El A1 como derecho y no como caridad De medio monja/medio soldado a Enfermera

“La manera de dar vale más que lo que se da”.

Pierre Corneille[1]

 

La verdad es que no sé muy bien quien me ofrece mayor desconfianza, visto lo visto hasta ahora, si el Sindicato de Enfermeras o el ministerio de sanidad.

Por un lado, el Sindicato de enfermeras, que ahora se ha convertido también, en un acto de claro mercantilismo corporativista, en el Sindicato de los Fisioterapeutas, eso sí conservando las siglas del extinto ATS (SATSE) de tan nefasto recuerdo para las enfermeras Por otro, el ministerio de sanidad que a pesar de que sus actuales inquilinos, con Mónica García al frente, ha modulado su discurso, con relación a las enfermeras, tratando de ofrecer una cara más amable, aunque, al menos de momento, los resultados sean una incógnita cargada de incertidumbre que sigue generando desconfianza.

Recientemente, el diario en línea Infobae[2], que tiene denuncias por difundir fake news, ha publicado la siguiente noticia: Las enfermeras tendrán el A1, pero sin subida salarial: Sanidad traicionará a enfermeras y fisioterapeutas” “El ministerio de Mónica García ha propuesto llevar a cabo la reclasificación profesional de los sanitarios “a coste cero”, denuncia SATSE”. Esta notica, que hasta el momento ninguna de las partes ha desmentido ni confirmado, viene a confirmar mi recelo ante lo que considero un derecho irrenunciable de las enfermeras que, sin embargo, se está utilizando de manera absolutamente maliciosa para presentarla como una reivindicación caprichosa y sin fundamento por parte de quienes siguen ejerciendo el poder de la exclusividad y la exclusión, el lobby médico, que se aferra al A1 como un elemento de distinción con relación a las enfermeras y a otros profesionales, que en ningún caso quieren compartir.

Este derecho, que es lo que realmente es, de las enfermeras, que se asienta en argumentos tan sólidos como irrefutables, por mucho que se viertan razones que tan solo se basan en la clasificación clasista de quienes las utilizan, ha sido capitalizado casi exclusivamente por el SATSE, con tímidos apoyos del Consejo General de Enfermería (CGE) que han visto en este tema una forma de rentabilizar sus organizaciones mientras se olvidan de temas relevantes, tanto laborales como profesionales respectivamente, para las enfermeras.

Por su parte el ministerio de sanidad, enarboló el estandarte de defensa de las enfermeras en diferentes frentes, con un discurso populista que, cuanto menos, ilusionó a las enfermeras, tan faltas de soluciones a los problemas que limitan su desarrollo y encorsetan su evolución de manera sistemática. Una defensa que se concretaba, entre otras medidas y proyectos, en la modificación del vetusto Estatuto Marco, o la Ley del medicamento o la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), aún por acometer. Reformas que, sin duda, son urgentes y muy necesarias pero que están sujetas a las presiones de quienes ven en las mismas una amenaza a sus privilegios ancestrales.

Llegados a este punto ni la aparente vehemencia del SATSE, ni la demagogia del ministerio, son suficientes para afrontar y lograr que se consiga este derecho de las enfermeras. Que nadie, ni unos ni otros, se erijan en salvadores de una causa que debiera resolverse sin tener que pactar o contentar a quienes se oponen a tal derecho por mero y exclusivo egoísmo corporativista.

Lograr equipararse al resto de profesionales que comparten idéntico nivel académico a través de los Grados (enfermería, medicina, farmacia, biología, psicología…), no puede ni debe consentirse nunca que sea una concesión caritativa que suponga tener que asumir nuevas limitaciones, como se desprende de la noticia de referencia que, por otra parte, hay que tomar con la cautela y las reservas que merece el medio que la difunde, pero que no se aleja demasiado de los postulados restrictivos a los que nos han intentado acostumbrarnos a las enfermeras secularmente (recordemos, como ejemplo, el Real Decreto de Especialidades de Enfermería[3] en el que se nos hacía renunciar por “ley” a cualquier retribución “extra” por ser y ejercer de especialistas. Todo un “logro” del CGE).

Las enfermeras, dejamos hace tiempo de ser medio monjas y medio soldados como pretenden algunos mantener. No somos monjas de la caridad, ni de la misericordia, ni de la paciencia. Ni somos soldados que tengamos que estar permanentemente metidas en las trincheras para protegernos de los ataques de unos u otros o llevar a cabo incursiones sigilosas para conquistar nuestros “territorios”.

Las enfermeras somos tituladas universitarias como la totalidad de las disciplinas universitarias. Con idénticos deberes (que ya se han encargado de exigirnos de manera inapelable) y derechos. Esto es lo que nos corresponde y esto es lo que exigimos se nos conceda por ley y sin restricciones, al igual que hemos respondido con exquisita ejemplaridad a los deberes inherentes a nuestra condición.

Esgrimir el mayor número de años de Grado (que mantienen como otra forma de diferenciarse del resto sin una justificación real), para mantener privilegios tan anacrónicos como incomprensibles, tan solo obedece a una actitud gremial de autarquía y autoritarismo disciplinar, más medieval que contemporánea. Consentir que esta actitud, no tan solo se mantenga, sino que determine las relaciones interprofesionales e imponga las reglas de juego sometiendo a los poderes públicos a sus postulados caprichos, corporativistas y reduccionistas, es absolutamente intolerable en un Estado de derecho. Porque esto, también es y constituye una clara muestra de chantaje institucional, aunque se quiera “vender” de otra manera.

[1] Poeta, teórico y dramaturgo francés (1606-1684)

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Infobae

[3] Real Decreto 450/2005, de 22 de abril, sobre especialidades de Enfermería. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2005-7354

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