TODO SE TRANSFORMA Jubilación, cuando aún queda tanto por aprender

                                                                                         “Me he jubilado, pero si hay algo que me mataría es despertar en la mañana sin saber qué voy a hacer”.

Nelson Mandela[1]

 

     Cuando en 1975 decidí, no por vocación, empezar unos estudios que nada tuvieron que ver con lo que posteriormente descubrí, sin saberlo, inicié un cambio en mi vida, que ahora está a punto de iniciar un nuevo ciclo.

Fue una decisión casual, aunque la misma se transformase, con el tiempo, en causal. Casual porque no vino determinada por ninguna razón especialmente relevante de pulsión, herencia, espiritual, ni tan siquiera de imposición. Se trató de una elección por amistad, para acompañar a quien me lo pidió y que, paradójicamente, luego él no realizó. Pero la suerte estaba echada. Y fue causal porque, a pesar de no ser inmediata, las consecuencias que ocasionó en mi fueron determinantes.

En un tiempo de cambios, inicialmente previsibles y posteriormente constatables, inicié unos estudios que derivaban, precisamente, de la dictadura que estaba a punto de morir junto a quien la instauró y sostuvo durante casi 40 años. Unos estudios que, como en tantas otras cosas, situaciones, ideas… fueron fruto de las imposiciones ideológicas del Régimen y de quienes, en mayor o menor medida, lo apoyaban por interés o convicción.

Los estudios de Ayudante Técnico Sanitario (ATS), que así es como determinaron que se denominase una profesión que ocultara y devaluara a la de Enfermería que inició su profesionalización durante la II República. Para mayor gloria de la de Medicina, sin tener una idea clara, ni tan siquiera oscura, de lo que su decisión representaba para la salud de la ciudadanía a la que el nuevo régimen despojó también de dicha condición y de su principal y más valiosa aportación, los cuidados profesionales.

Fue una enfermera, Esperanza Delgado Calvo, la que, con su uniforme azul celeste, delantal, manguitos y medias Glory blancos y una cofia, que en España se relacionaba con la subsidiariedad y la sumisión impuestas, me descubrió lo que era Enfermería y lo que suponía ser enfermera. Un descubrimiento que cambiaría mi vida. Para empezar, abandonando los recién iniciados estudios de Medicina, a los que renuncié, ahora sí, por convicción y a pesar del disgusto que ello supuso, sobre todo, para mi madre que soñaba con tener un hijo médico, teniéndose que “conformar” con una enfermera. Algo que con el tiempo logré revertir no sin esfuerzo.

Esos inicios supusieron asumir la difícil decisión de salir del armario para pasar de ATS a Enfermera[2]. Una transformación que no resultó sencilla al tener que renunciar a gran parte de lo que se me había inculcado como ATS y reconstruir una identidad profesional y de género que, además, de descubrir debía asimilar como propia.

Los difíciles inicios laborales me llevaron a ejercer de ATS en las tres clínicas que, junto a dos compañeros, abrimos en València y que compaginaba con contratos de sustituciones en el Hospital General y el Hospital Clínico de la misma ciudad. Una incursión en la jerarquizada y castrense organización hospitalaria en la que me costaba dar sentido a mi recién descubierta identidad enfermera, en la que quedaba patente la intencionalidad del engendro profesional que se había creado para ser dóciles, inocentes, obedientes y serviles (DIOS) hacia quienes se consideraban protagonistas únicos de la Organización Sanitarista del momento.

Temporalmente, casi en paralelo y muy lejos de España, en 1978, se firmaba la Declaración de Alma Ata, “Salud para todos en el año 2000”, sobre Atención Primaria de Salud[3], aunque su impacto tardaría un poco en llegar a nuestro país. En 1986, la aprobación por una unanimidad, que hoy en día es impensable, de la Ley General de Sanidad[4], regulaba el Sistema Sanitario en España y sentaba las bases del que vino en conocerse como el nuevo modelo de Atención Primaria de Salud (APS).

Para dotar a los nuevos Centros de Salud, como recursos fundamentales del nuevo modelo de APS, el Instituto Nacional de la Salud (INSALUD), órgano gestor de la Sanidad en España, que desaparecería posteriormente con la delegación de transferencias en Salud a las Comunidades Autónomas, convocó, en 1984, provisión de vacantes de plazas de personal sanitario en los Equipos de Atención Primaria por el procedimiento de concurso libre, entre las que figuraban las primeras 60 plazas de ATS/DUE[5],[6].

En esas fechas compaginaba la atención a las clínicas, con los contratos de sustituciones que iban surgiendo y las clases a estudiantes de Formación Profesional-Auxiliar de Enfermería, que impartía en un centro privado de València. El pluriempleo era una modalidad por aquel entonces muy habitual dado que las retribuciones eran muy bajas y la estabilidad laboral muy precaria. Algo que se mantiene actualmente en muchos países latinoamericanos. A todo lo cual hay que añadir la formación en Acupuntura que realicé durante casi dos años, yendo todos los sábados a Barcelona. Técnica que estuve aplicando en una de mis clínicas y en una clínica privada de un afamado médico en València. Es evidente que mi coherencia curricular aún quedaba lejos.

Una buena y tristemente desaparecida amiga del Hospital me sorprendió un día diciéndome que me había apuntado al citado concurso de plazas. A mí no me quedaba tiempo disponible para preparar dicho examen y, además, no tenía acumulada puntuación alguna por méritos, lo que hacía que mis posibilidades fuesen prácticamente nulas. A pesar de ello y dada la insistencia de mi amiga nos presentamos al examen, junto a más 4000 personas, en la Universidad Laboral de Cheste (València) en diciembre de 1984. Tras realizar la prueba, me olvidé por completo de esa “aventura”.

En enero de 1985 recibí una llamada de mi amiga para comunicarme que habían salido las listas y que había sacado un 10 en el examen. Ella no lo aprobó, repitiéndose la historia de mis inicios. La alegría inicial pronto se desvaneció dado que la falta de méritos no me permitiría albergar esperanza alguna de obtener plaza, por lo que me volví a olvidar del tema. Pero en febrero me llegó un telegrama a casa, el SMS o WhatsApp de la época, en el que se me citaba en la Dirección Territorial del INSALUD de València para elegir plaza. Aquello sí que fue una sorpresa mayúscula. Nunca me lo hubiese imaginado.

Personado en el lugar indicado quedaban tres plazas por elegir, dos en Monòver y otra en Petrer, ambas en la provincia de Alicante. Finalmente elegí plaza en el CS de Monòver.

Así que ese es el principio de mi recorrido como enfermera comunitaria, aunque mi plaza tuviese la denominación de ATS de APS, que nos perseguiría durante algún tiempo más.

Mi incorporación al CS, aunque debió producirse el 2 de mayo de 1985, no se haría efectiva hasta el 1 de diciembre de 1986 por no estar finalizadas las obras del citado CS. Tras una denuncia presentada por tal motivo, que gané, trabajé en Comisión de Servicio en el recién inaugurado Hospital de Dènia, de julio a diciembre del citado año 1986. Durante ese tiempo me formé como pude, dadas las carencias en formación existentes en dicha materia, en APS. Empecé a incorporar conceptos como Promoción de la Salud, Salud Pública, Diagnóstico de Salud, Historia de Salud, Trabajo en Equipo, Atención Comunitaria, Educación para la Salud, Participación Comunitaria… que lograron desplazar todo mi bagaje y fascinación técnico asistencial adquirido hasta entonces como única formación.

Una vez incorporado al centro, junto a tres enfermeros más (todos ellos varones), para una población de poco más de 12000 habitantes en un municipio con una gran dispersión geográfica por la configuración de su término municipal, con más de 25 pedanías en un radio de más de 22 kilómetros, el poner en práctica los postulados teóricos de ese nuevo modelo se antojaba poco menos que utópico. Más aun teniendo en cuenta la inercia que impregnaba al CS de la antigua Asistencia Médica Primaria que ejercían tres de los cuatro médicos del Equipo junto a un Médico especialista de Medicina Familiar y Comunitaria.

Pero en ese panorama desalentador apareció la que sería mi segunda referente enfermera, Mª Jesús Pérez Mora, que era la responsable enfermera de APS en la Dirección Territorial de la recién creada Conselleria de Sanitat, tras las transferencias recibidas para constituir el entonces denominado Servicio Valenciano de Salud (SERVASA). Su presencia me hizo creer en las hadas madrinas de los cuentos infantiles. No tan solo tenía un conocimiento muy sólido sobre el modelo, sino que además lo trasladaba con un entusiasmo que me contagió de inmediato.

Me incorporé con ella y otras dos enfermeras en el equipo que, desde la Dirección Territorial, diseñamos la organización y desarrollo del trabajo enfermero en APS, desde las conflictivas, por rechazadas por los médicos, Consultas enfermeras. Todo ello combinándolo con la redacción de los entonces sacralizados programas, fragmentados y centrados en la enfermedad, y con la configuración de los Consejos de Salud Municipales como órganos de participación ciudadana.

El cambio hacia APS avanzaba y mientras tanto inicié una formación mucho más específica e intensa en Enfermería Comunitaria, realizando el Diplomado en Sanidad de la Escuela Nacional de Sanidad y dos másteres en gestión.

En 1991, fui nombrado coordinador enfermero del CS e iniciamos un cambio que fue fundamental para el trabajo comunitario. La sectorización y la consiguiente asignación de población supusieron un cambio radical en la concepción de la actividad enfermera que no contó con el respaldo unánime de las propias enfermeras y generó mucho rechazo entre los médicos que lo interpretaron como una amenaza a su protagonismo. A pesar de lo cual logramos instaurar con éxito.

Estos rechazos, de quienes nunca han visto con buenos ojos la profesionalización y autonomía de las enfermeras, nos llevó a unas cuantas enfermeras a constituir en 1994 la que sería la primera Sociedad Científica de Enfermería Comunitaria (AEC)[7] que, sin duda, marcó un antes y un después en la Enfermería Comunitaria y cuya primera presidenta fue Mª Jesús Pérez Mora.

En 1995, me nombraron Director Enfermero del Área de Salud en la que estaba integrado mi CS. Fue una oportunidad para llevar a la práctica todo lo aprendido en mi formación y de mi trabajo junto a Mª Jesús Pérez Mora.

Se trató de una etapa llena de retos, ilusiones, proyectos, oportunidades… que tuve la fortuna de llevar a cabo junto a dos personas clave, José María Hernández Maestre, Director Médico con quien trabajé codo con codo, y con el enfermero, Pablo Martínez Cánovas, que se convirtió en mi mejor aliado de los logros alcanzados. Una etapa de trabajo intenso e intensivo que, sin embargo, me permitió comprobar como se pueden conseguir los sueños cuando crees en ellos y eres capaz de convencer, a quienes te acompañan en el camino a recorrer, de que vale la pena intentarlo a pesar de los bandidos que tratan, permanentemente, de robarte la ilusión y la fe en lograrlo.

Hasta que llega un sicario, un asesino a sueldo, un mediocre, pagado por los responsables políticos del momento -uno de los cuales ocupa nuevamente en la actualidad el máximo cargo al frente de la Conselleria- con el único objetivo de acabar con todo lo logrado y matar a quien lo consiguió. Toda una trama urdida con la máxima mezquindad y la mínima ética.

Tras dimitir como director, regresé al CS de Monòver. Fue un soplo de aire fresco tras los últimos meses de acoso y derribo al que fui sometido. Reencontrarme con la población que se alegraba de mi regreso y me reconocía, fue el mejor antídoto a tanta toxicidad y miseria.

Tras poco más de un año en el centro, con una gestión que estaba acabando con todo lo que significaba la APS, tuve la oportunidad de incorporarme en la Universidad de Alicante a tiempo completo, tras la triste baja por grave enfermedad de mi principal mentora. Fue una decisión difícil pero muy meditada que cambiaría mi vida.

Mi incorporación al Departamento de Enfermería Comunitaria, Medicina Preventiva y Salud Pública e Historia de la Ciencia para hacerme cargo de la docencia de la asignatura “Intervención Comunitaria” me llevó a querer aprender in situ todo lo que hasta entonces tan solo había podido leer. Para ello opté, en 2002, a una beca de la Agencia de Cooperación Internacional (ACI, actualmente AECID[8]), que me concedieron para llevar a cabo una estancia en la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia en Medellín (Colombia), con el fin de conocer los procesos de participación comunitaria en dicho país. Sin duda fue una experiencia que me marcó y que marcó mi futuro. Me permitió conocer, además, la Asociación Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Enfermería (ALADEFE)[9], en la que me integré en su Consejo Ejecutivo como Vicepresidente de la Región Europea, manteniendo mi vinculación hasta la fecha en diferentes cargos de responsabilidad (Secretario General, Asesor, Cocal de Relaciones Internacionales…), desde la que continúo trabajando para lograr constituir el Contexto Iberoamericano de Enfermería. Siendo, además, el detonante que me llevó a visitar posteriormente y hasta la actualidad la práctica totalidad de países Latinoamericanos, en los que tanto he aprendido.

Me incorporo en la Asociación de Enfermería Docente (AED) como Tesorero, hasta su desaparición en 2006.

La AEC me encargó ser su representante en la Comisión Nacional de la Especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria que debía desarrollar el Programa Formativo de la recién aprobada especialidad[10].

Pero en este fantástico periplo conocí a quien hoy día continúa siendo mi mayor referente enfermero, María Paz Mompart García, con quien he aprendido a sentir y querer, más si cabe, lo que significa SER enfermera.

En 2009 gané las elecciones a la Presidencia de la AEC en la que permanecí hasta 2022, periodo en el que se internacionaliza y logra ser referente en el ámbito nacional e internacional.

Mi tránsito en la Universidad fue una combinación de aprendizaje, pasión por la docencia y descubrimiento de la investigación que tenía que compaginar con la dura y no siempre racional carrera académica. Obtuve el Bachelor por la Hogeschool Zeland de Holanda que me habilitó para acceder a los cursos de Doctorado en Salud Pública, el Doctorado y la defensa de mi Tesis, la acreditación nacional en la que gané mi plaza de funcionario de Carrera Nacional… tras lo que inicié mi incursión en la gestión universitaria de la mano de Ana Laguna Pérez que es también una referente en mi vida profesional. En 2010, ganamos las elecciones a la Dirección de la entonces Escuela Universitaria de Enfermería, desempeñando el cargo de Secretario Académico, desde el que participé en la transformación de la Escuela en Facultad de Ciencias de la Salud. Posteriormente ocupé el cargo de Vicedecano de Enfermería y relaciones institucionales, como paso previo a incorporarme en el equipo rectoral como Director de Secretariado para desarrollar e implementar el Proyecto de Universidad Saludable en 2012 que se convierte en referente nacional e internacional.

Coincidiendo con el 40 aniversario de la incorporación de los estudios de Enfermería en la Universidad, 7 enfermeras creamos el Grupo 40[11]

En 2018 se aprueba y constituye la Academia de Enfermería de la Comunitat Valenciana (AECV)[12] de la soy académico fundador y honorario, formando parte de la primera Junta Directiva como Vicepresidente II.

Es también en 2018 cuando creo Cátedra de Enfermería Familiar y Comunitaria de la Universidad de Alicante (UA), que es la primera en España y que pronto es reconocida por su aportación y visibilización a la especialidad.

En 2020, gana las elecciones a Rectorado de la Universidad de Alicante, Amparo Navarro Faure, siendo la primera rectora de la UA, incorporándome a su equipo como Director de Secretariado de Universidad Saludable y presidente del Comité de Seguridad y Salud de la UA. Ello me permite continuar el proyecto iniciado en 2012 y llevar a cabo una Intervención Enfermera en toda regla para lograr que la UA sea un espacio Saludable, Sostenible, Accesible e Igualitario.

En 2023, creamos la Alianza Española de Sociedades Científicas Enfermeras (ALESCE) en la que soy elegido presidente.

