TECHO DE CRISTAL: RETOS Y VETOS ALESCE: la imprescindible unidad enfermera

“Estar unidos no es sinónimo de ser iguales ni de estar siempre de acuerdo.”

Lucas Leys[1]

 

Se dice, creo que muy acertadamente, que la madurez de una profesión/disciplina, viene determinada por la fortaleza de sus sociedades científicas.

Enfermería, como ciencia joven que es, ha tenido que avanzar grandes recorridos en un espacio de tiempo muy reducido, con el fin de situarse al mismo nivel de cualquier otra ciencia. Ha sido una prueba de fondo sin precedentes en el ámbito científico que ha permitido que, en estos momentos, la disciplina enfermera haya roto el techo de cristal que le impedía desarrollarse.

Se trataba de un techo difícil de romper. Que impedía seguir avanzando por las limitaciones que existían para ello. Se trataba de un techo invisible, pero real, ya que no existían leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que, teóricamente, impusieran una limitación explícita en la carrera científica de la Enfermería y por derivación de las enfermeras. Se trataba de una discriminación de tipo vertical, frente a la desigual distribución de las enfermeras en los diferentes ámbitos disciplinares y científicos de tipo horizontal.

La entrada de Enfermería en la Universidad en 1977 fue, sin duda, el punto de inflexión desde el que comenzó el trabajo para lograr romper ese techo de cristal que algunos se esforzaban en blindar para impedir que fuese traspasado.

Se trataba de avanzar para, en primer lugar, salir de la pasividad y la subsidiariedad que se nos impuso a las enfermeras. Iniciada la acción había que acelerar para recuperar el tiempo perdido y las opciones que se hurtaron a las enfermeras para avanzar científica, disciplinar y profesionalmente.

Pero existía el riesgo de no controlar la velocidad que se necesitaba con el riesgo de agotarse en el intento y/o estrellarse estrepitosamente. Así pues, se requirió de velocidad, pero también de inteligencia, pericia y control para progresar con la mayor seguridad posible. Si a ello añadimos que la carrera emprendida no estuvo en ningún momento exenta de peligros, barreras, obstáculos… que trataban de paralizar o cuanto menos ralentizar el avance, nos podemos hacer una idea de lo difícil que resultó situarse al mismo nivel de cualquier otra disciplina.

Pero esa posición de igualdad tan solo nos permitía tener posibilidades para avanzar. Es decir, no suponía, en sí mismo, ningún logro ni mucho menos ningún privilegio. Tan solo o, sobre todo, nos ayudaba a avanzar sin limitaciones. Aunque siempre hayan existido y sigan existiendo, quienes se empeñan en establecerlas por cualquier medio.

Roto el techo de cristal, por tanto, se trataba de asumir idénticos criterios, normas o requisitos a los de cualquier otra ciencia/disciplina para seguir desarrollándonos y progresar científicamente. La diferencia estaba en el punto de partida desde el que lo hacíamos las enfermeras, que nos situaba en una posición de clara desventaja con relación a otras ciencias/disciplinas con un recorrido temporal muchísimo mayor al que se le concedió a Enfermería por las razones ya expuestas.

No se establecieron medidas correctoras o de beneficio para corregir la desventaja con la que se partía. Se trataba de lograr la igualdad desde la evidente desigualdad.

En este punto empezaron a emerger las primeras sociedades científicas enfermeras. Supuso asumir un reto que contribuyese a impulsar y dotar de dinamismo, contenido y sentido el recorrido disciplinar iniciado en la Universidad.

Reto que representaba un compromiso con la Enfermería, pero también con la comunidad científica y la sociedad de las que forma parte. Reto que obligaba a un permanente esfuerzo de superación y mejora para responder a las necesidades científico-profesionales de las enfermeras. Reto que significaba, en muchas ocasiones, tener que superar dificultades. Reto que requería la implicación de las enfermeras para afrontarlas, por difíciles que fuesen, constituyendo un estímulo y un desafío. Reto que permitiese lograr la madurez científica superando la adolescencia en la que se encontraba. Reto que partía de la falta de experiencia para acometerlo junto a sociedades científicas de otras disciplinas con amplio recorrido.

