden convertirse en armas arrojadizas contra nuestros propios intereses científico – profesionales. No caigamos en su trampa. Porque hacerlo es contribuir a nuestra debilidad.

Han existido algunos intentos de unidad que no han prosperado por cuestiones de protagonismos y egos que han dejado al margen lo importante, la unidad, para centrarse en lo superficial, la individualidad. El ejemplo más manifiesto es el de la denominada Unidad Enfermera, que siendo un objetivo planteado y liderado en su momento por las principales sociedades científicas enfermeras para integrar a otras organizaciones profesionales y sindicales, degeneró en una lucha de poder que acabó por desvirtuar su sentido y convertirse en un elemento más de fuerza para quienes se arrogan en exclusiva la representatividad enfermera.

Pero las sociedades científicas continuamos con el empeño de una unidad real que ha posibilitado que recientemente, no sin dificultades, se haya constituido de manera oficial la Alianza Española de Sociedades Científicas Enfermeras (ALESCE).

ALESCE la componen inicialmente siete de las principales sociedades científicas de ámbito nacional/internacional: Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (AEESME), Asociación Española Enfermería Pediátrica (AEEP), Asociación Española de Directivos de Enfermería (ANDE), Federación de Asociaciones de Enfermería Familiar y Comunitaria (FAECAP), Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME), y Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica (SEEGG).

Nace con el objetivo de aunar las voluntades, iniciativas, estrategias, planteamientos… comunes que contribuyan de manera activa al crecimiento, desarrollo y fortalecimiento científico profesional de las enfermeras y la enfermería, en colaboración estrecha con otras sociedades, organizaciones o instituciones, con los siguientes fines:

  • Defender los intereses públicos en relación con los servicios enfermeros en todo aquello que sea de su competencia y/o fines y no esté atribuido legalmente con carácter exclusivo a otras organizaciones o instituciones.
  • Defender la presencia y participación activa de las enfermeras en los organismos públicos competentes en materia de planificación y resolución de problemas en el ámbito socio-sanitario de la población.
  • Promocionar relaciones con organizaciones y asociaciones científicas nacionales e internacionales, que beneficien el desarrollo de la profesión enfermera.
  • Fomentar el desarrollo de todas aquellas actividades docentes, de investigación, de gestión y asistenciales que redunden en beneficio de la profesión enfermera.
  • Favorecer el intercambio científico en el ámbito socio-sanitario entre las enfermeras y otros profesionales con intereses comunes.
  • Defender un carácter cualificado en la diversidad de los ámbitos de actuación de las enfermeras.

Estamos pues, ante un nuevo reto de ilusión y avance que esperamos y deseamos nadie lo pervierta convirtiéndolo en un reto, desde la perspectiva de la pelea o el enfrentamiento. Ni en un veto, como vienen haciendo quienes, parece ser, tienen miedo al avance de la ciencia enfermera.

Se pretende generar coherencia desde la cohesión, el respeto y la evidencia científica, sin renunciar al fortalecimiento de las competencias propias o la incorporación de otras nuevas que, como ciencia dinámica y activa que es la Enfermería, estamos en disposición de asumir las enfermeras, trabajando de manera transdisciplinar.

Por su parte, quienes tienen responsabilidades de representación en Enfermería deben entender que tan solo desde el trabajo colectivo y de unidad real, no tan solo como etiqueta, seremos capaces de evitar un nuevo techo de cristal que nos limite.

De nosotras, como enfermeras, depende. Exijamos, pero también contribuyamos, desde la unidad, a que sea una realidad.

[1]  Escritor argentino. (1972)

[2] https://colegiodemedicos.es/posicionamiento-cgcom-guias/

RESPIRA Serie de tópicos y estereotipos

 

“El lugar común es el dogma del necio”

Ricardo León[1]

El ámbito sanitario, que no el de la salud, ha sido siempre foco de atención y de interés para literatura, cine o televisión. Interés, todo sea dicho de paso, centrado casi exclusivamente en el rédito económico que se puede obtener con las narrativas, o guiones que sobre el mismo se realizan y no en su contexto profesional, económico o social.

