EL OXÍMORON DE LOS CUIDADOS Y LA DESHUMANIZACIÓN

Existen ocasiones en las que la retórica se impone a la lógica, dando como resultado planteamientos tan absurdos como innecesarios.

Tal es el caso, por ejemplo, cuando en un tan exagerado como inútil esfuerzo por resaltar el cuidado se dice que el “cuidado está deshumanizado”. El uso de los conceptos opuestos, cuidado y deshumanizado en una sola expresión, es un oxímoron que como figura literaria puede tener cierto sentido, pero que se antoja innecesario e incluso contradictorio en el intento por resaltar determinadas virtudes o defectos de la práctica profesional enfermera. El cuidado nunca puede ser deshumanizado, en tanto en cuanto cuidar es una actividad humana que se define como una relación y un proceso que va mucho más allá de la enfermedad.

Cuidar tan solo puede hacerse cuando existe alguien que tiene importancia para el otro. En caso contrario podremos hablar de asistencia o acción de asistir a un proceso sin más. Ni tan siquiera de atención por cuanto esta es el acto que muestra que se está atento al bienestar o seguridad de una persona o muestra respeto, cortesía o afecto hacia alguien.

Por otra parte el cuidado es inherente a la vida y ningún tipo de vida puede subsistir sin cuidado. Teniendo en cuenta que los cuidados enfermeros son prestados por personas, que por tanto son humanas, hablar de deshumanización del cuidado es tanto como cuestionar que las personas, y por tanto las enfermeras, sean humanas, lo que no encaja en la lógica ni de pensamiento ni de simple razonamiento.

Otra cosa bien diferente es que denominemos cuidados a lo que son simples acciones mecánicas basadas en la hegemonía biomédica, en la tecnificación, en el autoritarismo de las relaciones, en el poder profesional que basado en un supuesto saber científico somete y silencia a las personas y las cosifica y etiqueta en un lenguaje patológico que se aleja de la vida por cuanto se aproxima a la enfermedad, generando sufrimiento que es asistido básicamente desde la medicalización. En este caso no es que exista un cuidado deshumanizado. Simplemente es que no existe el cuidado.

Pero ahora está de moda “humanizarlo” todo. Como si con ello se pretendiese minimizar u ocultar las deficiencias que la organización del sistema basado en la tecnología, la enfermedad, los resultados, la curación… ocasiona y se manifiesta en una evidente falta de cuidados por cuanto los mismos no están institucionalizados. Es decir, el cuidado se da por supuesto que se da, pero no se valora como tal ni se reconoce a quien los presta. Ni tan siquiera se apuesta o apoya que se investigue en cuidados.

Y ante esta paradoja derivada del oxímoron “cuidado deshumanizado”, surge o debería surgir en quien lo plantea una mínima reflexión sobre qué es lo que se estaba haciendo hasta ahora cuando se plantea de manera tan insistente en que hay que humanizar los  cuidados. O lo que es aún más grave, qué se ha estado haciendo para que ahora haya que invertir dinero en humanizar el cuidado cuando esto debería ser éticamente inherente a cualquier proceso de atención.

Ante estas interrogantes tan solo se me ocurren algunas respuestas que  tienen que ver, aunque parezca un juego o una trampa, con el cuidado.

Porque no deja de resultar curioso, por ser benévolo en el calificativo, que hablemos de humanizar el cuidado y sigamos despertando a la gente hospitalizada para tomarle la temperatura o la tensión arterial. O aún más grave, que la despertemos para que se tome la pastilla para dormir. Y esto sucede cuando las instituciones, hospitalarias fundamentalmente pero no exclusivamente, se convierten en instituciones castrenses con normas de obligado cumplimiento aunque no tengan argumentación lógica ni evidencia científica, pero que están sustentadas por una jerarquía cuyo comportamiento tiene como objetivo el logro de sus objetivos corporativos de saber y de egocentrismo científico. Y quienes deben prestar cuidados, que son intrínsecamente humanos, se limitan a obedecer y a asumir una asistencia desprovista de cuidados para, mantener el orden establecido, renunciando a la posibilidad de prestar cuidados y de razonar su necesidad, oportunidad y evidencia.

Pero el ámbito comunitario, fundamentalmente en Atención Primaria, también sufre de este mal deshumanizador. Porque partiendo del principio de que la salud se consigue y mantiene en un proceso de participación activa de las partes centrado fundamentalmente en la comunicación y en la interacción, los comportamientos que imponen, ordenan, aconsejan, recetan, controlan… desde el saber unívoco y exclusivo profesional, anulan la perspectiva del cuidado para dejar paso a la asistencia en la que la obediencia se configura, de nuevo, como elemento vertebrador de todo el proceso.

Por lo tanto hace falta que los cuidados, y por lo tanto la humanización, se incorpore en las instituciones sanitarias. Pero para ello es imprescindible que se concrete un cambio en las estructuras de las organizaciones y en el comportamiento de los profesionales y de los decisores políticos que identifiquen claramente que no se trata tan solo de prestar un servicio de calidad sino que hace falta una planificación adecuada de la organización para lograrlo.

Es necesario, por tanto, que se decida por poner en valor el respeto por las personas, las familias y la comunidad, por su autonomía, respeto y defensa de sus derechos en contra de privilegiar el valor de la eficacia basada en los resultados de la tecnología, le gerencia y los corporativismos profesionales.

Para ello resulta imprescindible, por una parte, que las enfermeras nos lo creamos y por otra que los decisores políticos se despojen de las presiones, los miedos y las incertidumbres que les impiden dejar paso a quienes más entienden de cuidados y por tanto de humanización, es decir a las enfermeras. Tan solo entonces se podrá abandonar tan retórica como inútil idea de acabar con el oxímoron de los “cuidados deshumanizados” y pasar a la acción mediante la visibilización e institucionalización de los cuidados o lo que es lo mismo la humanización de la atención.

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