DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Igualdad. Derecho individual y colectivo

“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”

Simone de Beauvoir [1]

 

En un calendario plagado de celebraciones nacionales, internacionales y mundiales, se corre el riesgo de que la trascendencia de lo que se conmemora o celebra quede diluido o se convierta en una rutina que debilite la realidad en favor de la anécdota.

Por eso es preciso insistir en la pertinencia, coherencia, sentido y responsabilidad, no exenta de fortaleza y firmeza, no tan solo de la celebración propiamente dicha, como del mensaje razonado, razonable, justo, equitativo, igualitario y de respeto que permita lograr la igualdad que corresponde a las mujeres, más allá de cualquier utilización interesada, oportunista y malintencionada que se tenga la tentación de realizar para obtener un rédito, tan alejado del verdadero sentido y objetivo de la celebración como de lo que debe considerarse, se mire como se mire, una obligación social indiscutible e irrenunciable por muchísimas razones.

Dicho lo cual quería, en esta nueva entrada, reflexionar sobre ese declarado derecho desde una perspectiva enfermera.

Y ¿por qué esa mirada enfermera? Pues, se me va a permitir que diga que porque Enfermería, como ciencia, disciplina y profesión es en sí misma femenina, con independencia de las/os profesionales que la integran y sin que dicha consideración suponga, en ningún caso, una discriminación -como tan torpemente se argumenta por parte de algunos-, hacia los hombres que forman parte, como enfermeras, de Enfermería.

Y es femenina porque su esencia e identidad lo es, en tanto y cuanto, han sido las mujeres a lo largo de la historia, las que dieron sentido y modelaron los cuidados que configuraron la Enfermería como profesión, disciplina y ciencia, más allá de las connotaciones sociales que siempre han incorporado elementos distorsionadores sobre la validez de dicha evolución y el valor que su aportación tiene en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Distorsiones que obedecen, precisamente, a esa consideración femenina que los cuidados, como rol social impuesto a las mujeres, acabaron impregnando a la Enfermería y favoreciendo un estereotipo negativo por su identificación femenina en unos entornos, social y profesional, tremendamente masculinos y machistas.

Dicha identificación femenina, por tanto, lejos de ser aceptada y respetada como un valor en sí mismo, ha sido y sigue siendo en muchos casos, un elemento de desigualdad, recelo, exclusión, rechazo, sumisión e incluso acoso, por parte de quienes, desde su consideración masculina y machista de la profesión dominante en salud, han venido ejerciendo un claro y sistemático maltrato sobre la Enfermería y las enfermeras, y por derivación también de la sociedad en su conjunto.

Pero nada más lejos de mi intención que incorporar el victimismo como elemento de reivindicación, sino como un derecho al respeto que no obedezca a concesiones compasivas, ni a peticiones lastimeras, sino al derecho fundamentado en la evidencia y la ciencia de la que, tan insistente como torpemente, se trata de excluir a Enfermería.

Porque entender la exigencia de respeto y consideración como un acto lastimero, es una argucia más de las que se utilizan por parte de quienes todo aquello que no esté controlado por los hombres y sus normas es identificado como menor, débil, frágil, incapaz y, por tanto, válido tan solo bajo su mando, control y vigilancia, en los ámbitos que controlan y dominan. Sin olvidar, y esto es importante destacarlo, que en dichos ámbitos masculinos/machistas de poder no está exenta la presencia de mujeres. Las cuales reproducen idénticos comportamientos, al asumir como propios los que identifican en la disciplina a la que pertenecen. De igual manera que en Enfermería existen hombres y mujeres que se niegan a reconocer y sentirse parte de una profesión femenina, ejerciendo una clara oposición a la igualdad en el seno de su propia disciplina. Comportamientos que, por otra parte, tienen su fiel reflejo en la sociedad actual y muy particularmente en la juventud con posicionamientos cada vez más alejados, no ya del feminismo, sino de la igualdad de géneros[2].

Es importante identificar, igualmente, que los comportamientos machistas no se circunscriben a la violencia de género, entendida esta de manera reduccionista y exclusiva a la violencia física, como se esfuerzan en relacionar quienes, precisamente, ni creen ni participan de los mensajes, los posicionamientos y las estrategias que se realizan, implementan y desarrollan para luchar contra el machismo. Desvirtuando y deformando la realidad con mensajes descalificadores, ausentes de argumentos rigurosos y repletos de bulos por parte de quienes tratan de criminalizar la defensa de la igualdad, como derecho fundamental, situándose como víctimas cuando realmente son los agresores directos, sus inductores o sus cómplices silenciosos.

Todo ello, además, se produce en el marco de un movimiento global de negacionismo de las políticas de igualdad. Poniendo en riesgo o eliminando muchos de los avances logrados hasta la fecha.

Es por ello que, ahora más que nunca, hace falta posicionarse de manera enérgica y clara en torno a lo que sin duda es un peligro real que pone en el punto de mira a la mujer como objetivo de la desigualdad.

En este sentido, y volviendo a la relación que establezco en mi reflexión con la Enfermería, últimamente estamos asistiendo a un ataque feroz, desproporcionado e injusto contra la enfermería y las enfermeras. Ataque que justifican los agresores, en una supuesta y rotundamente falsa invasión de su marco competencial tan solo presente en su imaginación y en su ancestral acción de autoridad y sometimiento hacia la Enfermería y las enfermeras. Adoptando en paralelo un victimismo histriónico y efectista que, aunque no se corresponde con la realidad, persigue generar y lo consigue, un efecto de compasión y complicidad en la sociedad, como justificación de su causa de dominancia absoluta.

Las enfermeras, ante estos comportamientos que acaban siendo asumidos como ciertos e incluso aceptados como naturales por parte de la comunidad científica-profesional y de la sociedad, se convierten, sin pretenderlo, en víctimas propiciatorias de sus devaneos de grandeza. Como consecuencia, cualquier avance, progreso, posicionamiento… que traten de realizar, es interpretado como un nuevo intento de agresión a su estatus y automáticamente es repelido con fuerza a través de demandas judiciales, amenazas, desacreditación profesional, acusaciones falsas… con la intención de intimidar y someter la voluntad de acceder a dicho desarrollo científico profesional.

Ante esta situación, las enfermeras o bien se someten a la autoridad impuesta, asumiendo la obediencia, sumisión y docilidad que de ellas se exige, o bien tienen que demostrar de manera reiterada y permanente, su valía y aptitud en comparación con la que se da por asumida automática e inequívocamente a quienes ejercen el acoso, por el simple hecho de ser lo que son.

Desde ese posicionamiento, se cuestiona la capacidad científica e investigadora enfermera, al tiempo que se minusvaloran o desprecian las evidencias que aportan las investigaciones realizadas en torno a los cuidados por no considerarlas de importancia desde su positivismo excluyente. Lo que supone privar a la sociedad de los beneficios que de tales investigaciones se derivan por ser interpretadas como una amenaza o desconsideración a su supremacía disciplinar.

Se impide cualquier intento de acceso a la gestión sanitaria por parte de las enfermeras desde un planteamiento falaz, hipócrita e irracional, en base al mantenimiento de unas normativas redactadas desde su influencia y presión, para proteger sus intereses, limitando o anulando los de cualesquiera que no sean ellos, con el fin de preservar y perpetuar su absolutismo disciplinar.

Se niega la sola posibilidad de que las enfermeras obtengan autonomía profesional en cualquier ámbito de la salud, desde el colonialismo excluyente que ejercen. Justificándolo además desde la protección de la vida de las personas que solo ellos dicen tener capacidad de garantizar y que puede ponerse en peligro, tal como difunden, si queda en manos de quienes, como las enfermeras, ejercen el infundado y falso robo disciplinar, con la única pretensión de generar alarmismo, miedo y rechazo en la sociedad. Todo ello, a pesar de que lo que están denunciando, ni lo hacen, ni lo quieren hacer.

El caso, se resume en es estar siempre por encima de todo y de todos. Ser quienes más años de estudio tengan, sin que nadie se cuestione si realmente es una necesidad real para el aprendizaje o una mera argucia para el mantenimiento de su causa. Causa desde la que exigir mayor respeto, mejores sueldos, poder ilimitado, autoridad absoluta…  sin mayor justificación que la de ser lo que son. Para ello, desde el principio de su camino en las aulas, se les inculca el clasismo que les modele como diferentes y mejores al resto. Clasismo desde el que anular todo aquello o a todo/a aquel/la que tenga la más mínima pretensión de situarse por encima del ego, tanto disciplinar como personal, que configuran en su proceso de enseñanza/aprendizaje y del que tanto cuesta, posteriormente desprenderse, con el riesgo de ser señalados como proscritos y traidores a su dogmática y sacra causa, a quienes lo intentan. Comportamientos dopados de testosterona con los que marcar territorio y músculo, aunque con escasa carga neuronal.

Se apropian en exclusiva del grado académico de doctor, aunque no lo posean, utilizándolo conscientemente de manera totalmente inapropiada. Anulando la posibilidad y el derecho a que otras/os profesionales de diferentes disciplinas, siéndolo, no lo hagan por haberse arrogado esa falsa franquicia en exclusiva. Algo que, además, genera confusión en quienes siendo realmente doctores tienden a ocultarlo por no querer ser confundidos como lo que no son, aunque ello suponga tener que renunciar a lo que realmente son.  Una nueva patraña de dominio y acoso que genera violencia académica.

Reclaman y exigen garantías de protección exclusiva de su estatus disciplinar, social y económico que les permita seguir siendo identificados como una casta superior a la que nadie ni nada puede ni debe poner en duda ni en peligro con intentos de igualdad que son sistemáticamente rechazados con amenazas y presiones[3] que obligan, a quienes lo hacen o lo intentan[4], a dudar sobre sus intenciones o a tener que retractarse de ellas, para evitar las consecuencias derivadas de tan “intolerable atrevimiento” en contra del dominador[5].  Más aún, si quien comete tal atrevimiento es una mujer[6].

Menosprecian la aportación terapéutica de los cuidados enfermeros o, en su caso, se apropian de ellos, mediante argucias y mentiras para identificarlos como algo exclusivo, que solo a ellos les corresponde hacer, con el único interés de que no sean valorados y asociados a las enfermeras por parte de la población a la que se prestan, aunque ello suponga su pérdida de sentido, y valor. Su objetivo, finalmente, tan solo consiste en debilitar a la Enfermería y las enfermeras, mediante esa violencia disciplinar que ejercen revistiéndola, de autoridad moral, cuando precisamente es éticamente inaceptable[7].

En su escenificación de narcisismo egocéntrico, durante tanto tiempo ensayado, incorporan el piropo que el machismo clásico disfraza de adulación, cuando realmente es un elemento más de acoso y dominio, para mostrar su superioridad o como parte de un cortejo sexista y sexuado. Piropos hacia las enfermeras que son, constantemente utilizados para resaltar, supuestamente, sus “virtudes”, pero que realmente esconden una intencionalidad manifiesta de halago hipócrita, artificial y falso con el que maquillar el desprecio que hacia ellas sienten, incorporándolos como un mantra que no por mucho repetirlo se convierte en una convicción desde la que facilitar la igualdad y el respeto sino, justamente todo lo contrario. “Pilares fundamentales”, “ángeles”, “Refugio de amor”, “consuelo del dolor” … son tan solo algunas de las perlas con las que componen los misterios de su particular rosario, recitándolo, de manera rutinaria y falsa, para presentarse como piadosos beatos de su religión disciplinar, logrando incluso la conversión de enfermeras que se unen a su dogmática causa, conmovidas por la pasión y fervor utilizados, incorporándose como leales, fieles y obedientes siervas.

Si, además, los medios de comunicación difunden, amplifican, confunden y distorsionan la información sobre la salud y sus profesionales, contribuyendo, directa o indirectamente, a la violencia disciplinar e institucional, el problema resulta más difícil de abordar y mucho más de abortar[8].

Estos hechos, que en ningún caso obedecen a la subjetividad, la envidia, la imaginación o la ficción, desde las que se pretenderá rebatir, ponen de manifiesto una realidad indudable, aunque se cuestione, niegue y manipule. Es, además, triste y dolorosa, por lo que supone de desigualdad hacia la mujer, por el simple hecho de serlo. Bien sea de manera individual como mujer víctima del machismo, o bien lo sean las mujeres o los hombres quienes, por el hecho de formar parte de un colectivo valorado como femenino, se convierte en “enemigo” del machismo y objetivo de su violencia, en cualquiera de sus formas, o expresiones.

Es importante que en ningún caso se confunda la cortesía con el respeto, la simpatía con la empatía, la transigencia con la tolerancia, la estandarización con la igualdad… Porque no se trata de ser cortés, amable, transigente… para aparentar lo que ni se es ni se tiene intención de ser. Se trata de cambiar comportamientos, de desprenderse de hábitos atávicos, de eliminar prejuicios, de salvar diferencias y distancias impuestas… para acabar con los estereotipos y tópicos que alimentan y perpetúan la desigualdad y con ella la violencia utilizada para mantener la supremacía, autoridad y poder desde las que sustentar las diferencias de clase, negando la riqueza de la diversidad.

La igualdad de la mujer, por tanto, es un derecho individual indiscutible, pero al mismo tiempo lo es también colectivo por cuanto la violencia se ejerce hacia todo aquello que la visión reduccionista del machismo identifica como femenino, provocando un efecto multiplicador del problema que agrava el abordaje del mismo y con ello las posibilidades de acabar con él.

De tal manera que la igualdad de la mujer debe ser promocionada, protegida, reforzada, defendida… ante cualquier expresión, manifestación o cómplice silencio por parte de cualquier individuo o colectivo de individuos que ejerzan su autoridad, dominio o fuerza con el objetivo de mantener su poder y someter a las mujeres. Poniendo en peligro el derecho individual y colectivo de las mujeres, a través de la violencia académica, institucional, económica, doméstica… o de cualquier otro tipo por parte de quienes la ejercen amparándose en un prestigio que esconde su letal machismo individual o colectivo.

Utilizando y adaptando palabras de Rosa Montero[9], quiero finalizar diciendo “Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Soy enfermera y sé cuidar. Nací sierva y soy libre. He visto en mi vida cosas maravillosas. He hecho en mi vida cosas maravillosas” y desde mi condición masculina, a la que no renuncio, me siento profundamente identificado con mi identidad femenina enfermera, hacia la que exijo respeto e igualdad para seguir haciendo cosas maravillosas.

[1] Filósofa, profesora, escritora y activista feminista francesa (1908-1986).

[2] https://www.rtve.es/noticias/20250304/brecha-hombres-mujeres-jovenes-derechas-izquierdas/16464123.shtml

[3] https://www.abc.es/sociedad/medicos-convocan-huelga-espana-estatuto-marco-sanidad-20250225170424-nt.html

[4] https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2025/02/28/67c1cccce85ecef26e8b4615.html

[5] https://www.abc.es/sociedad/monica-garcia-creo-medicos-espana-mal-pagados-20250228111000-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fsociedad%2Fmonica-garcia-creo-medicos-espana-mal-pagados-20250228111000-nt.html

[6] https://cadenaser.com/nacional/2025/02/28/deberian-cobrar-mas-monica-garcia-pide-perdon-por-comparar-el-sueldo-de-un-medico-con-el-de-un-ministro-cadena-ser/  

[7] https://www.comtoledo.org/el-ejercicio-fisico-como-metodo-de-prevencion-y-tratamiento-complementario-debe-ser-prescrito-por-el-medico/#:~:text=El%20ejercicio%20f%C3%ADsico%2C%20cuando%20se,expresi%C3%B3n%20de%20una%20prescripci%C3%B3n%20m%C3%A9dica.

