“La libertad nunca es dada; se gana”
Philip Randolph [1]
En mi anterior entrada decía que deseaba cerrar los ojos para emular las aventuras de ciertas/os personajes de la ficción y el cómic. Quería soñar. Hoy quisiera poder despertar de la pesadilla en la que estamos inmersos. Una pesadilla de la que, lamentablemente, no podemos salir como se sale de las que se generan durante el sueño fisiológico. Una pesadilla que no es producto del sueño, sino de la realidad a la que estamos asistiendo y en la que, todas/os estamos implicadas/os sin posibilidad de escapar al ensueño angustioso y tenaz que la misma está generando.
Creer que lo que ocurre a más de 6000 km de distancia no nos afecta es como, cuando nos tapamos hasta la cabeza y nos acurrucamos en la cama pensando que así nos libramos de la pesadilla que estamos teniendo. Hacer oídos sordos, cegar nuestra visión o enmudecer, ante lo que está ocurriendo y lo que se prevé que ocurra, es una manera insensata de afrontar dicha pesadilla, dicha realidad.
Situar en el ámbito de lo gracioso, anecdótico o curioso, los discursos de odio, exclusión, negacionismo, discriminación, distorsión, manipulación… es contribuir a que los mismos adquieran rango de normalidad y certeza, consolidándose como fundamento de decisiones que afectan a la dignidad y los derechos de muchísimas personas
Creer que el dinero y quienes lo amasan de manera absolutamente vergonzosa puede convertirse en la razón que justifique el ataque a todo cuanto sea identificado como una amenaza para seguir aumentando sus riquezas y con ello disminuir el acceso a derechos fundamentales como la salud, la alimentación, la educación, el bienestar, la justicia, la vivienda… para millones de personas, es contribuir a la inequidad, la injusticia, la pérdida de libertad, la transparencia y cuantos valores determinan la fortaleza de la democracia. Todo ello, paradójicamente, haciendo un uso arbitrario, tramposo, engañoso e interesado de los mismos como forma de blanquear sus comportamientos y decisiones.
Hemos llegado a un punto en el que las elecciones democráticas no garantizan, desde la razonable y necesaria alternancia política, la libertad, al situar como líderes a quienes utilizan su liderazgo en beneficio propio y el de sus allegados y en contra de quienes identifican como enemigos de unas patrias construidas en base a sus intereses y sus principios mercantilistas y de negocio, que fundamentan en “un idealismo dispuesto a matar la libertad de los demás con objeto de encontrar la libertad de su propio plan” (Rabindranath Tagore)[2]. Lo importante deja de ser el bagaje de experiencia, conocimiento y coherencia, para dejar paso al valor económico de sus fortunas y la capacidad que, a través de las mismas, tienen para modificar y modelar la realidad que les interesa.
Dios es utilizado como comodín para sustituir a sus verdaderos ídolos y como reclamo publicitario y político de unos supuestos valores que ignoran, desprecian o vulneran en función de las circunstancias y las apetencias de su insaciable atracción por el dinero que utilizan como motor de su poder y autoridad. Que uno de sus principales mantras sea el de “Dios salve a América”, viene a demostrar que o bien tan solo Dios lo puede hacer en detrimento de quienes tienen la responsabilidad de hacerlo o que ellos mismos suplantan a Dios, revistiéndose de tal divinidad salvadora.