En noviembre de 2024, tras las elecciones a Rector/a, sale reelegida Amparo Navarro Faure que me ratifica en el puesto de Director de Secretariado a pesar de conocer que a finales de marzo de 2025 me jubilaba, lo que significa un reconocimiento importante que valoro en gran medida.

Y ese momento ha llegado y por eso he querido hoy dedicar este espacio de reflexión a mi recorrido profesional, que está íntimamente ligado a mi recorrido vital. No con ánimo de relatar logros o fracasos, sino simplemente con la intención aséptica de recordar lo sucedido, lo vivido, lo aprendido. Han transcurrido 50 años desde que iniciase el camino con unos estudios que escondían, deformaban y manipulaban lo que, con el tiempo y gracias a excelentes referentes que aún conservo en mi memoria y en mi corazón, descubrí y me permitió querer, creer y crecer como enfermera.

Pasé de la casualidad a la causalidad para darme cuenta que no se trataba de ser enfermera para vivir, sino de vivir para ser la mejor enfermera posible.

No digo que lo haya conseguido. En cualquier caso, no me toca a mí valorarlo. Lo que sé a ciencia cierta es que nada de lo recorrido, de lo logrado, de lo sentido, hubiese sido posible sin esa convicción que fue aumentando con el paso del tiempo y que, gracias a lo vivido, bueno y malo, me permitieron valorar lo mucho que significa ser enfermera. Porque como Enfermera he tenido el privilegio de participar en importantísimos cambios de la Enfermería que, solo el tiempo transcurrido, me permiten valorar en su justa medida con satisfacción y orgullo.

Ahora que llega el momento de disfrutar de otra etapa vital, que he sido yo quien ha elegido cuando iniciarla, sin apurar hasta no poder seguir por imperativo legal o de salud, ahora, es tiempo de seguir aprendiendo, creciendo, sintiendo y, sobre todo, agradeciendo por todo lo que tantas personas, enfermeras o no, me han aportado en estos años. Desde otro nivel, otra mirada, otro ritmo, otra actitud. Ni mejor ni peor, tan solo diferente, pero conservando, eso sí, idéntica pasión por aquello que me ha hecho y me sigue haciendo feliz, ser enfermera.

Gracias a las/os estudiantes que han sido mi motor e inspiración para transmitirles lo que es y significa ser y sentirse enfermeras. A las personas, sanas o con problemas de salud, con las que he compartido, consensuado, hablado, escuchado… desde el respeto y la admiración. A quienes, sin ser enfermeras, me han transmitido el valor y el dolor del cuidado prestado. A las enfermeras que me han enseñado lo que significa y aporta cuidar profesionalmente. A las/os docentes con quienes he compartido la importancia del aprendizaje enfermero en valores, humanista y científico. A las/os gestoras/es con quienes he descubierto la importancia del liderazgo. A investigadoras/es nacionales e internacionales con quienes he trabajado por mejorar la calidad de nuestros cuidados generando evidencias científicas. A quienes me han herido, ignorado o malinterpretado, porque me han hecho más fuerte. Y, en general, a cuantas personas con las que he interactuado en alguna ocasión en la reflexión, el análisis, el debate… para mejorar la salud de personas, familias y comunidad.

Accedo a mi jubilación con alegría. Sabiendo que, en ningún caso, significa parálisis inacción, pasividad, abandono, olvido… porque como dijese Gabriel García Márquez[13], “No es cierto que la gente deja de perseguir sus sueños porque envejecen, envejecen porque dejan de perseguir sus sueños”, y yo, como me siento muy joven, quiero seguir persiguiendo mis sueños para alcanzarlos y disfrutarlos.

Desde esa puerta abierta que estoy a punto de cruzar, comparto unos versos de la canción de Jorge Drexler, “Todo se transforma”, que creo sintetizan todo aquello que ahora mismo siento.

… Porque cada uno da lo que recibe

Y luego recibe lo que da

Nada es más simple

No hay otra norma

Nada se pierde

Todo se transforma

Supe que de algún lejano rincón

De otra galaxia

El amor que me darías

Transformado volvería

Un día a darte las gracias

… Cada uno da lo que recibe

                                                    MUCHAS GRACIAS

[1]  Abogado, activista contra el apartheid, político y filántropo sudafricano que presidió el gobierno de su país de 1994 a 1999. (1918-2013)

[2] Martínez-Riera, JR. Salir del armario. La difícil decisión de asumir una nueva identidad. De ATS. a Enfermera. Rev ROL Enferm, 27, 2004; (10): 58-64

[3] https://www.paho.org/es/documentos/declaracion-alma-ata

[4] https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1986-10499

[5] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1984-7879

[6]chromeextension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.boe.es/boe/dias/1984/07/05/pdfs/A19736-19736.pdf

[7] https://www.enfermeriacomunitaria.org/web/

[8] https://www.aecid.es/

[9] https://www.aladefe.net/

[10] https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2005-7354

[11] https://grupo40enfermeras.org/

[12] https://www.academiaenfermeriacv.org

[13] Escritor, guionista y periodista colombiano (1927-2014)

UA CAMPUS SIN HUMO Entrevista Cadena SER

Con motivo de la inauguración del Campus sin humo de la Universifdad de Alicante, entrevista al Director de Secretariado Universidad Saludable, José Ramón Martínez-Riera, en la cadena SER – Alicante

TOC DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Las manías no las curan los médicos

“Ahí radica el verdadero poder de los medios masivos: son capaces de redefinir la verdad”.

Michael Medved[1]

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno caracterizado por pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes que producen inquietud, aprensión, temor o preocupación, y conductas repetitivas denominadas compulsiones, dirigidas a reducir la ansiedad asociada, neutralizar los pensamientos o prevenir un evento temido.

En base a dicha definición voy a centrar la reflexión que voy a compartir esta semana.

Si bien es cierto que la citada definición se ajusta bastante al tema que hoy me ocupa y también me preocupa, no es menos cierto que la misma tiene algunos aspectos que no encajan o se distancian del mismo.

El papel de los medios de comunicación con relación a la salud y todo lo que a su alrededor genera información ha sido y sigue siendo objeto de análisis y debate.

No seré yo quien cuestione la importancia de los medios como canales fundamentales de información y de comunicación/información con la sociedad. Considero que es un hecho incontestable el peso específico y la influencia que los mismos tienen. Pero, precisamente por ello, es por lo que su intervención como difusores de la información en un tema tan sensible como la salud, tiene no tan solo una gran repercusión, sino también, un impacto que no siempre es positivo y, lo que es más preocupante, no siempre es real, cierto y contrastado.

El problema, con serlo, no es del todo imputable a las/os periodistas y a los medios en los que desarrollan su actividad, aunque tampoco quedan libres de toda responsabilidad.

El modelo que impregna al Sistema Nacional de Salud (SNS) es, sin duda, el principal culpable de una intoxicación informativa como resultado de la manipulación, distorsión, control… que, el citado modelo, ejerce sobre el propio SNS y su proyección a la sociedad, tanto de manera directa como indirecta, a través de los medios de comunicación.

Los tantas veces comentados, sin que por ello deje de ser necesario insistir en su recuerdo, efectos perversos del modelo, tales como el excesivo, cuando no exclusivo, control médico, que minimiza, oculta e ignora a otros agentes de salud tanto profesionales como comunitarios. La medicalización que sobre el mismo se realiza con los efectos que provoca, paradójicamente, en la salud de la ciudadanía e incluso de la comunidad. El paternalismo con el que se actúa, generando una clara dependencia de las personas con el sistema y sus recursos, tanto materiales como personales/profesionales, con su consecuente ausencia de participación ciudadana en la toma de decisiones sobre sus procesos de salud/enfermedad y en la salud comunitaria. La focalización exclusiva y excluyente en la enfermedad, desplazando la salud a un ámbito puramente anecdótico del que se ignoran los determinantes sociales que hace enfermar al propio SNS y por derivación a la sociedad. La dependencia de la industria farmacéutica, de la tecnología y de los lobbies corporativistas que mediatizan la toma de decisiones y deshumanizan la atención dando la espalda a los determinantes morales. El reduccionismo interesado, perverso y sibilino, aunque cada vez llevado a cabo con menor pudor, al que se somete a los cuidados profesionales. El permanente hostigamiento ejercido sobre las enfermeras al considerarlas una amenaza a los intereses corporativistas de la clase médica más rancia, inmovilista y trasnochada. La presión a la que se somete a los medios de comunicación con mensajes que impidan cualquier otra visión que no sea la del modelo que tratan en todo momento de perpetuar. La sistemática desvalorización llevada a cabo hacia la Atención Primaria y todo lo que la misma representa como estrategia para valorizar y centrar la atención en el Hospital, como recurso claro de enfermedad, jerarquización y curación, en detrimento de la promoción de la salud, la participación comunitaria y la propia salud… Son tan solo algunos de los determinantes que provocan los efectos indeseables, aunque deseables para quienes precisamente los provocan, que impactan, no tan solo en la imagen, sino también a cómo responde el SNS ante las necesidades y demandas de la sociedad.

Por su parte, las listas de espera, las demoras, la presión asistencial, la saturación… son resultado y consecuencia del modelo descrito y no, como se pretende hacer creer, de la falta de responsabilidad individual y colectiva de la ciudadanía o a la falta de personal. Algo que se traduce, por otra parte, en un aumento progresivo de contratación de pólizas de seguros médicos privados que provoca una clara falta de equidad y accesibilidad a un derecho fundamental como es la atención a la salud universal y a un rentable negocio del que se benefician quienes, precisamente, contribuyen a perpetuar el modelo.

Estamos pues, ante un contexto viciado, contaminado, patogénico, irracional, reduccionista, rentista, enfermo… que ha sido “diseñado” para mediatizar y condicionar tanto a la sociedad, que es esclava del Sistema, y de quienes lo tienen secuestrado, en un remedo de síndrome de Estocolmo[2], como a los medios de comunicación que, en la mayoría de las ocasiones -al menos así quiero pensarlo e identificarlo- actúa como cómplice involuntario para perpetuar el modelo. Difundiéndolo, potenciándolo y confundiendo a la población a la que se dirige, a través de una información distorsionada dictada por quienes se erigen en protagonistas únicos de un SNS modelado a su imagen y semejanza. Perpetuando su nicho ecológico, aunque ello suponga un deterioro progresivo de una atención que nunca se logra, por limitarse a una asistencia fragmentada y focalizada en los casos agudos de enfermedad, en la que la persona pasa a ser un sujeto prescindible.

Un modelo absolutista desde el que, el resto de agentes de la salud, profesionales o no, cualquier otro sector social o la población en su conjunto son identificados e incluso tratados, como súbditos y vasallos, sin más derecho que el de obedecer las órdenes prescritas.

El dictado de esa narrativa corporativista, lo recogen, lo dan por bueno e incluso lo magnifican los medios de comunicación, al dar por sentado que se corresponde con la realidad y que todas las deficiencias, carencias, disfunciones… del SNS son consecuencia del maltrato al que les somete el propio Sistema con condiciones laborales y salariales muy “precarias” y una gran falta de médicos que son las causas principales del mal funcionamiento del SNS. Algo que desmienten, los reiterados datos aportados por organismos internacionales como la OCDE, al reflejar que en España no existe la falta de médicos que se reclama de manera tan insistente como ausente de argumentos rigurosos. Todo ello sin que realicen autocrítica alguna sobre su actuación, al considerarse inefables.  Están convencidos de que los errores les restan valía y les exponen a la humillación o desaprobación social. El miedo a la reacción social, por ende, generara una resistencia a reconocer los errores haciendo culpables de los mismos a terceras personas.

Pero al contrario de lo que pueda parecer, el temor a la reacción social responde a un ego frágil. Al depender de la aprobación ajena, suelen ver los errores como situaciones profundamente amenazantes, de manera que su ego no los tolera y los niega. Por ello, aceptar que se equivocan equivale a un duro golpe a su autoestima, por lo que ponen en marcha un mecanismo de defensa que les lleva a distorsionar la realidad para que se amolde a sus ideas.

Su rigidez les impide retroceder ni un ápice, en sus ideas y planteamientos, no reconociendo sus equivocaciones, aunque se trate de hechos irrefutables como los que estamos planteando. Esa rigidez, muy a su pesar, no es sinónimo de fortaleza, como quieren hacer creer, sino de debilidad. De tal manera que su defensa férrea a dichos hechos, realmente no es por convicción sino para proteger su ego de protagonismo exclusivo y excluyente. Por tanto, al no reconocer sus errores ponen de manifiesto una debilidad que tan solo son capaces de contrarrestar con la fuerza de su autoridad corporativista desde la que mantener un control férreo sobre “su” modelo que, a su vez, imponen para el conjunto del Sistema.

Las reivindicaciones corporativistas, que se asumen como ciertas, son tan solo la consecuencia del idílico cuento de hadas en el que han convertido su particular espacio profesional. Un espacio en el que se presentan como los “príncipes azules” que protegen y guardan a la sociedad de la enfermedad, como si de dragones se tratase, luchando contra todo aquello y aquellas/os que identifican como enemigas/os de su cruzada particular. De tal manera que hacen que se vea como real lo que no deja de ser un efecto Fata Morgana[3] producto de la imagen distorsionada que generan y que proyectan gracias a los Medios de Comunicación. De tal manera que, al final, una gran mayoría de la sociedad acaba creyéndose que el cuento es la realidad, sucumbiendo al vasallaje sanitarista impuesto.

Porque una cosa es reconocer la incuestionable aportación que realizan y otra muy diferente situarlos en los altares para ser adorados y protegidos de cualquier comentario, idea o planteamiento que inmediatamente consideran una “ofensa” a su estatus.

Son muchos los ejemplos que diariamente se leen, ven y escuchan a través de lo medios y que, evidentemente, acaban calando en el imaginario común de la población.

Es muy difícil que los medios hagan una valoración inclusiva de una acción, hecho o intervención de salud. De manera generalizada y reiterativa se refieren a ello desde expresiones como intervención médica, equipo médico, asistencia médica… aunque aquello de que se está hablando sea el producto de un trabajo multidisciplinar en el que, en muchas ocasiones, ni tan siquiera, la aportación médica es la más relevante.

Estar en los márgenes -que no en la marginalidad-, en la periferia -que no en aislamiento-, no significa en ningún caso, que las aportaciones que realizan las/os profesionales que allí se sitúan, junto a la comunidad a la que atienden, en ese modelo egocéntrico, centralista y de fuerza centrípeta, no sean importantes y trascendentes. Porque tienen competencias reconocibles y reconocidas que les otorgan la autoridad, responsabilidad y facultad para tomar decisiones de manera autónoma y consensuada con la población. Es decir, hace tiempo, que tanto profesionales como ciudadanía, dejaron de ser súbditos y vasallos, para adquirir la condición de “ciudadanos” libres con derecho a decidir y actuar, a pesar de las resistencias y presiones que aún hoy se mantienen.

Recientemente un columnista hablando del gasto militar que se exige desde la Comunidad Europea exponía, si no sería mejor dedicar ese dinero para contratar pediatras en Atención Primaria (sic). Curioso, cuanto menos, que este señor desconozca que los pediatras no quieren trabajar en Atención Primaria (AP) por no considerarlo un contexto de trabajo atractivo. Que España es uno de los pocos países que incorpora pediatras en AP al considerarse que la atención mayoritaria a niñas/os y adolescentes es de promoción de la salud y preventiva y que por tanto se lleva a cabo mayoritariamente por parte de enfermeras. A pesar de lo cual identifica como prioritaria dicha contratación, cuando lo que es una prioridad es la Atención en Salud de calidad a la población infantil y juvenil, que no pasa porque sea imprescindible que la lleven a cabo pediatras.

