NEUTRALIDAD Y POLÍTICA Aranceles de Cuidados

                                                                                      A mi hermano Carlos, a quien tanto admiro y del que tanto aprendo. Ni puedo ni quiero, en este caso, ser neutral.

 

“Si la neutralidad sigo,

a andar solo me condeno,

porque el neutral nunca es bueno

para amigo ni enemigo.”

Pedro Calderón de la Barca[1]

 

Tal como trasladaba en mi reflexión del pasado 24 de enero (https://efyc.jrmartinezriera.com/2025/01/21/el-cuidado-de-la-libertad-mas-alla-de-una-estatua/ ), las decisiones, o mejor dicho imposiciones, que, de manera inmediata y precipitada, estaba adoptando el recién nombrado presidente de los EEUU y, en concreto, aquellas que de manera directa o indirecta van a tener un impacto en la salud de la población, generan incertidumbre, alarma e inquietud.

Se puede creer que la distancia geográfica es un factor que nos protege de cualquier efecto a quienes nos situamos en contextos ajenos o lejanos. Sin embargo, esta percepción es, no tan solo fallida, sino que incluso me atrevo a decir que es claramente irresponsable.

Pensar que los efectos generados por esas imposiciones, sobre la salud de la población, queda limitada por la distancia geográfica, en un contexto de extrema globalización, es no entender o querer ignorar el alcance y magnitud de las mismas.

En este sentido, recientemente, la Academia Americana de Enfermería (American Academy of Nursing) trasladó, en un mensaje de su Presidenta Linda D. Scott y su Directora Ejecutiva Suzanne Miyamoto, la profunda preocupación por las órdenes ejecutivas del Presidente de los EEUU y las directrices y normas que de las mismas se derivan. Nuevamente podemos pensar que la preocupación de la Academia Americana se circunscribe al territorio y población de los EEUU y que el resto podemos seguir actuando como meros espectadores de un panorama tan preocupante como indignante. Al respecto, hay varias consideraciones que considero deberíamos tener en cuenta. En primer lugar, la Academia Americana de Enfermería (ANA) está conformada por más de 3.200 líderes de enfermería en políticas, investigación, gestión, atención y docencia, que no comparten, evidentemente, una única tendencia política ni tampoco ideológica. Esto significa que, con independencia del voto que algunas/os, pocas/os o muchas/os, de sus miembros pudiesen haber emitido en favor del actual Presidente de los EEUU, la ANA se sitúa por encima de las opciones ideológicas y se posiciona claramente con relación a las imposiciones que se están ejerciendo. Por otra parte, la ANA, la componen representantes de más de 42 países, es decir, no tan solo está integrada por enfermeras norteamericanas, otorgando a la ANA una visión global evidente que desmonta el argumentario de quienes consideran que lo que está sucediendo en EEUU es tan solo un asunto interno de los EEUU, que no tiene repercusión más allá de sus fronteras. Una visión tan reduccionista como irreflexiva ante tan grave situación global.

Así pues las cosas, cabe plantearse algunas consideraciones al respecto. Por una parte y ciñéndonos al ámbito español, la respuesta que la ANA ha tenido con relación a las decisiones comentadas ha sido inmediata y contundente. En nuestro país, al margen de lo que está pasando en EEUU, en determinados territorios autonómicos se están tomando decisiones que ponen en peligro la sanidad y la educación públicas, el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, la diversidad de género, la perspectiva de género, la lucha contra la violencia de género, el cambio climático, la xenofobia, la LGTBIfobia, la criminalización de la población migrante, los constantes bulos y mentiras… A pesar de lo cual, nuestros, en teoría al menos, máximos representantes profesionales enfermeros, no se manifiestan, ni posicionan. Como si nada de dichas decisiones, actitudes, o incluso normativas, tuviese mayor trascendencia para la salud de las personas, las familias o la comunidad. Adoptan la postura cómoda, ambigua y defensiva, de escudarse en una supuesta y falsa neutralidad política que ni es real ni tiene fundamento alguno que justifique el silencio y la inacción.

