DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Igualdad. Derecho individual y colectivo

“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”

Simone de Beauvoir [1]

 

En un calendario plagado de celebraciones nacionales, internacionales y mundiales, se corre el riesgo de que la trascendencia de lo que se conmemora o celebra quede diluido o se convierta en una rutina que debilite la realidad en favor de la anécdota.

Por eso es preciso insistir en la pertinencia, coherencia, sentido y responsabilidad, no exenta de fortaleza y firmeza, no tan solo de la celebración propiamente dicha, como del mensaje razonado, razonable, justo, equitativo, igualitario y de respeto que permita lograr la igualdad que corresponde a las mujeres, más allá de cualquier utilización interesada, oportunista y malintencionada que se tenga la tentación de realizar para obtener un rédito, tan alejado del verdadero sentido y objetivo de la celebración como de lo que debe considerarse, se mire como se mire, una obligación social indiscutible e irrenunciable por muchísimas razones.

Dicho lo cual quería, en esta nueva entrada, reflexionar sobre ese declarado derecho desde una perspectiva enfermera.

Y ¿por qué esa mirada enfermera? Pues, se me va a permitir que diga que porque Enfermería, como ciencia, disciplina y profesión es en sí misma femenina, con independencia de las/os profesionales que la integran y sin que dicha consideración suponga, en ningún caso, una discriminación -como tan torpemente se argumenta por parte de algunos-, hacia los hombres que forman parte, como enfermeras, de Enfermería.

Y es femenina porque su esencia e identidad lo es, en tanto y cuanto, han sido las mujeres a lo largo de la historia, las que dieron sentido y modelaron los cuidados que configuraron la Enfermería como profesión, disciplina y ciencia, más allá de las connotaciones sociales que siempre han incorporado elementos distorsionadores sobre la validez de dicha evolución y el valor que su aportación tiene en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Distorsiones que obedecen, precisamente, a esa consideración femenina que los cuidados, como rol social impuesto a las mujeres, acabaron impregnando a la Enfermería y favoreciendo un estereotipo negativo por su identificación femenina en unos entornos, social y profesional, tremendamente masculinos y machistas.

Dicha identificación femenina, por tanto, lejos de ser aceptada y respetada como un valor en sí mismo, ha sido y sigue siendo en muchos casos, un elemento de desigualdad, recelo, exclusión, rechazo, sumisión e incluso acoso, por parte de quienes, desde su consideración masculina y machista de la profesión dominante en salud, han venido ejerciendo un claro y sistemático maltrato sobre la Enfermería y las enfermeras, y por derivación también de la sociedad en su conjunto.

Pero nada más lejos de mi intención que incorporar el victimismo como elemento de reivindicación, sino como un derecho al respeto que no obedezca a concesiones compasivas, ni a peticiones lastimeras, sino al derecho fundamentado en la evidencia y la ciencia de la que, tan insistente como torpemente, se trata de excluir a Enfermería.

Porque entender la exigencia de respeto y consideración como un acto lastimero, es una argucia más de las que se utilizan por parte de quienes todo aquello que no esté controlado por los hombres y sus normas es identificado como menor, débil, frágil, incapaz y, por tanto, válido tan solo bajo su mando, control y vigilancia, en los ámbitos que controlan y dominan. Sin olvidar, y esto es importante destacarlo, que en dichos ámbitos masculinos/machistas de poder no está exenta la presencia de mujeres. Las cuales reproducen idénticos comportamientos, al asumir como propios los que identifican en la disciplina a la que pertenecen. De igual manera que en Enfermería existen hombres y mujeres que se niegan a reconocer y sentirse parte de una profesión femenina, ejerciendo una clara oposición a la igualdad en el seno de su propia disciplina. Comportamientos que, por otra parte, tienen su fiel reflejo en la sociedad actual y muy particularmente en la juventud con posicionamientos cada vez más alejados, no ya del feminismo, sino de la igualdad de géneros[2].