La sanidad y sobre todo el contexto hospitalario centran la práctica totalidad de producciones. Y en el marco de dicho contexto la figura sobre la que se focaliza toda la atención es la de los médicos con un abordaje que muy excepcionalmente se ajusta a la realidad al distorsionar la misma desde la idealización o la mitificación de su profesión.

El éxito de tales producciones y los beneficios obtenidos de tan singular abordaje, hacen que se sigan generando nuevas entregas de una temática que, por otra parte, tiene muy buena aceptación por parte del público.

Como ya he comentado, el abordaje realizado sobre este contexto, hace que personalmente huya de su consumo por razones de salud mental. Dado el grado de irritación, perplejidad, rabia, indignación… que generan en mí como profesional de la salud en general y como enfermera y ciudadano en particular.

Es cierto que la gran mayoría de las aportaciones que en este sentido se ofrecen están centradas en ámbitos muy distantes, tanto geográfica como culturalmente, del nuestro, lo que provoca que se genere una imagen, tanto del propio contexto, como de las situaciones y las/os protagonistas que en el mismo trabajan, que dista mucho de nuestra realidad, generando una imagen paralela a la nuestra, en la que se espera encontrar idénticos comportamientos, con la consiguiente y nociva reacción negativa que en ocasiones induce a exigencias imposibles e irracionales.

A pesar de lo dicho, recientemente, he caído nuevamente en la trampa tendida por una plataforma televisiva que ha producido una serie nacional sobre una supuesta realidad nacional, en un hospital público. Todo presentado de manera muy atractiva y tentadora, lo que hizo engancharme a la serie RESPIRA.

Mentiría si dijera que tenía buenas expectativas al respecto, lo que me posicionó, desde el inicio, con una actitud, cuanto menos crítica, y con la vana esperanza de que mi predicción fuese errónea y el guion ofreciese una respuesta real, coherente y positiva.

Lamentablemente la trama expuesta se situó en las antípodas de la realidad tanto en su contenido como en sus formas.

Tristemente, lo único que se aproxima a la realidad es la trama de corrupción e intriga política, con intentos privatizadores de la sanidad pública en la Comunitat Valenciana que, salvados los toques de glamour con los que se rodea, se parece bastante a lo sucedido en esta comunidad autónoma hace unos años. A pesar que haya quienes consideran mentira todo lo que a este respecto se dice en la serie. Dando, sin embargo, crédito al resto. Los hechos lamentablemente son los que son y avalan lo que se plantea desde el punto de vista político.

Otra cuestión es el escenario que se presenta y los actores que en el mismo interpretan un guion de ciencia ficción. Nunca mejor dicho al hacer de las ciencias de la salud una trama tramposa, engañosa y alejada de la realidad, con toques artificiales y artificiosos que capten el interés y provoquen la dependencia de las/os espectadoras/es.

No pretendo hacer una crítica sobre la interpretación, ni aspectos técnicos o estéticos de la producción que deberán ser analizados por especialistas en la materia. Pero si que considero necesario e importante hacer, superada la tranquilidad tras el impacto inicial de su visionado, una reflexión sobre la sanidad y las/os profesionales que se presentan como falsa realidad.

La gran mayoría de la acción se desarrolla en el servicio de urgencias de un hipotético hospital de referencia de la ciudad de Valencia. Ni la configuración del servicio ni lo que en el mismo sucede se corresponde con nuestro contexto. Se ha mimetizado y trasladado una propuesta típica de las películas norteamericanas que simulan un caos permanente, con saturaciones que provocan una sensación apocalíptica constante. Todo ello aderezado de mucha sangre y escenas impactantes de heridas con accidentes mortales que se suceden en un carrusel continuo, que exige respuestas absolutamente improvisadas. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Aunque en la realidad puedan darse, como se dan, situaciones de colapso, estas son puntuales y se actúa de manera mucho más ordenada y profesional, en un entorno menos impactante y mejor planificado del presentado.