Por su parte, en el contexto iberoamericano, que está muy condicionado y afectado por algunas de las imposiciones que desde la Casa Blanca se están adoptando por razones por todos conocidas, se mira hacia otro lado para “no molestar al poderoso”. Argumentando que, desde las organizaciones científicas/profesionales, no se debe entrar en consideraciones políticas. Argumento tan manido como débil que, como anteriormente comentaba, tan solo obedece a una manifiesta ambigüedad para evitar ser identificados como “activistas incómodos”. Como si la salud no tuviese nada que ver con la política o la política y quienes la gestionan no tuviesen nada que ver con la salud.

Sinceramente, creo necesario hacer un análisis riguroso de nuestra actitud como colectivo, pero también a nivel individual, con relación a determinadas decisiones que afectan de manera tan evidente a la salud y el bienestar de la población. Refugiarnos en nuestra zona de confort, desde la que insonorizamos nuestras conciencias y silenciamos nuestros sentimientos, no es ni la solución, ni lo que, como enfermeras, nos corresponde hacer. Tenemos una responsabilidad, un compromiso, una obligación ética y profesional con la sociedad a la que ni podemos ni debemos dar la espalda, olvidar o, lo que es peor, confundir, cuando no engañar, con argumentos fallidos, tratando de convencernos de que lo mejor es no hacer ni decir nada.

La justicia social, la pobreza, la educación, la accesibilidad, los derechos humanos, la libertad, la dignidad humana… no pueden pasar a ser considerados tan solo como conceptos abstractos o etiquetas que se utilizan para conformar mensajes de conveniencia en momentos puntuales. Son realidades sociales, familiares, individuales, comunitarias… que están íntimamente ligadas con los cuidados que, como enfermeras, debemos prestar.

El problema está en el desprecio que, desde las políticas neoliberales, negacionistas, mercantilistas, autoritarias, fascistas…, se vierte sobre dichos conceptos, que realmente son valores, degradándolos, mancillándolos, manipulándolos, manoseándolos, utilizándolos… para imponer supuestos nuevos valores, asociados a un concepto de patria exclusivo y excluyente, que realmente esconden odio, rechazo, violencia, discriminación… hacia todo o todas/os aquello/s que no se ajustan a su patrón de “normalidad”.

Desde su pensamiento alienador y excluyente, revestido de ideología falsamente liberadora, abogan por la eliminación o la distorsión de estos valores que consideran un peligro a su autoridad, como la única manera de “curar” a la sociedad que ellos consideran enferma desde los mismos principios que rigen los modelos medicalizados y mercantilizados de los sistemas sanitarios que defienden. La causalidad positivista, la epidemiología reduccionista, la tecnología como remedio exclusivo a todos los problemas, la tiranía de los datos que ocultan la diferencia y la diversidad… acaban excluyendo o situando en el margen, el ámbito de la insustancialidad, a los cuidados que, saben y por eso se esfuerzan en ocultar o eliminar, son la única manera de afrontar la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la soledad, la discapacidad… que no pueden “curarse” desde su visión reduccionista de la vida y que tanto les molestan. Su pensamiento eugenésico persigue sociedades y personas “puras” en las que no tienen cabida todas aquellas realidades o personas que puedan suponer una contaminación a la pureza de su planteamiento nacionalista. Por eso utilizan dichos valores. Una utilización utilitarista desde la que engañar a la población para hacerles creer que todo es culpa de las políticas sociales, de la democracia, de la migración, del Estado…para así destruir, con la impunidad que les otorgan los votos, todo aquello que dificulta sus NEGOCIOS.