En La Rioja, por ejemplo, el pasado mes se inauguró un nuevo Centro de Salud. La prensa escrita de dicha comunidad se hacía eco de dicha noticia con el siguiente titular “el centro de salud de la Villanueva dará servicio desde el lunes con 44 profesionales médicos”. Dicho titular es confuso e incorrecto. Y lo es porque da a entender que en dicho centro de salud tan solo atenderán médicos, o que los profesionales a los que hace referencia, sean médicos o no, son profesionales médicos de manera genérica. Ambas posibles interpretaciones se alejan de la realidad, porque en el citado centro se atenderá a la población por parte de 44 profesionales de la salud (médicos, enfermeras, matronas…).

Repito que la casuística daría para mucho, pero creo que como botón de muestra es suficiente para hacernos una idea de lo mediatizados que están los medios y como estos, a su vez, mediatizan a la sociedad en su conjunto gracias a la simbiosis que se establece entre unos y otros.

Volviendo al principio de mi reflexión y tras lo comentado podemos identificar como algo bastante cercano a un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) la actitud de los medios con relación a la Salud, la Sanidad y, sobre todo, sus profesionales. Porque a pesar de los avisos, escritos, correcciones… que se les hacen llegar incidiendo en el error de sus contenidos informativos, el resultado continua siendo el de reiterar compulsiva, reiterada y recurrentemente los mismos mensajes de confusión, distorsión, interpretación… de una realidad que se resisten a identificar, entender y difundir de manera correcta, objetiva y alejada de las presiones mediáticas de determinados lobbies que dictan aquello que interesa sea conocido y aquello que debe permanecer oculto o deformado a través de compulsiones informativas.

La salud es demasiado importante y debe entenderse como un derecho en el que son muchos los agentes profesionales, sociales, comunitarios, políticos… que intervienen en su promoción y atención. Eclipsar dicha diversidad desde la fascinación a un único agente es contribuir a distorsionar su verdadero sentido y participar en su deterioro. Hay que tratar de evitar que, como dijera Graham Greene[4], “Los medios de comunicación sean sólo una palabra que ha venido a significar mal periodismo”.

Los TOC pueden corregirse, aunque lo primero que se debe reconocer y aceptar es que las manías no las curan los médicos. Para ello, primero, hay que ser conscientes de padecerlos y en segundo lugar hay que tener la voluntad de corregirlos. Lo contrario, nos sume a todas/os en una contaminada, tóxica y nociva atmósfera informativa que cada vez nos condiciona y confunde más.

[1]  Presentador radiofónico, autor, comentarista político y crítico de cine estadounidense (1948)

[2] Es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo1​ con su secuestrador o retenedor.

[3] Espejismo o ilusión óptica que se debe a una inversión de temperatura. ​Objetos que se encuentran en el horizonte ―como, por ejemplo, islas, acantilados, barcos o témpanos de hielo― adquieren una apariencia alargada y elevada, similar a «castillos de cuentos de hadas».

[4] Escritor, guionista y crítico literario británico (1904-1991)

LA TEORÍA DEL CABALLO MUERTO Como perpetuar la mediocridad

“La gravedad mantenida constantemente no es más que la máscara de la mediocridad.”

Voltaire[1]

 

La “Teoría del Caballo Muerto” es una metáfora satírica que refleja cómo algunas personas, instituciones o naciones enfrentan problemas evidentes que son imposibles de solucionar, pero en lugar de aceptar la realidad, se aferran a justificarlos.

La idea central es clara: si descubres que estás montando un caballo muerto, lo más sensato es bajarte y dejarlo.

Sin embargo, en la práctica, muchas veces ocurre lo contrario. En lugar de abandonar el caballo muerto, se toman decisiones que no tan solo resultan descabelladas, sino que resultan simplemente inútiles.

Hoy, voy a utilizar esta metáfora como base para mi reflexión en torno al imaginario caballo que supone el modelo que define y sobre el que se basa nuestro Sistema Nacional de Salud. Aunque pueda resultar forzado, la verdad es que la citada metáfora, parece haber sido planteada pensando en él.

En el caso que me ocupa, el equino en cuestión lleva muerto desde hace ya mucho tiempo, sin que nadie de las/os “ilustres” políticas/os-gestoras/es que han tenido la ocasión de “montarlo” para realizar su recorrido, hayan sido capaces de identificar su óbito. Ni tan siquiera cuando el hedor de su proceso de descomposición debiera haber llamado la atención sobre las verdaderas razones del mismo.

Sin embargo y muy al contrario, se ha persistido de manera sistemática, en seguir creyendo, o mejor, intentando hacer creer que el pura sangre sigue vivo y sigue siendo capaz de competir como el gran campeón que se empecinan hacer creer que vive. Así pues, ante esta imaginaria visualización, que niega la evidencia, se llevan a cabo cambios tan reiterados como inútiles, tales como:

Cambiar la estructura del Ministerio, lo que vendría a ser la cuadra, donde se cuida el modelo del SNS, como si se comprase una nueva silla de montar para el caballo muerto, con la ilusa intención de que el modelo, que recuerdo está muerto, reaccione y reactive el SNS.

Incorporar nuevas formas de alimentar al modelo muerto, como si con ello pudiese resucitar milagrosamente recuperando vigor y velocidad.

Cambiar a/la encargado/a de cuidar el caballo, esperando un resultado diferente, en lugar de abordar el problema real. De tal manera que ni cuando, muy extrañamente, el/la ministro/a que se cambia es de contrastada calidad, ni cuando, la mayor de las veces, se trata de un cambio de circunstancias en que, la persona elegida, ni tan siquiera tiene aptitudes para montar con éxito un “caballo vivo”, lógicamente pueda esperarse avance alguno con el caballo (modelo) muerto.

Crear comisiones, grupos de trabajo, comités… para debatir desde todos los ángulos el problema del modelo muerto. Trabajando en largos periodos de tiempo y realizando informes, memorias o memorandos en todos los cuales se concluye con lo obvio: el modelo del SNS está muerto.

Justificar los esfuerzos comparando el modelo del SNS con otros modelos similares, igualmente muertos, concluyendo que el problema se debe a una mala gestión, en lugar de identificar que la causa de su muerte es un problema del propio modelo que impregna al SNS.

Proponer nuevos programas, estrategias, medidas de calidad o de evaluación… que implican aumentar el presupuesto, sin que, lógicamente, se genere cambio alguno en el modelo del SNS muerto.

Redefinir el concepto de «muerto» para convencerse de que el modelo del SNS aún tiene posibilidades, Algo que tan solo logra alargar las consecuencias que su fallecimiento tiene para el logro de los objetivos propuestos cuando estaba con vida. Vida que, por otra parte, perdió como efecto del inadecuado o nulo cuidado, alimentación, entrenamiento… que le prestaron. Forzando al animal (modelo) a realizar una actividad inadecuada, que fue la verdadera causa de su muerte.

Esta teoría pone en evidencia cómo muchas personas, políticas, organizaciones… prefieren negar la realidad y desperdiciar tiempo, recursos y esfuerzos en soluciones inútiles, en lugar de aceptar el problema desde el principio y tomar decisiones más inteligentes y efectivas. Debido, a que son ellas quienes generan y alimentan el problema que provoca la muerte del caballo.

La realidad, se torna más cruel que la metáfora, al menos en el caso al que lo aplico. Porque el supuesto caballo muerto, el modelo del SNS, significa la muerte de un sistema público de salud que provoca graves problemas de atención que dé respuesta a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad.

Como ya he indicado, las causas de la muerte del modelo del SNS son múltiples, pero el problema principal ha sido y es, sin duda alguna, mantener, a pesar de los síntomas que evidenciaban el diagnóstico y su tratamiento, dicho modelo caduco, ineficaz e ineficiente que sustenta la estructura, organización y funcionamiento del SNS, que le ha llevado a fracasar. Si a ello añadimos que se ha impedido sistemáticamente que los cuidados pudiesen paliar los efectos de tan nefasto, como interesado, asistencialismo, el resultado no tan solo es la muerte del modelo y del propio SNS, en el que se sustenta, sino el encarnizamiento terapéutico al que se le somete para mantenerlo artificialmente con vida y que provoca una agonía tan dolorosa como evitable.

Modelo que se ha mantenido y mantiene, por las presiones y el interés de los lobbies de poder que niegan su muerte que supondría tener que renunciar al poder, influencia y negocio que les ha supuesto y que se ha permitido, mantenido y alimentado por parte de quienes tienen la responsabilidad y obligación, precisamente, de todo lo contrario, es decir, evitar todas aquellas acciones u omisiones que impactan en la salud del SNS provocando la muerte deseada y esperada por parte de quienes se presentan como salvadores únicos e imprescindibles de una curación lucrativa en la que el SNS es un obstáculo para sus mercantilistas intereses, por mucho que luego traten de disfrazarlo de buenismo y falso profesionalismo adornado de victimismo.

Sería muy largo analizar las múltiples variables que intervienen en un entramado perfectamente tejido y calculado. Pero no me resisto a destacar, al menos, una de ellas por lo que supone, tanto de nociva, como de incomprensiblemente mantenida, en un Sistema Público que se anuncia y vende como excelente, equitativo, accesible y universal.

Recientemente hemos asistido al artificial y demagógico debate de MUFACE (Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado). Y digo que es artificial, porque desde el principio se sabía que quienes alimentan ese engendro, que no son otras que las mutuas de seguros privados, se sabían poseedoras de la fuerza que supone tener la sartén por el mango. Y es falso, porque se montó una tragicomedia, en la que se representaba un guion perfectamente orquestado y ensayado, repleto de eufemismos, falacias, mentiras y bulos con el único objetivo de lograr mantener el negocio que durante tantos años se les ha servido en bandeja por parte del Estado.

Y, es que no parece que tenga mucho sentido mantener un entramado como el de MUFACE en el seno de un Sistema Nacional de Salud Público. Hacerlo supone, en sí mismo, atacar uno de los principios en los que, al menos supuestamente, se sustenta el citado SNS, es decir, la igualdad y la equidad. Porque, desde el momento que existe una opción distinta, de atención y acceso a la misma, en función de ser funcionario o no, ya se está estableciendo una clara diferencia de clase.

Pero es que, además, se trata de un claro anacronismo en el contexto en el que se genera. Trato de explicarme, porque me cuesta hacerlo. No porque no sepa, sino porque es tan difícil de comprender y justificar como de explicar.

Si hablamos de un Sistema Público de atención, universal, equitativo y accesible y se da la opción de que, quienes son, precisamente profesionales de la Administración del Estado, muchos de ellos sanitarios para más inri, puedan elegir un modelo de atención a la salud, diferente al que el resto de la población tiene derecho, estamos ante una clara discriminación de clase y por tanto se está propiciando, manteniendo y gestionando un sistema paralelo diferente en función de ser funcionario o no. Que venga alguien y me lo explique.

Pero es que, además, a las/os funcionarias/os que se incorporan en este modelo se les da la opción de poder elegir entre ser atendidos por el Sistema Público, al que tenemos derecho toda la ciudadanía o por parte de las mutuas privadas (ADESLAS, ASISA, DKV) que configuran MUFACE, pudiendo incluso alternar entre una u otra opción según les interese. Toda una declaración de igualdad que, paradójica y mayoritariamente, el funcionariado se decanta por la asistencia privada frente a la pública. Hasta que, claro está, surge un problema serio e inmediatamente reclaman ser atendido por el Sistema Público. A esto es a lo que llamo coherencia.

Esta situación supone, al mismo tiempo, una inversión de dinero público para pagar a las aseguradoras médicas, que no sanitarias ni mucho menos de salud, que asisten, que no atienden, al funcionariado que así lo elige. Lo que representa que, dinero público proveniente de los impuestos pagados por toda la ciudadanía, se destine a mantener a empresas privadas que, a su vez, dan servicio tan solo a una parte de dicha ciudadanía, sin que exista posibilidad que quienes no son funcionarias/os tengan esta opción a no ser que se la paguen de su bolsillo además de seguir contribuyendo a mantener el SNS de “todas/os”.

Para rematar la kafkiana situación las aseguradoras médicas creadas y gestionadas mayoritariamente por médicos formados, en su inmensa mayoría, en el sistema público y muchos de ellos trabajadores provenientes del SNS, fuerzan las negociaciones para mantenerse como proveedores de MUFACE, amenazando con renunciar si no se les garantizan sus exigencias económicas. Un pulso desigual del que se saben ganadores, incluso cuando la actual ministra de sanidad da un paso al frente y asume incluir a todo el funcionariado de manera automática en el SNS ante la amenaza chulesca, y provocativa de las aseguradoras, que se saben ganadoras de antemano apoyadas, además, por la airada y rancia respuesta del funcionariado secuestrado y preso en ese reducto asistencialista, que identifican en esta prebenda una forma de diferenciarse del resto de la ciudadanía[2], [3], [4].

Mientras todo esto sucede, las aseguradoras médicas, eufóricas por el gran aumento de clientes consecuencia del deterioro progresivo del Sistema Público al que contribuyen de manera muy determinante, se frotan las manos y retuercen la negociación para doblegar los intentos de ruptura y desaparición de MUFACE y lograr unos beneficios que alimenten el saneado negocio que llevan a cabo con la salud, aunque resulte más propio hablar de hacerlo con la enfermedad ya que la salud no supone negocio para ellos. Mientras tanto, los cuidados, los instrumentalizan al utilizarlos únicamente como reclamo publicitario de sus empresas.

Un negocio, el de las aseguradoras médicas, que se sustenta en las subidas de más del 60 % que están llevando a cabo actualmente en las pólizas que suscriben quienes buscan una alternativa al degradado SNS, sin reparar en que están cayendo en las garras de los mayores depredadores del mercantilismo salvaje que se está desarrollando en torno a la salud. Con el agravante de rescindir o no suscribir pólizas a aquellas personas adultas mayores por su alto consumo de servicio o a aquellas que por razón de sus patologías supongan un riesgo para su negocio, lo que supone un claro ejercicio de edadismo y de aplicación de la obsolescencia programada instaurada por la industria electrónica a la industria de la enfermedad. Todo un ejemplo de ética por parte de quienes se les llena la boca de Juramento Hipocrático, cuando realmente es Hipócrita, y de Objeción de Conciencia, cuando realmente es de Conveniencia. Medidas que hacen con absoluta impunidad gracias a la connivencia del ministerio de economía -competente en la materia- al no regular nada que impida o, cuanto menos, limite tales abusos, teniendo carta blanca para ello.

Negocio que, por otra parte, no nos equivoquemos ni nos olvidemos, está amparado y respaldado por aquellas/os que desde sus cargos de responsabilidad política toman decisiones que deterioran el sistema público y alimentan a las aseguradoras privadas. Haciéndolo sin ningún tipo de recato ni reparo, en una connivencia que se traduce en manifestaciones y acciones de apoyo y loa a sus inversiones y supuesta, aunque absolutamente falsa, ayuda al sistema público en una, tan hipotética como inexistente, colaboración público-privada, con la que se llenan la boca para construir los demagógicos mensajes de confusión y convicción con los que acallar a la ciudadanía descontenta, pero al mismo tiempo desinformada y confundida[5].

Así pues, las cosas, entre todos lo mataron y el solo se murió, el caballo que representa al modelo del SNS que, en su cadavérico estado, contribuye a que se siga manteniendo, contribuyendo a que el Sistema Nacional de Salud sea cada vez más un Sistema Negativo de Salud, que participa de manera activa al incremento del negocio de unos pocos en detrimento de la salud de la gran mayoría.

Sería aconsejable que no siguiéramos venerando al caballo muerto y nos decidamos de una vez a adquirir un nuevo caballo que pueda galopar hacia la excelencia en lugar de la decadencia en la que nos ha sumido el actual modelo medicalizado, hospitalcentrista, asistencialista, paternalista y reduccionista que impregna al SNS y supone un acicate para los grandes mercaderes de la salud, además de contribuir a perpetuar la mediocridad. Pero, para ello deberíamos cambiar la percepción que nos trasladó Ramiro de Maeztu[6] cundo decía “Los españoles sentimos tanta piedad por las medianías, que no toleramos nunca que se las despoje de sus puestos, para abrir paso a las capacidades».

