DEVALUACIÓN ENFERMERA La deriva de los cuidados

“Lo que hace falta es someter a las circunstancias, no someterse a ellas.”

Quinto Horacio Flaco[1]

 

Ahora que parece que hemos encontrado un equipo ministerial sensible con los cuidados y la necesidad de ponerlos en valor más allá de las palabras vacuas y complacientes con las que suelen referirse las/os políticas/os de turno en sus forzadas intervenciones públicas, ahora, precisamente, arrecian los planteamientos que abogan por un nuevo enmascaramiento de los cuidados.

No se trata de una percepción subjetiva, ni de un victimismo lastimero, ni de sentimiento corporativista. Se trata de una realidad con diversos enfoques y en la que intervienen variados factores que conducen a que se configure, cada vez, con mayor fuerza.

No pretendo hacer un ensayo sobre la importancia, valor y aportación de los cuidados. No porque no lo considere importante. Sino porque entiendo que, a estas alturas, quien no conoce y reconoce estas dimensiones del cuidado es, simplemente, porque no quiere, no le interesa o le interesa ocultarlo o manipularlo.

Es por ello que me centraré en tratar de analizar y reflexionar sobre cuáles son esas variables y factores de los que hablo.

Como ya he comentado, desde el ministerio de sanidad, se está trabajando en la conocida como Iniciativa Marco en Cuidados del SNS (IMACU), que el propio ministerio identifica como un paso más en el liderazgo de la Profesión Enfermera[2]. Algo que no se corresponde exactamente con la realidad, porque más pasos en ese sentido del liderazgo enfermero, no se han dado hasta ahora, por lo que sería más apropiado hablar de un primer paso, importante, pero el primero real, al menos en cuanto a su planteamiento. Sin embrago, en paralelo, y sobre todo desde sectores neoliberales de la medicina privada se está abogando por un modelo en el que el cuidado queda relegado nuevamente a un papel subsidiario, técnico e intrascendente desprovisto de cualquier carácter científico.

Nuevamente, insisto, dicha aseveración no es producto de mi imaginación, ni de, tal como se me ha llegado a acusar, de un dogmatismo irracional. Se trata de una realidad. Para muestra, me referiré a las palabras pronunciadas por Juan Abarca Cidón, presidente de la Fundación “Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad, IDIS”, en su intervención, el pasado día 20 de febrero en Valencia, delante de las enfermeras que asistían a la celebración del Día de la Enfermería de la Comunitat Valenciana, organizado por el Consejo de Enfermería de la Comunitat Valenciana (CECOVA)[3], dijo, tras las convencionales, retóricas y falsas palabras de loa a las enfermeras, que éstas debían modificar su actual estatus para ser especialistas en todas las especialidades médicas (sic) y dejar que otras/os se encarguen de hacer lo que no es productivo aunque se tenga que hacer, refiriéndose sin nombrarlos a los cuidados. Una enfermera, por tanto, tecnológica y que pueda servir de apoyo a los médicos. Por cierto, no habló en ningún momento de promocionar la investigación enfermera, supongo que porque entiende y defiende que con apoyar a los médicos recogiendo datos para sus investigaciones posiblemente ya es suficiente y así no se distraen en “cuestiones improductivas”.

Es decir, volver al Ayudante Técnico Sanitario (ATS) que tanto añoran los médicos y el negocio de la sanidad que mercantiliza la salud. Un discurso, que fue aplaudido por la gran mayoría de las enfermeras presentes. No pido que se abuchee, ni se menosprecie, a quien así habla de las enfermeras, pero al menos no estaría de más que no se le “premiase” con un aplauso, yo no lo hice por dignidad y coherencia con lo que soy y me siento.

Siendo todo ello triste y lamentable, lo peor es que su presencia y su arenga fue pronunciada tras recibir el reconocimiento CECOVA a la implicación con la profesión enfermera (posiblemente hubiese sido más acertado que el reconocimiento fuese a la utilización de la profesión enfermera). Y tras recibirlo (fue el primero de los reconocimientos entregados) se fue. En un acto de “respeto y agradecimiento” por la distinción recibida. Sobran más palabras.

Así pues, el boyante, próspero y lucrativo negocio de la salud, quienes lo gestionan y quienes, desde la administración pública, lo promocionan, potencian y ayudan, pretenden que las enfermeras volvamos a ser las solícitas profesionales que hacen lo que necesitan y reclaman los médicos para su proyección y desarrollo profesional, además de para su negocio, claro está.

Tras escuchar tan preocupantes palabras y lamentar, que una institución, que representa a todas las enfermeras valencianas, reconozca a una persona que tiene esa imagen de las enfermeras y que modela a “sus” enfermeras en base a la misma, no dejé de pensar en si ese panorama, que acababa de ser expuesto, debía enmarcarlo en el ámbito de la anécdota o si por el contrario era una tendencia que, además, no se circunscribía exclusivamente al contexto de la empresa sanitaria privada.

Mis más optimistas pensamientos luchaban porque se tratase de un hecho aislado, circunscrito al negocio sanitario. Pero muy pronto, las evidencias de la realidad, apartaron mi optimismo, dando paso a la constatación de una tendencia cada vez más presente y poderosa en este sentido.

Emergió el recuerdo de lo que, ya en otras ocasiones, he trasladado en alguna de mis entradas. Cuando hablaba de la preocupante regresión que se está produciendo en los planes de estudio y en su consecuente traducción en el proceso de enseñanza-aprendizaje de las futuras enfermeras. La cada vez más debilitada presencia de aspectos, tan importantes para el paradigma enfermero como la ética, la humanización, la salud, la comunicación, la promoción… o la ausencia casi generalizada de conocimientos relacionados con la filosofía, la espiritualidad, el medio ambiente, la vulnerabilidad… en favor de la tecnología, las técnicas, la enfermedad, la farmacología… nos sitúan en una dirección cada vez más próxima al modelo que proclamó el anteriormente mencionado directivo médico.

Pero, si en mis anteriores reflexiones, al respecto de lo dicho, ponía el acento en la complicidad que las universidades mostraban para adecuarse al perfil de enfermeras que demandaban los sistemas de salud públicos, ahora, mi grado de preocupación aumenta considerablemente tras el referido discurso.

Es un hecho incuestionable el gran aumento de la sanidad privada en todo el contexto Iberoamericano. En España, por ejemplo, en los últimos años, sobre todo tras la COVID.19, han aumentado más de un 40% los seguros privados. Este hecho, más allá de otras consideraciones, eleva las desigualdades y pone en riesgo la sostenibilidad del sistema público de salud[4]. Y, al margen de presentimientos o sospechas, las manifestaciones antes comentadas constatan cuál es el modelo de enfermera que se demanda y por derivación, el de cuidados.

A ello hay que añadir el enorme aumento de las universidades privadas en toda Iberoamérica. Y volviendo a referir datos de España, en los últimos 26 años se han abierto 31 nuevas universidades privadas y existen 10 en espera de aprobación. Mientras que, desde 1998, no se ha abierto ninguna otra universidad pública. Esto, supone que, en breve, el número de universidades privadas será superior al de públicas. Algo impensable hace tan solo unos años[5].

