Hace tan solo unos días se publicaba el estudio “Gender and Nursing as a Profession. Valuing nurses and paying them their worth” estudio del Royal College of Nursing (RCN) y de la Universidad de Oxford Brookes en el que se argumenta que los salarios de las enfermeras se han rebajado debido a la «visión anticuada de que cuidar a los demás es una característica femenina» a pesar de que las enfermeras cada vez más asumen un trabajo más avanzado. La investigación, llevada a cabo en el Reino Unido, apunta que la destacada y preocupante escasez de enfermeras, tendría que haber producido un aumento importante de los salarios que tratara de compensar la evidente demanda. Sin embargo, sugiere también el estudio, las enfermeras siguen estando infravaloradas por el hecho de ser mayoritariamente mujeres.
Rachael McIlroy, jefa de investigación senior de RCN, destaca que este informe es «un paso importante para desafiar y cambiar las percepciones sobre las enfermeras». Así mismo añade que las enfermeras tienen altas competencias y una gran preparación a pesar de lo cual, las enfermeras, no se sienten ni escuchas ni reconocidas.
Estos resultados podrían ser asumidos casi íntegramente en nuestro país, que por otra parte es “exportador” de enfermeras al Reino Unido para suplir la carencia de enfermeras británicas.
Posiblemente este estudio, como tantos otros relacionados con el género y las enfermeras, haya pasado desapercibido entre las propias enfermeras, a pesar de la gravedad de los resultados, como si estuviesen naturalizados y ya no ejerciesen reacción alguna o esta fuese prácticamente una mueca de disgusto en el rostro, pero sin mayores consecuencias. Como si estuviésemos anestesiadas.
Esta misma semana, concretamente hoy mismo, hemos conocido que el Tribunal Superior de Justicia de Navarra, volvía a anular los artículos que regulan jefaturas de libre designación en el Servicio Navarro de Salud, que afectan a la capacidad de que las enfermeras sean nombradas directoras de Equipos de Atención Primaria, como estaba sucediendo con magníficos resultados tanto de gestión como económicos.
Esta misma semana, vaya semanita, los farmacéuticos – a pesar de ser mayoritariamente mujeres- hacían gala también de su poder anunciando una nueva acometida de “abordaje comunitario” en esta ocasión queriendo prescribir y promocionar vacunas. Posiblemente porque quieran recordarnos, como hacen machaconamente en la Televisión, que se trata de un medicamento y que hay que consultar con el farmacéutico. Algo que lograron colar, con el beneplácito político, y que apartaba de un plumazo, en este caso, tanto a los médicos como a las enfermeras. En lugar de decir consulte a su profesional de la salud, dicen tan solo a su Farmacéutico. Será porque para eso lo venden ellos y lo cobran ellos también, claro. Todo sea por el negocio.
Las enfermeras deberíamos plantearnos si cada vez que en la Televisión de dice algo sobre el cuidado, aparezca una pantalla en gris perla (por lo del color que nos identifica académicamente) que dijera este anuncio es sobre el CUIDADO, lea detenidamente las indicaciones y consulte a la ENFERMERA. El problema está en quien apoya al medicamento y a quien apoya al cuidado… blanco y en botella.
Dudo, ojalá me equivoque, que el estudio la sentencia o la noticia, generen una respuesta unánime y masiva de las enfermeras en nuestro país. A lo sumo algunas referentes, alguna organización o sociedad científica alcen la voz sin que, lamentablemente, tenga excesivo eco. La naturalización, posiblemente por la reiteración, siga provocando la anestesia colectiva.
En cualquier los tres casos, tienen algo en común. La testosterona social y corporativa.
Seguimos viviendo en una sociedad eminentemente machista, patriarcal y dominante que se resiste a perder el poder otorgado por el hecho de secretar dicha hormona que fisiológicamente sabemos que se produce en los testículos, pero que socialmente lo hace en mucha mayor medida en el cerebro, en este caso tanto de hombres –mucho más- como de mujeres. Porque el problema viene determinado cuando los comportamientos, los tópicos, los estereotipos, la dominación… forma parte no tan solo de que sean más los hombres que integran una sociedad o una profesión, sino en que dicha sociedad o profesión esté impregnada de ese comportamiento como algo consustancial a las mismas.