[8] https://www.larioja.com/opinion/cartas-al-director/rocio-loma-osorio-solo-medicos-vive-hombre-20250228213312-nt.html

[9] Escritora y periodista española (1951).

POR QUÉ HABLAN DE SALUD MENTAL CUANDO QUIEREN DECIR ENFERMEDAD MENTAL

«La salud mental no es un destino, sino un proceso. Es algo en lo que tienes que trabajar constantemente»

Noam Shpancer[1]

 

La salud mental está de moda. Esta afirmación puede parecer una frivolidad y una falta de respeto, sobre todo, para quienes sufren problemas, precisamente, de salud mental.

No es mi intención, desde luego, menospreciar, ni ridiculizar la salud mental ni mucho menos a quienes tienen problemas con la misma Considero que es algo muy serio.

Pero, precisamente por eso, digo que la salud mental está de moda. Aunque debería de precisar y decir que para algunos lo está. Y lo está simple y llanamente por una cuestión de oportunismo e interés. Porque realmente no les interesa ni les importa la salud mental. Pero han encontrado en ella un filón dado el interés social que despierta y la alta incidencia que, sobre todo desde la pandemia de la COVID 19, ha adquirido en amplios sectores de población.

Sin embargo, el problema, con serlo, no es realmente la salud mental, sino el uso, la utilización, la perversión que de la misma se hace y que conduce a tomar decisiones que están muy alejadas de lo que es y supone verdaderamente la salud mental.

Porque hablar de salud mental cuando el aumento de psicofármacos en España sigue aumentando situándonos a la cabeza de consumo a nivel internacional, cuando las intervenciones se centran casi exclusivamente en aspectos psiquiátricos, cuando la promoción de la salud y la prevención de problemas sigue siendo residual o anecdótica, cuando la identificación de profesionales para afrontar la salud mental se circunscribe a psicólogos y psiquiatras con abordajes meramente clínicos y farmacológicos, cuando no se tiene una visión integral, integrada, integradora, comunitaria e intersectorial de la salud mental … no tan solo no soluciona los problemas de salud mental, sino que contribuye a que cada vez sea más difícil de controlar.

Porque la solución, no pasa por hablar mucho de salud mental intentando trasladar que se tiene interés, por lanzar mensajes vacíos e irresponsables, por utilizar eufemismos que esconden una realidad compleja y dolorosa, por anunciar respuestas que no se sustentan en el rigor científico… la respuesta, que no la solución, pasa por hacer un diagnóstico de la situación a nivel comunitario que permita identificar y priorizar las intervenciones y quiénes tienen la mejor aptitud y actitud para llevarlas a cabo con eficacia y eficiencia. No hacerlo nos posiciona, como a Sísifo[2] o Penélope[3], en un trabajo y esfuerzo infinitos con nulos resultados.

Así pues, mientras se siga sin contar con las enfermeras especialistas en salud mental y su articulación con las enfermeras especialistas en comunitaria, desde esa visión medicalizada y farmacológica que impregna al sistema sanitario y se mantiene por intereses corporativistas, para afrontar unos problemas que requieren de cuidados profesionales como la mejor respuesta terapéutica posible. Respuesta que, además, contribuiría a racionalizar, la necesaria atención de psicólogos y psiquiatras desde una perspectiva de trabajo transdisciplinar y no desde la derivación y el aislamiento disciplinar y social que se plantea.

Porque esa visión reduccionista, torpe y mediocre que, sobre un tema de tanta importancia como la salud mental, muestran las/os políticas/os conduce a tomar decisiones como la tomada por el Gobierno de Carlos Mazón en la Generalitat Valenciana. Trasladándonos a un tiempo pretérito que se abandonó, por cruel, ineficaz y estigmatizante, el modelo de manicomios, que ahora se trata de recuperar disfrazándolo de apuesta valiente y moderna. Apuesta que, realmente, obedece a una estrategia para desviar la atención de la nefasta gestión llevada a cabo en la DANA la cual, más allá de las muertes, las pérdidas económicas, las mentiras y los engaños, está generando un impacto impresionante en la salud mental de las personas, las familias y la comunidad que, en ningún caso se soluciona con la puesta en marcha de un manicomio, por mucho que, eufemísticamente,  se denomine “complejo de salud mental”. Lo realmente complejo es la salud mental. Por tanto, que no hablen de salud mental cuando realmente están pensando y actuando en enfermedad mental, en una nueva y patética muestra de irresponsabilidad que atenta a la dignidad humana de las personas con problemas de salud mental, a la de sus familias y a la de la comunidad en su conjunto[4].

 

[1] Profesor de psicología en la Universidad de Otterbein en Ohio

[2] Sísifo le contó lo que había visto. Con lo cual se atrajo la tenaz furia de Zeus que lo envió al infierno. Allí se le castigó para siempre a empujar una roca hasta la cima de una montaña y ver que antes de llegar rodaba hasta el lugar de la partida.

[3] Tras la marcha de Odiseo a la guerra de Troya, Penélope estuvo tejiendo un sudario y prometió a los hombres que la cortejaban que, cuando lo terminase, elegiría pretendiente. Para evitarlo, destejía de noche lo que había tejido de día.

[4] https://www.informacion.es/alicante/2025/03/04/consell-aprueba-cesion-doctor-esquerdo-generalitat-salud-mental-114923649.html

DEVALUACIÓN ENFERMERA La deriva de los cuidados

“Lo que hace falta es someter a las circunstancias, no someterse a ellas.”

Quinto Horacio Flaco[1]

 

Ahora que parece que hemos encontrado un equipo ministerial sensible con los cuidados y la necesidad de ponerlos en valor más allá de las palabras vacuas y complacientes con las que suelen referirse las/os políticas/os de turno en sus forzadas intervenciones públicas, ahora, precisamente, arrecian los planteamientos que abogan por un nuevo enmascaramiento de los cuidados.

No se trata de una percepción subjetiva, ni de un victimismo lastimero, ni de sentimiento corporativista. Se trata de una realidad con diversos enfoques y en la que intervienen variados factores que conducen a que se configure, cada vez, con mayor fuerza.

No pretendo hacer un ensayo sobre la importancia, valor y aportación de los cuidados. No porque no lo considere importante. Sino porque entiendo que, a estas alturas, quien no conoce y reconoce estas dimensiones del cuidado es, simplemente, porque no quiere, no le interesa o le interesa ocultarlo o manipularlo.

Es por ello que me centraré en tratar de analizar y reflexionar sobre cuáles son esas variables y factores de los que hablo.

Como ya he comentado, desde el ministerio de sanidad, se está trabajando en la conocida como Iniciativa Marco en Cuidados del SNS (IMACU), que el propio ministerio identifica como un paso más en el liderazgo de la Profesión Enfermera[2]. Algo que no se corresponde exactamente con la realidad, porque más pasos en ese sentido del liderazgo enfermero, no se han dado hasta ahora, por lo que sería más apropiado hablar de un primer paso, importante, pero el primero real, al menos en cuanto a su planteamiento. Sin embrago, en paralelo, y sobre todo desde sectores neoliberales de la medicina privada se está abogando por un modelo en el que el cuidado queda relegado nuevamente a un papel subsidiario, técnico e intrascendente desprovisto de cualquier carácter científico.

Nuevamente, insisto, dicha aseveración no es producto de mi imaginación, ni de, tal como se me ha llegado a acusar, de un dogmatismo irracional. Se trata de una realidad. Para muestra, me referiré a las palabras pronunciadas por Juan Abarca Cidón, presidente de la Fundación “Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad, IDIS”, en su intervención, el pasado día 20 de febrero en Valencia, delante de las enfermeras que asistían a la celebración del Día de la Enfermería de la Comunitat Valenciana, organizado por el Consejo de Enfermería de la Comunitat Valenciana (CECOVA)[3], dijo, tras las convencionales, retóricas y falsas palabras de loa a las enfermeras, que éstas debían modificar su actual estatus para ser especialistas en todas las especialidades médicas (sic) y dejar que otras/os se encarguen de hacer lo que no es productivo aunque se tenga que hacer, refiriéndose sin nombrarlos a los cuidados. Una enfermera, por tanto, tecnológica y que pueda servir de apoyo a los médicos. Por cierto, no habló en ningún momento de promocionar la investigación enfermera, supongo que porque entiende y defiende que con apoyar a los médicos recogiendo datos para sus investigaciones posiblemente ya es suficiente y así no se distraen en “cuestiones improductivas”.

Es decir, volver al Ayudante Técnico Sanitario (ATS) que tanto añoran los médicos y el negocio de la sanidad que mercantiliza la salud. Un discurso, que fue aplaudido por la gran mayoría de las enfermeras presentes. No pido que se abuchee, ni se menosprecie, a quien así habla de las enfermeras, pero al menos no estaría de más que no se le “premiase” con un aplauso, yo no lo hice por dignidad y coherencia con lo que soy y me siento.

Siendo todo ello triste y lamentable, lo peor es que su presencia y su arenga fue pronunciada tras recibir el reconocimiento CECOVA a la implicación con la profesión enfermera (posiblemente hubiese sido más acertado que el reconocimiento fuese a la utilización de la profesión enfermera). Y tras recibirlo (fue el primero de los reconocimientos entregados) se fue. En un acto de “respeto y agradecimiento” por la distinción recibida. Sobran más palabras.

Así pues, el boyante, próspero y lucrativo negocio de la salud, quienes lo gestionan y quienes, desde la administración pública, lo promocionan, potencian y ayudan, pretenden que las enfermeras volvamos a ser las solícitas profesionales que hacen lo que necesitan y reclaman los médicos para su proyección y desarrollo profesional, además de para su negocio, claro está.

Tras escuchar tan preocupantes palabras y lamentar, que una institución, que representa a todas las enfermeras valencianas, reconozca a una persona que tiene esa imagen de las enfermeras y que modela a “sus” enfermeras en base a la misma, no dejé de pensar en si ese panorama, que acababa de ser expuesto, debía enmarcarlo en el ámbito de la anécdota o si por el contrario era una tendencia que, además, no se circunscribía exclusivamente al contexto de la empresa sanitaria privada.

Mis más optimistas pensamientos luchaban porque se tratase de un hecho aislado, circunscrito al negocio sanitario. Pero muy pronto, las evidencias de la realidad, apartaron mi optimismo, dando paso a la constatación de una tendencia cada vez más presente y poderosa en este sentido.

Emergió el recuerdo de lo que, ya en otras ocasiones, he trasladado en alguna de mis entradas. Cuando hablaba de la preocupante regresión que se está produciendo en los planes de estudio y en su consecuente traducción en el proceso de enseñanza-aprendizaje de las futuras enfermeras. La cada vez más debilitada presencia de aspectos, tan importantes para el paradigma enfermero como la ética, la humanización, la salud, la comunicación, la promoción… o la ausencia casi generalizada de conocimientos relacionados con la filosofía, la espiritualidad, el medio ambiente, la vulnerabilidad… en favor de la tecnología, las técnicas, la enfermedad, la farmacología… nos sitúan en una dirección cada vez más próxima al modelo que proclamó el anteriormente mencionado directivo médico.

Pero, si en mis anteriores reflexiones, al respecto de lo dicho, ponía el acento en la complicidad que las universidades mostraban para adecuarse al perfil de enfermeras que demandaban los sistemas de salud públicos, ahora, mi grado de preocupación aumenta considerablemente tras el referido discurso.

Es un hecho incuestionable el gran aumento de la sanidad privada en todo el contexto Iberoamericano. En España, por ejemplo, en los últimos años, sobre todo tras la COVID.19, han aumentado más de un 40% los seguros privados. Este hecho, más allá de otras consideraciones, eleva las desigualdades y pone en riesgo la sostenibilidad del sistema público de salud[4]. Y, al margen de presentimientos o sospechas, las manifestaciones antes comentadas constatan cuál es el modelo de enfermera que se demanda y por derivación, el de cuidados.

A ello hay que añadir el enorme aumento de las universidades privadas en toda Iberoamérica. Y volviendo a referir datos de España, en los últimos 26 años se han abierto 31 nuevas universidades privadas y existen 10 en espera de aprobación. Mientras que, desde 1998, no se ha abierto ninguna otra universidad pública. Esto, supone que, en breve, el número de universidades privadas será superior al de públicas. Algo impensable hace tan solo unos años[5].

Como sucede con el aumento de la sanidad privada, el de la educación superior también se traduce en mayor desigualdad y peor financiación de la universidad pública, con todo lo que eso significa. Pero, además, los intereses económicos que, no podemos ni debemos olvidar, priman sobre cualquier otro -por mucho que se lancen discursos falaces ensalzando el interés supremo de la educación- hacen que se trate de responder, cada vez más, a las demandas que provienen del negocio sanitario en auge. Además de existir, en algunos casos, conexiones empresariales evidentes entre ambos sectores que se traduce en un modelo de formación enfermera próximo a los postulados que, con total descaro, planteó, como ya he apuntado, el gestor de la Fundación “Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad, IDIS” y que no se distancia en mucho, o casi en nada, a lo que plantean, con mayor o menor claridad pero con idéntico convencimiento, todas las compañías privadas de salud, sobre el modelo de enfermera que necesitan y exigen. Por tanto, el mensaje acaba calando en las universidades, que se pliegan a los intereses económicos o empresariales, priorizándolos a los derivados de las necesidades de la comunidad en su conjunto. El resultado se traduce en una línea de enseñanza aprendizaje cada vez más tecnológica y medicalizada y, en consecuencia, con una pérdida de la identidad enfermera, del valor de los cuidados y de la humanización de la atención. A este respecto, es bueno adelantarse a las argumentaciones de las excepciones, ya que las excepciones, no hacen más que confirmar las generalidades.

A todo esto, hay que añadir el descenso progresivo en la captación de estudiantes que quieran cursar los estudios de enfermería que, siendo cierto, se comporta de manera variable en función de países, no es menos cierto, que es una constante en todos ellos. Por otra parte, hay que destacar el alarmante aumento de la tasa de abandono de las enfermeras ya tituladas[6]. Algo que no tan solo pone en peligro la cobertura de las plazas necesarias de enfermeras en los sistemas de salud, sino que, además, en este caso también, las desigualdades afloran, dado que cada vez existe un mayor número de plazas de difícil cobertura, por razón de distancia, falta de accesibilidad, territorios despoblados, bajos salarios…y por la concentración de la sanidad privada en las grandes urbes que captan una importante cantidad de las, cada vez, más escasas enfermeras, fascinadas por ese modelo, a la par, tecnológico y subsidiario al que sucumben.

Por tanto, el modelo de enfermera profesional de cuidados, basado en un paradigma propio, con autonomía y con una gran responsabilidad, pero, al mismo tiempo, con una escasa valoración y débil apoyo institucional, es cada vez menos atractivo y está más devaluado, para las nuevas generaciones. Por su parte, las enfermeras ya tituladas que no abandonan, caen en el desánimo, la inacción, el inmovilismo y tienden a ocupar un espacio de confort en el que la obediencia, la docilidad, el pensamiento acrítico, la ausencia de iniciativa… se imponen a la motivación, el compromiso, la implicación, el análisis científico, el pensamiento crítico… que conduce hacia un modelo de rutina tecnológica y con una importante deriva de los cuidados profesionales.

Ante esta realidad, está otra incuestionable realidad como la del aumento de demanda de cuidados, que provoca un “mercado” de enfermeras entre países “productores” y países “desabastecidos” de enfermeras, que hace emerger nuevamente las desigualdades. Desigualdades que, en este caso, afectan tanto a las personas a las que se atiende -por la mala gestión que se hace de las cada vez más escasas enfermeras- como a las propias enfermeras que sufren la precariedad de los contratos, el estrés, el burnout, la falta de conciliación familiar, el déficit de salud mental… que se incorporan como factores evidentes de desmotivación y abandono.