A partir de aquí, el guion está repleto de estereotipos y tópicos, cuando no de invenciones sin más, sobre lo que son, cómo se comportan, relacionan, responden… las/os profesionales que intervienen en dicho escenario.

Para empezar y como muestra un botón. Los uniformes de los profesionales se diferencian, como en las niñas y los niños, por ser azul para los médicos y rosa para las enfermeras. Puede parecer un dato sin mayor trascendencia, pero la tiene y mucha dado que se trata de un detalle estético con claras connotaciones sexistas y discriminatorias.

Las relaciones entre médicos y enfermeras se presentan desde una perspectiva de igualdad y respeto a través del tuteo entre todos como signo de compañerismo. Un espejismo que esconde una total superioridad de unos sobre otras y una subsidiariedad que se refleja en cada una de las escenas en las que intervienen unos u otras.

Todas las intervenciones se centran en la actividad médica. Las enfermeras aparecen como “actrices” secundarias, en el mejor de los casos, y como extras de relleno en la mayoría de ellos.

Nunca a lo largo de los ocho capítulos de la serie se presenta una sola situación de cuidados en la que alguna enfermera interactúe desde la autonomía y la competencia profesional enfermera con las personas a las que se atiende. Todo se circunscribe a dar y obedecer órdenes o peticiones tanto clínicas, administrativas como logísticas que, eso sí, se hacen con educación como signo de una igualdad artificial y caprichosa, que esconde un desprecio a la capacidad profesional de quien las recibe para acatarlas con diligencia. Como cuando, por ejemplo, una médico, en una de las reiteradas situaciones de desconcierto, se pasea por la caótica sala de urgencias diciéndole a un enfermero que ponga cubos en las goteras.

Por contra, se escenifican situaciones que son realmente anecdóticas o casuales como que en el momento del despertar de las persona previamente asistidas esté el médico para preocuparse por su estado y su bienestar, presentándolo como algo habitual. Las enfermeras, por supuesto, ausentes siempre.

La única enfermera que asume un cierto protagonismo en la serie, es presentada como una “organizadora” del caos y una supervisora de sus consecuencias. Trasladando mensajes poco profesionales de tranquilidad a las personas que se agolpan desesperadas y preocupadas en ese escenario confuso que se ha querido presentar como habitual o asumiendo una voluntad sindicalista descafeinada que tan solo responde a la defensa de quien se erige como líder a través de una clara manipulación. Otra de las que aparece fugazmente, se dirige a quien protagoniza el papel de Presidenta de la Generalitat Valenciana, con el apelativo supuestamente cariñoso de corazón y tuteándola como signo de proximidad o empatía. Esto es todo lo “bueno” que los guionistas han sido capaces de trasladar con relación a las enfermeras.

Por supuesto los médicos son presentados como salvadores de vidas y víctimas de un sistema que les oprime y les impide ejercer con calidad, con repetidas referencias explícitas en tal sentido,

Sin embargo, ese aparente compromiso profesional, también reiterado en los diálogos, está aderezado, durante toda la serie, con una clara falta de ética que tratan de justificar con argumentos peregrinos de defensas sociales y/o profesionales, incoherencias entre lo que se dice y se hace. Comportamientos que van en contra del citado compromiso y afectan a la asistencia prestada.

El plató en el que se escenifica toda la trama, además, se convierte en un torbellino permanente de sexo, drogas, intrigas, engaños, egos, traiciones… entre médicos exclusivamente, lo que contrasta con esa engañosa imagen de profesionales intachables y salvadores de vidas que se trata de proyectar. Algo, por otra parte, que resulta, al menos en teoría, difícil de entender y menos aún de admitir, pero que acaba por naturalizarse. Con el riesgo que eso tiene con relación a la proyección que, en torno a todo ello, se traslada a la opinión pública.