[1]  Escritor, historiador, filósofo y abogado francés, que perteneció a la francmasonería y figura como uno de los principales representantes de la Ilustración (1694-1778)

[2] https://www.rtve.es/noticias/20250113/monica-garcia-asegura-muface-acabara-como-quieran-aseguradoras-les-acusa-abandonar-a-mutualistas/16404325.shtml

[3] https://www.expansion.com/economia/funcion-publica/2025/01/25/679523f2e5fdea8e7e8b4595.html

[4] https://www.servimedia.es/noticias/monica-garcia-insiste-muface-es-modelo-agonico-e-ineficiente-pone-jaque-mutualistas/1411458477

[5] https://www.larazon.es/sociedad/monica-garcia-queda-sola-plan-dinamitar-muface_20250129679a692be95c0600018025a1.html

[6] Ensayista, novelista, poeta, crítico literario y teórico político español (1874-1936)

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Igualdad. Derecho individual y colectivo

“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”

Simone de Beauvoir [1]

 

En un calendario plagado de celebraciones nacionales, internacionales y mundiales, se corre el riesgo de que la trascendencia de lo que se conmemora o celebra quede diluido o se convierta en una rutina que debilite la realidad en favor de la anécdota.

Por eso es preciso insistir en la pertinencia, coherencia, sentido y responsabilidad, no exenta de fortaleza y firmeza, no tan solo de la celebración propiamente dicha, como del mensaje razonado, razonable, justo, equitativo, igualitario y de respeto que permita lograr la igualdad que corresponde a las mujeres, más allá de cualquier utilización interesada, oportunista y malintencionada que se tenga la tentación de realizar para obtener un rédito, tan alejado del verdadero sentido y objetivo de la celebración como de lo que debe considerarse, se mire como se mire, una obligación social indiscutible e irrenunciable por muchísimas razones.

Dicho lo cual quería, en esta nueva entrada, reflexionar sobre ese declarado derecho desde una perspectiva enfermera.

Y ¿por qué esa mirada enfermera? Pues, se me va a permitir que diga que porque Enfermería, como ciencia, disciplina y profesión es en sí misma femenina, con independencia de las/os profesionales que la integran y sin que dicha consideración suponga, en ningún caso, una discriminación -como tan torpemente se argumenta por parte de algunos-, hacia los hombres que forman parte, como enfermeras, de Enfermería.

Y es femenina porque su esencia e identidad lo es, en tanto y cuanto, han sido las mujeres a lo largo de la historia, las que dieron sentido y modelaron los cuidados que configuraron la Enfermería como profesión, disciplina y ciencia, más allá de las connotaciones sociales que siempre han incorporado elementos distorsionadores sobre la validez de dicha evolución y el valor que su aportación tiene en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Distorsiones que obedecen, precisamente, a esa consideración femenina que los cuidados, como rol social impuesto a las mujeres, acabaron impregnando a la Enfermería y favoreciendo un estereotipo negativo por su identificación femenina en unos entornos, social y profesional, tremendamente masculinos y machistas.

Dicha identificación femenina, por tanto, lejos de ser aceptada y respetada como un valor en sí mismo, ha sido y sigue siendo en muchos casos, un elemento de desigualdad, recelo, exclusión, rechazo, sumisión e incluso acoso, por parte de quienes, desde su consideración masculina y machista de la profesión dominante en salud, han venido ejerciendo un claro y sistemático maltrato sobre la Enfermería y las enfermeras, y por derivación también de la sociedad en su conjunto.

Pero nada más lejos de mi intención que incorporar el victimismo como elemento de reivindicación, sino como un derecho al respeto que no obedezca a concesiones compasivas, ni a peticiones lastimeras, sino al derecho fundamentado en la evidencia y la ciencia de la que, tan insistente como torpemente, se trata de excluir a Enfermería.

Porque entender la exigencia de respeto y consideración como un acto lastimero, es una argucia más de las que se utilizan por parte de quienes todo aquello que no esté controlado por los hombres y sus normas es identificado como menor, débil, frágil, incapaz y, por tanto, válido tan solo bajo su mando, control y vigilancia, en los ámbitos que controlan y dominan. Sin olvidar, y esto es importante destacarlo, que en dichos ámbitos masculinos/machistas de poder no está exenta la presencia de mujeres. Las cuales reproducen idénticos comportamientos, al asumir como propios los que identifican en la disciplina a la que pertenecen. De igual manera que en Enfermería existen hombres y mujeres que se niegan a reconocer y sentirse parte de una profesión femenina, ejerciendo una clara oposición a la igualdad en el seno de su propia disciplina. Comportamientos que, por otra parte, tienen su fiel reflejo en la sociedad actual y muy particularmente en la juventud con posicionamientos cada vez más alejados, no ya del feminismo, sino de la igualdad de géneros[2].

Es importante identificar, igualmente, que los comportamientos machistas no se circunscriben a la violencia de género, entendida esta de manera reduccionista y exclusiva a la violencia física, como se esfuerzan en relacionar quienes, precisamente, ni creen ni participan de los mensajes, los posicionamientos y las estrategias que se realizan, implementan y desarrollan para luchar contra el machismo. Desvirtuando y deformando la realidad con mensajes descalificadores, ausentes de argumentos rigurosos y repletos de bulos por parte de quienes tratan de criminalizar la defensa de la igualdad, como derecho fundamental, situándose como víctimas cuando realmente son los agresores directos, sus inductores o sus cómplices silenciosos.

Todo ello, además, se produce en el marco de un movimiento global de negacionismo de las políticas de igualdad. Poniendo en riesgo o eliminando muchos de los avances logrados hasta la fecha.

Es por ello que, ahora más que nunca, hace falta posicionarse de manera enérgica y clara en torno a lo que sin duda es un peligro real que pone en el punto de mira a la mujer como objetivo de la desigualdad.

En este sentido, y volviendo a la relación que establezco en mi reflexión con la Enfermería, últimamente estamos asistiendo a un ataque feroz, desproporcionado e injusto contra la enfermería y las enfermeras. Ataque que justifican los agresores, en una supuesta y rotundamente falsa invasión de su marco competencial tan solo presente en su imaginación y en su ancestral acción de autoridad y sometimiento hacia la Enfermería y las enfermeras. Adoptando en paralelo un victimismo histriónico y efectista que, aunque no se corresponde con la realidad, persigue generar y lo consigue, un efecto de compasión y complicidad en la sociedad, como justificación de su causa de dominancia absoluta.

Las enfermeras, ante estos comportamientos que acaban siendo asumidos como ciertos e incluso aceptados como naturales por parte de la comunidad científica-profesional y de la sociedad, se convierten, sin pretenderlo, en víctimas propiciatorias de sus devaneos de grandeza. Como consecuencia, cualquier avance, progreso, posicionamiento… que traten de realizar, es interpretado como un nuevo intento de agresión a su estatus y automáticamente es repelido con fuerza a través de demandas judiciales, amenazas, desacreditación profesional, acusaciones falsas… con la intención de intimidar y someter la voluntad de acceder a dicho desarrollo científico profesional.

Ante esta situación, las enfermeras o bien se someten a la autoridad impuesta, asumiendo la obediencia, sumisión y docilidad que de ellas se exige, o bien tienen que demostrar de manera reiterada y permanente, su valía y aptitud en comparación con la que se da por asumida automática e inequívocamente a quienes ejercen el acoso, por el simple hecho de ser lo que son.

Desde ese posicionamiento, se cuestiona la capacidad científica e investigadora enfermera, al tiempo que se minusvaloran o desprecian las evidencias que aportan las investigaciones realizadas en torno a los cuidados por no considerarlas de importancia desde su positivismo excluyente. Lo que supone privar a la sociedad de los beneficios que de tales investigaciones se derivan por ser interpretadas como una amenaza o desconsideración a su supremacía disciplinar.

Se impide cualquier intento de acceso a la gestión sanitaria por parte de las enfermeras desde un planteamiento falaz, hipócrita e irracional, en base al mantenimiento de unas normativas redactadas desde su influencia y presión, para proteger sus intereses, limitando o anulando los de cualesquiera que no sean ellos, con el fin de preservar y perpetuar su absolutismo disciplinar.

Se niega la sola posibilidad de que las enfermeras obtengan autonomía profesional en cualquier ámbito de la salud, desde el colonialismo excluyente que ejercen. Justificándolo además desde la protección de la vida de las personas que solo ellos dicen tener capacidad de garantizar y que puede ponerse en peligro, tal como difunden, si queda en manos de quienes, como las enfermeras, ejercen el infundado y falso robo disciplinar, con la única pretensión de generar alarmismo, miedo y rechazo en la sociedad. Todo ello, a pesar de que lo que están denunciando, ni lo hacen, ni lo quieren hacer.

El caso, se resume en es estar siempre por encima de todo y de todos. Ser quienes más años de estudio tengan, sin que nadie se cuestione si realmente es una necesidad real para el aprendizaje o una mera argucia para el mantenimiento de su causa. Causa desde la que exigir mayor respeto, mejores sueldos, poder ilimitado, autoridad absoluta…  sin mayor justificación que la de ser lo que son. Para ello, desde el principio de su camino en las aulas, se les inculca el clasismo que les modele como diferentes y mejores al resto. Clasismo desde el que anular todo aquello o a todo/a aquel/la que tenga la más mínima pretensión de situarse por encima del ego, tanto disciplinar como personal, que configuran en su proceso de enseñanza/aprendizaje y del que tanto cuesta, posteriormente desprenderse, con el riesgo de ser señalados como proscritos y traidores a su dogmática y sacra causa, a quienes lo intentan. Comportamientos dopados de testosterona con los que marcar territorio y músculo, aunque con escasa carga neuronal.

Se apropian en exclusiva del grado académico de doctor, aunque no lo posean, utilizándolo conscientemente de manera totalmente inapropiada. Anulando la posibilidad y el derecho a que otras/os profesionales de diferentes disciplinas, siéndolo, no lo hagan por haberse arrogado esa falsa franquicia en exclusiva. Algo que, además, genera confusión en quienes siendo realmente doctores tienden a ocultarlo por no querer ser confundidos como lo que no son, aunque ello suponga tener que renunciar a lo que realmente son.  Una nueva patraña de dominio y acoso que genera violencia académica.

Reclaman y exigen garantías de protección exclusiva de su estatus disciplinar, social y económico que les permita seguir siendo identificados como una casta superior a la que nadie ni nada puede ni debe poner en duda ni en peligro con intentos de igualdad que son sistemáticamente rechazados con amenazas y presiones[3] que obligan, a quienes lo hacen o lo intentan[4], a dudar sobre sus intenciones o a tener que retractarse de ellas, para evitar las consecuencias derivadas de tan “intolerable atrevimiento” en contra del dominador[5].  Más aún, si quien comete tal atrevimiento es una mujer[6].

Menosprecian la aportación terapéutica de los cuidados enfermeros o, en su caso, se apropian de ellos, mediante argucias y mentiras para identificarlos como algo exclusivo, que solo a ellos les corresponde hacer, con el único interés de que no sean valorados y asociados a las enfermeras por parte de la población a la que se prestan, aunque ello suponga su pérdida de sentido, y valor. Su objetivo, finalmente, tan solo consiste en debilitar a la Enfermería y las enfermeras, mediante esa violencia disciplinar que ejercen revistiéndola, de autoridad moral, cuando precisamente es éticamente inaceptable[7].

En su escenificación de narcisismo egocéntrico, durante tanto tiempo ensayado, incorporan el piropo que el machismo clásico disfraza de adulación, cuando realmente es un elemento más de acoso y dominio, para mostrar su superioridad o como parte de un cortejo sexista y sexuado. Piropos hacia las enfermeras que son, constantemente utilizados para resaltar, supuestamente, sus “virtudes”, pero que realmente esconden una intencionalidad manifiesta de halago hipócrita, artificial y falso con el que maquillar el desprecio que hacia ellas sienten, incorporándolos como un mantra que no por mucho repetirlo se convierte en una convicción desde la que facilitar la igualdad y el respeto sino, justamente todo lo contrario. “Pilares fundamentales”, “ángeles”, “Refugio de amor”, “consuelo del dolor” … son tan solo algunas de las perlas con las que componen los misterios de su particular rosario, recitándolo, de manera rutinaria y falsa, para presentarse como piadosos beatos de su religión disciplinar, logrando incluso la conversión de enfermeras que se unen a su dogmática causa, conmovidas por la pasión y fervor utilizados, incorporándose como leales, fieles y obedientes siervas.

Si, además, los medios de comunicación difunden, amplifican, confunden y distorsionan la información sobre la salud y sus profesionales, contribuyendo, directa o indirectamente, a la violencia disciplinar e institucional, el problema resulta más difícil de abordar y mucho más de abortar[8].

Estos hechos, que en ningún caso obedecen a la subjetividad, la envidia, la imaginación o la ficción, desde las que se pretenderá rebatir, ponen de manifiesto una realidad indudable, aunque se cuestione, niegue y manipule. Es, además, triste y dolorosa, por lo que supone de desigualdad hacia la mujer, por el simple hecho de serlo. Bien sea de manera individual como mujer víctima del machismo, o bien lo sean las mujeres o los hombres quienes, por el hecho de formar parte de un colectivo valorado como femenino, se convierte en “enemigo” del machismo y objetivo de su violencia, en cualquiera de sus formas, o expresiones.

Es importante que en ningún caso se confunda la cortesía con el respeto, la simpatía con la empatía, la transigencia con la tolerancia, la estandarización con la igualdad… Porque no se trata de ser cortés, amable, transigente… para aparentar lo que ni se es ni se tiene intención de ser. Se trata de cambiar comportamientos, de desprenderse de hábitos atávicos, de eliminar prejuicios, de salvar diferencias y distancias impuestas… para acabar con los estereotipos y tópicos que alimentan y perpetúan la desigualdad y con ella la violencia utilizada para mantener la supremacía, autoridad y poder desde las que sustentar las diferencias de clase, negando la riqueza de la diversidad.

La igualdad de la mujer, por tanto, es un derecho individual indiscutible, pero al mismo tiempo lo es también colectivo por cuanto la violencia se ejerce hacia todo aquello que la visión reduccionista del machismo identifica como femenino, provocando un efecto multiplicador del problema que agrava el abordaje del mismo y con ello las posibilidades de acabar con él.

De tal manera que la igualdad de la mujer debe ser promocionada, protegida, reforzada, defendida… ante cualquier expresión, manifestación o cómplice silencio por parte de cualquier individuo o colectivo de individuos que ejerzan su autoridad, dominio o fuerza con el objetivo de mantener su poder y someter a las mujeres. Poniendo en peligro el derecho individual y colectivo de las mujeres, a través de la violencia académica, institucional, económica, doméstica… o de cualquier otro tipo por parte de quienes la ejercen amparándose en un prestigio que esconde su letal machismo individual o colectivo.

Utilizando y adaptando palabras de Rosa Montero[9], quiero finalizar diciendo “Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Soy enfermera y sé cuidar. Nací sierva y soy libre. He visto en mi vida cosas maravillosas. He hecho en mi vida cosas maravillosas” y desde mi condición masculina, a la que no renuncio, me siento profundamente identificado con mi identidad femenina enfermera, hacia la que exijo respeto e igualdad para seguir haciendo cosas maravillosas.

[1] Filósofa, profesora, escritora y activista feminista francesa (1908-1986).