Por otra parte, la burocracia, la falta de voluntad política, la ausencia de estrategias globales… provocan un retraso, tan injustificado, como evitable, de los procesos de homologación de títulos entre países del entorno Iberoamericano que podría salvar, en parte, algunas de los problemas comentados. De tal manera, que comprobamos como, el plazo normativo para la gestión de homologación de títulos está establecido en España en un máximo de 6 meses, pero que sin embargo no es inferior a los 2 años, pudiéndose prolongar hasta los 5 años. Pero al margen de las razones ya apuntadas, hay que destacar, también, la ausencia de unos criterios homogéneos de certificación de los estudios entre países. De tal manera que, en muchas ocasiones, la certificación de los estudios, expedida por las universidades Latinoamericanas, no refleja el número de horas y/o créditos realizados en práctica o internado clínico. Provocando, sistemáticamente, que se rechace la homologación y se exija, a la enfermera solicitante, realizar las prácticas clínicas que no se certifican, aunque en la mayoría de las ocasiones, sino en la totalidad, han sido realizadas en sus países de origen. Este problema, podría salvarse si en las universidades de Perú, México, Colombia, Argentina… se certificasen todas las horas teóricas y prácticas. No parece algo tan complicado y sin embargo se mantiene esta inercia más allá de lo estrictamente razonable.

Así pues, las enfermeras latinoamericanas que vienen a trabajar a España como tales, se ven abocadas a hacerlo como personal auxiliar, en el mejor de los casos, como cuidadoras en el ámbito familiar, empleadas domésticas…en condiciones de precariedad. Lo cual supone una gravísima pérdida de talento y de recurso profesional muy necesario que lleva, en muchas ocasiones, al abandono definitivo de la profesión por parte de dichas/os profesionales. De tal manera que la migración, también en este caso, se incorpora como un factor de riesgo que podría evitarse con una gestión global coordinada en el contexto Iberoamericano.

Este problema, con serlo, supone, a mi modo de ver, otro aún mayor, como es el de contribuir a la deriva de los cuidados profesionales, relegándolos nuevamente al ámbito doméstico y ligados a la mujer como rol social de género impuesto. Influyendo en la autopercepción y la identificación de los demás, en las interacciones, la distribución del poder y de los recursos. Los cuidados, pues, lejos de ser dignificados, sufren la desidia, el olvido, el desprecio, la desvalorización… de quienes los perciben como una amenaza a su narcisismo disciplinar. Rebajándolos al servilismo de sus exigencias, por mucho que lo disfracen con falsos halagos de encantamiento. Algo que, además, es tolerado y asumido por las/os gestoras/es de los sistemas sanitarios colonizados por quienes, precisamente, atacan la dignidad de los cuidados o tratan de apropiarse de ellos para adaptarlos a las premisas de su paradigma patogénico.

Seguro que existen más variables y factores que influyen negativamente en el deterioro de la formación y la práctica enfermera, pero para muestra estos botones que configuran un “vestido” -el de enfermera- que cada vez tiene más defectos de confección y resulta más incómodo de vestir, por lo que se suele sustituir por prendas más cómodas y baratas, aunque evidentemente alejadas de las propiedades, deseadas y esperadas, del “patrón” original.

Una vez más, identificamos elementos, aspectos, hechos… que sustentan y refuerzan la necesidad de configurar un contexto Iberoamericano de enfermería que sea capaz de situar a las enfermeras y a sus cuidados en el plano que les corresponde. ¿A qué esperamos para concretarlo?

Ojalá y el IMACU, sirva para que el marco de cuidados no se quede tan solo en una pieza que rodee una imagen estática, la de los cuidados, y se convierta en un espacio real en el que encajar una puerta abierta al desarrollo, la visibilidad y la valoración de los cuidados enfermeros para que los mismos, sirvan de referencia y sean asumidos, aceptados y sentidos como identidad del modelo de enfermera que nunca debiera perderse o desdibujarse, a pesar de las permanentes tentaciones y pretensiones de usurpadores de la salud y mercaderes o banqueros de la enfermedad.

[1] Conocido como Horacio, fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina (65 a. C. – 27 a. C.).

[2] https://www.sanidad.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=5948 

[3] https://portalcecova.es/noticias/notas-de-prensa/el-reconocimiento-a-la-enfermeria-debe-traducirse-en-mejoras-laborales-y-en-su-mayor-presencia-en-la-toma-de-decisiones-en-el-sistema-sanitario-2025

[4] https://www.ivie.es/en_US/el-aumento-en-un-40-del-gasto-en-sanidad-privada-eleva-las-desigualdades-y-pone-en-riesgo-la-sostenibilidad-del-sistema-publico-de-salud/ 

[5] https://elpais.com/expres/2024-10-27/las-universidades-privadas-estan-a-un-paso-de-superar-a-las-publicas-que-ocurre-en-la-educacion-superior-en-espana.html

[6] https://www.facebook.com/sanidadregionalugt/photos/-ugt-news_-vol-1-n%C2%BA-2-la-sanidad-andaluza-entre-las-ratios-m%C3%A1s-baja-de-espa%C3%B1a-de/1113543670565883/?_rdr

DE LEYES Y PARADOJAS La importante variable de los cuidados

                                                            “Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas.”

Honoré de Balzac[1]

 

Ahora que está planteándose la elaboración de una denominada Ley de ratios, me parece importante reflexionar sobre qué se pretende y qué se quiere conseguir con esa Ley.

Venimos de oír de manera permanente y machacona, la reivindicación de falta de médicos y enfermeras, a las que ahora se han unido los psicólogos, entre otras/os profesionales en el ámbito de la salud.

Se han manejado y se siguen manejando los datos que determinados organismos nacionales e internacionales publican periódicamente sobre el número de profesionales asignadas/ a un número de población determinada. Y según esos datos existe una carencia clara de enfermeras y un excedente de médicos con relación a los números del resto de países sobre los que se lleva a cabo el análisis. Estos estudios, pues, son utilizados para argumentar la reivindicación de más enfermeras o para cuestionar su validez, por parte de los médicos, por entender que son datos sesgados que no se corresponden con la realidad de nuestro contexto.

Pero, más allá de la validez de los estudios comentados y de la percepción que cada colectivo pueda tener sobre la falta de profesionales, lo que es una realidad es la falta de criterios serios y rigurosos que justifiquen la asignación de profesionales, más allá de las que van ligadas a un número determinado de población con independencia del contexto, de las necesidades, de los cuidados, de la vulnerabilidad, de la accesibilidad… entre otras variables que no se contemplan en ningún caso. Lo que acaba generando que existan centros o servicios sobredimensionados en contraposición a otros infradimensionados. Que es lo que suele suceder cuando se da café para todos, aunque no a todos les guste, lo necesiten, lo aprecien o lo merezcan.

Porque lo que se está reclamando, con argumentos no siempre serios y con razones sustentadas en falacias, medias verdades, trampas o argucias, es que haya un aumento lineal de profesionales.

En este sentido, pues, seguir esgrimiendo el exceso de demanda, el colapso de los servicios, la falta de tiempo… sin hacer un análisis profundo y riguroso sobre cuáles son las verdaderas causas que generan todos esos problemas y esquivando permanentemente realizar una autocrítica sobre cuál es el peso que sobre los mismos tiene la actuación de las/os profesionales, es una irresponsabilidad y una falta absoluta de ética, que se asume con absoluta normalidad a pesar de lo reprobable que resulta.

Porque el aumento de la demanda y el colapso que genera, no es algo que se produzca de manera casual, ni mucho menos es producto de la irresponsabilidad de las personas que acceden a los servicios o que demandan atención, como se relata insistentemente tratando de tirar balones fuera.

El paternalismo, el protagonismo profesional, la resistencia a la participación en la toma de decisiones por parte de las personas, la abusiva e innecesaria medicalización, el uso indiscriminado de la tecnología… con los que se ha actuado durante décadas por parte, fundamentalmente de los médicos, son las verdaderas razones, aunque no se quieran reconocer, que han conducido a un mal uso de los recursos de atención, por parte de la población, y a un posicionamiento de victimismo permanente, por parte de las/os profesionales. Lo que conduce a una vía muerta en el que la inacción, el inmovilismo y la queja permanente son la única respuesta que se plantea. Y cuando no, se esgrime un mantra calculado y malicioso, en base al que se reclama un tiempo mínimo y estándar de atención, por parte de quienes no saben o no quieren gestionar el tiempo del que disponen con criterios de priorización y planificación. Todo lo cual conduce a un caos que, paradójicamente, es utilizado como bumerang para reclamar más profesionales. Se genera la tormenta perfecta para lograr sacar provecho. A lo que hay que añadir la utilización vergonzosa que hacen de la población captándola, con engaños, como aliada de sus reivindicaciones en contra del sistema y de quien lo gestiona. Gestión que, de nuevo paradójicamente, está en manos de profesionales de la misma disciplina que reclama, y que no son capaces de satisfacer sus demandas, pero tampoco de solucionar el problema de un modelo caduco, ineficaz e ineficiente, que mantienen. Lo que da lugar a pensar que ni pueden contentar a los “enfadados” ni quieren cambiar el modelo que ellos mismos, como colectivo, han diseñado, manipulado y mantenido a pesar de su evidente deterioro.

Por otra parte, los mismos que se quejan de una abrumadora demanda y un estrés permanente, defienden con un celo enfermizo y exento de argumentos razonables y racionales, su amurallado marco competencial por entender que se les intenta invadir y usurpar. De tal manera que actúan como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. La resistencia a que otras/os profesionales asuman competencias o que accedan a puestos de toma de decisiones que, en ambos casos, ellos consideran de su absoluta exclusividad, conduce a situaciones kafkianas que tan solo se sostienen gracias al mantenimiento de normativas como el Estatuto Marco, la Ley del Medicamento o la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), entre otras, que protegen sus posicionamientos, negándose a que se cambien. Así pues, cuestionan que una enfermera pueda diagnosticar y prescribir una infección de orina, pero admiten que pueda hacerlo la Inteligencia Artificial. Cuestionan que una enfermera gestione, a pesar de tener competencias, capacidad y méritos para hacerlo, exponiendo como única razón el que sea enfermera, mientras asumen y aceptan que lo haga un biólogo, un economista o un arquitecto. Cuestionan que una enfermera pueda tomar decisiones sobre los problemas de salud que afronta, argumentando que son competencia clínica exclusiva de ellos, mientras admiten que los farmacéuticos hagan negocio en base a ese mismo afrontamiento. No cubren las plazas ofertadas de especialización en medicina familiar y comunitaria por no serles de interés, pero se atrincheran en defensa del espacio que han constituido y construido como exclusivo, aunque ello suponga su progresivo deterioro. Y así podría seguir relatando excentricidades, incoherencias, disparates… de igual o parecida magnitud, a pesar de los múltiples ejemplos que contradicen y ridiculizan sus posicionamientos en muchos países, en los que estas cuestiones no es que estén plenamente superadas, sino que se consideran algo natural y racional.

En este escenario de permanentes y caprichosas demandas, similares a las de un/a niño/a que patalea para lograr el caramelo, últimamente se ha incorporado, aprovechando la “moda de la salud mental”, la reivindicación de los psicólogos para que se aumente el número de dichos profesionales como única forma de solucionar los problemas de salud mental en todos los ámbitos de nuestras vidas – escolar, laboral, ocio, desastres…- Sin duda, se ha identificado un nicho de empleo fantástico del que se excluye sistemáticamente a otras/os profesionales, como las enfermeras especialistas en salud mental. Enfermeras que, aun teniendo los conocimientos, las habilidades y las competencias para responder con total garantía y calidad a muchas de las necesidades de salud mental, desde una perspectiva de atención integral y de cuidados alejada de los psicofármacos que se están utilizando como remedio universal, se siguen ignorando.   

Ser facultativo se deriva o depende de la facultad o poder para hacer algo y no el TODO que sería lo que otorgaría dicha facultad a una sola disciplina. Lo mismo que ser doctor es un grado académico que no es exclusivo de ninguna disciplina y por tanto no debería ser utilizado de manera excluyente como se hace. Estaría bien que dejasen ya de ejercer su absolutismo disciplinar y pasasen a asumir la competencia compartida en la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la atención, la rehabilitación y la reinserción de las personas. Posiblemente, si fueran capaces de asumir con humildad que la salud es demasiado importante para que tan solo ellos puedan decidir qué hacer y quién debe hacerlo, se empezaría a poder solucionar algunos de los males que afectan a la salud y al sistema de salud que tan enfermo está.

Todo este cúmulo de despropósitos que utilizan, sobre todo, aquellas organizaciones que dicen representar a los médicos, no tan solo paralizan el sistema y conduce a un empeoramiento progresivo del mismo, sino que genera un enfrentamiento que, en realidad, no existe en la gran mayoría de los centros y servicios en el día a día del trabajo compartido. Pero que tienen el cuajo de emplearlos para reclamar un aumento de plazas que no se sostiene, pero que se mantiene como discurso corporativista y antienfermero.

Que nadie se lleve a engaño, ni caiga en el canto de sirenas de estos manipuladores. El aumento de profesionales, con ley de ratios o sin ella, no va a solucionar el problema actual del sistema de salud. Se ha demostrada en todas aquellas ocasiones que, habiendo sucumbido a sus reclamaciones, se aumentaron el número de profesionales, a bulto, sin que ello modificase en absoluto la situación y contribuyese no ya a su solución, sino ni tan siquiera a su mejora. Blanco y en botella.

Porque plantear una Ley de ratios sin previamente haber ordenado la profesión enfermera en la que sigue sin definirse las competencias que deben asumir las enfermeras especialistas con relación a las generalistas. Sin que se sigan sin creen plazas específicas de especialistas. Sin que se conozca las enfermeras que trabajan en el sistema y dónde lo hacen. Sin que se garantice que las enfermeras especialistas podrán trabajar en el ámbito de su especialidad. Sin que se adecuen las plazas de formación especializada en base a criterios de necesidades reales y no de intereses políticos. Sin que se pondere la complejidad de cuidados. Sin que se identifique la vulnerabilidad. Sin que se revise el actual modelo de formación especializada enfermera que está mediatizada y subsidiada a la especialización médica en unas unidades multiprofesionales que no garantizan la calidad de dicha formación. Sin que se revisen los planes de estudios de las enfermeras en la universidad que permitan responder a las necesidades de cuidados de la comunidad y no a las del sistema de salud como principal “contratante”. Sin que se tenga en cuenta la dispersión geográfica… es, no tan solo una temeridad, sino una absoluta barbaridad que acarreará que, la supuesta Ley, nazca muerta o herida de gravedad.

Mientras se sigan manteniendo posicionamientos que obedecen tan solo a intereses corporativos de lobbies perfectamente identificados e igualmente admitidos y tolerados, va a resultar muy complicado avanzar en la mejora del sistema de salud.

No se trata tanto, que también, de un problema de personal, como de un problema estructural y de organización.

Si en lugar de escuchar y hacer caso a las voces de la ignorancia y la mediocridad, se tuviese la capacidad de observar, escuchar y tomar decisiones razonables y razonadas, cuando esas se elevan en medio del caos que provocan, a lo mejor, se podría empezar a tener alguna esperanza de avance y cambio. Si, por el contrario, en un contexto donde dichos lobbies siguen chillando para silenciar al resto y ser escuchados ellos exclusivamente, se tuviese el valor de la calma, el discernimiento y la paciencia como herramientas para actuar con sabiduría, a lo mejor, se acabaría con locura del disparate. Pensar y asumir que, por el hecho de tener una determinada titulación, se tiene el derecho y el privilegio de decir y hacer todo aquello que se les ocurra, sin tener en cuenta que la inteligencia, no la otorga los títulos logrados o los supuestos conocimientos adquiridos, resulta también necesario que se tenga en cuenta. Es preciso, pues, que recordemos siempre que no es necesario demostrar nada a quien no está dispuesto a escuchar. Tan solo desde esa actitud, que tiene poder y dignidad, será posible vencer a la mediocridad que se dedica a chillar pensando que de esa manera va a tener más razón o va a ser más respetado, cuando lo que pasa es que se pone de manifiesto el ruido de su ignorancia y el temor de su intolerancia, pero que lamentablemente sigue vigente logrando sus propósitos.