A pasar de ello o, precisamente por ello, se hizo con una gran carga de ilusión, implicación y compromiso. Entre los retos que se derivaban del reto de ponerlas en marcha, estaba el de fundamentar la necesidad de espacios de especialización enfermera conjuntamente con los ya consolidados como docencia, por ejemplo, que asumió ejemplarmente la Asociación Española de Enfermería Docente (AEED) y que tanta importancia tuvo en este recorrido.

Sociedades Científicas como la de Salud Mental (AEESME), la de Enfermería Comunitaria (AEC), la de Directivos (ANDE), entre otras, fueron punteras y se sitúan actualmente como referentes.

Pero, ni el recorrido de todas ellas, ni la supervivencia de las mismas, como parte del reto inicial, ha sido sencillo. Lamentablemente hay quienes se han esforzado para que el sentido del reto se transforme en una provocación, un desafío, o incluso una amenaza, que convirtiese en incertidumbre la ilusión. En parálisis el estímulo. En preocupación, la confianza. Pasando el reto, como acción de superación, al veto como acción para impedir lo que ya es un hecho y que va en contra de la verdad y la objetividad.

El veto, puede ejercerlo quien tiene el derecho a hacerlo en su condición de dirigente o cargo electo, impidiendo o retrasando la vigencia de un acuerdo, una acción o una norma. Sin embargo, la decisión a practicarlo viene determinada en muchas ocasiones por las presiones de grupos de influencia o poder, tratando de mantener una hegemonía exclusiva que excluya lo que, desde dichos grupos, se identifica e interpreta como una amenaza a la misma. Se entiende o debería de hacerse, que dicho veto se practique cuando existan indicios o hechos contrastados y fehacientes que supongan una vulneración de derechos o un daño para la comunidad científica o la sociedad y no como concesión a intereses de determinados lobbies.

Por tanto, tener el derecho a imponer un veto no lo convierte, en sí mismo, en un derecho justo o ajustado a la realidad. Múltiples son los vetos ejercidos desde la imposición que otorga la fuerza o la mayoría en temas que suponen una clara injusticia o ilegalidad que, sin embargo, se mantienen precisamente por ejercer ese “derecho” de veto.

Incorporar la sospecha, la alarma, la manipulación, la intriga, la desconfianza, la confrontación… en la convivencia científica con fines poco claros, intereses espurios, oportunismos de conveniencia, demagogias manipuladoras o falacias perversas, convierten a quienes lo hacen, lo apoyan o lo permiten, en protagonistas de un complot que ni se entiende ni se sostiene, para perjudicar a una ciencia, una disciplina o una profesión y a lo que desde las mismas se puede aportar tanto a la comunidad científica como a la sociedad en su conjunto, con todo lo que ello significa e implica.

Ni la capacidad y mérito de las enfermeras demostrando con su trabajo, talento, conocimiento y autonomía su competencia científico-profesional para situarse al mismo nivel que el de cualquier otra ciencia/disciplina con idéntico nivel de exigencia y en un tiempo muy reducido. Ni la aportación indiscutible que las sociedades científicas han realizado para que Enfermería asuma su mayoría de edad científico-profesional. Ni la indudable calidad de los cuidados profesionales alcanzada gracias a las evidencias científicas logradas. Nada de ello ha sido suficiente para detener la permanente obcecación de acoso y derribo al que algunos sectores de la Medicina más conservadora, reaccionaria y clasista someten permanentemente a las enfermeras con argumentos falsos que tratan de proyectar una exclusividad que ni tienen ni les corresponde por muchas veces que lo repitan[2].

Ante este panorama que obliga a una constante posición de defensa para evitar que se instaure un nuevo techo de cristal que, por otra parte, es lo que se persigue con esa actitud belicosa disfrazada de victimismo profesional, resulta muy complicado avanzar.

Pero, más allá de la amenaza y riesgo consiguiente para el deseado y necesario avance, existe otro peligro mucho más importante, si cabe, que es el de provocar la división entre las enfermeras en general y las sociedades científicas enfermeras en particular. Porque esta división supone debilitar la acción y desviar la atención, precisamente, hacia donde, quienes nos atacan permanentemente, desean para tener un flanco de ataque mucho más efectivo.