Todo lo dicho, incluso el posicionamiento de la ANA, refuerza aún más si cabe, aquello en lo que desde hace tiempo vengo insistiendo. Tenemos que desprendernos de la fascinación que nos produce el ámbito anglosajón en general y muy especialmente el estadounidense. Porque no hacerlo nos deslumbra y atrapa en su dinámica seudocientífica-mercantilista, que impide que seamos conscientes del potencial que, como contexto Iberoamericano, tenemos.  Consumiendo, al precio que determinan y nos empobrece, sus productos de negocio – NANDA, NIC, NOC, EBSCO, PUBMED, CINHAL…-, sin que realmente se ajusten a nuestra realidad, cultura, tradiciones, valores… Y, en paralelo, despreciamos nuestras contribuciones por considerarlas, sin fundamento (más allá del economicista), inferiores. Todo lo cual secuestra nuestro conocimiento y favorece su enriquecimiento, sin generar evidencias que contribuyan al desarrollo de nuestras enfermeras, ni a la calidad de los cuidados que prestamos a nuestras comunidades.

Puede parecer una exageración lo que digo. Pero los hechos son los que son y más allá de lo que yo pueda pensar o plantear, la realidad se impone y avanza inexorablemente.

Al margen de análisis y reflexiones más amplias, que entiendo no son objeto de este espacio enfermero, lo que sí me parece necesario es llamar la atención sobre la pasividad y la inacción de las enfermeras en general y de las organizaciones e instituciones que nos representan en particular. Muchas de ellas, justifican su actitud desde el argumento del respeto a la decisión de la soberanía popular, el no menos recurrido de que eso es política y no va con nosotras o el aún más ambiguo y débil de la necesaria neutralidad.

El argumento de la soberanía popular, sin discutir que debe ser respetado, no está exento de manipulación y deber ser criticado e incluso cuestionado. Porque son muy claros y dolorosos los ejemplos de apoyo popular que permitieron y siguen permitiendo, que la tiranía, el crimen o la exterminación se instalen en la sociedad, con plena impunidad y con el beneplácito y la alabanza de dicha soberanía popular. Porque el pueblo, por soberano que sea, también se equivoca, es engañado o se deja engañar con mensajes basados en la mentira, la descalificación, los bulos y la deformación interesada de la información. Y, las enfermeras, como parte de ese pueblo, tenemos una responsabilidad clara para que la población, al margen de cualquier ideología, sepa lo que significa la vulneración de derechos y la pérdida de libertad que, no lo olvidemos, tienen un claro impacto en la salud y bienestar del conjunto de la sociedad.

Argumentar, por otra parte, que eso es política y no va con nosotras es, además, de ridículo, absolutamente falso. Todo, absolutamente todo lo comentado, no es una opción para las enfermeras. Para otros profesionales no lo sé, pero para las enfermeras, desde luego, no, rotundamente NO. Tenemos la obligación de defender la dignidad humana y de cuidar, no tan solo a las personas, sino a todo aquello que de una u otra manera pueda afectar a su salud y bienestar. Por eso, las enfermeras, no nos limitamos a asistir a la enfermedad, sino que atendemos a las personas. Por eso, las enfermeras, no tan solo identificamos el desequilibrio de un órgano, aparato o sistema, sino que abordamos las dimensiones social, mental y espiritual. Por eso, para las enfermeras, la familia y el contexto son fundamentales. Por eso, para las enfermeras, la promoción y la educación para la salud son esenciales. Por eso, para las enfermeras, la solución no pasa exclusivamente por la farmacología o la tecnología, sino que lo hace desde la comunicación, la empatía, la escucha activa, la compasión, el consenso, el respeto a la decisión de las personas, la indicación social, los activos para la salud, el empoderamiento, la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado… en definitiva, LOS CUIDADOS. Por eso, para las enfermeras, los determinantes morales y sociales, inciden de manera directa en la salud de las personas y la comunidad, más allá de la causalidad positivista. Y todo eso y mucho más, es POLÍTICA. El problema, por tanto, no es la política, sino el uso interesado y oportunista, que de la misma hacen quienes deciden utilizar la política para aprovecharse de ella. Para responder a sus intereses personales, financieros, económicos y no en beneficio del conjunto de la sociedad sino tan solo a un reducido grupo de la misma, desde planteamientos mercantilistas que pasan por reducir o anular los derechos del resto de personas, por mucho que traten de maquillarlo con palabrería, eufemismos y demagogia para tapar sus verdaderas intenciones. Así pues, la política no tan solo va con las enfermeras, sino que tenemos, desde la competencia política, la obligación de velar y trabajar para que la salud se incorpore en todas las políticas.