Es importante identificar, igualmente, que los comportamientos machistas no se circunscriben a la violencia de género, entendida esta de manera reduccionista y exclusiva a la violencia física, como se esfuerzan en relacionar quienes, precisamente, ni creen ni participan de los mensajes, los posicionamientos y las estrategias que se realizan, implementan y desarrollan para luchar contra el machismo. Desvirtuando y deformando la realidad con mensajes descalificadores, ausentes de argumentos rigurosos y repletos de bulos por parte de quienes tratan de criminalizar la defensa de la igualdad, como derecho fundamental, situándose como víctimas cuando realmente son los agresores directos, sus inductores o sus cómplices silenciosos.

Todo ello, además, se produce en el marco de un movimiento global de negacionismo de las políticas de igualdad. Poniendo en riesgo o eliminando muchos de los avances logrados hasta la fecha.

Es por ello que, ahora más que nunca, hace falta posicionarse de manera enérgica y clara en torno a lo que sin duda es un peligro real que pone en el punto de mira a la mujer como objetivo de la desigualdad.

En este sentido, y volviendo a la relación que establezco en mi reflexión con la Enfermería, últimamente estamos asistiendo a un ataque feroz, desproporcionado e injusto contra la enfermería y las enfermeras. Ataque que justifican los agresores, en una supuesta y rotundamente falsa invasión de su marco competencial tan solo presente en su imaginación y en su ancestral acción de autoridad y sometimiento hacia la Enfermería y las enfermeras. Adoptando en paralelo un victimismo histriónico y efectista que, aunque no se corresponde con la realidad, persigue generar y lo consigue, un efecto de compasión y complicidad en la sociedad, como justificación de su causa de dominancia absoluta.

Las enfermeras, ante estos comportamientos que acaban siendo asumidos como ciertos e incluso aceptados como naturales por parte de la comunidad científica-profesional y de la sociedad, se convierten, sin pretenderlo, en víctimas propiciatorias de sus devaneos de grandeza. Como consecuencia, cualquier avance, progreso, posicionamiento… que traten de realizar, es interpretado como un nuevo intento de agresión a su estatus y automáticamente es repelido con fuerza a través de demandas judiciales, amenazas, desacreditación profesional, acusaciones falsas… con la intención de intimidar y someter la voluntad de acceder a dicho desarrollo científico profesional.

Ante esta situación, las enfermeras o bien se someten a la autoridad impuesta, asumiendo la obediencia, sumisión y docilidad que de ellas se exige, o bien tienen que demostrar de manera reiterada y permanente, su valía y aptitud en comparación con la que se da por asumida automática e inequívocamente a quienes ejercen el acoso, por el simple hecho de ser lo que son.

Desde ese posicionamiento, se cuestiona la capacidad científica e investigadora enfermera, al tiempo que se minusvaloran o desprecian las evidencias que aportan las investigaciones realizadas en torno a los cuidados por no considerarlas de importancia desde su positivismo excluyente. Lo que supone privar a la sociedad de los beneficios que de tales investigaciones se derivan por ser interpretadas como una amenaza o desconsideración a su supremacía disciplinar.

Se impide cualquier intento de acceso a la gestión sanitaria por parte de las enfermeras desde un planteamiento falaz, hipócrita e irracional, en base al mantenimiento de unas normativas redactadas desde su influencia y presión, para proteger sus intereses, limitando o anulando los de cualesquiera que no sean ellos, con el fin de preservar y perpetuar su absolutismo disciplinar.

Se niega la sola posibilidad de que las enfermeras obtengan autonomía profesional en cualquier ámbito de la salud, desde el colonialismo excluyente que ejercen. Justificándolo además desde la protección de la vida de las personas que solo ellos dicen tener capacidad de garantizar y que puede ponerse en peligro, tal como difunden, si queda en manos de quienes, como las enfermeras, ejercen el infundado y falso robo disciplinar, con la única pretensión de generar alarmismo, miedo y rechazo en la sociedad. Todo ello, a pesar de que lo que están denunciando, ni lo hacen, ni lo quieren hacer.