El Sistema de Salud tiene que dejar de ser, de una vez para siempre, el cortijo de unos pocos en detrimento de la mayoría. La salud es demasiado importante para que siga siendo negada desde la trascendencia de la enfermedad y el protagonismo de quienes la protegen. La salud es demasiado importante para que nadie intente asumir en exclusiva su propiedad facultativa.

En una sociedad que demanda cada vez más cuidados. En un sistema de salud en el que los cuidados son fundamentales en todos los ámbitos de atención. En un contexto político y económico en el que los cuidados son la base de la atención… seguir negando su valor, invisibilizando su existencia, relativizando su aportación, supone un error de consecuencias muy graves para la salud de las personas, las familias y la comunidad, que no debería seguir aceptándose como algo inevitable. Resulta, por tanto, fundamental que el marco estratégico de cuidados (IMACU) sea lo antes posible una realidad que permita articular la atención a la salud y facilite que la asignación de profesionales deje de obedecer a intereses corporativos para ajustarse a necesidades reales y sentidas de las personas y no a las percibidas exclusivamente por las/os profesionales, sean estas/os las/os que sean.

La Ley de ratios, debe vencer las paradojas, los sofismas, los mantras y todo aquello que persista en ocultar una realidad que a algunos no les gusta y por tanto, se esfuerzan en construir otra paralela en la que seguir disfrutando de su zona de exclusivo confort. Porque como dijera Platón[2] “el legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos”.

Sin duda, las presiones son muchas, pero las razones que lo aconsejan son más potentes y deberían superarlas si, a pesar de todo, se cuenta con la coherencia y la voluntad política, profesional y social de quien tiene la responsabilidad y capacidad de llevarlo a cabo, acabando, de una vez por todas, con las paradojas, los sofismas y las mentiras.

[1] Novelista y dramaturgo francés, representante de la llamada novela realista del siglo XIX (1799-1850)

[2] Filósofo griego seguidor de Sócrates​ y maestro de Aristóteles (427 a.C. – 347 a. C.).

A PROPÓSITO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA Más allá de las probetas, los cuidados.

                                                                   

                                                                         A todas las mujeres científicas, y en especial a las enfermeras, que han sido y siguen siendo silenciadas en nombre de la ciencia.

 

                                                           “La ciencia es una empresa que sólo puede florecer si se pone la verdad por delante de la nacionalidad, la etnia, la clase, el género y el color”

John C. Polanyi[1]

 

Celebramos un nuevo día internacional. En este caso el de la mujer y la niña en la ciencia.

Considero que es muy importante que se visibilice y valore la aportación, no tan solo significativa, sino trascendental de las mujeres a la ciencia. Y no menos importante, el primordial desarrollo de estrategias que trasladen la necesidad de derribar estereotipos y tópicos que siguen estableciendo una clara barrera en la identificación, por parte de las niñas, de lo que es y significa la ciencia, en su más amplio sentido del término, determinando, sin lugar a dudas, que se sigan manteniendo compartimentos estanco con relación al ideario que niñas y niños van construyendo en torno a sus elecciones profesionales de futuro y que tienen fiel reflejo en los juegos, los juguetes, los mensajes, los cuentos, la educación, la información, los comportamientos… que siguen presentes en nuestras sociedades.

Así pues, creo que más allá de la celebración puntual y sistemática del día conmemorativo, éste debería ser tan solo un acto que permitiese reflexionar anualmente sobre las acciones llevadas a cabo y los resultados, que en su caso, se hayan logrado. Lo contrario nos conducirá a una permanente sensación de fracaso y frustración, cuando no de abandono o rechazo tal como ya se está produciendo en diferentes contextos y ámbitos en los que la ciencia vuelve a instrumentalizarse como un arma machista contra las mujeres al considerarla como una ideologización por parte de quienes, paradójicamente, la utilizan como tal en sus planteamientos negacioncitas y contrarios a los derechos fundamentales de las mujeres[2],[3].

De inicio, creo que debemos reflexionar seriamente sobre la división aún existente, entre profesiones femeninas y masculinas que marcan de manera muy clara las opciones de elección de las mismas por parte de las/os niñas/os y las/os jóvenes.

El ideario social que sobre determinadas profesiones se sigue manteniendo en base a los roles asignados a niñas y niños desde prácticamente su nacimiento, es un claro hándicap a la hora de establecer una igualdad que sigue siendo más un deseo que una realidad. Desde esta perspectiva los cuidados, ligados a la salud o a la educación, han determinado la asignación de género tanto de las profesiones como de quienes acceden mayoritariamente a ellas, generando graves problemas de identidad, abandono o colonización de diferentes ámbitos profesionales -fundamentalmente los de mayor responsabilidad o visibilidad-, en los que, a pesar de la abrumadora proporción de mujeres, son los hombres quienes los ocupan… Problemas que acaban por determinar una desvalorización de las profesiones en su conjunto y de las competencias propias de sus respectivas/os profesionales. Por su parte los hombres que eligen dichas profesiones, en muchas ocasiones, tratan de masculinizar las mismas en un intento fallido, innecesario, antinatural y reaccionario. Porque no hay que confundir la importante aportación de las masculinidades, con la imposición de patrones y normas de comportamiento machistas. Es por ello que a día de hoy, en pleno siglo XXI, parece incomprensible que siga existiendo una identificación de los cuidados al margen de la ciencia y por derivación que quienes ejercen las profesiones ligadas a los cuidados no se consideren científicas/os.

Por otra, es cierto, que profesiones masculinas, históricamente ocupadas casi exclusivamente por hombres, han evolucionado hacia una incorporación progresiva de mujeres que, en algunos casos incluso, ha supuesto que sean mayoritarias donde antes eran residuales o inexistentes. Sin embargo, este significativo cambio no ha supuesto que se haya modificado el género de las profesiones que, lamentablemente, siguen siendo marcadamente masculinas, cuando no machistas. Este hecho supone que las mujeres que se incorporan a las citadas profesiones, lejos de cambiar sus comportamientos, los asumen como propios, perpetuando e incluso reforzando los roles masculinos que suelen generar relaciones de poder, exclusividad y exclusión tan características de las mismas. De tal manera que incluso se autoexcluyen de las ciencias comunes a las que pertenecen al entender que ellas son una ciencia única que no puede “mezclarse” con ciencias que consideran menores, en el mejor de los casos, o que desprecian mayoritariamente como tales. Pero, lo que resulta aún más incomprensible, triste y preocupante, es que la propia ciencia, en general, las universidades como cuna de la ciencia, y la sociedad, lo asuman como natural y no tan solo lo acepten, sino que lo favorezcan, contribuyendo a una, cada vez mayor, radicalización y división de género entre profesiones y profesionales[4].

Lo apuntado, permite entender que los hombres que deciden estudiar enfermería o magisterio, por ejemplo, se revuelvan y se sientan heridos en su masculinidad si se les denomina enfermeras o maestras o se les asocie con el cuidado, sobre todo aquel que socialmente está más relacionado con la mujer. O que las mujeres que estudian medicina se autodenominen como médicos, como respuesta ligada al subconsciente masculino de la medicina que ejercen. Algo que, más allá de una anécdota, es un claro ejemplo de las respuestas machistas de las disciplinas, que son trasladadas de manera automática y potente, a la imagen e identidad que la sociedad tiene de las/os profesionales que las ejercen. Nadie llama, por ejemplo, a una médica, chica o nena, como se hace tan habitualmente cuando se dirigen a las enfermeras.

Todo lo cual, además, se reproduce, de manera tan clara como descarada, en acciones como la que un medio de comunicación, en un torpe intento por mostrarse inclusivo e igualitario, lo que hace es ejercer exclusión hacia una parte de las/os profesionales a quienes, supuestamente quiere reconocer, en el premio de las Sanitarias, constituyendo un Jurado de mujeres líderes en el que no hay ni una sola enfermera. Posiblemente porque consideren que entre las enfermeras no existen mujeres líderes[5].

Por último están aquellas profesiones que socialmente siempre han sido asignadas a los hombres por razones tan irracionales como reprochables, ligadas a la identificación de la mujer como ser inferior, de menor nivel intelectual, de peor capacidad de trabajo… por lo que no estaban capacitadas para estudiar y mucho menos trabajar como profesionales de dichas disciplinas. Por tanto, se han convertido en reductos masculinos en los que las mujeres no tan solo deben trabajar por superar unos estudios que, más allá de su complejidad, han sido revestidos de una dificultad artificial para otorgarles mayor reconocimiento científico y social, sino que deben demostrarlo de manera más contundente que sus compañeros, al seguir presente la idea de que dichos estudios no está al alcance de las mujeres, lo que propicia una “reserva natural y protegida” de masculinidad.

Pero, más allá, de esta separación de género disciplinar/profesional, debemos destacar lo que continúa siendo un imaginario común en relación con la Ciencia. Tan solo hay que ver las imágenes relativas a la conmemoración de la mujer y la niña en la ciencia, en las que de manera prácticamente general se relaciona a la Ciencia con los tubos de ensayo, las probetas, los laboratorios o los microscopios, de tal manera que toda disciplina que no se relacione con dichos instrumentos, queda sistemáticamente excluida de la Ciencia, al menos de manera gráfica, que es tanto como decir que es el resultado de ser aceptado y asumido como algo normalizado.

Por otra parte la ciencia se ha asimilado, de manera casi automática y exclusiva, con la investigación positivista. De tal manera que toda aquella investigación que no se ajuste a los parámetros cuantitativos es minusvalorada o ignorada.

De tal manera que, nuevamente, se establece una separación, al margen de la ciencia, la razón, la evidencia e incluso el respeto, entre disciplinas que se reconocen indefectiblemente como científicas y aquellas otras que luchan por ser consideradas como tales, pero a las que les resulta muy difícil conseguirlo por las concepciones preestablecidas que siguen generando una permanente barrera para su identificación y valoración a nivel social, institucional, económico… que finalmente genera desigualdad en muchos aspectos pero de manera muy especial establece una clara separación de género, con consecuencias que van mucho más allá de la ciencia.

La importancia de las mujeres y las niñas en la ciencia, supone mucho más que el reduccionismo científico establecido y que, lamentablemente, se asume como lógico y natural. La Sociología, la Historia, la Filología, la Filosofía, la Pedagogía, la Enfermería… son ciencias tan dignas, rigurosas o respetables, como cualquiera otra, No reconocerlas, valorarlas o respetarlas como tales, supone despreciar aspectos tan fundamentales como la ciencia que se encarga del análisis científico de la sociedad humana (Sociología), la ciencia que estudia los sucesos del pasado a través de sus diferentes fuentes y metodologías (Historia), la ciencia que estudia las culturas tal como se manifiestan en su lengua y en su literatura (Filología), la ciencia que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad (Filosofía), la ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza, especialmente la infantil (Pedagogía), la ciencia encargada del cuidado en salud humana (Enfermería). Lo que nos lleva a relegar al olvido a la propia sociedad y su pasado, sus tradiciones y lenguas, el conocimiento humano, la educación como vehículo de desarrollo y crecimiento para lograr un pensamiento crítico, o el cuidado como respuesta a las múltiples necesidades humanas de las personas, las familias o la comunidad. Si todo esto lo ignoramos como ciencia, lo relegamos a un plano de intrascendencia, subestimamos sus aportaciones o las negamos, desacreditamos su complejidad o la subsidiamos a otras ciencias… estamos negando a la ciencia como conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente, más allá de los laboratorios o los estudios cuantitativos.

Querer, como tristemente se hace, utilizar a la Ciencia contra la propia Ciencia es una estrategia mezquina, perversa y desestabilizadora de la vida humana y de las sociedades en que se desarrolla, por intereses que nada tienen que ver con fines científicos, sino con objetivos oportunistas, economicistas, de luchas de poder, de autoritarismo y finalmente de desprecio por y hacia la ciencia. Si a ello añadimos la, aún más despreciable si cabe, utilización que de la mujer se hace con relación a la ciencia y el intento por relegarla junto a las consideradas ciencias “menores” al ostracismo, nos encontramos con una clara maniobra de manipulación que se vende como respuesta salvadora a la amenaza feminista y científica, cuando realmente lo que se pretende es subyugar, es decir, avasallar, sojuzgar y dominar, tanto a la ciencia como a la mujer, por considerarlas enemigas de la supremacía masculina y del imperialismo neoliberal.

Ni la ciencia, ni las mujeres, son moneda de cambio de nada, ni instrumentos para la confusión y la confrontación, ni realidades que puedan modelarse de manera caprichosa, ni están al servicio de ninguna ideología.

Por todo ello resulta necesario e imprescindible que se reconfiguren los mensajes, se analicen los contenidos, se reformulen los planteamientos, se establezcan criterios de equidad, igualdad y libertad reales, se modifiquen las normas y los valores que rigen la perspectiva de género y la ciencia, si realmente queremos que tanto las mujeres y las niñas como la ciencia adquieran el valor que tienen y no tan solo el que se les quiere otorgar para responder a las oligarquías políticas que tratan de establecer un nuevo orden a través del caos.

Trabajemos para lograr la dignidad y respeto que merecen las mujeres y las niñas. Para que contribuyan a dignificar la ciencia que permita mejorar la vida de las personas, al margen de juegos de intereses sin interés alguno por las mujeres y la ciencia.

Nadie por el hecho de ser de uno u otro género o por ser profesional de una u otra ciencia, es mejor que nadie. La capacidad, la competencia, la responsabilidad, no son exclusivas por razones de género o ciencia.

Enfermería, como ciencia/disciplina y profesión femenina que es, al margen de quienes sean sus profesionales, merece ser considerada, valorada y respetada como ciencia, lo que conllevaría a que se considerase, valorase y respetase a las mujeres y a la ciencia, como corresponde. Lo contrario es atentar contra la dignidad humana y la evidencia científica.

[1] Frase adaptada de la dicha por el químico canadiense, de origen húngaro, galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1986 (1929): “La ciencia es una empresa que sólo puede florecer si se pone la verdad por delante de la nacionalidad, la etnia, la clase, y el color”

[2] https://www.eldiario.es/sociedad/borrado-ciencia-debemos-defender-agridulce-11-febrero_129_12042290.html

[3] https://www.nytimes.com/2025/02/02/upshot/trump-government-websites-missing-pages.html

[4] https://sindicatomedicoclm.es/estatuto-propio-para-la-profesion-medica-y-facultativa-del-sistema-nacional-de-salud/

[5] https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/un-jurado-de-mujeres-lideres-para-los-viii-premios-sanitarias-5372?utm_source=redaccionmedica&utm_medium=email-2025-02-12&utm_campaign=boletin

NEUTRALIDAD Y POLÍTICA Aranceles de Cuidados

                                                                                      A mi hermano Carlos, a quien tanto admiro y del que tanto aprendo. Ni puedo ni quiero, en este caso, ser neutral.

 

“Si la neutralidad sigo,

a andar solo me condeno,

porque el neutral nunca es bueno

para amigo ni enemigo.”