Por último, pero no por ello menos pueril argumento, está la supuesta neutralidad que las enfermeras debemos de mantener y guardar. Como si debiéramos conservar el silencio que durante tanto tiempo nos impusieron para lograr nuestra docilidad y obediencia. Porque la neutralidad esgrimida nunca debería significar mantenerse al margen de la abogacía de la salud, la justicia y la libertad que toda persona merece por el hecho de ser persona y no por la ideología que lo determine. La neutralidad no debe ser utilizada como justificación para mantenerse al margen de las decisiones o imposiciones que impactan sobre la salud y el bienestar de las personas, las familias y la comunidad. Porque ser o actuar desde la competencia política es intervenir en los asuntos públicos con nuestra opinión, o de cualquier otro modo. Que nadie intente engañar, manipular, deformar, mentir, para que la neutralidad sea identificada como una opción o tenga que ser asumida desde la imposición, para establecer el silencio con el que ocultar las consecuencias de decisiones/imposiciones que atentan contra la sociedad en su conjunto y la de determinados grupos de manera muy particular. No hagamos nuestra la omertá– ley del silencio o código de honor siciliano-. Las enfermeras no podemos declarar la neutralidad ante la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la injusticia… de las personas, en ningún caso y mucho menos cuando son consecuencia de decisiones/imposiciones por parte de quienes, en teoría, son las/os garantes de que no se produzcan. Mantener esa esgrimida neutralidad nos sitúa en idéntico nivel al de quienes actúan desde el poder contra la población. Porque quien calla otorga y quien otorga se convierte en cómplice necesario para el logro de dichos propósitos. Tal como escribiera Dante Alighieri[2] “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad.”

No es mi intención reclamar una militancia ideológica concreta. Ni tan siquiera una resistencia política. Pero sí que reclamo y me permito exigir, como enfermera, una posición activa y decidida que de respuesta a la vulneración de la dignidad humana. Y reclamo y exijo “aranceles del cuidado” que contrarresten la imposición medicalizada y tecnológica que deshumaniza y afecta a la salud de las personas y de la sociedad en su conjunto.

Reclamo y exijo un posicionamiento firme, riguroso, científico y profesional por parte de las organizaciones e instituciones enfermeras que identifique claramente el sentir de las enfermeras ante el ataque que suponen decisiones/imposiciones de quienes utilizan la política para ir, precisamente, contra la POLÍTICA. En lugar de aplicar la POLÍTICA, como arte, doctrina u opinión del gobierno de territorios y en beneficio de la ciudadanía.

Pensar o querer hacer pensar que las decisiones/imposiciones que actualmente se están tomando, desde planteamientos que desprecian la dignidad de las personas, se tomen donde se tomen y las tomen quienes las tomen, no es responsabilidad de las enfermeras es una temeridad, una torpeza o un claro desconocimiento de lo que es y significa ser y sentirse enfermera. No se trata de una elección entre derecha o izquierda, rojos o azules, demócratas o republicanos, progresistas o conservadores. Se trata de una elección por la libertad, la equidad, la dignidad y el respeto. No es, por tanto, una cuestión de ideas o ideologías, sino de cómo las mismas sirven a las personas en lugar de servirse de ellas.

En cualquier caso, si reclamar humanización y cuidados es política, desde YA, me considero político. Si denunciar la injusticia de decisiones/imposiciones es perder la neutralidad, me considero, desde YA partidista. Porque escudarse en la política o la neutralidad, renunciando a la responsabilidad y la ética profesionales, me parece muy triste y peligroso.

[1] Escritor, dramaturgo y sacerdote español, miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol y caballero de la Orden de Santiago, conocido fundamentalmente por ser uno de los más insignes literatos barrocos del Siglo de Oro, en especial por su teatro. (1600-1681).

[2] Poeta y escritor italiano, conocido por escribir la Divina comedia, una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista y una de las cumbres de la literatura universal (1265.1321).