Como sucede con el aumento de la sanidad privada, el de la educación superior también se traduce en mayor desigualdad y peor financiación de la universidad pública, con todo lo que eso significa. Pero, además, los intereses económicos que, no podemos ni debemos olvidar, priman sobre cualquier otro -por mucho que se lancen discursos falaces ensalzando el interés supremo de la educación- hacen que se trate de responder, cada vez más, a las demandas que provienen del negocio sanitario en auge. Además de existir, en algunos casos, conexiones empresariales evidentes entre ambos sectores que se traduce en un modelo de formación enfermera próximo a los postulados que, con total descaro, planteó, como ya he apuntado, el gestor de la Fundación “Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad, IDIS” y que no se distancia en mucho, o casi en nada, a lo que plantean, con mayor o menor claridad pero con idéntico convencimiento, todas las compañías privadas de salud, sobre el modelo de enfermera que necesitan y exigen. Por tanto, el mensaje acaba calando en las universidades, que se pliegan a los intereses económicos o empresariales, priorizándolos a los derivados de las necesidades de la comunidad en su conjunto. El resultado se traduce en una línea de enseñanza aprendizaje cada vez más tecnológica y medicalizada y, en consecuencia, con una pérdida de la identidad enfermera, del valor de los cuidados y de la humanización de la atención. A este respecto, es bueno adelantarse a las argumentaciones de las excepciones, ya que las excepciones, no hacen más que confirmar las generalidades.

A todo esto, hay que añadir el descenso progresivo en la captación de estudiantes que quieran cursar los estudios de enfermería que, siendo cierto, se comporta de manera variable en función de países, no es menos cierto, que es una constante en todos ellos. Por otra parte, hay que destacar el alarmante aumento de la tasa de abandono de las enfermeras ya tituladas[6]. Algo que no tan solo pone en peligro la cobertura de las plazas necesarias de enfermeras en los sistemas de salud, sino que, además, en este caso también, las desigualdades afloran, dado que cada vez existe un mayor número de plazas de difícil cobertura, por razón de distancia, falta de accesibilidad, territorios despoblados, bajos salarios…y por la concentración de la sanidad privada en las grandes urbes que captan una importante cantidad de las, cada vez, más escasas enfermeras, fascinadas por ese modelo, a la par, tecnológico y subsidiario al que sucumben.

Por tanto, el modelo de enfermera profesional de cuidados, basado en un paradigma propio, con autonomía y con una gran responsabilidad, pero, al mismo tiempo, con una escasa valoración y débil apoyo institucional, es cada vez menos atractivo y está más devaluado, para las nuevas generaciones. Por su parte, las enfermeras ya tituladas que no abandonan, caen en el desánimo, la inacción, el inmovilismo y tienden a ocupar un espacio de confort en el que la obediencia, la docilidad, el pensamiento acrítico, la ausencia de iniciativa… se imponen a la motivación, el compromiso, la implicación, el análisis científico, el pensamiento crítico… que conduce hacia un modelo de rutina tecnológica y con una importante deriva de los cuidados profesionales.

Ante esta realidad, está otra incuestionable realidad como la del aumento de demanda de cuidados, que provoca un “mercado” de enfermeras entre países “productores” y países “desabastecidos” de enfermeras, que hace emerger nuevamente las desigualdades. Desigualdades que, en este caso, afectan tanto a las personas a las que se atiende -por la mala gestión que se hace de las cada vez más escasas enfermeras- como a las propias enfermeras que sufren la precariedad de los contratos, el estrés, el burnout, la falta de conciliación familiar, el déficit de salud mental… que se incorporan como factores evidentes de desmotivación y abandono.

Por otra parte, la burocracia, la falta de voluntad política, la ausencia de estrategias globales… provocan un retraso, tan injustificado, como evitable, de los procesos de homologación de títulos entre países del entorno Iberoamericano que podría salvar, en parte, algunas de los problemas comentados. De tal manera, que comprobamos como, el plazo normativo para la gestión de homologación de títulos está establecido en España en un máximo de 6 meses, pero que sin embargo no es inferior a los 2 años, pudiéndose prolongar hasta los 5 años. Pero al margen de las razones ya apuntadas, hay que destacar, también, la ausencia de unos criterios homogéneos de certificación de los estudios entre países. De tal manera que, en muchas ocasiones, la certificación de los estudios, expedida por las universidades Latinoamericanas, no refleja el número de horas y/o créditos realizados en práctica o internado clínico. Provocando, sistemáticamente, que se rechace la homologación y se exija, a la enfermera solicitante, realizar las prácticas clínicas que no se certifican, aunque en la mayoría de las ocasiones, sino en la totalidad, han sido realizadas en sus países de origen. Este problema, podría salvarse si en las universidades de Perú, México, Colombia, Argentina… se certificasen todas las horas teóricas y prácticas. No parece algo tan complicado y sin embargo se mantiene esta inercia más allá de lo estrictamente razonable.

Así pues, las enfermeras latinoamericanas que vienen a trabajar a España como tales, se ven abocadas a hacerlo como personal auxiliar, en el mejor de los casos, como cuidadoras en el ámbito familiar, empleadas domésticas…en condiciones de precariedad. Lo cual supone una gravísima pérdida de talento y de recurso profesional muy necesario que lleva, en muchas ocasiones, al abandono definitivo de la profesión por parte de dichas/os profesionales. De tal manera que la migración, también en este caso, se incorpora como un factor de riesgo que podría evitarse con una gestión global coordinada en el contexto Iberoamericano.

Este problema, con serlo, supone, a mi modo de ver, otro aún mayor, como es el de contribuir a la deriva de los cuidados profesionales, relegándolos nuevamente al ámbito doméstico y ligados a la mujer como rol social de género impuesto. Influyendo en la autopercepción y la identificación de los demás, en las interacciones, la distribución del poder y de los recursos. Los cuidados, pues, lejos de ser dignificados, sufren la desidia, el olvido, el desprecio, la desvalorización… de quienes los perciben como una amenaza a su narcisismo disciplinar. Rebajándolos al servilismo de sus exigencias, por mucho que lo disfracen con falsos halagos de encantamiento. Algo que, además, es tolerado y asumido por las/os gestoras/es de los sistemas sanitarios colonizados por quienes, precisamente, atacan la dignidad de los cuidados o tratan de apropiarse de ellos para adaptarlos a las premisas de su paradigma patogénico.

Seguro que existen más variables y factores que influyen negativamente en el deterioro de la formación y la práctica enfermera, pero para muestra estos botones que configuran un “vestido” -el de enfermera- que cada vez tiene más defectos de confección y resulta más incómodo de vestir, por lo que se suele sustituir por prendas más cómodas y baratas, aunque evidentemente alejadas de las propiedades, deseadas y esperadas, del “patrón” original.

Una vez más, identificamos elementos, aspectos, hechos… que sustentan y refuerzan la necesidad de configurar un contexto Iberoamericano de enfermería que sea capaz de situar a las enfermeras y a sus cuidados en el plano que les corresponde. ¿A qué esperamos para concretarlo?

Ojalá y el IMACU, sirva para que el marco de cuidados no se quede tan solo en una pieza que rodee una imagen estática, la de los cuidados, y se convierta en un espacio real en el que encajar una puerta abierta al desarrollo, la visibilidad y la valoración de los cuidados enfermeros para que los mismos, sirvan de referencia y sean asumidos, aceptados y sentidos como identidad del modelo de enfermera que nunca debiera perderse o desdibujarse, a pesar de las permanentes tentaciones y pretensiones de usurpadores de la salud y mercaderes o banqueros de la enfermedad.