Pedro Calderón de la Barca[1]

 

Tal como trasladaba en mi reflexión del pasado 24 de enero (https://efyc.jrmartinezriera.com/2025/01/21/el-cuidado-de-la-libertad-mas-alla-de-una-estatua/ ), las decisiones, o mejor dicho imposiciones, que, de manera inmediata y precipitada, estaba adoptando el recién nombrado presidente de los EEUU y, en concreto, aquellas que de manera directa o indirecta van a tener un impacto en la salud de la población, generan incertidumbre, alarma e inquietud.

Se puede creer que la distancia geográfica es un factor que nos protege de cualquier efecto a quienes nos situamos en contextos ajenos o lejanos. Sin embargo, esta percepción es, no tan solo fallida, sino que incluso me atrevo a decir que es claramente irresponsable.

Pensar que los efectos generados por esas imposiciones, sobre la salud de la población, queda limitada por la distancia geográfica, en un contexto de extrema globalización, es no entender o querer ignorar el alcance y magnitud de las mismas.

En este sentido, recientemente, la Academia Americana de Enfermería (American Academy of Nursing) trasladó, en un mensaje de su Presidenta Linda D. Scott y su Directora Ejecutiva Suzanne Miyamoto, la profunda preocupación por las órdenes ejecutivas del Presidente de los EEUU y las directrices y normas que de las mismas se derivan. Nuevamente podemos pensar que la preocupación de la Academia Americana se circunscribe al territorio y población de los EEUU y que el resto podemos seguir actuando como meros espectadores de un panorama tan preocupante como indignante. Al respecto, hay varias consideraciones que considero deberíamos tener en cuenta. En primer lugar, la Academia Americana de Enfermería (ANA) está conformada por más de 3.200 líderes de enfermería en políticas, investigación, gestión, atención y docencia, que no comparten, evidentemente, una única tendencia política ni tampoco ideológica. Esto significa que, con independencia del voto que algunas/os, pocas/os o muchas/os, de sus miembros pudiesen haber emitido en favor del actual Presidente de los EEUU, la ANA se sitúa por encima de las opciones ideológicas y se posiciona claramente con relación a las imposiciones que se están ejerciendo. Por otra parte, la ANA, la componen representantes de más de 42 países, es decir, no tan solo está integrada por enfermeras norteamericanas, otorgando a la ANA una visión global evidente que desmonta el argumentario de quienes consideran que lo que está sucediendo en EEUU es tan solo un asunto interno de los EEUU, que no tiene repercusión más allá de sus fronteras. Una visión tan reduccionista como irreflexiva ante tan grave situación global.

Así pues las cosas, cabe plantearse algunas consideraciones al respecto. Por una parte y ciñéndonos al ámbito español, la respuesta que la ANA ha tenido con relación a las decisiones comentadas ha sido inmediata y contundente. En nuestro país, al margen de lo que está pasando en EEUU, en determinados territorios autonómicos se están tomando decisiones que ponen en peligro la sanidad y la educación públicas, el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, la diversidad de género, la perspectiva de género, la lucha contra la violencia de género, el cambio climático, la xenofobia, la LGTBIfobia, la criminalización de la población migrante, los constantes bulos y mentiras… A pesar de lo cual, nuestros, en teoría al menos, máximos representantes profesionales enfermeros, no se manifiestan, ni posicionan. Como si nada de dichas decisiones, actitudes, o incluso normativas, tuviese mayor trascendencia para la salud de las personas, las familias o la comunidad. Adoptan la postura cómoda, ambigua y defensiva, de escudarse en una supuesta y falsa neutralidad política que ni es real ni tiene fundamento alguno que justifique el silencio y la inacción.

Por su parte, en el contexto iberoamericano, que está muy condicionado y afectado por algunas de las imposiciones que desde la Casa Blanca se están adoptando por razones por todos conocidas, se mira hacia otro lado para “no molestar al poderoso”. Argumentando que, desde las organizaciones científicas/profesionales, no se debe entrar en consideraciones políticas. Argumento tan manido como débil que, como anteriormente comentaba, tan solo obedece a una manifiesta ambigüedad para evitar ser identificados como “activistas incómodos”. Como si la salud no tuviese nada que ver con la política o la política y quienes la gestionan no tuviesen nada que ver con la salud.

Sinceramente, creo necesario hacer un análisis riguroso de nuestra actitud como colectivo, pero también a nivel individual, con relación a determinadas decisiones que afectan de manera tan evidente a la salud y el bienestar de la población. Refugiarnos en nuestra zona de confort, desde la que insonorizamos nuestras conciencias y silenciamos nuestros sentimientos, no es ni la solución, ni lo que, como enfermeras, nos corresponde hacer. Tenemos una responsabilidad, un compromiso, una obligación ética y profesional con la sociedad a la que ni podemos ni debemos dar la espalda, olvidar o, lo que es peor, confundir, cuando no engañar, con argumentos fallidos, tratando de convencernos de que lo mejor es no hacer ni decir nada.

La justicia social, la pobreza, la educación, la accesibilidad, los derechos humanos, la libertad, la dignidad humana… no pueden pasar a ser considerados tan solo como conceptos abstractos o etiquetas que se utilizan para conformar mensajes de conveniencia en momentos puntuales. Son realidades sociales, familiares, individuales, comunitarias… que están íntimamente ligadas con los cuidados que, como enfermeras, debemos prestar.

El problema está en el desprecio que, desde las políticas neoliberales, negacionistas, mercantilistas, autoritarias, fascistas…, se vierte sobre dichos conceptos, que realmente son valores, degradándolos, mancillándolos, manipulándolos, manoseándolos, utilizándolos… para imponer supuestos nuevos valores, asociados a un concepto de patria exclusivo y excluyente, que realmente esconden odio, rechazo, violencia, discriminación… hacia todo o todas/os aquello/s que no se ajustan a su patrón de “normalidad”.

Desde su pensamiento alienador y excluyente, revestido de ideología falsamente liberadora, abogan por la eliminación o la distorsión de estos valores que consideran un peligro a su autoridad, como la única manera de “curar” a la sociedad que ellos consideran enferma desde los mismos principios que rigen los modelos medicalizados y mercantilizados de los sistemas sanitarios que defienden. La causalidad positivista, la epidemiología reduccionista, la tecnología como remedio exclusivo a todos los problemas, la tiranía de los datos que ocultan la diferencia y la diversidad… acaban excluyendo o situando en el margen, el ámbito de la insustancialidad, a los cuidados que, saben y por eso se esfuerzan en ocultar o eliminar, son la única manera de afrontar la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la soledad, la discapacidad… que no pueden “curarse” desde su visión reduccionista de la vida y que tanto les molestan. Su pensamiento eugenésico persigue sociedades y personas “puras” en las que no tienen cabida todas aquellas realidades o personas que puedan suponer una contaminación a la pureza de su planteamiento nacionalista. Por eso utilizan dichos valores. Una utilización utilitarista desde la que engañar a la población para hacerles creer que todo es culpa de las políticas sociales, de la democracia, de la migración, del Estado…para así destruir, con la impunidad que les otorgan los votos, todo aquello que dificulta sus NEGOCIOS.

Todo lo dicho, incluso el posicionamiento de la ANA, refuerza aún más si cabe, aquello en lo que desde hace tiempo vengo insistiendo. Tenemos que desprendernos de la fascinación que nos produce el ámbito anglosajón en general y muy especialmente el estadounidense. Porque no hacerlo nos deslumbra y atrapa en su dinámica seudocientífica-mercantilista, que impide que seamos conscientes del potencial que, como contexto Iberoamericano, tenemos.  Consumiendo, al precio que determinan y nos empobrece, sus productos de negocio – NANDA, NIC, NOC, EBSCO, PUBMED, CINHAL…-, sin que realmente se ajusten a nuestra realidad, cultura, tradiciones, valores… Y, en paralelo, despreciamos nuestras contribuciones por considerarlas, sin fundamento (más allá del economicista), inferiores. Todo lo cual secuestra nuestro conocimiento y favorece su enriquecimiento, sin generar evidencias que contribuyan al desarrollo de nuestras enfermeras, ni a la calidad de los cuidados que prestamos a nuestras comunidades.

Puede parecer una exageración lo que digo. Pero los hechos son los que son y más allá de lo que yo pueda pensar o plantear, la realidad se impone y avanza inexorablemente.

Al margen de análisis y reflexiones más amplias, que entiendo no son objeto de este espacio enfermero, lo que sí me parece necesario es llamar la atención sobre la pasividad y la inacción de las enfermeras en general y de las organizaciones e instituciones que nos representan en particular. Muchas de ellas, justifican su actitud desde el argumento del respeto a la decisión de la soberanía popular, el no menos recurrido de que eso es política y no va con nosotras o el aún más ambiguo y débil de la necesaria neutralidad.

El argumento de la soberanía popular, sin discutir que debe ser respetado, no está exento de manipulación y deber ser criticado e incluso cuestionado. Porque son muy claros y dolorosos los ejemplos de apoyo popular que permitieron y siguen permitiendo, que la tiranía, el crimen o la exterminación se instalen en la sociedad, con plena impunidad y con el beneplácito y la alabanza de dicha soberanía popular. Porque el pueblo, por soberano que sea, también se equivoca, es engañado o se deja engañar con mensajes basados en la mentira, la descalificación, los bulos y la deformación interesada de la información. Y, las enfermeras, como parte de ese pueblo, tenemos una responsabilidad clara para que la población, al margen de cualquier ideología, sepa lo que significa la vulneración de derechos y la pérdida de libertad que, no lo olvidemos, tienen un claro impacto en la salud y bienestar del conjunto de la sociedad.

Argumentar, por otra parte, que eso es política y no va con nosotras es, además, de ridículo, absolutamente falso. Todo, absolutamente todo lo comentado, no es una opción para las enfermeras. Para otros profesionales no lo sé, pero para las enfermeras, desde luego, no, rotundamente NO. Tenemos la obligación de defender la dignidad humana y de cuidar, no tan solo a las personas, sino a todo aquello que de una u otra manera pueda afectar a su salud y bienestar. Por eso, las enfermeras, no nos limitamos a asistir a la enfermedad, sino que atendemos a las personas. Por eso, las enfermeras, no tan solo identificamos el desequilibrio de un órgano, aparato o sistema, sino que abordamos las dimensiones social, mental y espiritual. Por eso, para las enfermeras, la familia y el contexto son fundamentales. Por eso, para las enfermeras, la promoción y la educación para la salud son esenciales. Por eso, para las enfermeras, la solución no pasa exclusivamente por la farmacología o la tecnología, sino que lo hace desde la comunicación, la empatía, la escucha activa, la compasión, el consenso, el respeto a la decisión de las personas, la indicación social, los activos para la salud, el empoderamiento, la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado… en definitiva, LOS CUIDADOS. Por eso, para las enfermeras, los determinantes morales y sociales, inciden de manera directa en la salud de las personas y la comunidad, más allá de la causalidad positivista. Y todo eso y mucho más, es POLÍTICA. El problema, por tanto, no es la política, sino el uso interesado y oportunista, que de la misma hacen quienes deciden utilizar la política para aprovecharse de ella. Para responder a sus intereses personales, financieros, económicos y no en beneficio del conjunto de la sociedad sino tan solo a un reducido grupo de la misma, desde planteamientos mercantilistas que pasan por reducir o anular los derechos del resto de personas, por mucho que traten de maquillarlo con palabrería, eufemismos y demagogia para tapar sus verdaderas intenciones. Así pues, la política no tan solo va con las enfermeras, sino que tenemos, desde la competencia política, la obligación de velar y trabajar para que la salud se incorpore en todas las políticas.

Por último, pero no por ello menos pueril argumento, está la supuesta neutralidad que las enfermeras debemos de mantener y guardar. Como si debiéramos conservar el silencio que durante tanto tiempo nos impusieron para lograr nuestra docilidad y obediencia. Porque la neutralidad esgrimida nunca debería significar mantenerse al margen de la abogacía de la salud, la justicia y la libertad que toda persona merece por el hecho de ser persona y no por la ideología que lo determine. La neutralidad no debe ser utilizada como justificación para mantenerse al margen de las decisiones o imposiciones que impactan sobre la salud y el bienestar de las personas, las familias y la comunidad. Porque ser o actuar desde la competencia política es intervenir en los asuntos públicos con nuestra opinión, o de cualquier otro modo. Que nadie intente engañar, manipular, deformar, mentir, para que la neutralidad sea identificada como una opción o tenga que ser asumida desde la imposición, para establecer el silencio con el que ocultar las consecuencias de decisiones/imposiciones que atentan contra la sociedad en su conjunto y la de determinados grupos de manera muy particular. No hagamos nuestra la omertá– ley del silencio o código de honor siciliano-. Las enfermeras no podemos declarar la neutralidad ante la vulnerabilidad, la pobreza, la inequidad, la injusticia… de las personas, en ningún caso y mucho menos cuando son consecuencia de decisiones/imposiciones por parte de quienes, en teoría, son las/os garantes de que no se produzcan. Mantener esa esgrimida neutralidad nos sitúa en idéntico nivel al de quienes actúan desde el poder contra la población. Porque quien calla otorga y quien otorga se convierte en cómplice necesario para el logro de dichos propósitos. Tal como escribiera Dante Alighieri[2] “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad.”

No es mi intención reclamar una militancia ideológica concreta. Ni tan siquiera una resistencia política. Pero sí que reclamo y me permito exigir, como enfermera, una posición activa y decidida que de respuesta a la vulneración de la dignidad humana. Y reclamo y exijo “aranceles del cuidado” que contrarresten la imposición medicalizada y tecnológica que deshumaniza y afecta a la salud de las personas y de la sociedad en su conjunto.

Reclamo y exijo un posicionamiento firme, riguroso, científico y profesional por parte de las organizaciones e instituciones enfermeras que identifique claramente el sentir de las enfermeras ante el ataque que suponen decisiones/imposiciones de quienes utilizan la política para ir, precisamente, contra la POLÍTICA. En lugar de aplicar la POLÍTICA, como arte, doctrina u opinión del gobierno de territorios y en beneficio de la ciudadanía.

Pensar o querer hacer pensar que las decisiones/imposiciones que actualmente se están tomando, desde planteamientos que desprecian la dignidad de las personas, se tomen donde se tomen y las tomen quienes las tomen, no es responsabilidad de las enfermeras es una temeridad, una torpeza o un claro desconocimiento de lo que es y significa ser y sentirse enfermera. No se trata de una elección entre derecha o izquierda, rojos o azules, demócratas o republicanos, progresistas o conservadores. Se trata de una elección por la libertad, la equidad, la dignidad y el respeto. No es, por tanto, una cuestión de ideas o ideologías, sino de cómo las mismas sirven a las personas en lugar de servirse de ellas.

En cualquier caso, si reclamar humanización y cuidados es política, desde YA, me considero político. Si denunciar la injusticia de decisiones/imposiciones es perder la neutralidad, me considero, desde YA partidista. Porque escudarse en la política o la neutralidad, renunciando a la responsabilidad y la ética profesionales, me parece muy triste y peligroso.

[1] Escritor, dramaturgo y sacerdote español, miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol y caballero de la Orden de Santiago, conocido fundamentalmente por ser uno de los más insignes literatos barrocos del Siglo de Oro, en especial por su teatro. (1600-1681).

[2] Poeta y escritor italiano, conocido por escribir la Divina comedia, una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista y una de las cumbres de la literatura universal (1265.1321).

LAS ENFERMERAS EN LA LITERATURA Historia, ficción y realidad

                                                                         «Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre. El fuego, la humedad, los bichos, el tiempo, y su propio contenido»

Paul Valéry [1]

 

Esta semana acabé la lectura de la novela “La enfermera de Bellevue”[2] de Amanda Skenandore[3].