Es en la unidad de acción, que no de pensamiento como algunos pretenden hacer creer, en la que tenemos que centrar nuestros esfuerzos, voluntad, capacidad, conocimiento y objetivos comunes. Las diferencias, existiendo y siendo necesarias como elementos de riqueza, en ningún caso deben ni pueden convertirse en armas arrojadizas contra nuestros propios intereses científico – profesionales. No caigamos en su trampa. Porque hacerlo es contribuir a nuestra debilidad.

Han existido algunos intentos de unidad que no han prosperado por cuestiones de protagonismos y egos que han dejado al margen lo importante, la unidad, para centrarse en lo superficial, la individualidad. El ejemplo más manifiesto es el de la denominada Unidad Enfermera, que siendo un objetivo planteado y liderado en su momento por las principales sociedades científicas enfermeras para integrar a otras organizaciones profesionales y sindicales, degeneró en una lucha de poder que acabó por desvirtuar su sentido y convertirse en un elemento más de fuerza para quienes se arrogan en exclusiva la representatividad enfermera.

Pero las sociedades científicas continuamos con el empeño de una unidad real que ha posibilitado que recientemente, no sin dificultades, se haya constituido de manera oficial la Alianza Española de Sociedades Científicas Enfermeras (ALESCE).

ALESCE la componen inicialmente siete de las principales sociedades científicas de ámbito nacional/internacional: Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (AEESME), Asociación Española Enfermería Pediátrica (AEEP), Asociación Española de Directivos de Enfermería (ANDE), Federación de Asociaciones de Enfermería Familiar y Comunitaria (FAECAP), Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME), y Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica (SEEGG).

Nace con el objetivo de aunar las voluntades, iniciativas, estrategias, planteamientos… comunes que contribuyan de manera activa al crecimiento, desarrollo y fortalecimiento científico profesional de las enfermeras y la enfermería, en colaboración estrecha con otras sociedades, organizaciones o instituciones, con los siguientes fines:

  • Defender los intereses públicos en relación con los servicios enfermeros en todo aquello que sea de su competencia y/o fines y no esté atribuido legalmente con carácter exclusivo a otras organizaciones o instituciones.
  • Defender la presencia y participación activa de las enfermeras en los organismos públicos competentes en materia de planificación y resolución de problemas en el ámbito socio-sanitario de la población.
  • Promocionar relaciones con organizaciones y asociaciones científicas nacionales e internacionales, que beneficien el desarrollo de la profesión enfermera.
  • Fomentar el desarrollo de todas aquellas actividades docentes, de investigación, de gestión y asistenciales que redunden en beneficio de la profesión enfermera.
  • Favorecer el intercambio científico en el ámbito socio-sanitario entre las enfermeras y otros profesionales con intereses comunes.
  • Defender un carácter cualificado en la diversidad de los ámbitos de actuación de las enfermeras.

Estamos pues, ante un nuevo reto de ilusión y avance que esperamos y deseamos nadie lo pervierta convirtiéndolo en un reto, desde la perspectiva de la pelea o el enfrentamiento. Ni en un veto, como vienen haciendo quienes, parece ser, tienen miedo al avance de la ciencia enfermera.

Se pretende generar coherencia desde la cohesión, el respeto y la evidencia científica, sin renunciar al fortalecimiento de las competencias propias o la incorporación de otras nuevas que, como ciencia dinámica y activa que es la Enfermería, estamos en disposición de asumir las enfermeras, trabajando de manera transdisciplinar.

Por su parte, quienes tienen responsabilidades de representación en Enfermería deben entender que tan solo desde el trabajo colectivo y de unidad real, no tan solo como etiqueta, seremos capaces de evitar un nuevo techo de cristal que nos limite.

De nosotras, como enfermeras, depende. Exijamos, pero también contribuyamos, desde la unidad, a que sea una realidad.

[1]  Escritor argentino. (1972)

[2] https://colegiodemedicos.es/posicionamiento-cgcom-guias/