Todo lo cual, erosiona, destruye y elimina, por decreto, derechos fundamentales que han costado muchos años, sacrificios y compromisos de alcanzar, siendo reemplazados por promesas de una idílica realidad a la que nunca van a poder acceder la mayoría de las personas que quedan hipnotizadas por ellas y por quienes las realizan, agitando la controversia y la confrontación, favoreciendo el hostigamiento y justificando la violencia, silenciando el debate y castigando la crítica, apoyando la discriminación y atacando la igualdad, exaltando la pureza de raza y criminalizando la multiculturalidad, ridiculizando a la ciencia y exaltando el negacionismo, controlando la información y divulgando desinformación, empobreciendo la cultura y manipulando la educación, pervirtiendo la salud y magnificando la enfermedad, ridiculizando la justicia y permitiendo la prevaricación. Anestesiando a una sociedad que acaba por creer, en ese estado de letargo inducido, que esa es la mejor manera para lograr un bienestar que nunca llega, pero que mantiene activo el apoyo hacia quienes les engañan sistemáticamente con acusaciones infundadas hacia hipotéticos enemigos de la Patria y los falsos valores que en torno a ella se crean para generar confusión al tiempo que veneración irracional.
Se trata de políticos/as y sus políticas, aunque sería mejor decir y sus caprichos o imposiciones, que convierten la política en la antítesis al “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”, desde el momento que se alejan de la capacidad y/o habilidad para hacer política ante su falta de talento, habilidad, condición, disposición, inspiración, destreza, habilidad, práctica, experiencia, maestría o primor, o a su absoluta falta de principios, sabiduría, erudición o ciencia, que les conduce a imponer ideas en lugar de exponerlas o compartirlas para el logro del bien común en favor del bien particular, desde el dominio del poder. Olvidando o ignorando que “la libertad suena donde las opiniones chocan” (Adlai E. Stevenson)[3]
Por tanto, actúan como si de una especie invasora se tratase. Capaces de adaptarse a contextos adversos o cuanto menos extraños, como son los espacios democráticos, en convivencia, aparentemente armónica, con las especies autóctonas propias de dichos entornos, pero a las que acaban eliminando al imponerse casi en exclusividad o con frágiles y difíciles equilibrios en los que la debilidad de quienes eran sus moradores queda supeditada a las condiciones que establece la especie invasora. De tal manera que poco a poco modifican el ecosistema político, al acabar con la relación de elementos relacionados y pertenecientes a un determinado territorio o ámbito político, a través de la depredación, el parasitismo o la lucha y en contra de la simbiosis, la combinación o el sincretismo.
Esta ruptura del ecosistema político provoca graves consecuencias para la sociedad en la que se produce. Alterando los equilibrios entre las personas que configuran la comunidad; favoreciendo el crecimiento acelerado de determinadas clases en detrimento de la mayoría; dificultando o impidiendo el acceso universal a determinados derechos esenciales; dominando y manipulando los medios de información y comunicación, para generar miedo y transmitir una falsa seguridad en sus propuestas exclusivas y excluyentes, porque tal como dijera Aristóteles[4] tan solo “El que ha superado sus miedos será verdaderamente libre”; identificando enemigos en quienes son diferentes a las normas y valores de su especie, alimentando el odio y su expulsión del nuevo ecosistema; acotando o prohibiendo el acceso a determinadas informaciones para favorecer el adoctrinamiento, distorsionando la realidad o generando una en paralelo… como resultado de todo ello, se configura un nuevo ecosistema en el que tan solo son capaces de vivir sin amenazas y con bienestar, las clases dominantes. Mientras que el resto resiste y subsiste como puede, en muy malas condiciones.
Esta evolución forzada y destructiva, que no natural, provoca un cambio climático de la política global, que desencadena gravísimas alteraciones en la convivencia entre diferentes culturas, pueblos o civilizaciones, que o bien se someten a la ”nueva realidad”, o son atacados sin piedad hasta su rendición o eliminación mediante presiones o agresiones políticas, económicas, financieras… o la más expeditiva, la guerra genocida que configure su nuevo orden mundial, basado en la oligarquía financiera.