Cada vez son más los libros protagonizados por enfermeras (Historia de una Enfermera de Lola Montalvo; La enfermera de Christian Nocera; Mariela de Yolanda Guerrero; Un cuento de enfermera de Louisa May Alcott; Testamento de juventud de Vera Britain; Invierno en tu rostro de Carla Montero; Memorias de una enfermera de Cristina Francisco Rey; La enfermera del puerto de Melanie Metzenthin; La enfermera del enemigo de Laura Mars; 1921, diario de una enfermera de Eligio R. Montero; Las historias silenciadas de Nieves Muñoz de Lucas; La enfermera de Auschwitz de Anna Stuart…) . No es mi intención, en esta nueva entrada, hacer una crítica literaria sobre los mismos. No soy crítico literario y mi opinión como lector está claramente sesgada por mi condición de enfermera. Y es, precisamente, en este punto sobre el que quiero reflexionar. Sobre cómo es abordada la figura de la enfermera en la literatura. Teniendo en cuenta, por otra parte, que no todas/os las/os autoras/es que incorporan como protagonista a una enfermera en sus obras, son enfermeras.

Tan solo por el título de las obras podemos identificar la clara relación que se establece entre los conflictos bélicos y las enfermeras, al igual que sucede con la religión. De ahí que se identificara, durante mucho tiempo, a las enfermeras como mitad monjas, mitad soldados. En este sentido hay una copla tradicional española, “La enfermera y el militar”[4], que lo recoge de manera muy clara.

Pero, a parte de la guerra, otro de los ambientes en los que se incorporan con mayor asiduidad a las enfermeras como protagonistas de novelas, es el del misterio. Bien como asesinas o como sospechosas de asesinatos que les obliga a demostrar su inocencia.

Por lo tanto, la condición de enfermera es más un recurso literario oportunista con el que aderezar o adornar la trama en paralelo a la misma. Pero sin que dicha condición de enfermera sea, realmente, una forma que permita visibilizar el verdadero valor de su aportación profesional de manera tácita, real y objetiva. Suelen seguir muy presentes las historias almibaradas que les asimilan a dóciles y sumisas ángeles protectoras o, en contraposición, a profesionales de conductas desagradables y autoritarias e incluso deleznables y sibilinas criminales.

Por su parte, es muy difícil encontrar relatos en los que un hombre sea protagonista como enfermera y sigue siendo habitual que cuando aparece de manera secundaria su tratamiento sea muy confuso al asimilarlo a funciones de camillero o de celador, muy alejadas de su denominación, como enfermero.

Una de las pocas obras en que la enfermera protagonista es un hombre data de los años 60 en que, el entonces prolífico y célebre autor, José Luís Martín Vigil[5], incorpora en su novela “Alguien debe morir” (1964) a un practicante que es acusado de asesinato y debe demostrar su inocencia. En la misma el protagonista es practicante por no tener recursos para estudiar medicina, lo que finalmente logra gracias al buenismo de un médico que le costea los estudios de su verdadera vocación. Un relato muy de la época que refleja una realidad que, adaptada a los cambios sociales, sigue estando vigente hoy en día. Lo que sin duda es un elemento de distorsión y limitación para la verdadera identificación y valoración de la enfermería que es vista como un medio para el logro del fin y no como un fin en sí misma.

Así pues, las enfermeras parece que nos hemos convertido en un objetivo interesante para escritoras/es como eslabón importante de sus historias. De igual manera, cada vez más enfermeras, se deciden a introducirse en el mundo literario incorporando a enfermeras en sus obras. Pero, desde mi punto de vista, ni unas/os ni otras/os abordan, con la seriedad, respeto y rigor que correspondería y debería, la verdadera identidad de las enfermeras y de la enfermería. A las enfermeras se les sigue asignando un valor secundario, residual, subsidiario e incluso servicial y sumiso. Su perfil está muy alejado de una profesional universitaria y mucho menos de una científica o investigadora. Las tramas en las que se les incorpora siempre van ligadas, en mayor o menor medida e intensidad, a la figura de los médicos, a quienes sí se les identifica como profesionales capaces, resolutivos y con autoridad. Eso sin olvidar que en la mayoría de los escenarios siempre aparece una relación romántica o de simple atracción sexual entre enfermeras y médicos, en las que, las primeras sucumben a los encantos de los segundos, o las enfermeras seducen maliciosamente a los médicos, para lograr un estatus social-económico-profesional que, por sí mismas, como enfermeras, no son capaces de alcanzar.

Los escenarios de las historias, por otra parte, o son los hospitales de campaña de los conflictos bélicos, de los que no hemos escapado desde las carpas de la guerra de Crimea en que Florence Nightingale caminaba con su lámpara, que acabó siendo símbolo identitario de todas, o de hospitales civiles. En ninguna novela se describe un escenario diferente en el que situar a la enfermera.

Los cuidados, por su parte, o son una anécdota o se abordan desde una perspectiva que los asimila a la simpatía, la bondad o la caridad que, siendo destacables, son tan solo una parte y no la más importante, sin duda, de los cuidados profesionales. La técnica y la tecnología desplazan sistemáticamente a los cuidados a un segundo plano o simplemente logran ocultarlos.

En base a lo dicho, todas las obras están repletas de los mismos tópicos y estereotipos de siempre. Más o menos evidentes, disimulados o maquillados. Con mayor o menor acierto a la hora de tratarlos. Pero siguen siendo una losa que sepulta la verdadera identidad enfermera.

Preocupa, me preocupa al menos a mí, que las autoras enfermeras no escapen a ese rosario de tópicos y estereotipos que acaban por convertirse en un estigma tan triste como doloroso. Que ellas, como enfermeras, sigan replicando esa imagen manida, distorsionada, retórica de la imagen enfermera contribuye no tan solo a perpetuarla, sino a que acabe naturalizándose en el imaginario común como la única posible y verdadera. Por tanto, no sorprende el que autoras/es no enfermeras definan a sus protagonistas enfermeras desde esos parámetros tan caducos, pero al mismo tiempo tan presentes.

Es cierto que la historia es la que es y debe ser narrada de manera objetiva, sin interpretaciones que traten de adaptarla a intereses o situaciones concretas que la deformen. Incluso cuando se utiliza como trasfondo de una narración novelada. De hecho, es una manera muy interesante de conocer de dónde venimos. Siempre que la narración se amolde a la historia real y no a la inversa, como lamentablemente sucede muchas veces.

      Otra cuestión es cuando la imagen de las enfermeras es utilizada como parte de la trama literaria, desde una perspectiva que no tan solo no se ajusta a la realidad, sino que incluso, en muchas ocasiones, es interesadamente deformada para servir a los intereses del/la autor/a o, simplemente, se hace desde el desconocimiento real de lo que es y significa ser enfermera.

      ¿Por qué, entonces, se recurre con tanta frecuencia a la figura de la enfermera en la literatura? Deben ser muchas las razones y no todas ellas es posible conocerlas y mucho menos entenderlas o justificarlas. Sin embargo, considero que existen algunas que, por recurrentes, resulta más fácil identificar.

La presencia de enfermeras en la narrativa literaria, en la mayoría de las ocasiones, va acompañada de la de médicos. Algo que no dejaría de ser una obviedad producto de la normalidad, si esa convivencia laboral y narrativa no se manipulase, como tan habitualmente se hace.

Sucede que, tanto si el protagonismo es de las enfermeras como si lo es de los médicos, la relación que se establece entre ellos por parte de las/os autoras/es, siempre es de subsidiariedad, cuando no de sumisión, de las enfermeras hacia los médicos. No se trata, o se hace de manera muy torpe, de establecer una relación profesional en la que no se imponga la autoridad o el poder a la interrelación y el consenso profesional. Posiblemente resulte más fácil para las/os autores esta correlación de desigualdad en la que se pueden desencadenar situaciones noveladas mucho más efectistas para las/os lectoras/es. Por otra parte, la permanente incorporación de las atracciones sentimentales o simplemente sexuales, entre unas y otros u otros y unas, son tan irreales e innecesarias como torpes, sórdidas o almibaradas. Parece que no sea posible el trabajo entre médicos y enfermeras sin que no haya un romance o un encuentro sexual que, además, siempre suele tener un trasfondo de admiración irrefrenable por la autoridad que, a modo de feromonas, transpiran los médicos seduciendo a las enfermeras o de obediencia de estas sobre los primeros ante la petición de favores de cualquier tipo a los que acaban sucumbiendo. Así pues, las/os autoras/es no tan solo no huyen de este recurso simplón, sino que lo utilizan con una reiteración que hace que la ficción deforme la realidad y naturalice como normal lo que no deja de ser un tópico más de los que habitualmente acompañan al ámbito sanitario, perpetuando las desigualdades y deformando la realidad de lo que son y aportan realmente enfermeras y médicos y que, desde luego, va mucho más allá de las atracciones físico-sentimentales.

      Otra de las razones, sin duda, es el desconocimiento de lo que es y aporta profesionalmente una enfermera. Desde dicha ignorancia o desde la creencia de que lo que saben es lo que realmente se corresponde con la realidad, configuran una imagen distorsionada de la enfermera que encaja en alguno de los perfiles anteriormente descritos. Pero en el caso de autoras/es que además son médicos, esta imagen no es imputable a la ignorancia, sino a la firme convicción de que esa es la que consideran deben tener las enfermeras. Utilizando el recurso literario para reforzar su habitual actitud, en la relación profesional con las enfermeras, dejan patente su autoridad e influencia profesional y social. Tanto si es por ignorancia como si es por constancia, son múltiples las novelas en las que es claramente identificable esta imagen.

      Por último, aunque menos frecuente a pesar del incremento que últimamente se está produciendo, es el caso de las enfermeras que deciden dedicarse al noble ejercicio literario. En este tema, bien como consecuencia de su decepción con la profesión enfermera que han abandonado o que incluso nunca han ejercido, o bien por su propia percepción distorsionada de lo que es y significa ser enfermera, les lleva a trasladar al papel una imagen igualmente distorsionada, novelesca o irreal de las enfermeras, aunque en este caso, por razones obvias, resulta, si cabe, mucho más triste y doloroso.

      El caso es que, cuando no por unos o por otras, la literatura no nos resulta tampoco un espacio en el que poder corregir tanto desconocimiento sobre la imagen de las enfermeras,

      Pero, más allá de la imagen que de médicos o enfermeras se traslada, resulta muy triste que la casi totalidad de las obras, tratando de dejar un resquicio en el que poder identificar alguna excepción que, yo al menos, desconozco, dibujan un escenario sanitario que está igualmente deformado desde una mirada medicalizada que tamiza toda la realidad y la traslada a las/os lectoras/es como si fuese la única posible. Por no hablar del escaso o nulo abordaje que de los cuidados profesionales se realiza.

      Y yo, me pregunto, tan destacadas/os autoras/es ¿no podrían buscarse asesoras/es que les trasladasen una información, que no por oculta deja de ser auténtica, sobre aquello que tratan de escribir? Porque, de hacerlo, y siempre que las asesorías fuesen eficaces y rigurosas, su contribución no tan solo se centraría en el relato literario que atrajese la atención de las/lectoras/es para su distracción, sino que ayudaría a que la realidad profesional de las enfermeras y del contexto en el que desarrollan su actividad profesional, en el caso que nos ocupa, se ajustase más a una realidad que, o bien desconocen, o bien les interesa bien poco o nada conocer.

      Ahora bien, habría que preguntarse igualmente, si las enfermeras contribuimos con nuestra actividad, actitud y actuación, a que la imagen que trasladamos sea diferente a la que se sigue captando y difundiendo de manera generalizada, tanto en la literatura sobre la que hoy reflexiono como en otros medios de difusión e información. Porque a lo mejor, o a lo peor, resulta que nosotras mismas somos las primeras responsables de esa estereotipación naturalizada e instalada en la sociedad, que acaba por ser compartida, de manera igualmente generalizada, por quienes se deciden a hablar de nosotras, bien sea de manera real o ficticia, logrando crear finalmente una estigmatización identitaria de la que no somos capaces de desprendernos y nos acompaña en todos los escenarios en los que, de una u otra forma, somos situadas.

      No es mi intención, ni tampoco mi ilusión que se otorgue y difunda una imagen de las enfermeras, idílica, falsamente modélica o irreal de nuestra capacidad profesional, científica o investigadora. Sería tanto como intentar trasladar un modelo artificial que para nada ayudaría a corregir las inexactitudes existentes que permean en la sociedad. Porque, entre otras cosas, si bien es cierto que “Quien escribe lo que le gusta a los demás puede ser un buen escritor, pero nunca será un artista” (Juan Carlos Onetti)[6], no es menos cierto que, quien escribe lo que se ajusta a la realidad, además de ser un buen escritor, será también un riguroso artista.

            Yo, mientras tanto, coincido con lo que tan bien expresó Ana María Matute[7], cuando decía que “Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo” y, parafraseando a Virginia Woolf[8], de autodescubrimiento en busca de mi propia verdad y autenticidad sobre la Enfermería y las enfermeras. Posiblemente por eso, cuanto más cerca estoy, o creo estar, de dicha autenticidad, más insatisfecho me siento con lo que otros expresan y/o trasladan. Espero encontrar pronto, puntos de concordancia que limiten mi protesta y descontento. Hasta entonces seguiré practicando la escritura, como la mejor manera que conozco de generar resistencia, compartir mis sentimientos y sentirme realizado, a través de las palabras. Si, además, logro que alguien se sienta partícipe de lo expresado, sería fantástico.

[1] Escritor, poeta, ensayista y filósofo francés (1871-1945).

[2] https://www.maeva.es/colecciones/novela-historica/la-enfermera-del-bellevue

[3] https://www.maeva.es/autores/amanda-skenandore

[4] https://corpusdeliteraturaoral.ujaen.es/archivo/0230r-la-enfermera-y-el-militar

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_Mart%C3%ADn_Vigil

[6] Escritor uruguayo, considerado uno de los narradores más importantes de su país y de la literatura hispanoamericana (1909-1994).

[7]  Novelista española miembro de la Real Academia Española (1925-2014)

[8] Escritora británica, autora de novelas, cuentos, obras teatrales y demás obras literarias; considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional (1882-1941).

EL CUIDADO DE LA LIBERTAD Más allá de una estatua

“La libertad nunca es dada; se gana”

Philip Randolph [1]

 

En mi anterior entrada decía que deseaba cerrar los ojos para emular las aventuras de ciertas/os personajes de la ficción y el cómic. Quería soñar. Hoy quisiera poder despertar de la pesadilla en la que estamos inmersos. Una pesadilla de la que, lamentablemente, no podemos salir como se sale de las que se generan durante el sueño fisiológico. Una pesadilla que no es producto del sueño, sino de la realidad a la que estamos asistiendo y en la que, todas/os estamos implicadas/os sin posibilidad de escapar al ensueño angustioso y tenaz que la misma está generando.

Creer que lo que ocurre a más de 6000 km de distancia no nos afecta es como, cuando nos tapamos hasta la cabeza y nos acurrucamos en la cama pensando que así nos libramos de la pesadilla que estamos teniendo. Hacer oídos sordos, cegar nuestra visión o enmudecer, ante lo que está ocurriendo y lo que se prevé que ocurra, es una manera insensata de afrontar dicha pesadilla, dicha realidad.

Situar en el ámbito de lo gracioso, anecdótico o curioso, los discursos de odio, exclusión, negacionismo, discriminación, distorsión, manipulación… es contribuir a que los mismos adquieran rango de normalidad y certeza, consolidándose como fundamento de decisiones que afectan a la dignidad y los derechos de muchísimas personas

Creer que el dinero y quienes lo amasan de manera absolutamente vergonzosa puede convertirse en la razón que justifique el ataque a todo cuanto sea identificado como una amenaza para seguir aumentando sus riquezas y con ello disminuir el acceso a derechos fundamentales como la salud, la alimentación, la educación, el bienestar, la justicia, la vivienda… para millones de personas, es contribuir a la inequidad, la injusticia, la pérdida de libertad, la transparencia y cuantos valores determinan la fortaleza de la democracia. Todo ello, paradójicamente, haciendo un uso arbitrario, tramposo, engañoso e interesado de los mismos como forma de blanquear sus comportamientos y decisiones.