[1] Conocido como Horacio, fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina (65 a. C. – 27 a. C.).

[2] https://www.sanidad.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=5948 

[3] https://portalcecova.es/noticias/notas-de-prensa/el-reconocimiento-a-la-enfermeria-debe-traducirse-en-mejoras-laborales-y-en-su-mayor-presencia-en-la-toma-de-decisiones-en-el-sistema-sanitario-2025

[4] https://www.ivie.es/en_US/el-aumento-en-un-40-del-gasto-en-sanidad-privada-eleva-las-desigualdades-y-pone-en-riesgo-la-sostenibilidad-del-sistema-publico-de-salud/ 

[5] https://elpais.com/expres/2024-10-27/las-universidades-privadas-estan-a-un-paso-de-superar-a-las-publicas-que-ocurre-en-la-educacion-superior-en-espana.html

[6] https://www.facebook.com/sanidadregionalugt/photos/-ugt-news_-vol-1-n%C2%BA-2-la-sanidad-andaluza-entre-las-ratios-m%C3%A1s-baja-de-espa%C3%B1a-de/1113543670565883/?_rdr

DE LEYES Y PARADOJAS La importante variable de los cuidados

                                                            “Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas.”

Honoré de Balzac[1]

 

Ahora que está planteándose la elaboración de una denominada Ley de ratios, me parece importante reflexionar sobre qué se pretende y qué se quiere conseguir con esa Ley.

Venimos de oír de manera permanente y machacona, la reivindicación de falta de médicos y enfermeras, a las que ahora se han unido los psicólogos, entre otras/os profesionales en el ámbito de la salud.

Se han manejado y se siguen manejando los datos que determinados organismos nacionales e internacionales publican periódicamente sobre el número de profesionales asignadas/ a un número de población determinada. Y según esos datos existe una carencia clara de enfermeras y un excedente de médicos con relación a los números del resto de países sobre los que se lleva a cabo el análisis. Estos estudios, pues, son utilizados para argumentar la reivindicación de más enfermeras o para cuestionar su validez, por parte de los médicos, por entender que son datos sesgados que no se corresponden con la realidad de nuestro contexto.

Pero, más allá de la validez de los estudios comentados y de la percepción que cada colectivo pueda tener sobre la falta de profesionales, lo que es una realidad es la falta de criterios serios y rigurosos que justifiquen la asignación de profesionales, más allá de las que van ligadas a un número determinado de población con independencia del contexto, de las necesidades, de los cuidados, de la vulnerabilidad, de la accesibilidad… entre otras variables que no se contemplan en ningún caso. Lo que acaba generando que existan centros o servicios sobredimensionados en contraposición a otros infradimensionados. Que es lo que suele suceder cuando se da café para todos, aunque no a todos les guste, lo necesiten, lo aprecien o lo merezcan.

Porque lo que se está reclamando, con argumentos no siempre serios y con razones sustentadas en falacias, medias verdades, trampas o argucias, es que haya un aumento lineal de profesionales.

En este sentido, pues, seguir esgrimiendo el exceso de demanda, el colapso de los servicios, la falta de tiempo… sin hacer un análisis profundo y riguroso sobre cuáles son las verdaderas causas que generan todos esos problemas y esquivando permanentemente realizar una autocrítica sobre cuál es el peso que sobre los mismos tiene la actuación de las/os profesionales, es una irresponsabilidad y una falta absoluta de ética, que se asume con absoluta normalidad a pesar de lo reprobable que resulta.

Porque el aumento de la demanda y el colapso que genera, no es algo que se produzca de manera casual, ni mucho menos es producto de la irresponsabilidad de las personas que acceden a los servicios o que demandan atención, como se relata insistentemente tratando de tirar balones fuera.

El paternalismo, el protagonismo profesional, la resistencia a la participación en la toma de decisiones por parte de las personas, la abusiva e innecesaria medicalización, el uso indiscriminado de la tecnología… con los que se ha actuado durante décadas por parte, fundamentalmente de los médicos, son las verdaderas razones, aunque no se quieran reconocer, que han conducido a un mal uso de los recursos de atención, por parte de la población, y a un posicionamiento de victimismo permanente, por parte de las/os profesionales. Lo que conduce a una vía muerta en el que la inacción, el inmovilismo y la queja permanente son la única respuesta que se plantea. Y cuando no, se esgrime un mantra calculado y malicioso, en base al que se reclama un tiempo mínimo y estándar de atención, por parte de quienes no saben o no quieren gestionar el tiempo del que disponen con criterios de priorización y planificación. Todo lo cual conduce a un caos que, paradójicamente, es utilizado como bumerang para reclamar más profesionales. Se genera la tormenta perfecta para lograr sacar provecho. A lo que hay que añadir la utilización vergonzosa que hacen de la población captándola, con engaños, como aliada de sus reivindicaciones en contra del sistema y de quien lo gestiona. Gestión que, de nuevo paradójicamente, está en manos de profesionales de la misma disciplina que reclama, y que no son capaces de satisfacer sus demandas, pero tampoco de solucionar el problema de un modelo caduco, ineficaz e ineficiente, que mantienen. Lo que da lugar a pensar que ni pueden contentar a los “enfadados” ni quieren cambiar el modelo que ellos mismos, como colectivo, han diseñado, manipulado y mantenido a pesar de su evidente deterioro.

Por otra parte, los mismos que se quejan de una abrumadora demanda y un estrés permanente, defienden con un celo enfermizo y exento de argumentos razonables y racionales, su amurallado marco competencial por entender que se les intenta invadir y usurpar. De tal manera que actúan como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. La resistencia a que otras/os profesionales asuman competencias o que accedan a puestos de toma de decisiones que, en ambos casos, ellos consideran de su absoluta exclusividad, conduce a situaciones kafkianas que tan solo se sostienen gracias al mantenimiento de normativas como el Estatuto Marco, la Ley del Medicamento o la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), entre otras, que protegen sus posicionamientos, negándose a que se cambien. Así pues, cuestionan que una enfermera pueda diagnosticar y prescribir una infección de orina, pero admiten que pueda hacerlo la Inteligencia Artificial. Cuestionan que una enfermera gestione, a pesar de tener competencias, capacidad y méritos para hacerlo, exponiendo como única razón el que sea enfermera, mientras asumen y aceptan que lo haga un biólogo, un economista o un arquitecto. Cuestionan que una enfermera pueda tomar decisiones sobre los problemas de salud que afronta, argumentando que son competencia clínica exclusiva de ellos, mientras admiten que los farmacéuticos hagan negocio en base a ese mismo afrontamiento. No cubren las plazas ofertadas de especialización en medicina familiar y comunitaria por no serles de interés, pero se atrincheran en defensa del espacio que han constituido y construido como exclusivo, aunque ello suponga su progresivo deterioro. Y así podría seguir relatando excentricidades, incoherencias, disparates… de igual o parecida magnitud, a pesar de los múltiples ejemplos que contradicen y ridiculizan sus posicionamientos en muchos países, en los que estas cuestiones no es que estén plenamente superadas, sino que se consideran algo natural y racional.