Como ciudadano que soy, me genera mucha tristeza y mucho miedo este panorama desolador y asolador que avanza implacable ante la, en apariencia al menos, pasividad cuando no connivencia de gran parte de la población, que con su apoyo o su indiferencia favorecen su presencia nociva y destructora, que acaba imponiéndose e imponiendo su “ley y orden”. Pero también me genera mucho miedo por lo que supone, no tan solo de retroceso, sino de involución absoluta y absolutista. Tan solo “los que no se mueven, no se dan cuenta de sus cadenas” (Rosa Luxemburgo)[5]
Como enfermera comunitaria que soy y me siento, tengo una mirada particular desde el cuidado que a lo anteriormente dicho se añade el dolor de percibir la devaluación de la salud como derecho universal, ligado a la libertad, la equidad, la accesibilidad… La degradación de la atención al situarla tan solo en el ámbito de la asistencia. La consagración de la enfermedad como valor supremo del asistencialismo curativo que esconde, anula o estigmatiza la muerte, al identificarla como un fracaso de la acción curativa médica, tecnológica y farmacológica. La focalización de la investigación médica en estudios ligados al hedonismo, la belleza y la vida eterna, en detrimento de las enfermedades y los problemas de salud que afectan a pobres y débiles. El acceso a la asistencia restringida a quienes dispongan de recursos económicos disponibles, creando una asistencia para unos pocos ricos, en contraposición a una beneficencia para la mayoría de pobres. La identificación de la humanización como un reclamo de marketing en lugar de un imperativo de la atención. La relación con la ética como una opción interesada en lugar de una obligación profesional. La utilización de la objeción de conciencia como un instrumento utilitarista y mercantil para negar el acceso a determinados derechos. La desvalorización del cuidado, situándolo al servicio del poder establecido de la curación y la tecnología. La imposición de una jerarquía en las organizaciones que favorece los intereses corporativos de los lobbies. La limitación o eliminación de la participación de la comunidad en la toma de decisiones en favor del paternalismo profesional dominante. La utilización de la salud, o mejor dicho de la enfermedad, como un producto financiero con el que hacer negocio y enriquecerse a costa de la salud de la comunidad.
Por eso, como ciudadano y enfermera comunitaria, me revelo a que lo que parece inevitable realmente lo sea. A que lo que se presenta como una salvación pueda ser visto como el verdadero peligro que representa. A que el abuso de autoridad castigue la discrepancia, la crítica, el debate, la reflexión, para imponer su ideario/ideología en contra de las ideas, los argumentos, las evidencias o la razón. A que la fuerza sea el único instrumento ideológico. A que la diversidad sea vista como un peligro que hay que contener y ocultar, porque “cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el privilegio de ser libres” (Charles Evans Hughes)[6]. A que igualdad se circunscriba exclusivamente a determinados ámbitos de exclusividad de género, raza, sexo, ideología… A que la libertad se convierta en un instrumento utilitarista en manos de quienes precisamente están contra de la misma acotándola, ya que cuando “no hay tal cosa como un poco de libertad. O eres totalmente libre, o no eres libre” (Walter Cronkite)[7]. A que la equidad sea un término caduco que deja de tener sentido. A que el acceso a la información y la formación sea un privilegio exclusivo de quienes imponen su autoridad y poder. A que la violencia sea ejercida, aceptada, aplaudida o naturalizada, en función de a quienes se agreda o de quienes agreden. A que la vulnerabilidad y la pobreza sean identificados como una consecuencia de la actitud de determinadas personas, entornos o etnias y no como efecto de los determinantes generados por las clases dominantes, desde la perspectiva de que “la libertad, por lo que respecta a las clases sociales inferiores sea poco más que la elección entre trabajar o morirse de hambre” (Samuel Johnson)[8]. A que el acceso a la educación, la sanidad, la vivienda, la alimentación… sean un privilegio en lugar de un derecho. A que la Salud Pública se convierta en un instrumento al servicio del poder establecido y en contra de la población. A que la promoción de la salud sea una anécdota oportunista en lugar de una oportunidad de bienestar…
Y me revelo y resisto porque “La libertad está en ser audaz” (Robert Frost)[9] , negándome de manera activa y proactiva a aceptar sin más lo que acaba considerándose algo inevitable y natural como parte del proceso democrático de alternancia. Cuando realmente es una invasión perversa, mezquina y perfectamente orquestada que va minando cualquier forma de oposición o diferencia de ideas que pueda suponer una amenaza a su avance y colonización del ecosistema democrático. Porque de no hacerlo, la resistencia acabará siendo una actitud a perseguir y castigar que constituirá la fase final del cambio del ecosistema. Recordemos siempre tal como nos lo trasladó Martin Luther King[10] que “La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido”.