Hemos llegado a un punto en el que las elecciones democráticas no garantizan, desde la razonable y necesaria alternancia política, la libertad, al situar como líderes a quienes utilizan su liderazgo en beneficio propio y el de sus allegados y en contra de quienes identifican como enemigos de unas patrias construidas en base a sus intereses y sus principios mercantilistas y de negocio, que fundamentan en “un idealismo dispuesto a matar la libertad de los demás con objeto de encontrar la libertad de su propio plan” (Rabindranath Tagore)[2]. Lo importante deja de ser el bagaje de experiencia, conocimiento y coherencia, para dejar paso al valor económico de sus fortunas y la capacidad que, a través de las mismas, tienen para modificar y modelar la realidad que les interesa.

 Dios es utilizado como comodín para sustituir a sus verdaderos ídolos y como reclamo publicitario y político de unos supuestos valores que ignoran, desprecian o vulneran en función de las circunstancias y las apetencias de su insaciable atracción por el dinero que utilizan como motor de su poder y autoridad. Que uno de sus principales mantras sea el de “Dios salve a América”, viene a demostrar que o bien tan solo Dios lo puede hacer en detrimento de quienes tienen la responsabilidad de hacerlo o que ellos mismos suplantan a Dios, revistiéndose de tal divinidad salvadora.

Todo lo cual, erosiona, destruye y elimina, por decreto, derechos fundamentales que han costado muchos años, sacrificios y compromisos de alcanzar, siendo reemplazados por promesas de una idílica realidad a la que nunca van a poder acceder la mayoría de las personas que quedan hipnotizadas por ellas y por quienes las realizan, agitando la controversia y la confrontación, favoreciendo el hostigamiento y justificando la violencia, silenciando el debate y castigando la crítica, apoyando la discriminación y atacando la igualdad, exaltando la pureza de raza y criminalizando la multiculturalidad, ridiculizando a la ciencia y exaltando el negacionismo, controlando la información y divulgando desinformación, empobreciendo la cultura y manipulando la educación, pervirtiendo la salud y magnificando la enfermedad, ridiculizando la justicia y permitiendo la prevaricación. Anestesiando a una sociedad que acaba por creer, en ese estado de letargo inducido, que esa es la mejor manera para lograr un bienestar que nunca llega, pero que mantiene activo el apoyo hacia quienes les engañan sistemáticamente con acusaciones infundadas hacia hipotéticos enemigos de la Patria y los falsos valores que en torno a ella se crean para generar confusión al tiempo que veneración irracional.

      Se trata de políticos/as y sus políticas, aunque sería mejor decir y sus caprichos o imposiciones, que convierten la política en la antítesis al “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”, desde el momento que se alejan de la capacidad y/o habilidad para hacer política ante su falta de talento, habilidad, condición, disposición, inspiración, destreza, habilidad, práctica, experiencia, maestría o primor, o a su absoluta falta de principios, sabiduría, erudición o ciencia, que les conduce a imponer ideas en lugar de exponerlas o compartirlas para el logro del bien común en favor del bien particular, desde el dominio del poder. Olvidando o ignorando que “la libertad suena donde las opiniones chocan” (Adlai E. Stevenson)[3]

Por tanto, actúan como si de una especie invasora se tratase. Capaces de adaptarse a contextos adversos o cuanto menos extraños, como son los espacios democráticos, en convivencia, aparentemente armónica, con las especies autóctonas propias de dichos entornos, pero a las que acaban eliminando al imponerse casi en exclusividad o con frágiles y difíciles equilibrios en los que la debilidad de quienes eran sus moradores queda supeditada a las condiciones que establece la especie invasora. De tal manera que poco a poco modifican el ecosistema político, al acabar con la relación de elementos relacionados y pertenecientes a un determinado territorio o ámbito político, a través de la depredación, el parasitismo o la lucha y en contra de la simbiosis, la combinación o el sincretismo.

      Esta ruptura del ecosistema político provoca graves consecuencias para la sociedad en la que se produce. Alterando los equilibrios entre las personas que configuran la comunidad; favoreciendo el crecimiento acelerado de determinadas clases en detrimento de la mayoría; dificultando o impidiendo el acceso universal a determinados derechos esenciales; dominando y manipulando los medios de información y comunicación, para generar miedo y transmitir una falsa seguridad en sus propuestas exclusivas y excluyentes, porque tal como dijera Aristóteles[4] tan solo “El que ha superado sus miedos será verdaderamente libre”; identificando enemigos en quienes son diferentes a las normas y valores de su especie, alimentando el odio y su expulsión del nuevo ecosistema; acotando o prohibiendo el acceso a determinadas informaciones para favorecer el adoctrinamiento, distorsionando la realidad o generando una en paralelo… como resultado de todo ello, se configura un nuevo ecosistema en el que tan solo son capaces de vivir sin amenazas y con bienestar, las clases dominantes. Mientras que el resto resiste y subsiste como puede, en muy malas condiciones.

Esta evolución forzada y destructiva, que no natural, provoca un cambio climático de la política global, que desencadena gravísimas alteraciones en la convivencia entre diferentes culturas, pueblos o civilizaciones, que o bien se someten a la ”nueva realidad”, o son atacados sin piedad hasta su rendición o eliminación mediante presiones o agresiones políticas, económicas, financieras… o la más expeditiva, la guerra genocida que configure su nuevo orden mundial, basado en la oligarquía financiera.

Como ciudadano que soy, me genera mucha tristeza y mucho miedo este panorama desolador y asolador que avanza implacable ante la, en apariencia al menos, pasividad cuando no connivencia de gran parte de la población, que con su apoyo o su indiferencia favorecen su presencia nociva y destructora, que acaba imponiéndose e imponiendo su “ley y orden”. Pero también me genera mucho miedo por lo que supone, no tan solo de retroceso, sino de involución absoluta y absolutista. Tan solo “los que no se mueven, no se dan cuenta de sus cadenas” (Rosa Luxemburgo)[5]

Como enfermera comunitaria que soy y me siento, tengo una mirada particular desde el cuidado que a lo anteriormente dicho se añade el dolor de percibir la devaluación de la salud como derecho universal, ligado a la libertad, la equidad, la accesibilidad… La degradación de la atención al situarla tan solo en el ámbito de la asistencia. La consagración de la enfermedad como valor supremo del asistencialismo curativo que esconde, anula o estigmatiza la muerte, al identificarla como un fracaso de la acción curativa médica, tecnológica y farmacológica. La focalización de la investigación médica en estudios ligados al hedonismo, la belleza y la vida eterna, en detrimento de las enfermedades y los problemas de salud que afectan a pobres y débiles. El acceso a la asistencia restringida a quienes dispongan de recursos económicos disponibles, creando una asistencia para unos pocos ricos, en contraposición a una beneficencia para la mayoría de pobres. La identificación de la humanización como un reclamo de marketing en lugar de un imperativo de la atención. La relación con la ética como una opción interesada en lugar de una obligación profesional. La utilización de la objeción de conciencia como un instrumento utilitarista y mercantil para negar el acceso a determinados derechos. La desvalorización del cuidado, situándolo al servicio del poder establecido de la curación y la tecnología. La imposición de una jerarquía en las organizaciones que favorece los intereses corporativos de los lobbies. La limitación o eliminación de la participación de la comunidad en la toma de decisiones en favor del paternalismo profesional dominante. La utilización de la salud, o mejor dicho de la enfermedad, como un producto financiero con el que hacer negocio y enriquecerse a costa de la salud de la comunidad.

Por eso, como ciudadano y enfermera comunitaria, me revelo a que lo que parece inevitable realmente lo sea. A que lo que se presenta como una salvación pueda ser visto como el verdadero peligro que representa. A que el abuso de autoridad castigue la discrepancia, la crítica, el debate, la reflexión, para imponer su ideario/ideología en contra de las ideas, los argumentos, las evidencias o la razón. A que la fuerza sea el único instrumento ideológico. A que la diversidad sea vista como un peligro que hay que contener y ocultar, porque “cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el privilegio de ser libres” (Charles Evans Hughes)[6]. A que igualdad se circunscriba exclusivamente a determinados ámbitos de exclusividad de género, raza, sexo, ideología… A que la libertad se convierta en un instrumento utilitarista en manos de quienes precisamente están contra de la misma acotándola, ya que cuando “no hay tal cosa como un poco de libertad. O eres totalmente libre, o no eres libre” (Walter Cronkite)[7]. A que la equidad sea un término caduco que deja de tener sentido. A que el acceso a la información y la formación sea un privilegio exclusivo de quienes imponen su autoridad y poder. A que la violencia sea ejercida, aceptada, aplaudida o naturalizada, en función de a quienes se agreda o de quienes agreden. A que la vulnerabilidad y la pobreza sean identificados como una consecuencia de la actitud de determinadas personas, entornos o etnias y no como efecto de los determinantes generados por las clases dominantes, desde la perspectiva de que “la libertad, por lo que respecta a las clases sociales inferiores sea poco más que la elección entre trabajar o morirse de hambre” (Samuel Johnson)[8]. A que el acceso a la educación, la sanidad, la vivienda, la alimentación… sean un privilegio en lugar de un derecho. A que la Salud Pública se convierta en un instrumento al servicio del poder establecido y en contra de la población. A que la promoción de la salud sea una anécdota oportunista en lugar de una oportunidad de bienestar…

Y me revelo y resisto porque “La libertad está en ser audaz” (Robert Frost)[9] , negándome de manera activa y proactiva a aceptar sin más lo que acaba considerándose algo inevitable y natural como parte del proceso democrático de alternancia. Cuando realmente es una invasión perversa, mezquina y perfectamente orquestada que va minando cualquier forma de oposición o diferencia de ideas que pueda suponer una amenaza a su avance y colonización del ecosistema democrático. Porque de no hacerlo, la resistencia acabará siendo una actitud a perseguir y castigar que constituirá la fase final del cambio del ecosistema. Recordemos siempre tal como nos lo trasladó Martin Luther King[10] que “La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido”.

Considero, como ciudadano y enfermera comunitaria, que tengo la obligación ética, moral y estética de pensar, opinar y defender los valores que favorecen la convivencia en la discrepancia, la diferencia y la diversidad desde el cuidado a la dignidad humana, respetando la libertad de pensamiento, expresión y acción de todas las personas. Porque La única manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan absolutamente libre que tu misma existencia es un acto de rebelión” (Albert Camus)[11]

Ahora que mi actividad profesional enfermera va a situarse en un nivel diferente de acción, siento que mi responsabilidad debe focalizarse en un cuidado más amplio, diverso, calidoscópico, integral, integrado e integrador de la sociedad a la que pertenezco y de la que me siento parte definida y diferente, activa y autónoma, solidaria y comprometida y no tan solo como un sujeto, un dato, un número o un paciente, en el entorno positivista en el que nos quieren alienar. Coincido pues con Elbert Hubbard[12] cuando dice que “La responsabilidad es el precio de la libertad”

Nada de lo que está pasando en casual. Obedece a una causalidad tecno-financiera que tan solo puede ser contrarrestada desde el conocimiento, la ciencia, las evidencias, el debate, la solidaridad, y la convivencia social que requiere de un esfuerzo y una generosidad individual y colectiva para poder seguir disfrutando de algo que requiere de tanto cuidado como la libertad que alimenta la democracia. Que cada cual, desde sus ideas, sus conocimientos, sus aptitudes y su voluntad cuide de ella. Porque no hacerlo supone contribuir a que tan solo tengamos referencia de ella a través de una estatua que además de estar muy alejada de nuestro entorno, a lo mejor, pronto, le cambian el nombre. Como expresara Voltaire[13] “El hombre es libre en el momento en que desea serlo”. No perdamos nunca ese deseo, sin duda, merece la pena, porque recordando a Jean-Jacques Rousseau[14] Gente libre, recordar esta máxima: podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera si se pierde una vez”. Porque, al igual que ocurre con la salud, ésta se cuida, no se cura.

[1] Sindicalista del Movimiento obrero y del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos (1889-1979)

[2] Poeta bengalí, poeta filósofo del movimiento Brahmo Samaj (posteriormente convertido al hinduismo), artista, dramaturgo, músico, novelista y autor de canciones que fue premiado con el Premio Nobel de Literatura en 1913 81861-1941)

[3] Abogado, político y diplomático estadounidense (1900-1965)

[4] Filósofo, polímata y científico griego (384 a. C. – 322 a.C.)

[5] Teórica marxista polaca de origen judío (1879-1919)

[6] Estadista, político, académico y jurista estadounidense (1862-1948)

[7] Periodista de radiodifusión estadounidense (1916-2009)

[8] Poeta, ensayista, biógrafo, crítico literario y lexicógrafo inglés (1709-1784)

[9] Poeta estadounidense (1874-1963)

[10] Activista bautista estadounidense que se convirtió en el portavoz y líder más visible del movimiento de derechos civiles desde 1955 hasta su asesinato en 1968 (1929-1968)

[11] Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista argelino-francés (1913-1960)

[12] Escritor, editor, artista y filósofo estadounidense (1856-1915)

[13] Escritor, historiador, filósofo y abogado francés (1694-1778)

[14] Polímata suizo francófono (1712-1778).

TOMA DE POSESIÓN DE LA RECTORA DE LA UA Cuestión de formas

            El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen.

Goethe[1]

 

Tras la victoria, en las elecciones a rector/a de la Universidad de Alicante, de la profesora Amparo Navarro Faure, el pasado día 17, se llevó a cabo su nombramiento oficial y protocolario en el Paraninfo de la Universidad de Alicante, con la presencia del President de la Generalitat, Carlos Mazón, la Ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morán y el Conseller de Educación, Cultura, Universidades y Empleo, José Antonio Rovira, entre otras personalidades académicas, civiles, políticas, militares…

            Tras la promesa del cargo de Rectora por parte de Amparo Navarro y de las/os vicerrectoras/es que componen su equipo, fue el momento de los discursos.

            En primer lugar, intervino la ministra Diana Morán que reiteró su apoyo a la UA y la gestión llevada a cabo por parte de la Rectora que ha permitido la continuidad de los estudios de medicina. Pero más allá de cualquier análisis sobre las palabras de la ministra, en su intervención quiso recalcar que su opinión y apoyo a la UA trasladados en su anterior visita no habían cambiado. Algo que, adelantaba, no todos podrían mantener, como así se demostró posteriormente.

Pero más allá de las palabras de la ministra, lo que merece destacarse es el comportamiento impropio de quien ostenta la máxima representación de la Universidad Miguel Hernández (UMH), su rector, con un ostensible y nada disimulado lenguaje no verbal que rehuía el contacto visual con la ministra y que acompañó de permanentes y manifiestas expresiones faciales y corporales, gestos y posturas, que finalizaron con su negativa a aplaudir la intervención de la ministra. Lenguaje y comportamiento que continuaron con la posterior intervención de la Rectora de la UA y que tan solo se modificaron con la del President de la Generalitat. Él se encargó de decirlo todo. No hacen falta interpretaciones.

Teniendo en cuenta que su “discurso silencioso” pero no por ello menos escandaloso estaba siendo visto e interpretado por cuantas personas tuvieron oportunidad de verlo directamente o a través de las pantallas de la sala y de cuantas lo siguieron vía online, podemos asegurar que su manifestación tuvo una clara intencionalidad. Si a ello añadimos que el impacto del lenguaje no verbal, según los expertos, es del 65% del total del mensaje, queda todo dicho.