En este escenario de permanentes y caprichosas demandas, similares a las de un/a niño/a que patalea para lograr el caramelo, últimamente se ha incorporado, aprovechando la “moda de la salud mental”, la reivindicación de los psicólogos para que se aumente el número de dichos profesionales como única forma de solucionar los problemas de salud mental en todos los ámbitos de nuestras vidas – escolar, laboral, ocio, desastres…- Sin duda, se ha identificado un nicho de empleo fantástico del que se excluye sistemáticamente a otras/os profesionales, como las enfermeras especialistas en salud mental. Enfermeras que, aun teniendo los conocimientos, las habilidades y las competencias para responder con total garantía y calidad a muchas de las necesidades de salud mental, desde una perspectiva de atención integral y de cuidados alejada de los psicofármacos que se están utilizando como remedio universal, se siguen ignorando.   

Ser facultativo se deriva o depende de la facultad o poder para hacer algo y no el TODO que sería lo que otorgaría dicha facultad a una sola disciplina. Lo mismo que ser doctor es un grado académico que no es exclusivo de ninguna disciplina y por tanto no debería ser utilizado de manera excluyente como se hace. Estaría bien que dejasen ya de ejercer su absolutismo disciplinar y pasasen a asumir la competencia compartida en la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la atención, la rehabilitación y la reinserción de las personas. Posiblemente, si fueran capaces de asumir con humildad que la salud es demasiado importante para que tan solo ellos puedan decidir qué hacer y quién debe hacerlo, se empezaría a poder solucionar algunos de los males que afectan a la salud y al sistema de salud que tan enfermo está.

Todo este cúmulo de despropósitos que utilizan, sobre todo, aquellas organizaciones que dicen representar a los médicos, no tan solo paralizan el sistema y conduce a un empeoramiento progresivo del mismo, sino que genera un enfrentamiento que, en realidad, no existe en la gran mayoría de los centros y servicios en el día a día del trabajo compartido. Pero que tienen el cuajo de emplearlos para reclamar un aumento de plazas que no se sostiene, pero que se mantiene como discurso corporativista y antienfermero.

Que nadie se lleve a engaño, ni caiga en el canto de sirenas de estos manipuladores. El aumento de profesionales, con ley de ratios o sin ella, no va a solucionar el problema actual del sistema de salud. Se ha demostrada en todas aquellas ocasiones que, habiendo sucumbido a sus reclamaciones, se aumentaron el número de profesionales, a bulto, sin que ello modificase en absoluto la situación y contribuyese no ya a su solución, sino ni tan siquiera a su mejora. Blanco y en botella.

Porque plantear una Ley de ratios sin previamente haber ordenado la profesión enfermera en la que sigue sin definirse las competencias que deben asumir las enfermeras especialistas con relación a las generalistas. Sin que se sigan sin creen plazas específicas de especialistas. Sin que se conozca las enfermeras que trabajan en el sistema y dónde lo hacen. Sin que se garantice que las enfermeras especialistas podrán trabajar en el ámbito de su especialidad. Sin que se adecuen las plazas de formación especializada en base a criterios de necesidades reales y no de intereses políticos. Sin que se pondere la complejidad de cuidados. Sin que se identifique la vulnerabilidad. Sin que se revise el actual modelo de formación especializada enfermera que está mediatizada y subsidiada a la especialización médica en unas unidades multiprofesionales que no garantizan la calidad de dicha formación. Sin que se revisen los planes de estudios de las enfermeras en la universidad que permitan responder a las necesidades de cuidados de la comunidad y no a las del sistema de salud como principal “contratante”. Sin que se tenga en cuenta la dispersión geográfica… es, no tan solo una temeridad, sino una absoluta barbaridad que acarreará que, la supuesta Ley, nazca muerta o herida de gravedad.

Mientras se sigan manteniendo posicionamientos que obedecen tan solo a intereses corporativos de lobbies perfectamente identificados e igualmente admitidos y tolerados, va a resultar muy complicado avanzar en la mejora del sistema de salud.

No se trata tanto, que también, de un problema de personal, como de un problema estructural y de organización.

Si en lugar de escuchar y hacer caso a las voces de la ignorancia y la mediocridad, se tuviese la capacidad de observar, escuchar y tomar decisiones razonables y razonadas, cuando esas se elevan en medio del caos que provocan, a lo mejor, se podría empezar a tener alguna esperanza de avance y cambio. Si, por el contrario, en un contexto donde dichos lobbies siguen chillando para silenciar al resto y ser escuchados ellos exclusivamente, se tuviese el valor de la calma, el discernimiento y la paciencia como herramientas para actuar con sabiduría, a lo mejor, se acabaría con locura del disparate. Pensar y asumir que, por el hecho de tener una determinada titulación, se tiene el derecho y el privilegio de decir y hacer todo aquello que se les ocurra, sin tener en cuenta que la inteligencia, no la otorga los títulos logrados o los supuestos conocimientos adquiridos, resulta también necesario que se tenga en cuenta. Es preciso, pues, que recordemos siempre que no es necesario demostrar nada a quien no está dispuesto a escuchar. Tan solo desde esa actitud, que tiene poder y dignidad, será posible vencer a la mediocridad que se dedica a chillar pensando que de esa manera va a tener más razón o va a ser más respetado, cuando lo que pasa es que se pone de manifiesto el ruido de su ignorancia y el temor de su intolerancia, pero que lamentablemente sigue vigente logrando sus propósitos.

El Sistema de Salud tiene que dejar de ser, de una vez para siempre, el cortijo de unos pocos en detrimento de la mayoría. La salud es demasiado importante para que siga siendo negada desde la trascendencia de la enfermedad y el protagonismo de quienes la protegen. La salud es demasiado importante para que nadie intente asumir en exclusiva su propiedad facultativa.

En una sociedad que demanda cada vez más cuidados. En un sistema de salud en el que los cuidados son fundamentales en todos los ámbitos de atención. En un contexto político y económico en el que los cuidados son la base de la atención… seguir negando su valor, invisibilizando su existencia, relativizando su aportación, supone un error de consecuencias muy graves para la salud de las personas, las familias y la comunidad, que no debería seguir aceptándose como algo inevitable. Resulta, por tanto, fundamental que el marco estratégico de cuidados (IMACU) sea lo antes posible una realidad que permita articular la atención a la salud y facilite que la asignación de profesionales deje de obedecer a intereses corporativos para ajustarse a necesidades reales y sentidas de las personas y no a las percibidas exclusivamente por las/os profesionales, sean estas/os las/os que sean.

La Ley de ratios, debe vencer las paradojas, los sofismas, los mantras y todo aquello que persista en ocultar una realidad que a algunos no les gusta y por tanto, se esfuerzan en construir otra paralela en la que seguir disfrutando de su zona de exclusivo confort. Porque como dijera Platón[2] “el legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos”.

Sin duda, las presiones son muchas, pero las razones que lo aconsejan son más potentes y deberían superarlas si, a pesar de todo, se cuenta con la coherencia y la voluntad política, profesional y social de quien tiene la responsabilidad y capacidad de llevarlo a cabo, acabando, de una vez por todas, con las paradojas, los sofismas y las mentiras.