[2] https://www.rtve.es/noticias/20250304/brecha-hombres-mujeres-jovenes-derechas-izquierdas/16464123.shtml

[3] https://www.abc.es/sociedad/medicos-convocan-huelga-espana-estatuto-marco-sanidad-20250225170424-nt.html

[4] https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2025/02/28/67c1cccce85ecef26e8b4615.html

[5] https://www.abc.es/sociedad/monica-garcia-creo-medicos-espana-mal-pagados-20250228111000-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fsociedad%2Fmonica-garcia-creo-medicos-espana-mal-pagados-20250228111000-nt.html

[6] https://cadenaser.com/nacional/2025/02/28/deberian-cobrar-mas-monica-garcia-pide-perdon-por-comparar-el-sueldo-de-un-medico-con-el-de-un-ministro-cadena-ser/  

[7] https://www.comtoledo.org/el-ejercicio-fisico-como-metodo-de-prevencion-y-tratamiento-complementario-debe-ser-prescrito-por-el-medico/#:~:text=El%20ejercicio%20f%C3%ADsico%2C%20cuando%20se,expresi%C3%B3n%20de%20una%20prescripci%C3%B3n%20m%C3%A9dica.

[8] https://www.larioja.com/opinion/cartas-al-director/rocio-loma-osorio-solo-medicos-vive-hombre-20250228213312-nt.html

[9] Escritora y periodista española (1951).

POR QUÉ HABLAN DE SALUD MENTAL CUANDO QUIEREN DECIR ENFERMEDAD MENTAL

«La salud mental no es un destino, sino un proceso. Es algo en lo que tienes que trabajar constantemente»

Noam Shpancer[1]

 

La salud mental está de moda. Esta afirmación puede parecer una frivolidad y una falta de respeto, sobre todo, para quienes sufren problemas, precisamente, de salud mental.

No es mi intención, desde luego, menospreciar, ni ridiculizar la salud mental ni mucho menos a quienes tienen problemas con la misma Considero que es algo muy serio.

Pero, precisamente por eso, digo que la salud mental está de moda. Aunque debería de precisar y decir que para algunos lo está. Y lo está simple y llanamente por una cuestión de oportunismo e interés. Porque realmente no les interesa ni les importa la salud mental. Pero han encontrado en ella un filón dado el interés social que despierta y la alta incidencia que, sobre todo desde la pandemia de la COVID 19, ha adquirido en amplios sectores de población.

Sin embargo, el problema, con serlo, no es realmente la salud mental, sino el uso, la utilización, la perversión que de la misma se hace y que conduce a tomar decisiones que están muy alejadas de lo que es y supone verdaderamente la salud mental.

Porque hablar de salud mental cuando el aumento de psicofármacos en España sigue aumentando situándonos a la cabeza de consumo a nivel internacional, cuando las intervenciones se centran casi exclusivamente en aspectos psiquiátricos, cuando la promoción de la salud y la prevención de problemas sigue siendo residual o anecdótica, cuando la identificación de profesionales para afrontar la salud mental se circunscribe a psicólogos y psiquiatras con abordajes meramente clínicos y farmacológicos, cuando no se tiene una visión integral, integrada, integradora, comunitaria e intersectorial de la salud mental … no tan solo no soluciona los problemas de salud mental, sino que contribuye a que cada vez sea más difícil de controlar.

Porque la solución, no pasa por hablar mucho de salud mental intentando trasladar que se tiene interés, por lanzar mensajes vacíos e irresponsables, por utilizar eufemismos que esconden una realidad compleja y dolorosa, por anunciar respuestas que no se sustentan en el rigor científico… la respuesta, que no la solución, pasa por hacer un diagnóstico de la situación a nivel comunitario que permita identificar y priorizar las intervenciones y quiénes tienen la mejor aptitud y actitud para llevarlas a cabo con eficacia y eficiencia. No hacerlo nos posiciona, como a Sísifo[2] o Penélope[3], en un trabajo y esfuerzo infinitos con nulos resultados.

Así pues, mientras se siga sin contar con las enfermeras especialistas en salud mental y su articulación con las enfermeras especialistas en comunitaria, desde esa visión medicalizada y farmacológica que impregna al sistema sanitario y se mantiene por intereses corporativistas, para afrontar unos problemas que requieren de cuidados profesionales como la mejor respuesta terapéutica posible. Respuesta que, además, contribuiría a racionalizar, la necesaria atención de psicólogos y psiquiatras desde una perspectiva de trabajo transdisciplinar y no desde la derivación y el aislamiento disciplinar y social que se plantea.

Porque esa visión reduccionista, torpe y mediocre que, sobre un tema de tanta importancia como la salud mental, muestran las/os políticas/os conduce a tomar decisiones como la tomada por el Gobierno de Carlos Mazón en la Generalitat Valenciana. Trasladándonos a un tiempo pretérito que se abandonó, por cruel, ineficaz y estigmatizante, el modelo de manicomios, que ahora se trata de recuperar disfrazándolo de apuesta valiente y moderna. Apuesta que, realmente, obedece a una estrategia para desviar la atención de la nefasta gestión llevada a cabo en la DANA la cual, más allá de las muertes, las pérdidas económicas, las mentiras y los engaños, está generando un impacto impresionante en la salud mental de las personas, las familias y la comunidad que, en ningún caso se soluciona con la puesta en marcha de un manicomio, por mucho que, eufemísticamente,  se denomine “complejo de salud mental”. Lo realmente complejo es la salud mental. Por tanto, que no hablen de salud mental cuando realmente están pensando y actuando en enfermedad mental, en una nueva y patética muestra de irresponsabilidad que atenta a la dignidad humana de las personas con problemas de salud mental, a la de sus familias y a la de la comunidad en su conjunto[4].

 

[1] Profesor de psicología en la Universidad de Otterbein en Ohio

[2] Sísifo le contó lo que había visto. Con lo cual se atrajo la tenaz furia de Zeus que lo envió al infierno. Allí se le castigó para siempre a empujar una roca hasta la cima de una montaña y ver que antes de llegar rodaba hasta el lugar de la partida.

[3] Tras la marcha de Odiseo a la guerra de Troya, Penélope estuvo tejiendo un sudario y prometió a los hombres que la cortejaban que, cuando lo terminase, elegiría pretendiente. Para evitarlo, destejía de noche lo que había tejido de día.

[4] https://www.informacion.es/alicante/2025/03/04/consell-aprueba-cesion-doctor-esquerdo-generalitat-salud-mental-114923649.html

DEVALUACIÓN ENFERMERA La deriva de los cuidados

“Lo que hace falta es someter a las circunstancias, no someterse a ellas.”

Quinto Horacio Flaco[1]

 

Ahora que parece que hemos encontrado un equipo ministerial sensible con los cuidados y la necesidad de ponerlos en valor más allá de las palabras vacuas y complacientes con las que suelen referirse las/os políticas/os de turno en sus forzadas intervenciones públicas, ahora, precisamente, arrecian los planteamientos que abogan por un nuevo enmascaramiento de los cuidados.

No se trata de una percepción subjetiva, ni de un victimismo lastimero, ni de sentimiento corporativista. Se trata de una realidad con diversos enfoques y en la que intervienen variados factores que conducen a que se configure, cada vez, con mayor fuerza.

No pretendo hacer un ensayo sobre la importancia, valor y aportación de los cuidados. No porque no lo considere importante. Sino porque entiendo que, a estas alturas, quien no conoce y reconoce estas dimensiones del cuidado es, simplemente, porque no quiere, no le interesa o le interesa ocultarlo o manipularlo.

Es por ello que me centraré en tratar de analizar y reflexionar sobre cuáles son esas variables y factores de los que hablo.

Como ya he comentado, desde el ministerio de sanidad, se está trabajando en la conocida como Iniciativa Marco en Cuidados del SNS (IMACU), que el propio ministerio identifica como un paso más en el liderazgo de la Profesión Enfermera[2]. Algo que no se corresponde exactamente con la realidad, porque más pasos en ese sentido del liderazgo enfermero, no se han dado hasta ahora, por lo que sería más apropiado hablar de un primer paso, importante, pero el primero real, al menos en cuanto a su planteamiento. Sin embrago, en paralelo, y sobre todo desde sectores neoliberales de la medicina privada se está abogando por un modelo en el que el cuidado queda relegado nuevamente a un papel subsidiario, técnico e intrascendente desprovisto de cualquier carácter científico.

Nuevamente, insisto, dicha aseveración no es producto de mi imaginación, ni de, tal como se me ha llegado a acusar, de un dogmatismo irracional. Se trata de una realidad. Para muestra, me referiré a las palabras pronunciadas por Juan Abarca Cidón, presidente de la Fundación “Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad, IDIS”, en su intervención, el pasado día 20 de febrero en Valencia, delante de las enfermeras que asistían a la celebración del Día de la Enfermería de la Comunitat Valenciana, organizado por el Consejo de Enfermería de la Comunitat Valenciana (CECOVA)[3], dijo, tras las convencionales, retóricas y falsas palabras de loa a las enfermeras, que éstas debían modificar su actual estatus para ser especialistas en todas las especialidades médicas (sic) y dejar que otras/os se encarguen de hacer lo que no es productivo aunque se tenga que hacer, refiriéndose sin nombrarlos a los cuidados. Una enfermera, por tanto, tecnológica y que pueda servir de apoyo a los médicos. Por cierto, no habló en ningún momento de promocionar la investigación enfermera, supongo que porque entiende y defiende que con apoyar a los médicos recogiendo datos para sus investigaciones posiblemente ya es suficiente y así no se distraen en “cuestiones improductivas”.

Es decir, volver al Ayudante Técnico Sanitario (ATS) que tanto añoran los médicos y el negocio de la sanidad que mercantiliza la salud. Un discurso, que fue aplaudido por la gran mayoría de las enfermeras presentes. No pido que se abuchee, ni se menosprecie, a quien así habla de las enfermeras, pero al menos no estaría de más que no se le “premiase” con un aplauso, yo no lo hice por dignidad y coherencia con lo que soy y me siento.

Siendo todo ello triste y lamentable, lo peor es que su presencia y su arenga fue pronunciada tras recibir el reconocimiento CECOVA a la implicación con la profesión enfermera (posiblemente hubiese sido más acertado que el reconocimiento fuese a la utilización de la profesión enfermera). Y tras recibirlo (fue el primero de los reconocimientos entregados) se fue. En un acto de “respeto y agradecimiento” por la distinción recibida. Sobran más palabras.

Así pues, el boyante, próspero y lucrativo negocio de la salud, quienes lo gestionan y quienes, desde la administración pública, lo promocionan, potencian y ayudan, pretenden que las enfermeras volvamos a ser las solícitas profesionales que hacen lo que necesitan y reclaman los médicos para su proyección y desarrollo profesional, además de para su negocio, claro está.

Tras escuchar tan preocupantes palabras y lamentar, que una institución, que representa a todas las enfermeras valencianas, reconozca a una persona que tiene esa imagen de las enfermeras y que modela a “sus” enfermeras en base a la misma, no dejé de pensar en si ese panorama, que acababa de ser expuesto, debía enmarcarlo en el ámbito de la anécdota o si por el contrario era una tendencia que, además, no se circunscribía exclusivamente al contexto de la empresa sanitaria privada.

Mis más optimistas pensamientos luchaban porque se tratase de un hecho aislado, circunscrito al negocio sanitario. Pero muy pronto, las evidencias de la realidad, apartaron mi optimismo, dando paso a la constatación de una tendencia cada vez más presente y poderosa en este sentido.

Emergió el recuerdo de lo que, ya en otras ocasiones, he trasladado en alguna de mis entradas. Cuando hablaba de la preocupante regresión que se está produciendo en los planes de estudio y en su consecuente traducción en el proceso de enseñanza-aprendizaje de las futuras enfermeras. La cada vez más debilitada presencia de aspectos, tan importantes para el paradigma enfermero como la ética, la humanización, la salud, la comunicación, la promoción… o la ausencia casi generalizada de conocimientos relacionados con la filosofía, la espiritualidad, el medio ambiente, la vulnerabilidad… en favor de la tecnología, las técnicas, la enfermedad, la farmacología… nos sitúan en una dirección cada vez más próxima al modelo que proclamó el anteriormente mencionado directivo médico.

Pero, si en mis anteriores reflexiones, al respecto de lo dicho, ponía el acento en la complicidad que las universidades mostraban para adecuarse al perfil de enfermeras que demandaban los sistemas de salud públicos, ahora, mi grado de preocupación aumenta considerablemente tras el referido discurso.

Es un hecho incuestionable el gran aumento de la sanidad privada en todo el contexto Iberoamericano. En España, por ejemplo, en los últimos años, sobre todo tras la COVID.19, han aumentado más de un 40% los seguros privados. Este hecho, más allá de otras consideraciones, eleva las desigualdades y pone en riesgo la sostenibilidad del sistema público de salud[4]. Y, al margen de presentimientos o sospechas, las manifestaciones antes comentadas constatan cuál es el modelo de enfermera que se demanda y por derivación, el de cuidados.

A ello hay que añadir el enorme aumento de las universidades privadas en toda Iberoamérica. Y volviendo a referir datos de España, en los últimos 26 años se han abierto 31 nuevas universidades privadas y existen 10 en espera de aprobación. Mientras que, desde 1998, no se ha abierto ninguna otra universidad pública. Esto, supone que, en breve, el número de universidades privadas será superior al de públicas. Algo impensable hace tan solo unos años[5].

Como sucede con el aumento de la sanidad privada, el de la educación superior también se traduce en mayor desigualdad y peor financiación de la universidad pública, con todo lo que eso significa. Pero, además, los intereses económicos que, no podemos ni debemos olvidar, priman sobre cualquier otro -por mucho que se lancen discursos falaces ensalzando el interés supremo de la educación- hacen que se trate de responder, cada vez más, a las demandas que provienen del negocio sanitario en auge. Además de existir, en algunos casos, conexiones empresariales evidentes entre ambos sectores que se traduce en un modelo de formación enfermera próximo a los postulados que, con total descaro, planteó, como ya he apuntado, el gestor de la Fundación “Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad, IDIS” y que no se distancia en mucho, o casi en nada, a lo que plantean, con mayor o menor claridad pero con idéntico convencimiento, todas las compañías privadas de salud, sobre el modelo de enfermera que necesitan y exigen. Por tanto, el mensaje acaba calando en las universidades, que se pliegan a los intereses económicos o empresariales, priorizándolos a los derivados de las necesidades de la comunidad en su conjunto. El resultado se traduce en una línea de enseñanza aprendizaje cada vez más tecnológica y medicalizada y, en consecuencia, con una pérdida de la identidad enfermera, del valor de los cuidados y de la humanización de la atención. A este respecto, es bueno adelantarse a las argumentaciones de las excepciones, ya que las excepciones, no hacen más que confirmar las generalidades.

A todo esto, hay que añadir el descenso progresivo en la captación de estudiantes que quieran cursar los estudios de enfermería que, siendo cierto, se comporta de manera variable en función de países, no es menos cierto, que es una constante en todos ellos. Por otra parte, hay que destacar el alarmante aumento de la tasa de abandono de las enfermeras ya tituladas[6]. Algo que no tan solo pone en peligro la cobertura de las plazas necesarias de enfermeras en los sistemas de salud, sino que, además, en este caso también, las desigualdades afloran, dado que cada vez existe un mayor número de plazas de difícil cobertura, por razón de distancia, falta de accesibilidad, territorios despoblados, bajos salarios…y por la concentración de la sanidad privada en las grandes urbes que captan una importante cantidad de las, cada vez, más escasas enfermeras, fascinadas por ese modelo, a la par, tecnológico y subsidiario al que sucumben.

Por tanto, el modelo de enfermera profesional de cuidados, basado en un paradigma propio, con autonomía y con una gran responsabilidad, pero, al mismo tiempo, con una escasa valoración y débil apoyo institucional, es cada vez menos atractivo y está más devaluado, para las nuevas generaciones. Por su parte, las enfermeras ya tituladas que no abandonan, caen en el desánimo, la inacción, el inmovilismo y tienden a ocupar un espacio de confort en el que la obediencia, la docilidad, el pensamiento acrítico, la ausencia de iniciativa… se imponen a la motivación, el compromiso, la implicación, el análisis científico, el pensamiento crítico… que conduce hacia un modelo de rutina tecnológica y con una importante deriva de los cuidados profesionales.