Así pues, el rector de la UMH le ha hecho un flaco favor a su universidad con su triste, incomprensible y reprochable comportamiento, que se aleja del más mínimo decoro y respeto institucional y académico que le correspondería mantener, con independencia de lo que pueda estar pensando, sintiendo o sufriendo. Porque el cargo que ostenta, supone asumir ese comportamiento de respeto y contención que él ignoró.

            A continuación, fue el turno de la Rectora recién nombrada. La misma mantuvo en todo momento, a pesar de la difícil y delicada situación generada previamente por las protestas que contra el Sr. Mazón se produjeron, la serenidad, compostura y entereza propias del cargo acababa de prometer. En su turno de palabra, lejos de ahondar en la herida abierta como consecuencia de los intentos por paralizar los estudios de medicina en la UA, centró su discurso en exponer los objetivos a lograr durante su próximo mandato, sin reproches ni acusaciones y agradeciendo a su equipo y a toda la comunidad universitaria el apoyo recibido. Así mismo lanzó un mensaje de unidad y trabajo compartido entre todas las universidades valencianas que permitan avanzar en el logro de retos importantes para la universidad en su conjunto y para la sociedad de la que forman parte. Un mensaje, en este caso verbal, pero acompañado de la serenidad que trasladaba con el no verbal, que fue respondido con una ovación unánime de todo el auditorio puesto en pie, la mayoría de manera sincera y voluntaria y otros obligados para evitar quedar en mayor evidencia de lo que ya lo habían hecho.

            Finalmente tomó la palabra el President de la Generalitat Valenciana que empezó su discurso presentándose como adalid de la concordia, la unidad y la colaboración entre todas las partes, en una clara demostración de desprecio hacia la comunidad universitaria a la que se estaba dirigiendo. Como si, con sus palabras, se pudiese borrar la actitud que él y su gabinete mantuvieron durante los meses previos con relación a la UA y su defensa de los estudios del grado de medicina, a la que acusaron, a través de su conseller de Educación, de presentar un proyecto plagado de errores en un momento en el que se estaba elaborando la sentencia relativa al recurso presentado por la UMH. Agitando la discordia y reabriendo heridas entre las dos instituciones universitarias alicantinas.

Continuó con un halago artificial e impostado sobre su vinculación a la UA y la importancia que la misma tenía para la sociedad alicantina y valenciana. Continuó con una exposición repleta de referencias a sus logros y proyectos al frente de la Generalitat y la crítica permanente al gobierno central, en una nueva muestra del victimismo defensivo que últimamente viene adoptando en todas sus manifestaciones públicas. Actitud que evidenció su incapacidad de distinguir entre un mitin, una intervención parlamentaria o un mensaje institucional como el que estaba pronunciando. Nada dijo, sin embargo, del pacto con el rector de la UMH para implantar estudios de Enfermería en dicha Universidad al margen, claro está, de la UA. La diferencia, y ambos lo saben, es que la UA no va a proceder con recursos judiciales como hizo el mentado rector.

Finalmente, su intervención fue aplaudida por la mayoría de los asistentes, como muestra del respeto institucional que la comunidad universitaria de la UA sabe mantener a pesar del desprecio que a su inteligencia trasladó en su intervención. El tiempo, juez implacable, justo e insobornable, dispondrá y determinará el lugar en el que cada cual queda.

            En resumen, creo que el acto demostró la diferencia entre una Señora que asume con coherencia, elegancia templanza, talante y máximo respeto su condición de Rectora de la UA y lo que ello representa y la de unos señores que, haciendo gala de desprecio, incapacidad, torpeza, incoherencia, indolencia y falta de respeto, actúan como hooligans. Y de una comunidad universitaria seria, rigurosa, comprometida con la universidad y lo que la misma significa y respetuosa con las instituciones y autoridades, aunque discrepen de sus planteamientos y de sus actitudes y actuaciones.

            Por todo ello podemos decir que las formas marcaron la diferencia.

[1] Poeta y dramaturgo alemán (1749-1832).

QUI TE FAM SOMIA AMB ROTLLOS (Quien tiene hambre sueña con rosquillas) Porque los sueños, sueños son.

“La esperanza es un sueño despierto.”

Aristóteles [1]

 

  • Te ha llegado esta carta del centro quirúrgico hospitalario, Marc.
  • ¿A ver? Gracias Mamá
  • ¿Qué te dicen?
  • Pone que el próximo día 17 esté, a las 09:30 horas, en el centro quirúrgico hospitalario para ser intervenido de la hernia umbilical que me diagnosticaron el mes pasado. Mi enfermera de referencia me informará de todo el proceso antes de pasar al Quirófano de IA 0027 en donde se me realizará la intervención quirúrgica automatizada según el protocolo 789/20257HU. Concluida la intervención seré atendido por la enfermera de cuidados intermedios antes de ser dado de alta para continuar con los cuidados domiciliarios que me prestará mi enfermera comunitaria de referencia.

Mi madre, que me mira entre atónita y escéptica, me dice que no entiende cómo una máquina sea la que realice la intervención. Que ella no se fía.

  • Mamá, le contesto cogiéndole la mano, desde que la IA se desarrolló asumiendo la mayoría de las intervenciones de diagnóstico y tratamiento, tanto médicas como quirúrgicas, los resultados positivos obtenidos han aumentado hasta lograr la eliminación casi absoluta de la iatrogenia. Por otra parte, tanto la preparación previa como la recuperación y continuidad de los cuidados personalizados que prestan las enfermeras han logrado unos índices de satisfacción y calidad máximos. Las listas de espera han desaparecido y se han optimizado los recursos, gracias al funcionamiento continuado, 24 horas al día/365 días al año, de dispositivos de diagnóstico y tratamiento, así como de quirófanos. Los ingresos son mucho más reducidos y la atención en los domicilios gestionada por enfermeras comunitarias ha logrado una articulación de recursos comunitarios óptimos gracias a la gestión de casos IA y unos cuidados individualizados de calidad por parte de las enfermeras comunitarias.

Mi madre, que no acaba de fiarse, me pregunta:

  • Pero, entonces hijo, ¿dónde están los médicos ahora?, ¿ya no hay?
  • A ver mamá, ya lo hemos hablado en otras ocasiones, tranquila. Recuerda lo que te conté sobre el Programa de Intervención Médica de Inteligencia Artificial (PIMIA) que se implementó en los Sistemas de Salud de manera generalizada. Los médicos están, o bien dirigiendo, supervisando y evaluando dicho Programa en el Centro Operacional Médico de Inteligencia Artificial (COMIA) o bien en el Centro de Investigación Médica de Inteligencia Artificial (CIMIA), en donde siguen trabajando para perfeccionar los diagnósticos y tratamientos médicos, estando en permanente contacto con las enfermeras que actualmente dirigen los diferentes centros de atención de los Sistemas de Salud. No han desaparecido. Únicamente ha cambiado su manera de actuar, pero sigue siendo muy importante su aportación.
  • Hijo, todo esto que me cuentas lo entiendo. Pero, es que resulta muy raro que no haya médicos que nos atiendan.
  • No, vamos a ver mamá. Eso no es exactamente así. Los médicos van a seguir atendiendo a las personas. Pero lo van a hacer de otra manera. Cuando realmente sea necesaria su presencia. Para ello, las enfermeras que dirigen y atienden los centros de cuidados, bien sean hospitales, centros de atención y promoción de la salud o centros de atención específica al ciclo vital, determinan a través de los consensos establecidos entre ellos cuando deben realizar dicha atención presencial.
  • Pero es que esos centros de cuidados de los que tú hablas, ya no son cómo eran antes. Los hospitales ya no tienen plantas de trauma, de cirugía o cardiología. Ahora son plantas de Nivel 1 de cuidados, Nivel 2… o cuidados complejos. Una ya no sabe dónde está y por qué está y para qué…
  • No mamá, sí que se sabe dónde y para qué. Lo que ocurre es que ahora las personas que precisan de cuidados durante su ingreso en el hospital, son ubicadas en función de la complejidad de cuidados que requieren. De esta manera la atención es mucho más personalizada y la organización de las plantas que tu comentas se puede llevar a cabo con criterios tanto de calidad como de eficiencia mucho mayores.
  • Pues si tú lo dices. Pero sigue habiendo muchas dudas en la población y los medios de comunicación siguen dando mensajes muy contradictorios. El otro día me contaba mi amiga Julia que su dispositivo de compañía IA, le había comentado que se estaba planteando una huelga de médicos por la invasión de competencias de las enfermeras que, según ellos, está poniendo en riesgo la salud de la población.
  • Dile a tu amiga Julia que deje de hacer caso a ese tipo de noticias. Es cierto que existen protestas en el sentido que me comentas, pero tan solo obedecen a un sentimiento de pérdida de un reducido grupo del colectivo médico e incluso de una parte del colectivo de enfermeras que se resisten a asumir unos cambios que mayoritariamente están consensuados y normalizados. Ya sabes que todos los cambios generan resistencia. Pero se está llevando a cabo una gran campaña de información/formación a todos los niveles, en la que participan tanto médicos y enfermeras como agentes de salud comunitarios y otras/os profesionales, para que la población esté puntualmente informada y sea partícipe de estos cambios que, repito mamá, están siendo muy positivos y que, además, cuentan cada vez más con una mayor aceptación y valoración de la población. Así que tranquila.
  • Ahora que lo dices, tengo una reunión comunitaria en la que vamos a tratar de esto que me estás hablando. Casi se me olvida. Ya te diré si realmente sirve para algo.
  • Claro que te servirá. Pero es que, además, tú debes implicarte para que entre todas/os mejoremos la calidad de nuestra salud y de la atención y promoción a la misma, mamá.
  • Bueno, pero podré ir a verte cuando te operen ¿no?
  • No hará falta mamá. Será una intervención corta y no necesitaré quedarme en el hospital. De todas maneras, la enfermera te mantendrá informada a través del Sistema de Atención Telemática (SAT) que tienes instalado en el móvil. Ya estuvimos viendo cómo funcionaba, ¿te acuerdas?
  • Si, si, me acuerdo. Parece que las enfermeras han acaparado todo el poder.
  • No se trata de poder mamá. Se trata de que cada profesional pueda aportar lo mejor y de la mejor manera posible. Las enfermeras a través de los cuidados profesionales que son muy importantes y necesarios han logrado, por fin, ser valoradas y reconocidas. No se les ha regalado nada. En todo caso se les ha dejado desarrollarse y demostrar su aportación específica cuidadora que durante tanto tiempo se les negó.
  • ¿Y por qué ellas no pueden hacerlo como los médicos a través de la IA?
  • ¿Crees, que la IA puede sustituir los cuidados de una madre, mamá?
  • Nunca, ¡hasta ahí podíamos llegar!
  • Pues tampoco los cuidados de las enfermeras pueden ser prestados por la IA. De ahí que su presencia sea tan necesaria como importante.
  • – ¿Más que la de los médicos?
  • Y dale con las comparaciones mamá. Que no se trata de quién es más importante o menos. Se trata de quién es más importante, o mejor dicho, quién puede dar mejor respuesta, en cada lugar y circunstancia. Con lo que ha costado llegar hasta aquí, no seamos nosotros quienes cuestionemos lo que tan buenos resultados está logrando.
  • Vale, vale, me callo.
  • No, no quiero que te calles. Quiero que trates de comprender lo que te digo.
  • Lo comprendo hijo. Y, ahora, te dejo que sino llegaré tarde a la reunión comunitaria que te he comentado.
  • De acuerdo mamá. Ya me cuentas luego como te ha ido.
  • Si, aunque después de lo que me has contado tú, no sé si realmente hace falta que vaya.
  • Claro que hace falta, mamá. Además, así podrás intervenir reforzando lo que se va abordar en la reunión y contribuir a que todas/os nos sintamos parta activa de la atención a la salud.

 

  • Guillem, Guillem, despierta, ¿qué no oyes el despertador?
  • Ohhh, vaya, ¡¡¡estaba profundamente dormido y soñando!!!
  • Pues vas a llegar tarde al trabajo.
  • ¿Al trabajo?
  • Si, al trabajo. ¿En dónde estás? Vuelve a la realidad.
  • Si voy.

 

Sentado en el borde de la cama, sigo pensando en el sueño en el que estaba inmerso y del que me cuesta salir. Posiblemente porque me gustaría que lo que le estaba contando a mi madre fuese una realidad que, de momento, se me antoja difícil que se haga realidad.

Con lo ojos aún cerrados en un intento por recuperar la onírica realidad en la que me hallaba inmerso, volvió a sonar el maldito despertador que me sacó definitivamente de mi ensimismamiento. Ni la ducha, ni el precipitado desayuno lograron despejar mi mente, ni rescatar mi atención para depositarla en la rutina de mi actividad diaria en el Centro de Salud en el que trabajo como enfermera. La voz de mi madre apareció en mi subconsciente con una de sus frases favoritas, “Fill, qui te fam somia amb rotllos”[2]  (Hijo, quien tiene hambre sueña con rosquillas), y acabó por despejarme y ser consciente de la verdadera realidad en la que, como enfermera, estaba inmerso, aunque me resultase tan difícil de asumir y entender, así como de la intervención quirúrgica a la que me iba a someter mañana, tras más de seis meses de lista de espera, en el Hospital comarcal.

  • Guillem, mientras te duchabas han llamado del hospital para decirte que anulaban la operación por falta de personal. Que ya te avisarán cuando puedan meterte en lista quirúrgica. Ya te dije que fueses por la privada si querías que te operasen. Tu idealismo no te va a solucionar el problema, ¡¡¡a ver si te enteras de una vez!!!!

En un estado que iba de la decepción a la rabia, de lo soñado a lo realmente vivido, salí de casa para contribuir, con angustia no exenta de cierta resignación, a mantener un sistema tan caduco como ineficaz. Con la rabia de no poder ser y sentirme la enfermera especialista que soy, porque no crean plazas, ni dejan espacio para ello. Las retinografías, las espirometrías, los tratamientos de Sintrom, los electrocardiogramas… volverán a ocupar todo el tiempo que, como enfermera comunitaria, debiera dedicar a la promoción de la salud, la intervención comunitaria, la atención familiar domiciliaria… que nuevamente quedarán en una posibilidad que nunca se logra y para la que nunca hay voluntad real de que se logre.

Quiero cerrar los ojos y soñar con ser el Principito en el desierto del Sahara, o Alicia en el país de las Maravillas, o Tintín aterrizando en la luna, o vivir la odisea de Astérix, o Peter Pan en el país de Nunca Jamás… para vivir la aventura de un cambio que, no sé si realmente de tanto soñarlo me parece que es posible, o si lo sueño tanto porque realmente es inalcanzable. Quiero que mis sueños, dejen de ser el felpudo que da paso a la pesadilla de la rutinaria normalidad. Quiero despertar del sueño y encontrarme con una realidad diferente, deseable, posible, necesaria, en la que pueda contribuir y aportar y no tan solo estar, sin ser ni reconocerme.

Que no me hablen más de que hacen falta enfermeras. Porque para sostener este sistema, este modelo, este escenario de «cartón piedra” en el que nos quieren exclusivamente de tramoyeras para que se luzcan los de siempre, mejor sigo disfrutando de mi sueño. Y es que, está claro, que lo más obvio resulta lo más complicado de ver.

Finalmente, como dijera Calderón de la Barca[3]:

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

[1] Filósofo, polímata y científico griego nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia. Es considerado junto a Platón, el padre de la filosofía occidental. (384 a.C.—322 a.C.).

[2] Refrán valenciano que viene a decir que quien tiene una idea fija o un gran deseo es propenso a creerse que las cosas son así como las piensa o desea.

[3] Escritor, dramaturgo y sacerdote español (1600 – 16819

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