El caso, se resume en es estar siempre por encima de todo y de todos. Ser quienes más años de estudio tengan, sin que nadie se cuestione si realmente es una necesidad real para el aprendizaje o una mera argucia para el mantenimiento de su causa. Causa desde la que exigir mayor respeto, mejores sueldos, poder ilimitado, autoridad absoluta…  sin mayor justificación que la de ser lo que son. Para ello, desde el principio de su camino en las aulas, se les inculca el clasismo que les modele como diferentes y mejores al resto. Clasismo desde el que anular todo aquello o a todo/a aquel/la que tenga la más mínima pretensión de situarse por encima del ego, tanto disciplinar como personal, que configuran en su proceso de enseñanza/aprendizaje y del que tanto cuesta, posteriormente desprenderse, con el riesgo de ser señalados como proscritos y traidores a su dogmática y sacra causa, a quienes lo intentan. Comportamientos dopados de testosterona con los que marcar territorio y músculo, aunque con escasa carga neuronal.

Se apropian en exclusiva del grado académico de doctor, aunque no lo posean, utilizándolo conscientemente de manera totalmente inapropiada. Anulando la posibilidad y el derecho a que otras/os profesionales de diferentes disciplinas, siéndolo, no lo hagan por haberse arrogado esa falsa franquicia en exclusiva. Algo que, además, genera confusión en quienes siendo realmente doctores tienden a ocultarlo por no querer ser confundidos como lo que no son, aunque ello suponga tener que renunciar a lo que realmente son.  Una nueva patraña de dominio y acoso que genera violencia académica.

Reclaman y exigen garantías de protección exclusiva de su estatus disciplinar, social y económico que les permita seguir siendo identificados como una casta superior a la que nadie ni nada puede ni debe poner en duda ni en peligro con intentos de igualdad que son sistemáticamente rechazados con amenazas y presiones[3] que obligan, a quienes lo hacen o lo intentan[4], a dudar sobre sus intenciones o a tener que retractarse de ellas, para evitar las consecuencias derivadas de tan “intolerable atrevimiento” en contra del dominador[5].  Más aún, si quien comete tal atrevimiento es una mujer[6].

Menosprecian la aportación terapéutica de los cuidados enfermeros o, en su caso, se apropian de ellos, mediante argucias y mentiras para identificarlos como algo exclusivo, que solo a ellos les corresponde hacer, con el único interés de que no sean valorados y asociados a las enfermeras por parte de la población a la que se prestan, aunque ello suponga su pérdida de sentido, y valor. Su objetivo, finalmente, tan solo consiste en debilitar a la Enfermería y las enfermeras, mediante esa violencia disciplinar que ejercen revistiéndola, de autoridad moral, cuando precisamente es éticamente inaceptable[7].

En su escenificación de narcisismo egocéntrico, durante tanto tiempo ensayado, incorporan el piropo que el machismo clásico disfraza de adulación, cuando realmente es un elemento más de acoso y dominio, para mostrar su superioridad o como parte de un cortejo sexista y sexuado. Piropos hacia las enfermeras que son, constantemente utilizados para resaltar, supuestamente, sus “virtudes”, pero que realmente esconden una intencionalidad manifiesta de halago hipócrita, artificial y falso con el que maquillar el desprecio que hacia ellas sienten, incorporándolos como un mantra que no por mucho repetirlo se convierte en una convicción desde la que facilitar la igualdad y el respeto sino, justamente todo lo contrario. “Pilares fundamentales”, “ángeles”, “Refugio de amor”, “consuelo del dolor” … son tan solo algunas de las perlas con las que componen los misterios de su particular rosario, recitándolo, de manera rutinaria y falsa, para presentarse como piadosos beatos de su religión disciplinar, logrando incluso la conversión de enfermeras que se unen a su dogmática causa, conmovidas por la pasión y fervor utilizados, incorporándose como leales, fieles y obedientes siervas.

Si, además, los medios de comunicación difunden, amplifican, confunden y distorsionan la información sobre la salud y sus profesionales, contribuyendo, directa o indirectamente, a la violencia disciplinar e institucional, el problema resulta más difícil de abordar y mucho más de abortar[8].