Ante esta realidad, está otra incuestionable realidad como la del aumento de demanda de cuidados, que provoca un “mercado” de enfermeras entre países “productores” y países “desabastecidos” de enfermeras, que hace emerger nuevamente las desigualdades. Desigualdades que, en este caso, afectan tanto a las personas a las que se atiende -por la mala gestión que se hace de las cada vez más escasas enfermeras- como a las propias enfermeras que sufren la precariedad de los contratos, el estrés, el burnout, la falta de conciliación familiar, el déficit de salud mental… que se incorporan como factores evidentes de desmotivación y abandono.

Por otra parte, la burocracia, la falta de voluntad política, la ausencia de estrategias globales… provocan un retraso, tan injustificado, como evitable, de los procesos de homologación de títulos entre países del entorno Iberoamericano que podría salvar, en parte, algunas de los problemas comentados. De tal manera, que comprobamos como, el plazo normativo para la gestión de homologación de títulos está establecido en España en un máximo de 6 meses, pero que sin embargo no es inferior a los 2 años, pudiéndose prolongar hasta los 5 años. Pero al margen de las razones ya apuntadas, hay que destacar, también, la ausencia de unos criterios homogéneos de certificación de los estudios entre países. De tal manera que, en muchas ocasiones, la certificación de los estudios, expedida por las universidades Latinoamericanas, no refleja el número de horas y/o créditos realizados en práctica o internado clínico. Provocando, sistemáticamente, que se rechace la homologación y se exija, a la enfermera solicitante, realizar las prácticas clínicas que no se certifican, aunque en la mayoría de las ocasiones, sino en la totalidad, han sido realizadas en sus países de origen. Este problema, podría salvarse si en las universidades de Perú, México, Colombia, Argentina… se certificasen todas las horas teóricas y prácticas. No parece algo tan complicado y sin embargo se mantiene esta inercia más allá de lo estrictamente razonable.

Así pues, las enfermeras latinoamericanas que vienen a trabajar a España como tales, se ven abocadas a hacerlo como personal auxiliar, en el mejor de los casos, como cuidadoras en el ámbito familiar, empleadas domésticas…en condiciones de precariedad. Lo cual supone una gravísima pérdida de talento y de recurso profesional muy necesario que lleva, en muchas ocasiones, al abandono definitivo de la profesión por parte de dichas/os profesionales. De tal manera que la migración, también en este caso, se incorpora como un factor de riesgo que podría evitarse con una gestión global coordinada en el contexto Iberoamericano.

Este problema, con serlo, supone, a mi modo de ver, otro aún mayor, como es el de contribuir a la deriva de los cuidados profesionales, relegándolos nuevamente al ámbito doméstico y ligados a la mujer como rol social de género impuesto. Influyendo en la autopercepción y la identificación de los demás, en las interacciones, la distribución del poder y de los recursos. Los cuidados, pues, lejos de ser dignificados, sufren la desidia, el olvido, el desprecio, la desvalorización… de quienes los perciben como una amenaza a su narcisismo disciplinar. Rebajándolos al servilismo de sus exigencias, por mucho que lo disfracen con falsos halagos de encantamiento. Algo que, además, es tolerado y asumido por las/os gestoras/es de los sistemas sanitarios colonizados por quienes, precisamente, atacan la dignidad de los cuidados o tratan de apropiarse de ellos para adaptarlos a las premisas de su paradigma patogénico.

Seguro que existen más variables y factores que influyen negativamente en el deterioro de la formación y la práctica enfermera, pero para muestra estos botones que configuran un “vestido” -el de enfermera- que cada vez tiene más defectos de confección y resulta más incómodo de vestir, por lo que se suele sustituir por prendas más cómodas y baratas, aunque evidentemente alejadas de las propiedades, deseadas y esperadas, del “patrón” original.

Una vez más, identificamos elementos, aspectos, hechos… que sustentan y refuerzan la necesidad de configurar un contexto Iberoamericano de enfermería que sea capaz de situar a las enfermeras y a sus cuidados en el plano que les corresponde. ¿A qué esperamos para concretarlo?

Ojalá y el IMACU, sirva para que el marco de cuidados no se quede tan solo en una pieza que rodee una imagen estática, la de los cuidados, y se convierta en un espacio real en el que encajar una puerta abierta al desarrollo, la visibilidad y la valoración de los cuidados enfermeros para que los mismos, sirvan de referencia y sean asumidos, aceptados y sentidos como identidad del modelo de enfermera que nunca debiera perderse o desdibujarse, a pesar de las permanentes tentaciones y pretensiones de usurpadores de la salud y mercaderes o banqueros de la enfermedad.

[1] Conocido como Horacio, fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina (65 a. C. – 27 a. C.).

[2] https://www.sanidad.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=5948 

[3] https://portalcecova.es/noticias/notas-de-prensa/el-reconocimiento-a-la-enfermeria-debe-traducirse-en-mejoras-laborales-y-en-su-mayor-presencia-en-la-toma-de-decisiones-en-el-sistema-sanitario-2025

[4] https://www.ivie.es/en_US/el-aumento-en-un-40-del-gasto-en-sanidad-privada-eleva-las-desigualdades-y-pone-en-riesgo-la-sostenibilidad-del-sistema-publico-de-salud/ 

[5] https://elpais.com/expres/2024-10-27/las-universidades-privadas-estan-a-un-paso-de-superar-a-las-publicas-que-ocurre-en-la-educacion-superior-en-espana.html

[6] https://www.facebook.com/sanidadregionalugt/photos/-ugt-news_-vol-1-n%C2%BA-2-la-sanidad-andaluza-entre-las-ratios-m%C3%A1s-baja-de-espa%C3%B1a-de/1113543670565883/?_rdr

DE LEYES Y PARADOJAS La importante variable de los cuidados

                                                            “Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas.”

Honoré de Balzac[1]

 

Ahora que está planteándose la elaboración de una denominada Ley de ratios, me parece importante reflexionar sobre qué se pretende y qué se quiere conseguir con esa Ley.

Venimos de oír de manera permanente y machacona, la reivindicación de falta de médicos y enfermeras, a las que ahora se han unido los psicólogos, entre otras/os profesionales en el ámbito de la salud.

Se han manejado y se siguen manejando los datos que determinados organismos nacionales e internacionales publican periódicamente sobre el número de profesionales asignadas/ a un número de población determinada. Y según esos datos existe una carencia clara de enfermeras y un excedente de médicos con relación a los números del resto de países sobre los que se lleva a cabo el análisis. Estos estudios, pues, son utilizados para argumentar la reivindicación de más enfermeras o para cuestionar su validez, por parte de los médicos, por entender que son datos sesgados que no se corresponden con la realidad de nuestro contexto.

Pero, más allá de la validez de los estudios comentados y de la percepción que cada colectivo pueda tener sobre la falta de profesionales, lo que es una realidad es la falta de criterios serios y rigurosos que justifiquen la asignación de profesionales, más allá de las que van ligadas a un número determinado de población con independencia del contexto, de las necesidades, de los cuidados, de la vulnerabilidad, de la accesibilidad… entre otras variables que no se contemplan en ningún caso. Lo que acaba generando que existan centros o servicios sobredimensionados en contraposición a otros infradimensionados. Que es lo que suele suceder cuando se da café para todos, aunque no a todos les guste, lo necesiten, lo aprecien o lo merezcan.

Porque lo que se está reclamando, con argumentos no siempre serios y con razones sustentadas en falacias, medias verdades, trampas o argucias, es que haya un aumento lineal de profesionales.

En este sentido, pues, seguir esgrimiendo el exceso de demanda, el colapso de los servicios, la falta de tiempo… sin hacer un análisis profundo y riguroso sobre cuáles son las verdaderas causas que generan todos esos problemas y esquivando permanentemente realizar una autocrítica sobre cuál es el peso que sobre los mismos tiene la actuación de las/os profesionales, es una irresponsabilidad y una falta absoluta de ética, que se asume con absoluta normalidad a pesar de lo reprobable que resulta.

Porque el aumento de la demanda y el colapso que genera, no es algo que se produzca de manera casual, ni mucho menos es producto de la irresponsabilidad de las personas que acceden a los servicios o que demandan atención, como se relata insistentemente tratando de tirar balones fuera.

El paternalismo, el protagonismo profesional, la resistencia a la participación en la toma de decisiones por parte de las personas, la abusiva e innecesaria medicalización, el uso indiscriminado de la tecnología… con los que se ha actuado durante décadas por parte, fundamentalmente de los médicos, son las verdaderas razones, aunque no se quieran reconocer, que han conducido a un mal uso de los recursos de atención, por parte de la población, y a un posicionamiento de victimismo permanente, por parte de las/os profesionales. Lo que conduce a una vía muerta en el que la inacción, el inmovilismo y la queja permanente son la única respuesta que se plantea. Y cuando no, se esgrime un mantra calculado y malicioso, en base al que se reclama un tiempo mínimo y estándar de atención, por parte de quienes no saben o no quieren gestionar el tiempo del que disponen con criterios de priorización y planificación. Todo lo cual conduce a un caos que, paradójicamente, es utilizado como bumerang para reclamar más profesionales. Se genera la tormenta perfecta para lograr sacar provecho. A lo que hay que añadir la utilización vergonzosa que hacen de la población captándola, con engaños, como aliada de sus reivindicaciones en contra del sistema y de quien lo gestiona. Gestión que, de nuevo paradójicamente, está en manos de profesionales de la misma disciplina que reclama, y que no son capaces de satisfacer sus demandas, pero tampoco de solucionar el problema de un modelo caduco, ineficaz e ineficiente, que mantienen. Lo que da lugar a pensar que ni pueden contentar a los “enfadados” ni quieren cambiar el modelo que ellos mismos, como colectivo, han diseñado, manipulado y mantenido a pesar de su evidente deterioro.

Por otra parte, los mismos que se quejan de una abrumadora demanda y un estrés permanente, defienden con un celo enfermizo y exento de argumentos razonables y racionales, su amurallado marco competencial por entender que se les intenta invadir y usurpar. De tal manera que actúan como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. La resistencia a que otras/os profesionales asuman competencias o que accedan a puestos de toma de decisiones que, en ambos casos, ellos consideran de su absoluta exclusividad, conduce a situaciones kafkianas que tan solo se sostienen gracias al mantenimiento de normativas como el Estatuto Marco, la Ley del Medicamento o la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), entre otras, que protegen sus posicionamientos, negándose a que se cambien. Así pues, cuestionan que una enfermera pueda diagnosticar y prescribir una infección de orina, pero admiten que pueda hacerlo la Inteligencia Artificial. Cuestionan que una enfermera gestione, a pesar de tener competencias, capacidad y méritos para hacerlo, exponiendo como única razón el que sea enfermera, mientras asumen y aceptan que lo haga un biólogo, un economista o un arquitecto. Cuestionan que una enfermera pueda tomar decisiones sobre los problemas de salud que afronta, argumentando que son competencia clínica exclusiva de ellos, mientras admiten que los farmacéuticos hagan negocio en base a ese mismo afrontamiento. No cubren las plazas ofertadas de especialización en medicina familiar y comunitaria por no serles de interés, pero se atrincheran en defensa del espacio que han constituido y construido como exclusivo, aunque ello suponga su progresivo deterioro. Y así podría seguir relatando excentricidades, incoherencias, disparates… de igual o parecida magnitud, a pesar de los múltiples ejemplos que contradicen y ridiculizan sus posicionamientos en muchos países, en los que estas cuestiones no es que estén plenamente superadas, sino que se consideran algo natural y racional.

En este escenario de permanentes y caprichosas demandas, similares a las de un/a niño/a que patalea para lograr el caramelo, últimamente se ha incorporado, aprovechando la “moda de la salud mental”, la reivindicación de los psicólogos para que se aumente el número de dichos profesionales como única forma de solucionar los problemas de salud mental en todos los ámbitos de nuestras vidas – escolar, laboral, ocio, desastres…- Sin duda, se ha identificado un nicho de empleo fantástico del que se excluye sistemáticamente a otras/os profesionales, como las enfermeras especialistas en salud mental. Enfermeras que, aun teniendo los conocimientos, las habilidades y las competencias para responder con total garantía y calidad a muchas de las necesidades de salud mental, desde una perspectiva de atención integral y de cuidados alejada de los psicofármacos que se están utilizando como remedio universal, se siguen ignorando.   

Ser facultativo se deriva o depende de la facultad o poder para hacer algo y no el TODO que sería lo que otorgaría dicha facultad a una sola disciplina. Lo mismo que ser doctor es un grado académico que no es exclusivo de ninguna disciplina y por tanto no debería ser utilizado de manera excluyente como se hace. Estaría bien que dejasen ya de ejercer su absolutismo disciplinar y pasasen a asumir la competencia compartida en la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la atención, la rehabilitación y la reinserción de las personas. Posiblemente, si fueran capaces de asumir con humildad que la salud es demasiado importante para que tan solo ellos puedan decidir qué hacer y quién debe hacerlo, se empezaría a poder solucionar algunos de los males que afectan a la salud y al sistema de salud que tan enfermo está.

Todo este cúmulo de despropósitos que utilizan, sobre todo, aquellas organizaciones que dicen representar a los médicos, no tan solo paralizan el sistema y conduce a un empeoramiento progresivo del mismo, sino que genera un enfrentamiento que, en realidad, no existe en la gran mayoría de los centros y servicios en el día a día del trabajo compartido. Pero que tienen el cuajo de emplearlos para reclamar un aumento de plazas que no se sostiene, pero que se mantiene como discurso corporativista y antienfermero.

Que nadie se lleve a engaño, ni caiga en el canto de sirenas de estos manipuladores. El aumento de profesionales, con ley de ratios o sin ella, no va a solucionar el problema actual del sistema de salud. Se ha demostrada en todas aquellas ocasiones que, habiendo sucumbido a sus reclamaciones, se aumentaron el número de profesionales, a bulto, sin que ello modificase en absoluto la situación y contribuyese no ya a su solución, sino ni tan siquiera a su mejora. Blanco y en botella.

Porque plantear una Ley de ratios sin previamente haber ordenado la profesión enfermera en la que sigue sin definirse las competencias que deben asumir las enfermeras especialistas con relación a las generalistas. Sin que se sigan sin creen plazas específicas de especialistas. Sin que se conozca las enfermeras que trabajan en el sistema y dónde lo hacen. Sin que se garantice que las enfermeras especialistas podrán trabajar en el ámbito de su especialidad. Sin que se adecuen las plazas de formación especializada en base a criterios de necesidades reales y no de intereses políticos. Sin que se pondere la complejidad de cuidados. Sin que se identifique la vulnerabilidad. Sin que se revise el actual modelo de formación especializada enfermera que está mediatizada y subsidiada a la especialización médica en unas unidades multiprofesionales que no garantizan la calidad de dicha formación. Sin que se revisen los planes de estudios de las enfermeras en la universidad que permitan responder a las necesidades de cuidados de la comunidad y no a las del sistema de salud como principal “contratante”. Sin que se tenga en cuenta la dispersión geográfica… es, no tan solo una temeridad, sino una absoluta barbaridad que acarreará que, la supuesta Ley, nazca muerta o herida de gravedad.

Mientras se sigan manteniendo posicionamientos que obedecen tan solo a intereses corporativos de lobbies perfectamente identificados e igualmente admitidos y tolerados, va a resultar muy complicado avanzar en la mejora del sistema de salud.

No se trata tanto, que también, de un problema de personal, como de un problema estructural y de organización.