[1] Novelista y dramaturgo francés, representante de la llamada novela realista del siglo XIX (1799-1850)

[2] Filósofo griego seguidor de Sócrates​ y maestro de Aristóteles (427 a.C. – 347 a. C.).

A PROPÓSITO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA Más allá de las probetas, los cuidados.

                                                                   

                                                                         A todas las mujeres científicas, y en especial a las enfermeras, que han sido y siguen siendo silenciadas en nombre de la ciencia.

 

                                                           “La ciencia es una empresa que sólo puede florecer si se pone la verdad por delante de la nacionalidad, la etnia, la clase, el género y el color”

John C. Polanyi[1]

 

Celebramos un nuevo día internacional. En este caso el de la mujer y la niña en la ciencia.

Considero que es muy importante que se visibilice y valore la aportación, no tan solo significativa, sino trascendental de las mujeres a la ciencia. Y no menos importante, el primordial desarrollo de estrategias que trasladen la necesidad de derribar estereotipos y tópicos que siguen estableciendo una clara barrera en la identificación, por parte de las niñas, de lo que es y significa la ciencia, en su más amplio sentido del término, determinando, sin lugar a dudas, que se sigan manteniendo compartimentos estanco con relación al ideario que niñas y niños van construyendo en torno a sus elecciones profesionales de futuro y que tienen fiel reflejo en los juegos, los juguetes, los mensajes, los cuentos, la educación, la información, los comportamientos… que siguen presentes en nuestras sociedades.

Así pues, creo que más allá de la celebración puntual y sistemática del día conmemorativo, éste debería ser tan solo un acto que permitiese reflexionar anualmente sobre las acciones llevadas a cabo y los resultados, que en su caso, se hayan logrado. Lo contrario nos conducirá a una permanente sensación de fracaso y frustración, cuando no de abandono o rechazo tal como ya se está produciendo en diferentes contextos y ámbitos en los que la ciencia vuelve a instrumentalizarse como un arma machista contra las mujeres al considerarla como una ideologización por parte de quienes, paradójicamente, la utilizan como tal en sus planteamientos negacioncitas y contrarios a los derechos fundamentales de las mujeres[2],[3].

De inicio, creo que debemos reflexionar seriamente sobre la división aún existente, entre profesiones femeninas y masculinas que marcan de manera muy clara las opciones de elección de las mismas por parte de las/os niñas/os y las/os jóvenes.

El ideario social que sobre determinadas profesiones se sigue manteniendo en base a los roles asignados a niñas y niños desde prácticamente su nacimiento, es un claro hándicap a la hora de establecer una igualdad que sigue siendo más un deseo que una realidad. Desde esta perspectiva los cuidados, ligados a la salud o a la educación, han determinado la asignación de género tanto de las profesiones como de quienes acceden mayoritariamente a ellas, generando graves problemas de identidad, abandono o colonización de diferentes ámbitos profesionales -fundamentalmente los de mayor responsabilidad o visibilidad-, en los que, a pesar de la abrumadora proporción de mujeres, son los hombres quienes los ocupan… Problemas que acaban por determinar una desvalorización de las profesiones en su conjunto y de las competencias propias de sus respectivas/os profesionales. Por su parte los hombres que eligen dichas profesiones, en muchas ocasiones, tratan de masculinizar las mismas en un intento fallido, innecesario, antinatural y reaccionario. Porque no hay que confundir la importante aportación de las masculinidades, con la imposición de patrones y normas de comportamiento machistas. Es por ello que a día de hoy, en pleno siglo XXI, parece incomprensible que siga existiendo una identificación de los cuidados al margen de la ciencia y por derivación que quienes ejercen las profesiones ligadas a los cuidados no se consideren científicas/os.

Por otra, es cierto, que profesiones masculinas, históricamente ocupadas casi exclusivamente por hombres, han evolucionado hacia una incorporación progresiva de mujeres que, en algunos casos incluso, ha supuesto que sean mayoritarias donde antes eran residuales o inexistentes. Sin embargo, este significativo cambio no ha supuesto que se haya modificado el género de las profesiones que, lamentablemente, siguen siendo marcadamente masculinas, cuando no machistas. Este hecho supone que las mujeres que se incorporan a las citadas profesiones, lejos de cambiar sus comportamientos, los asumen como propios, perpetuando e incluso reforzando los roles masculinos que suelen generar relaciones de poder, exclusividad y exclusión tan características de las mismas. De tal manera que incluso se autoexcluyen de las ciencias comunes a las que pertenecen al entender que ellas son una ciencia única que no puede “mezclarse” con ciencias que consideran menores, en el mejor de los casos, o que desprecian mayoritariamente como tales. Pero, lo que resulta aún más incomprensible, triste y preocupante, es que la propia ciencia, en general, las universidades como cuna de la ciencia, y la sociedad, lo asuman como natural y no tan solo lo acepten, sino que lo favorezcan, contribuyendo a una, cada vez mayor, radicalización y división de género entre profesiones y profesionales[4].

Lo apuntado, permite entender que los hombres que deciden estudiar enfermería o magisterio, por ejemplo, se revuelvan y se sientan heridos en su masculinidad si se les denomina enfermeras o maestras o se les asocie con el cuidado, sobre todo aquel que socialmente está más relacionado con la mujer. O que las mujeres que estudian medicina se autodenominen como médicos, como respuesta ligada al subconsciente masculino de la medicina que ejercen. Algo que, más allá de una anécdota, es un claro ejemplo de las respuestas machistas de las disciplinas, que son trasladadas de manera automática y potente, a la imagen e identidad que la sociedad tiene de las/os profesionales que las ejercen. Nadie llama, por ejemplo, a una médica, chica o nena, como se hace tan habitualmente cuando se dirigen a las enfermeras.

Todo lo cual, además, se reproduce, de manera tan clara como descarada, en acciones como la que un medio de comunicación, en un torpe intento por mostrarse inclusivo e igualitario, lo que hace es ejercer exclusión hacia una parte de las/os profesionales a quienes, supuestamente quiere reconocer, en el premio de las Sanitarias, constituyendo un Jurado de mujeres líderes en el que no hay ni una sola enfermera. Posiblemente porque consideren que entre las enfermeras no existen mujeres líderes[5].

Por último están aquellas profesiones que socialmente siempre han sido asignadas a los hombres por razones tan irracionales como reprochables, ligadas a la identificación de la mujer como ser inferior, de menor nivel intelectual, de peor capacidad de trabajo… por lo que no estaban capacitadas para estudiar y mucho menos trabajar como profesionales de dichas disciplinas. Por tanto, se han convertido en reductos masculinos en los que las mujeres no tan solo deben trabajar por superar unos estudios que, más allá de su complejidad, han sido revestidos de una dificultad artificial para otorgarles mayor reconocimiento científico y social, sino que deben demostrarlo de manera más contundente que sus compañeros, al seguir presente la idea de que dichos estudios no está al alcance de las mujeres, lo que propicia una “reserva natural y protegida” de masculinidad.

Pero, más allá, de esta separación de género disciplinar/profesional, debemos destacar lo que continúa siendo un imaginario común en relación con la Ciencia. Tan solo hay que ver las imágenes relativas a la conmemoración de la mujer y la niña en la ciencia, en las que de manera prácticamente general se relaciona a la Ciencia con los tubos de ensayo, las probetas, los laboratorios o los microscopios, de tal manera que toda disciplina que no se relacione con dichos instrumentos, queda sistemáticamente excluida de la Ciencia, al menos de manera gráfica, que es tanto como decir que es el resultado de ser aceptado y asumido como algo normalizado.