Estos hechos, que en ningún caso obedecen a la subjetividad, la envidia, la imaginación o la ficción, desde las que se pretenderá rebatir, ponen de manifiesto una realidad indudable, aunque se cuestione, niegue y manipule. Es, además, triste y dolorosa, por lo que supone de desigualdad hacia la mujer, por el simple hecho de serlo. Bien sea de manera individual como mujer víctima del machismo, o bien lo sean las mujeres o los hombres quienes, por el hecho de formar parte de un colectivo valorado como femenino, se convierte en “enemigo” del machismo y objetivo de su violencia, en cualquiera de sus formas, o expresiones.

Es importante que en ningún caso se confunda la cortesía con el respeto, la simpatía con la empatía, la transigencia con la tolerancia, la estandarización con la igualdad… Porque no se trata de ser cortés, amable, transigente… para aparentar lo que ni se es ni se tiene intención de ser. Se trata de cambiar comportamientos, de desprenderse de hábitos atávicos, de eliminar prejuicios, de salvar diferencias y distancias impuestas… para acabar con los estereotipos y tópicos que alimentan y perpetúan la desigualdad y con ella la violencia utilizada para mantener la supremacía, autoridad y poder desde las que sustentar las diferencias de clase, negando la riqueza de la diversidad.

La igualdad de la mujer, por tanto, es un derecho individual indiscutible, pero al mismo tiempo lo es también colectivo por cuanto la violencia se ejerce hacia todo aquello que la visión reduccionista del machismo identifica como femenino, provocando un efecto multiplicador del problema que agrava el abordaje del mismo y con ello las posibilidades de acabar con él.

De tal manera que la igualdad de la mujer debe ser promocionada, protegida, reforzada, defendida… ante cualquier expresión, manifestación o cómplice silencio por parte de cualquier individuo o colectivo de individuos que ejerzan su autoridad, dominio o fuerza con el objetivo de mantener su poder y someter a las mujeres. Poniendo en peligro el derecho individual y colectivo de las mujeres, a través de la violencia académica, institucional, económica, doméstica… o de cualquier otro tipo por parte de quienes la ejercen amparándose en un prestigio que esconde su letal machismo individual o colectivo.

Utilizando y adaptando palabras de Rosa Montero[9], quiero finalizar diciendo “Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Soy enfermera y sé cuidar. Nací sierva y soy libre. He visto en mi vida cosas maravillosas. He hecho en mi vida cosas maravillosas” y desde mi condición masculina, a la que no renuncio, me siento profundamente identificado con mi identidad femenina enfermera, hacia la que exijo respeto e igualdad para seguir haciendo cosas maravillosas.

[1] Filósofa, profesora, escritora y activista feminista francesa (1908-1986).

[2] https://www.rtve.es/noticias/20250304/brecha-hombres-mujeres-jovenes-derechas-izquierdas/16464123.shtml

[3] https://www.abc.es/sociedad/medicos-convocan-huelga-espana-estatuto-marco-sanidad-20250225170424-nt.html

[4] https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2025/02/28/67c1cccce85ecef26e8b4615.html

[5] https://www.abc.es/sociedad/monica-garcia-creo-medicos-espana-mal-pagados-20250228111000-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fsociedad%2Fmonica-garcia-creo-medicos-espana-mal-pagados-20250228111000-nt.html

[6] https://cadenaser.com/nacional/2025/02/28/deberian-cobrar-mas-monica-garcia-pide-perdon-por-comparar-el-sueldo-de-un-medico-con-el-de-un-ministro-cadena-ser/  

[7] https://www.comtoledo.org/el-ejercicio-fisico-como-metodo-de-prevencion-y-tratamiento-complementario-debe-ser-prescrito-por-el-medico/#:~:text=El%20ejercicio%20f%C3%ADsico%2C%20cuando%20se,expresi%C3%B3n%20de%20una%20prescripci%C3%B3n%20m%C3%A9dica.

[8] https://www.larioja.com/opinion/cartas-al-director/rocio-loma-osorio-solo-medicos-vive-hombre-20250228213312-nt.html

[9] Escritora y periodista española (1951).

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