Si en lugar de escuchar y hacer caso a las voces de la ignorancia y la mediocridad, se tuviese la capacidad de observar, escuchar y tomar decisiones razonables y razonadas, cuando esas se elevan en medio del caos que provocan, a lo mejor, se podría empezar a tener alguna esperanza de avance y cambio. Si, por el contrario, en un contexto donde dichos lobbies siguen chillando para silenciar al resto y ser escuchados ellos exclusivamente, se tuviese el valor de la calma, el discernimiento y la paciencia como herramientas para actuar con sabiduría, a lo mejor, se acabaría con locura del disparate. Pensar y asumir que, por el hecho de tener una determinada titulación, se tiene el derecho y el privilegio de decir y hacer todo aquello que se les ocurra, sin tener en cuenta que la inteligencia, no la otorga los títulos logrados o los supuestos conocimientos adquiridos, resulta también necesario que se tenga en cuenta. Es preciso, pues, que recordemos siempre que no es necesario demostrar nada a quien no está dispuesto a escuchar. Tan solo desde esa actitud, que tiene poder y dignidad, será posible vencer a la mediocridad que se dedica a chillar pensando que de esa manera va a tener más razón o va a ser más respetado, cuando lo que pasa es que se pone de manifiesto el ruido de su ignorancia y el temor de su intolerancia, pero que lamentablemente sigue vigente logrando sus propósitos.

El Sistema de Salud tiene que dejar de ser, de una vez para siempre, el cortijo de unos pocos en detrimento de la mayoría. La salud es demasiado importante para que siga siendo negada desde la trascendencia de la enfermedad y el protagonismo de quienes la protegen. La salud es demasiado importante para que nadie intente asumir en exclusiva su propiedad facultativa.

En una sociedad que demanda cada vez más cuidados. En un sistema de salud en el que los cuidados son fundamentales en todos los ámbitos de atención. En un contexto político y económico en el que los cuidados son la base de la atención… seguir negando su valor, invisibilizando su existencia, relativizando su aportación, supone un error de consecuencias muy graves para la salud de las personas, las familias y la comunidad, que no debería seguir aceptándose como algo inevitable. Resulta, por tanto, fundamental que el marco estratégico de cuidados (IMACU) sea lo antes posible una realidad que permita articular la atención a la salud y facilite que la asignación de profesionales deje de obedecer a intereses corporativos para ajustarse a necesidades reales y sentidas de las personas y no a las percibidas exclusivamente por las/os profesionales, sean estas/os las/os que sean.

La Ley de ratios, debe vencer las paradojas, los sofismas, los mantras y todo aquello que persista en ocultar una realidad que a algunos no les gusta y por tanto, se esfuerzan en construir otra paralela en la que seguir disfrutando de su zona de exclusivo confort. Porque como dijera Platón[2] “el legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos”.

Sin duda, las presiones son muchas, pero las razones que lo aconsejan son más potentes y deberían superarlas si, a pesar de todo, se cuenta con la coherencia y la voluntad política, profesional y social de quien tiene la responsabilidad y capacidad de llevarlo a cabo, acabando, de una vez por todas, con las paradojas, los sofismas y las mentiras.

[1] Novelista y dramaturgo francés, representante de la llamada novela realista del siglo XIX (1799-1850)

[2] Filósofo griego seguidor de Sócrates​ y maestro de Aristóteles (427 a.C. – 347 a. C.).

A PROPÓSITO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA Más allá de las probetas, los cuidados.

                                                                   

                                                                         A todas las mujeres científicas, y en especial a las enfermeras, que han sido y siguen siendo silenciadas en nombre de la ciencia.

 

                                                           “La ciencia es una empresa que sólo puede florecer si se pone la verdad por delante de la nacionalidad, la etnia, la clase, el género y el color”

John C. Polanyi[1]

 

Celebramos un nuevo día internacional. En este caso el de la mujer y la niña en la ciencia.

Considero que es muy importante que se visibilice y valore la aportación, no tan solo significativa, sino trascendental de las mujeres a la ciencia. Y no menos importante, el primordial desarrollo de estrategias que trasladen la necesidad de derribar estereotipos y tópicos que siguen estableciendo una clara barrera en la identificación, por parte de las niñas, de lo que es y significa la ciencia, en su más amplio sentido del término, determinando, sin lugar a dudas, que se sigan manteniendo compartimentos estanco con relación al ideario que niñas y niños van construyendo en torno a sus elecciones profesionales de futuro y que tienen fiel reflejo en los juegos, los juguetes, los mensajes, los cuentos, la educación, la información, los comportamientos… que siguen presentes en nuestras sociedades.

Así pues, creo que más allá de la celebración puntual y sistemática del día conmemorativo, éste debería ser tan solo un acto que permitiese reflexionar anualmente sobre las acciones llevadas a cabo y los resultados, que en su caso, se hayan logrado. Lo contrario nos conducirá a una permanente sensación de fracaso y frustración, cuando no de abandono o rechazo tal como ya se está produciendo en diferentes contextos y ámbitos en los que la ciencia vuelve a instrumentalizarse como un arma machista contra las mujeres al considerarla como una ideologización por parte de quienes, paradójicamente, la utilizan como tal en sus planteamientos negacioncitas y contrarios a los derechos fundamentales de las mujeres[2],[3].

De inicio, creo que debemos reflexionar seriamente sobre la división aún existente, entre profesiones femeninas y masculinas que marcan de manera muy clara las opciones de elección de las mismas por parte de las/os niñas/os y las/os jóvenes.

El ideario social que sobre determinadas profesiones se sigue manteniendo en base a los roles asignados a niñas y niños desde prácticamente su nacimiento, es un claro hándicap a la hora de establecer una igualdad que sigue siendo más un deseo que una realidad. Desde esta perspectiva los cuidados, ligados a la salud o a la educación, han determinado la asignación de género tanto de las profesiones como de quienes acceden mayoritariamente a ellas, generando graves problemas de identidad, abandono o colonización de diferentes ámbitos profesionales -fundamentalmente los de mayor responsabilidad o visibilidad-, en los que, a pesar de la abrumadora proporción de mujeres, son los hombres quienes los ocupan… Problemas que acaban por determinar una desvalorización de las profesiones en su conjunto y de las competencias propias de sus respectivas/os profesionales. Por su parte los hombres que eligen dichas profesiones, en muchas ocasiones, tratan de masculinizar las mismas en un intento fallido, innecesario, antinatural y reaccionario. Porque no hay que confundir la importante aportación de las masculinidades, con la imposición de patrones y normas de comportamiento machistas. Es por ello que a día de hoy, en pleno siglo XXI, parece incomprensible que siga existiendo una identificación de los cuidados al margen de la ciencia y por derivación que quienes ejercen las profesiones ligadas a los cuidados no se consideren científicas/os.

Por otra, es cierto, que profesiones masculinas, históricamente ocupadas casi exclusivamente por hombres, han evolucionado hacia una incorporación progresiva de mujeres que, en algunos casos incluso, ha supuesto que sean mayoritarias donde antes eran residuales o inexistentes. Sin embargo, este significativo cambio no ha supuesto que se haya modificado el género de las profesiones que, lamentablemente, siguen siendo marcadamente masculinas, cuando no machistas. Este hecho supone que las mujeres que se incorporan a las citadas profesiones, lejos de cambiar sus comportamientos, los asumen como propios, perpetuando e incluso reforzando los roles masculinos que suelen generar relaciones de poder, exclusividad y exclusión tan características de las mismas. De tal manera que incluso se autoexcluyen de las ciencias comunes a las que pertenecen al entender que ellas son una ciencia única que no puede “mezclarse” con ciencias que consideran menores, en el mejor de los casos, o que desprecian mayoritariamente como tales. Pero, lo que resulta aún más incomprensible, triste y preocupante, es que la propia ciencia, en general, las universidades como cuna de la ciencia, y la sociedad, lo asuman como natural y no tan solo lo acepten, sino que lo favorezcan, contribuyendo a una, cada vez mayor, radicalización y división de género entre profesiones y profesionales[4].

Lo apuntado, permite entender que los hombres que deciden estudiar enfermería o magisterio, por ejemplo, se revuelvan y se sientan heridos en su masculinidad si se les denomina enfermeras o maestras o se les asocie con el cuidado, sobre todo aquel que socialmente está más relacionado con la mujer. O que las mujeres que estudian medicina se autodenominen como médicos, como respuesta ligada al subconsciente masculino de la medicina que ejercen. Algo que, más allá de una anécdota, es un claro ejemplo de las respuestas machistas de las disciplinas, que son trasladadas de manera automática y potente, a la imagen e identidad que la sociedad tiene de las/os profesionales que las ejercen. Nadie llama, por ejemplo, a una médica, chica o nena, como se hace tan habitualmente cuando se dirigen a las enfermeras.

Todo lo cual, además, se reproduce, de manera tan clara como descarada, en acciones como la que un medio de comunicación, en un torpe intento por mostrarse inclusivo e igualitario, lo que hace es ejercer exclusión hacia una parte de las/os profesionales a quienes, supuestamente quiere reconocer, en el premio de las Sanitarias, constituyendo un Jurado de mujeres líderes en el que no hay ni una sola enfermera. Posiblemente porque consideren que entre las enfermeras no existen mujeres líderes[5].

Por último están aquellas profesiones que socialmente siempre han sido asignadas a los hombres por razones tan irracionales como reprochables, ligadas a la identificación de la mujer como ser inferior, de menor nivel intelectual, de peor capacidad de trabajo… por lo que no estaban capacitadas para estudiar y mucho menos trabajar como profesionales de dichas disciplinas. Por tanto, se han convertido en reductos masculinos en los que las mujeres no tan solo deben trabajar por superar unos estudios que, más allá de su complejidad, han sido revestidos de una dificultad artificial para otorgarles mayor reconocimiento científico y social, sino que deben demostrarlo de manera más contundente que sus compañeros, al seguir presente la idea de que dichos estudios no está al alcance de las mujeres, lo que propicia una “reserva natural y protegida” de masculinidad.

Pero, más allá, de esta separación de género disciplinar/profesional, debemos destacar lo que continúa siendo un imaginario común en relación con la Ciencia. Tan solo hay que ver las imágenes relativas a la conmemoración de la mujer y la niña en la ciencia, en las que de manera prácticamente general se relaciona a la Ciencia con los tubos de ensayo, las probetas, los laboratorios o los microscopios, de tal manera que toda disciplina que no se relacione con dichos instrumentos, queda sistemáticamente excluida de la Ciencia, al menos de manera gráfica, que es tanto como decir que es el resultado de ser aceptado y asumido como algo normalizado.

Por otra parte la ciencia se ha asimilado, de manera casi automática y exclusiva, con la investigación positivista. De tal manera que toda aquella investigación que no se ajuste a los parámetros cuantitativos es minusvalorada o ignorada.

De tal manera que, nuevamente, se establece una separación, al margen de la ciencia, la razón, la evidencia e incluso el respeto, entre disciplinas que se reconocen indefectiblemente como científicas y aquellas otras que luchan por ser consideradas como tales, pero a las que les resulta muy difícil conseguirlo por las concepciones preestablecidas que siguen generando una permanente barrera para su identificación y valoración a nivel social, institucional, económico… que finalmente genera desigualdad en muchos aspectos pero de manera muy especial establece una clara separación de género, con consecuencias que van mucho más allá de la ciencia.

La importancia de las mujeres y las niñas en la ciencia, supone mucho más que el reduccionismo científico establecido y que, lamentablemente, se asume como lógico y natural. La Sociología, la Historia, la Filología, la Filosofía, la Pedagogía, la Enfermería… son ciencias tan dignas, rigurosas o respetables, como cualquiera otra, No reconocerlas, valorarlas o respetarlas como tales, supone despreciar aspectos tan fundamentales como la ciencia que se encarga del análisis científico de la sociedad humana (Sociología), la ciencia que estudia los sucesos del pasado a través de sus diferentes fuentes y metodologías (Historia), la ciencia que estudia las culturas tal como se manifiestan en su lengua y en su literatura (Filología), la ciencia que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad (Filosofía), la ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza, especialmente la infantil (Pedagogía), la ciencia encargada del cuidado en salud humana (Enfermería). Lo que nos lleva a relegar al olvido a la propia sociedad y su pasado, sus tradiciones y lenguas, el conocimiento humano, la educación como vehículo de desarrollo y crecimiento para lograr un pensamiento crítico, o el cuidado como respuesta a las múltiples necesidades humanas de las personas, las familias o la comunidad. Si todo esto lo ignoramos como ciencia, lo relegamos a un plano de intrascendencia, subestimamos sus aportaciones o las negamos, desacreditamos su complejidad o la subsidiamos a otras ciencias… estamos negando a la ciencia como conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente, más allá de los laboratorios o los estudios cuantitativos.

Querer, como tristemente se hace, utilizar a la Ciencia contra la propia Ciencia es una estrategia mezquina, perversa y desestabilizadora de la vida humana y de las sociedades en que se desarrolla, por intereses que nada tienen que ver con fines científicos, sino con objetivos oportunistas, economicistas, de luchas de poder, de autoritarismo y finalmente de desprecio por y hacia la ciencia. Si a ello añadimos la, aún más despreciable si cabe, utilización que de la mujer se hace con relación a la ciencia y el intento por relegarla junto a las consideradas ciencias “menores” al ostracismo, nos encontramos con una clara maniobra de manipulación que se vende como respuesta salvadora a la amenaza feminista y científica, cuando realmente lo que se pretende es subyugar, es decir, avasallar, sojuzgar y dominar, tanto a la ciencia como a la mujer, por considerarlas enemigas de la supremacía masculina y del imperialismo neoliberal.

Ni la ciencia, ni las mujeres, son moneda de cambio de nada, ni instrumentos para la confusión y la confrontación, ni realidades que puedan modelarse de manera caprichosa, ni están al servicio de ninguna ideología.

Por todo ello resulta necesario e imprescindible que se reconfiguren los mensajes, se analicen los contenidos, se reformulen los planteamientos, se establezcan criterios de equidad, igualdad y libertad reales, se modifiquen las normas y los valores que rigen la perspectiva de género y la ciencia, si realmente queremos que tanto las mujeres y las niñas como la ciencia adquieran el valor que tienen y no tan solo el que se les quiere otorgar para responder a las oligarquías políticas que tratan de establecer un nuevo orden a través del caos.

Trabajemos para lograr la dignidad y respeto que merecen las mujeres y las niñas. Para que contribuyan a dignificar la ciencia que permita mejorar la vida de las personas, al margen de juegos de intereses sin interés alguno por las mujeres y la ciencia.

Nadie por el hecho de ser de uno u otro género o por ser profesional de una u otra ciencia, es mejor que nadie. La capacidad, la competencia, la responsabilidad, no son exclusivas por razones de género o ciencia.

Enfermería, como ciencia/disciplina y profesión femenina que es, al margen de quienes sean sus profesionales, merece ser considerada, valorada y respetada como ciencia, lo que conllevaría a que se considerase, valorase y respetase a las mujeres y a la ciencia, como corresponde. Lo contrario es atentar contra la dignidad humana y la evidencia científica.

[1] Frase adaptada de la dicha por el químico canadiense, de origen húngaro, galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1986 (1929): “La ciencia es una empresa que sólo puede florecer si se pone la verdad por delante de la nacionalidad, la etnia, la clase, y el color”

[2] https://www.eldiario.es/sociedad/borrado-ciencia-debemos-defender-agridulce-11-febrero_129_12042290.html

[3] https://www.nytimes.com/2025/02/02/upshot/trump-government-websites-missing-pages.html

[4] https://sindicatomedicoclm.es/estatuto-propio-para-la-profesion-medica-y-facultativa-del-sistema-nacional-de-salud/

[5] https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/un-jurado-de-mujeres-lideres-para-los-viii-premios-sanitarias-5372?utm_source=redaccionmedica&utm_medium=email-2025-02-12&utm_campaign=boletin

NEUTRALIDAD Y POLÍTICA Aranceles de Cuidados

                                                                                      A mi hermano Carlos, a quien tanto admiro y del que tanto aprendo. Ni puedo ni quiero, en este caso, ser neutral.