Por otra parte la ciencia se ha asimilado, de manera casi automática y exclusiva, con la investigación positivista. De tal manera que toda aquella investigación que no se ajuste a los parámetros cuantitativos es minusvalorada o ignorada.

De tal manera que, nuevamente, se establece una separación, al margen de la ciencia, la razón, la evidencia e incluso el respeto, entre disciplinas que se reconocen indefectiblemente como científicas y aquellas otras que luchan por ser consideradas como tales, pero a las que les resulta muy difícil conseguirlo por las concepciones preestablecidas que siguen generando una permanente barrera para su identificación y valoración a nivel social, institucional, económico… que finalmente genera desigualdad en muchos aspectos pero de manera muy especial establece una clara separación de género, con consecuencias que van mucho más allá de la ciencia.

La importancia de las mujeres y las niñas en la ciencia, supone mucho más que el reduccionismo científico establecido y que, lamentablemente, se asume como lógico y natural. La Sociología, la Historia, la Filología, la Filosofía, la Pedagogía, la Enfermería… son ciencias tan dignas, rigurosas o respetables, como cualquiera otra, No reconocerlas, valorarlas o respetarlas como tales, supone despreciar aspectos tan fundamentales como la ciencia que se encarga del análisis científico de la sociedad humana (Sociología), la ciencia que estudia los sucesos del pasado a través de sus diferentes fuentes y metodologías (Historia), la ciencia que estudia las culturas tal como se manifiestan en su lengua y en su literatura (Filología), la ciencia que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad (Filosofía), la ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza, especialmente la infantil (Pedagogía), la ciencia encargada del cuidado en salud humana (Enfermería). Lo que nos lleva a relegar al olvido a la propia sociedad y su pasado, sus tradiciones y lenguas, el conocimiento humano, la educación como vehículo de desarrollo y crecimiento para lograr un pensamiento crítico, o el cuidado como respuesta a las múltiples necesidades humanas de las personas, las familias o la comunidad. Si todo esto lo ignoramos como ciencia, lo relegamos a un plano de intrascendencia, subestimamos sus aportaciones o las negamos, desacreditamos su complejidad o la subsidiamos a otras ciencias… estamos negando a la ciencia como conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente, más allá de los laboratorios o los estudios cuantitativos.

Querer, como tristemente se hace, utilizar a la Ciencia contra la propia Ciencia es una estrategia mezquina, perversa y desestabilizadora de la vida humana y de las sociedades en que se desarrolla, por intereses que nada tienen que ver con fines científicos, sino con objetivos oportunistas, economicistas, de luchas de poder, de autoritarismo y finalmente de desprecio por y hacia la ciencia. Si a ello añadimos la, aún más despreciable si cabe, utilización que de la mujer se hace con relación a la ciencia y el intento por relegarla junto a las consideradas ciencias “menores” al ostracismo, nos encontramos con una clara maniobra de manipulación que se vende como respuesta salvadora a la amenaza feminista y científica, cuando realmente lo que se pretende es subyugar, es decir, avasallar, sojuzgar y dominar, tanto a la ciencia como a la mujer, por considerarlas enemigas de la supremacía masculina y del imperialismo neoliberal.

Ni la ciencia, ni las mujeres, son moneda de cambio de nada, ni instrumentos para la confusión y la confrontación, ni realidades que puedan modelarse de manera caprichosa, ni están al servicio de ninguna ideología.

Por todo ello resulta necesario e imprescindible que se reconfiguren los mensajes, se analicen los contenidos, se reformulen los planteamientos, se establezcan criterios de equidad, igualdad y libertad reales, se modifiquen las normas y los valores que rigen la perspectiva de género y la ciencia, si realmente queremos que tanto las mujeres y las niñas como la ciencia adquieran el valor que tienen y no tan solo el que se les quiere otorgar para responder a las oligarquías políticas que tratan de establecer un nuevo orden a través del caos.

Trabajemos para lograr la dignidad y respeto que merecen las mujeres y las niñas. Para que contribuyan a dignificar la ciencia que permita mejorar la vida de las personas, al margen de juegos de intereses sin interés alguno por las mujeres y la ciencia.

Nadie por el hecho de ser de uno u otro género o por ser profesional de una u otra ciencia, es mejor que nadie. La capacidad, la competencia, la responsabilidad, no son exclusivas por razones de género o ciencia.

Enfermería, como ciencia/disciplina y profesión femenina que es, al margen de quienes sean sus profesionales, merece ser considerada, valorada y respetada como ciencia, lo que conllevaría a que se considerase, valorase y respetase a las mujeres y a la ciencia, como corresponde. Lo contrario es atentar contra la dignidad humana y la evidencia científica.

[1] Frase adaptada de la dicha por el químico canadiense, de origen húngaro, galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1986 (1929): “La ciencia es una empresa que sólo puede florecer si se pone la verdad por delante de la nacionalidad, la etnia, la clase, y el color”

[2] https://www.eldiario.es/sociedad/borrado-ciencia-debemos-defender-agridulce-11-febrero_129_12042290.html

[3] https://www.nytimes.com/2025/02/02/upshot/trump-government-websites-missing-pages.html

[4] https://sindicatomedicoclm.es/estatuto-propio-para-la-profesion-medica-y-facultativa-del-sistema-nacional-de-salud/

[5] https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/un-jurado-de-mujeres-lideres-para-los-viii-premios-sanitarias-5372?utm_source=redaccionmedica&utm_medium=email-2025-02-12&utm_campaign=boletin

NEUTRALIDAD Y POLÍTICA Aranceles de Cuidados

                                                                                      A mi hermano Carlos, a quien tanto admiro y del que tanto aprendo. Ni puedo ni quiero, en este caso, ser neutral.

 

“Si la neutralidad sigo,

a andar solo me condeno,

porque el neutral nunca es bueno

para amigo ni enemigo.”

Pedro Calderón de la Barca[1]

 

Tal como trasladaba en mi reflexión del pasado 24 de enero (https://efyc.jrmartinezriera.com/2025/01/21/el-cuidado-de-la-libertad-mas-alla-de-una-estatua/ ), las decisiones, o mejor dicho imposiciones, que, de manera inmediata y precipitada, estaba adoptando el recién nombrado presidente de los EEUU y, en concreto, aquellas que de manera directa o indirecta van a tener un impacto en la salud de la población, generan incertidumbre, alarma e inquietud.

Se puede creer que la distancia geográfica es un factor que nos protege de cualquier efecto a quienes nos situamos en contextos ajenos o lejanos. Sin embargo, esta percepción es, no tan solo fallida, sino que incluso me atrevo a decir que es claramente irresponsable.

Pensar que los efectos generados por esas imposiciones, sobre la salud de la población, queda limitada por la distancia geográfica, en un contexto de extrema globalización, es no entender o querer ignorar el alcance y magnitud de las mismas.