Si a esto añadimos las decimonónicas estructuras judiciales con las que aún contamos en nuestro país y una legislación escrita también con testosterona los resultados son los que son. Los jueces, con mucha testosterona, también contribuyen, pero básicamente se trata de las normas que van en contra sistemáticamente contra las posibilidades de desarrollo e igualdad de las enfermeras, las que hacen que se dicten sentencias tan incomprensibles, como dolorosas e indignantes.
Resulta que un Filósofo puede ser Ministro, una abogada Consejera, un economista Director General, un biólogo gerente… pero una enfermera no puede ser nada de eso por el simple hecho de ser enfermera y tener la fatalidad de que nuestros principales compañeros de viaje sean quienes más testosterona corporativa secretan, lo que provoca una permanente y sistemática exhibición de fuerza y demarcación de territorio, utilizando para ello las leyes y el sistema judicial que les protege y ampara. Y claro, a la vista de esto pues acuden nuevos actores que actúan con idéntica mecánica fagocitadora. A lo que hay que añadir a una clase política dominada por la apariencia y el dominio de los lobby, para que tengamos muy poco margen de mejora.
Ha sido en Navarra donde se ha dictado esta sentencia que vuelve a marginar a las enfermeras. Y a pesar de que todas las comparaciones son odiosas y posiblemente esta mucho más, fue en Navarra también, donde se dictó la tristemente famosa sentencia de la manada contra una mujer. Nuevamente la testosterona, en cualquiera de sus formas, apariencias o actitudes, hace acto de presencia.
Las enfermeras deberíamos despertar de una vez y exigir que se acabe ya con el acoso, la discriminación, la desigualdad, la violencia corporativa y profesional a la que somos sometidas de manera reiterada sin que los políticos, que se apresuran a decir que somos imprescindibles cuando les interesa, hagan nada por remediarlo. Porque al fin de cuentas también ellos secretan mucha testosterona.
Y, paradójicamente, todo esto sucede en el celebérrimo año del Nursing Now. Espero que los acontecimientos no sigan en esta misma línea y que podamos celebrar algo. Aunque sea los 200 años de Florence Nightingale.
Pero no creamos que la testosterona tiene la culpa de todo. Porque nosotras como enfermeras también deberíamos hacer un ejercicio de reflexión y autocrítica para darnos cuenta del conformismo, el buenismo, el pasotismo… y otros muchos “ismos” de los que hacemos gala desde ese adormecimiento permanente, en el que la anestesia de la normalización, nos tiene sumidas. Ojo, no apunto a que tengamos que secretar también nosotras testosterona, sino a que digamos ¡¡¡basta ya!!! Pero también a que de una vez por todas sepamos identificar, difundir y defender nuestros activos intangibles y bienes intrínsecos.
De una vez por todas deberemos darnos cuenta que hace falta que las enfermeras asumamos la competencia política que influya en la política y favorezca políticas de salud, también para nosotras.
Como dijera la poeta polaca Wislawa Szymborska:
Somos hijos de nuestra época
y nuestra época es política.
Todos tus, mis, nuestros, vuestros
problemas diurnos y los nocturnos,
son problemas políticos.
Quieras o no tus genes tienen un pasado político, tu piel un matiz político
y tus ojos una visión política.
Cuanto dices produce una resonancia,
cuando callas implica una elocuencia
inevitablemente política.
Incluso al caminar por bosques y praderas
das pasos políticos
en terreno político.
Adquirir significado político
ni siquiera requiere ser humano.
Basta ser petróleo,
pienso compuesto o materia reciclada.
Los poemas apolíticos son también políticos,
y en lo alto resplandece la luna,
un cuerpo ya no lunar.
Ser o no ser, esta es la cuestión.
¿Qué cuestión? Adivina corazón:
una cuestión política
A lo que añado:
Ser o no ser, esta es la cuestión
¿Qué cuestión? Adivina corazón:
una cuestión enfermera, que requiere nuestra implicación política, profesional, académica, gestora y femenina, como nuestra Enfermería.
No nos equivoquemos más. Está en nuestra mano el darle solución. El tema es el cómo no el qué.
¿Nos ponemos a ello, es decir actuamos, o seguimos esperando acontecimientos y lloramos?