 

“Si la neutralidad sigo,

a andar solo me condeno,

porque el neutral nunca es bueno

para amigo ni enemigo.”

Pedro Calderón de la Barca[1]

 

Tal como trasladaba en mi reflexión del pasado 24 de enero (https://efyc.jrmartinezriera.com/2025/01/21/el-cuidado-de-la-libertad-mas-alla-de-una-estatua/ ), las decisiones, o mejor dicho imposiciones, que, de manera inmediata y precipitada, estaba adoptando el recién nombrado presidente de los EEUU y, en concreto, aquellas que de manera directa o indirecta van a tener un impacto en la salud de la población, generan incertidumbre, alarma e inquietud.

Se puede creer que la distancia geográfica es un factor que nos protege de cualquier efecto a quienes nos situamos en contextos ajenos o lejanos. Sin embargo, esta percepción es, no tan solo fallida, sino que incluso me atrevo a decir que es claramente irresponsable.

Pensar que los efectos generados por esas imposiciones, sobre la salud de la población, queda limitada por la distancia geográfica, en un contexto de extrema globalización, es no entender o querer ignorar el alcance y magnitud de las mismas.

En este sentido, recientemente, la Academia Americana de Enfermería (American Academy of Nursing) trasladó, en un mensaje de su Presidenta Linda D. Scott y su Directora Ejecutiva Suzanne Miyamoto, la profunda preocupación por las órdenes ejecutivas del Presidente de los EEUU y las directrices y normas que de las mismas se derivan. Nuevamente podemos pensar que la preocupación de la Academia Americana se circunscribe al territorio y población de los EEUU y que el resto podemos seguir actuando como meros espectadores de un panorama tan preocupante como indignante. Al respecto, hay varias consideraciones que considero deberíamos tener en cuenta. En primer lugar, la Academia Americana de Enfermería (ANA) está conformada por más de 3.200 líderes de enfermería en políticas, investigación, gestión, atención y docencia, que no comparten, evidentemente, una única tendencia política ni tampoco ideológica. Esto significa que, con independencia del voto que algunas/os, pocas/os o muchas/os, de sus miembros pudiesen haber emitido en favor del actual Presidente de los EEUU, la ANA se sitúa por encima de las opciones ideológicas y se posiciona claramente con relación a las imposiciones que se están ejerciendo. Por otra parte, la ANA, la componen representantes de más de 42 países, es decir, no tan solo está integrada por enfermeras norteamericanas, otorgando a la ANA una visión global evidente que desmonta el argumentario de quienes consideran que lo que está sucediendo en EEUU es tan solo un asunto interno de los EEUU, que no tiene repercusión más allá de sus fronteras. Una visión tan reduccionista como irreflexiva ante tan grave situación global.

Así pues las cosas, cabe plantearse algunas consideraciones al respecto. Por una parte y ciñéndonos al ámbito español, la respuesta que la ANA ha tenido con relación a las decisiones comentadas ha sido inmediata y contundente. En nuestro país, al margen de lo que está pasando en EEUU, en determinados territorios autonómicos se están tomando decisiones que ponen en peligro la sanidad y la educación públicas, el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, la diversidad de género, la perspectiva de género, la lucha contra la violencia de género, el cambio climático, la xenofobia, la LGTBIfobia, la criminalización de la población migrante, los constantes bulos y mentiras… A pesar de lo cual, nuestros, en teoría al menos, máximos representantes profesionales enfermeros, no se manifiestan, ni posicionan. Como si nada de dichas decisiones, actitudes, o incluso normativas, tuviese mayor trascendencia para la salud de las personas, las familias o la comunidad. Adoptan la postura cómoda, ambigua y defensiva, de escudarse en una supuesta y falsa neutralidad política que ni es real ni tiene fundamento alguno que justifique el silencio y la inacción.

Por su parte, en el contexto iberoamericano, que está muy condicionado y afectado por algunas de las imposiciones que desde la Casa Blanca se están adoptando por razones por todos conocidas, se mira hacia otro lado para “no molestar al poderoso”. Argumentando que, desde las organizaciones científicas/profesionales, no se debe entrar en consideraciones políticas. Argumento tan manido como débil que, como anteriormente comentaba, tan solo obedece a una manifiesta ambigüedad para evitar ser identificados como “activistas incómodos”. Como si la salud no tuviese nada que ver con la política o la política y quienes la gestionan no tuviesen nada que ver con la salud.

Sinceramente, creo necesario hacer un análisis riguroso de nuestra actitud como colectivo, pero también a nivel individual, con relación a determinadas decisiones que afectan de manera tan evidente a la salud y el bienestar de la población. Refugiarnos en nuestra zona de confort, desde la que insonorizamos nuestras conciencias y silenciamos nuestros sentimientos, no es ni la solución, ni lo que, como enfermeras, nos corresponde hacer. Tenemos una responsabilidad, un compromiso, una obligación ética y profesional con la sociedad a la que ni podemos ni debemos dar la espalda, olvidar o, lo que es peor, confundir, cuando no engañar, con argumentos fallidos, tratando de convencernos de que lo mejor es no hacer ni decir nada.

La justicia social, la pobreza, la educación, la accesibilidad, los derechos humanos, la libertad, la dignidad humana… no pueden pasar a ser considerados tan solo como conceptos abstractos o etiquetas que se utilizan para conformar mensajes de conveniencia en momentos puntuales. Son realidades sociales, familiares, individuales, comunitarias… que están íntimamente ligadas con los cuidados que, como enfermeras, debemos prestar.

El problema está en el desprecio que, desde las políticas neoliberales, negacionistas, mercantilistas, autoritarias, fascistas…, se vierte sobre dichos conceptos, que realmente son valores, degradándolos, mancillándolos, manipulándolos, manoseándolos, utilizándolos… para imponer supuestos nuevos valores, asociados a un concepto de patria exclusivo y excluyente, que realmente esconden odio, rechazo, violencia, discriminación… hacia todo o todas/os aquello/s que no se ajustan a su patrón de “normalidad”.

Desde su pensamiento alienador y excluyente, revestido de ideología falsamente liberadora, abogan por la eliminación o la distorsión de estos valores que consideran un peligro a su autoridad, como la única manera de “curar” a la sociedad que ellos consideran enferma desde los mismos principios que rigen los modelos medicalizados y mercantilizados de los sistemas sanitarios que defienden. La causalidad positivista, la epidemiología reduccionista, la tecnología como remedio exclusivo a todos los problemas, la tiranía de los datos que ocultan la diferencia y la diversidad… acaban excluyendo o situando en el margen, el ámbito de la insustancialidad, a los cuidados que, saben y por eso se esfuerzan en ocultar o eliminar, son la única manera de afrontar la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la soledad, la discapacidad… que no pueden “curarse” desde su visión reduccionista de la vida y que tanto les molestan. Su pensamiento eugenésico persigue sociedades y personas “puras” en las que no tienen cabida todas aquellas realidades o personas que puedan suponer una contaminación a la pureza de su planteamiento nacionalista. Por eso utilizan dichos valores. Una utilización utilitarista desde la que engañar a la población para hacerles creer que todo es culpa de las políticas sociales, de la democracia, de la migración, del Estado…para así destruir, con la impunidad que les otorgan los votos, todo aquello que dificulta sus NEGOCIOS.

Todo lo dicho, incluso el posicionamiento de la ANA, refuerza aún más si cabe, aquello en lo que desde hace tiempo vengo insistiendo. Tenemos que desprendernos de la fascinación que nos produce el ámbito anglosajón en general y muy especialmente el estadounidense. Porque no hacerlo nos deslumbra y atrapa en su dinámica seudocientífica-mercantilista, que impide que seamos conscientes del potencial que, como contexto Iberoamericano, tenemos.  Consumiendo, al precio que determinan y nos empobrece, sus productos de negocio – NANDA, NIC, NOC, EBSCO, PUBMED, CINHAL…-, sin que realmente se ajusten a nuestra realidad, cultura, tradiciones, valores… Y, en paralelo, despreciamos nuestras contribuciones por considerarlas, sin fundamento (más allá del economicista), inferiores. Todo lo cual secuestra nuestro conocimiento y favorece su enriquecimiento, sin generar evidencias que contribuyan al desarrollo de nuestras enfermeras, ni a la calidad de los cuidados que prestamos a nuestras comunidades.

Puede parecer una exageración lo que digo. Pero los hechos son los que son y más allá de lo que yo pueda pensar o plantear, la realidad se impone y avanza inexorablemente.

Al margen de análisis y reflexiones más amplias, que entiendo no son objeto de este espacio enfermero, lo que sí me parece necesario es llamar la atención sobre la pasividad y la inacción de las enfermeras en general y de las organizaciones e instituciones que nos representan en particular. Muchas de ellas, justifican su actitud desde el argumento del respeto a la decisión de la soberanía popular, el no menos recurrido de que eso es política y no va con nosotras o el aún más ambiguo y débil de la necesaria neutralidad.

El argumento de la soberanía popular, sin discutir que debe ser respetado, no está exento de manipulación y deber ser criticado e incluso cuestionado. Porque son muy claros y dolorosos los ejemplos de apoyo popular que permitieron y siguen permitiendo, que la tiranía, el crimen o la exterminación se instalen en la sociedad, con plena impunidad y con el beneplácito y la alabanza de dicha soberanía popular. Porque el pueblo, por soberano que sea, también se equivoca, es engañado o se deja engañar con mensajes basados en la mentira, la descalificación, los bulos y la deformación interesada de la información. Y, las enfermeras, como parte de ese pueblo, tenemos una responsabilidad clara para que la población, al margen de cualquier ideología, sepa lo que significa la vulneración de derechos y la pérdida de libertad que, no lo olvidemos, tienen un claro impacto en la salud y bienestar del conjunto de la sociedad.

Argumentar, por otra parte, que eso es política y no va con nosotras es, además, de ridículo, absolutamente falso. Todo, absolutamente todo lo comentado, no es una opción para las enfermeras. Para otros profesionales no lo sé, pero para las enfermeras, desde luego, no, rotundamente NO. Tenemos la obligación de defender la dignidad humana y de cuidar, no tan solo a las personas, sino a todo aquello que de una u otra manera pueda afectar a su salud y bienestar. Por eso, las enfermeras, no nos limitamos a asistir a la enfermedad, sino que atendemos a las personas. Por eso, las enfermeras, no tan solo identificamos el desequilibrio de un órgano, aparato o sistema, sino que abordamos las dimensiones social, mental y espiritual. Por eso, para las enfermeras, la familia y el contexto son fundamentales. Por eso, para las enfermeras, la promoción y la educación para la salud son esenciales. Por eso, para las enfermeras, la solución no pasa exclusivamente por la farmacología o la tecnología, sino que lo hace desde la comunicación, la empatía, la escucha activa, la compasión, el consenso, el respeto a la decisión de las personas, la indicación social, los activos para la salud, el empoderamiento, la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado… en definitiva, LOS CUIDADOS. Por eso, para las enfermeras, los determinantes morales y sociales, inciden de manera directa en la salud de las personas y la comunidad, más allá de la causalidad positivista. Y todo eso y mucho más, es POLÍTICA. El problema, por tanto, no es la política, sino el uso interesado y oportunista, que de la misma hacen quienes deciden utilizar la política para aprovecharse de ella. Para responder a sus intereses personales, financieros, económicos y no en beneficio del conjunto de la sociedad sino tan solo a un reducido grupo de la misma, desde planteamientos mercantilistas que pasan por reducir o anular los derechos del resto de personas, por mucho que traten de maquillarlo con palabrería, eufemismos y demagogia para tapar sus verdaderas intenciones. Así pues, la política no tan solo va con las enfermeras, sino que tenemos, desde la competencia política, la obligación de velar y trabajar para que la salud se incorpore en todas las políticas.

Por último, pero no por ello menos pueril argumento, está la supuesta neutralidad que las enfermeras debemos de mantener y guardar. Como si debiéramos conservar el silencio que durante tanto tiempo nos impusieron para lograr nuestra docilidad y obediencia. Porque la neutralidad esgrimida nunca debería significar mantenerse al margen de la abogacía de la salud, la justicia y la libertad que toda persona merece por el hecho de ser persona y no por la ideología que lo determine. La neutralidad no debe ser utilizada como justificación para mantenerse al margen de las decisiones o imposiciones que impactan sobre la salud y el bienestar de las personas, las familias y la comunidad. Porque ser o actuar desde la competencia política es intervenir en los asuntos públicos con nuestra opinión, o de cualquier otro modo. Que nadie intente engañar, manipular, deformar, mentir, para que la neutralidad sea identificada como una opción o tenga que ser asumida desde la imposición, para establecer el silencio con el que ocultar las consecuencias de decisiones/imposiciones que atentan contra la sociedad en su conjunto y la de determinados grupos de manera muy particular. No hagamos nuestra la omertá– ley del silencio o código de honor siciliano-. Las enfermeras no podemos declarar la neutralidad ante la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la injusticia… de las personas, en ningún caso y mucho menos cuando son consecuencia de decisiones/imposiciones por parte de quienes, en teoría, son las/os garantes de que no se produzcan. Mantener esa esgrimida neutralidad nos sitúa en idéntico nivel al de quienes actúan desde el poder contra la población. Porque quien calla otorga y quien otorga se convierte en cómplice necesario para el logro de dichos propósitos. Tal como escribiera Dante Alighieri[2] “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad.”

No es mi intención reclamar una militancia ideológica concreta. Ni tan siquiera una resistencia política. Pero sí que reclamo y me permito exigir, como enfermera, una posición activa y decidida que de respuesta a la vulneración de la dignidad humana. Y reclamo y exijo “aranceles del cuidado” que contrarresten la imposición medicalizada y tecnológica que deshumaniza y afecta a la salud de las personas y de la sociedad en su conjunto.

Reclamo y exijo un posicionamiento firme, riguroso, científico y profesional por parte de las organizaciones e instituciones enfermeras que identifique claramente el sentir de las enfermeras ante el ataque que suponen decisiones/imposiciones de quienes utilizan la política para ir, precisamente, contra la POLÍTICA. En lugar de aplicar la POLÍTICA, como arte, doctrina u opinión del gobierno de territorios y en beneficio de la ciudadanía.

Pensar o querer hacer pensar que las decisiones/imposiciones que actualmente se están tomando, desde planteamientos que desprecian la dignidad de las personas, se tomen donde se tomen y las tomen quienes las tomen, no es responsabilidad de las enfermeras es una temeridad, una torpeza o un claro desconocimiento de lo que es y significa ser y sentirse enfermera. No se trata de una elección entre derecha o izquierda, rojos o azules, demócratas o republicanos, progresistas o conservadores. Se trata de una elección por la libertad, la equidad, la dignidad y el respeto. No es, por tanto, una cuestión de ideas o ideologías, sino de cómo las mismas sirven a las personas en lugar de servirse de ellas.

En cualquier caso, si reclamar humanización y cuidados es política, desde YA, me considero político. Si denunciar la injusticia de decisiones/imposiciones es perder la neutralidad, me considero, desde YA partidista. Porque escudarse en la política o la neutralidad, renunciando a la responsabilidad y la ética profesionales, me parece muy triste y peligroso.

[1] Escritor, dramaturgo y sacerdote español, miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol y caballero de la Orden de Santiago, conocido fundamentalmente por ser uno de los más insignes literatos barrocos del Siglo de Oro, en especial por su teatro. (1600-1681).

[2] Poeta y escritor italiano, conocido por escribir la Divina comedia, una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista y una de las cumbres de la literatura universal (1265.1321).

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