En este sentido, recientemente, la Academia Americana de Enfermería (American Academy of Nursing) trasladó, en un mensaje de su Presidenta Linda D. Scott y su Directora Ejecutiva Suzanne Miyamoto, la profunda preocupación por las órdenes ejecutivas del Presidente de los EEUU y las directrices y normas que de las mismas se derivan. Nuevamente podemos pensar que la preocupación de la Academia Americana se circunscribe al territorio y población de los EEUU y que el resto podemos seguir actuando como meros espectadores de un panorama tan preocupante como indignante. Al respecto, hay varias consideraciones que considero deberíamos tener en cuenta. En primer lugar, la Academia Americana de Enfermería (ANA) está conformada por más de 3.200 líderes de enfermería en políticas, investigación, gestión, atención y docencia, que no comparten, evidentemente, una única tendencia política ni tampoco ideológica. Esto significa que, con independencia del voto que algunas/os, pocas/os o muchas/os, de sus miembros pudiesen haber emitido en favor del actual Presidente de los EEUU, la ANA se sitúa por encima de las opciones ideológicas y se posiciona claramente con relación a las imposiciones que se están ejerciendo. Por otra parte, la ANA, la componen representantes de más de 42 países, es decir, no tan solo está integrada por enfermeras norteamericanas, otorgando a la ANA una visión global evidente que desmonta el argumentario de quienes consideran que lo que está sucediendo en EEUU es tan solo un asunto interno de los EEUU, que no tiene repercusión más allá de sus fronteras. Una visión tan reduccionista como irreflexiva ante tan grave situación global.

Así pues las cosas, cabe plantearse algunas consideraciones al respecto. Por una parte y ciñéndonos al ámbito español, la respuesta que la ANA ha tenido con relación a las decisiones comentadas ha sido inmediata y contundente. En nuestro país, al margen de lo que está pasando en EEUU, en determinados territorios autonómicos se están tomando decisiones que ponen en peligro la sanidad y la educación públicas, el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, la diversidad de género, la perspectiva de género, la lucha contra la violencia de género, el cambio climático, la xenofobia, la LGTBIfobia, la criminalización de la población migrante, los constantes bulos y mentiras… A pesar de lo cual, nuestros, en teoría al menos, máximos representantes profesionales enfermeros, no se manifiestan, ni posicionan. Como si nada de dichas decisiones, actitudes, o incluso normativas, tuviese mayor trascendencia para la salud de las personas, las familias o la comunidad. Adoptan la postura cómoda, ambigua y defensiva, de escudarse en una supuesta y falsa neutralidad política que ni es real ni tiene fundamento alguno que justifique el silencio y la inacción.

Por su parte, en el contexto iberoamericano, que está muy condicionado y afectado por algunas de las imposiciones que desde la Casa Blanca se están adoptando por razones por todos conocidas, se mira hacia otro lado para “no molestar al poderoso”. Argumentando que, desde las organizaciones científicas/profesionales, no se debe entrar en consideraciones políticas. Argumento tan manido como débil que, como anteriormente comentaba, tan solo obedece a una manifiesta ambigüedad para evitar ser identificados como “activistas incómodos”. Como si la salud no tuviese nada que ver con la política o la política y quienes la gestionan no tuviesen nada que ver con la salud.

Sinceramente, creo necesario hacer un análisis riguroso de nuestra actitud como colectivo, pero también a nivel individual, con relación a determinadas decisiones que afectan de manera tan evidente a la salud y el bienestar de la población. Refugiarnos en nuestra zona de confort, desde la que insonorizamos nuestras conciencias y silenciamos nuestros sentimientos, no es ni la solución, ni lo que, como enfermeras, nos corresponde hacer. Tenemos una responsabilidad, un compromiso, una obligación ética y profesional con la sociedad a la que ni podemos ni debemos dar la espalda, olvidar o, lo que es peor, confundir, cuando no engañar, con argumentos fallidos, tratando de convencernos de que lo mejor es no hacer ni decir nada.

La justicia social, la pobreza, la educación, la accesibilidad, los derechos humanos, la libertad, la dignidad humana… no pueden pasar a ser considerados tan solo como conceptos abstractos o etiquetas que se utilizan para conformar mensajes de conveniencia en momentos puntuales. Son realidades sociales, familiares, individuales, comunitarias… que están íntimamente ligadas con los cuidados que, como enfermeras, debemos prestar.

El problema está en el desprecio que, desde las políticas neoliberales, negacionistas, mercantilistas, autoritarias, fascistas…, se vierte sobre dichos conceptos, que realmente son valores, degradándolos, mancillándolos, manipulándolos, manoseándolos, utilizándolos… para imponer supuestos nuevos valores, asociados a un concepto de patria exclusivo y excluyente, que realmente esconden odio, rechazo, violencia, discriminación… hacia todo o todas/os aquello/s que no se ajustan a su patrón de “normalidad”.

Desde su pensamiento alienador y excluyente, revestido de ideología falsamente liberadora, abogan por la eliminación o la distorsión de estos valores que consideran un peligro a su autoridad, como la única manera de “curar” a la sociedad que ellos consideran enferma desde los mismos principios que rigen los modelos medicalizados y mercantilizados de los sistemas sanitarios que defienden. La causalidad positivista, la epidemiología reduccionista, la tecnología como remedio exclusivo a todos los problemas, la tiranía de los datos que ocultan la diferencia y la diversidad… acaban excluyendo o situando en el margen, el ámbito de la insustancialidad, a los cuidados que, saben y por eso se esfuerzan en ocultar o eliminar, son la única manera de afrontar la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la soledad, la discapacidad… que no pueden “curarse” desde su visión reduccionista de la vida y que tanto les molestan. Su pensamiento eugenésico persigue sociedades y personas “puras” en las que no tienen cabida todas aquellas realidades o personas que puedan suponer una contaminación a la pureza de su planteamiento nacionalista. Por eso utilizan dichos valores. Una utilización utilitarista desde la que engañar a la población para hacerles creer que todo es culpa de las políticas sociales, de la democracia, de la migración, del Estado…para así destruir, con la impunidad que les otorgan los votos, todo aquello que dificulta sus NEGOCIOS.

Todo lo dicho, incluso el posicionamiento de la ANA, refuerza aún más si cabe, aquello en lo que desde hace tiempo vengo insistiendo. Tenemos que desprendernos de la fascinación que nos produce el ámbito anglosajón en general y muy especialmente el estadounidense. Porque no hacerlo nos deslumbra y atrapa en su dinámica seudocientífica-mercantilista, que impide que seamos conscientes del potencial que, como contexto Iberoamericano, tenemos.  Consumiendo, al precio que determinan y nos empobrece, sus productos de negocio – NANDA, NIC, NOC, EBSCO, PUBMED, CINHAL…-, sin que realmente se ajusten a nuestra realidad, cultura, tradiciones, valores… Y, en paralelo, despreciamos nuestras contribuciones por considerarlas, sin fundamento (más allá del economicista), inferiores. Todo lo cual secuestra nuestro conocimiento y favorece su enriquecimiento, sin generar evidencias que contribuyan al desarrollo de nuestras enfermeras, ni a la calidad de los cuidados que prestamos a nuestras comunidades.

Puede parecer una exageración lo que digo. Pero los hechos son los que son y más allá de lo que yo pueda pensar o plantear, la realidad se impone y avanza inexorablemente.