Considero, como ciudadano y enfermera comunitaria, que tengo la obligación ética, moral y estética de pensar, opinar y defender los valores que favorecen la convivencia en la discrepancia, la diferencia y la diversidad desde el cuidado a la dignidad humana, respetando la libertad de pensamiento, expresión y acción de todas las personas. Porque “La única manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan absolutamente libre que tu misma existencia es un acto de rebelión” (Albert Camus)[11]
Ahora que mi actividad profesional enfermera va a situarse en un nivel diferente de acción, siento que mi responsabilidad debe focalizarse en un cuidado más amplio, diverso, calidoscópico, integral, integrado e integrador de la sociedad a la que pertenezco y de la que me siento parte definida y diferente, activa y autónoma, solidaria y comprometida y no tan solo como un sujeto, un dato, un número o un paciente, en el entorno positivista en el que nos quieren alienar. Coincido pues con Elbert Hubbard[12] cuando dice que “La responsabilidad es el precio de la libertad”
Nada de lo que está pasando en casual. Obedece a una causalidad tecno-financiera que tan solo puede ser contrarrestada desde el conocimiento, la ciencia, las evidencias, el debate, la solidaridad, y la convivencia social que requiere de un esfuerzo y una generosidad individual y colectiva para poder seguir disfrutando de algo que requiere de tanto cuidado como la libertad que alimenta la democracia. Que cada cual, desde sus ideas, sus conocimientos, sus aptitudes y su voluntad cuide de ella. Porque no hacerlo supone contribuir a que tan solo tengamos referencia de ella a través de una estatua que además de estar muy alejada de nuestro entorno, a lo mejor, pronto, le cambian el nombre. Como expresara Voltaire[13] “El hombre es libre en el momento en que desea serlo”. No perdamos nunca ese deseo, sin duda, merece la pena, porque recordando a Jean-Jacques Rousseau[14] “Gente libre, recordar esta máxima: podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera si se pierde una vez”. Porque, al igual que ocurre con la salud, ésta se cuida, no se cura.
[1] Sindicalista del Movimiento obrero y del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos (1889-1979)
[2] Poeta bengalí, poeta filósofo del movimiento Brahmo Samaj (posteriormente convertido al hinduismo), artista, dramaturgo, músico, novelista y autor de canciones que fue premiado con el Premio Nobel de Literatura en 1913 81861-1941)
[3] Abogado, político y diplomático estadounidense (1900-1965)
[4] Filósofo, polímata y científico griego (384 a. C. – 322 a.C.)
[5] Teórica marxista polaca de origen judío (1879-1919)
[6] Estadista, político, académico y jurista estadounidense (1862-1948)
[7] Periodista de radiodifusión estadounidense (1916-2009)
[8] Poeta, ensayista, biógrafo, crítico literario y lexicógrafo inglés (1709-1784)
[9] Poeta estadounidense (1874-1963)
[10] Activista bautista estadounidense que se convirtió en el portavoz y líder más visible del movimiento de derechos civiles desde 1955 hasta su asesinato en 1968 (1929-1968)
[11] Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista argelino-francés (1913-1960)
[12] Escritor, editor, artista y filósofo estadounidense (1856-1915)
[13] Escritor, historiador, filósofo y abogado francés (1694-1778)
[14] Polímata suizo francófono (1712-1778).