MUJICA Y MAZÓN: La coherencia como espejo de la ética o del cinismo

La coherencia es, en política, uno de los valores más invocados y a la vez más traicionados. Se ensalza como virtud moral, como un signo de integridad: pensar, decir y hacer en la misma dirección. Sin embargo, la coherencia en sí misma no es sinónimo de bondad. Puede ser una brújula ética… o una herramienta del cinismo. Todo depende de hacia dónde apunte y a qué intereses sirva. El contraste entre “Pepe” Mujica y Carlos Mazón permite entender esta paradoja con claridad.

Mujica ha pasado a la historia como uno de los referentes más reconocidos y reconocibles de la política latinoamericana por una sencilla razón: su coherencia entre principios y práctica. Vivió de manera austera, renunciando a los privilegios de su cargo, donando la mayor parte de su salario y manteniendo un estilo de vida alejado de la ostentación. Pero su coherencia no fue meramente estética: se tradujo en políticas públicas orientadas a la equidad, la ampliación de derechos y la defensa de los más vulnerados. Desde la regulación del cannabis hasta la legalización del matrimonio igualitario, Mujica hizo de su gestión un reflejo tangible de sus convicciones. Su discurso, sencillo pero profundo, invitaba a cuestionar el consumismo, la desigualdad y la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Su coherencia fue, en definitiva, un acto de resistencia ética en un mundo político acostumbrado a la simulación. A pesar de haber sufrido cárcel y tortura bajo dictaduras, Mujica nunca trasladó el odio a su acción política. Dialogó con sus opositores, reconoció sus razones y entendió la política como espacio de encuentro. Esta actitud le granjeó el respeto de todos.

Carlos Mazón, también exhibe una notable coherencia: la de mantenerse fiel a una forma de hacer política anclada en la mentira, el desprecio y la defensa de intereses estrictamente personales o partidistas. Ha sellado pactos con fuerzas radicales que niegan derechos fundamentales, ha renunciado a principios democráticos básicos y ha subordinado la acción de gobierno a la búsqueda de poder y privilegios. Mazón destaca por la constancia de su impostura.

Pero, a diferencia de Mujica, Mazón no goza del respeto de sus rivales, ni siquiera de aquellos con los que coincide ideológicamente. Su relación con la oposición está marcada por la descalificación, el desprecio y la utilización sistemática de la mentira como herramienta política. Su discurso banaliza el dolor de las víctimas, minimiza la importancia de las políticas sociales y niega cualquier interlocución que no pase por el cálculo partidista. Incluso dentro de sus propios espacios políticos, Mazón suscita más adhesión táctica que respeto auténtico. Su coherencia se expresa en la renuncia calculada a cualquier atisbo de ética pública: banalización de la violencia machista, negacionismo de la memoria histórica, recortes a las políticas sociales o a la defensa de la lengua valenciana, ataques a los movimientos feministas, y desprecio por el tejido asociativo de la sociedad civil. Cada decisión responde a un patrón constante: la subordinación de los derechos y de la equidad a su conveniencia política inmediata. Mazón representa la coherencia vaciada de ética: la fidelidad a un proyecto de sí mismo, donde el bien común queda relegado ante el interés particular y el cálculo electoral.

La comparación entre Mujica y Mazón invita a una reflexión profunda: ¿es la coherencia una virtud per se? La respuesta es no.

En Mujica, la coherencia es virtud porque se orienta hacia la justicia social, la dignidad humana y la defensa de los vulnerados. Es una coherencia que humaniza, que interpela y que propone un horizonte de transformación social. En Mazón, en cambio, la coherencia se convierte en cinismo: es la persistencia en la mentira, la manipulación y el desprecio por el bien común.

Ser coherente con la impostura no es un mérito. La coherencia, despojada de ética, es simplemente perseverancia en el error o, peor aún, en la injusticia. Mujica y Mazón representan también dos formas opuestas de entender el liderazgo. El primero asume el poder como servicio, con humildad y responsabilidad. El segundo, como privilegio y oportunidad de calculado enriquecimiento personal.

Mujica lideró desde la cercanía, la máxima honestidad y la renuncia a los símbolos de estatus. Mazón, en cambio, reproduce los peores vicios del poder: el clientelismo, la soberbia y la opacidad. Mientras Mujica construyó puentes con la ciudadanía, Mazón erige murallas de indiferencia y desinformación.

En definitiva, la coherencia no puede valorarse en abstracto. Su significado ético depende de a qué se mantiene fiel: si al bien común o al beneficio propio, si a la verdad o a la mentira, si a la dignidad de las personas o a la desmemoria.

La historia, y ojalá también la justicia, será quien dicte el veredicto final, pero a día de hoy la comparación resulta tan clara como incómoda: la coherencia puede ser virtud transformadora… o simulacro del peor cinismo político.

2 thoughts on “MUJICA Y MAZÓN: La coherencia como espejo de la ética o del cinismo

    1. Gracias desde el Uruguay, nos sentimos orgullosos de haber tenido un ser humano como el Pepe, digno representante de nuestro querido pueblo uruguayo, somos así tal cual lo defines en ese artículo, no pecamos de falsas modestas, por que lo somos, hay que conocer el pueblo de cerca para entender un personaje como el Pepe, un abrazo. Soy la presidenta de Alenfur( Asociación de Licenciados en Enfermería del Uruguay) ex ANU.

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