La defensa de la salud pública que se plantea, con una huelga sin servicios mínimos, es totalmente irreal por no ser posible. Justificar el incumplimiento de principios éticos básicos ante la situación planteada tras el suicidio de uno de los residentes, es emocionalmente entendible, pero absolutamente imposible de sostener. Salvo, claro está, en el guion como hilo del débil argumento que trata de responder a los intereses comerciales de la serie. Algo que intenta paliarse con la realización de un comité disciplinario al cabecilla de la huelga que, coincide con la figura del protagonista y médico referente y ejemplar. Resolviéndose favorablemente con estrategias pueriles basadas nuevamente en la falta de ética por parte de quien está siendo objeto de investigación, utilizando a su residente fiel y solícito que cree tener una deuda con él y que salda con un apoyo sentimental, almibarado y lacrimógeno en un acto de buenismo.

Por su parte, la dirección del hospital, protagonizada, como no, por un médico, es otro de los tópicos escenificados. Dirección unipersonal en la que no existe atisbo de trabajo en equipo y que obedece tan solo a criterios de amiguismo e interés político. Algo que, si bien en muchas ocasiones puede coincidir con la realidad, en el caso de esta serie se plasma con una frivolidad extrema que desvirtúa cualquier ejercicio de gestión.

Las agresiones a profesionales, también aparecen escenificadas. Aunque, de nuevo, se hace con una superficialidad manifiesta que carga la culpa exclusivamente en quien agrede, sin plantear las razones que pueden llevar a hacerlo y sin que ello suponga, en ningún caso, justificar la acción. Algo que se incorpora como un elemento más de victimismo de los profesionales en general y muy especialmente de los médicos que concentran la atención de toda la trama.

La serie RESPIRA, por lo tanto, se convierte en un cúmulo de estereotipos y tópicos que contribuye a su perpetuación. Traslada una imagen absolutamente distorsionada, falsa y peligrosa de la realidad del sistema sanitario, de la atención que en el mismo se presta, de las competencias que desempeñan las/os diferentes profesionales, de la ética y la estética profesional, de la sobrevaloración en unos casos e infravaloración en otros de las/os profesionales de la salud, de la ausencia absoluta del trabajo en equipo, de la invisibilidad a la que se somete a los cuidados profesionales… Todo lo cual conduce a que se traslade una imagen del sistema sanitario centrado exclusivamente en el hospital, la enfermedad, la curación, el protagonismo médico, el paternalismo, la dependencia… que son el mal endémico de nuestro sistema sanitario.

Este planteamiento novelesco burdo y engañoso que se quiere revestir de realidad, hace un daño irreparable entre la ciudadanía que acaba hipnotizada, cuando no fascinada, por ese conglomerado vertiginoso de acciones médicas salvadoras.

El problema no está tanto en quienes realizan este tipo de folletines, sino en que se aprovechen del analfabetismo sanitario y de la salud existente de la ciudadanía para captar su atención y generar una dependencia comercial de su producto.

Sería deseable que, más allá de las narrativas noveladas, las mismas se ajustasen a una visión, de la situación y los personajes presentados, que impida la distorsión y contribuyan a identificar la realidad que se traslada. Para ello existen profesionales, sociedades científicas, organizaciones profesionales… que pueden ofrecer asesoría científica y profesional que minimice al máximo la falsa e interesada idealización o el inculto e igualmente interesado ocultamiento de lo que es y significa la salud más allá de los hospitales y los médicos.

A quien se atreva a visionar la serie le recomiendo que tome aire y asuma su contenido con despreocupación. Lo contrario puede ocasionar serios problemas para su salud. Me imagino que, de ahí el título de la serie, RESPIRA.

[1]  Novelista y poeta español. (1877-193)