Al margen de análisis y reflexiones más amplias, que entiendo no son objeto de este espacio enfermero, lo que sí me parece necesario es llamar la atención sobre la pasividad y la inacción de las enfermeras en general y de las organizaciones e instituciones que nos representan en particular. Muchas de ellas, justifican su actitud desde el argumento del respeto a la decisión de la soberanía popular, el no menos recurrido de que eso es política y no va con nosotras o el aún más ambiguo y débil de la necesaria neutralidad.

El argumento de la soberanía popular, sin discutir que debe ser respetado, no está exento de manipulación y deber ser criticado e incluso cuestionado. Porque son muy claros y dolorosos los ejemplos de apoyo popular que permitieron y siguen permitiendo, que la tiranía, el crimen o la exterminación se instalen en la sociedad, con plena impunidad y con el beneplácito y la alabanza de dicha soberanía popular. Porque el pueblo, por soberano que sea, también se equivoca, es engañado o se deja engañar con mensajes basados en la mentira, la descalificación, los bulos y la deformación interesada de la información. Y, las enfermeras, como parte de ese pueblo, tenemos una responsabilidad clara para que la población, al margen de cualquier ideología, sepa lo que significa la vulneración de derechos y la pérdida de libertad que, no lo olvidemos, tienen un claro impacto en la salud y bienestar del conjunto de la sociedad.

Argumentar, por otra parte, que eso es política y no va con nosotras es, además, de ridículo, absolutamente falso. Todo, absolutamente todo lo comentado, no es una opción para las enfermeras. Para otros profesionales no lo sé, pero para las enfermeras, desde luego, no, rotundamente NO. Tenemos la obligación de defender la dignidad humana y de cuidar, no tan solo a las personas, sino a todo aquello que de una u otra manera pueda afectar a su salud y bienestar. Por eso, las enfermeras, no nos limitamos a asistir a la enfermedad, sino que atendemos a las personas. Por eso, las enfermeras, no tan solo identificamos el desequilibrio de un órgano, aparato o sistema, sino que abordamos las dimensiones social, mental y espiritual. Por eso, para las enfermeras, la familia y el contexto son fundamentales. Por eso, para las enfermeras, la promoción y la educación para la salud son esenciales. Por eso, para las enfermeras, la solución no pasa exclusivamente por la farmacología o la tecnología, sino que lo hace desde la comunicación, la empatía, la escucha activa, la compasión, el consenso, el respeto a la decisión de las personas, la indicación social, los activos para la salud, el empoderamiento, la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado… en definitiva, LOS CUIDADOS. Por eso, para las enfermeras, los determinantes morales y sociales, inciden de manera directa en la salud de las personas y la comunidad, más allá de la causalidad positivista. Y todo eso y mucho más, es POLÍTICA. El problema, por tanto, no es la política, sino el uso interesado y oportunista, que de la misma hacen quienes deciden utilizar la política para aprovecharse de ella. Para responder a sus intereses personales, financieros, económicos y no en beneficio del conjunto de la sociedad sino tan solo a un reducido grupo de la misma, desde planteamientos mercantilistas que pasan por reducir o anular los derechos del resto de personas, por mucho que traten de maquillarlo con palabrería, eufemismos y demagogia para tapar sus verdaderas intenciones. Así pues, la política no tan solo va con las enfermeras, sino que tenemos, desde la competencia política, la obligación de velar y trabajar para que la salud se incorpore en todas las políticas.

Por último, pero no por ello menos pueril argumento, está la supuesta neutralidad que las enfermeras debemos de mantener y guardar. Como si debiéramos conservar el silencio que durante tanto tiempo nos impusieron para lograr nuestra docilidad y obediencia. Porque la neutralidad esgrimida nunca debería significar mantenerse al margen de la abogacía de la salud, la justicia y la libertad que toda persona merece por el hecho de ser persona y no por la ideología que lo determine. La neutralidad no debe ser utilizada como justificación para mantenerse al margen de las decisiones o imposiciones que impactan sobre la salud y el bienestar de las personas, las familias y la comunidad. Porque ser o actuar desde la competencia política es intervenir en los asuntos públicos con nuestra opinión, o de cualquier otro modo. Que nadie intente engañar, manipular, deformar, mentir, para que la neutralidad sea identificada como una opción o tenga que ser asumida desde la imposición, para establecer el silencio con el que ocultar las consecuencias de decisiones/imposiciones que atentan contra la sociedad en su conjunto y la de determinados grupos de manera muy particular. No hagamos nuestra la omertá– ley del silencio o código de honor siciliano-. Las enfermeras no podemos declarar la neutralidad ante la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la injusticia… de las personas, en ningún caso y mucho menos cuando son consecuencia de decisiones/imposiciones por parte de quienes, en teoría, son las/os garantes de que no se produzcan. Mantener esa esgrimida neutralidad nos sitúa en idéntico nivel al de quienes actúan desde el poder contra la población. Porque quien calla otorga y quien otorga se convierte en cómplice necesario para el logro de dichos propósitos. Tal como escribiera Dante Alighieri[2] “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad.”

No es mi intención reclamar una militancia ideológica concreta. Ni tan siquiera una resistencia política. Pero sí que reclamo y me permito exigir, como enfermera, una posición activa y decidida que de respuesta a la vulneración de la dignidad humana. Y reclamo y exijo “aranceles del cuidado” que contrarresten la imposición medicalizada y tecnológica que deshumaniza y afecta a la salud de las personas y de la sociedad en su conjunto.

Reclamo y exijo un posicionamiento firme, riguroso, científico y profesional por parte de las organizaciones e instituciones enfermeras que identifique claramente el sentir de las enfermeras ante el ataque que suponen decisiones/imposiciones de quienes utilizan la política para ir, precisamente, contra la POLÍTICA. En lugar de aplicar la POLÍTICA, como arte, doctrina u opinión del gobierno de territorios y en beneficio de la ciudadanía.

Pensar o querer hacer pensar que las decisiones/imposiciones que actualmente se están tomando, desde planteamientos que desprecian la dignidad de las personas, se tomen donde se tomen y las tomen quienes las tomen, no es responsabilidad de las enfermeras es una temeridad, una torpeza o un claro desconocimiento de lo que es y significa ser y sentirse enfermera. No se trata de una elección entre derecha o izquierda, rojos o azules, demócratas o republicanos, progresistas o conservadores. Se trata de una elección por la libertad, la equidad, la dignidad y el respeto. No es, por tanto, una cuestión de ideas o ideologías, sino de cómo las mismas sirven a las personas en lugar de servirse de ellas.

En cualquier caso, si reclamar humanización y cuidados es política, desde YA, me considero político. Si denunciar la injusticia de decisiones/imposiciones es perder la neutralidad, me considero, desde YA partidista. Porque escudarse en la política o la neutralidad, renunciando a la responsabilidad y la ética profesionales, me parece muy triste y peligroso.

[1] Escritor, dramaturgo y sacerdote español, miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol y caballero de la Orden de Santiago, conocido fundamentalmente por ser uno de los más insignes literatos barrocos del Siglo de Oro, en especial por su teatro. (1600-1681).

[2] Poeta y escritor italiano, conocido por escribir la Divina comedia, una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista y una de las cumbres de la literatura universal (1265.1321).

× ¿Cómo puedo ayudarte?